El Mercado

Encuentro fugaz de una chica cachonda con un muchacho joven

EL MERCADO

Si lo cuento nadie me creería. Aunque al despertar ya tenía el presentimiento que iba a ser un día diferente. Ahora, al vernos tendidos en la cama con nuestros cuerpos entrelazados, desnudos, mirando al techo sin decirnos palabra en un intento de recuperar el aire consumido por la intensa actividad, ni yo misma me lo creo, me ruborizo solo de pensarlo.

Esta mañana, nada más levantarme de la cama, me sentía muy excitada, inquieta, sudorosa, es agosto y hace muchísimo calor. Voy al baño, tengo la necesidad de una ducha antes de salir. Mientras cae el agua por todo mi cuerpo se me va calmando el calor pero no la inquietud. Deslizo las manos por mis pechos, tengo los pezones erizados, continúo acariciándome hasta llegar a mi pubis, abro los labios y toco mi clítoris, está erecto y sensible, sigo acariciándolo haciendo círculos cada vez mas rápidos con el dedo índice, estoy cachondísima, deseo follar. Algo más tranquila después de correrme, me visto con lo más cómodo que encuentro y salgo como todas las mañanas de sábado para hacer la compra en el mercado, me encanta pasear por él en los días soleados como el de hoy, disfruto muchísimo observando a la gente, siempre con sus mismas rutinas y comportamientos.

Justo en la entrada están la gitanas del barrio escondidas bajo sus enormes vestidos de tela floreada intentando convencer a las amas de casa de lo sexys que van a estar para sus maridos con esa lencería, buena, bonita y barata, que tan insistentemente les ofrecen, la talla, lo de menos, todas se prueban el sujetador por encima del vestido con movimientos insinuadores delante de la gitana esperando una frase de aprobación que siempre encuentran por el afán de vender a toda costa. Una vez dentro, el  primer puesto que te encuentras es el de los huevos, es el único establecimiento donde hacen cola los maridos, aquí se encuentran, se echan el típico chistecillo y los dejan reservados mientras van a fumar con el café o copa pertinente en el bar de la esquina y hablar sobre el último partido de fútbol, su finalidad, escaquearse de hacer la compra con sus señoras, entre más los observo más me afirmo en mi convicción de seguir soltera. Me voy adentrando y veo a la charcutera con cara de resignación esperando la decisión de la viejilla después del quinto pedazo de queso que pide para probar, al pescadero reservando la mejor pieza para la viuda a la que todo el mundo sabe que corteja desde incluso antes de fallecer su esposo, ella siempre responde con la mirada baja y rubor en los cachetes, al carnicero con su machete troceando la carne con cara de pocos amigos… me dirijo a mis puestos favoritos, los de frutas, me encanta su colorido, siempre me ha fascinado la variedad de colores y como son ordenadas según sus tonalidades, invitan a acercarse sin saber cual elegir hasta que ves la fruta más brillante, madura y apetecible. Doña Brígida siempre me permite coger y comer in situ la pieza de fruta que me apetezca, ella sabe que nunca me voy sin pagar, me gusta ir saboreándola  paseando por los diferentes puestos haciendo la compra de la semana. Aún decidiendo que fruta comer veo a Jorgito, el hijo de doña Brígida, colocando la mercancía, en ocasiones me lleva la compra a casa, veo como me observa intentando disimular, es una ricura, se sonroja con facilidad, es muy atento aunque a veces, por su juventud, se molesta con su madre cuando lo trata como a un niño. Nunca nos habíamos intercambiado más que un saludo y alguna sonrisa, pero hoy me fijo en él de forma especial, ¿cómo reaccionaría si coqueteo un poco? (mira que te lo tengo dicho Sarita, no salgas de casa sin arreglar, que ya tienes una edad y nunca se sabe lo que puede suceder), ¿cómo puedo salir a la calle con estas pintas?, el pelo recogido en una coleta, sin maquillaje, con los vaqueros desgastados que tanta pena me da tirar y con una camiseta frikie dos tallas mas grandes de mi último concierto de rock. Entre la fruta que está colocando el muchacho veo unas mangas que tienen una pinta exquisita, aprovecho que justo en ese momento las está amontonando y me acerco con cierto contoneo y sonrisa pícara, me sitúo a su lado, cojo la manga que justo en ese momento acaba de colocar y le pido por favor que si tiene un cuchillo y me la puede pelar. Que gracioso, está colorado como un tomate. Sin dejar de mirarle doy un primer mordisco, está dulce y jugosa, jugueteo con un trozo en la boca, parte del jugo cae por la comisura de mis labios, recojo parte del jugo con mi dedo y me lo chupo pasando la lengua por todo el dedo, parece que los ojos se le van a salir de las órbitas, se queda paralizado, el pobre, no sabe como reaccionar. Le miro fijamente y con cara traviesa cojo otro mordisco, me giro y me alejo para seguir con mis compras aunque algo distraída pensando en ese cuerpo joven, con ese culito que quita el hipo y ese paquete que no pudo disimular. Uffff, un escalofrío intenso recorre todo mi cuerpo solo de pensar que puedo tenerlo entre mis piernas. Con toda la compra hecha regreso al puesto de frutas para pedirle a Jorgito que si puede llevármela a casa. Cuando le vuelvo a ver ayudando a su madre empiezo a sentir otra vez un deseo irrefrenable de un buen revolcón. Él ya me ha visto y noto como también se pone nervioso. Me acerco todo lo que puedo, tanto que puedo oler su aroma ligeramente matizado por el dulzor de las frutas, siento como cada vello de mi piel se eriza al sentir su cercanía y el calor de su cuerpo. –Jorgito, ¿serías tan amable de llevarme la compra a casa?, si fuera posible pronto te lo agradecería muchísimo (le guiño un ojo)-, me aproximo más hasta casi rozar su cuerpo, está tan cerca que invade mi espacio, pero no lo suficiente para calmar mi deseo. Sonríe y le devuelvo la sonrisa, poso la mano en su trasero, está firme, los ojos parece que le van a estallar. Es muy alto, me pongo de puntillas para poder susurrarle al oído –sígueme-, coloca la compra en un carro y me sigue sin poner objeción.  No hablamos hasta llegar a mi casa, sé que estoy loca al traerlo, pero la adrenalina hace que me excite aún más, tengo las braguitas mojadas.

