El me ha traido para ti (2)

Otro punto de vista de un mismo relato...

EL INVITADO

Estaba desnudo, a oscuras, en una habitación que era extraña para mí. Me sentía como un ladrón, como un espía, o como la víctima de uno de esos programas de cámara oculta, segundos antes de que caiga sobre él el peso de la burla. Pero aquello tenía su lógica. Él me había dicho: "desnúdate ya, así cuando estemos en el dormitorio no habrá posibilidad de que te oiga accidentalmente al quitarte la ropa y se rompa al sorpresa".

Sí, tenía lógica.

Había dispuesto de unas horas desde mi llegada en el vuelo de la tarde, para referscarme en un hotel cercano a la casa y descansar una hora. Echado en la cama había fantaseado imaginando la situación. Y, hasta el momento, ésta no se había apartado mucho del sendero que se había trazado en mi cabeza. En la oscuridad del cuarto, pensé de nuevo en cómo me gustaría un café... pero no podía ser; no solo porque fuera imposible en ese instante, sino porque sabía que no le gustaba su sabor. No quería que se encontrara con ese sabor, sino con el mío.

Los sonidos eran fácilmente identificables a través del tabique que dividía ambos cuartos. Jugaban….. La clave me sacó de mis pensamientos: "Ya estoy aquí, cielo, ven...Ponte esto, así no sabrás donde voy a tocarte, ni a besarte ni a mojarte...".

La había dicho casi exactamente a como habíamos acordado. Me deslicé por la puerta hasta el pasillo; habíamos tenido la precaución de no cerrarla esa noche, y él, de asegurarse que no haría ruido. Caminé sin delatarme, mis plantas desnudas sobre el suelo; el cuarto de al lado, con la puerta abierta y ellos en la cama. Él miró sobre su hombro, viéndome en el umbral. Con un gesto me invitó a acercarme. Mientras, sujetaba las manos de ella sobre su cabeza y besaba sus pechos, lentamente.

Ella….

Sobre la cama. La había oído en la casa, durante el rato anterior, desde que su pareja me había facilitado la entrada al hogar. Conocía su voz del teléfono; su imagen, de la webcam y de las morbosas fotos, objetos de adoración en el foro de Internet... adoración procaz a veces. Obscena, en ocasiones. Deliciosamente obscena. Era ella. Allí estaba

Ceñí sus muñecas. El apartó sus manos y yo puse las mías; fue un cambio suave, imperceptible para la mujer con los ojos tapados, un número casi de trileros. Trileros excitados ante la presa. Porque él, entregado ya a saborear su cuerpo, mostraba su excitación. Yo no me había quedado atrás. Era ella... y la estaba tocando. Sujetaba sus muñecas, sin apoyarme en la cama, para que el peso no delatase la presencia de un tercero... aún. Ella pidió permiso para tocarle. Él se negó. Bajó hasta su pubis. Pude ver que estaba afeitado. Capté su olor. Recién afeitado. Exudaba una leve capa de sudor y aroma. Brillaba. Se detuvo a disfrutar de ese olor antes de entrar en el surco con el arado de su lengua. Y provocó una convulsión de placer, que me llegó a través de sus muñecas atrapadas

De repente, se puso tensa. Antes de que dijera nada, adiviné que se había dado cuenta. La postura era imposible. Le hablé. Al oído. "Tranquila...., el me ha traído para ti". Un instante de duda cedió ante un dejarse llevar por la situación. Yo confiaba en que hubiese reconocido mi voz, como yo reconocí sus roncos gemidos, como aquella vez que al teléfono...

El gemido se hizo más fuerte. Él había entrado. Me dediqué a besarla en las mejillas, el cuello, el pelo y a hablarle; mi voz haría el efecto benéfico de otras veces, la rara mezcla de tranquilidad y apaciguamiento de lo conocido con la excitación de la novedad.

El goce por la penetración se incrementaba. Pidió a su compañero que la soltásemos. Concedido. Que le quitásemos la venda. Denegado.

