Él me cambió mi vida I

Todo iba bien, había tenido un inicio de clases tranquilo y curioso, un tanto extraño la verdad... Pero todo cambió cuando lo conocí...

I

…El cristal de mis esperanzas.

—¡No por favor tía, no lo hagas! —grité desesperado, tratando de sfarme de la silla a la que me tenían atado.

Estaba amarrado a una silla en la sala de mi casa y listo para la tortura. Mi tía tenía ya preparados sus muchos utensilios, todo estaba listos para su horrible trabajo y mi familia, cuales monstruos traicioneros, solo nos observaban, riéndose de vez en cuando.

—Sí lo haré Cristóbal, sabes que perdiste y lo que implica eso —me recordó mi tía, muy divertida, preparando todo para mí agonía.

Para aclarar todo antes de mi muerte... Debo decir que mi nombre es Cristóbal Sandoval. Ya sé que suena como nombre cliché de telenovela barata y todo eso, y realmente debo admitir que a veces deseo que mi nombre fuera menos de drama telenovelero y más el de un chico normal.

Mi piel es de un tono claro algo lechoso porque le huyo al sol como un vampiro; tengo un largo cabello castaño claro y un poco, poquísimo, ondulado; unos ojos que por un trastorno genético son de color violetas y que no me gustan en verdad, me hacen sentir como un bicho aún más raro de lo que soy, por lo que siempre los oculto con lentes de contacto color negro y unas grandes gafas, porque no tengo muy buena visión que digamos.

Y por último, mis rasgos faciales son ligeramente perfilados y con la barba algo partida, además de que mido un metro setenta.

Ciertamente soy un nerd y normalmente me escondo en los pasillos e intento alejarme de todos como un típico ratón come libros; diría que soy también friki porque me gustan las series, el anime y todo eso.

Lamento no poder dar más información, pero es que estoy preocupado y muy aterrado por mii futura tortura.

—¡Sí, pero tú hiciste trampa! —refuté casi llorando a las palabras de mi despreciable tía.

—Pero igual gané y sabes que en la familia a la hora de la hora, hacemos todo lo que sea por ganar —terminó, ya lista para la acción—. Ya está todo listo para tú cambio de look. Que bueno que te gané un día antes de tu cumpleaños número dieciséis. Dime ¿Crees en las coincidencias? —preguntó cínicamente, ya comenzando con su horrible ataque.

—¡Nooooo!

—Hay ya hijo cálmate —me dijo mi mamá entre risas; uno de esos viles monstruos que me dejaron a la deriva con este verdugo.

—Hijo. —Mi papá se puso serio; otra más de las abominaciones—. Sé que te enseñamos ha ser humilde, pero… El buen gusto no se le puede negar a nadie, así que acéptalo y más bien agradece —terminó... Para luego perder toda nota de seriedad y seguir riendo.

Esto es el mayor fiasco que he vivido.

Pese a que vivimos en una casa a la que se le puede llamar clase media. Mi mamá, Cecilia, que es de origen español, es jueza; mi papá, José, es jefe de administración y contaduría de una empresa privada muy exitosa; mi hermana mayor, Elena, según ella es “ingeniera de relaciones públicas” y trabaja en ¡Milán! Junto a mi tía Miriam, que es una estilista de esos lares; mi hermano menor Bryan estudia primer año de bachillerato y yo en el último año de este, a punto de irme a la flor de la vida, la universidad.

Definitivamente tenemos el material siguente para ser una familia adinerada, pero nos gusta vivir con gustos simples, por lo que la mayoría de las veces pasamos desapercibidos. Mi familia, al menos mi papá y mi mamá, siempre han sido muy humildes y les gusta disfrutar de las pequeñas cosas.

Sí, sí, cualquiera diría que somos la familia perfecta pero… Nadie de la familia, ni por parte de mi mamá, ni de mi papá, soporta a los gays. Tengo un primo gay que, cuando decidió que ya era hora de mostrarse tal como era, sus padres ya lo estaban botando de la casa apenas terminó la oscura palabra con “y” al final... Y ahora ya nadie le habla aunque yo, a expensas de todos, lo sigo tratando en secreto.

