El momento
Hay momentos en los que sabes que va a ocurrir algo y este era el momento. Era un jueves por la tarde, las seis y media, lo sé porque ante mis ojos tictaquea el reloj. Estoy apoyado en la encimera de su cocina, cerca del fregadero, él está frente a mí con su vieja cafetera de aluminio
El momento
Hay momentos en los que sabes que va a ocurrir algo y este era el momento.
Era un jueves por la tarde, las seis y media, lo sé porque ante mis ojos tictaquea el reloj. Estoy apoyado en la encimera de su cocina, cerca del fregadero, él está frente a mí con su vieja cafetera de aluminio. Llena el filtro plateado de café ''marcilla'', primero una cucharada, luego otra, todas descuidadas de tal forma que el polvo marrón cae por los lados. Los recoge empujando la arenilla con el dedo meñique hasta que resbala a la palma de la izquierda y cae de nuevo con sus compañeras. Cierra el artefacto dando vueltas a la parte de arriba que gira con un chirrido propio del metal, enciende la cocina de gas, un ''blof'' suena conjunta una pequeña llamarada azul, pone el utensilio sobre el fuego y luego me mira. Me sonríe con sus ojos pardos y pregunta con voz grave: ¿Quieres comer algo? '' A ti'' lo pienso pero no lo digo, niego con la cabeza. Se acerca a mí despacio, con la mirada de un gato a punto de cazar una presa, sus ojos concentrados en mis pupilas, me ponen nervioso y torpe. Con dos firmes movimientos sus manos se posan a cada lado de mi cadera, de pronto siento un profundo calor, sigue mirándome, todavía me siento más y más incómodo. Veo como se lame los labios, su boca se separa y se juntan de nuevo, su rostro se acerca mí mientras hiperventilo con fuerza y se detiene en seco a escasos centímetros de mí.
-Solo si tú me dejas – ‘’ solo si tú me dejas’’ ‘’ solo si tú me dejas’’ las palabras se repiten en mi cabeza, una y otra y otra vez. Me aprieto todavía más contra la encimera pero él continua aproximándose, entonces respiro. Él se encoge y yo me estiro, alzo mi cuello y mi rostro para acercarlo al suyo, su aliento caliente me golpea en la cara, reconozco la menta del dentífrico y el olor dulce de una galleta. Mi dedo pulgar vuela hasta la esquina derecha de su boca, la acaricia casi con miedo, recorro su labio inferior, abre mínimamente la boca y noto su lengua mojada. Llevo mi mano izquierda, y repitiendo el movimiento acaricio sus labios con ambos dedos, bufa y puedo sentir el calor que sale de su interior. Mis uñas chocan con sus dientes, su lengua se estira u alojan mi dedo el cual chupa, de nuevo, empapado de su saliva vuelvo a recorrer sus labios, jadeando yo más que él, aprieto aquellos carnosos labios rojos y húmedos, presionó más contra ellos, agarra mi muñeca y besa el dorso de mi mano, continua por ella y de nuevo lame el pulgar, se lo traga mientras yo lo miro. Mi respiración se detiene, un fuerte cosquilleo que baja de mi cuello se aloja en mi estómago, ésta estalla y acaba estrellándose en mi entrepierna que se sacude con fuerza. Resuello, él sujeta mi otra muñeca y la mantiene paralizada sobre mi costado, me noto eufórico, con una fuerte sensación que parece querer llevarme al orgasmo, siento la humedad de mis pantalones, mis testículos apretados, y de nuevo aquel cosquilleo que duele, me duele la entrepierna y me quema mientras su rostro se retuerce sobre mi mano. Nuestra mirada se cruza, igual que antes me mira como un gato, parece querer atracarme, me veo dispuesto y me dejo, me dejo llevar y quiero ser atacado, se lo digo con los ojos, no me salen las palabras y entonces lo oigo, con la velocidad de un rayo atravesando una vaca el burbujeo del café nos separa.
Aquel ambiente electrizante se desmorona en menos de un segundo, me aparto alterado y vuelvo a mi posición de estatua sobre la encimera, él sirve el café y clava una mirada preocupada sobre mí
- Quizás… no es tan buena idea…
- No quiero hablar del tema. – su mirada severa cae sobre mi como una losa – estoy aquí, en total uso de mis facultades y consiente.
- Nos llevamos más de quince años.
