El milagro de Herminia
La soledad de una viuda y las ganas de sentirse mujer
La vida no sabes lo que te deparará, jamás hubiera imaginado que hoy estaría escribiendo delante de un ordenador este relato, me llamo Herminia, tengo 52 años, viuda desde hace dos, de joven según decía la gente era bastante guapa y presumía de buen tipo, ahora me sobran veinte kilos como mínimo, estuve casada treinta años pero tuve la desgracia de ver morir a mi marido tras una larga y penosa enfermedad, él era diez años mayor y me dio dos hijos que alegran la vida en la actualidad junto con dos nietos preciosos.
Vivo cómodamente gracias al esfuerzo de mi difunto esposo, era empresario de la construcción y además de la pensión de viudedad me dejó dos pisos, en uno resido y el otro lo tengo alquilado a dos estudiantes, la renta del cual supone una buena ayuda económica que me permite vivir dignamente. La muerte de mi marido supuso un trauma que superé con la ayuda de mis hijos, ellos me animaron a afrontar mi nueva realidad animándome a salir con las amigas e incluso me obligaron a hacer varios cursos entre ellos uno de informática.
Los hechos que contaré comenzaron a ocurrir hace cuatro meses, aquel día fue el comienzo de una historia que hoy continúa y que deseo dure mucho tiempo, antes de nada debéis saber que la vida sexual con mi esposo fue plenamente satisfactoria, mi marido nunca tenía suficiente y yo desde el primer día de casada le complací en todos sus deseos, o por lo menos lo intenté. No pasaban más de dos días sin que montáramos un festival en cualquier lugar del piso, la cocina, el comedor, el cuarto de baño y evidentemente en el dormitorio. Él fue el único hombre en mi vida, le conocí con 18 años y estuvimos juntos hasta su fallecimiento
Aquel día era un domingo, yo había pasado la mañana en casa de uno de mis hijos jugando con los nietos, después de comer regresé a casa y como otras tardes entré en internet para distraerme leyendo historias en esta web que ahora miráis, es una costumbre que tengo desde que una amiga me la recomendó, cuando me canso de leer y noto que estoy caliente suelo ir en busca de un consolador que compré a escondidas de mis hijos evidentemente y me regalo unos minutos de placer, esa era toda mi vida sexual desde la muerte de mi esposo. Aquella tarde llevaba un par de horas colgada del ordenador y ya notaba calentura en la entrepierna, tenía puesto un camisón sin nada más debajo y por encima un batín de estar por casa, cuando estaba a punto de ir en busca de mi novio de plástico, así llamo yo al consolador, sonó el timbre del piso, después de preguntar quién era abrí la puerta cuando Emilio se identificó, este chico es uno de los estudiantes a los que tengo alquilado el piso que no sé si he dicho está en el mismo rellano, el otro estudiante se llama Alfonso, son buenos chicos y jamás me han causado problema alguno, los jueves organizan fiestas que suelen acabar avanzada la noche pero las soporto porque suelen acabar follando y desde mi dormitorio oigo los jadeos y gritos de las chicas con las que se lo hacen, sobre todo Alfonso las debe poner a cien pues gritan como locas. Los dos están en el segundo curso de universidad.
Emilio después de disculparse por molestar, le aclaré que nada más lejos de la realidad, le invité a pasar, llevaba en las manos una bolsa de viaje ya que regresaba del fin de semana en su pueblo, dijo que había olvidado las llaves no sabía dónde y pidió que le guardara la bolsa hasta que llegara su compañero, mientras él daría una vuelta por la ciudad, se me ocurrió ofrecerle que se quedara a esperar en casa y aunque en principio rehusó, acabó aceptando.
Emilio siempre me había caído bien, es un joven alegre, algo bajito pero con buen tipo y una ligera barriga cervecera, siempre luce una permanente sonrisa en el rostro, sus padres a los que conozco dicen que es buen estudiante y mejor chaval, yo no tengo queja alguna de él ni de su compañero de piso pues jamás me han creado problemas. Tomó asiento a mi lado y para romper el hielo pregunté por sus padres que según sus palabras estaban bien, le ofrecí algo de beber y dijo que le apetecía una cerveza, cuando se la serví, al agacharme, vi que miraba mis tetas que por un instante habían quedado en gran parte ante su vista, este hecho despertó en mi cierta sensación de lujuria y recordé que a su llegada yo estaba a punto de consolarme con el novio de plástico y pilas.