Casi sin cerrar la puerta se abalanza sobre mi y me aprisiona contra la pared, me lo esperaba más tímido, el miedo me invade por un segundo pero estoy muy cachonda y me dejo llevar. Aproxima la boca a mi cuello y mientras lo recorre con la lengua desabrocha mi pantalón y mete la mano por dentro de mis braguitas. Nota la humedad de mi coño y se excita con mayor intensidad, siento su respiración mas agitada. Subo los brazos para que me quite la camiseta, acaricia mi piel, tiene las manos grandes. Con ansiedad y algo de inexperiencia desabrocha el sujetador y agarra mis pechos con firmeza mientras me besa. Me tiene con fuerza contra la pared, baja de mi boca a mi cuello, de mi cuello a mis pechos y me chupa los pezones como un bebé hambriento, los tengo duros y muy sensibles – ummmmm- consigue que emita gemidos de placer. Le desabrocho el pantalón y los bajo rápido hasta los tobillos junto a sus calzoncillos, me ha costado zafarme de sus brazos. Empiezo a lamer su torso duro como una roca y desciendo lentamente con mi lengua hasta su miembro deliciosamente erecto, grande y suave, lo sujeto con una mano, con la otra le aprieto el culo y me meto la polla en la boca, sus piernas se debilitan, me dice casi sin fuerza –cómetela toda-, se la chupo con mucha intensidad al mismo tiempo que lo masturbo, con la lengua hago círculos alrededor de la punta y con los labios bajo y subo. Me grita-¡para que me corro!, da igual se la machaco con más intensidad con la mano mientras le chupo los bordes del ano. Un gemido intenso sale de su boca al mismo tiempo que un chorro tibio de semen me salpica la cara, -ven a la cama, ahora quiero que me folles-. Es muy joven y se nota, antes de llegar a la cama ya tiene la polla dura otra vez. Hace tanto calor que las gotas de sudor corren por su cuerpo desnudo, pero no me permite admirar ni un segundo ese maravilloso cuerpo, con mucho ímpetu y algo torpe por la desesperación me tira sobre la cama, se sitúa entre mis piernas y sin pensárselo empieza a chuparme el coño, me sorprende su habilidad, sabe muy bien donde y como tocar. Mientras juguetea con su lengua haciendo círculos en mi clítoris mete dos de sus dedos en mi boca para humedecerlos, luego los introduce en mi vagina con las yemas hacia arriba masajeando exactamente el punto G, -¡ohhh dios, no pares, si si si si, joder, me corro-. Me mira con cara de victoria y sonrisa pícara empapado totalmente de mi corrida, tengo todos mis músculos contraídos por el fascinante orgasmo que aún recorre todo mi cuerpo. Con voz casi en un susurro le suplico que continúe. Asciende por mi cuerpo arrastrando la lengua hasta llegar a mi boca y me besa, me besa con una dulzura conmovedora, cualquiera diría que me acaba de comer el coño con tanta energía, sus labios tienen un sabor característicamente salado. Sus manos van a un ritmo totalmente diferente a su boca, me aprieta las tetas con fuerza y firmeza, -ufff-  me encanta. Sin hacerse de rogar me penetra duramente pero a pesar de la fuerza, su grande, suave y delicioso miembro entra en mi con muchísima suavidad por lo deseosa y mojada que estoy. Presiono sus duras nalgas como si nunca quisiera que saliera de mi. Entre sacudida y sacudida su pubis fricciona el mío, joder que placer. Sus músculos están totalmente contraídos, mantiene los ojos cerrados y aumente la intensidad de sus embestidas, noto que está a punto de correrse, pero aguanta, espera a notar que yo también me voy a correr. Una embestida más y todo mi cuerpo se arquea de placer, me he corrido con una intensidad bestial, él continua un poco más y se corre dejando caer todo su peso sobre mi. Aguanta en esa posición tan solo dos segundos, hace muchísimo calor, se gira y los dos quedamos boca arriba desnudos, sudando y jadeando………

Es sábado nuevamente, me despierta el calor antes que el despertador, creo que iré a dar un paseo por el mercado, me apetece fruta para desayunar del puesto de la señora Brígida.