- Me da igual
- Soy viejo para ti– Un largo y profundo suspiro de desaprobación me golpea de nuevo. Por un momento me quedo embobado admirando al hombre que tengo delante. La simple camiseta gris se ciñe sobre su torso mostrando la amplitud de sus pectorales y la forma de arquear su abdomen. Su brazo se apoya sobre la mesa de plástico, dobla el codo hacia afuera y toma un largo trago del café. Su frente ancha y ruda donde surcan varias líneas horizontales se ahogan en las arrugas de su ceño, sus cejas pardas se contraen y me devuelven un rostro frustrado ante mi silencio. Mi visión desciende por su nariz, perdiéndome en las dos gruesas surcos que custodian sus labios rosas y carnosos todo bañado por una barba rubia que baja por su garganta. Lo único que deseo en ese momento es verlo sonreír con su expresión burlona y engreída, pero parece que en verdad, mi edad y mi ser en general le hacen agonizar. Me sentía culpable, notaba como se amargaba, como le martirizaba los cinco mil ochocientos cuarenta días que nos separaban, los dieciséis años y dos días… - esto… me convertirá en un puto pedófilo, un pervertido asqueroso – su voz retumba en mis oídos, noto el asco en su voz y su mirada contenida, me pongo triste. De nuevo aquella sensación que intentaba reprimir con todas mis fuerzas apareció, aquella angustia que desde hacía dos años se había pegado a mi pecho y no desaparecía por muchos calmantes, psiquiatras o cosas varias que intentaba hacer. Sale un suspiro agónico de mi garganta y recorro la distancia que me separa de la puerta, giro la llaves y allí está detrás de mí, como un fantasma vengativo, opresor que no logro sacar de mi mente – tampoco quiero que te marches- Estoy enfadado y triste, sobre todo triste, muy triste como siempre, le clavo el codo lleno de rabia en el abdomen pero parece no causar ningún daño, solo una risilla burlona escapa de entre sus dientes. Me giro rojo de la euforia por volver a oír aquel canto que me llena de gusto, aquella sonrisa que se estampó en mi cerebro desde el primer día que la vi.
- ¿Estás seguro que no prefieres a algún niñato de tú edad? – de nuevo su mirada azul se clavó en mis ojos de 16 primaveras. Su metro ochenta y seis se hace demasiada altura para mí, me acerco más a él, mientras pinchazos eléctricos me recorren por estar tan cerca de su cuerpo. Le toco uno de sus grandes brazos primero por encima de la oscura tela de algodón, luego paso a la carne, la epidermis dorada por el sol y repleta de pequeños lunares marrones. Los vellos rubios me cosquillean la palma haciéndome vibrar, de pronto nuestras manos se encuentran, sus bastos y largos dedos se enredan en los míos, acerca mis dígitos a sus labios y besa cada una de mis falanges con sus gruesos y rosados labios. Su brazo gemelo se aferra con fuerza a mi cintura, rodea la parte baja de mi espalda, ajustándose en la ligera curva de mí lomo. Me acerca más a él y de un rápido movimiento me levanta con su fuerza bruta, mis músculos se quejan por el dolor de su brazo hincándose en ellos, su otro brazo lo ayuda y en menos de un segundo nuestras caras están frente a frente. Vuelve a mostrarme su sonrisa al notar mi vergüenza y mi respiración agitada, puedo advertir en su rostro mi pasión reflejada, mi lujuria a punto de escapar de mi cuerpo. Mis ojos se centran en sus rojos y carnosos labios, el objeto de mis deseos se materializa en ellos, me acerco tanteándolos, los rozo con los míos y aquel beso que tanto deseé desde el primer día nace y explota como una bomba.
Mi cerebro se colapsa y apenas soy consciente de la situación, antes de darme cuenta me encuentro en la cama sobre él mientras me besa apasionadamente, su lengua se introduce de forma lasciva, como si me penetrara en un acto sexual, sus manos me quitan la camiseta y me desabrochan los pantalones de forma violenta mientras me mantiene prisionero entre el colchón y él. Me siento incómodo. Sus besos se vuelven salvajes y masculinos, aprieta sus labios con los míos y sus enormes manos presionan mis muslos y mi trasero. Aguanto el tipo como puedo mientras me empuja una y otra vez sobre el colchón. Se quita la ropa golpeándome con el brazo sin darse cuenta, tampoco percibe el miedo que me invade en ese momento, ni mi respiración a punto de entrar en hiperventilación. No entiendo su desenfreno, ni sus bruscas maneras para con mi cuerpo, sin esperármelo me encuentro frente a frente con lo que en su momento fue el objeto de todas mis masturbaciones, un falo grande y grueso que se yergue amenazante. Se aprieta contra mí, el calor que emana me hace temblar, espero con ansias que aquella testosterona y adrenalina que fluyen por su cuerpo descienda y vea mi terror pero no lo hace. Me apresa y comienza a lamer mi cuello hasta bajar a mi entrepierna, de un tirón me arranca los pantalones y me deja desnudo e indefenso, sin esperarme aquel acto, fugazmente se apodera de mi turbio miembro, lo introduce en su boca y comienza a chuparlo con, creo, la esperanza de endurecerlo. Una sensación ambigua me invade, lo succiona de forma violenta, el dolor del acto y el placer por su lengua se reúnen impidiéndome reaccionar. Chillo de dolor cuando su mano comienza a apretar mis pequeñas criadillas, luego las lame y besa junto al movimiento de su mano. Aquella nueva sensación hace lo predecible, que sienta la urgencia de correrme, se lo grito, le pido que pare pero me ignora, finalmente ocurre, la inevitable eyaculación acude y me corro en su boca, se derraman las gotas de mi virginal semen que el traga como si fuera agua.
