El mejor Halloween-Relato corto

La bruja Carmina se divertirá con los huevos de los pobres chicos.

La bruja Carmina era una mujer de treinta años con un físico perfecto. Larga melena pelirroja que caía sobre su espalda con algunos rizos, pecas por su mejillas, ojos claros y una sonrisa que robaba los corazones de la gente. Llevaba un precioso conjunto ceñido que dejaba un escote delicioso a la vista de la gente, las piernas al descubierto, unos tacones, una capa y sombrero de pico. En su mano derecha llevaba una escoba algo vieja para completar el disfraz. Era el único día que podía salir disfrazada como tal sin llamar la atención aunque con semejante cuerpo resultaba complicado.

Los andares al caminar provocaban algo más que una sonrisa a los jóvenes que se enamoraban de ella, sus pollas se sobresalían de sus pantalones tiesas deseando penetrar aquella mujer. Paseaba por el parque donde los jóvenes celebraban la fiesta con alcohol. Algunos se besaban sin pudor y otros metían mano a las chicas. Eso la encendió mucho y se fue por otro camino aunque recibiendo silbidos de la gente.

—Estoy a punto cariño—dijo una voz detrás de unos matorrales.

Con un hechizo, se hizo invisible y silenciosa, se aproximó y vio a un tío borracho y gordo obligando a una chica. Está era joven, cabello largo y tipo animadora. Incrustaba su polla una y otra vez, la joven quiso gritar pero estaba llorando, paralizada del miedo.

Carmina movió sus dedos en el aire y lanzó un pequeño hechizo. Una luz invisible al ojo humano salvo las brujas, fue a parar a la entrepierna del hombre. Pronto, el chico comenzó a sentirse extrañado y vio como su polla perdió la dureza para quedarse flácida. La sacudió un par de veces pero nada, ella podía escuchar sus pensamientos.

—¿Qué coño me pasa?.

La mujer recitó unas palabras y su cuerpo y mente fue transferido a la chica. Ahora tenía los ojos rojos. Con una sonrisa y ante la distracción de este, le dio una fuerte patada en los huevos desprotegidos que le dejaron sin aliento. Otra patada en la cara le tumbó boca arriba. Se levantó ante el asombro de este y ella piso su entrepierna.

—¿Qué le pasa a tu amigo?, ¿no se te para?—preguntó con un tono de voz diferente.

—¿Qué eres?.

Paralizado ante el miedo, no pudo hacer nada cuando la joven se agachó, alargó la mano y la cerró sobre el escroto del hombre. Con otro hechizo, enmudeció a este que por mucho que gritase, nadie le iba a escuchar.

—El infierno está lleno de gente como tú—dio un fuerte tirón ante la agonía del hombre que se agarraba la cabeza. Tras unos segundos de dolor, ella dejó de tirar—he tenido una idea mejor.

Se tocó la vagina y de ella creció un enorme falo de color negro. Carmina se relamió en aquel cuerpo y se la cascó unas pocas veces.

—Chupa—ordenó—si quieres que tu polla se ponga tiesa de nuevo.

Él obedeció ante su propio asombro, ella le ordenaba al cuerpo del hombre, era una bruja muy poderosa. Succionó aquel miembro, Carmina estaba gozando viendo como su polla entraba y salía de aquella boca mientras este derramaba lágrimas de humillación.

—Muy bien, a cuatro patas—dijo.

Él lo hizo y puso su culo en pompa, abriéndose él mismo las nalgas. La rotura anal fue completamente espectacular, digno de ser grabada. El vaivén de la joven en contraposición de aquel humillado hombre excitaría a cualquiera.

Miró la hora y supo que debía darse prisa ya que el tiempo pasaba muy rápido. No podía alterar el tiempo pues estaba prohibido y se castigaba con la muerte. Apretó su polla y llenó aquel culo roto por su enorme polla.

Se quitó del cuerpo de la joven que cayó inconsciente. Pero no podía dejarlo allí, así que con su magia, lo subió en el aire para luego con una cuerda creada por ella, atar sus huevos a unas ramas dejándolo allí amarrado.

—Listo—dijo sacudiéndose las manos.

