El Metro de Londres está lleno de maduritos

Tengo que volver a Londres para terminar mi Master...¡pero pretendo aprovechar mi tiempo aquí! El Metro cumple una de mis fantasías más recurrentes

¡Hola de nuevo, queridos!

Para los que no me conocéis, me llamo Elena, tengo 28 años y en mis previos relatos os he ido contando cómo mi padre, a partir de mi fiesta de 24 cumpleaños, me introdujo en el mundo del sexo con maduros. Si no habéis leído los anteriores, siempre recomiendo que lo hagáis, porque estoy contando la historia en orden y siempre ayuda a entender el contexto.

Los que ya habéis leído mis anteriores relatos, sabéis que después de pasar un par de semanas en casa de mis padres, tenía que volver a Londres. Me quedaba poco para finalizar el Máster y me planteaba seriamente volver a España en cuanto lo terminase, pero de momento tenía que volver a la capital inglesa para dejarlo todo cerrado.

Una de las primeras cosas que cerré fue mi relación con el que hasta entonces era mi chico, James. Antes de ir a ver a mi familia nuestra relación tampoco es que estuviera demasiado bien. Pero después de aquellas dos semanas y pensando en volver a España, tenía claro que no quería nada que me atase allí. Además, ¡de repente James me parecía demasiado joven! No voy a contaros cómo fue, pero la cuestión es que lo dejamos. Y yo empecé a concentrarme en el Master. Cuanto antes terminase, antes podría decidir qué quería hacer.

No vivía lejos del centro donde estudiaba, pero todos los días tenía que coger el metro. La línea roja cruza todo el centro de Londres, así que vayas a la hora que vayas, lo normal es que esté bastante lleno. Además, en comparación con el Metro de Madrid, es bastante más estrecho, así que lo normal es ir algo apretada entre la gente. No os voy a mentir, más de una vez he sentido acercamientos que dudo mucho que fueran por accidente, pero por regla general, nunca he tenido ningún problema. Aunque por supuesto, hoy os voy a contar sobre la ocasión en la que sí pasó algo.

Como todos los días, me subí al metro camino del centro para mis clases. Normalmente intento quedarme apoyada en la puerta al fondo, para tener un poco más de espacio, pero ese día ya había gente allí, así que me quedé en el medio, sujeta a la barra para no caerme con el movimiento. Como siempre, según el metro iba parando, cada vez subía más gente. Normalmente no me fijo mucho porque voy mirando el móvil. Pero ese día, cuando la gente estaba entrando, alguien se acercó tanto a mí que casi me tira el móvil al suelo.

Levanté la vista rápidamente y ví cómo el causante se disculpaba, apurado. No podía enfadarme, realmente no había espacio y era complicado moverse sin empujar.

-No pasa nada -le dije en inglés. Y le sonreí.

Hicimos contacto visual unos segundos, mientras él terminaba de entrar en el vagón y se situaba allá donde hubiera un pequeño hueco, pero fue suficiente para que se me quedara grabada su cara. Era un hombre de unos 50 años, moreno, con una cuidada barba corta, a través de la cual podía adivinar una mandíbula ancha. Sus ojos, marrones, demostraban una gran expresividad y le daban al rostro un aire de persona inteligente. Vestía elegante y llevaba un maletín, así que asumí que sería un trabajador en los grandes edificios de oficinas que hay en el centro de Londres.

Llevaba un rato pensando en lo guapo que me había parecido cuando de repente noté que alguien se acercaba por detrás y me hablaba en la oreja. Evidentemente toda la conversación fué en inglés, pero os lo pongo traducido directamente.

-No hay quien se mueva aquí, ¿verdad? Disculpa de nuevo por lo del móvil

Dudo que jamás haya sentido un escalofrío así. Hablaba bajito, susurrando, muy cerca de mi oreja, notaba su aliento en mi nuca y eso es algo que siempre me ha calentado. Giré un poco la cabeza para contestar

-Este metro es demasiado estrecho para todos los que viajamos. Todos los días es igual.

-¿Coges este tren todos los días?

-De lunes a viernes, sí. ¿Y tu?

-Yo también, trabajo en Bank

Decidí girarme del todo para poder mirarle. Se estaba agarrando a la barra y tenía su mano a la altura de mi cabeza.

-¿En serio? Yo también me bajo en Bank, estoy terminando de estudiar un Máster.

-No es posible que vengas todos los días y no te haya visto hasta ahora

-Ya sabes, demasiada gente todo el tiempo.

Me sonrió y yo me quedé medio lela. Por favor, ¡qué sonrisa tan bonita!