En cuanto a mí, mi situación es más difícil y precaria en cierta forma. Yo luego de una cierta depresión cuando, ya saben, las hormonas se despiertan y hacen estragos en el cuerpo y luchan contra la consciencia, llegué a la conclusión de que soy bisexual. Me gustan las chicas, incluso he salido con algunas, pero debía a mi apariencia de “indigente” según muchas nunca he pasado a más... El punto es que también me gustan los hombre.

Creo firmemente que el amor puede mostrarse de cualquier forma, ya sea a un hombre como a una mujer o a cualquier persona, pero siendo sinceros... Me da miedo enamorarme de un hombre ya que mi familia lo tomaría de la peor forma posible.

En mi caso, estar con un hombre ya es de por sí el peor de lo escenarios.

De nuevo al asunto...

A regañadientes y llorando, acepté la dichosa transformación que se empeñaba en hacerme, todo comenzó cuando me arrancaron mis preciadas gafas, matándolas cruelmente al romperla sin clemencia alguna y lanzarlas a la basura pese a mis quejas; también, me quitaron los lentes de contacto, dejando así mis raros ojos a la vista.

Luego, para mí propia y absoluta vergüenza, mi tía me tiñó el pelo ¡De rubio! Y me dejó las cejas de mi color natural; mandó a comprarme ropa y la arreglaron a mi medida porque quería que mi formado cuerpo (mi padre me obligó al principio, pero ahora luego de ver los resultados me volví fiel adicto al ejercicio) se notara; me dio unos nuevos lentes con un marco rojo fuego según ella eran preciosos... Aún así aún lloraba por mis queridas gafas.

Para dar el último toque, ella cortó mi largo cabello, me rapó los costados de la cabeza y me dejó un corte a capas hacia adelante, dejándome así un discreto flequillo en la frente.

Cuando me miré al espejo, tengo que admitir que me sentí como el patito feo que se volvió en un cisne.

—Me veo… Bien —dije muy sorprendido, elevando mi flequillo y tocando mis cabellos.

—Te verás mejor cuando el tinte se vaya y tengas tu pelo normal —aclaró mi tía Miriam.

—¿Eh? —balbuceé confundido—. Entonces ¿Por qué no lo dejaste así? —dije muy enojado.

—Porque no pude resistir la tentación de retocar tu lindo y virgen pelo —respondió la muy cínica mientras daba saltitos.

Solo suspiré, pidiéndole a Dios paciencia.

Había perdido en póker contra ella así que lo acepté; las apuestas en la familia son como una ley, pero ya verá… Me lo cobraré tarde o temprano.

Yo nunca olvido.

—Bien hijo, este es nuestro regalo, sé que no querías nada este año, pero igual decidimos darte un nuevo look. —Mi mamá me dió un beso en la frente.

—¿Me hicieron perder? —pregunté asombrado.

—Hermano… mi tía es pésima en el póker, claro que la ayudamos —señaló Bryan.

"¡QUEEEEE!" Estaba histérico, me habían visto la cara.

Pero ¿Qué otro remedio tengo? Son mi familia y los quiero así... Aunque me den ganas de matarlos por ocurrírseles algo así. Y después de todo me gustó el regalo.

Sí, sí, yo y mis cursilerías pero… Solo es la verdad.

____&____

Ya era la mañana siguiente, 4:30 a.m. para ser precisos, y me levanto tan animado como siempre.

Aunque no lo crean, siempre, incluso sin alarma, me levanto a esa hora y de cierta forma lo disfruto porque me da tiempo de sobra para hacer las cosas que quiero como ejercitarme, dibujar (y lo hago muy bien por cierto), ver series y estudiar.

Hoy es el primer día de clases y luego de seguir mi rutina mañanera, a las 6:30 a.m. ya estoy listo para al liceo.

Mi hermano menor va a un liceo privado y yo, a partir de hoy, voy a uno público ya que odio a los privados; con esos ricachones pavoneándose como si fueran los dueños de todo, incluyendo la vida de los demás, me dan es gana de golpearlos más que otra cosa.

Puede que tal vez yo sea uno de ellos, pero jamás me comportaría como uno.

Con algo de vergüenza por mi nueva apariencia y por el uniforme que mi tía ajustó a mi cuerpo a mis expensas, marcando así mi musculado cuerpo, fui en la camioneta de mi papá junto a mi hermano menor.

