El monstruo del bosque (2)
Hannah está a merced de un monstruo que va a enseñarle sus grandes virtudes.
Hannah había pasado más de una semana encerrada entre aquellas cuatro paredes. Todos los días, al atardecer, el hombre de más de dos metros venía por ella para desahogarse. La joven ya había aprendido a soportarlo con más o menos resignación. Lo peor era que nadie sabía a donde habían ido el grupo de cinco amigos y tampoco se percatarían de su ausencia habiendo tantos universitarios alojados en el pueblo. Estaba condenada. La puesta de sol ya había llegado…
Como era costumbre los pesados pasos del hombre no tardaron en escucharse, acercándose. Los candados y pestillos exteriores de la puerta chirriaron al ser abiertos. El monstruo entró en la habitación y miró de lleno a Hannah. Ella se había desplazado hasta el otro extremo de la sala y se mantenía pegada a la pared. El hombre traía comida para ella. Se lo agradeció y comenzó a comer, muerta de hambre.
El monstruo se sentó a su lado, en la cama y la miró. Le ponía tremendamente nerviosa con aquellos ojos de bestia y su tremendo corpachón. Pero lo que más inquietaba a la mujer de su captor era el hecho de que no le había odio pronunciar palabra. Cuando ya había comido más de la mitad de su ración el su captor situó una mano sobre su hombro y la dejó caer lentamente. Su tacto todavía le erizaba la piel pero paulatinamente trataba de ir más despacio, aunque sus instintos animales en ocasiones le podían.
Sumisa, Hannah dejó la comida a un lado y se preparó para lo que venía a continuación. El hombre desabrochó su camisa y se la retiró para coger con ambas manos los pechos de la joven. Sintió su calidez y suavidad, los apretó con más cuidado que el primer día y acarició sus rosados pezones. Su boca los buscó para lamerlos en círculos y succionarlos mientras su excitación crecía. Apretó con los labios el pezón izquierdo de Hannah. Ella no terminaba de sentirse cómoda en sus manos aunque tenía que reconocer que al menos no estaba haciéndole daño.
El hombre se sentía frustrado. Era la primera vez que tenía una mujer entre sus manos y quería escucharla gemir de placer, que le pidiese más, que gritase cada vez que la tocase… En un arrebato la desnudó por completo y miró su cuerpo bronceado que tanto le atraía. Quería poseerla con todas sus fuerzas. Hannah se tumbó en la cama y entreabrió las piernas como se había acostumbrado a hacer pero el monstruo no sacó su gran pene, ya duro, sino que acarició su pierna derecha de la rodilla hacia el muslo. Conforme su mano avanzaba sentía con mayor fuerza el calor que la vagina de la chica emitía, tan tierna. Las yemas de sus dedos rodearon aquella rajita despacio hasta que no fue capaz de soportarlo y tocó su clítoris. Hannah respondió con un pequeño movimiento y el monstruo se percató de que estaba siguiendo el camino adecuado.
Acarició el clítoris de la chica de arriba abajo sintiendo como crecía de tamaño bajo sus dedos. El calor de su vagina le llamaba. Con la otra mano introdujo uno de sus gruesos dedos dentro de la chica y comenzó a moverlo rítmicamente. Inconscientemente Hannah abrió un poco más las piernas para dejarle actuar con mayor libertad al tiempo que su respiración se aceleraba. No sabía porque pero esta vez le estaba gustando lo que aquel hombre estaba haciendo con su cuerpo. Sentía un cosquilleo muy agradable cada vez que rozaba su clítoris y aquel dedo en su interior acariciaba las paredes de su rajita tan rico… El monstruo sintió como algo caliente y resbaladizo bañaba su dedo. Se detuvo al notar el flujo de la chica mientras su pene le pedía a gritos que le dejase tomar el relevo. Mojó dos dedos en los jugos de Hannah y se dirigió de nuevo hacia su pequeño botoncito al tiempo que introducía un segundo dedo en su vagina.
La mujer gimió de placer en aquel momento con cierta vergüenza. ¿Cómo era posible que estuviese disfrutando con lo que un psicótico asesino le estaba haciendo?
El monstruo sonrió al escucharla gemir. El pecho de la chica subía y bajaba cada vez más deprisa y sus gemidos aumentaban de tono a cada segundo que pasaba. Se sentía poderoso al verla así. Por eso siguió un poco más y de pronto paró, sin retirar las manos. Ella miró hacia su posición sin comprender que pasaba y él le sonrió macabramente. Entonces Hannah, casi sin saber que hacía, elevó un poco el culo comenzó a mover las caderas para que los dedos de aquel hombre continuasen masturbándola. Estaba enloquecida de placer y se movía cada vez más deprisa, sintiendo como el orgasmo se acercaba cada vez más y más. Entonces el hombre la detuvo con mano firme, la obligó a quedarse quieta y esperó unos segundos. Le encantaba ver la expresión de su ojos, saber que esperaba como una perra en celo que continuase, sentir lo húmeda que estaba gracias a él… Salvajemente le introdujo tres dedos por la rajita y los movió con fuerza y rapidez mientras continuaba restregando el abultado clítoris de la jovencita. Ella gritó y se agarró con ambas manos a la cama sintiendo como el placer se apoderaba de su cuerpo. Contuvo el aire en el momento final y lo dejó escapar con un tremendo grito cuando se corrió por primera vez entre las manos de aquel monstruo. Él se limitó a observarla y le encantó sentir como las paredes vaginales de la chica sufrían espasmos que aprisionaban sus dedos.
Sacó los dedos de su humedad y los lamió, saboreando el flujo de su captura. Ella respiraba fuerte y tenía los ojos cerrados. El monstruo apoyó una de sus rodillas sobre la cama acercó sus dedos todavía empapados a los labios de la joven. Los rodeó y ella los lamió obedientemente jugando con su lengua de manera provocadora. Él no pudo retenerse más y sacó a la luz su gran miembro completamente duro y recto. Lo condujo hasta la vagina de ella y lo metió de un solo empujón. Hannah no comprendió porque esta vez no le dolía. Era posible que su cuerpo ya se hubiese amoldado al de él o tal vez se debiese a que ella también estaba excitada. Se movió sobre ella con fuerza, dominándola y haciéndola por completo suya.
A Hannah le estaba resultando placentero sentir su gigantesco pene en su interior. Quería más y más sin poder dominarse y por eso se movió ante la sorpresa del afortunado monstruo. Él la dejó hacer hasta que se sentó sobre sus muslos, quedando por encima de su raptor en una hermosa cabalgada. Le arrebató entonces la camiseta que este llevaba puesta para ver su gran torso desnudo y lo mordió en hombros y pecho mientras comenzaba a moverse hacia arriba y hacia abajo a un ritmo frenético. El cabello rizado se bamboleaba de un lado al otro cada vez que ella se movía de manera salvaje totalmente extasiada. Estaba disfrutando como nunca antes lo había echo. No podía dejar de gemir y morder la áspera piel del monstruo. Adoraba este sentimiento de sumisión y desenfreno. Sentía la respiración de aquel hombre sobre el pecho y la nuca cuando le mordía en la garganta, sus manos grandes aferrándole el trasero con fuerza y el potente miembro moviéndose dentro de ella…. Era delicioso… Y lo mejor es que podría disfrutar de ello toda la noche si lo deseaba.