El morbo de los pezones sensibles

Tengo los senos pequeños pero los pezones....

EL MORBO DE LOS PEZONES SENSIBLES.

Mientras comenzaba a preparar el café, me miré en el espejo y me gusté. Tenía razón mi jefe en lo que acababa de decirle al presidente de la compañía por teléfono:

- Gloria ha estado genial, cada vez que entraba en la reunión los desconcertaba y no te quiero decir cuando se sentaba a tomar notas. La verdad que muy bien. -

El espejo me devolvió la imagen de una mujer joven, rubia, con ojos azules y largas pestañas, vestida de ejecutiva en verano. Sandalias de taco muy alto, piernas bronceadas a la vista, hasta cinco dedos por encima de la rodilla, falda de tubo azul eléctrico que se pegaba a mis muslos y me marcaba una colita parada. El cinturón me ciñía la cintura mínima,soy flaca. La camisa rosa, de mangas largas y dobladas para destacar mis antebrazos finos . En las muñecas un reloj deportivo y una esclava de oro, a juego con la que llevaba en el tobillo y con la cadena de oro del cuello. No hacía falta que respirase para que en la seda de la blusa se marcasen mis pezones.

Porque tengo unos pezones enormes, mis pechos son pequeños, de adolescente, apenas unas colinas suaves, pero en medio de ellas surgen dos semicilindros de 7 mm de diámetro y 15-20 de largo ( en función de cómo esté de excitada). Sé las medidas porque mi novio me las ha tomado. Como tengo senos pequeños no suelo llevar corpiño, y el roce con la tela me los pone casi siempre erectos. Procuro llevar pullover, o camisas de tela gruesa para evitar que se me marquen, aunque de vez en cuando juego a dejar que destaquen y los hombres no puedan quitar la vista de ellos, como había hecho aquellos dos días anteriores..

Con la blusa de seda que llevaba eran dos puntas que parecían querer romperla.

Habíamos ganado, el contrato con los inversores chilenos iban a firmar al día siguiente. Sergio, mi jefe me había llamado desde el restaurante donde estaban cerrando la operación para decirme que avisara a Mauro, el presidente de la empresa, para que volviera de Punta del Este a la mañana siguiente, y me había pedido que me quedara para poner en limpio los contratos.

Al entrar me había dado un beso en la mejilla, como solía hacer cotidianamente al saludarme o despedirme y tomándome de las manos dio unos pasos de baile acompasados a la música de ambiente de la oficina.

Mi novio me había dicho cuando me convertí en su secretaria, al nombrarle director comercial de la empresa, en sustitución de mi jefe que se jubilaba, que era un machista y un mujeriego y que tuviera cuidado. Al principio lo había tratado guardando las distancias ,pero en los once meses que llevaba trabajando con él , no me había dado motivos para pensar que mi novio tenía razón.

Era amable, eficaz en el trabajo, sabía valorar el bien hecho, y poco a poco nos fuimos haciendo compañeros y compinches. Nos reíamos con algunas cosas, tenía sentido del humor, compartíamos enfados cuando teníamos que corregir los errores de los demás. Había conocido a su mujer , una morochita con un extraño atractivo, a sus dos hijos, y tomando confianza comenzamos a saludarnos y despedirnos con un beso fraternal en la mejilla.

Sólo había entrevisto como era con las mujeres, cuando en la fiesta de fin de año de la oficina, Susana, la contadora, una minón rubia teñida, llena de curvas explosivas, que procuraba destacar, había desaparecido un largo rato con él. Al acabar la fiesta, se me había acercado y al oído me dijo:

- ¡Tu jefe es una bestia!. ¡ Qué suerte tenés de trabajar con él!-

Me quedé de piedra, con el tiempo me fue recomiendo una mezcla de despecho y celos: mira que cogerse a esa y a mi tratarme como a una niña, como a una hermana.

Pero habían llegado las vacaciones , y aunque de vez en cuando volvía a darle vueltas al tema, entre mi novio, cuidar a mi madre y disfrutar del mar y el sol en San Bernardo, lo había llevado al zaguán de la mente.