Luego de dejar a Bryan en el liceo privado, mi papá me llevó a mi nuevo liceo. Estaba algo nervioso por lo que dirían de mí ya que para mi gusto, me sentía sentía cómo usara ropa de payaso, no estaba nada acostumbrado a usar ropa tan ajustada.

—Hijo, debo decirte que me alegra que hayas escogido un liceo público para terminar tus clases —Comenzó mi papá una conversación de pronto, mientras me miraba por el retrovisor.

—Gracias papá, la verdad a mí también me gusta haber decidido eso, ya no soportaba a los lerdos de ese liceo —suspiré aliviado

—Jajajaja, hijo. —Mi papá negó con la cabeza—. Bien hijo ya llegamos, como te dije antes, aquí te voy a dejar todos los días —indicó mientras cabeceaba hacia el exterior.

Estábamos a unas cuantas cuadras del liceo.

—Sí, yo también deseo lo mismo, no me gustaría andar presumiendo de que mi papa tiene una… Creo que se llama Hylux no sé qué... Bueno tú me entiendes. No me gustan mucho los carros. —Me sonrojé de la vergüenza al quedar en evidencia.

-Sí, sí... Ya lo sé —suspiró mi papá con algo de resignación—, lo tuyo son los dibujos y los animes.

Sé que mi padre desearía un hijo más rudo y deportista de lo que Bryan y yo somos, pero estoy seguro de se alegra de tenernos.

Recogí mis cosas y me bajé de la camioneta.

—Nos vemos en la casa más tarde —se despidió antes de alejarse por la calle y perderse en la siguiente esquina.

Con mi bolso estilo bandolera de color naranja con el emblema de la hoja (amo esa serie) me iba al liceo, muy cohibido por mi apariencia.

Vi la hora en mi teléfono y eran las 6:40 a.m. ¡Perfecto! Faltan veinte minutos para entrar... Veinte minutos aguantando miradas inquietantes sobre mí. No me gusta, me hace sentir que estoy en un confesionario público; estaba nervioso, asustado y ansioso.

Ví a los demás chicos en sus uniformes de camisa azul, en caso de los primeros años, y beige para los últimos dos años; sus pantalones azul oscuro y zapatos negros... Casi nadie iba con la rops como segunda piel; sentía las miradas encima de mí por eso y no me gustaba para nada.

Con un leve temblor en mi mano a causa de los nervios, revisé la hoja que me indicaba mi horario y el salón... Prácticamente me paseé por todo el liceo tratando de esquivar a los demás estudiantes y buscando la biblioteca.

Entonces un profesor me vio entrar en la biblioteca y me regañó por no ir a cantar el himno al patio ¿Eso se hace? No me acostumbraba a este lugar.

Y para remate, tuve que ir a cantarlo a su lado, casi me muero de la vergüenza porque todos me veían, pero yo aun así muy respetuoso lo hice con orgullo. Una vez todo terminó, me fui al salón casi que corriendo y cuando llegué me tiré en la primera mesa que vi, una que estamos justo en la columna del medio y a una fila del frente.

Me recosté en la mesa y suspiré, estaba aliviado. Al poco empezaron a entrar algunos chicos pero yo seguía recostado con los ojos cerrados; no quería ver a nadie.

Al rato llegó el profesor.

—Bien chicos levántense. —Obedecimos—. Ya saben, esto es lo típico, quiero que cada pase al frente y diga su nombre; si viene de otro liceo y, que este es quinto año; me gustaría que también dijeran qué desean estudiar.

Desde el principio no le presté en lo absoluto atención a los demás. Y desde que llegué al liceo, había tratado de huir de la mirada de los demás.

Mis ojos nunca me gustaron, el que fueran violetas, me había hecho víctima de una infinita de bullying en años anteriores; por ello, cada vez que alguien trataba de verme a los ojos, lo evitaba ya casi inconscientemente.

Debía de dar una imágen patética en ese momente... Suspiré frustrado, ya con ganas de irme de allí.

Al fin fuí llamado a ir al frente, así que cabizbajo, me presenté:

—Ho-hola a todos… Mi nombre es Cristóbal Sandoval… Vengo de otro liceo y pienso estudiar una doble carrera entre ingeniería en civil y arquitectura —dije brevemente y sentí mis mejillas arder al sentir la mirada de todos sobre mí.