Tomé asiento junto a él, el batín abierto dejaba al descubierto mis gruesos muslos cubiertos solo por el camisón transparente, yo hablaba y le miraba de reojo observando que no apartaba la mirada de mis piernas, con disimulo puse una mano en su rodilla más próxima a mí, él reaccionó con un movimiento de rechazo pero aguanté con descaro y mantuve la mano sin moverla, el chico continuaba mirando mis muslos mientras en su entrepierna no paraba de crecer un bulto, sin pensarlo dos veces cogí una de sus manos y la puse entre mis piernas, por un momento temí su reacción pero me relajé al comprobar que no solo no la retiraba sino que la hundía entre mis carnes, ya desbocada llevé la mía desde su rodilla hasta el paquete que ya era enorme, debía sentirse muy seguro porque sin cortarse lo más mínimo retiró la tela del camisón y fue directamente a tocar el triángulo de pelo púbico que adorna mi coño, no pudo evitar mostrarse algo nervioso en el momento del primer contacto, yo para demostrar que me gustaba lo que hacía comencé a bajar la cremallera de su pantalón, estiró las piernas hacia adelante para facilitar mi tarea, metí la mano dentro de sus calzoncillos y noté su polla dura como una piedra, él ya hurgaba en mi raja con sus dedos, me moví para volcarme sobre su polla que ya apuntaba al techo, la piel cubría parte del capullo, tiré de ella hacía abajo y con ansiedad acerqué los labios al pene comenzando a acariciarlo con la lengua.
Emilio se olvidó de mi coño, extendió su cuerpo hasta quedar en posición casi horizontal en un gesto de complacencia, las primeras chupadas me supieron a gloria, aunque por tamaño no era comparable a la de mi marido era lo suficientemente grande para llenar mi boca, con la lengua recorría una y otra vez el duro y húmedo músculo hinchado pudiendo notar cada una de las venas que parecían estar a punto de reventar, el chico comenzó a moverse compulsivamente, mis dedos acariciaban la bolsa de los testículos que estaba dura e hinchada, cada vez que rozaba el glande con los dientes Emilio jadeaba y se retorcía de placer, recordé las mamadas que le hacía a mi marido, disfrutaba por eso y por lo que estaba haciendo, el joven no hablaba, solamente suspiraba y jadeaba sin cesar, no puedo decir cuánto tiempo pasó pero aguantó como un hombre hecho y derecho, los primeros síntomas de estar a punto de correrse los noté cuando susurró palabras que no pude descifrar, mis tetas habían quedado al descubierto y viendo la proximidad del desahogo del vecino dudé si tragarme su leche o hacer que su corrida fuera a parar sobre ellas, opté por lo último, cogí la polla entre las manos y la puse entre las tetas, aún tuve tiempo de pajearla un buen rato haciéndola rozar con mis pezones ya erectos, el gritaba pidiéndome que siguiera, los primeros chorros de leche caliente salieron con fuerza, era una crema blanca que se posó en mi epidermis formando gruesos hilos. Esperé a que saliera la última gota y la llevé de nuevo a mi boca para rebañarla con la lengua deseosa de recordar el sabor indefinible del semen.
