El mejor fin de semana

Una semana horrible termina maravillosamente

La semana había sido horrible. Reunión tras reunión, saliendo a las tantas de la noche. Julia llegaba a su casa cansada, hecha polvo, con ganas sólo de acostarse y dormir.

Su novio, Pedro, con el cual llevaba poco tiempo conviviendo, la esperaba, paciente. Sólo el martes Julia tuvo el suficiente humor para hacer el amor.

"Y ahora, por fin es viernes", se dijo Julia. "Llegaré a casa y dormiré todo el fin de semana".

Pensó en Pedro, su chico. Lo quería mucho, pero esa semana lo había tenido muy desatendido. El sábado, o el domingo, descansada, lo compensaría. Era un chico paciente.

Llegó a casa cerca de las doce de la noche, rendida. Pedro la recibió con un beso.

-Hola mi amor. Por fin es viernes - dijo él.

-Bueno, casi sábado ya. Creo que voy a dormir todo el fin de semana.

-Tienes algo de cena en la nevera. ¿Te la caliento?

-No, ya comí algo en la oficina.

Se abrazó a él, que la rodeó con sus brazos. Estaba tan cansada. Él la besó en el cuello. Ese beso, en otras circunstancias, la hubiese hecho estremecer. Era su punto débil. Pero el agotamiento físico y mental impidió que sintiera nada.

Le miró a los ojos. Vio deseo en los ojos de Pedro. Desvió la mirada. No se sentía con fuerzas para el amor.

-Cariño... lo siento. Me voy a dormir.

Se lavó los dientes, se fue al dormitorio, se puso un pijama y se metió en la cama. Estaba tan cansada.

A los pocos minutos entró Pedro. Se desvistió, se puso su pijama y se metió en la cama, junto a ella. Julia estaba de lado, y él se colocó a su espalda. Julia, sin abrir los ojos ni moverse, le dio las buenas noches

-Hasta mañana, cariño.

Pedro no le dijo nada. Se pegó a su espalda y la abrazó, pegando su cuerpo al suyo. Julia notó la polla dura pegada a su culo. No se movió. No dijo nada.

Pedro le apartó el cabello de la nuca y le besó el cuello. Ahora sí se estremeció. Era tan agradable sentir su cuerpo pegado al de ella, notar su calor. Más besitos, tiernos, suaves. Pero estaba tan débil. Quiso parar la situación antes de que fuera a más.

-Ummm Pedro...mi amor... Necesito dormir. De verdad que estoy agotada. Te prometo que mañana seré tuya.

-Shhhhh... duerme, cariño, duerme.

Sí. Dormir es lo que necesitaba. Descansar. Estaba tan agustito así, acurrucada en la cama, abrazada por su chico, siendo besada. Cuando la besó en un orejita, una sonrisa se dibujó en sus labios.

Estaba como flotando. Sin fuerzas, sin poder moverse. Entonces una de las manos de Pedro se posó sobre su cadera y, lentamente, se metió por debajo de la blusa de su pijama. Fue una caricia muy suave, que le puso la piel de gallina. Aquellas yemas en su cintura, aquellos labios en su orejita, y su dura polla contra su culito, la estaban excitando.

Pero no se movía. Estaba relajada, dejándose acariciar. La mano de su chico empezó a subir por su piel, hasta llegar a una de sus tetas, desnuda. Las cinco yemas de los dedos rozaron a la vez la piel del seno, haciéndole unas agradables cosquillas. La lengua de Pedro lamió el lóbulo de su oreja, para después atraparlo entre sus labios y chuparlo.

Notó dos dedos cogiendo su pezón, que se puso aún más duro de lo que ya lo estaba. Su oreja seguía siendo agradablemente atacada.

Aquello era como un sueño. Con los ojos cerrados, sin moverse, sólo sintiendo aquellas caricias. Pero estaba despierta. ¿O quizás era realmente un sueño? No, ni lo uno ni lo otro. No estaba dormida, pero tampoco despierta del todo. Se hallaba en un grado tal de relajación, de bienestar que sólo sentía dos cosas. Cansancio y placer. Intentó moverse, darse la vuelta, encarar a su hombre, pero su cuerpo no le respondió.