-Me llamo Andrew

-Elena

-No eres de aquí -Era más una afirmación que una pregunta. Me suele pasar, al decir mi nombre, el acento inglés desaparece, además de que si fuera inglesa, mi nombre sería Helen…

-Soy española

-Entonces tenemos que saludarnos como en España

Con su mano cogió mi cintura y se inclinó para darme dos besos. Estaba medio hipnotizada, sonriendo como una boba mientras notaba su mano en mi cintura y él sencillamente me miraba. En ese momento, el metro dió un frenazo. Yo estaba apoyada en la barra así que más o menos pude mantenerme en el sitio, pero Andrew se había soltado y aunque no había mucho espacio donde poder caérse, trastabilló y casi se cae sobre el carrito de un bebé que tenía al lado. Como lo ví venir, antes de que sucediera y de forma automática, agarré a Andrew de la chaqueta y tiré de él hacia mi. Quedamos pegados. Ya os imaginaréis que a esas alturas yo estaba más que cachonda.

-Gracias -susurró él con su bonita sonrisa- Me has salvado de la muerte

Me dio risa. El metro volvió a arrancar y Andrew se sujetó a la barra, pero esta vez con las dos manos, a la altura de mi cadera. Con lo cual, teniendo en cuenta que la barra estaba detrás de mi, acabó rodeándome con los brazos

-Así mejor -dijo

-Mucho mejor

El coqueteo mutuo era más que evidente. Estaba segura de que si yo decidía besarlo en ese momento, no sería una sorpresa para él. Con cada movimiento del metro, su cuerpo se pegaba más al mío. Nuestras caderas hacían pleno contacto y se notaba que aprovechaba el vaivén para restregarse contra mí. Quería cogerle del culo y apretarle más aún, poder sentir sin disimulos su polla, que evidentemente estaba reaccionando, apoyada contra mi pelvis.

Lo malo es que cuando me estaba planteando de verdad hacerlo, escuchamos por la megafonía que la siguiente parada era Bank. La nuestra.

-Vaya… -suspiré

-Ya…

Me di la vuelta, aún con sus brazos rodeándome, para enfilar hacia la puerta y salir en cuanto el metro parase. No quería irme, pero en fin, el día tenía que continuar y yo tenía clase. Cuando le di la espalda, Andrew soltó la barra y directamente rodeó mi cintura, pegándome a él.

-Ojalá todos los viajes fueran así, Elena. Espero encontrarte todos los días.

Las puertas del metro se abrieron. Mucha gente bajó, yo incluída, y mucha gente esperaba para subir. Caminé rápida hacia las escaleras, porque cuando hay tanta gente, no es buena idea quedarse en medio, sin caminar. Confiaba en que Andrew estaría detrás, pero cuando llegué a las escaleras mecánicas y me dí la vuelta, no le vi. Lo busqué con la mirada pero es imposible distinguir a alguien entre tanta gente. Me dió mucha rabia pero tuve que salir del metro e irme a clase.

El día se me hizo largo. La clase, muy aburrida. No dejaba de pensar en Andrew y en lo tonta que había sido por no pedirle el móvil o algo para seguir en contacto. Confiaba en verle al día siguiente. Al fin y al cabo ambos cogíamos esa ruta.

Pero no le vi. Estuve atenta a toda la gente que subía, pero nada. Ya tenía que ser casualidad que ambos cogiéramos el mismo metro (pasan cada 3 minutos a esas horas) y el mismo vagón… Incluso podríamos estar en el mismo tren y no saberlo. Pasaron varios días y yo pensaba cuál sería la mejor estrategia para buscarle. Recordaba en qué estación se había subido, así que empecé a colocarme cerca de la puerta y recorrer el andén con la mirada a la que llegábamos a su parada. Así por lo menos podría saber si estaba en el tren, aunque fuese en otro vagón. Tampoco me sirvió de nada. Habían pasado un par de semanas y no le había vuelto a ver. Cada vez me arrepentía más de no haberme asegurado de salir con él del metro la otra vez. Seguro que me hubiera acordado de pedirle el teléfono. Ya estaba empezando a pensar que no coincidiríamos de nuevo.

El horario de mis clases incluye un pequeño descanso en medio. Por regla general, suelo llevar un pequeño snack en el bolso que me como allí mismo, así aprovecho el tiempo para revisar cosas de la clase siguiente. Esa mañana me había quedado dormida y había tenido que salir de casa corriendo, así que olvidé mi snack. Cuando llegó el momento de la pausa, mi estómago reclamaba su acostumbrado picoteo, así que decidí salir del centro un segundo y comprarme algo rápido en el Tesco de la esquina (es una cadena de supermercados muy popular en Londres). Había seleccionado lo que iba a comprar y me dirigía a la caja para pagarlo cuando le ví.