Por fin escuché su voz después de haber comenzado nuestro encuentro sexual, dijo que era la mejor mamada que le habían hecho en la vida y logró que mi ego aumentara, sin tapujos le recordé que ahora le tocaba a él corresponderme, no tuve que repetírselo, llevó su boca a mis tetas y comenzó a chuparlas suavemente entreteniéndose a ratos en mordisquear los pezones, sus dedos ya recorrían los aledaños de mi coño pero sin meterse en su interior, yo estaba impaciente por sentir su lengua dentro pero le dejaba hacer porque tenía la impresión que el pipiolo sabía lo que hacía, lentamente fue bajando la boca por mi vientre, se entretuvo en cada uno de los pliegues de mí barriga, todavía no había alcanzado mi tesoro prohibido que yo ya chorreaba, por fin sentí su lengua abrirse paso en mi vagina, se arrodilló entre mis piernas y las separó sin oposición por mi parte, su lengua recorría una y otra vez toda la cavidad deslizándose de arriba a abajo , pensé que a pesar de su juventud no era el primer coño que se comía y me dispuse a disfrutar relajándome dejarle hacer lo que quisiera, con sus dedos separó los labios vaginales, parecía que estaba deseoso de encontrar el clítoris y no tardo en rozarlo con la punta de la lengua, eso me excitó de tal manera que un espasmo recorrió mi cuerpo de pies a cabeza, no me reprimí en gritar y comencé a jadear como una posesa, disfrutaba de un continuo orgasmo camino del pleno éxtasis, le pedí que siguiera y siguiera mientras mis manos apretaban su rostro en mi entrepiernas, estaba empapada de líquido vaginal que manaba sin cesar, la explosión definitiva hizo estallar mis neuronas, tanto placer me provocaron espasmos descontrolados, no pude evitar que se me saltaran las lágrimas al revivir placeres olvidados desde hacía dos años.
El chico se incorporó, juntó sus labios a los míos y tras un breve beso que entendí de satisfacción, dijo con cara de sentirse complacido y orgulloso: ¿me he portado bien? Espero haber estado a la altura.
Apenas tenía fuerza para contestar a su pregunta, continuaba respirando con dificultad y solo pensaba en proponerle continuar el festival, no necesité hacerlo, debió sentirse amo y señor de la situación y dijo: creo que tienes ganas de sentir mi polla en tu coño y yo también las tengo, no cada día tengo la posibilidad de follar y menos con una mujer madura que aunque gordita está muy buena y se hace desear sobre todo cuando sube las escaleras y mueve ese pedazo de culo con la alegría que lo hace.
No me molestó su comentario sobre mi gordura pero tampoco acepté que se sintiera gallito y le solté con cierta guasa: No es que tú seas un Adonis precisamente, a tu edad yo tenía un cuerpo esbelto y no esa barriguita cervecera que luces, su respuesta fue una imponente carcajada mientras me sujetaba para colocarme estirada sobre el sofá pidiéndome que apoyara los glúteos en el brazo del lateral de manera que mi coño quedara a la altura exacta de su polla, apoyó mis piernas en sus hombros y las rodeo con los brazos sujetándolas con fuerza, yo miraba el techo y podía ver mis pies agitándose en el aire, primero noté el suave roce de su falo acariciando mi vulva mojada, pensé que sería delicado pero nada más lejos de la realidad, un golpe seco me perforó la vagina, toda la polla entró como un obús en mi interior, quedó inmóvil como si pretendiera acomodar su polla dentro de mí, ser penetrada por una polla era una sensación casi olvidada, evidentemente no es lo mismo un frio plástico que un músculo caliente, fibroso y duro, el deseo descontrolado de placer me hizo rogarle: ¡ fóllame, fóllame como os folláis a vuestras amiguitas los jueves por la noche! , no hubo respuesta el comenzó a moverse de delante a atrás a ritmo lento pero continuo logrando clavarla hasta el fondo, no tardé en notar sensación de gusto pero mantenía entereza suficiente para apreciar cada una de las sensaciones que disfrutaba, el falo de mi amante resbalaba en mi interior haciéndome sentir cada vez más gusto, yo a cada una de sus penetraciones correspondía intentando retenerlo en mi interior apretando los labios vaginales, mientras se movía tuvo fuerzas para preguntar si me estaba gustando y mi respuesta fue tajante, contesté que mucho, se sintió alagado porque aceleró el mete y saca, su tórax estaba empapado, mis tetas se movían de un lado al otro, sentí un primer orgasmo y se lo hice saber con un fuerte grito que siguiera follándome, dijo que le faltaba rato para correrse y me alegré al oírlo, sus movimientos eran cada vez menos controlados, empujaba su polla dentro de mi coño con ansiedad, el ritmo era frenético, yo vivía un orgasmo tras otro, su rostro parecía estar a punto de reventar y se veían las venas del cuello hinchadas, hizo ademan de intentar sacar la polla pero grité que siguiera hasta el final, acababa de decirlo y noté su semen caliente esparciéndose en mí vagina, puse los cinco sentidos en disfrutar aquel momento, tenía necesidad de expresarle sentimientos pero me reprimí por temor a decir algo de lo que después me pudiera arrepentir, acababa de hacer el amor por primera vez con un hombre que no era mi marido y ese pensamiento sobrevino a mi mente durante un instante
Estaba tan agotada que ni intenté volver a sentir el sabor de su semen, quedé inmóvil durante un buen rato mirando como el vecino se vestía, pensé que esta vez no había habido beso ni agradecimiento y me sentí algo desilusionada pero lo arregló acercándose a mí y susurrando en mi oído: ¡ ha sido el mejor polvo de mi vida y estoy deseoso por volver a repetirlo, pero hace un momento he oído que llegaba Alfonso y tengo que irme! Llevó sus labios a mi entrepierna y la besó un instante, después chupó uno de mis pezones y por último selló sus labios en los míos, cuando estaba a punto de desaparecer de mi vista le grité: supongo que esto será un secreto entre tú y yo, me miró y dijo: tranquila que nadie lo sabrá aunque quizás seas la más interesada en que lo compartamos con alguien. El misterio en sus palabras lo descubrí nada más que desapareció de mi vista y supe que se refería.