Pero el beso que me había dado al entrar tenía un punto de diferencia, era un beso de hombre a mujer, y le olí una mezcla de sudor, alcohol y cigarro, un olor a macho que me había puesto un poco.

Cuando entré con los cafés, me había preparado otro para mí, estaba sentado en la mesa, en la que solía ser mi silla.

- Siéntate en mi sitio, ya te he abierto la computadora y tienes la última versión del contrato. Mira estas variaciones, las haces. Las mandas a imprimir , y mientras los voy leyendo, lo pones en inglés. Resulta que el que pone más pasta es un americano que tenían escondido. -

Me dio los papeles que se había llevado al restaurante, las correcciones eran pocas, mientras las hacía, me sentía estudiada, su mirada me recorría como la lava a la montaña tras una erupción volcánica: despacio y haciéndome arder.

-

Sergio,ya están. Las mando a la impresora. De verdad, ¿ no quieres que vaya yo?-

- No, vos vete traduciendo, para acabar todo ya y poder brindar por lo buenos que somos. Es un contrato genial. Podremos hacer las torres sin problemas y más ahora que no hay financiación.-

Me puse a pasarlo al inglés, no me era difícil. El inglés, el portugués brasileiro son lenguas que domino, me cuesta más el francés y el italiano, los hablo pero me cuesta el escribirlos correctamente. Mi jefe volvió, se puso tras de mí a leer lo que estaba escribiendo. Sentí su aliento cálido en mi nuca a través del cabello, me excité, pero me concentré en acabar. Cuando lo hice , me volvi a mirarle, nuestras caras quedaron muy próximas, tenía mirada perversa, de lobo , yo era la presa. Me apeteció besarle, pero me reprimí. Me agarró de las manos, me levantó, estábamos frente a frente, yo quería que me abrazase, besase, que me devorase. Estaba muy excitada.

Pero no lo hizo, sólo me dio un beso en la frente y me dijo:

-

Imprímelo y sacas de cinco copias, de éste y del que está en español. Anda, ve, que hemos acabado, y yo mientras preparo una copa que nos la hemos ganado.-

Mientras preparaba la documentación para la reunión del día siguiente, me iba poniendo más y más caliente pensando en lo que había pasado desde que me fue a buscar a San Bernardo interrumpiendo mis vacaciones y trayéndome a Buenos Aires. Apenas llegamos , me llevó al Shoping y me compró las blusas , las polleras y las sandalias para esos días de trabajo. Quería que vistiera como iba, cargada de morbo, según él. Luego me dió dinero para que pasara por la peluquería y me arreglaran el cabello y me hicieran las manos y los pies, insistió en que me pintaran las uñas de rojo, con una sonrisa me dijo que hacían juego con mis ojos azules y mi pelo rubio. Al día siguiente, antes de comenzar las reuniones , me dio las tres cadenas de oro , una para el tobillo izquierdo, otra para la muñeca derecha y otra para el cuello.

Y así estaba yo, con mis esclavas, con la falda tubo, las sandalias de taco enorme, y la blusa que me rozaba los pezones y me tenía fuera de mí, porque estaba fuera de mí. Totalmente caliente, notando la concha húmeda y acabando de preparar los papeles. Me desabroché tres botones de la camisa, hasta la mitad de mis senos. Los pezones se marcaban indómitos, guerreros.

Al entrar, Sergio se había quitado el saco, y estaba acabando de echar los hielos en los vasos.

- ¿ Te pongo tres o cuatro hielos?. Es una pena bautizar este Chivas, pero hace mucho calor y apetece un trago fresco.-

- Prefiero cuatro y un poco de agua, no tengo costumbre de tomar a estas horas y menos güisqui. Pero sí me apetece un brindis.... parece que hemos ganado. -

- O.K. Hemos ganado y era difícil . Y Gloria, vos has aportado y mucho -

Sirvió las copas y me dio una, chocamos los vasos, y bebimos. Estábamos muy próximos, noté su olor a macho, le miré a los ojos, eran los de una fiera hambrienta, y yo me sentí una gacela entregada. El licor me dio calor al bajar por mi pecho. Estaba parada, asustada, deseosa, caliente, en espera.