Andrew estaba en la fila, esperando para pagar un sándwich y un café frío. Inmediatamente me acerqué a él.

-Parece que ya no quieres verme en el metro -le dije desde atrás

Andrew se giró y cuando me reconoció volvió a mostrar esa sonrisa tan bonita. Le brillaron los ojos y sentí que de verdad se alegraba mucho de verme

-¡Elena! Te he estado buscando todos los días, te lo prometo

-Somos demasiados en esta ciudad.

-¿Tienes un ratito? Deja que pague ésto y buscamos algún sitio para tomárnoslo tranquilos

Soy una mujer independiente que disfruta de ello, pero cuando Andrew me quitó el snack de las manos para juntarlo con su compra y pagarlo todo, sólo podía pensar en el tacto de su piel. Salimos del Tesco y fuimos a un pequeño parque que estaba justo al lado. Nos sentamos en un banco.

-Qué gusto verte, Elena, de verdad. Te perdí de vista cuando salía del metro el otro día y no sabía cómo encontrarte. ¿Estudias aquí cerca?

-En ese edificio -le dije señalándolo

-Tan cerca y sin saberlo. ¿Qué has estado haciendo estos días?

-Aburrirme. Mucho -me encantaba verle reír -Y arrepentirme de no haberte dado mi número el otro día. Hubiera sido más facil contactar.

Andrew sacó su movil del bolsillo y me lo dió.

-No dejemos que eso vuelva a suceder.

Guardé mi teléfono en sus contactos y me hice una llamada perdida para tener el suyo. Quería quedarme, pero el descanso de mis clases es de 15 minutos y tenía que volver ya.

-Tengo que irme…

-¿Quieres quedar un día para tomar un café?

-Por supuesto

Iba a darle dos besos, pero cuando me acerqué a él, me abrazó. Me apretaba contra su cuerpo, como si no quisiera soltarme.

-Voy a llegar tarde a clase -le dije riéndome

-¿No puedo ir contigo? -me dijo haciéndome un puchero

Me estaba dando tanta ternura al mismo tiempo que el calor de su cuerpo y su abrazo me estaban poniendo cachonda que no me resistí y le besé. Posé mis labios sobre los suyos, entreabrí mi boca y colé mi lengua buscando la suya. Escuché un gemido amortiguado y su abrazo se apretó aún más. Nos besamos unos segundos, pero yo realmente tenía que volver a clase y no podía retrasarme más.

-Andrew, tengo que irme, en serio. Escríbeme, ¿vale?

Y le dejé allí, mirando cómo me iba. Es deliciosa la sensación de saber que alguien te está mirando, deseándote, mientras te vas. No había llegado a clase cuando ya tenía un whatsapp de Andrew

“Quiero comerme esos labios pronto. ¿A qué hora sales de clase?”

Esperé a llegar a mi mesa y que empezase la clase para responderle con tranquilidad.

“Me quedan dos horas. Pero tu tendrás que trabajar…. :(“

“Seguro que algo puedo hacer para salir en dos horas. Llevo dos semanas recordándo cómo nos conocimos”

“Casi me tiras el movil al suelo”

“Y tu me salvaste la vida. Menos mal que me sujetaste y me apretaste contra tu cuerpo”

“Yo tampoco puedo olvidar ese momento, Andrew… Me dejaste muy excitada”

“Dime una cosa. ¿Te excitó que un desconocido pegase su cuerpo contra el tuyo en el metro?

Me quedé un rato pensando, sin responderle. La situación había sido muy excitante, y Andrew era un hombre que de por sí me excitaba. Pero me dí cuenta de que la mayor parte de mi calentura venía del hecho de que se trataba de un desconocido y en un lugar público

“Sí”

“¿Te habrías excitado igual con cualquier otro hombre que se pegara a tu cuerpo?”

“Sí”

Cuando lo mandé me sentí un poco mal. Quería decirle que parte del morbo era porque le había visto la cara y me gustaba, pero lo cierto es que no era la primera vez que me calentaba cuando notaba la mano de alguien en mi culo aprovechando la multitud. Andrew tardó un rato en responder, empezaba a pensar que quizá se había molestado. Pero al cabo de unos minutos recibí un nuevo mensaje

“No puedo salir de la oficina antes, lo siento… Pero quiero pedirte una cosa”

“Dime”

“Me gustaría que cuando salgas de clase te metas en el metro y recuerdes nuestro encuentro. Y que te dejes llevar. Estoy seguro de que alguien va a verte y va a querer ayudarte con tu calentura. Disfrútalo y después me lo cuentas, ¿vale?”

