El mecánico y su colega
El mecánico del barrio y su querido amiguito se lo montan muy bien.
Todos los días los veía en frente de mi ventana. Eran dos, uno delgado, mecánico de profesión y otro más gordo, y aparentemente bastante oso. El mecánico arreglaba coches en la calle, por lo que a medio día se juntaba con el oso para charlar antes de ir a comer. Yo ya tenía fijada la hora y les dedicaba unas buenas pajas a su salud.
A la vuelta de este verano, mientras que me manoseaba la polla, les oí una conversación. El oso le contaba mecánico, cómo estaban las tías en la playa. Le contó que seguía a alguna mientras paseaba por la playa y le hacía de todo con la mente. El resto de la conversación se puede imaginar, la típica de dos machitos fanfarrones que no se la creen ni ellos.
La pasada semana volvía a casa y vi de lejos al mecánico tirado en el suelo arreglando un coche. Según me acercaba le miré el bulto que asomaba debajo del mono azul. Sin darme cuenta tropecé con la caja de herramientas y me caí al suelo. El estrépito hizo salir al mecánico. Primero me ayudó a levantarme del suelo y después se puso a recoger las herramientas desperdigadas por el suelo. Yo estaba cortado y me agaché para ayudarle. Me disculpé varias veces sin que el mecánico me respondiese. Una de las veces que nos agachamos le miré y vi que el mono estaba desabrochado hasta el ombligo. No había vello alguno, pero los músculos estaban bien marcados. Le miré a la cara y vi que me estaba observando. Evidentemente se había dado cuenta de que le estaba mirando el torso. En medio de mi vergüenza, el mecánico me dijo que si lo sentía tanto, que le ayudase a bajar las herramientas al sótano donde las guardaba.
Cogí una de las cajas de herramientas y le seguí. Fuimos al portal de al lado y bajamos las escaleras.
Abrió la puesta del sótano y entramos en una habitación muy grande llena de cajas. Primero puso la caja que llevaba encima de una mesa. Me dijo que yo colocase la mía encima de un armario. No soy bajo, pero no llegaba bien para ponerla. El mecánico me vio que no podía y se acercó por detrás mí. Con sus manos empujó la caja para ponerla bien, pero no solo puso sus manos, sino también acercó mucho su cuerpo al mío, demasiado como para que no fuese adrede.
La caja ya estaba bien puesta, pero el mecánico no se separaba de mí. Yo estaba bastante nervioso, pero no me moví. Empecé a notar una mayor presión en mi culo. Yo no sabía qué hacer, pero el mecánico sí. Me agarró por los hombros y rozó más fuertemente mi culo con su paquete. El bulto estaba bastante duro, algo contagioso porque mi polla comenzaba a endurecerse.
Se separó y oí el ruido de la cremallera. Me volvió a coger de los hombros, pero esta vez me dio media vuelta y me obligó a bajarme. El mecánico sin decir palabra empujó más fuertemente para que me colocase de rodillas. No puse resistencia y me puse de rodillas. No fue sorpresa lo que me encontré, cuando oí la cremallera se había sacado la verga fuera.
No estaba nada mal, 18 cm de carne y un grosor bastante interesante. El glande rosado lo tenía casi en mi nariz, el olor era intenso, pero no desagradable. Le pasé mi lengua y comencé a lamer aquel fresón, todo para mí.
No sé las veces que había soñado con esto mientras me pajeaba en mi ventana, pero esta vez era realidad.
El mecánico me empujó la cabeza y me metí el miembro de golpe. El glande me tocaba el fondo del paladar, pero el mecánico, marcando el ritmo, no me dejaba ni respirar. Dejé de notar sus manos en mi cabeza y aproveche para agarrar el tronco de la polla con mis manos. Vi que el mono se caía hasta el suelo. Desde luego, el mecánico había decidido pasar un buen rato.
Entre chupada y chupada, yo le terminé de bajar el mono y el calzoncillo hasta el suelo. Aparte de esa magnífica polla, quería el resto del cuerpo, por lo que poco a poco fui subiendo con mi lengua por el ombligo. Tenía los abdominales marcados, el mecánico no puso resistencia por lo que subí hasta uno de sus pectorales. Tenía unos pezones grandes y sonrosados. Puse bastante empeño en recorrer todo su torso con la lengua. El olor a macho se desprendía por todo su cuerpo.
