El mensaje
Una mujer recibe un mensaje de su amante cuando está arreglandose para salir.
Llegabas tarde, como de costumbre, a tu cita. Siempre te cuesta decidir la ropa que ponerte y al final, una vez elegida, acabaste cambiándola de nuevo.
El maquillaje también contribuía a esa tardanza, y sin embargo, no podías salir de casa sin encender el ordenador y comprobar si tenías un mensaje suyo. Te morías de ganas de leerle, de saber algo más de él, de sentirlo tan cerca como cada vez que leías algo suyo, y tan intenso como si estuviera al lado tuyo haciendo sobre tu cuerpo las caricias que describía con sus palabras.
Ahí estaba su mensaje; sus palabras formaban hileras de letras que al ser interpretadas por tus ojos provocaban esos estremecimientos en lo más profundo de tu cuerpo.
Te habías esmerado especialmente en el atuendo interior ese día, habiendo hecho uso de buena parte de tu lencería preferida. Te habías puesto tus medias negras con liguero, que te hacían sentir aún más sexy. La acompañabas con un tanguita negro muy pequeño, que dejaba tu depilado sexo aprisionado bajo él, si bien tus labios siempre acababan saliéndose por los lados con tus movimientos… notabas la delgada cinta del tanga completamente pegada a tu sexo, habiéndose quedado por fuera tus labios. En cuanto al sujetador, hacía perfecto juego con el resto de lencería.
Para vestirte habías elegido un ceñido vestido negro, bastante corto, que realzaba tu figura, dejando ver perfectamente las curvas de tu cuerpo, de tu cintura, de tus pechos y, al tiempo, mostraban un generoso escote que sin duda, invitaba a la imaginación. La sensualidad que irradiabas era increíble, y tu sola contemplación bastaba para acrecentar la sensación de intenso deseo que te inundaba. Unos tacones bastante altos, nada cómodos pero terriblemente bonitos, completaban la bella imagen que te devolvía el espejo cuando apareciste delante.
Comenzaste a leer su mensaje. Era otra indecente propuesta suya que tanto te gustaba recibir. Insinuaba lo mucho que le excitaba la idea de que pudieras masturbarte para él. Tu excitación iba en aumento. También te excitaba la idea. El recuerdo de tu sensual imagen en el espejo acudía repetidamente a tu mente. Notabas el tanga completamente pegado a tu sexo. Estabas siendo invadida por una arrolladora avalancha de pensamientos a cuál más erótico.
Conectas tu cámara. Sólo por ti. Sólo para ti. Te excitaba mucho la idea de verte en tu pantalla, vestida para follar, y cuando te viste, no pudiste resistirte a la tentación de dejar deslizar sobre la piel de tu escote tus dedos, recorriendo lentamente tu cuello con el dorso de dos dedos. Notas tu sexo entre tus piernas arder de deseo. Te levantas de la silla y contemplas la imagen que está en la pantalla… Tus manos recorren todo tu cuerpo, tus muslos, tus piernas, tus caderas, deslizándose suavemente sobre la suave tela. Tu vientre, tus pechos, tu cintura es recorrida lentamente, hasta que tropiezas con la cremallera del costado, y vas bajándola suavemente. Tu vestido cae dejando ver tu ropa interior; tu sexo rebosa por los lados de tu pequeño tanga, y tus dedos juguetean con ellos. Tus manos acarician tu sujetador notando como tus pezones se endurecen aún más. Los aprietas entre el encaje que los rodea. Los pellizcas suavemente dejando que tus dedos noten su dureza. Acabas quitándote el sujetador y te quedas con tu minúsculo tanga, y unos pechos enormes que se mueven sensualmente al compás de tu cuerpo.
No paras de acariciarlos dulcemente, de pellizcarte los pezones, de rozar con la yema de tus dedos esos duros apéndices que rematan esos pechos tan bellos, que no paran de moverse, de bambolearse ayudado por el movimiento de tu cuerpo. La imagen de la pantalla te tiene cada vez más excitada. Te gusta, te excita el contemplarte así de sensual.
