El monstruo del bosque
Aquella casa llevaba años abandonada... Pero Hannah estaba a punto de descubrir que eso no era del todo cierto.
Aquella casa llevaba años abandonada... o al menos eso era lo que todos pensaban en el pueblo. Una solitaria construcción separada de cualquier rastro de civilización por varios kilómetros de espeso bosque. Muchas historias circulaban entorno a ella. Había quienes decían que los que se acercaba a la casa no volvía jamás pero muchos jóvenes afirmaban haber pasado la noche en ella… puras bravuconadas.
Las clases en la universidad habían terminado hacía poco menos de una semana y el grupo recién diplomado de historia había asaltado Downshadow en busca de diversión sin fin. La villa estaba repleta a rebosar de estudiantes que correteaban de aquí para allá. Por supuesto todos ellos escucharon la leyenda sobre la misteriosa casa abandonada del bosque. Un grupo de cuatro hombres estaba dispuesto a ir hasta allí para explorarla aquella misma tarde, pero no estaban dispuestos ha ir solos.
-¡Hannah!- llamó Kevin a gritos.- ¡Hannah, bonita!
-Ya te he oído.- se quejó la joven.- ¿Qué os pasa a vosotros cuatro?- miró a sus amigos uno por uno. Tenían fama de ser los más exitosos con las mujeres.
-Vamos a ir a la casa abandonada. ¿Quieres venirte?
-Seth… ¿De verdad crees que quiero ir a ver una casa mohosa y oscura?
-¡Pero estarás con nosotros! ¡No puede pasarte nada malo!
-Precisamente lo de estar sola con vosotros es lo que más miedo me da.
-No partes el corazón, Hannah.- dramatizó Kevin.
-¡Oh, que lástima!- bromeó ella.
Hannah no era una mujer muy alta ni tampoco excesivamente bella pero si una palabra podía definirla esa era atractiva. Su cuerpo estaba moldeado a partir de infinidad de curvas que modelaban su cadera, trasero y pechos de piel morena. Sin embargo eran sus ojos lo que más llamaban la atención. Eran de un color castaño oscuro, casi negro, y su manera de mirar era capaz de electrizar a quien desease. La invitación que sus cuatro compañeros le habían hecho no era del todo de su agrado… pero ¿¡qué demonios!? Un poco de aventura no podía hacerle mal a nadie. Al menos eso era lo que pensaba.
Los cinco tomaron el coche de Seth y condujeron durante aproximadamente hora y media hasta llegar al claro donde encontraron la oscura edificación. Cuando Hannah la observó a través de la luna trasera hubo algo en ella que le hizo sentir un miedo incontrolable pero no se dejó vencer y salió del vehículo con decisión. Los chicos bromearon un poco, se acercaron a piezas desguazadas y oxidadas de coches que se encontraban en un extremo y, en definitiva, mostraron lo hombres que eran al no asustarse ante el aspecto siniestro de aquella casa.
-¿Queréis que entremos?- propuso uno de ellos.
-Hombre, no hemos venido hasta aquí para quedarnos fuera.
-No sé si es una buena idea.
-¿Qué pasa, Hannah? ¿Te da miedo?
-En absoluto. Esta casa no es nuestra, punto.
-No seas tonta. ¡Vamos dentro!
No hubo mucho más que hablar. Los cuatro chicos tomaron la delantera y se acercaron a la puerta principal. Para su sorpresa estaba abierta así que tan solo tuvieron que empujarla para poder pasar. El interior del edificio estaba oscuro, tan solo iluminado por la débil luz del sol que se colaba por las ventanas. Allí olía a humedad y… a algo más. Hannah fue la última en entrar.
Pasearon en la oscuridad entre muebles carcomidos, fotografías antiguas y un sin fin de suciedad. Los hombres no paraban de reír y haber bromas en voz alta para fingir que no estaban un poco asustados. La única mujer del grupo se mantenía tras ellos con los brazos firmemente cruzados sobre el pecho. Había algo, alguna cosa que no podía explicar, que la ponía en alerta. Todos sus instintos le indicaban que saliese de allí cuando antes, pero no lo hizo.
