El médico mexicano que me convirtió en pasivo
Conozco en un local a un joven médico de 23 años que me hizo cambiar mi forma de ver el sexo. Una historia de sexo (y de amor, supongo) de las que marcan.
El médico mexicano que me convirtió en pasivo
Antes que nada quería agradecer la acogida de los dos primeros relatos y vuestros comentarios. Me animan a seguir contando algunas de mis experiencias.
Hoy quiero relataros cómo conocí a un estudiante de medicina de México que vino a València a hacer unas prácticas y con el que tuve una historia de sexo y yo creo que casi de amor...
Esto sucedió hace ahora 5 años, la víspera de la festividad del 1 de mayo. No tenía mucho plan para esa noche y después de cenar en casa me acerqué hasta un local de ambiente de València.
Lo de los locales la verdad es que ha ido por temporadas. Igual podía pasar mucho tiempo sin ir que de repente estaba por allí todas las semanas. Hacía tiempo que no iba y suponía que al ser víspera de festivo estaría concurrido. Mejor...
Ese día era la fiesta slip o nudista. La verdad es que eran los días que más me gustaban porque me daba mucho morbo ir por los laberintos únicamente con los calzoncillos y ver al resto de tíos igual.
Pedí una cerveza y enseguida me alejé de la zona del bar y me metí en la zona de laberintos. Di una vuelta de reconocimiento pero a primera vista no había nadie que me entrara por el ojo. Me senté en un rincón a tomarme la cerveza y a mirar las peli que estaban poniendo en las teles del local. Con la peli me fui animando y decidí entrar en una zona de laberintos que me daba mucho morbo de siempre.
Entré y había dos o tres tíos pero ni ellos dijeron ni yo hice ningún gesto de nada. Me apoyé en un rincón y al poco tiempo vi entrar a un chaval jovencito, no tendría más de 25 (23 me dijo luego que tenía). No era muy alto ni tenía un cuerpo espectacular -ni falta que hacía- pero tenía una cara preciosa. Nos cruzamos las miradas y vino donde estaba yo. Me saludó -hola, qué tal- y esas cosas y empezó a sobarme el paquete. Yo no lo dudé y empecé también a meterla mano. Vi que tenía el rabo duro como una piedra en poco rato le dije si pasábamos a una cabina.
Entramos y empezamos a morrearnos. Yo siempre he pensado que un buen morreo es tanto o más excitante que muchas otras cosas, y desde luego este tío besaba como un campeón. Volví a su rabo y seguía igual de duro así que no lo dudé y me agaché a liberarlo de los boxer. Tenía un rabo de tamaño medio y una gran pelambrera alrededor. Empecé a pajearlo suavemente y enseguida me metí su rabo en la boca para disfrutar lentamente de una mamada de las que me gustan, mientras escuchaba cómo gemía. Me levanté para volver a disfrutar de su boca y entre los besos y el jugueteo de nuestras lenguas me preguntó qué me gustaba. Ay!
En esa época yo era activo 100%. Me habían follado un par de veces a lo largo de toda mi vida pero sólo una había sido medio placentera (ya os la contaré en otro momento...). Le dije que era activo y él me dijo que también. Fue una situación un poco cortarrollos, ya me entendéis... Él me dijo que lo sentía pero que lo dejábamos ahí. Lo entendí y le di un morreo antes de que desapareciera por la puerta.
Me quedé un rato dentro de la cabina sobreponiéndome al tremendo calentón que llevaba y lo único que sabía era que por el acento tenía que ser de latinoamérica pero salí enseguida de nuevo a la caza a ver lo que había por el local.
No habrían pasado ni 5 minutos cuando lo vi aparecer de nuevo por el laberinto y como ya estaba todo dicho no pensé en saludar ni nada cuando veo que se acerca hacia mí, me planta un morreo como un campeón y me dice: Vamos de nuevo a la cabina, que seguro que lo podemos pasar genial los dos juntos”.