Pesé a mi orgasmo él continua, succiona con fuerza haciéndome daño, espasmos de disgusto vienen desde mi entrepierna y se juntan con aquellos largos dedos que escalan hasta alojarse en mi garganta. Un fuerte sabor salado se instala en mi garganta con una arcada, luego, aquellos dedos embadurnados en saliva se hincan en mi interior haciéndome gritar. Me siento profanado, casi violado, lo empujo con rabia y lo tiro al suelo. Sus ojos confusos observa mi rostro a punto de desmoronarse en lágrimas, esto no era lo que yo quería, yo quería algo bonito y romántico, no una escena de porno barata. Se lo grito histérico, enfadado y dolido, no me esperaba aquella brutalidad del él. Parece arrepentirse, me mira con culpa y me abraza mientras me pide disculpas.
- Lo haré bonito –promete con un susurro en el oído. Y lo hace, su actitud cambia, se tranquiliza y suaviza. Sus largos dedos cosquillean mi cabeza, me mira a los ojos con ternura, me acaricia y me besa en la boca. De nuevo vuelvo a sentir su entrepierna completamente erecta clavarse en mi abdomen. Busca mi polla con la suya y por unos momentos la roza con aquel enorme trabuco sin descanso, me gusta la sensación, sus testículos golpean los míos mientras me besa, y se lo digo. Unas manos recorren mi cuerpo, me hacen jadear mientras él sonríe, noto sus brazos agarrarme, me levantan y me dejan caer de frente. Estoy a cuatro patas – no te preocupes – me susurra – esto te va a gustar – en ese momento lo dudo. Siento sus labios en mi espalda cosquilleándome, su lengua se enreda sobre mi columna, desciende hasta el coxis y de nuevo se desliza.
Sale de mi un suspiro traicionero que acompaña a un - ¡Oh Dios!- justo en el momento en el que algo húmedo y caliente se adentra por una parte desconocida de mi cuerpo. La lengua se introduce con delicadeza, me besa los glúteos y de pronto los noto. Sus dedos se resbalan por la saliva y penetran en la salida, de nuevo bufo con un extraño sentimiento entre placer y repugnancia. No quiero mirar, no me atrevo a mirarlo a los ojos después de aquello, sus largos dedos siguen dentro de mí, saliendo y entrando, removiéndose por dentro, estoy en un estado de parálisis cerebral y corporal, apenas me muevo – mastúrbate – sus palabras me provocan fiebre y malestar, escondo mi rostro en la almohada, no quiero saber nada del mundo solo ahogarme con el algodón.
Su dedo continúa y su mano se aferra a mi verga con fuerza mientras se ríe casi histérico. Su pulgar acaricia mi glande y su mano se mueve frenética sobre mi prepucio, y la diestra tiembla sobre mi interior, aquello que busca parece descubrirse y aprieta algo que me deshace por el placer. – Otra vez no – pienso - Otra vez no puede pasarme- aquella electrizante sensación recorre mi cuerpo, la aguanto como puedo esperando que no se escape en forma líquida, jadeo sobre la almohada, me aferro a mi fuerza de voluntad pero esta falla. Algo parecido a una bomba estalla dentro de mí, con un alarido agudo de nuevo me corro, su mano se humedece por mi semen débil y blanquecino – a este paso vas a acabar seco. Ríe jocoso a mi lado.