Me sentí como si estuviera diciéndoles que era virgen y que a veces soñaba cosas eróticas con Agelina Jolly.

-¡Oh, usted es Sandoval! —exclamó el profesor de pronto. Me estremecí con horror al pensar de que ya me había ganado mala fama entre los profesores por escapar del canto del Himno— No lo reconocí. Se habla muy bien de usted entre los profesores ¿Por qué se ve así?

—Eeehhhh... E-es que, eh, p-perdí una apuestan —Expliqué muy sonrojado mientras rascaba mi nuca compulsivamente.

Todos se rieron por lo que dije, provocando que me quisiera morir... Sí, definitivamente estaba dando una pésima imagen.

Diablos, ya podía sentir que estaba en la mira de un chico de la esquina trasera de aula que tenía cara de haber matado unos cuantos chicos.

La clase continuó y la verdad no hicimos mucho; el profesor no hizo ni mando nada, solo habló de cómo le fue durante sus vacaciones; algo realmente interesante si eres de los que crees que descubrir en tu casa, una pila de DVDs de telenovelas, es un milagro del espíritu santo y te la pasaste toda las vacaciones viendo campesinas taradas que se llevaron al hombre por el que babean todas… Y contarle a la clase la misma historia una y otra vez pero con diferentes nombres.

Cuando terminó la clase, descubrí un par de cosas muy interesantes: La primera fue que, sea quien fuera la persona que creo las telenovelas, debería arder en el infierno a término medio; la segunda cosa fue que ese profesor no tenía vida; la tercera es que odio definitivamente a las villanas con nombres obvios como Devora ó Tiffani y la última cosa que descubrí, era que por suerte para mi pobre cerebro choqueado, ya era la hora de un receso bien merecido.

Entonces me dirigí a la puerta, pensando en que ahora debía de parir para encontrar el cafe-

—¡Primoooo! —Alguien me cayó encima y casi caemos al suelo de no ser porque me sujeté del marco de la puerta a tiempo.

—¡Ah, pero...! ¿Gustavo? ¿Cómo es que…? —balbuceé torpemente, todavía estaba lento por la sobredosis de telenovelas.

La persona que se había enganchado a mi espalda era mi primo, Gustavo, mi primo gay, y yo no termina de ubicar el motivo de su aparición hasta que mi cerebro hizo click y lo entendí... Jamás pensé que él estudiara aquí y de paso, en el mismo salón que yo.

—Nunca te lo conté porque no quería que tus papás se enteraran y no me dejaran verte —explicó algo apenado aunque no tenía por qué, ya que las probabilidades de que ambos estuviéramos en el mismo liceo y en el mismo salón eran ridículamente astronómicas.

Pero las estrellas se empeñaba en burlarse de mí al parecer, con todo y chica incluída.

—Mira ella es la amiga con la que vivo ahora, se llama Nicol —me presentó a la chica que lo acompañaba.

Bien, si es cierto que todavía estoy lento, eso no evitó que como siempre, mi mirada estudiara sus apariencias.

Gustavo es muy parecido a mí con una piel lechosa algo más bronceada y el cabello de un castaño oscuro un poco más oscuro, atado con una pequeña cola de caballo de lo largo que lo tenía; aparte de que sus ojos, por otro lado, eran de color gris; y él también era un poco más alto, de un metro setenta y tres.

Nicol era una chica muy linda de piel morena; unos ojazos enormes de color verde; su pelo rubio ceniza caía en ondas hasta sus hombros y era esbelda; con un pecho pequeño; mediría un metro sesenta. Era una preciosura.

—Hola Nicol mucho gusto, soy el primo de este, mmm… Loco —dije con la voz algo nerviosa, dándole un rápido beso en la mejilla.

—Mucho gusto Cris, eh ¿Puedo decirte Cris? —Asentí—. Soy la mejor amiga y casera de este loco —dijo riéndose a la vez me correspondía el beso.

Gustavo bufó con exageración, negando con la cabeza.

-Primo ¿Por qué te vez tan impactantemente sensual? —preguntó él de pronto, sorprendido, dándome una nada tierna mirada de pies a cabeza—. Es que si no fueras mi primo, te comería entero... Aunque si es cierto eso de: "carne de primo, se come" —insinuó con la poca sutileza que siempre lo acompañaba.

Me puse rojo de inmediato.