Se deshizo de la invisibilidad y continuó caminando por el parque, en una zona ya donde los jóvenes no se reunían. Un hombre apareció por una de los caminos y al verla, esbozó una sonrisa. La llamó para hablar con ella aunque con otras intenciones.

—¿Necesitas compañía?—preguntó acariciándose el paquete—¿qué te parece si vamos detrás de unos arbustos?.

—Claro—dijo ella acercándose.

—Conozco un buen...—sus ojos se abrieron de par en par.

La mujer le había dado con el palo de la escoba desde abajo hasta arriba justo en sus huevos que no contaban con la protección de su polla. Carmina lo arrastró hasta el lugar indicado y lo desnudó de un plumazo, sin resistencia. El chico sentía un profundo dolor en sus huevos.

—Tranquilo, no sufrirás mucho—con un chasquido, la mujer le quitó el pene, pero sin dolor alguno.

Entonces vio que este comenzó a flotar ante la aterradora mirada del hombre, un hombre de cuarenta, calvo y solo.

—Cuando termine su...''misión'' volverá a su sitio—explicó ella.

El pene se puso en la espalda del hombre y luego descendió hasta ir a parar a su culo donde se introdujo de golpe. Como antes, silenció su boca y se dedicó a contemplar su obra. La polla entraba una y otra y otra vez mientras el hombre con únicamente los huevos colgando en su entrepierna, gemía de placer.

—¡Carmina!—una voz la llamó. Era una de las otras brujas.

Era Mery, una joven aprendiz de cabello azul con una larga trenza. Tenía un cuerpo más pequeño que Carmina pero igual de atractivo. Tetas pequeñas pero firmes, nalgas apretaditas y una boca que succionaba cualquier polla que se le pusiera por delante.

—¿Qué haces aquí Mery?—preguntó.

—Recolectar—llevaba una calabaza en la mano derecha.

—¿Chuches?—ella negó.

Metió la mano y de la calabaza sacó unas cuantas bolsas escrotales.

—Eran condenados por violaciones, nadie se apenará de ello salvo ellos mismos—dijo.

Mery era la hija de una de las brujas más sangrientas de la orden. Y había sacado la maldad de su madre sin duda alguna.

El hombre gimió y finalmente se corrió. Su pene regresó a su sitio ante su alivio. Estaba agotado y tendido sobre la hierba cuando vio a Mery acercarse y agacharse.

—¿Puedo o quiere tú?—preguntó con voz inocente y tierna.

—Todo tuyo—ella esbozó una gran sonrisa—¡gracias!.

El hombre dio un gran grito de dolor que nadie escucharía debido al hechizo. Mery lo guardó en la calabaza y le dio un beso a Carmina que saturó la herida para evitar que muriera. Tomó el teléfono de su victima y llamó a una ambulancia para que viniera a recogerlo.

El tiempo para que acabase el día terminaba, había estado tan liada y cansada aquel día que había consumido todo su tiempo. El ir a algún bar también la hizo quedarse sin tanto tiempo. Le encantaba vestir aquel conjunto al aire libre. Recordó entonces una cosa que siempre había querido hacer. Regresó a la zona donde los jóvenes follaban en los bancos sin importar que fueran observados, estaba repleto.

Una sonrisa se produjo en su cara, se hizo invisible y fue caminando entre la gente sin que nadie se percatase tocando levemente el escroto de cada uno de los chicos, tuvieran la edad que tuvieran hasta llegar al final del camino.

—Es hora...de los fuegos artificiales—recitó un conjuro y unas manos invisibles emergieron de los escrotos de los hombres que cabalgaban a sus chicas siendo animadas por algún amigo o compañera de clase. Ellas por su parte gozaban como perras en celo.

Con un chasquido de dedos, las manos se cerraron violentamente sobre cada escroto que tenía a su alcance. Una vez agarrados, presionaban con una fuerza terrible. Los chicos gritaron de dolor mientras sus testículos eran aplastados dentro de su escroto hasta escuchar como reventaban.

Carmina se alejó del parque con una sonrisa y el coño humedecido, aguardando que la noticia saliera en las televisiones.

Y así terminó su mejor Halloween, deseosa que llegase el próximo año para repetirlo.