Entre el hueco que deja mi brazo y la almohada le observo tocarse de forma lasciva. Su pene de un color si cabe más rosado parece de otro mundo, algo que no pertenece a su cuerpo, algo impropio de una persona humana, me maravilla lo grande y grueso que es, me atrae y me excita… mis pensamientos se rompen con un beso, su mirada inquisitiva cae en mi casi con preocupación - ¿Te ves preparado?. – Su atención danza de mis ojos a su pene, y de su pene a mis ojos. Lo miro suplicante, extasiado, apenas consciente del mundo que me rodea. Me apoyo en su brazo entrando en un estado de embotamiento, me sacude un par de veces y sonríe- ¿Te ves preparado? - Miro de nuevo aquella enorme polla, grande y roja, la acaricio por primera vez y me gusta. Es dura y elástica, pegajosa y suave y me siento tentado a chuparla. Bajo por sus testículos, que como si fuera un horno emana un sorprendente y bochornoso calor. Están muy prietos, rodeadas de una gruesa y colgante piel, tiro de ellos observando cómo se estiran mientras oigo su respiración. Sigo con aquella ‘’paja’’ laxa, lo único que quiero hacer es abrazarlo y dormirme, pero sobre todo abrazarlo. Me acurruco sobre su estómago en un estado hipnótico, un brazo suyo me rodea, el otro me acaricia la cabeza y solo pienso en que me quedaré dormido. De pronto me zarandea, en tres segundos pienso que hacer, dejar que aquel enorme trabuco entre en mí o decir un doloroso y tajante no. Observo como el deseo lo domina, como su cuerpo tensado se controla para no asustarme, como respira intentando bajar el ritmo de su lujuria, y al final acepto.
Pasan los minutos entre besos y más besos, veo como su largo brazo se estira para traer mágicamente un largo tubo que contiene el tan socorrido gel lubrícate. Se pone de rodillas frente a mí, me abre las piernas, me siento como una parturienta, sus dedos de nuevo abren aquel oscuro objeto de deseo, esta frío y me estremezco. Jadeo con aquel movimiento que da justo en aquel botón que me hace gemir, ya no duda al meter los dedos, recuerda el lugar que me vuelve loco. – Esperemos que entre en este culito virgen – dice riendo. Me maneja con suavidad, me pongo nervioso, mis piernas se doblan hacia arriba pegando mis rodillas al pecho, me siento ridículo y hago saber de mi incomodidad con una larga queja, él niega, - me encanta verte así – puedo ver largos chorros del gel cayendo justo al orifico, sus dedos se mueven distribuyéndola según dicta su experiencia. Después de un rato oigo un plástico romperse, un olor dulce y desconocido llega a mi pituitaria. Bajo las piernas y miro el condón trasparente sobre su polla, nunca había visto uno pero había oído hablar de ellos, una punta blanca sobresale, su pene ahora brilla con más fuerza. Lo tocó por curiosidad, esta aceitoso y resbaladizo, él sonríe con ternura, y de nuevo más y más gel cae sobre la funda blanca. – - Bueno… allá vamos, ¿preparado?- Respiro como una embarazada mirando al techo, estoy preparado, estoy preparado. Se tumba sobre mí, su rostro se pone sobre la mía, es más alto que yo pero se dobla para mirarme. Resuello sobre su boca él sonríe y me besa * Va a doler – gimo – no me gusta el dolor – no me habla solo sonríe y de nuevo me besa. Su mano acaricia mi pene intentando levantarlo. Se concentra, guía aquel trabuco y lo noto, noto como empuja y como quiere entrar. – si te pones nervioso es peor- -¿Cómo cojones no me voy a poner nervioso?- Grito en mi interior. Me arrepiento de haber aceptado. De esta forma un chico no deja de ser virgen, yo ya no quería ser virgen, nunca la había metido y yo lo que realmente quería era meterla no que me la metiesen, mi razonamiento era lógico, mi acto no. Me pregunto cómo he llegado a esto, porque estoy follando con él, como he deseado ser penetrado por aquel bate de béisbol que tenía por polla. Lo miro aterrado, y entonces veo sus ojos marrones, la barba amarilla rozar mi mejilla, su sonrisa y sé porque lo echo, porque me había enamorado de aquel desconocido que me daba clases de violonchelo los martes y los jueves a las siete.
Me siento afortunado, después de todo había logrado que alguien que me parecía inalcanzable se fijase en mí, después de meses de indirectas, flirteos inocentes, de sus sonrisas y sabiduría musical había logrado que él me desease tanto como lo deseaba yo a él. Había logrado gustarle, por lo menos lo suficiente para que estuviese sobre mí, penetrándome con delicadeza en la cama de su piso, tenía aquel enorme miembro dentro de mi cuerpo, partiéndome por la mitad, sintiendo más dolor que placer pero rodeado del cuerpo caliente y sudoroso del hombre del que estaba perdidamente enamorado.