—E-es que c-como hoy es mi cumpleaños, mi tía m-me hizo apostar ayer y p-perdí, por lo que me hicieron lo que vez —expliqué de manera muy elocuente y profesional de mi parte.

"¡Tía, en serio pagarás por esto!" Pensé molesto por enésima vez en el día.

—Huy sí. La carne de primo se come... ¡Y de ese platillo yo también quiero! —exclamó Nicol muy sensual mientras aplaudía feliz.

Y los dos reventaron en carcajadas mientras yo sentía que me iba a dar algo.

Entonces por fin pude salir del salón. Esos dos iban hablando detrás de mí, así que cuando doblé en el pasillo, no veía hacia adelante... Y terminé chocando con alguien.

—E-eh —balbuceé confuso, estabilizándome—, e-esto, per...

Quedé impávido ante lo que se presentaba a mis ojos, estaba congelado como una foto viva… Al igual que él.

Su cabello era pelirrojo, corto y algo despeinado; sus ojos de un ámbar claro, casi verde; de piel morena un poco más oscura que la de Nicole y contrastaba magníficamente con su pelo; con unos rasgos definitivamente exóticos; su espalda era más amplia que la mía, definitivamente estaba mucho más ejercitado que yo... Así lo revelaban sus brazos grandes y muy fuertes.

Él me dió una mirada sorprendida antes de sonreír enormemente... Era una sonrisa muy hermosa.

—Tranquilo hermano, que también fue mi culpa —se disculpó al palmearme el hombro con algo de fuerza.

Yo me encogí sorprendido al sentir una descarga eléctrica recorrer mi cuerpo cada vez que me tocaba.

Pasó a mi lado y le dio un beso en el cachete a Nicol y un choque de puños con Gustavo, yo solo los pude ver cómo un tonto, inclinando la cabeza como si padeciera de algún trastorno mental... Y claro que estaba trastornado.

Ese chico me había golpeado a fondo el cerebro.

Él se rió algo sorprendido cuando Nicol nos presentó:

—Noel, te presento a Cristóbal, Cristóbal éste es Noel, mi primo.

Ambos nos dimos un fuerte apretón de manos, más que todo yo porque quería fundirme con la suya.

—¡O-oye! —exclamó sorprendido por el apretón, rompiendo así la magia y haciéndome caer en cuenta de lo extraño que me comportaba. Lo solté como si quemara… Y en realidad si que lo hacía—. Este chamo aprieta muy fuerte, me cae bien —soltó divertido.

Yo restregaba disimuladamente cómo podía mi palma con mi pantalón... Me picaba el cuerpo entero por querer sentir su contacto otra vez.

—Mucho gusto, soy Noel. —Me regaló una sonrisa digna de un comercial de pasta de dientes.

—Mu-mucho gusto, Cristóbal —dije lentamente, ya volviendo a este mundo.

Él era un chico y yo NO podía fijarme en un chico, no importara cuánto me gustara porque eso significaba entrar en una situación peliaguda.

-Noel ¿Vienes a comer con nosotros como todos los día? —le preguntó mi primo.

"Di que sí, ¡que sí!, ¡QUE SIIII!" Aunque no quede hacerlo, una parte de mi lo pensó eufóricamente.

No sabía que me pasaba, pero algo muy intenso me atraía a este chico.

—Sí —contestó... Y de repente sentí que algo revoloteaba en mi interior—, pero esperen un momento a que busque a mi novia —terminó muy feliz.

Y no se porqué, pero igual sentí como si alguien tomara un martillo y rompieran con él, el cristal de mis esperanzas.

No puedo enamorarme de un chico al que ni siquiera conozco... Aparte de que era obvio que un bombón así tendría novia.

Esto era un total desastre.

Continuará...

Hola hola!!! Eh aquí el primer cap de está historia XD esta es honestamente la quinta edición que le he hecho a esta historia, una por cada vez que he cambiado mi estilo de escritura, más una reescrición cuando la perdí una vez y decidí hacer la de nuevo XS

Esta historia solo necesita edición, por lo que la publicaré intercalada con cada publicación de mis otras historias, espero que les guste nwn

Por último, estva para mí pesito inseguro, que él me dió el título de está historia cuando no sabía cómo renombrarlo, le queda como un guante.

Nos leemos en el proxm cap nwn