-La decoración tipo siglo pasado es lo mejor.
-¡Sí! El polvo es de lo más bonito para decorar una casa.- todos rieron.
-¿Sabéis que…?
Kevin no llegó a terminar la frase, ni nunca lo haría. Gritó una vez, solo una vez, antes de que el hacha le seccionase el cuello. Los cuatro restantes gritaron y corrieron despavoridos al ver al gigantesco hombre que se encontraba frente a ellos con un hacha en las manos y mirada de psicópata. Aunque trataron de huir uno por uno todos los hombres fueron cayendo entre terribles gritos despedazados y aterrorizados. Hannah no podía mirar atrás, solo correr, correr para intentar salvar su vida. Pero aquel hombre contaba con ventaja y es que él conocía la casa mil veces mejor que la joven. Antes de que pudiese doblar una esquina el hombre ya se encontraba frente a Hannah empuñando el hacha bañada por la sangre de sus compañeros.
La mujer se quedó helada y solo pudo retroceder. El hombre debía medir más de dos metros, puesto que ella tan solo le llegaba a la altura del pecho, y su anchura era más del doble de la de ella. Avanzó hacia Hannah dispuesto a matarla también. Ella se pegó a una pared mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Estaba atrapada e indefensa. El hombre respiraba con fuerza por la emoción de matar. Y entonces la mujer hizo lo único que se le ocurrió.
-Me… me llamo Hannah.- consiguió articular. Para su sorpresa el hombre detuvo su avance y la miró con curiosidad.- Tengo… tengo veintitrés años. He terminado la carrera de Historia este año.- añadió al ver que parecía responder a sus palabras amansándose.
El psicópata no respondió. Pensó un segundo antes de tirar el arma a un lado y comenzó a acercarse con las manos desnudas. Hannah trató de mantener la calma. Su miedo dejó que se percatase de que tenía el cabello rasurado y sus ojos de animal era de diferentes colores, uno azul y el otro oscuro. Se acercó a ella más de lo que habría deseado. La estaba incomodando y su miedo aumentaba. ¿Querría matarla con sus propias manos?
Se inclinó lentamente sobre ella y pudo escuchar como inhalaba aire lentamente, oliéndola. Ahora Hannah estaba realmente nerviosa. Cuando vio que el psicótico llevaba una de sus manos cubiertas de sangre hacia su rostro y sonreía de medio lado su miedo fue a más. Trató de zafarse pero le fue imposible. El gran hombre la tomó por los hombros, le rozó la piel lentamente mientras la excitación producida por el contacto humano se reflejaba abajo, en sus holgados pantalones.
-No… no….- intentó la joven. Pero era un poco tarde.
Con un rugido más propio de un animal que de un ser humano, el gigantesco hombre la obligó a tumbarse en el suelo. Hannah intentaba defenderse, patalear, pelear de alguna manera pero era inútil. El psicópata inmovilizó sus brazos agarrándola de ambas muñecas con una sola mano. Empeló su propio peso para aguantarle las piernas. De un modo salvaje le abrió la camisa con la mano restante de un tirón. Hannah gritó y se retorció, asqueada por el tacto áspero de las manos de aquel hombre sobre su piel. Sentía su miembro duro contra el estómago al tenerlo casi por completo encima.
El hombre comenzó a tocar sus generosos pechos sin vergüenza. Los manoseaba con rudeza, apretándole hasta hacerle daño y rozándole los pezones con las yemas de los dedos, casi arañándolos. Se lanzó a por estos con su boca, lamiendo pero también lamiendo con violencia mientras Hannah gritaba de dolor. Las lágrimas comenzaron a resbalarle por las mejillas al saber que iba ha haberle aquel monstruo.
