El mejor polvo de mi vida

Dos amigos de toda la vida acaban dando rienda a su pasion en un coche.

Mi amigo César y yo, tenemos una relación de amistad desde que éramos casi niños. Siempre hemos ido juntos, lo hemos compartido todo. Cuando me bajó la primera regla, allí estaba él, cuando no sabía afeitarse, ahí estaba yo. Cuando nos daban calabazas, siempre estábamos para recoger los cachitos de nuestros corazones… No puedo imaginar mi vida sin él, pues, ha estado en cada momento de mi vida igual que yo en la suya, y me siento tremendamente orgullosa de ello. Sin embargo, por capricho del destino, o bien, que la vida nos tenía otra propuesta, siempre estuvimos juntos, y siempre separados.

Cuando me casé, él ejerció de padrino. Yo, fui la madrina de su único hijo. Esa fue nuestra vida, hasta que un día, treinta años después, algo cambió.

A mi se me había estropeado el coche al salir del trabajo, somos vecinos, como era de esperar y le llamé pues no tenía a nadie en ese momento. La grúa se había llevado mi coche, y yo tenía que volver a casa. César no tardó en llegar.

Me preguntó que había pasado, yo, le expliqué. El, debía ir a un pueblo cercano a recoger unos libros, le dije que le acompañaba, así, pues hablábamos de nuestras cosas y así hicimos.

Recogimos los libros y nos tomamos unas tapas en un bar cercano. Serían cerca de las 5 de la tarde, había que volver, pero aquel día estaba tan a gusto con él, que lo cierto es que no me apetecía en absoluto. Como en los viejos tiempos, charlando hasta el amanecer.

Cogimos el coche y fuimos a dar una vuelta, una pequeña ruta por las aldeas vecinas. Hacía una tarde maravillosa, la verdad, César, estaba especialmente guapo ese día, al menos, era lo que me parecía. Bueno, siempre me había parecido tremendamente guapo, la verdad. Se lo dije, él sonrió, me devolvió el cumplido y yo, guardé silencio.

Hasta que hice la gran pregunta:

César, ¿Cómo es que tú y yo nunca lo hemos hecho?

Hecho, ¿el qué?- En mi mirada vio la respuesta.- ¡Ah!, eso…- Se sonrojó.- bueno, somos amigos, Supongo que por eso.

¿Nunca has pensado en mi de otra manera?- Él, volvió a mirarme.- Vamos, dime, no seas malo.

Bueno, pues si, la verdad. ¿A que vienen tantas preguntas, loca?

Pues porque de repente, me apetece hacerlo mucho contigo, pienso que deberíamos probar.

¡no digas tonterías!, probar dice… No me juegues con eso no te vayas a arrepentir.

No estoy jugando, te lo digo muy en serio.- El me miró, y de pronto, salió de la carretera entrando en un pinar muy frondoso. Encontró un sitio entre dos árboles donde poder dejar el coche. Aparcó, paró el motor y me dijo.

¿Aún quiere hacerlo?- Yo, en contestación, me quité las bragas y las colgué en el espejo retrovisor. Estaba bastante cachonda, la verdad, hacerlo con César era una fantasía que iba a cumplirse.

¿Y tu quieres hacerlo conmigo?- le pregunté. – Me miró como nunca lo había hecho y me besó muy, pero que muy bien. Yo, pasé mis brazos por encima de su cuello, abrazándole y devolviéndole el beso. César aprovechó para desabrocharme blusa y pasar las manos por la espalda en busca del sujetador. me libró de él y se separó un poco para mirarme. Luego, agarró mis pechos con ambas manos y los masajeó, llevándoselos a la boca. Succionó muy bien un pezón y lo mordisqueó con maestría. Yo buscaba su cinturón para dejar libre su verga que ya no podía estar más escondida bajo ellos. Me separé de él una vez desabrochado. Recliné a tope mi asiento hasta quedar casi tumbada. Me puse cómoda. César, se bajó un poco los pantalones, antes, metió la mano entre mis piernas, para comprobar mi deseo, supongo. Al notarlo, se vino sobre mí, abriendo mis piernas con las suyas. Yo tenía como única ropa, la falda enrollada en mi cintura. El aun tenía la ropa puesta y no me importa, mientras él me cubre y hunde su cabeza en mi escote, yo, meto mis manos bajo su camiseta, llego hasta sus hombros, acaricio su espalda. César me besa en el cuello, encuentra ese rincón en él que me excita tanto. Intento librarle del pantalón, sus besos, su olor, él sobre mi… me tiene de manera desconcertante, muy excitada. Él, se libra de sus pantalones, me susurra al oído que va hacerme suya, eso aún me enciende más y entonces le sentí:

