El mejor amigo de mi dueña Lola

Tobi es un perro muy inteligente que adora a su dueña

El mejor amigo de mi dueña

Me llaman Tobi. Nací hace tres años junto con siete hermanitos. A las cuatro semanas de haber nacido, un día llegó una hembra de los humanos y me cogió. Me resultaba una chica simpática y cariñosa, pero me dolió que me separara de mis hermanitos y mi madre y me llevara con ella.

Según tengo entendido, me eligió por la manchita banca que discurre entre mis ojos, desde mis orejas hasta mis morros. Bueno, por si no habéis entendido esta historia, soy un perro; un perro de la raza bóxer. Soy un macho. Mi dueña, que se llama Lola, me eligió macho porque no quería tener problemas de embarazos y cachorros.

Lola siempre fue muy cariñosa conmigo. Me daba bien de comer y me sacaba a la calle a pasear. Me enseñó a hacer mis necesidades en el parque, en el canódromo y éramos felices hasta que conoció a Juan.

Juan no me trataba bien y me pegaba patadas en el culo cuando Lola no le veía. Me enseñaba suculentos manjares que se comía sin darme ni un poco, y si le daba la patita, me empujaba de muy malos modos. Desde el principio no congeniamos. Luego mi dueña me abandonó en una residencia canina durante un par de semanas, y cuando volvieron a recogerme, me llevaron a otra casa donde vivía Lola con Juan, que se había convertido en el macho alfa de la casa.

Las cosas no les iban bien, y los oía ladrarse uno al otro mucho. A veces Juan se iba a dar un paseo al parque después de dar un portazo, seguramente a alzar la pata y marcar su territorio en el barrio. A mí me asustaban mucho sus ladridos y me escondía detrás del sofá, porque sabía que si Juan me veía me patearía el culo.

Un día Juan se marchó con una humana que no dejaba de moverle el rabo cuando lo veía, y mi dueña se quedó llorando. Yo me acerqué moviendo el rabo, porque si hay algo que le disguste a un perro tan caballeroso como yo es ver a su dueña triste y llorando. La intenté animar, metiendo mi morro entre sus brazos, con los que se tapaba la cara y lamiéndola.

Me cogió y me abrazó y empezó a acariciar mi pecho y mi cabeza mientras me hablaba -¡Ay, Tobi! ¡Tú eres el único que me quiere de verdad!- Quien piense que los perros no entendemos a los humanos se equivoca. Ese día, mi dueña hizo sus maletas y volvimos a nuestra casa de siempre y ya no volví a ver a Juan ni volví a recibir ninguna patada en el culo.

Bueno, yo quería a mi dueña más que Juan, aunque suponía que Juan, como macho alfa humano, le habría hecho cosas de esas que llaman sexuales. La habría olido el culo y la habría lamido, y seguro que se habría subido por detrás para hacerle “chaca-chaca”.

Decidí que debía de cuidar mucho a Lola y darle todo lo que necesitara. Los perros daríamos la vida por nuestros amos.

De todas formas, aunque no me separaba de Lola y la lamía y me dejaba acariciar, la notaba muy triste. Un día me encontré en el parque con mi amigo Wagner, que es un perro pastor alemán muy inteligente. Lo trae al parque una humana que se llama Rosa. Después de unas carreras estábamos cansados y mientras nuestras amas hablaban, nosotros también lo hacíamos en nuestro idioma.

-Estoy preocupado por mi dueña.- Le dije a Wagner, encogiendo las orejas.- El macho humano con el que estaba se ha ido y está muy triste.-

-Bah, ya volverá- Me dijo Wagner cruzando sus patas delanteras.

-No creo que vuelva. No dejaban de ladrarse. Siempre estaban enfadados. Además, creo que el humano ha encontrado otra humana que le mueve el rabo.-

  • Entonces no tardará en encontrar a otro humano.- Me dijo Wagner en tono de suficiencia.

-Uf, pero eso sería terrible para mí. Otro humano pateándome el culo. Debería evitar que eso sucediera.-

-Pero no puedes. ¿Sabes? Las humanas no son como las perras. Las humanas necesitan sexo, y por eso se buscará otro macho humano. Una vez que una humana prueba el sexo, no puede pasar sin él. Siempre están en celo. –

Me quedé pensando. -¿Y yo no puedo darle sexo? – Dije moviendo la cabeza hacia un lado.

