El mismo Bar...

Con el tiempo entenderia porque me estremeci al comprobar que era él...

Tenía 19 años cuando me vine a la gran ciudad, escapando, en parte, de la gran frustración de saber que mi novia se casaría con un tipo que acababa de conocer hacia un par de meses atrás. ¡Dios! Hacia solo tres meses que nos habíamos separados por motivos de estudios.

Un tarde aburrido de las restricciones horarias que me imponía la vieja de mi tía (con la que me vine a vivir) decidí salir a conocer la ciudad, sin importar la llamada de atención que recibiría después. Me metí al primer bar que llamo mi atención, esta cerca de una plaza, tiene dos plantas y es espacioso. Siempre me a gustado sentarme en la barra y pido lo mismo para comer y beber, una coca y un bocadillo de queso (ese día no fue la excepción). Era temprano, no había mucha gente, en la barra habíamos tres personas, un señor mayor un poco pasado de copas y a continuación de él, un tipo al que no podía ver muy bien.

Mientras bebía mi refresco noté que muro que estaba frente a mi, lo cubre un espejo de pared a pared. Fue así como pude notar que aquel hombre me miraba, sin descaro, mas bien con timidez. Así también pude notar y apreciar sus facciones, moreno, de cabello rizado, pero muy corto, ojos luminosos y frente muy amplia (sin ser calvo).

Termine mi bebida y pedí una mas. Por aquellos días estaba empezando a fumar, desde entonces no he parado. Instintivamente dirigí mis vista al espejo y ya no vi a aquel hombre tímido. Su lugar estaba limpio, así es que deduje que se había marchado. Continúe con mi ritual del cigarrillo, bebí el resto de mi bebida, pedí la cuenta y en un acto de arrepentimiento decidí volver al piso antes que se cumpliera el horarios impuesto por mi tía.

Era viernes, 29 de marzo de 1994, la noche estaba alegre, fresca. Iba cruzando por el centro de la plaza cuando escucho una voz que me pide fuego. Por razones que con el paso de tiempo entendería, mi corazón dio un vuelco en mi pecho cuando pude comprobar que era el hombre del bar. Mis manos temblaron cuando me acerque a encender su cigarrillo y las suyas cubrieron las mías para impedir que el viento apagara el mechero.

Como te llamas – pregunto con voz suave y dulce (pero varonil), que me estremecí hasta los pies y sentí como estos dejaban de ser mis pedestales sólidos que me sostenían en la faz de la tierra.

Jorge – respondí con mi voz ronca y entrecortada- y tu?

Juan Carlos...

Juan Carlos..., su nombre dio vueltas por mi cabeza tantas veces que no lograba poner atención al resto de cosas que decía. Me invadió un sentimiento de insignificancia ante su presencia. Era mas alto que yo, hacia dos días había cumplido 31 años, trabaja en una empresa de exportaciones y además hacia clases en una universidad. Le conté que había llegado hacia tres meses a la ciudad, que no conocía absolutamente nada y que mi tiempo lo dividía entre un trabajo de poca monta y mis estudios, le comente además, que debía llegar temprano a casa debido a mis restricciones horarias.

Ofreció llevarme a casa, así podría aprovechar de enseñarme algunos lugares interesantes de la ciudad. Estuvimos dando vueltas por uno y otro sitio. Pronto llego la hora en que ineludiblemente debía estar en casa. Le pedí que me dejara por lo menos a cien metros antes de llegar al piso. Me pidió un beso..., dude... Con su mano izquierda tomo el lado derecho de mi rostro y suavemente poso sus labios sobre los míos. Era mi primer beso con un hombre, mi cabeza voló tan alto como pudo..., mi corazón se quería quedar, mi cabeza quería huir...

La noche fue efímera, después de aquel beso me encontré en mi cama, repasando cada momento desde que entre al bar hasta que retiro suavemente sus labios de los míos.