Me quedé muy sorprendido pero fui rápidamente detrás de él a la cabina. Volvimos a besarnos y a acariciarnos mientras nuestros rozábamos nuestros paquetes en un sobeteo constante que me puso a mil por hora.
Enseguida fue él quien se agachó y empezó a sobarme por encima del pantalón. No duró mucho porque enseguida me bajó los boxer y empezó a comérmela sin ninguna prisa, haciendo que disfrutara de cada lametón y de notar mi polla en su boca caliente. Ese día nos esforzamos cada uno en dar placer al otro con nuestras bocas. La verdad es que fue muy excitante, no sabría decir por qué, pero lo disfruté muchísimo hasta el punto que cuando me dijo que iba a correrse no lo dudé y me arrodillé para recibir su leche en mi boca mientras él me cogía la cabeza. Al notar cómo su leche inundaba mi boca me corrí yo también y nos fundimos en un intenso morreo.
Al salir de la cabina me dijo que me invitaba a una cerveza y acepté encantado. Tengo que decir que cuando voy de cruising o a locales así suele ser aquí te pillo aquí te mato, pero es cierto que hay algunas excepciones y que siempre tienes la oportunidad de conocer a alguien interesante.
Nos fuimos a la zona del bar a por las cervezas y estuvimos preguntándonos cosas. Él tenía 23 años (yo entonces tenía 40) y era de México. Había venido València para estar dos meses en unas prácticas en un hospital de la ciudad y ya tenía incluso fecha de vuelta: El 3 de julio.
La verdad es que a pesar de ser personas tan diferentes conectamos muy bien y me ofrecí a llevarlo a casa con el coche, a lo que aceptó encantado. Al llegar a su portal me preguntó si quería que me diera su móvil y aunque no es algo que me guste hacer, acepté y le di el mío.
Cuando llegué a casa tenía un mensaje de Juanjo -que así se llamaba- agradeciéndome el rato tan bueno que había pasado. Le contesté que para mí había sido un auténtico placer y que cuando quisiera que nos viéramos, no tenía más que decirlo.
Estuvimos enviándonos mensajes varios días y al final quedamos para cenar una noche. La conexión siguió aumentando y nos fuimos contando cosas de nuestras vidas. Yo la verdad es que estaba embobado escuchándole hablar y más con ese acento que tienen los mexicanos, y con los “no mames” y “pinche” que siempre tienen en la boca. Terminamos de cenar y nos fuimos a una zona apartada a las afueras de València, ya que yo vivía en casa de mis padres en ese momento y él compartía piso.
Al llegar, nos pusimos en el asiento de atrás del coche como si fuéramos dos adolescentes y empezamos a comernos la boca con pasión. Nos quitamos la ropa rápidamente y me dijo que me sentara encima de él. Lo hice mientras su polla estaba cerca de mi culo peligrosamente... Seguimos morreándonos y él me comía el cuello hasta bajar a los pezones. Yo no paraba de gemir y me retiré de encima de él. Me puse a su lado y me agaché para comenzar a lamerle todo el cuerpo desde el cuello, bajando por el pecho y el ombligo hasta llegar a esa mata de pelo que rodeaba su rabo. Jugué un poco con los pelillos y pasé se su rabo y me fui directo a esos huevos compactos y gordos que tanto me gustaban. Oía como Juanjo estaba gimiendo de placer y escuché que me decía “cómetela”. No dudé ni un momento y empecé a lamerle el glande suavemente y después me la fui metiendo en la boca hasta notar que golpeaba en mi campanilla. Estuvimos un rato así, con el mete saca y me dijo: “Ahora me toca a mí”. Y me senté y dejé que me hiciera lo que quisiera. Empezó por el cuello y mis orejas -cosa que me pone muy cachondo- mientras que con la mano sobaba mi rabo que estaba ya para explotar.
Bajó y directamente se lo metió en la boca de una manera que casi me lleva al clímax en minutos. Seguimos así y nos tumbamos para hacer un 69 como pudimos hasta que me avisó que iba a correrse y yo le dije que también iba a hacerlo. Quedamos rendidos y bajamos del coche a poner orden a nuestra ropa que estaba tirada por ahí. Desnudos, y estando al lado de la playa, nos fundimos en un beso impresionante y me abrazó de una manera que me hizo sentir el hombre más afortunado del mundo.