La boca iba de su oreja, a su cuello, a su nuca, y la mano que acariciaba su pecho lo abandonó, y fue bajando por donde había subido, apenas rozándola. Pero no se detuvo en su cintura. Siguió bajando hasta su cadera, y de ahí llegó a su pubis, sobre el pijama. Julia jamás se había sentido así. Era como cuando estás muerto de sueño y te acuestas, cierras los ojos, y sabes que te vas a dormir enseguida, pero sigues despierto. Notas como tu cuerpo se va durmiendo poco a poco hasta que tu consciencia desaparece en el olvido.

Si no fuera por aquellas caricias, Julia ya estaría dormida. Los labios y los dedos de Pedro la mantenían en la frontera, justo en el límite. Y ahora, la mano se metía por dentro de su pantaloncito de pijama. Sus dedos se metieron entre su vello, suave, acariciando su monte de Venus. No se quedaron ahí mucho tiempo, siguieron bajando, y se adentraron por la rajita de su coño. No se movió. No abrió sus piernas para facilitar el agradable asalto a su intimidad. Ningún músculo de su cuerpo se movía.

Pedro se las arregló para que su dedo corazón pudiese acariciar su mojada hendidura. Se las arregló para encontrar su clítoris y frotarlo suavemente. Julia no se movía, pero él notaba que su respiración aumentaba de ritmo.

Las masturbó con mucha suavidad, con mucha delicadeza, sin prisas, sin dejar de besar su cuello, su orejita. Julia seguía quieta, sin decir, nada, gimiendo muy bajito. Pedro notaba su excitación prácticamente sólo por la humedad de su coñito. Aunque su cuerpo parecía no reaccionar, sabía que estaba sintiendo placer.

Pedro estaba muy excitado. Tenía muchas ganas de hacer el amor con su novia. Era una chica preciosa y sentía afortunado de estar con ella. Pero esa semana había sido horrible para ella, y en verdad la notaba agotada. Era un hombre paciente, y sabía esperar.

Al fin el cuerpo de Julia empezó a un poco. Pedro la notó estremecerse, y frotó su hendidura un poco más profundamente. Se pegó más a ella, frotando su polla contra su precioso y redondo culito.

Julia, en su nube, ajena a todo, sintió que algo en su interior iba a estallar. No fue un orgasmo arrollador, de esos que le rompían el cuerpo, dejándolo tenso, sin respiración. Fue un orgasmo suave, como una bañera que se llenaba hasta el borde y se empezaba a desbordar despacito. No fue intenso, pero si muy largo. Los músculos de su cuerpo apenas se tensaron, pero con todo su ser sintió el placer, que no parecía acabar. Y como vino, lentamente, se fue. Se apagó el placer como se apagó su consciencia.

Y después, la nada.

Julia ha había quedado completamente dormida, profundamente dormida. Pero la tapó y también se dispuso a dormir, aunque a él si le costó mucho conciliar el sueño.

Pasaban las doce de la mañana cuando Julia abrió lentamente los ojos. Miró el reloj de la mesilla de noche. Estaba tan relajada. Hacía mucho tiempo que no dormía hasta tan tarde.

Aún adormilada, empezó a recordar la noche anterior. Las caricias, el placer, y después, nada. Recordó sentir contra ella el cuerpo de Pedro, su dura polla apretada contra ella. Pero no conseguía recordar haber hecho el amor con él. Ni haberlo acariciado, tocado. Nada. Sí recordaba placer, pero con los ojos empezando a acostumbrase a la luz, no supo si fue real o sólo un sueño.

Buscó a Pedro, pero no estaba. En la cama estaba sólo ella. De repente, se dio cuenta de que se estaba haciendo pis, así que se levantó y fue al baño. Se sentó en la taza, con los ojos cerrados, adormilada, y oyó el chorrito golpear al agua del fondo. No sabía por qué, pero ese sonido siempre la hacía gracia.

Se limpió, se levantó. Tenía el cuerpo pesado. Pensó ir al salón, o a la cocina, en busca de Pedro, pero en vez de eso, regresó a la cama.

"Sólo unos minutos más. Sólo un poquito más", se dijo, volviendo a acostarse.

Un suave zarandeo en su hombro la despertó.

-Despierta, mi amor.

-Ummmm sólo un poquito más...sólo un poquito más.

-¿No tienes hambre?

Sin abrir los ojos, comprobó. Sí, estaba hambrienta.