El mecánico me llevó hasta una mesa grande y empezó a quitar las cajas que había allí. Mientras que él las quitaba, yo me quité la ropa. Terminó de quitar todo y me agarró por la polla para que me sentase en la mesa. Así lo hice y él se agachó para atraparme la verga con la boca. Era un animal, se la tragó de golpe y si no disminuía el ritmo me iba a correr enseguida. Le cogí la cabeza y le fui parando poco a poco. El mecánico se dio cuenta y me alzó un poco las piernas para poder lamer mis huevos y mi raja. Su boca trabajaba de maravilla. Se metía mis huevos y con su legua ensalivaba mi ano. Metía la legua con ayuda de un dedo. Notaba esa masa húmeda en mi interior, investigando hasta donde podía llegar.
El placer era intenso y yo deseaba más. Le pedí que me penetrase con sus 18 cm de polla. Me ensalivó bien y puso su glande en la entrada de mi esfínter. Se fue introduciendo poco a poco hasta que noté su vientre pegado a mi culo. Con ritmo pausado su verga se deslizaba en mi interior. El mecánico empezó a bombear más fuerte y el calor empezó a correr por mi interior. Pero en plena follada oímos una voz "Dale, dale bien"- giré la cabeza como pude y vi en la puerta al colega, el oso.
- "venía a buscarte para comer, pero prefiero que me la coman"- el mecánico había parado, pero con la reacción del oso, empezó de nuevo. Oí como el oso se bajaba la cremallera y me colocaba encima de la cara la polla flácida.
La situación se ponía cada vez mejor. Me metí uno de los huevos del oso en la boca, mientras que con la mano acariciaba su polla. Le lamí la base de sus testículos y empecé a notar la polla más dura. Decidí que esa verga debía crecer más rápido y dándome media vuelta me puse a cuatro patas en el suelo. Continué ofreciendo mi culo al mecánico y mi boca se puso a disposición del oso, que se había quitado la ropa y me dejaba ver su cuerpo. Tenía bastante barriga, cubierta de pelos al igual que su pecho. Me garré a sus muslos velludos para poder mamar mejor. Las envestidas del mecánico me hacían tragar la polla osuna y metérmela hasta el fondo. No era muy larga, pero era bastante gorda, ocupando buena parte de mi boca.
El mecánico aceleró la follada para descargar su leche dentro de mí. Un par de chorros calientes recorrieron mi recto. Extasiado se tumbó boca a bajo, yo seguía con mi felación, pero el oso me paró para decirme que el culo de su amigo el mecánico necesitaba una reparación. Me di la vuelta y comencé a trabajar con la legua su agujero rosado. El oso hizo lo mismo con el mío, recogiendo con su lengua los restos de esperma del mecánico. Como mi culo estaba bien abierto, pudo introducir la lengua bastante dentro. Yo hacía lo mismo con el mecánico pero con ayuda de un par de dedos. Me hubiese quedado así un buen rato porque el trabajo del oso era magnífico, pero yo ya estaba a punto de estallar y tenía un culo esperando guerra. Situé mi glande en la entrada con intención de meterla poco a poco, pero el oso, sin previo aviso, me introdujo de golpe su gordo rabo, haciendo lo mismo con mi verga en el culo del mecánico. Las envestidas del oso eran muy fuertes marcando el ritmo de la follada del mecánico. Notaba los pelos de la barriga en mi espalda y cómo se deslizaba ésta por el sudor.
El recto del mecánico aceptaba de buen grado mi polla y por el trabajito que estaban haciendo sendos amigos supuse que ya se lo habrían montado alguna que otra vez.
No tardé en inundar el culo del mecánico, pero el oso, a pesar de la gran follada que me estaba haciendo, tardó un poco más en correrse. Al terminar mantuvo su verga dentro de mi, impidiendo que yo sacase la mía, que aun estar flácida, mantenía un poco más del glande dentro del mecánico.
Estuvimos así un rato descansando y a partir de ese día quedamos muchos más para tomar un "aperitivo" antes de comer.