El Montacargas

Veo como lo hacen una pareja en un montacargas, desde mi puesto de vigilante de un hotel.

EL MONTACARGAS

Trabajo en el departamento de seguridad de un hotel, de una capital andaluza. Una semana que tenía turno de noche, y aburrido de estar allí tan pronto, ya que me quedaban aún muchas horas por delante, me puse a ver la televisión, pero sin dejar de mirar a los monitores, ya que ese es mi trabajo. Entonces pasó algo sorpresivo, que no he logrado quitar aún de mi memoria, y con lo cual aún me hago alguna que otra paja.

Cerca de las dos de la mañana, uno de los montacargas que se utilizan para subir y bajar la ropa de cama de las habitaciones, se puso en marcha. Me extrañó mucho, ya que aún faltaban cuatro horas para que el personal de limpieza de las habitaciones comenzase a trabajar. Cuando vi entrar a una pareja, y con mucho sigilo, cerraban la puerta del montacargas y pulsaban algún botón, que hizo de nuevo ponerse el aparato en marcha. Momentos después pulsaron otro botón y se detuvo, y creo que por la situación, que lo habían detenido en un sitio que no tenía salida a ninguna planta, es decir, entre dos pisos. Ante mi sorpresa, se empezaron a besar y abrazar, como si estuvieran en un parque.

Poco a poco, los besos y abrazos pasaron a magreos y sobadas de partes erógenas por encima de la ropa, y los besos eran cada vez más pasionales. Estaba con los ojos que se me salían de las órbitas, e intentando averiguar quiénes era, hasta que él le quitó de un fuerte tirón la camiseta y la dejó en sujetador a ella (tengo que decir que aunque el circuito de vigilancia es en blanco y negro, y que no se oye nada, se apreciaba muy bien toda la escena). Pasados unos minutos de tocamientos y roces, morreos y someteos, pude adivinar quién era ella; se trataba de María Isabel, una chica del servicio de limpieza de habitaciones, que estaba muy buena a mi parecer (por eso me quedé enseguida con su cara y su nombre). Era morena, no muy alta, pelo liso por los hombros, tetas medianas, y un culito muy rico, que más de una vez me hubiera gustado coger, sobar…, pero soy muy tímido, y me acababa de enterar que tenía ¿"novio"?.

De pronto, ella comenzó a bajar por su pecho, hasta ponerse en cuclillas, y empezó a bajarle los pantalones al tío. En ese momento fue cuando salí hacia la puerta… para echar la llave a la oficina de vigilancia (por si alguien me pillaba con las manos en la… masa), y me dispuse a disfrutar de la sesión "mirón" que me ofrecían María Isabel y su pareja. Cuando me volví a sentar, ella ya estaba chupando la polla del tío, que era de un tamaño medio (me guío por las que veo en las películas porno), y que yo, al chaval le veía el cogote y no le podía distinguir bien la cara, para saber si también era empleado del hotel, o si le conocía. María Isabel movía su cabeza adelante y atrás de aquel falo ayudado por las manos de él, que hacía aparecer y volver a desaparecer dentro de su boca. La mía comenzaba a despertar dentro de la ropa, y yo comenzaba a masajearme por encima de la misma, haciendo que poco a poco fuera creciendo. Ella le quitó del todo los pantalones y los calzoncillos, y comenzaba a acariciar su culo y sus piernas, mientras le pegaba una comida de polla espectacular. Él tampoco se quedaba atrás, y también le sobaba bien las tetas y la espalda. María Isabel se la tragaba entera (la muy puta), y la volvía a sacar para engullirla de nuevo. Cada vez que la sacaba de su boca, le miraba al tío la cara con una sonrisa de oreja a oreja, sin dejar de menearla con su mano. La expresión de felicidad que se le medio veía a él (ya que le veía yo la cara un poco mal), no dejaba lugar a dudas que debía ser buena chupando pollas.

De pronto, la levantó de la posición en que estaba, y la terminó de quitar los pantalones y las bragas. Ella se quitó el sujetador y quedaron al aire sus tetas, que eran preciosas, poniéndose mirando a la padre del ascensor, y abriéndose de piernas, para ofrecerle el culito precioso que tenía a su amante. El chico no dudó ni un momento, se mojó una mano con saliva y la debió pasar por la entrada de ella, y cuando lo hizo, con su otra mano, se cogió la polla y, poco a poco, la fue enterrando dentro de su vagina. Sus caras (más la de María Isabel, que era la que veía entera) delataban el placer que sentían con esa penetración. Yo no aguanté más y me saqué el miembro para hacerme una paja a su salud. Miraba absorto la pantalla, como él se acababa de desnudar y como comenzaba un vaivén de la follada que le iba a echar a la chica; la sujetaba de la cintura y se la follaba despacio, sin prisas, como si tuvieran todo el tiempo. El tipo acariciaba su espalda y en la cara de ella se notaba que disfrutaba un montón (no tanto como yo). Comenzó el hombre a sobarle las tetas mientras seguía a ritmo, sin desfallecer en su empuje en la cuca de ella, pero sin correr, porque quería saborear el momento de follar a una tía tan buena (mi opinión). La cara de María Isabel era una expresión de satisfacción, la polla de él entraba y salía de su coño, brillante, mientras no bajaba el ritmo, y le acariciaba sensualmente la espalda, las tetas, la cintura y el culo. Y yo mientras, subiendo y bajando la mano de mi polla, dura como una piedra, y con el capullo rojo y brillante de la excitación.

El tío comenzó a follarla algo más deprisa, aumentando la penetración, se la sacaba casi entera y la volvía a enterrar en ella. María Isabel volvió la cabeza hacia su culito, y comenzó a empujar en sentido contrario a las embestidas del chico, acorde con las que le daba su pareja, metiéndose más aún la polla del tío en su coño. Su cara se pegó a la pared del montacargas y ya parecí que no se movía, mientras el fulano la volvió a coger por la cintura y le propinaba unos arreones que le hacía ponerse a ella de puntillas. Ella se quedó como tirante, arqueó la espalda, y supuse que se estaba corriendo del gusto. A los pocos instantes, él dio 3 embestidas más fuertes, arqueó también la espalda hacia atrás y luego se echó encima de ella. A los pocos segundos, se desacopló y se echó en la otra pared del montacargas. María Isabel se quedó en la posición que estaba, con la cabeza enterrada en sus brazos, y su pelo revuelto que le tapaba la cara. Yo no aguanté más y me empecé a correr. Para no mancharme la ropa, me puse rápidamente de pie, y mi semen pringoso cayó al suelo en tres chorros.

Me limpié la punta de la polla con un clinex, y cuando volví a mirar al monitor ya es estaban vistiendo. Entonces ella, tras ponerse la camiseta, se quedó fijamente mirando hacia el monitor, como si me hubiera visto. Creo que descubrió la cámara de seguridad del hotel. El montacargas se volvió a accionar y salieron del habitáculo, ella sin quitar la vista del monitor, y creo que llegó a pensar que alguien la podía haber visto cepillarse a ese tío. Yo me arreglé la ropa y me volví a sentar. ¿Aprovecharé para hacerla chantaje y follármela yo? Ya veré. Mientras tanto, me puse a descansar un rato y a ver pasar las horas que me quedaban de turno de vigilancia.