-¿Sexo? – Wagner se quedó pensativo también y al fin dijo. – Escucha Tobi ¿Te acuerdas de Gor, el setter irlandés?- Asentí con la cabeza. – Una vez me comentó algo. Me dijo que él tenía sexo con su dueña-

Tenía curiosidad. – Pero hace tiempo que le puedo oler el culo. No lo veo nunca por aquí- Le respondí.

-Bueno, es por el horario. Gor viene por la tarde a las ocho, y nosotros venimos a las nueve-

Lola me llamó

y me ató la cadena a mi collar. Yo iba caminando a su lado, distraído pensando en lo que Wagner me había contado de Gor. Tenía que verlo y hablar con él. ¿Cómo era eso de tener sexo con una humana? Urdí un plan. A las ocho menos cuarto empezaría a llorar y a ponerle mi cabeza a Lola en el regazo, para darle a entender que tenía necesidades y que no podía esperar. Ella era una humana buena y me sacaría al parque. Allí estaría Gor, con sus melenas pelirojas y sus aires de nene bien.

Lola se fue a ducharse a las siete. La seguí hasta su cuarto y la vi desnudarse. Era una hembra humana espléndida. Sus piernas eran fuertes pero largas y estilizadas, sus caderas anchas y su cintura estrecha. Tenía un culito respingón y un vientre apretado y liso. Sus pechos eran generosos y estaban rematados por unos pezones grandes. Su cabello era negro y rizado en tirabuzones. Lola era de piel clara, rosita. Lola se quedó en bragas y se dirigió al cuarto de baño. La seguí observando divertido el movimiento de sus nalgas al andar.

Se miró en el espejo para inspeccionar un barrillo diminuto en la aleta de la nariz. ¡Qué guapa era! Los tirabuzones negros le caían por la frente, hasta cubrirle los ojos. Ella se los apartaba con sus dedos largos y elegantes. Su boca era de labios anchos y largos y su nariz era respingona. Sus cejas eran delgadas y sus pestañas, largas. Un gran iris marrón inundaba el centro de sus ojos alargados.

Yo me había visto a veces reflejado en los charcos de agua. No era feo, para ser perro. Pero mis ojos, mis morros, mis dientes… eran los de un perro. ¿Cómo podría hacer que Lola tuviera sexo conmigo y así evitar que se metiera en la casa otro macho alfa?

Lola se quitó las bragas y pude ver la mata de pelo negro entre sus piernas. Se metió en la ducha y me quedé tumbado en la puerta del baño esperando que saliera. Lola no cierra la puerta del baño, desde que Juan no está. Sé que se fía de mí y que yo le doy seguridad, y eso me hace sentir orgulloso.

A las siete y media empecé a ponerme nervioso y hacer teatro. Lola acababa de salir de la ducha. Estaba sentada delante de la tele y me acerqué silenciosamente para poner mi cabeza encima de sus piernas y mirarla. Es lo que suelo hacer cuando quiero salir. Lola se extrañó, y no me hizo mucho caso, pero entonces empecé a ladrar lastimeramente. A las ocho menos cuarto estábamos en la calle, y a las ocho menos cinco, en el parque. Ahí estaba Gor el setler, corriendo de un lado a otro y luciendo la melena. NO hay nada que más le cabree a un perro de pelo corto que un perro de pelo largo presumiendo de melena.

Nos saludamos y jugamos un rato. No quería entrarle de pronto. Mi dueña hablaba con la dueña de Gor, así que había tiempo para charlar.

-Parece que esa perra está en celo ¿No hueles?- Le dije a Gor.

-Yo no huelo nada.- Me respondió.

-Ya, es que tú estás harto. Me han dicho que tú follas cuando quieres.-

-¿Eso te han dicho?- Me dijo levantando las orejas.