Casi se me escapa un gemido al leer su petición.

“Con una condición. Mañana por la mañana quiero repetirlo contigo”

“Hecho. Tengo que seguir trabajando, pero espero tu mensaje cuando llegues a casa”

El tiempo hasta que terminó la clase se me hizo eterno, pero cuando por fin salí, me dirigí al metro, como todos los días, para volver a casa. Esperaba que estuviera igual de lleno que de costumbre, porque el encargo de Andrew me estaba calentando muchísimo y tenía muchas ganas de realizarlo. Y efectivamente así fue. Cuando se abrieron las puertas, eché un rápido vistazo a la gente que había dentro, buscando quién me interesaba más para cumplir con mi tarea.

Al fondo vi a un madurito que me devolvió la mirada. Sonreí y entré en el vagón, tratando de hacerme hueco hasta ponerme delante de él. Sabía que me seguía mirando, lo cual me ponía aún más cachonda. Era un hombre que rondaría los 60 años, pelo canoso, barba de tres días, algo descuidada. Y tenía un poco de barriga

Cuando las puertas se cerraron y el tren se puso en marcha, finjí que perdía el equilibrio y sacando mi culo hacia atrás, me aseguré de restregarlo en la entrepierna del maduro. Él rápidamente me sujetó, queriendo impedir mi caída.

-Disculpe, ¡qué patosa soy! -me reí como una adolescente tonta

-No te preocupes, preciosa

Volví a mi posición inicial. Sus manos se habían venido conmigo, ya que después de sujetarme, el maduro no me había soltado y seguía agarrando mi cintura. Noté que, además, se había acercado más a mí. Dejé pasar unos segundos para ver su reacción. Aparte de seguir agarrándome, no parecía que fuera a intentar nada más, así que para mejorar su confianza, volví a echar mi culo hacia atrás. Definitivamente estaba más cerca que antes, porque no tuve que moverme mucho para sentir su paquete contra mis nalgas. Y cuando él notó que yo me acercaba, presionó su pelvis contra mi culo, demostrando sus intenciones.

El metro paró y hubo gente saliendo y entrando. Aprovechando el movimiento, el madurito se acercó a las puertas contrarias, las que no se abrían durante el trayecto, y se apoyó en ellas. Tiró de mí para llevarme a aquel rincón y dejamos que el resto de gente se apiñara a nuestro alrededor. Fué un buen movimiento, ya que teníamos cierto espacio y cierta privacidad. La gente, sin saberlo, nos estaba haciendo una barrera que nos mantenía menos visibles. Normalmente la gente se queda mirando hacia las puertas que sí se abren, así que nos daban la espalda. Bien.

-No sé si venías buscando ésto, pero desde luego lo vas a conseguir

Me susurraba en la oreja, igual que Andrew la otra vez, pero la sensación no era la misma. Aquel hombre demostraba un deseo vicioso, podía notar que si no hubiera más gente allí, me habría chupado la oreja o algo así. Tampoco me hubiera molestado si lo hubiera hecho, dado el calentón que tenía acumulado desde que me encontré con Andrew en el Tesco.

-No sé de qué me habla, señor -decidí jugar el papel de la niña tonta e inocente -Yo solo estoy volviendo a mi casa

-Claro que sí, guapa, y vas a tener un buen viaje, ¿verdad?

Las manos de aquel hombre, viendo que no hacía nada para evitarlo, empezaron a sobar mi culo descaradamente. Y yo me dejaba, por supuesto. Pegó de nuevo su pelvis contra mí y pude notar cómo su polla, que adivinaba de buen tamaño, se estaba empalmando. Dejé escapar un suspiro. Quería que alguien me follara en ese momento.

-Lo notas, ¿verdad? Ya ves cómo estoy, pequeña zorra, todo culpa tuya.

Cogió mi mano derecha y me hizo echarla hacia atrás hasta que toqué su paquete. Imaginaba lo que quería, y aunque la posición no era muy cómoda para mi, quise esforzarme al máximo. Si él tenía placer, usaría bien sus manos para dármelo a mi. Con mi mano agarré el bulto de su pantalón. Comencé a apretarlo y a mover mi mano hacia arriba y abajo. Aquel hombre me respiraba en la oreja y emitía pequeños gemidos, señal de que estaba disfrutando de la paja. Como yo también quería disfrutar, cogí su mano izquierda de mi cintura y la moví al inicio de mi púbis.