Sus manos suplieron a sus ojos, leyendo el braille del cuerpo de su amante. Le interpeló:

"Quien es?"

"No lo sabes?"

"No, no lo se"

"Se ha ido?"

"No, aun esta aquí, mirando como te follo, mirando como te doy placer, mirándonos y sabiendo que le dejaras disfrutar de tu cuerpo dentro de un momento..."

"Esta mirando?"

"Si, y le encanta lo que ve...De hecho esta acariciándose, lentamente, como sabe que te gusta.."

La descripción era ajustada. Mi mano recorría mi miembro tan erecto que parecía querer estallar. El placer se hizo más intenso al aumentar la excitación, sabedor que en unos instantes perdiría

"Déjame verle, quiero conocerle."

"Ya le conoces...Mira.."

Le quitó el pañuelo de los ojos. Vi como se acostumbraban a la luz del cuarto. No hubo dudas, quizá un destello de incredulidad a pesar de tenerme allí. Pero vi en su sonrisa pícara que la excitación crecía por algo más que por el efecto del falo dentro de ella. Aunque ese factor la dominaba, por supuesto; la prueba fue el orgasmo que tuvo a continuación. Me pareció el momento adecuado para entrar en el juego más directamente, sin permitir que se rompiera el ritmo. Sin mayores explicaciones que serían inútiles en ese momento.

Me posé en la cama, por fin, de rodillas, junto a ella, junto a su rostro. Mi pene erecto, apuntaba a su boca. La petición era clara y no se hizo esperar la respuesta. Sus labios se abrieron y vi la sonrisa que lucía como escudo y emblema en sus fotos. Mi polla entró en la humedad de su boca, mi tensión acumulada comenzó a remojarse, noté los dientes rozando mis zonas más sensibles, la lengua jugando con la carne rosada, leyendo los pliegues y las venas con la punta de la lengua.

Cuando le apeteció cambiar de amante, me invitó a estar dentro. Ahora el le besaba el cuerpo, el torso, los pechos, mientras yo deslizaba cada centímetro de mi polla en su sexo. Dentro, fuera. Suave. Húmeda. Su coño no estaba acostumbrado a mí. Pero eso le gustaba. Era otro. Era yo. Sus manos, aun incrédulas, me recorrían.

"Estoy aquí", dije, "es verdad. El me ha traído para ti."

Nos regaló su boca a los dos a la vez, y su lengua afilada nos recorría, alternando. Pero seguía queriéndonos dentro. A ambos. A la vez. Yo quería su culo. Lo deseaba mucho. Lo había deseado tanto. Tantas veces mi semen se deslizó entre mis dedos tras masturbarme mirándola en esa foto ante el espejo o echada en una cama. Mis dedos preparaban en terreno, que se abría suave, como una flor; no había tensión, ni miedo al dolor. Lo deseaba demasiado. Yo también. Se tragaba mi dedo corazón, lo absorbía, haciéndolo desaparecer dentro, donde yo lo hacía vibrar y le arrancaba gemidos. Y los gemidos crecieron proporcionalmente al tamaño de mi polla, cuando se la puse dentro.

Nos sincronizábamos, buscábamos el ritmo para que nuestros empujones le trajeran solo placer, placer creciente, placer licuante... Yo notaba el pene de él entrando y saliendo de ese coño que conocía tan bien. Nuestros penes luchaban dentro de la carne. Ella no podía sino gritar. Arañar… Sudar…. Jurar…. Insultar…. Correrse… Primero, ella de nuevo. Luego él, dentro. Noté sus convulsiones mientras el semen se bombeaba. La saqué, apunté a sus pechos. Mi chorro cayó, tras el primer impacto, goteando hacia el vientre.

La habitación estaba llena de olores, fuertes y profundos, de los que no se pueden embotellar. Dije su nombre al mojarla. Nos detuvimos unos segundos, reconociéndonos. La noche acababa de empezar….