Al principio sentí su polla buscando la entrada, pero luego, la noté como entró de una sola embestida muy despacio. Notando todo su esplendor hasta mí ultimo rincón. Una vez llena de él, paró y me besó apasionadamente, volviendo a retroceder y a entrar de igual manera. Jamás sentí algo parecido. Subí mis piernas y le abracé con ellas. Me agarré a su culo haciéndole que entrara una y otra vez dentro de mí. Yo tenía los ojos cerrados y mil sensaciones, en ese momento no pensé que era mi mejor amigo sino que estaba disfrutando del mejor polvo de mi vida.

El entraba y salía una y otra vez, sin prisas, haciéndome sentir en cada embestida todo su poderío. Yo me mordía los labios, le traía hacia mi boca continuamente, le susurraba en el oído lo mucho que me gustaba lo que hacía, él, respondía a mis palabras con más besos, más caricias. Y así, empecé a notar un bombeo en mi vagina que me anunciaba un orgasmo inminente.

¡Ay César!- exclamé.- Cariño, sigue así que me viene.- Más, dame más mi amor. ¡Dios!, así, así…un poco más mi vida- Él estaba en pleno apogeo orgásmico, mis palabras le excitaban aun más, su excitación se notaba cada vez más fuerte dentro de mi. Yo, no podía reprimir mis palabras- Sigue mi vida, así, así mi amor, ummm... ….

Joder- Exclamó él… Su aliento sobre mi, su respiración agitada, su deseo por mi me calentaba aún más.

Sigue, sigue, solo un poco más.- yo, quería correrme pero no quería que se acabara, era una dualidad sin parangón, pero cerca de mi oído, él susurró:

Te quiero, joder… y mucho.

Y no me pude aguantar más. Una oleada de calor me invadió notando la humedad hasta en el sillón.

Quedé extenuada, tirada con César sobre mi que se retiró solo un poco para mirarme y darme un respiro.

Que guapa te pones recién follada- me dijo, aquello me hizo gracia y sonreí, él, no había acabado aún. -Te podré dar un poco más, ¿verdad?

Todo lo que tú quieras, le contesté.

Y comenzó de nuevo a bombearme de aquella manera maestra y que me hizo pensar, cómo es que nunca lo habíamos hecho antes.

Volví a subir mis piernas y a bajar un poco el culo para volver a encajarme bien. Le susurré que me follara y lo excité de gran manera.

En este momento, si que noté su polla temblar, preludio de una buena descarga. Así que le ayudé un poquito diciéndole:

Fóllame César, fóllame de nuevo.

Joder tía, eres increíble.

Y después de unos cuantos meneos más, César se vació bien a gusto dentro de mí, sin importarle nada. Su calor me embriagó y justo, cuando él me daba las últimas sacudidas yo, me volví a correr así, sin previo aviso. Fue increíble.

El quedó tumbado sobre mí unos minutos, besándome muy dulcemente, me gustó mucho eso. Luego, se retiró y se subió los pantalones. Yo me incorporé e hice lo propio. Nadie decía nada. Una vez vestidos, abrí la ventanilla para que se fuera desempañando los cristales. Un olor a pino inundó el coche. Estaba oscureciendo. La luz naranja de la caída del sol creaba unos espectros preciosos de sol y sombra.

Ha sido increíble- por fin, habló.

A mi también me lo ha parecido.

Hay que irse a casa, ¿no?

Si, hay que irse.

¿Y ahora, que?- Me preguntó.

No te preocupes César. Esto no te complica la vida, no estropees el momento- Lo cierto, es que me molestó esa pregunta.

Si me la complica. Desde que te conozco, he soñado con esto de mil maneras posibles, ninguna se asemejaba a la realidad, la verdad.

Bueno, pues siempre podemos repetir.

César acabó riendo y arrancando el coche.

-¡Eres increíble!

  • Y no estoy sorda…- haciéndole entender, que le había escuchado en pleno apogeo, su declaración de amor.

  • Lo dicho, increíble… Anda, vamos para casa que mañana, será otro día.

Y entre risas, como si nada hubiese pasado, nos fuimos a casa.

Fue una tarde maravillosa en la que mi mejor amigo, pasó a ser mi mejor amante.