Después de unos minutos y debido a la incómoda posición de mi mano, tuve que parar y devolver mi muñeca a un ángulo normal. El hombre aprovechó la pausa y le escuché bajar la bragueta de su pantalón. Cuando volvió a sujetar mi cadera y a apretarme contra él, sentí cómo su polla se colocaba entre mis nalgas, libre. Yo llevaba un fino pantalón elástico de licra, que no es lo mismo que estar desnuda, pero me permitía notar todo perfectamente. Colocó sus dos manos en mi pubis y comenzó a mover su cadera de forma que su polla subía y bajaba por mi culo. Mientras con sus movimientos simulaba follarme, con sus manos empezó a sobar mi coño por encima del pantalón.

Como os digo, llevaba un pantalón fino, así que podía notar sus dedos frotando mi coño, pero había venido a jugar, así que quería más. Después de asegurarme de que nadie nos miraba, coloqué mi bolso justo delante de mi coño y disimuladamente bajé un poco mi pantalón. Cogí la mano de aquel hombre y le guié para que la metiera dentro de mis braguitas. Visiblemente excitado, empezó a toquetear mi rajita.

-Joder, pero si estás empapada. Estás necesitando una buena polla, ¿verdad?

Y coló uno de sus dedos dentro. Mi culo se echó aún más hacia atrás, buscando el contacto de su polla. Tenía razón, necesitaba una polla y tenía una alli mismo, que no quería desaprovechar. Procurando no hacer movimientos que llamasen la atención, bajé mi pantalón un poco más, junto con mi braguita, y después de poner mi bolso delante de mi de nuevo, eché la cabeza para atrás para que aquel hombre me escuchara

-Por favor, señor, necesito su polla ahora mismo, ¿me podría ayudar?

El rol de niña inocente le había gustado mucho, y cuando me escuchó, soltó un bufido. Sacó su dedo de mi coño para agarrar su polla. Mi culo estaba todo lo atrás que podía y noté cómo dirigió la punta de su polla hacia mi agujero.

-Yo te ayudo todas las veces que quieras, zorra -me susurró en la oreja- Esta polla sabe hacer muy buenos favores a las putas como tú

Y comenzó a empujar. Su cabeza, enfilada como estaba en mi coño, empezó a entrar. Yo tenía el coño rebosante de jugos, así que no encontró ninguna resistencia. Me la metía despacio, para evitar que alguien pudiera adivinar lo que estábamos haciendo. Podía notar que tenía una polla bastante gruesa, me estaba dando mucho placer. Cuando la metió entera, se quedó en esa posición unos segundos.

-¿Te gusta, pequeña? Ésto es lo que querías desde que has entrado, ¿verdad que sí? Una polla que te atraviese entera

-Aaah…Si, señor, es justo lo que necesitaba.

El hombre empezó a moverse despacio, sacando su polla y volviéndola a enterrar en lo más profundo.

-Menos mal que estaba yo aquí, ¿verdad? ¿Qué hubieras hecho sino?

Con cada penetración notaba su barriga golpeando en mi espalda. El morbo de saber que si el metro se vaciara en ese momento quedaríamos totalmente expuestos, me estaba matando. Además, era la primera vez que follaba con un completo desconocido. Con la excitación contenida desde media mañana, un orgasmo asomaba, dispuesto a recorrerme entera. Podía sentir su polla empujando lo más adentro posible mientras notaba su respiración en mi nuca.

-Mmmm…Dios mío, qué maravilla…Estoy a punto, zorrita, estoy a punto

Noté por la profunidad de sus embestidas que efectivamente aquel hombre iba a correrse, así que aceleré mi orgasmo con mi dedo en mi clítoris y luchando para no hacer ni un ruido, me corrí. Puedo imaginarme el esfuerzo que el madurito tuvo que hacer para no gemir de placer cuando se corrió dentro de mí. No podía ver su cara, pero su respiración me lo decía todo. Sacó su polla y rápidamente volví a vestirme. No parecía que nadie se hubiera enterado de nada. El hombre también devolvió su herramienta al interior de sus pantalones.

Sin decir nada más, y aprovechando que el metro estaba parando, me bajé. Me había pasado mi parada, así que tendría que cambiar de andén y volver. Mientras esperaba en el banco, saqué mi movil para escribir a Andrew

“Si lo que me vas a hacer mañana es tan bueno como lo que me acaba de hacer un señor en el Metro, estoy deseando que llegue el momento”

¡Espero que os haya gustado, chicos! Ya sabéis, dejadme un comentario, que siempre anima saber que os excita. Pronto la continuación, ¿creéis que Andrew me dará tanto placer como ese señor desconocido?