-Me muero de hambre, mi amor...pero estoy tan cansada. Ummm y estoy tan agustito aquí, en la cama. Me saltaré el desayuno y comeremos dentro de un ratito, ¿Vale?

-¿Comer? Pero si es casi la hora de la merienda.

-¿Eh?

Abrió los ojos. Miró el despertador. Marcaba las 16:30. No podía ser, pero si cerró los ojos a las doce, sólo un momentito.

-Pero que tarde es, mi amor. ¿Por qué no me despertaste?

-Es que dormías tan a gusto, y llegaste tan agotada, que no quise hacerlo.

Julia se incorporó y lo abrazó. Se besaron. Julia volvió a caer sobre la cama, arrastrando a Pedro.

-Creo que nunca había dormido tanto.

-Bueno, quizás la relajación de antes de dormir te ayudó - le dijo él, sonriendo.

-Ummmm, entonces no fue un sueño. Es verdad que me acariciaste. Me gustó mucho.

-Y a mí.

-¿Y tú? No recuerdo que tú...

-Mi placer fue darte placer, mi amor.

-Oh!..Cuánto te quiero. Pero creo que te prometí que te dije que hoy sería tuya.

Lo besó y llevó una mano hasta su polla. Aún llevaba Pedro su pijama y se encontró con la dureza de su miembro, pero él le quitó la mano.

-Espera. Me muero yo también de hambre. Primero comamos.

-Vale. ¿Has preparado algo?

-Sí, aquí lo tengo.

Señaló a su mesilla de  noche. Había una bandeja, la cual tenía varias cosas. Una fresas, plátanos, miel, nata, chocolate caliente. A Julia le gustaba todo, pero con el hambre que tenía le pareció una comida un tanto ligera. Se lanzó a por la fruta. Pedro la agarró.

-No, no, no. Quieta.

-¿Cómo que quieta? Me muero de hambre.

-Desnúdate.

La miró a los ojos, sonriendo. Julia empezó a entender. Divertida, se quitó la camisa y el pantalón del pijama. Su lindo cuerpo quedó expuesto a la mirada de su novio.

-Qué guapa eres, Julia. Túmbate.

Ella obedeció. Pedro cogió una fresa, la puso entre sus labios y acercó su boca a la de ella. Julia mordió mitad de la fresa y la masticó. Pedro masticó su mitad mientras sus labios se besaban. Después los abrió y el beso fue apasionado. Un beso con sabor a fresa.

Repitió la operación con unas cuantas fresas más, hasta que cogió una de buen tamaño. La acercó a la boca de Julia.

-Dale un bocadito.

Mordió la punta de la fresa,  sonriendo, la comió. Pedro empezó entonces a pasarla la fresa por la cara, dejando un rastro de aromático jugo por donde pasaba. La fruta estaba fría, pero era muy agradable sentirla por la piel. La pasó por las mejillas, por la barbilla, bajando luego por el cuello, hasta que llegó a uno de los pezones. El frío endureció aún más el pezón. Pedro bajó su boca y chupó aquel botoncito.

-Ummmmm que rico, mi amor. Me encanta la fresa.

Pedro chupo y lamió los pezones de Julia, que empezó a gemir y a moverse sobre la cama. Su coño estaba ya empapado, deseoso de caricias, de besos. Luego se incorporó un poco y le dio el resto de la fresa, que Julia se comió mirándole a los ojos.

-Más, quiero más.

-Shhhhh, despacito. Hay que comer despacito.

Estiró la mano y cogió el chocolate. Le dio un poco. Estaba caliente, muy rico. La besó, probando el nuevo sabor en sus labios. Le miró a los ojos, sonriendo, y empezó a verter chocolate sobre ella. Un fino reguero que iba, lentamente bajando por su cuello hasta su pezón derecho. De ahí al izquierdo y siguió su lento camino por su barriga. Se detuvo en el ombligo, que llenó de chocolate.

Julia gemía. Sentía mucho placer al sentir el caliente y espeso líquido sobre su piel. No quemaba, pero sí notaba su calor. Un calor que se acercaba lentamente a su coño, en donde también sentía calor. El calor de la excitación.

-Abre las piernas, mi amor.

Obedeció enseguida. Y se arqueó sobre la cama, tensa, cuando el chocolate cayó sobre sus labios vaginales, mezclándose con sus jugos.