Incapaz de contenerse por más tiempo, el hombre sacó de entre sus pantalones el duro y grandioso miembro. Hannah se asustó tremendamente al verlo. Era demasiado grande para ella, demasiado ancho. Él no parecía en nada preocupado. Con una fuerza tremenda le bajó los pantalones y las delicadas braguitas hasta casi arrancarlas. Restregó su glande contra el clítoris de la chica solo para introducirse en su interior de un solo y brusco golpe. Hannah gritó de dolor al sentir aquel pene gigantesco dentro de ella, desgarrándola desde el interior. Se sacudió pero el peso de su captor era demasiado grande como para poder moverse.
El psicópata comenzó embestirla sin miramientos, marcando un ritmo rápido y salvaje. El dolor que Hannah sentía era inmenso. Todos sus músculos se contraían cada vez que aquel enorme pene se movía y las lágrimas escapaban de sus ojos. El hombre respiraba cada vez con más fuerza. Golpeaba su enorme corpachón contra el de ella, apretándole un muslo con mucha presión y cerrando los ojos de placer. Hannah no podía dejar de gritar de dolor mientras sentía como algo la sangre bajaba por su vagina a cada embestida. Tanto era el dolor que llegó un momento que su cuerpo dejó de sentirlo y se abandonó. Se quedó allí, con la cabeza apoyada en el suelo mirando hacia el hacha ensangrentada con los ojos en blanco y moviéndose con cada nueva embestida de aquel monstruo.
La saliva y sudor del hombre caían sobre la piel de la chica pero a ella ya no le importaba. Continuaba sintiendo el golpeteo en su interior, lo enorme de aquel miembro descomunal y también sintió la oleada de algo caliente cuando el psicópata terminó, apoyando la cabeza sobre su estómago un segundo antes de separarse de ella. Se puso en pie y la miró, vio como una mezcla de sangre y semen se deslizaba desde su dolorida vagina hacia el suelo. Ella no era capaz de moverse ni de mirarle. Estaba demasiado colapsada, demasiado… Él se puso en pie, cogió el hacha y salió de la habitación dedicándole una última mirada.
Pasado el tiempo Hannah volvió a tener constancia de su cuerpo. Consiguió moverse y sintió de nuevo mucho dolor. Aún así continuaba viva. Se recolocó la ropa como pudo y se puso en pie. Desde donde estaba podía ver un baño donde podría lavarse. Prácticamente se arrastró hasta él, llorando otra vez. Vomitó de puro nerviosismo pero consiguió limpiarse la cara con un poco de agua. Se refrescó también el cuello y, cuando miró al espejo que tenía frente a si, vio de nuevo a aquel hombre observándola.
Sintió ganas de correr, pero no podría. Él extendió una mano para agarrarla por el brazo. Se dejó hacer. Para su sorpresa lo único que esta vez hizo fue conducirla a través de los oscuros pasillos de la casa de donde los cadáveres de sus amigos habían desaparecido. La sangre continuaba allí. Sentía como el interior de su cuerpo le quemaba pero aguantó como pudo hasta que el monstruo le hizo meterse en una habitación. Allí había una cama de matrimonio desaliñada. Hannah se horrorizó al pensar que de nuevo sería violada por aquel animal. No podría soportarlo dos veces. Sin embargo tan solo la obligó a meterse y cerró la puerta, dejándola encerrada.
Hannah no sabía que pensar. Caminó hasta una ventana cerrada con candado desde la que podía ver el patio trasero de la casa. Allí se encontraban los cadáveres apilados de sus amigos, seccionados y descompuestos. El hombre apareció entonces y les prendió fuego mientras anochecía. Supo entonces que nadie vendría a ayudarla. Habría sobrevivido a aquel día pero mañana sería uno nuevo.
~ Este es mi primer relato y sé que mucha acción no hay, pero es más una introducción. Prometo escribir más partes sobre esta historia. Hasta entonces espero comentarios. Espero que les guste. Gracias ^^ ~