El sábado yo debía trabajar menos horas, así es que quedo de llamarme para quedar en juntarnos e ir a comer. ¡Mierda...!, con un brusco movimiento me levante de la cama. De pronto el dulce sueño se había esfumado. Yo no soy Jorge!, me dije. Había dado un nombre que no era el mío sin saber a que atribuirlo. Jorge era el personaje de una obra en la que me había tocado actuar en el colegio, pero de eso hacia tanto tiempo. Fue una mala jugada de mi cabeza, ¿qué iba a hacer?.

Eran las 16:30, hacia mas de media hora que debía haberme ido del trabajo, me inventaba una y otra excusa para no salir. No recibí su llamado durante el día..., claro, debe haberse molestado. Tal vez lo intentó y no se pudo comunicar puesto que en la empresa no hay ningún Jorge. A las cinco de la tarde me arme de valor y salí, seria mejor así. Todo esa extraña situación, esa repentina inclinación hacia una persona de mi mismo sexo me traía de cabeza y no necesitaba mas complicaciones en mi vida. Cabizbajo camine mas de una cuadra, la vergüenza me embargaba el alma. ¿Por qué mentí?.

Pensaste que te podías escapar – La voz me llego de muy cerca, me gire, lo vi directo a los ojos – no era necesario que mintieras, solo debías decir que no querías verme, lo hubiese entendido - Bajo sus ojos esperando alguna respuesta.

Lo siento, no era mi intención, si aun quieres comer algo, te lo puedo explicar.

No lo sé, déjame que lo piense – puso un expresión seria y miro en dirección contraria a la mía, me enfurecí.

Tomate todo el tiempo que quieras –dije- cuando estés listo, me llamas y nos juntamos – volví a girar, iba a emprender mi marcha cuando me increpó.

Si!?... y por quien pregunto?... por Jorge, Pedro, Ariel... por quien? – tenia razón, pero no necesitaba ser irónico, debía saber que me sentía culpable.

Camilo – dije. Saque mi credencial y se la mostré.

Nos miramos fijamente a los ojos por espacio de tres minutos. Su camisa blanca desabotonada hasta la mitad, lo mostraba irresistible. Me sorprendí teniendo ganas de acariciar su pecho. Sonrió.

Eres un niño...

Y tu un viejo...

Eres encantador...

Y tu seductor...

Me gustas...

Y tu eres...- me quede helado, con calor dentro de mi cuerpo.

Ese día nos fuimos a comer a casa de su abuela. El vivía con ella hacia muy poco tiempo. Nos sentamos unos frente al otro sin dejar de mirarnos. A lo ancho de la mesa, él acariciaba mis piernas con sus pies y en cada escapada de la abuela hasta la cocina, nuestros labios se fundían en un fugaz e intenso beso. Pasamos tres semanas llenándonos de besos, de ilusiones. Empecé a llegar mas tarde a casa, ya no importaban las discusiones con mi tía. - que se joda - pensaba cada vez que me llamaba la atención.

Hacia un mes que llevábamos saliendo..., nos veíamos todo los días, hablábamos horas, deseando que las noches no acabaran. Celebramos esos treinta días en un magnifico restorán. Me pidió que inventara una excusa para no llegar esa noche a casa. No fue difícil hacerlo, ya tenia muchas amigas en el trabajo como para inventar una mentira piadosa.

Te quedas conmigo hoy?-

Sabia lo que significaba esa petición, había deseado y soñado en tener sexo con él, pero por ser ésta mi primera vez, había tratando de postergarla lo máximo posible.