Dormí a pierna suelta, antes de caer en brazos de Morfeo pensé en mí marido y en mis hijos sobre qué pensarían ellos de lo que acababa de sucederme, tenía la conciencia tranquila y la sensación de haber disfrutado con un chico joven de nuestros cuerpos
El siguiente día amanecí más alegre que lo habitual, todavía notaba en mi cuerpo el tute del día anterior y recordé que esa misma sensación la tenía el día después de hacer el amor con mi difunto marido, salí a pasear y me regalé una mariscada en un buen restaurante, era lo que hacíamos mi esposo y yo todos los “días después”, hasta mi hijo cuando me vio preguntó el motivo de mi expresión risueña, mentí diciéndole que había ido a darme un masaje en el salón de belleza como hago de vez en cuando. Si soy sincera no esperaba novedades muy pronto pero aquella noche me guardaba una agradable sorpresa, miraba la tele “sálvame” más concretamente cuando escuché el timbre, enseguida pensé en Emilio, abrí y mi sorpresa fue mayúscula cuando apareció ante mi Alfonso, llevaba en las manos una bolsa de supermercado y antes que yo abriera la boca comenzó a hablar:
Señora Herminia, cuando iba a preparar la cena me he dado cuenta que no tenemos aceite y ayer traje de casa de mis padres estas setas, si no le importa se las regalo y se las cena usted antes de que se estropeen.
Reí para mis adentros su inocente coartada no dudé en contestarle: si quieres las hago en un momento y nos las comemos aquí juntos, si te las han dado tus padres seguro que querrán saber si eran buenas.
Gracias señora Herminia, creo que es buena solución, si no le importa será un placer cenar con usted, por un momento dudé si había dicho “cenar” o “follar”, entró sin más en casa y como conocía el camino fue al salón comedor, mientras caminaba delante de mí lo repasé con la mirada, tenía cuerpo de modelo, seguramente medía más de 1,90 , anchas espaldas y un culito prieto que se le marcaba en el pantalón tejano que le quedaba muy ceñido, su melena rubia y perfectamente recortada era el complemento perfecto a su cara de niño angelical que tantas veces yo había admirado, como de costumbre cuando estoy sola en casa yo llevaba la misma ropa de la tarde anterior.
Sabía a qué había venido el vecino y decidí no hacerle esperar en cumplir sus deseos, le invité a sentarse y yo hice lo mismo, después de decirle que era pronto para cenar usé el mismo artilugio que con su amigo, mis muslos quedaron al descubierto en un instante y mi mano se puso sobre el paquete ya abultado de Alfonso, el chico no lo pensó dos veces y comenzó a acariciar mis tetas que todavía estaban caídas con los pezones hundidos, no tardaron en endurecerse tras las primeras caricias, las dejó al descubierto y comenzó a chuparlas con delicadeza repartiendo lametones en ambos pezones que no tardaron en reaccionar, tras unos minutos de mamada debió pensar que no estábamos suficientemente cómodos y dijo: ¿por qué no me enseñas tu dormitorio?, no creí necesario hablar para hacerle saber que estaba conforme, me levanté y le llevé al templo donde había vivido los mejores momentos de mi vida sexual, no necesitamos mucho tiempo para desnudarnos, el chico a mi lado parecía un adonis, mis carnes rebosaban por doquier mientras él tenía cuerpo de modelo que alegraba mi vista.