Esa noche al llegar a casa, llegué a la conclusión de que quería que me follara mi mexicano. Estábamos en un punto en que lo necesitaba. Y no se trataba de darle gusto a él, que también... Si tenía que hacer de pasivo, tenía que ser con él. Así que planifiqué que nuestra siguiente cita sería el momento. Fuimos tonteando con mensajes varios días hasta que llegó el momento. Yo me había provisto de lubricante y preservativos y la verdad es que estaba un poco asustado.
Habíamos acordado ir a un local que tenía cabinas con una especie de camas para estar más tranquilos y no tener que estar pendiente en el coche de si pasaba alguien o lo que fuera. Entramos en el local y pedimos dos cervezas pero no pudimos ni tomárnoslas en la zona del bar por las ganas que teníamos de volver a estar juntos. Los dos intuíamos que esa noche iba a ser especial y vaya si lo fue... Entramos en la cabina y cuando le fui quitando la ropa descubrí que se había rapado los pelos de alrededor de la polla para mí. Me quedé gratamente sorprendido y le dije que yo también tenía una sorpresa para él, y saqué el lubricante. No dijo nada y me abrazó y empezó a besarme.
Nos comimos y nos besamos por todo el cuerpo sin ninguna prisa, disfrutando cada uno del cuerpo del otro mientras estábamos tumbados. Hicimos un 69 maravilloso, yo tumbado encima de él y fui notando cómo estiraba la cabeza para llegar a mi agujero con su lengua... Me dijo que me incorporara un poco y dejé todo mi culo a su disposición. Empezó una comida de culo que me hizo estremecerme y gemir de placer mientras yo no desatendía su rabo, que yo notaba más duro que nunca.
Paramos un momento y me dijo que me pusiera a cuatro patas sobre la cama. Pensé que ya iba y le dije que fuera cuidadoso. Me dio un beso y me dijo que tranquilo, que no teníamos ninguna prisa y que lo que quería era que disfrutara al máximo. Se agachó y siguió comiéndome el culo y metiéndo la lengua por mi agujero. Yo me retorcía de placer por el beso negro que me estaba haciendo y noté que empezaba a introducir uno de sus dedos. Siguió con dos y cuando noté que iba a intentar algo más le pedí que parara y que usara el lubricante. Me sonrió y cogió el bote y me fue poniendo por el culo mientras iba metiendo sus dedos. Yo estaba deseando que me follara pero al mismo tiempo tenía miedo a no poder. Alguna vez que lo había intentado con algún tío no demasiado cuidadoso tuve que parar del dolor que tenía. Él pareció percibir mi miedo y con la otra mano empezó a acariciarme por todo el cuerpo para que me relajara.
Cuando pasó un rato paró y me dijo que íbamos a ello. Saqué un preservativo y me di cuenta de que él tenía las manos pringadas de lubricante así que le dije: “Déjame a mí”. Abrí el preservativo y se lo puse mirándole a la cara y vi en sus ojos una complicidad tan brutal que en ese momento hubiera dejado que me hiciera lo que hubiera querido.