-Me han dicho que te montas a tu dueña.- Le dije. Gor se puso nervioso, así que comprendí que era cierto. -¿Sabes, Gor? Me intriga mucho. ¿Cómo lo conseguiste? ¿Cómo has llegado a eso?.-

-Bueno- Dijo orgulloso.- No te creas que fue difícil. ¡Y eso que mi dueña está casada, así que tiene un macho que la monta, pero no la monta todo lo que debe.-

-¿Qué quieres decir?-

-Mira, las hembras humanas no son como las perras. Para ellas es muy importante que las monten. No es una cosa como las perras, que les viene el celo y se quedan quietas. Ellas siempre están en celo. Se controlan, claro, pero siempre están en celo.-

-¡Ah! ¡Qué interesante!-

  • Mi amo sólo la monta los sábados, y ella necesita más. Yo me di cuenta y aproveché la oportunidad.-

-¿Cómo? ¿Cómo lo hiciste?-

  • Verás. Un día ella estaba en bragas. Me acerqué a ella y la olí. Luego comencé a lamerle su coño. No me dejó hacerlo. Me regañó y me pegó en los morros. Pero al día siguiente, me llamó. Estaba en bragas. Me estaba esperando.- Gor se quedó callado un momento. -¿Es que quieres follarte a tu dueñas? – Asentí con la cabeza.

-Mira, Tobi. Provócala. Mete tu hocico entre sus piernas y huélela. Hazle sentir tu morrito húmedo y frio. De seguro que la primera vez te regaña, pero ten paciencia.

Fíjate en su olor. Verás como cuando la lamas, olerá a hembra en celo. Sobre todo, déjale creer que lleva la iniciativa.-

-Gracias, Gor. Muchas gracias- Le dije realmente agradecido, moviendo mucho el rabo

-Infórmame de cómo te van las cosas, chico.-

Esa noche, cuando Lola se quitó el pantalón para meterse en la cama, me acerqué. Se estaba desabrochando la camisa cuando metí mi morro entre sus nalgas, esas masas de carne tiernas y suaves, para olerla.

Lola pegó un respingo.- ¡Tobi! ¿Qué haces?-

Se separó de mí, pero no se dio la vuelta. Parecía que no le daba importancia. Entonces me volví a acercar, saqué mi lengua y empecé a lamerle las nalgas. Ahí si que se enfadó Lola. Me dio un golpe en el cuello y me echó de su cuarto.- ¡Vete! ¡Cochino!-

Cuando a la mañana siguiente se levantó de la cama, aún estaba desayunando cuando me acerqué para pedirle perdón. Coloqué la cabeza en sus piernas. Me acarició la cabeza y el lomo.- ¡Cochino! ¡Hay que ver lo que me hiciste anoche!- Me dijo. No estaba enfadada ya y ¡sorpresa! Empecé a oler ese tufillo a hembra en celo.

Por la tarde, Lola se desnudó. Yo pensaba que iba a ducharse. Se quedó en bragas y me llamó -¡Tobi! ¡Tobi!-

Al verme se dio la vuelta. Se había puesto unas tangas, para que le lamiera bien y además se había untado mermelada en la parte baja

de las nalgas y la parte interior de los muslos. La olí. Olía a hembra en celo. Comencé

a lamer. Primero lamí las nalgas y luego los muslos. Lola abría las piernas para que mi lengua llegara a todos los sitios.

No podía lamerle el coño, y eso que me hubiera encantado probar sus jugos, porque ella movía la mano a lo largo de su raja una y otra vez, pero la piel de sus muslos y sus nalgas era tan suave…

Antes de que me diera cuenta, mi dueña hacía algo que sólo saben hacer las hembras de los humanos. Parecía que le había entrado como una especie de éxtasis. Gemía y respiraba agitada, mientras que movía sus caderas y restregaba su coño contra la mano. A mi me decía.- ¡Muy bien, perro malo! ¡No pares!- Me cogió las orejas y jugaba con ellas mientras yo la lamía.

-¡Ohhh! ¡Ohhhh! ¡OOOOooooohhhhh!- Dijo, y le entró como un tembleque. Sus piernas parecían haberse quedado sin fuerzas para sostenerla y se echó contra la pared.

Luego se paró. Se volvió y se sentó en la cama y al acercarme, me abrazó. Me encantó que me abrazara y sentir en mi cabeza y mis orejas sus senos, tiernos y suaves. Yo quería seguir lamiendo. Bueno, la verdad es que me quedé muy caliente. Quería follar.

Pasamos una semana muy divertidos los dos, mi ama y yo. Cuando venía del trabajo yo le insinuaba que quería lamerla oliéndola; entonces ella aparecía en tangas y me llamaba. Yo la lamia despacio, como a ella le gustaba. La lamía las nalgas, los muslos e incluso me atrevía a lamerle por la raja.