Su polla era normal, posiblemente algo más larga que la de su amigo pero menos gruesa, recordé la de mi difunto y pensé que no tenía comparación con las de los jóvenes, claramente ellos estaban en desventaja pero concluí que las sabían utilizar bien, con Emilio ya lo había comprobado, ahora le tocaba a Alfonso pasar el examen, estaba inmersa en estos pensamientos cuando noté que las manos del chico se asían a mis nalgas y su boca se posaba en mi cuello, después de unos mordiscos en el lóbulo de una de mis orejas, comenzó a recorrer con su lengua mi espalda hasta llegar al sitio donde se juntan las nalgas, una vez allí se entretuvo un instante en mordisquearlas con delicadeza, un suave empujón me hizo entender que pretendía que me arrodillara sobre la cama, le obedecí y apoyé rodillas y manos sobre la colcha, fiel a su pinta de niño bueno el preámbulo a la penetración fueron unas delicadas caricias de sus dedos alrededor de mi coño que no tardé en tener empapado, la primera embestida fue suave, la polla del crio se deslizo como si fuera un cuchillo cortando una tarta de nata, él lo hacía todo, sus manos agarraban mis caderas mientras comenzó a bombear aceleradamente, no tardé en estar mojada a tope notando empapados los muslos del líquido vaginal que fluía abundantemente, el placer iba creciendo y no tardé en tener la seguridad que el muchacho me iba a dejar satisfecha, además estaba mostrando calma y no se precipitaba pues mantenía un ritmo pausado y constante.
Ya comenzaba a tener los primeros síntomas de un próximo orgasmo, los jadeos de los dos rompían el silencio en la habitación cuando Alfonso abrió la boca para decir:
¿Te gusta follar con jovencitos, eh?, sin dejar de bombear en mi interior, tuve fuerzas para contestarle: ¡ simplemente me gusta follar y no me importa la edad, mientras me follen bien!
Aumentó el ritmo de sus embestidas, yo por la postura en que estaba tenía dolor en las rodillas y muñecas, me moví y al hacerlo su polla se salió de mi interior, me volví hacia él y pedí cambiar de postura, no puso objeción alguna, propuse que se estirara boca arriba, lo hizo sin rechistar, su falo erguido apuntaba al techo, tuve deseo de chuparlo y no me reprimí dándole unos cuantos lametones haciendo que el joven temblara de gusto, su polla estaba empapada de mis jugos vaginales mezclados con mí saliva, disfruté de la breve mamada pero ansiaba sentirla en mi interior, me senté en su abdomen y ayudada por una mano volví a meterla en el coño, ahora era yo la que se movía con calma sobre la estaca que me atravesaba, cada vez que mis nalgas chocaban con sus caderas se oía un estruendo a causa del sudor acumulado en los dos cuerpos, el joven agarraba mis tetas pellizcando los pezones con nada de delicadeza, su cara enrojecida mostraba una leve sonrisa que denotaba estar disfrutando, yo ansiaba llegar al orgasmo, los dos nos movíamos con descontrol poniendo la máxima pasión carnal, rebotaba contra él mientras el chico empujaba su cuerpo hacía arriba a cada una de mis embestidas, sentí que se me abrían las carnes con el primer orgasmo, Alfonso daba muestras de estar a punto de dejarse ir, yo disfrutaba de un orgasmo seguido cuando las exclamaciones de satisfacción del vecino se hicieron audibles mientras se descargaba en mi interior, dejé de moverme para disfrutar como llenaba de leche caliente mí vagina. Los dos estábamos extenuados, el chico me atrajo hacía el y nuestros cuerpos se fundieron en uno solo.