-Aggggggg que rico....

Aquel calor sobre su clítoris casi la lleva a un repentino orgasmo. Un simple roce la haría estallar. Miró a Pedro a los ojos, como implorándole la caricia liberadora. Y pareció como si él la entendiera. Cogió una fresa grande y la llevó a su coñito, pasándola por la raja, de abajo hacia arriba, lentamente. Julia gimió más fuerte. El contraste del caliente chocolate con la fría fresa era maravilloso, y cuando la fruta llegó por fin al clítoris y lo frotó suavemente, el cuerpo de Julia ya no pudo aguantar más y estalló en un fuerte orgasmo.

Pedro miró como Julia se corría. Le encantaba mirarla en ese momento. Todo su cuerpo en tensión, los ojos cerrados, apretados. Parecía como si una corriente eléctrica la golpease una y otra vez. Muchas veces le pedía que se masturbara para él. Se sentaba en la cama o en el sofá y la miraba tocarse, acariciarse hasta correrse, y luego la miraba relajada, sonriendo, como ahora.

Pedro se llevó la fresa, cubierta de chocolate y jugos de Julia a la boca y la mordió.

-Ummmm que rica está...Agria, dulce, saldada...todo a la vez. ¿Quieres?

-Aaaaaaa - dijo ella, abriendo la boca y sacando la lengua,

Pedro se agachó sobre ella, que creyó que iba a besarla, pero fue a por su cuello, y empezó a lamerle el chocolate. Al ser tan espeso no bastaba una simple lamida. Tenía que pasar la lengua varias veces para quitar todo rastro. Y lo hacía relamiéndose, haciendo "ummmmm" mientras chupaba. La vibración de su boca se sumaba al placer de la lengua.

Julia cerró sus ojos, para concentrarse en esa boca, en esa lengua, que tan exasperantemente lento bajaba, recorriendo el camino dibujado con chocolate. Casi un minuto tardó en llegar al primer pezón. Fue chupado, lamido, y hasta ligeramente mordido. De ahí al otro pezón pasó un minuto más. El coño volvía a ser un mar de jugos, mezclados con chocolate. La mezcla caía por sus muslos, manchando las sábanas.

Pedro siguió el camino. Camino que terminaba en su anhelante coño. Julia llevó sus manos la cabeza de Pedro y lo empujó hacia abajo, para darle prisa, pero Pedro no le hizo caso. Siguió a su ritmo, lamiendo cada centímetro de piel varias veces, chupando, sorbiendo.

Se entretuvo en el ombligo, que estaba lleno de chocolate. Julia se retorció por las cosquillas que la lengua le producía. Le decía que la dejara, que no lo aguantaba, pero él, tozudo, no paró hasta dejar su ombligo inmaculado. Sólo entonces siguió bajando.

-Agggg me vas a matar....cómemelo ya...no puedo más...

-Shhhhhh no seas impaciente. Estoy comiendo.

-Malo.

El pubis le costó limpiarlo. El chocolate había impregnado el vello púbico, así que tuvo que esforzarse más. Los lengüetazos dados tan cerca de su coñito hacían que la piel se estirara, que sus labios vaginales se movieran ligeramente,  aumentando el placer, desesperándola aún más.

Al fin, después de lo que pareció una eternidad, la lengua de Pedro lamió la raja del coñito de Julia, que gimió sobre la cama.

-Aggggg sí siiiiiiiiiiiii mi amor...al fin.

Apenas quedaba chocolate en aquel coño. Se había licuado con la cantidad de flujo que ella destilaba, así que Pedro le volvió a echar un poco más. Apenes estaba ya caliente, y se había espesado, pero se ablandó al contacto con el cuerpo caliente de Julia y sus juguitos. Pedro se acomodó entre sus abiertas piernas y se dispuso a comerse aquel rico manjar.

Ya no hubo lentitudes. Ahora se lanzó a lamer, a chupar, a sorber aquel chocolate mezclado que tan rico le parecía. Enterró su cabeza contra aquella ardiente vulva y toda su cara se manchó de chocolate. Parecía un niño travieso pillado in fraganti que hubiese metido la cabeza en un caldero de chocolate.