Ella se ponía como loca y siempre se corría. La tenía enviciadita con mi lengua, y cada vez venía a buscarme con menos ropa. Yo la miraba de reojo mientras la lamía y la veía acariciarse los pechos muchas veces.

Un día, incluso corrió la tela de su tanga y se separó los labios de su sexo. Me enseñó lo que ellas llaman el clítoris y yo, agradecido por el gran honor que me hacía, lo lamí repetidas veces con suavidad. Luego le lamí entre las piernas y comprobé que se estaba metiendo los dedos en el sexo. Eso tampoco pueden hacerlo nuestras hembras, vamos, me refiero a las perras.

Me daba cuenta que todo lo que decía Gor era más que cierto. Las mujeres son un animal en permanente estado de celo.

El problema para mí era que me quedaba muy caliente.

Mi pene me asomaba después de cada lamida. Lola, mi ama, un día se dio cuenta de eso. Ella se acababa de correr. Supongo que en otro momento, en otro tiempo hubiera sido incapaz, pero ese día, mientras estaba tumbada en la cama, y yo permanecía

de pie en el costado, me acarició la base de mi miembro y los testículos.

¡Qué deliciosa sensación! Esos dedos largos y suaves. ¡Hay que ver lo que saben hacer las humanas con los dedos! Pero cada vez, Lola movía los dedos de una forma, que me excitaban más. La miré de reojo

y

pude comprobar cómo miraba mi polla extasiada. Yo estaba quieto, deseando que siguiera.

Estaba a punto de conseguir que me corriera, pero paró. Me acarició el lomo. Yo deseaba que siguiera. Lancé un ladrido lastimoso y puse mis dos patas delanteras en su cama y comencé a pegar mi hocico en su piel y a lamerla. Ella me acariciaba pero no tocaba mi miembro.

Estaba desesperado por follarme a Lola, así que decidí que debía hablar de nuevo con Gor. Calqué la jugada de la vez anterior. Empecé a reclamar mi salida media hora antes de las ocho y a las ocho estaba en el parque.

Lola hacía buenas migas con la dueña de Gor, el setler. Yo saludé a Gor, y después de olernos y de echar unas carreras, Gor me preguntó-¡Qué! ¿Cómo va lo tuyo con tu dueña?-

-Tenías razón, Gor. Le lamí entre las piernas y parecía que se había enfadado mucho, pero al día siguiente me llamó. Desde entonces deja que la lama todos los días.-

-¡Oh! Eso está bien-

-Si pero, el caso es que yo me quedo muy caliente. ¿Sabes? Me encantaría encularla.-

-¿Y por qué no lo haces?-

-¡Pues porque no se!-

-¡Ay, Tobi!¡Qué cortito eres! ¡Pues lo mismo!-

-Explícate, por favor-

-Mira, cuando te de la espalda, te subes en ella.- Dijo Gor, y luego, al ver mi cara de pasmado –Sí, hombre. Pones tus dos patas delanteras en sus caderas y comienzas a hacerle un bailecito. El primer día te regañará, pero luego, te irá a buscar.-

-¿Estás seguro? ¿No me engañas? Porque yo no creo que mi ama me permita hacerle eso. ¡Ni creo que tu ama te lo permita!-

-¿Me llamas embustero? ¡Ahora verás!-

En eso momento, a dueña de Gor se levantaba del banco y se daba la vuelta. Gor fue corriendo a su lado, la lamió el trasero y se subió en ella, y comenzó a hacer un bailecito. Gor era de los que levantaba una pata alternativamente mientras montaba a las perras y por lo visto, también a las humanas.

Lo curioso fue la reacción de su ama. -¡Ay! ¡Bájate!- Decía. Se la veía avergonzada-¡Estos niños! ¡Hay que ver lo que le enseñan a los perros!- Los humanos dirían que se había puesto colorada de vergüenza. Nosotros los perros lo que detectamos son olores, y la dueña de Gor olía a mucha vergüenza.