No tuve prisa en descabalgarlo, esperé a que se vaciara disfrutando de la sensación de sentir una polla joven saciándome el coño, el hombre que rodeaba mi cuerpo con sus brazos tenía la piel muy diferente a la de mi esposo, era mucho más suave y me hacía sentir orgullosa de haberle sabido dar placer, los dos respirábamos con dificultad mientras seguíamos enlazados por nuestros brazos, solo me moví cuando noté que su polla estaba flácida, me acosté a su lado poniendo la cabeza sobre su pecho, rompí el silencio para decir: ¿te ha gustado?, un ¡mucho!, me llenó de orgullo. Se incorporó y comenzó a vestirse, yo admiraba su bello cuerpo desnudo y pensé que dos días antes ni en mis mejores sueños hubiera vivido esta situación, plenamente satisfecha y disfruté al ver un joven guapo al que acababa de entregarme con pasión, me sentí afortunada de haber vivido aquel momento, una vez vestido se acercó a mí y me plantó un morreo que supe era la despedida, antes de salir del dormitorio me recordó que había venido a traer setas para cenar. Estuve un buen rato disfrutando mentalmente de la experiencia recién vivida, mi cuerpo desnudo retenía el olor de los efluvios que mi amante me había regalado, cuando estuve saciada de recuerdos decidí ir a tomar una refrescante ducha.
Los días siguientes no trajeron novedad, todo fue rutina incluido el jueves por la noche, desde mi dormitorio pude escuchar los gritos de una joven a la que uno de los chicos se debía estar follando, curiosamente escucharlo no me causó ansias de placer como otras veces. No volví a tener noticias de los vecinos hasta el siguiente lunes, eran las cuatro de la tarde, estaba pensando que hacer para acabar de pasar el día cuando escuché el timbre de casa, abrí y aparecieron los dos vecinos, imaginé a que venían pero me extrañó que aparecieran juntos, haciéndome la tonta antes de hacerles pasar pregunté amablemente que deseaba, ellos dudaron que contestar hasta que Emilio mirando a su compañero dijo que querían hablar conmigo, tuve la sensación de estar a punto de tener una experiencia novedosa en mi vida.
Entraron en casa como si fuera la suya, cuando llegamos al salón no esperaron a que les invitara a sentarse, lo hicieron el uno junto al otro en el sofá mientras yo tomaba asiento en la cómoda que siempre utilizaba mi marido, fue Alfonso quien habló primero, comenzó diciendo que los dos se lo habían pasado muy bien conmigo y querían saber cómo estaba yo y si me arrepentía por lo sucedido, escuché atentamente y después de pensar la respuesta les dije que estaba perfectamente y que me habían hecho disfrutar como una loca, después de un breve silencio acabé diciendo que no tendría inconveniente en repetir tantas veces como ellos quisieran pero con la condición de que supieran guardar el secreto, sus rostros se iluminaron cuando terminé de hablar, los dos al unísono se acercaron y mientras uno me colmaba de caricias por todo el cuerpo el otro comenzó a morrearme de manera ardorosa. En ese momento pensé que posiblemente les estaba poniendo las cosas muy fáciles pero ni tan solo la circunstancia de que fuera la primera vez en mi vida que estaba a punto de hacerlo con dos hombres a la vez impidió que deseara continuar hasta donde ellos quisieran. El cuerpo me pedía alegrías y a pesar de mi madurez necesitaba sentirme poseída por aquellos hombres jóvenes dispuestos a darme placer.
Cuatro manos palpaban mi cuerpo todavía cubierto de ropa, tuve la suficiente calma para proponer donde querían hacerlo y uno de los dos respondió: “en tu cama”, hacía allí nos dirigimos los tres, en el camino nos fuimos desnudando, yo les seguía a ellos disfrutando de la visión de sus cuerpos en cueros, apreciaba sus culos duros y pensé en mí cuando era joven. Me senté en el borde de la cama y ellos quedaron de pie frente a mí, sus penes flácidos miraban al suelo, cogí uno con cada mano iniciando unas suaves caricias sobre la piel que todavía les cubría, no tardaron en estar erectos, los glandes rosados quedaban a medio metro de mi rostro, los solté y tuve calma suficiente para compararlos, el de Alfonso era más largo y el de su amigo más grueso, recordé el de mi marido que sin duda era más grande que el de los dos jóvenes, comencé lamiendo la polla de Emilio mientras continuaba pajeando al otro chico, los dos tenía los brazos en jarras, cuando tenía cansada una mano cambiaba de polla y llevaba mi boca a la otra, las dos sabían igual y con los ojos cerrados no podría distinguir cual era de cada uno, a los primeros síntomas de estar sintiendo gusto pensé que había llegado el momento de que ellos se preocuparan de mí, me dejé caer de espaldas sobre la cama, abrí las piernas y me ofrecí a ellos diciéndoles: vosotros mismos, fue suficiente para que entendieran lo que deseaba.