Me volvía colocar a cuatro patas sobre la cama y noté como se acercaba. La respiración me iba a 1.000 por hora pero estaba con una excitación brutal. Noté como empujaba con su polla y sentí como entraba la punta. Se quedó un poco quieto y empezó a empujar de nuevo. Le pedí por favor que parara y lo hizo. Mi culo se fue acostumbrando a su rabo y empezó a moverse de nuevo hasta que sentí que la tenía toda dentro y volvió a pararse. Me dolía mucho pero no quería que la sacara. Me preguntó si estaba bien y no me salía la voz así que asentí con la cabeza. Estuvimos un poco así y esta vez fui yo quien empezó a mover poco a poco el culo. Él lo vio como un gesto de aprobación y también empezó a bombear. Muy lentamente al principio y poco a poco fue cogiendo velocidad. Yo no recordaba haber disfrutado nunca así con una polla en mi culo pero me estaba volviendo loco. Después de un rato de bombearme y notar sus huevos golpeando en mi culo, salió de mí dejándome un vacío enorme. ¡Yo quería más! Me giró hacia él y me volvió a besar y me dijo que estaba siendo genial. Nos sonreímos y se sentó en la cama, invitándome a que me acercara con un gesto y que me sentara encima de su rabo. Fui hacia él y no lo pensé ni un instante. Cogí su rabo y me fui sentando encima de él hasta que estuvo dentro de mí por completo. Empecé a moverme mientras tenía mis brazos alrededor de su cuello. Me encantaba follarme yo su rabo cara a cara porque así miraba la cara de placer que estaba poniendo. Mi polla estaba a punto de explotar cuando la cogió y empezó a menearla y le dije que parara o me correría irremediablemente. No paró y mi rabo no pudo más y explotó lanzando varios trallazos de leche a su pecho. Con mi orgasmo noté que apretaba el culo y sentía todavía más su rabo dentro -eso lo aprendí a manejar para otras ocasiones- y me dijo que no parara porque iba a correrse. Creo que lo escucharon en todo el local de lo que gritó al vaciarse y nos fundimos en un abrazo.
Esas semanas fuimos casi una pareja de enamorados y tengo que decir que fue una época preciosa. Íbamos a los sitios y nos hacíamos fotos juntos, le enseñé la ciudad y disfrutamos de paseos románticos y fuimos a la playa a tostarnos. Y por supuesto, a follar cada vez que nos veíamos.
Una noche que fuimos a una zona de huertos a echar un polvo, al terminar y estar hablando, me comentó que él no era de emparejarse y que tenía muy presente una canción mexicana que decía “Así soy” y que lo representaba. En ningún momento me hice ninguna ilusión. Es cierto que te encandilas en ocasiones pero sabía que él tenía fecha para volver a su país. Eso por no hablar de la diferencia de edad y de maneras de ver la vida que teníamos cada uno. Pero la actitud cariñosa que siempre había mostrado hacia mí -guardo una foto de nuestras manos unidas preciosa- saltó por los aires, sin quererlo, en ese mismo momento.
Seguimos quedando varios días y hablando por whatsapp con normalidad pero aquella conversacíon fue un baño de realidad para mí.
A los pocos días surgió un viaje a otra provincia con unos amigos míos a los que él había conocido y le invité a que viniera. Todo el mundo estaba encantado con Juanjo y la verdad es que fue un fin de semana que guardo en la memoria con mucho cariño. Porque además, era un fin de semana que sonaba a despedida, aunque todavía faltara un mes para que se marchara.
Tras ese viaje, dejamos de vernos porque estaba muy ocupado con las prácticas y la relación fue cayendo en el olvido. Durante esas semanas había pensado en el día de su partida, en llevarlo al aeropuerto y despedirnos allí... Pero no pudo ser. Se marchó sin decir nada y reconozco que me sentí un poco herido.
Desde entonces hemos vuelto a hablar varias veces por whatsapp y todo ha sido muy cordial. En una de esas conversaciones, repasamos lo que pasó y lo que vivimos y coincidimos en que fueron unas semanas maravillosas. Así que me quedo con eso. Y pienso en que a veces nos ponemos una coraza para que no nos afecten demasiado las cosas. Y eso es lo que creo que hizo él.
Lo cierto es que esta historia se había quedado un poco olvidada pero al revivirla ahora escribiendo el relato he notado que me marcó seguramente más de lo que yo pensaba. En absoluto puedo decir nada malo de él. Al contrario. Me trató mejor que muchísimas parejas o rollos que tenido. Y con eso me quedo. Con que fue una historia preciosa durante aquellas semanas que quedarán para siempre en mi memoria.
Creo que hoy me he extendido un poco demasiado pero me apetecía contar esta historia como creo que se merece. Espero que os haya gustado.