Julia apretó la cabeza de Pedro contra ella, meneando las caderas, restregándole el coño por la cara para obtener aún más placer, hasta que no pudo más y se corrió contra aquella maravillosa boca, manchándola aún más. La habitación se llenó de sus gemidos, de sus gritos de placer, y también del dulzón aroma del chocolate y el olor de su coño. Su espalda arqueada sobre la cama, el cuerpo tenso y el orgasmo estallando en todo su ser.

Segundos después, quedó tendida sobre la cama, relajada. Sintió pegajosos besos en sus muslos. Estaba tan a gusto. Levantó un poco el cuello para mirar a Pedro. Se miraron.

-Jajaja, mi amor. Pareces un negrito, del África tropical...

-Que cultivando cantaba la canción del cola-caooooo.

-Jajaja

-¿Quieres un plátano?

Julia miró el plátano que había en la bandeja. Estaría riquísimo con chocolate o con miel.

-Sí, quiero un... plátano

Pedro se levantó y fue a cogerlo. Regresó a la cama y, arrodillado, llegó hasta un lado de la cabeza de Julia. Ella miró a su entrepierna. Parecía una tienda de campaña.

-Uy! que creo que aquí hay otro plátano - dijo, llevando una mano hasta el pantalón y bajándolo. La polla de Pedro saltó como un resorte. Tiesa, dura, desafiante.

-Empieza a comerte ese mientras yo pelo este.

-¿No le pones nada? Así estará soso - replicó Julia, poniendo morritos.

-Ay, que quejica eres. ¿Qué salsa quieres?

-Pues....nata.

Pedro cogió el bote de nata, lo agitó y luego espació un generoso cordón de nata a lo largo de su polla. Estaba fría. Julia miró aquel exquisito majar, acercó la boca y empezó a lamer, primero la zonas en donde no había nata. Pasó su lengua desde los huevos hasta la punta de la polla. Allí, rodeó la gorda cabezota con la lengua, llevándose la crema.

-Ummmmm que rico plátano. Me encanta - dijo Julia antes de meterse la polla en la boca y empezar una soberbia mamada.

Pedro, arrodillado junto a su cabeza, observaba la boca de su chica, como se tragaba su polla. Sus labios estaban blancos de la nata, que con el calor se iba licuando y manchando toda la zona de la boca. Al poco, Julia había dejado la polla sin rastro de la nata.

-Más.... más nata mi amor. Qué cosa más rica

Una nueva capa de cubrió la polla, que fue devorada otra vez por Julia, cada vez con más ansias. Pedro terminó de pelar el plátano. No dejaba de mirar como Julia le chupaba la polla, recogiendo la nata con la lengua. Cogió la miel y echó el pegajoso líquido sobre el plátano. Lo acercó a la boca de Julia.

-Chúpalo, pero no lo muerdas.

Julia se sacó la polla de la boca, dejándola sobre su cara, y empezó a chupar el plátano, como si chupara la polla de Pedro. Le miraba a los ojos, pasado la lengua alrededor de la fruta. Poco a poco, la miel fue desapareciendo en su boca.

Pedro tiró del plátano y le dio nuevamente su polla, mientras ponía más miel en la fruta. Acercó el plátano y la boca, juntándolo a su polla. Julia entonces empezó a alternar la mamada de la polla con la 'mamada' al plátano. Pedro gozaba del caliente espectáculo, cada vez más excitado.

-Aggg cariño...ya veo que te gustan los plátanos, ¿Eh?

-Ummm, me encantan los plátanos...duros...calientes...ricos

-¿Cuál de los dos te gusta más?

-Pues...el tuyo - le respondió metiéndoselo en la boca y sorbiendo con fuerza.

-Aggggggggggg... ¿Por...qué?

Se sacó la polla de la boca.

-Porque el tuyo es más grande, más gordo...y....porque está relleno de crema.

-¿Te gusta mi cremita?

-Ummm ya sabes que me encanta. ¿Me darás tu relleno?

-Todo tuyo, mi amor...

Julia se lanzó a por la polla, dispuesta a tomarse el sabroso relleno. Pedro gemía de placer, cada vez más cerca de estallar. Volvió a echar miel sobre el plátano, y esta vez lo llevó hacia el coño de Julia, que abrió las piernas. Con tantas chupadas el plátano ya no estaba frío. Lo sintió bajar por su rajita, hasta la entrada de su vagina. Y al mismo tiempo que Pedro le metía la polla en la boca, empezó a meterle el plátano en el coño.