Alfonso se arrodilló justo detrás de mi cabeza, un primer plano de su polla tapó mi visión durante un instante, la puse en mi boca y volví a lamerla con ansiedad, Emilio había colocado su rostro entre mis muslos y ya tenía la lengua dentro de mi vagina moviéndola con auténtica maestría, fue este el primero en hacerme disfrutar, comencé a segregar jugos vaginales que empapaban mis muslos y la cara de Emilio, yo seguía chupando el falo que tenía en la boca acariciando el glande con la lengua mientras con una mano sujetaba los testículos que colgaban como el badajo de una campana, Emilio no tardó en excitarme lo suficiente para hacerme sentir un orgasmo que me hizo temblar haciendo que soltara la polla que estaba comiéndome, Alfonso siguió meneándosela como un loco y el otro chico colocándose al otro lado le imitó, las dos pollas apuntaban a mi rostro y yo impaciente abría y cerraba los ojos nerviosamente por temor a que los inundaran de esperma, la espera fue larga y tensa, sus manos se movían vertiginosamente, por fin un una ráfaga de húmedos chorros de crema blanca se estampó en mi cara, le siguieron otras muchas provenientes de las dos pollas.
Me limpié con una sábana mientras ellos se recuperaban de su corrida, se me ocurrió preguntarles si ya estaban satisfechos, fue Emilio el encargado de darme la respuesta diciendo que la fiesta no había hecho más que comenzar, se miraron con complicidad, Alfonso se decidió primero, se tumbó en la cama y pidió que me sentara sobre él, lo hice evitando hacerle daño en el momento de poner todo mi peso en su bajo vientre, él mientras yo me movía no paraba de masturbarse para que su polla volviera a estar dura, cuando la rocé con mis muslos mientras yo buscaba una posición cómoda supe que me iba hacer a disfrutar, al primer intentó la enterré dentro de mí creyéndome una amazona domando un potro salvaje, el corcel que montaba se agarraba a mis tetas con fiereza, su pene se deslizaba rozando las paredes húmedas de mi vagina convertidas en manantial del que brotaban líquidos en forma torrencial, en medio del esfuerzo busqué con la mirada al otro chico allí presente, yo mantenía el cuerpo rígido, Alfonso resoplaba aunque sin dar muestras de estar próximo a correrse, los dos nos movíamos acompasadamente, cuando yo descendía él empujaba la cadera hacía arriba, justo cuando comenzaba a sentir los primeros avisos de un orgasmo vi que Alfonso miraba con fijeza a su amigo, en ese momento tiró de mis tetas hacia él y nuestros labios se unieron en un húmedo morreo, su tranca seguía enterrada en mi vagina, metió su lengua en mi boca justo cuando sentí un escalofrío al notar que otra lengua se posaba en medio de mis nalgas, era Emilio que cansado de mirar había decidido entrar en acción
A mi mente vinieron viejos recuerdos casi olvidados, si una cosa hacía feliz a mi esposo era darme por culo como decía él sin disimulo alguno, era el único momento de nuestros juegos sexuales en que me perdía el respeto llamándome puta y según él era cuando más disfrutaba, por un momento perdí la noción del tiempo pero no tardé en volver a la realidad del momento, mientras Alfonso seguía follándome el coño, Emilio había metido su lengua en mi ojete, yo iba desbocada a sentir un orgasmo bestial, grité a Emilio suplicando que me la metiera ya, el solícito no tardó en mostrarme obediencia, sentí su ariete rozar la entrada del ya dilatado agujero y después como muy suavemente penetraba con lentitud pero imparable hasta la profundidad de mis entrañas, me resultaba agradable y el placer era muy superior a cualquier signo de dolor, los dos chicos bombeaban con ritmo pausado, yo estaba tan caliente y excitada que intentaba disfrutar de las sensaciones placenteras que me estaban dando, sentir mi cuerpo en medio de dos hombres jóvenes con los que