Para llegar a su piso, había que subir una escalera recta, 32 peldaños. En el trayecto del restorán a la casa, en ningún momento soltó mi mano, de vez en cuando, la llevaba a sus labios y la besaba con ternura. Cerro la puerta de la entrada al edificio, iba a encender la luz para no tropezar con los peldaños pero se arrepintió. Tomo mi mano, eran las dos de la madrugada, rodeo mi cintura con su brazo y me atrajo suavemente hasta su boca y deposito su lengua dentro de la mía. Nuestros cuerpos se fundieron, el sudor traspaso nuestra camisas cuando, pegados el uno del otro, íbamos en mitad de la escala. Silenciosamente entramos a su habitación, aunque no era necesario, la habitación de la abuela estaba al otro lado del piso, era imposible que sintiera algo. Nos quedamos abrazados, de pie, frente a su cama.

Desabotono mi camisa con una maestría de seda y seducción, sus labios recorrieron mi cuello y se quedaron estancado en un escalofrío eléctrico en mi nuca. Uno a uno, con un poco de dificultad, desabotone su camisa y pose mi rostro y mis labios en su pecho húmedo, velludo. Me tendió sobre la cama sin dejar de acariciar mi torso. Con sus labios mordía y besaba mi pezón izquierdo, la sensación de mi pecho erizo mi cuerpo entero, nunca había sentido el placer de aquella forma. Su mano izquierda se apoyaba en la cama, entre mi rostro y mi hombro, mientras que con su mano derecha, desabrochaba su pantalón. Lo sentí desnudo sobre mi, no me atrevía a tocar su sexo. Creo que noto mi timidez. Tomo mi mano y la llevo hasta su verga. La sentí suave, ardiente, extremadamente dura. Comencé un exquisito sube y baja por aquel hermoso miembro, su cuerpo se estremecía. Mordí sus tetillas, acaricie su cuello.

Lentamente, como en un juego, corrió la cremallera de mi pantalón. Desabrocho mi cinturón y el botón de éste. Metió su mano por entre mi calzoncillo y se aferro a mi verga que quería explotar. Termino de bajar mi pantalón con la maestría que da la experiencia. Atrapo mi miembro con su boca y lo recorrió una y otra vez hasta hacerme explotar, como nunca lo había hecho. Subió por mi cuerpo con sus labios hasta aferrase a mi boca.

Necesitaba hacer lo mismo con él. Lo gire y empece a descubrir, con mis labios y manos, cada una de sus zonas sensibles, y en cada una me quedaba para llegar lentamente a su sexo y quedarme en él hasta hacerlo mío y sentirlo parte de mi. Cuando estuvo a punto de acabar en una explosión dentro de mi boca, tomo fuertemente mi mano y me jaló hacia a él. – No quiero acabar aun- me dijo entre jadeos de placer. Me sentó en sus rodillas y nuestro sexos se fundieron. Con sus manos recorrió mis nalgas, las abrió suavemente y jugo con mi entrada. Mis dientes mordían su cuello de tanto placer, el lóbulo de sus orejas hacia que todo su cuerpo se estremeciera cada vez que los mordía. –Quiero sentirte dentro- fueron sus palabras, que más que petición, pareció una súplica. Guío con sabiduría todos mis movimientos para que pudiera entrar en él. Su ritmo acompasado al de mis caderas nos traían melodías que durarían eternamente. Me salí de él para regalarle mi virginidad. –Estas seguro?- preguntó.

Después de tantos temores por llegar a ese momento, claro que estaba seguro!. Me recostó boca abajo. Lamió desde mi cuello hasta mis pies, pasó su mano por entre mis piernas, tomo mi sexo y levantó mis caderas. Estuvo lubricándome con su lengua de forma exquisita, creí que acabaría sin necesidad de masturbarme. Su pene era grande. Un escozor que subió por mi columna vertebral hasta depositarse en la base de mi cabeza, me advirtió que él ya entraba. Respire profundamente, se detuvo intuyendo mi dolor, una vez mas me lubrico con su lengua, mordió el interior de mis muslos. Separé mas mis piernas para disfrutar del placer. El dolor me avisó una vez mas de su intento. Esta vez levante mis cadera para darle paso al hierro que se clavaría en mis entrañas. Entro completamente. Era mío, yo era de él. Le dije que necesitaba sus besos. Magistralmente me giró, se puso de rodillas y me sentó en su hierro. Mientras lo besaba, mis brazos se aferraban a su cuerpo, el rítmico movimiento de nuestras caderas nos hizo estallar al unísono, él dentro de mi, yo sobre él. Nos quedamos abrazados en silencio, no había nada que decir, nuestros cuerpos hablaban.

