El mercado de esclavos de Roma

Esclavos y esclavas para todos los gustos, con cadenas, grilletes y mucho latigo. Diganme que otros ingredientes desean que ponga.

El mercado de esclavos de Roma.

A solo unas cuadras del Coliseo estaba el mejor mercado de esclavos de Roma, era una verdadera fiesta llena de colorido y Arcadia lo consideraba su mejor paseo de la semana, tenia mucho dinero y le encantaba ir a pujar por las mejores presas, siempre estaba enterada de la llegada de los nuevos lotes que venían de todas partes del mundo.

Era un griterío general, allí se vendía de todo, grilletes de las mas inimaginables e ingeniosas formas, cadenas, látigos de piel de cocodrilo, pájaros exóticos, panes de harina acabada de moler por muelas que no paraban empujadas por esclavos egipcios con bozal para que no la comieran y vendas en los ojos para que no renegaran de su suerte, pescado frito, vinos de todas partes y deliciosos dulces, pero el centro de todo era la compra venta de esclavos y por supuesto lo mas atractivo y delicioso era la subasta de las mas disímiles hembras provenientes de los botines de guerra de todo el universo conocido.

En aquel ajetreo tremendo iban y venían cuerdas de gente encadenadas unas a otras a los collares que llevaban en el cuello, fustigados continuamente por el látigo de tratantes y tratantas.

El espectáculo mas hermoso era la clasificación de las mujeres, las mas viejas y feas eran vendidas enseguida y a bajo precio para las canteras y las minas, las gordas cuarentonas para limpiar cazuelas, cocinar y limpiar, allí mismo eran marcadas al fuego, las mas bellas y vírgenes eran cuidadosamente tratadas y eran el centro de atención de todo el mercado, las exhibían desnudas con cadenas doradas.

Arcadia tenia treinta años y su belleza era radiante, mas aun cargada de oro y piedras preciosas, bellas vestiduras bordadas en metales preciosos, y unas bellas botas de látex negro hasta la rodilla con espuelas y tacones de agujas de metal dorado.

Se trasladaba en una enorme litera cargada por varios esclavos tenia además raras prendas que le vendía una mujer llamada Sarah que nadie sabia de donde había venido y menos aun de donde había salido, era un misterio para ella y todas sus amigas, pero no decían nada porque las proveía de cigarrillos, colecciones de boquillas y de los mas inimaginables juguetes sexuales como dildos, cinturones de castidad, fotos de cepos, jaulas y papeles donde se mostraban los mas deliciosos actos sexuales de domesticación. Sarah llegaba como traída por el viento con su mercancía.

Cada vez que Arcadia asistía al mercado la asaltaba la nostalgia de su juventud, cuando ayudaba a su madre a manejar las esclavas para la venta látigo en mano y fumando intensamente con boquilla.

Ese día Maria, su ayudante, animaba la marcha de los cargadores con un látigo de siete colas con una bolita de hierro erizada de puntas al final de cada una y una empuñadura de oro en forma de falo, los tenia fuertemente encadenados a todos a la litera, precaución necesaria pues a cada momento trataban de escapar o desquitarse de las castigos que les imponía continuamente.

Entre ellos había dos jóvenes rubias del norte, vigorosas y atléticas, eran las mujeres de Maria y siempre dormían a su lado cargadas de cadenas, las ponía a competir a ver cual de las dos fumaba mas duro con boquilla, a mamarle por detrás y por delante, a darle masajes a ritmo de sus espuelas y esperando cualquier pequeño error que cometieran para castigarlas metiéndoles el cabo de su látigo por el culo.

A Arcadia también le encantaban los placeres anales, ese día compro una bella flaquita, trigueña y de ojos castaños y en compañía de su amigo Hugo la enseño a fumar con boquilla, la puso a mamarle la papaya a ella y la pinga a el y la pusieron de castigo por una mala mirada al látigo en un calabozo sobre un potro donde tenia metida una fuerte pinga de madera que le introdujeron por atrás, fumando sin parar con boquilla.

En caso de que les guste sigo con el relato.

Latigoduro