compartía placer me hacía una mujer afortunada, ninguno hablaba, los tres estábamos volcados en darnos y recibir placer, el sudor de mi cuerpo se mezclaba con el de Alfonso al que aplastaba con mi peso mientras me movía como una posesa sobre él, su polla no paraba de resbalar en el interior de mi vagina haciendo que notara el roce de las venas hinchadas, ansiosa por que se corriera aceleré mis movimientos y no tardé en percibir que el joven que tenía debajo se estaba corriendo en mi interior, su leche caliente se esparcía por la vagina mezclándose con los jugos que de ella manaban, cerré los ojos mientras sentía como Alfonso se aliviaba y puse todos los sentidos en Emilio que seguía con su polla en mi agujero trasero, sus manos sujetaban mis glúteos, aunque no podía verle escuchaba sus continuos jadeos, golpeaba mis nalgas con su ingle y a cada golpe me causaba un temblor de todo el cuerpo, Alfonso ya se había escabullido de debajo mío, la sensación de placer y los orgasmo seguían siendo continuos y estaba a punto de alcanzar el momento supremo del éxtasis que llegó cuando oí el joven que me tenía enculada suplicar con histéricos gritos: ¡ quéjate, joder, quéjate, serás cacho puta que te la he metido y no te he oído ni una sola queja, hasta las putas de pago gritan cuando les doy por culo!, aquellas palabras me trajeron recuerdos, apreté el esfínter y Emilio no pudo aguantar más, se dejó ir vaciando su polla sobre mi espalda, su semen caliente al contacto con mi espalda fue colofón de unos instantes que sabía que jamás podría olvidar, estaba agotada y ellos daban signos de extenuación, los tres resoplábamos tumbados sobre la blanda superficie de la cama, hubo besos y caricias y me sentí alagada y emocionada, los chicos estaban alegres y risueños y yo agradecida respondí lamiendo y oliendo sus cuerpos embriagándome del sabor y olor de sus fluidos corporales
Dejamos pasar un buen rato, ellos me abrazaban y haciéndome sentir el roce de sus fibrosos cuerpos con mis fofas carnes, pensaba que era una mujer afortunada, que ni en sueños hubiera pensado que lo ocurrido podría suceder, fui yo la que totalmente liberada de prejuicios propuso ducharnos los tres juntos y ellos aceptaron con alegría, mientras caía el agua sobre nuestras cabezas hubo risas, caricias y algún que otros morreo.
Acabamos la tarde conversando tranquilamente sentados en el salón, ellos me hablaron de sus experiencias con jovencitas de su edad y con alguna que otra puta de pago, yo les dejé boquiabiertos cuando supieron que eran los únicos hombres con los que había hecho el amor a parte de mi marido y evidentemente la primera vez que lo hacía con dos hombres a la vez. Hubo un momento que pidieron mi opinión sobre el tamaño de sus penes, fui sincera y les hablé de la polla de mi marido aunque les aclaré que después de follar con ellos había llegado a la conclusión que el tamaño no importa si se sabe utilizar bien.
Aquella noche dormí de un tirón, me sentía en la gloria y liberada de una serie de complejos por mi situación, sobretodo la viudedad y la gordura, me juré a mí misma ponerme a régimen y perder unos cuantos kilos, después de aquel día han habido más encuentros, los chicos vienen cuando quieren, unas veces a solas y otras en pareja, yo soy feliz con esta situación y pienso que estoy viviendo una experiencia que jamás hubiera imaginado. Tengo la conciencia tranquila pues no hago mal a nadie, eso sí, exijo que me traten con respeto, incluso he llegado a depilarme el pelo púbico porque ellos dijeron que les gustaba más asi, y por cierto ya he perdido cinco o seis kilos.
Espero que os guste este relato y si me animo escribiré un par de historias en los que contaré algunas aventuras que mi marido explicaba sobre su vida antes de conocerme y que podrían catalogarse como relatos porno.