La miel hacía que le costase resbalar, que la rozase más, que el placer fuera mayor. Pero poco a poco la miel se fue mezclando con los jugos vaginales y haciéndose más líquida, menos espesa, y el plátano terminó por desaparecer dentro de su coño.

Julia, con la boca llena de polla y el coño lleno de plátano, empezó a gemir. Su vagina tenía contracciones, espasmos placenteros que empujaban la fruta hacia afuera, pero Pedro la mantenía dentro, empujando con sus dedos. El placer de Julia la hacía chupar la polla con más ganas, llevando a Pedro al límite del placer.

-Agggg mi amor...prepárate...que te voy a dar el relleno...ummmm que...placer...

Julia se concentró en la polla, que entraba y salía de su boca cada vez más rápido, hasta que el cuerpo de Pedro se tensó, se quedó quiero y su polla empezó a llenar la boca de Julia con su espeso y cálido semen, que era lanzado a presión. Los potentes chorros se estrellaban contra la lengua y el paladar de la boca.

No era la primera vez que Pedro se corría en la boca de Julia. Era algo que a él le gustaba hacer y a Julia le encantaba hacer por él. Generalmente Julia tragaba a medida que el semen salía de la polla,  pero esta vez lo retuvo en su boca. Mantuvo los labios cerrados alrededor de la dura barra hasta que ésta dejó de disparar. Le encantaba mirar a su hombre mientras se corría. Su cara era de puro placer.

Pedro retiró su polla de la cálida boca de su novia. Aún tenía pequeños espasmos. Julia abrió la boca. Le mostró su lengua nadando en un mar de semen. Se pasó la lengua por los labios relamiéndose.

Pedro tuvo una idea. Cogió una fresa y la acercó a los labios de Julia. Ella le dio un beso antes de abrir la boca. Pedro dejó caer la fresa dentro. Julia cerró la boca y empezó a masticar.

  • Ummmm...ummmmmm

Julia sintió el frío ácido de la fruta mezclarse con el salado y amargo sabor del semen. La mezcla resultó deliciosa y se lo tragó todo, con sumo placer. Pedro la besó con pasión, buscando con su lengua algún rastro que hubiese podido quedar. No se olvidó del otro plátano, el que seguía empujando dentro del coño de Julia.

-Ahora me toca a mí comerme un plátano.

Se bajó, hasta acomodarse entre las piernas de Julia. Al dejar de apretar, el plátano había comenzado lentamente a salir. Lo empujó nuevamente, hacia adentro, con la boca, empujando con la lengua.

Julia cerró los ojos. Sentía su coño lleno, y a ese placer se sumaba ahora la boca y la lengua de Pedro, que lamía la entrada de su vagina y acariciaba su clítoris con la nariz. No puedo evitar empezar a gemir, a mojarse más, haciendo el plátano que tenía dentro resbalase mejor.

Pedro de dio un mordisquito al plátano, llevándose a la boca un trozo. Lo masticó. Sabía muy rico, dulce y salado. Después lamió el clítoris de Julia, chupándolo y haciendo círculos a su alrededor con la lengua. Julia se contorsionaba de placer, moviendo las caderas, tensando los músculos, lo que hacía que el plátano saliese de su coño.

Pedro le dio un nuevo mordisco y con la ayuda de un dedo lo empujó hacia adentro, para que tardara en salir. Así tendría más tiempo en comerse el trozo de su boca y el coño de Julia.

Al tercer mordisco se produjo el primer orgasmo de Julia, que se tensó completamente sobre la cama, arqueó su espalda y se corrió largamente contra aquella maravillosa boca. Pedro, ayudándose de su lengua, evitó que la mitad de plátano que quedaba se saliese.

Cuando Julia se relajó, Pedro continuó comiendo. Mordisquito a mordisquito la fruta fue desapareciendo y el placer de Julia amentando, hasta que con el último trozo, se volvió a correr, apretando la cabeza de Pedro contra ella, rociando su cara con sus jugos, dulces por la miel.

Pedro se acostó junto a ella y la abrazó. Se besaron, se acariciaron. Habían quedado tan satisfechos y relajados que se quedaron dormidos.