Su mirada se clavó en los picos que los pezones marcaban en la seda, se relamió, yo necesitaba que me cogiera, que me rompiera, cerré los ojos.

Sus manos fueron a mi cintura , y tiró hasta que quedé pegada a él. Sus labios se posaron en los míos, yo los mantuve cerrados, su lengua me recorrió la boca, seguí cerrada, la punta se abrió camino dentro de mí como una serpiente en su madriguera. Jugó , me volvía loca, yo chorreaba de sexo, pero mantuve los ojos cerrados, y no me moví, dejé que él lo hiciera todo.

Me giró, hizo que mis manos se apoyaran en los brazos del sillón, mi cuerpo quedaba en L, expuesta mi grupa. Me soltó la pollera, tiró de ella, cayó al suelo, necesitaba que me cogiera, no podía más de deseo, oí como se movía, yo estaba concentrada en esperar que me metiera la pija. Quería que me rompiera.

¡ Zas!

Cortó el lateral de la tanga, mi concha , toda yo, estaba ansiosa, mojada, hirviendo. Sentí como su cipote se apoyaba en mi sexo, lo movió despacio, como arando mi coño, yo me mordí los labios, quería gritar:

métela.

Pero seguí callada, quería que me tomara él, que él fuera el que me usara, que él decidiera que quería hacer.

Su verga paseaba entre mis labios, acariciando mi calentura, se quedó quieto, apoyándose en la puerta de mi vagina

Y entró en mí, apenas la cabeza, terriblemente despacio, como si tuviera miedo de romperme, peso a que mis flujos indicaban que estaba a punto, cegada de lujuria. Empujó deslizándose dentro de mí. Mi novio y todos los hombres con que había estado me la metían de golpe. Sergio no, parecía que quería que sintiera cómo me penetraba, como su pija gruesa me iba llenando, ocupando toda mi feminidad. Llego a lo más profundo de mí, se quedó quieto, y comenzó a mover la blusa para que la tela rozara y acariciara mis pezones . Quise chillar, pero me contuve. Era un martirio maravilloso, mis pezones sobados con ritmo suave pero profundo y la pija moviéndose al tiempo, fuera- dentro.

No podía más, fui yo la que empezó a agitarse, a empujar con la cola su vientre, cada vez más rápido. Sergio la fue sacando e hizo que me alzara un poco, su cipote quedó rozando mi primer tercio de la vagina, ese punto G del que había oído hablar y acababa de descubrir en mi propio cuerpo.

Aceleró los roces con la camisa, mis pezones querían reventar de placer, toda yo iba cayendo en un abismo de locura sexual y no pude más.

- Aaahh, ….así ...así....sigue por favor.....

( y sin darme cuenta mientras me venía como un torrente)...

uuuuuuuhhhhhhhh...YA.-

Me corrí hasta no quedar en mí una ola de placer. Me dejé caer sobre el sofá. Sergio la sacó, seguía dura, pétrea, no había soltado su leche. Controlaba todo, me tenía en sus manos, yo quería que él sucumbiera derramando su leche.

- Ven acá. -

me ordenó sentándose sobre su camisa .Estaba desnudo, con sólo las medias negras.

Como si estuviera hipnotizada, sin dejar de admirar su pija dura y en alto, me acerqué a Sergio . Estaba parada entre sus piernas abiertas, contra mi piel sentía su cabezón empapado de jugos lascivos. Soltó el cinturón, y me abrió la blusa.

Tiró de mí hasta que mis senos quedaran a la altura de su boca.

Jugó con mis pezones , los lamió, los chupó, paladeándolos, como un investigador que inspecciona una muestra valiosa. Era terrible, volvía a ponerme en carrera hacia el orgasmo. Su lengua , sus labios, apenas sus dientes en las puntas de mis senos me llevaban a volverme loca. Yo gemía de placer, no podía evitarlo, temblaba, y notaba como no podía evitar la venida de la ola suprema.