Esta sobre mí abrazándome, me ahoga con su peso pero él no se da cuenta, su movimiento aumenta, me ensarta con fuerza y bufa sobre mi oído. Duele, es lo único que pienso, duele y molesta, no es tan bonito como me lo imaginaba, me falta el aliento, y escuece, presiona y estira y quema, aunque a él si le gusta, parece encantarle y decido no quejarme. Empieza a moverse más y más, tiembla sobre mí y me besa con furia, su expresión era de éxtasis, de orgasmo inminente y se corrió dentro de mí.
Respiro aliviado de que acabe, pero llega el momento en el que sale de mí y es peor, me siento extraño, vació y abierto, como si tuviera una herida, como si pudieran verme el alma a través de aquel orificio dilatado y gigante.
Me besa con ternura y parece darse cuenta de mi insatisfacción ante aquel acto invasivo, sigue besándome y besándome, baja por mi garganta y recorre la distancia que separa mi polla de su boca. Se la traga de golpe dejándome sin respiración, chupa con fuerza, sacándola y metiéndola, una y otra, y otra vez hasta que, por tercera vez aquella tarde me corro con dos escuálidos y transparentes chorros.
Apenas reacciono, estoy catatónico, agotado, exhausto, casi sin vida, me acurruco a su lado con las piernas alrededor de su cuerpo, sintiéndome tan cómodo y cansado… no quiero más sexo, jamás en mi vida volvería a follar de eso estaba seguro en este instante. * Sergio… ¿estás bien? – hace tiempo que no escuchaba mi nombre pronunciado por su boca. No le contesto, gimo una aprobación con la garganta mientras acomodo mi cabeza sobre su costado. Su mano cae sobre mi brazo cosquilleándolo con los dedos - Hasta que te acostumbras molesta bastante… pero luego es mejor… las primeras veces siempre son una mierda * Yo quiero mis calzoncillos… * ¿Te vas? * No… solo quiero mis calzoncillos – con un gran alarido teatral se levantó desnudo, exhibiendo su cuerpo * Es una mierda de cualquier forma. * ¿Si? * Si, da igual si eres al que dan por culo o el que da culo, sigue siendo una mierda. * Duele – me quejo – seguramente lo otro es mejor, esto duele. * Pero se pasa – lo oí reírse – Yo era algo más mayor que tu cuando lo hice… con un chaval que conocí en un bar.... * ¿Y te dolió? * No mucho, era muy delgadita… pero conocí a otro que la tenía… gorda, gorda, gorda… como un puto caballo… casi me quedo en tierra esa vez…. Por poco ni la cuento. * Me alegro… - gimo entrando ya en brazos de Morfeo – estoy contento porque tú fueras el primero… soy feliz. * Sergio… * Me la suda que mañana ni me hables o que te largues… quería que fueras el primero en follarme… y soy feliz por estar aquí… porque te quiero aunque tú no me quieras a mi… te quiero y me da igual lo que pienses. Así que te den… que yo estoy feliz.
BASADO EN HECHOS REALES Y CON TINTES AUTOBIOGRÁFICOS
HOLA: Bueno y diréis, ¡¡¡ serás toca huevos que te pones a escribir esta mierda y no terminas lo que empiezas, acaba el otro relato!!! Y yo digo, pues no me da la gana, que no se me ocurre que cojones ponerle. Si es que yo no soy escritor, y como tal me atasco, me olvido y me lio con otras cosas. Sí, soy vago y nunca acabo lo que empiezo, soy así y no pienso cambiar. Bueno os traigo un relato, que no sé porque me ha dado por escribirlo (estoy sentimental y triste), bueno, me da un poco de vergüenza, pero así es como el señorito de yo perdió su apreciada virginidad…Más o menos fue así, detalle arriba detalle abajo, lo esencial estar está. Para mí fue una experiencia que me marco bastante (oye, la primera vez que me da por culo, eso te deja huella). Y ya paro de contar mi vida que no le interesa a nadie, como siempre, si les gusta pues me lo dicen y si no, no me lo digan, pongan los votos que les parezca necesario y espero que lo disfrute. ¡¡¡ Un Abrazo y sean felices, follen mucho (en su defecto a pajearse como locos/as), comed lo que os dé la gana (que le den por culo a los estereotipos y a la sociedad) y sobre todo, dormid que es un puto placer!!! MV