El Momento de Gran Placer (3)

Concebidos una vez más nuestros deseos de hacernos el amor, nos entregamos en pleno acto sexual...

"El Momento de Gran Placer" (III Parte)

La noche transcurría con sus silenciosas penumbras y engalanados ruidos sonoros, que acongojaban mi ser al verme junto a Miguel, Cruzados ambos entre nuestras piernas, sentía su inhalar e exhalar de oxigeno que aun cubierto de placer y lujuria rebozaba entre las cuatro paredes de la habitación que se había cubierto ya de nuestra sitio placentero.

Recostado entre sus brazos logre embelezarme con tan tierna escena: mi cuerpo una vez más al lado del ser que tanta satisfacción y placer habría provocado en mi, el que tanto éxtasis y euforia me hacia sentir; por mementos dejaba escapar una leve sonrisa, por saber hasta donde había llegado.

Las embestidas de horas atrás, empezaron a discurrirse por mi mente, e instintivamente mi pene empezó a obtener gallardía y deleite; enjugue con un poco de saliva la yema de mi dedo índice el cual, al rozarlo con mi glande, empezó a disfrutar de un placentero momento de excitación. Mi otras mano no podía quedarse son hacer nada, así que decidí palpar aquel flácido y hermoso miembro que por horas atrás me había hecho gemir y estremecer de placer. Lo recuerdo tan dócil, tan blando y tierno; el momento en que mis dedos húmedos frotaron sus testículos, provocó –por el gemido de satisfacción que mi victima produjo- cierta sensación de placer. Y así lentamente inicie un momento más de placer y euforia; sentía como su miembro poco a poco adquiría. Una de sus manos se entrelazó con la mía y en un ajetreo de sube y baja delicado, disipábamos la flacidez de su pene.

A eso de las tres y media de la madrugada, decidí interrumpir de lleno el sueño agotador que nos cubría, y con delicadeza empecé a dirigir mi boca hacia su cintura; ya no aguantaba mas, deseaba que su glande llegará hasta el fondo de mi garganta, y al encontrarse mi lengua con su glande, empecé a deleitarlo con círculos que formaba desde su glande hasta su base, con el extremo de mi lengua, logrando así que su miembro obtuviera la plenitud que le caracterizaba. Acompasaba cada mamada con estremecerle sus tetillas ya rígidas y candentes; el sube y baja de su falo en mi boca, el choque de sus testículos con mi barbía, y el ya rígido y voluptuoso miembro de mi acompañante me producía gran euforia y placer… y ánimos de seguir en el acto.

Transcurridos unos minutos –diez o veinte-, de deleite oral, mi esfínter ansiaba una vez más ese tremendo pene. Ya mis terminaciones nerviosas estaban al máximo, mis partes sensibles alucinaban ser satisfechas, el dorso de mis orejas ardía de calientes, mis dedos en sus terminaciones supuraban de excitación, mi pene ya bien erecto sucumbía a un costado de su muslo derecho, y sus gemidos de placer… mmm… los recuerdo muy bien, profundos y alargados, como el deseo de hacer ese momento interminable. Ya no aguantaba, mi cuerpo al cien por ciento de excitación ansiaba más y más acción. La delgada sabana que nos cubría fue discurrida hacia el piso, y nuestros cuerpos al desnudo colocados uno sobre de otro, entre la tenue y calida oscuridad de la noche se encontraban majestuosamente enardecidos de deseos por realizar acto tan especial.

El momento de la penetración fue llegando con frenesí y sutileza, sus manos lentamente recorrían desde mi garganta; bajando y estremeciendo cada parte de mi cuerpo, hasta mi cadera, para ser colocada en posición adecuada y menos dolorosa. Mi ojete ya no necesitaba ni ser dilatado, el grosor de su pene estaba ya establecido por el ajetreo de horas atrás, y aunque el dolor era bastante aun, decidí iniciar una empalmada con su miembro; me estremecí mas por placer que por dolor, pues sabía que una vez cedido el dolor, vendría el deleite, y poco a poco fui discurriendo mi esfínter sobre ese mástil, duro, grueso y bien dotado. Miguel sin pensarlo, se empecinó en disfrutar de tan eufórico momento, y de un solo empujón me lo dejo ir, hasta el fondo de mis entrañas:

Gua, mmm… para que me duele, espera no te muevas, si. Deja que pase el dolor. –Le decía-.

Y así, lentamente una vez más mi ojete cedía al ser embestido por mi hombre, mmm… mmm

El me retrajo hacia sus brazos, y entrecruzados ambos encontramos nuestros labios, para tratar de agotar el dolor, y superarlo por pasión. Y así fue que de repente el empezó el ajetreo de discurrir su pene hasta lo mas profundo de mi ser, lo que le agradecí, no con palabras, sino con sutiles movimientos de sube y baja, acompasados de gemidos de placer, y entrega mutua de satisfacción… mm… que rico, que placer.

Nuestros, cuerpos estaban ahí, en medio de la densa oscuridad, cubriéndose el uno al otro. Tras cierto tiempo, y cuidando que su pene no se saliera y despejará mi ojete, lentamente fui discurriéndome hacía atrás hasta lograr quedar acostado en contra de Miguel, que gemía y gemía de placer, gozando de gran manera.

Mis manos se colocaron en lugares estratégicos, una sobre mi pene, y la otra provocando éxtasis en mis tetillas, acompasando este acto por movimientos leves de mi cadera hacia el miembro de mi apasionado compañero.

Una vez más el cansancio y la agotación se apoderó de nuestros cuerpos, ya semiflacidos de tanta acción, lo que provocó volver a la posición inicial, y susurrarle al oído que deseaba tener su miembro ahí, dentro mi ser; a lo cual no obtuve negación, lo que me provocó abrazarle, entregándome a su boca en un estrepitoso beso pasional.

Y así quedamos, yo gozando de su pene en mi ojete, y el gimiendo de placer. Lentamente el silencio se apodero del ambiente, y el sueño adueñose de nosotros, permitiéndonos descansar para un gran momento final.

(Como siempre, espero tus comentarios, geravalch@hotmail.com )