El mejor sexo de mi vida
Este es un relato que demuestra que algunos hombres sí saben complacer a una mujer. Espero que sea de su agrado.
Amor, puedo sentirte respirar a mi lado, tu mano levemente apoyada en la mía. Giro mi cabeza hacia vos y te miro. Nuestros ojos se encuentran y nos entendemos al instante. Busco tu boca con la mía y te beso suavemente. Lentamente el beso se profundiza. Sabés cómo me gusta que me aprietes contra tu pecho mientras hurgas con tu suave lengua las profundidades de mi boca. No puedo contener los gemidos que van brotando de mi interior, ni mis manos que van explorando tu espalda, tus muslos y que lentamente van llegando al objeto de mi deleite.
Siento tu sexo endurecido, y se me escapa un gemido, anticipando el placer que, sin más preámbulos, voy a buscar. ¡Cómo me gusta jugar y entretenerme con tu verga! Suavemente beso la punta, y voy metiendo de a poco todo el tronco en mi boca, jugando en el camino con mi lengua. Mientras te masajeo los testículos, hago entrar y salir de mi boca esa verga hermosa que está toda para mí. La siento estremecerse, crecer dentro de mí, con cada beso que le doy. Te escucho gemir y eso me calienta aun más. Mi sexo se humedece hasta estar totalmente empapado, tu mano sobre mi cabeza me incita y dirige los movimientos que te darán más placer. Me siento una puta complaciendo a su cliente.
Como sabiendo lo que estoy pensando me decís exactamente eso, que soy tu puta personal, y que soy la mejor. Siento que voy a llegar al orgasmo solo besando esa pija dura y caliente. Vos te das cuenta, y movés tu mano hacia mi espalda y lentamente la llevás hacia abajo, tus dedos se introducen en mí, haciendo que tiemble de placer, sabes como usar tus dedos para hacerme acabar. Vas metiéndolos y sacándolos al mismo ritmo que yo te la chupo. Buscas esa pequeñísima parte donde sabes que esta el punto de mayor placer me vas masajeando con suavidad pero con firmeza, sabes hacerlo y yo siento que no aguanto más. Seguís moviendo tus dedos, masajeando ese botoncito, más rápido, ejerciendo la presión justa. No puedo creer que lo hagas tan bien; yo casi no puedo concentrarme, pero lo intento porque amo chuparte todo, intentar meterme todo ese pedazo en mi boca
Entre gemidos me decís que no querés acabar todavía, que pare.
Me levantás, sin violencia pero con firmeza, haciéndome sentir que ahora vos tenés el control, que yo solo soy tu puta. Me acostás de espaldas, de modo que quedo a tu total disposición. Separás mis piernas, y mirándome con una expresión de lujuria, te sumergís en mi sexo, que a esta altura está completamente mojado.
Si con tus dedos sabes muy bien que hacer, con tu lengua sos un maestro tu boca me recorre entera, tu lengua se introduce en mi, pellizcas con tus diente el clítoris, hinchado y jugoso, que pide más tu lengua se mueve en diferentes direcciones, masajeándolo. No necesito mucho más para llegar a un clímax explosivo. Vos te apartas un poco, al tiempo que seguís estimulándome con tus dedos, porque te gusta ver como mi concha se contrae mientras acabo y como mi cuerpo se contorsiona al ritmo del orgasmo. Después seguís chupando y mordiendo como si comieras el manjar más delicioso y quisieras saborear hasta lo último no puedo evitarlo, gimo y grito de placer. Siento que con el orgasmo se va un poco de mí y necesito unos segundos para reponerme.
Pero mi anhelo es sentirte dentro de mí. Me siento encima de vos y te deslizas suavemente en mi interior; te siento entrar y es la gloria. Me muevo lentamente porque no quiero apurarte, quiero sentir esa pija palmo a palmo quiero saborearla. Tus manos en mis caderas marcan el ritmo; subís tus manos a mis pechos y los acariciás con placer. Te incorporás y me los chupas con deleite, haciendo lo mismo que hacías en mi sexo. Tus gemidos aumentan mi placer, sentirte gozar es lo que más me calienta. Estamos así por un rato, moviéndonos al mismo ritmo, acariciándonos, besándonos, alternando la pasión con la suavidad y la ternura. En tu boca todavía está mi sabor. Siento que otro orgasmo está por venir y me aferro a tu espalda mientras las convulsiones de placer van pasando. Me esperas y te apretás más a mí para sentir como si fuera tuyo ese orgasmo que me hace temblar
Nos miramos nuevamente y entiendo lo que me pedís, porque yo también lo deseo. Cambiamos de posición y vuelvo tener en mi mano tu verga, húmeda con mis jugos, dura y erecta como un mástil. La miro y me deleito, acariciándote un poco más antes de metérmela en la boca. No logro tragar todo el tronco, pero lo intento una y otra vez. Vas moviendo tus caderas al ritmo de mis caricias. Cuando sentís que estas cercano al orgasmo me apartás y con la fuerza de un macho en celo, me das vuelta y me pones en cuatro. Yo ya estoy anticipando lo que va a pasar.
Ya no hay lugar para suavidad ni ternura, ahora todo es pasión y lujuria. Sabes que es el momento para dejar de lado toda dulzura. Mientras me decís toda clase de obscenidades, que lo único que logran es calentarme más, me metes dos dedos en el culo, y los vas moviendo primero con suavidad y después más rápido y fuerte. Estoy como desencajada de placer, gimiendo y pidiendo más como una perra en celo.
"Te voy a hacer el orto, puta", es lo que escucho a continuación. Apoyas la cabeza de esa hermosa pija en la puerta de mi culito, y vas empujando, sin detenerte. Se mezclan el dolor y el placer cuando por fin puedo sentir que estas completamente dentro de mi.
Tus gemidos son música para mis oídos, no puedo esperar más y empiezo a moverme. Pero vos tenés el control, y empezás a embestirme sin piedad, con fuerza, haciéndome sentir hasta el fondo toda tu dureza gemidos y gritos de placer me invaden por completo, ya no me importa si me escuchan los vecinos. Esa verga me esta invadiendo las entrañas hasta lo más profundo. Tus embestidas son fuertes, potentes, y se que pronto toda tu leche correrá en mi interior. Te pido más y más, que quiero sentirte acabar dentro de mi
No aguantas más, puedo sentirlo. Das la última embestida, hasta quedar como suspendido y siento las contracciones de tu verga en mí, casi siento correr el semen en mi interior. El ultimo gemido, profundo y maravilloso, sale de tu boca y caes sobre mi espalda, con la respiración agitada.
Coger con vos es el cielo para mí.
Nos dormimos sin decirnos nada, porque no hace falta. Estamos los dos satisfechos.