Sobre las ocho de la noche se despertaron. Estaban pegajosos. Las sábanas estaban hechas un desastre. manchadas de chocolate, miel y nata. Entre los dos las quitaron y se fueron al baño, a darse una ducha.

Bajo la cálida agua, se enjabonaron el uno al otro. Julia se entretuvo bastante en enjabonar la polla, que no tardó en responder, levantándose y endureciéndose entre sus dedos.

Con el agua caliente cayendo sobre sus cuerpos, Pedro la apoyó contra la pared de la ducha y la penetró. Julia juntó sus labios con los de él y se agarró a su cuerpo, que la follaba con fuertes golpes. No hablaron, sólo gimieron el uno en la boca del otro, hasta que el coño de Julia se llenó de calor y se corrió con él.

Estaba resultando un sábado maravilloso.

Se secaron, pusieron sábanas limpias y se volvieron a acostar. Pedro a su espalda, rodeándola con sus brazos. Pusieron la tele que tenían en el dormitorio y vieron una película.

Pedro, de vez en cuando, le daba besitos en el cuello, en la orejita.

Sobre las 10 de la noche les entró hambre. Pedro le dijo que se quedara en la cama, que el prepararía algo. Regresó a los pocos minutos con unos sándwiches y unos refrescos.

Los comieron con gula, riendo y besándose. Después de la cena siguieron vagueando en la cama, viéndola tele, sin hacer nada. Simplemente gozando de la compañía del otro, completamente desnudos.

Rato después, el sonido tranquilo de la respiración de Julia indicó a Pedro que se había dormido. Con cuidado, la arropó, apagó la tele y se metió en la cama.

Apagó la luz y se durmió.

Los rayos del sol dominical lo despertaron. Julia seguía dormida. La miró. Eran tan hermosa. Se sentía tremendamente afortunado de tenerla. La amaba con todo su corazón.

La sábana la cubría sólo de cintura para abajo. Sus bellas tetas quedaban expuestas a su mirada. Se acercó lentamente a una de ellas y lamió el pezón.

En sueños, Julia gimió. Pedro no quería despertarla...aún.

Le chupó los pezones con delicadeza, excitándose al notarlos endurecerse entre sus labios. Apartó la sábana con cuidado. La miraba a los ojos, buscando señales de que se despertaba.

Lamiendo uno de los pezones acarició la cara interior de los muslos. Julia volvió a gemir, dormida. Inconscientemente, abrió sus piernas, buscando aquella suave caricia. Eso era lo que Pedro esperaba.

Con cuidado se arrodilló entre las piernas de Julia. Su coñito era precioso. Aún no estaba suficientemente lubricado, así que iría con cuidado. Se acercó hasta que la punta de polla rozó el coño. Se puso sobre ella, sin tocarla, y entonces, lentamente, comenzó a meterle la polla.

Aquel coño, tan caliente cerrado le produjo gran placer. Cuando la penetración se consumó, se dejó caer sobre Julia, sin moverse.

Entre nubes, Julia se despertó. Por un momento no supo en donde estaba, que pasaba. Pero enseguida notó el peso de Pedro sobre ella, y, sobre todo, su coño lleno de su dura polla.

-Ummmmm buenos días mi amor...qué manera tan maravillosa de despertarme.

Pedro la besó, entrelazó sus manos con las de ella y esperó. Esperó a notar como el coñito de Julia se mojaba poco a poco, hasta que pudo empezar a follarla, sin soltar sus manos.

Julia lo rodeó con sus piernas, atrayéndolo hacia ella, pidiéndole que la follara con más fuerza, hasta el fondo.

Pedro no dejaba de sorprenderla. Un maravilloso sábado daba paso a lo que parecía iba a ser un fantástico domingo, lleno de placer y de amor.

El día comenzaba con un fantástico orgasmo, sintiendo el hirviente semen de su hombre golpear contra el fondo de su vagina.

Desayunaron en la cama. Comieron en la cama y cenaron en la cama. Julia abandonó su dormitorio sólo para orinar y ducharse.

El lunes por la mañana, cuando entró en la oficina, se sentía llena de fuerzas, de vitalidad. Estaba feliz, contenta. Tanto, que una compañera le preguntó:

-Parece que has tenido un buen fin de semana, eh?

-El mejor de mi vida. El mejor.

FIN

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