Lola observaba la situación con una mezcla de humor, de compasión y de curiosidad. Por fin Gor se bajó de su dueña y vino a mi lado -¿Eh?¿Qué me dices ahora?-

No le contesté por que empecé a escuchar una conversación muy interesante entre Lola y la otra hembra humana. Lola le preguntó, tomándoselo con mucha calma, -Y ¿Cómo le han enseñado tus hijos a hacer eso al perro?-

-Uff, empezaron poniéndolo nervioso, y entonces el animal se sube, pero ahora, hay unos gestos que como los hagas-

-¿Y tú crees que llegaría a… en fín…a eso?-

-Pues…bueno…¿Qué te puedo decir? A mi me contó una amiga, que tenía una conocida que se lo hacía con su perro-

-¿No me digas? ¡Qué locura!-

-Sí , bueno. Ya sabes. Algunas están desesperadas por un buen… digo, por un polvo.-

-¿Y cómo le enseñó? ES que es muy curioso-

  • Pues mi amiga me dijo que ella lo sometió a una especie de condicionamiento. Ella se acariciaba y acariciaba el perro, y entonces el perro relacionaba la excitación de ella con la del perro.-

-¡Ah! ¡Así que es por el olor!-

-¿Qué?-

-No, nada. Cosas mías.-

La dueña de Gor se lanzó.- Yo, digo, ella se ponía siempre unas bragas de color naranja y entonces Gor, perdón… Quiero decir el perro de mi amiga, sabía que cuando llevaba esas bragas había ganas de cachondeo.-

-Sí, si- Decía Lola muy convencida

-Entonces empezaba a jugar con él, a hacer que la persiguiera, y cuando el perro estaba nervioso, pues saltaba. Entonces ella lo agarraba por las patas delanteras

y no lo soltaba. Entonces se ponía a cuatro patas, y el perro quedaba encima. El perro se mueve entonces por instinto. Eres su hembra y te huele y te monta. A veces le tienes que ayudar tocándole la polla y excitándole; a veces se baja y tienes que buscarlo con tu culo; A veces te lame ,

le excita tu olor y te monta. En fín. Hay que enseñarle.-

-¡Uy, Susana! ¡Cuánto sabes!-Le dijo Lola con sorna,

-Ya ves, es que leo mucho de estas cosas. ¿Y tú tienes un interés especial?-

-No, es curiosidad.-

La dueña de Gor se acercó a Lola sospechosamente y le dijo -Si tienes alguna duda, puedo llamar a mi amiga para que te nos lo

explique.-

Se despidieron. Lola se dio la vuelta y nos mostró su trasero. Gor no se lo pensó dos veces. Salió corriendo después de decirme – Ahora te voy a demostrar cómo se hace.- Y se le subió a Lola. No duró mucho montándola, porque eran dos mujeres contra él, pero le hizo el bailecito y a Lola no le disgustó el tema. Los perros nos damos cuenta de esas cosas por los olores.

Al día siguiente, Lola llevaba unas bragas de un color raro, de color verde pistacho. Me dije a mí mismo que esas serían, seguramente, las que había elegido como bragas para ligar conmigo.

Me llamó, y yo acudí dispuesto a lamerla, pero al llegar a ella, se puso a correr, a jugar al pilla-pilla. Yo me ponía cada vez más nervioso. No me tiene permitido ladrar en casa, así que lloriqueé para dejar que la alcanzara. Al final, me lancé a su culo. Salté sobre ella; puse mis patas en su cintura pero ella me bajó de un empujón. Lo intenté varias veces y siempre respondía igual, hasta que en una de esas me cogió las patas.

Yo estaba muy excitado, así que me puse a moverme como uno se mueve cuando está sobre una perra.

Lola sacó el culo, todavía demasiado alto para mí, porque ella estaba de pie y lo dejó así, un buen rato, hasta que me calmé. Entonces se puso a cuatro patas y se puso de costado a mi lado. Empezó a tocarme los huevos y la base de la polla. Me excitaba. Yo la olí y eso me excitó también, así que empecé a lamerla. Nunca se había puesto a cuatro patas para que la lamiera.

La lamía mientras ella me tocaba. Nos masturbábamos mutuamente, perro y ama, yo, usando la lengua, mucho mejor dotada que la suya para estos menesteres, y ella usando sus dedos, mucho mejor dotados que los míos, también. Por eso no es de extrañar que no tardáramos mucho en corrernos.

Esa tarde, Lola no parecía dispuesta a más, pero como yo ya sabía cuál era el juego, esperé hasta el día siguiente.