Ya solo te quedan las medias, los tacones y tu tanga, pero tus manos hace tiempo que no paran de acariciar tu clítoris por encima del tanga, de pellizcarte los labios que sobresalen por los lados y darles pequeños tironcitos que te están volviendo loca. Tus jadeos cada vez son más fuertes, más sonoros, más excitantes. Colocas una pierna sobre la silla y te dedicas a abrir tu sexo todo lo que puedes. Te clavas la cinta entre tus labios y aún más cuando coges entre tus dedos tu tanga y tiras hacia arriba, moviéndolo suavemente hacia los lados, de manera que la cinta negra acaba arrastrando tus labios de un lado a otro, uniéndolos, dejándolos escapar por un lado, para de nuevo introducirse entre ambos separándolos, para volver a dejarlos escapar por el lado opuesto. Vuelves a tirar hacia arriba, notando cómo acaba queriendo penetrar en tu sexo. Te demoras en este juego un buen rato, sin prisas, jugando con tus labios, con el roce de tu tanga sobre tu clítoris, sobre tu vulva, que palpita de deseo, notando sobre tu sexo los latidos de tu acelerado corazón.
Tienes el tanga totalmente empapado de la humedad que estás sintiendo. Te gusta estar así. Ya no tienes ninguna intención de llegar a tu cita, con lo que acabas abandonándote al placer y acabas quitándote el tanga. Sólo tus medias negras, tus ligueros, y tus tacones.
Te inclinas sobre el teclado, viendo tus pechos sensuales, y como tus manos están acariciando tu clítoris con movimientos rítmicos, tus pechos reproducen esa cadencia incrementando la sensualidad del momento. Abandonas momentáneamente tu clítoris porque tus dedos están entrando por fin en tu húmedo sexo.
Tienes dos dedos lo más profundo que has podido meterlos dentro de ti. Despacio, sin movimientos bruscos. Simplemente has colocado dos dedos en la entrada de tu vagina, y suavemente, has ido empujando sin retroceder hasta que el resto de la mano ha hecho de freno. Han sido increíble las miles sensaciones que has tenido en un momento. Poco a poco los vas retirando, despacio, notando cómo tu sexo vuelve a cerrarse, como si no hubiera estado totalmente entregado a tu propia penetración un instante antes. Sacas los dedos y despacio los llevas a tu boca para sentir tu sublime sabor. Te excita. Sentir el sabor de tu coño en tu boca es algo que siempre acaba llevándote a la locura. Los chupas despacio, sacando todo el sabor, notando la textura tan peculiar que adquieren tus dedos cuando los metes en tu sexo. Esa humedad, ese tacto, esa viscosidad, ese sabor, ese olor, te transportan a un mundo de sensaciones que siempre te desborda. Como te estás sintiendo ahora.
Tus dedos vuelven al camino anterior, invadiendo tu intimidad, contemplando tu imagen abierta de piernas y con tus dedos dentro en la pantalla de tu ordenador. Colocas la cámara de manera que capte perfectamente el momento en el que te sientas de nuevo ante el ordenador, colocar ambas piernas sobre la mesa, totalmente abiertas y tus dedos comienzan a entrar y salir a mayor velocidad de tu sexo. Notas cómo tu mano te está follando, cómo tus dedos te están follando, llenándote de placer, ya no son dos, sino tres los dedos que has metido, pero aún tienes ganas de más… Estás tan excitada que no sientes dolor ninguno cuando tus dedos pellizcan tus pezones fuertemente. Tampoco cuando tu mano abierta acaba dándote un cachete bien fuerte en tu propio culo, sintiendo aún más placer por el golpe sonoro y seco que produce sobre tu piel. Por fin te dedicas a penetrar tu sexo con una mano mientras la otra está totalmente centrada en tu clítoris….Te ves en la pantalla. Te excitas aún más.
Tus gemidos y gritos de placer inundan la habitación… No puedes más…….
Tus ojos no pueden estar abiertos…. El placer los cierra….. tu mano se empapa aún más…..
Te has corrido de una forma espectacular….. tu mano está empapada……
Recoges todo el líquido que puedes y lo esparces sobre tus pechos, que lo recibe mientras todavía sientes espasmos de placer en tu sexo.