Cuando apenas sus dedos entraron en contacto con mi clítoris encendido y lo acarició con fuerza, poseyéndolo, solté un alarido de hembra que sucumbe y me dejé llevar por la corriente del río de la lujuria gozosa.

Caí sobre él, mi boca devora la suya , era un fiera ansiosa de volver a recibir su verga dura que fuera de mí había agarrado con las dos manos, como la única ancla en el desmorone de mi cuerpo por la intensidad sexual de mi placer.

-

Dame las esclavas del tobillos y la muñeca.-

Se puso de pié ante mí. Le obedecí sumisa. Cuando las tuvo en sus manos, me miró, temblé, su mirada era terrible, de dueño, de amo. Yo era un juguete para su lascivia poderosa y perversa.

-

Estate quieta y cierra los ojos. -

Le obedecí. Y lo hizo. Enrolló las cadenas de oro en mis pezones enhiestos. Me apretaban casi hiriéndome. El placer se mezclaba con el dolor. Creí volverme loca.

-

Ven.-

De la mano me llevó al ante despacho, donde yo solía trabajar, colocó mi silla enfrente del espejo que ampliaba el recinto. Se sentó , me hizo girar para que pudiera verme reflejada. Tiró de mí, comprendí lo que quería, abrí las piernas y las pasé a cada lado de sus muslos. Fui bajando hasta que los labios de mi concha entraron en contacto con la cabeza de su pija. Me quedé quieta.

-

Gloria, saca esa leche que ansías.-

No quería más control, ahora era yo la que iba a marcar el ritmo. Y me dejé caer sobre su verga. Estaba tan mojada que me empalé de un golpe hasta la más profundo, apenas me quedé quieta un momento para sentir como me llenaba la vagina. Y empecé como si montara al galope tendido, arriba- abajo, arriba- abajo muy rápido,sin descanso, poseída de una locura febril que ansiaba recibir su leche. Él no se movió, sólo perverso, dominante apoyo sus palmas en mis pezones, sólo rozando. Mis subidas y bajadas hacía que la caricia fuera terriblemente maravillosa, me dolía pero me gustaba, volví a darme cuenta que era yo la que iba camino del orgasmo.

Mi imagen en el espejo, me excitaba aun más, me veía fuera de mí, salvaje. Puso el índice en un pezón,el pulgar en el otro, haciendo fuerza, su otra mano bajó a mi vientre, y entró en contacto con mi clítoris. Ahora movía los dedos rotando, yo cabalgaba hacia la gloria y llegué soltando un grito desaforado, salvaje , que me salía del sexo:

  • A

aaaaaaahhhhhh....-

Y entonces sentí que su leche me inundaba, sus caderas se movían siguiéndome , rompiéndome , una y otra vez hasta que con un

- ¡DIOS! -

paró , se había quedado seco. Me quedé encima de él , quería notar cómo se iba aflojando la pija. Apenas perdió un punto de dureza ,me salí levantándome.

Sabía lo que quería hacer , me arrodillé , la tomé en la mano, pringándome con los flujos suyos y míos, y me la metí en la boca. Lamí , chupé hasta que volvió a estar dura . Entonces la saqué y empecé a moverla por mis pezones, tiré de su pellejo para dejar el capullo libre .

Era un placer exquisito, la humedad de su glande en las puntas y el oro apretando el tallo. Mi mano izquierda se fue al botón rosado, empecé a masturbarme. Le miré a los ojos, tenía una expresión alegre, de objetivo cumplido, no retiré la mirada, quería ver cómo iba llegando a la explosión, su cara mostraba más y más placer, estaba cerca y entonces le pregunté:

-

¿ Te gusta?. ¿ Soy buena...secretaria? -

- Gloria , sos una delicia gloriosa. Y no pares ...que me corro. -

Y lo hizo, su semen me mojó los pezones, moví la pija lanzadora hasta que los dos tuvieran su parte de leche.