Tengo que decir que desde que Lola me deja que le lama, y se corre conmigo, me trata mucho mejor. Para empezar siempre estoy limpio y me da de comer piensos muy ricos. Ahora me cambia el agua para beber con más frecuencia y me da paseos más largos. Además me trata con más cariño. Incluso me deja dormir en su cuarto.

Durante unos días, mi dueña y yo tuvimos un idilio de lametones y tocamientos. Lola me llamaba y me esperaba vestida sólo con aquellas bragas verdes pistachos con las que creía que me estaba condicionando. La verdad es que a mí me parecía la hembras más follable del mundo con aquellas bragas. Su olor a hembra en celo me llegaba al olfato desde el fondo del pasillo. Ella estaba sentada y me abría las piernas y yo la lamía.

La lamía entera, porque se ponía algo dulce en los pechos y en el cuello y yo la lamía hasta que desaparecía el sabor. No era sólo por glotonería. Es que me daba cuenta que cuando le pasaba la lengua por su miel se ponía más cachonda.

Yo le lamía la cara, incluso a veces me dejaba que le lamiera un poco los labios, que mantenía muy cerrados. Le lamía el cuello lentamente y los pechos. Me encantaba lamerle los pezones, que cambiaban de textura. Pero lo que más me gustaba era lamerle los muslos y su coño. Cuando la tenía ya loquita de gusto, se daba la vuelta y meneaba su culito. Entonces yo hundía mi hocico entre sus piernas y sentía sus nalgas en mi frente. ¡Qué bien olía!

Yo no paraba hasta que se corría y seguía lamiéndola hasta que me apartaba y se daba la vuelta y me abrazaba tratándome con mucho cariño, pero yo me quedaba con muchas ganas de follármela.

Por eso, nada más verla aparecer por la puerta, cuando volvía del trabajo, me ponía muy nervioso, me ponía de dos patas y me agarraba a sus muslos, o por detrás,

y comenzaba a hacerle el bailecito. Ella a veces se separaba de mí, empujándome con fuerza. Yo lo volvía a intentar siempre. A veces me dejaba. Se quedaba quieta y dejaba que estuviera mucho rato moviéndome, haciendo movimientos copulatorios que lo único que le trasmitían era mi deseo de follar.

Aquel día, Lola me llamó y como siempre, me recibió con aquellas estúpidas bragas verdes pistacho, pero para mi sorpresa, se las quitó y empezó a reírse y correr. Yo la perseguí. Perseguí a aquella hembra que parecía haberse vuelto loca. De repente se paró. Yo estaba excitado, así que me subí por detrás

En lugar de empujarme, mi dueña me atrapó las patas delanteras, que las tenía en sus caderas. Luego se fue agachando. Terminó a cuatro patas, y yo estaba detrás de ella.

Nunca había estado así, encima de mi dueña.

Mi dueña movía el culo debajo de mí. Yo la agarré bien con mis dos patas por las caderas y estaba tan excitado, que comencé a mover mis caderas con mucha fuerza. Mis patas se juntaban a su cuerpo y sentía sus nalgas bajo mi vientre. Yo debería de adorar a mi ama, y la adoro, pero para mí, aquel día no era más que una perra en celo.

Sentí, de repente como me acariciaba los huevos con la mano que había deslizado por debajo de su cuerpo. Me excité aún más y me apreté contra ella. Lola arqueaba la cintura y al final sentí en la punta de mi polla la humedad de su raja. Me moví con más fuerza y me contraje más, hasta meter mi polla en su vagina y le eché un polvo.

Pegaba mi hocico a su espalda mientras me movía, y sentía su piel tierna, olorosa y húmeda. Hincaba mis patas en su cadera y mi polla entraba y salía de su vagina. Y así estuve un rato grande, escuchando sus gemidos de placer, y lamiendo su nuca siempre que podía, hasta que empezó a salir mi esperma. No me separé de ella hasta que todo mi semen estuvo en su coño.

Me separé de ella sin problema. No me quedé enganchado como me sucedió con Xucha, la doberman del parque, y le hice una buena faena, la verdad.

Ahora me siento un perro muy afortunado y muy macho. Mi dueña, además, es mi puta y mantengo unas conversaciones muy interesantes con Gor sobre mujeres, en el parque.

Lola ha puesto la alfombra donde duermo en su cuarto, así que la protejo como debe de hacer un perro con sus amos, y un par de veces a la semana, follamos.

Helius1000@outlook.com