Construimos nuestro hogar en muy poco tiempo, una cama, dos sillas y mucha ilusión eran nuestras riquezas. Reinventamos el amor una y otra vez. Inventamos el sexo a nuestro placer. Poco a poco nuestro hogar fue creciendo en economía y amor. El piso se fue llenando de casos y cosas. Los recuerdos estaban identificados con etiquetas invisibles que sólo nosotros podíamos ver.

Celebramos sus 33 en el mismo restorán mágico donde celebramos nuestro primer mes. Con el mejor afrodisiaco del mundo, el amor. Y lo volvimos a hacer como aquella vez. Sin dejar detalle atrás, nos fuimos a la casa de su abuela a las dos de la mañana..., aun mantenía su espacio de soledad en aquella casa.

Para mis 24 me regaló una canción, la bailamos una y otra vez hasta embriagarnos de las estrellas que nos ofrecía Simply Red. Nos desnudamos en la sala de estar, moviendo nuestro cuerpos al ritmo de la música, recorriendo nuestros cuerpos con nuestras manos, con nuestras lenguas. Me abrazó por la espalda, con sus manos levanto las mías y recorrió mi cuerpo desde la punta de mis dedos hasta mis tobillos, su sudor se pegaba a mi piel como mío. Sentí entrar su sexo en mi, con deseo desgarrado y desesperado..., continuamos haciendo el amor efusiva y frenéticamente toda la noche, como ninguna otra noche o día...

Desperté temprano, contemple su rostro angelical, como cada día, sonreía entre sueños. Lo besé deseando quedarme acurrucado a su lado. Me duche, me dio un beso y siguió durmiendo. Yo me fui al trabajo.

Fue la última vez que lo vi...,

cuando llegué a casa, se respiraba en el aire soledad. El fin de semana siempre esperaba a que saliera de mi trabajo para comer. Pero esta vez no fue así. Entre al baño. Inmediatamente noté la ausencia de sus cosas. No estaba su cepillo, ni su toalla. Mi corazón empezó a subir la intensidad de sus latidos. Me fui al dormitorio. Abrí su armario. Nada..., estaba vacío. Me senté al borde de la cama con mis pensamiento desordenados. Esto no podía estar sucediendo. Me puse de pie con la intención de llamar a la casa de su abuela. Sobre el teléfono había una nota: "Cam, lo siento, no puedo seguir con esto".

¿Esto?..., nunca quice saber a que hacia referencia con esto...

El 27 de agosto se acerca..., como el de todos los años. Pero ninguno como este..., se cumplirán 10 años desde que se fue.

Cuando pasa un año, la ilusión de volver a recupéralo aun esta viva. Cuando llegas al tercero sólo esperas que llegue el cuarto para olvidarte de una vez por todas. En el año siete sin él, el limbo es la última opción. Y en el diez...

"Star" de Simply Red, suena en mi walkman, es el único recuerdo que conservo de él. En mi imagen, él y yo bailamos pegados haciendo el amor. Ya no salgo a caminar para alimentar la esperanza de encontrarlo, salgo a caminar para contemplar el atardecer. No me puedo ir de mis recuerdos. Algunas miradas se cruzan con la mía y se pierden entre el bullicio de la gente. Entro al bar donde lo conocí, compro los mismos cigarrillos de siempre, me siento en el banco de la pequeña plaza, el humo escapa de mi boca hasta desaparecer en el tiempo, Juan Carlos podría desaparecer así de mis recuerdos, pero hoy sé que hay sentimientos que son eternos...