El mecánico me hace un repaso (I)

Con mis 18 años el mecánico, amigo de mi padre, me hace sentir la mujer más satisfecha del mundo.

Tenía 18 años y acababa de sacarme el carnet de conducir. Mi padre se había comprado un coche nuevo y decidió que el viejo fuese para mi. También decidió que pasase por el taller mecánico de un amigo suyo para que le diera un repaso y ponerlo a punto. El taller estaba en un polígono industrial cercano a la ciudad y llegue allí sobre las ocho de la tarde, la hora fijada entre mi padre y él.

Hacía calor e iba vestida con una falda corta y una camiseta ajustada que marcaba mis pechos de forma sugerente. No quería provocar y menos a alguien que no conocía y tenía unos sesenta años, simplemente me gustaba que los hombres me mirasen por la calle.

Al llegar me esperaba en la puerta; me indicó que pasara, una vez dentro bajo mi coche se cerró la gran puerta metálica. Por el retrovisor observe a un señor semicalvo, con un espeso bigote, estatura media y un mono de trabajo desabrochado hasta el ombligo por el que se veía una ligera barriga y un pecho lleno de vello. Sus brazos peludos sostenían dos grandes manos con manchas de grasa.

Al descender del auto me recibió con una sonrisa, yo no paraba de fijarme en su pecho y cuando cruzamos la mirada vi unos ojos dulces y picarones que no me hicieron sentir incomoda. Me explicó que había cerrado la puerta para no atender a más clientes y así dar un vistazo al coche más cómodamente.

-Hay que ver que guapa se ha puesto la niña de Ricardo (mi padre), la ultima vez que te vi tenias seis años.

-Gracias, es usted muy amable, contesté

Inmediatamente se metió debajo del coche y pude imaginar como su vello rizado envolvía su paquete que se le marcaba a través del mono. Al estirar sus brazos su slip señalaba claramente un pene grueso coronado con una enorme cabezota. Él seguía hablando de su amistad con mi padre y de cuando eran jóvenes.

Sonó el teléfono del pequeño despacho y salió bajo el coche recorriendo con sus ojos mis piernas y mis tetas.

–Cógelo por favor, que tengo las manos sucias.

El despacho estaba lleno de recortes de mujeres ofreciendo sus culos o que eran penetradas analmente por enormes rabos. Mientras hablaba con un cliente al que le señalaba que llamase mañana, él salia del minúsculo baño donde se había lavado las manos y se situó detrás de mí y notaba como su respiración golpeaba mi nuca, colgué y al darme la vuelta casi mis labios rozan su bigote. Él no se movió y sus ojos me deseaban. Yo estaba paralizada, sin reaccionar. Unos segundos después note como su boca se pegaba a la mía, yo me resistía a abrirla pero tampoco le rechazaba. Una de sus manos me cogió de la cintura pegándome a él, mientras con la otra debajo de mi falda sus gruesos y redondeados dedos separaban mi tanguita buscando mi coñito. Al oido empezó a susurrarme:

-¡Abre la boca pequeña que quiero comerte la lengua!. Venga cariño, que me estás poniendo muy cachondo.

Yo estaba nerviosa y mi vagina no lubricaba bien ante sus dedos, al mismo tiempo le abrí mi boca que el selló con una lengua gorda y ensalivada, junto a su enorme bigote. Ante mi sequedad sacó su mano de mis piernas y me metió su dedo índice en la boca.

–Chúpalo guapa que quiero preparar tu conejito. Yo lo hacia con gran deseo.

-Tranquila que luego tienes un dedo mas gordo que comerte, ¿todavía no lo has notado? me dijo apretándome más hacía él.

Yo llevaba un buen rato sintiendo ese trozo de carne en mi vientre y empecé a refrotarme sobre su cuerpo. El con sus ojos humedecidos de deseo me miraba dulce pero vehementemente. Sentí su dedo entrando y saliendo como si me estuviese follando.

-¿Por que no vas bajando con tu lengua hasta comerte toda mi polla? Te vas a cansar de rabo esta tarde, no sabes como me gustan las chicas putitas como tú. Quítame el mono de trabajo.

Cuanto más cosa me decía yo mas estaba dispuesta a satisfacerle. Le baje la cremallera hasta abajo notando al final su polla rozar mi mano, le ayude a quitarse las mangas cayendo toda la pieza hasta sus tobillos, mi lengua comenzó a besar y lamer su peludo pecho que pronto abandoné para llegar a su slip que estaba a punto de reventar

-¿Cómetela ya!, que me tienes los huevos doloridos de esperar. Con mis manos bajé su slip y apareció ante mi un pollón de unos veinte centímetrros y de un gran grosor, su cabeza rezumaba un liquido seminal que relamí con gusto empezando un vaivén con mi cabeza que él ayudaba y acompañaba con sus morenos brazos y sus jadeantes gemidos. –Como la chupas jovencita, te gusta el jarabe de palo, ¿Verdad?

Yo no paraba de chupar aunque con arcadas pues a veces me ahogaba con su gran tranca

-¡Para, para...Vamos túmbate en la mesa que vas a probar la experiencia del mejor comedor de coños de tu joven vida.

Ahora estaba sobre la mesa totalmente desnuda ante una sonrisa de niño malo y su polla mirando el techo bajo su cabeza sobre mi coño y note ahora su gorda lengua recorrer todo mi clítoris con un desenfreno que ningún chico me había hecho sentir, al rato escaló hasta mis pechos mordisqueándolos al tiempo que su pollón rozaba mis labios vaginales Yo trataba de acercar mi cintura para que me empezase a follar.

–Tranquila pequeña salvaje que ahora te doy tu ración de polla, golfa!

Con su mano comenzó a introducir su aparato que me partía en dos con suaves movimientos mete-saca que fueron subiendo de fuerza y ritmo. Su lengua jugueteaba con mis orejas provocado una sensación por todo mi cuerpo imposible de soportar.

-Te voy a llenar el coño de leche, llevo cuatro días sin descargar y te va a escurrir por las piernas putita. Me voy a correr. Abre bien el chocho, ahhh! Ahhhhh.

Una enorme descarga llenó mis entrañas mientras sus caderas seguían talandrándome y su boca resoplando obscenidades dulces sobre mi oreja. Nos quedamos juntos y abrazados, yo me sentía querida y halagada con sus miradas y caricias. La puerta pequeña del exterior se abrió:

-Manolo (era su nombre) todavía estás con las facturas en el despacho?

-Si, si ya acabo, ¡hasta mañana!

-Quien era ese?, le pregunté

-Trabaja para mi. Lo siento se me olvido la puerta pequeña, menos mal que las persianas estaban bajadas.

Tiene un acento diferente, replique

-Es guineano, y lo único que hace es aprovecharse de todas las jóvenes que puede, no le importa obligarlas a que abran su culo, pues como ves en la pared es algo que le obsesiona.

-¿Cuántos años tiene?

-55, pero con un buen rabo como casi todos los negros. Todas esa fotos de la pared las ha puesto él. Le encanta romper los culitos, pero tu tranquila que no te dejaré nunca a solas con él, además tu culito lo quiero estrenar yo, cariño.

-El próximo lunes vienes y te llevas el coche y te hago una factura arreglada de precio, ahora nos vestimos y te acerco a tu casa.