El matrimonio y el juego del bote

Un matrimonio, la rutina y como un juego puede hacer que se vuelva a prender la llama. Nada cuando se juega en equipo.

Decía cervantes que de casado a cansado solo había una letra de diferencia-

Lo normal es que la rutina, y los años den paso a una monotonía tan constante que puede considerarse vulgar, el matrimonio puede ser una institución venerable pero también puede convertirse en una institución tan diplomática y tan políticamente correcta que aburra, podemos añadir, niños, preocupaciones conjuntas, individuales, trabajos, estrés… en definitiva… el día a día…, los humanos somos así, cualquier excusa es buena con tal de no vivir, parece que traemos algo dentro, nacemos con precintos que nos impiden vivir, aun teniendo la vida delante de nosotros y encima… gratis.

En fin, más a allá, de cuestiones que casi pueden rayar la teología más funcional y la filosofía más existencial, la cuestión es la historia que aquí nos incumbe, trata sobre lo mas recurrente, lo mas común, lo mas vulgar y lo que en la mayoría de los casos nos vemos abocados la mayoría de los mortales en unos lances u en otros, un matrimonio, que aunque honorable, puede ir apagando inexorable la pasión que curiosamente lo hizo nacer. Cuidado con eso que llamamos matrimonio. Así somos los humanos no paramos hasta realizarnos para después deshacernos. Ya dicen que lo difícil no es llegar, sino mantenerse.

En lo trivial esta lo sublime y a la vez lo vulgar, y lo que nos une, nos desune si no sabemos utilizar las herramientas necesarias. La vulgaridad no es más que perderlo todo a manos de un día tan trivial que apague los últimos rescoldos del amor, y para cuando nos queramos dar cuenta, ya solo queden cenizas cubiertas con una fina patina de superfluos que la vida ha ido sedimentando, tanto, que ya no quede nada que nos impida ver lo que de verdad importa.

Los sentidos se aletargan, y tal vez todo lo que nos hayan enseñado, no sean más que prácticas de un libro de texto, del texto de la vida, en el que tan preocupados en aprender la lección sin darnos cuentas que no había que memorizar nada, no había que memorizar la vida, sino vivirla, comprenderla y a veces ni eso, tal vez si volviéramos a la portada de ese libro, nos sorprendiera un título gastado entre letras cursivas y algo cursis que tal vez pueda poner “Frustraciones y prejuicios”.

Entre unos y otros y entre nosotros y nuestro ego, nos olvidamos de olvidar, nos olvidamos de vivir, sufrimos por sentirnos felices, no hay mayor enfermedad que aquella que nos conduce a la muerte, no hay mayor mal que el que nos impide vivir, estando vivos. Pero, dicen, dicen tal vez los mas sabios, que para todo hay solución menos para la muerte, pues si, si se apaga el fuego, lo encendemos, eso de que el tren solo pasa una vez, lo diría quien se fue de la estación cuando lo perdió, si esperamos, si insistimos, si lo trabajamos, mas de las veces que nos puedan parecer, muchas mas veces… el tren vuelve a pasar, la chispa vuelve a prender, y donde hubo cenizas, dicen, que siempre hubo fuego, y con buena leña no hay candela pequeña. La vida lo único que pide es que la desafiemos.

En fin, más allá, de estas cuestiones que pueden hacernos divagar, este relato trata de un matrimonio, trata de dos personas, cada una con sus retales, con sus taras, con sus virtudes, ni mejores ni peores que tú. Trata de sentir y si se puede sentir sin hacer mal, démosle el beneficio de la duda de que tal vez no sea tan malo eso de sentir. Tal vez todo consista en encontrarse uno mismo entre tanta gente, tal vez todo consista en que en el camino de encontrarse podamos elegir con quien descifrarnos, tal vez eso sea el matrimonio, tal vez tengamos que leer entre líneas esa parte que memorizamos. Todos rotos, todos frustrados, todos a media para completarnos, tan fácil… tan difícil.

En fin, vamos a lo que nos trata.

El matrimonio de Leire y de Joel, hacia aguas, entre tanta rutina, ambos se querían, si, pero a veces el querer se parece a la gula, no basta con que te alimentes, hay que comer.

Tras varios intentos por reactivar su matrimonio, bien fuese por los niños, el trabajo o el estrés diario, la cosa no marchaba, así que decidieron ir a un consejero matrimonial, vamos un psicólogo de toda la vida.

Una vez allí, hay que reconocer que a las pocas secciones ambos admitieron que las sesiones eran bastante aprovechables, aprendieron mucho que daban por sentado, cambiaron de perspectiva, en definitiva, se miraron de otra forma… y porque no decirlo, como si se tratara de un mecánico, el motor volvía a sonar, sino a funcionar, si parecía que hubiera electricidad.

Después de varias charlar, la sexóloga les recomendó un juego. Tenían que pensar durante una semana pruebas a pasar para el otro. Así de sencillo. Todo para fomentar la confianza, la seguridad y sacarlos de su zona de confort.

Al llegar a casa, Leire y Joel, decidieron comenzar, tenían una semana por delante.

Pero fueron mas allá. Una vez solos, él se plantó delante de ella y comenzó mirándola a los ojos,

  • ¿Vamos por todas con este reto?, - la miraba con determinación,

  • Claro. Le dijo ella.

Él la detuvo al pasar por su lado cogiéndola de la muñeca, serio y desafiante, volvió a repetir

  • ¿Vamos a por todas con esto?, ¿has hecho algo alguna vez algo que te sintieras obligada y tuvieras que hacerlo sin preguntarte porque, sin poder renunciar? ¿Vamos a por todas con esto, los dos juntos?

Ella, se quedó plantada mirándolo de perfil, esa mirada suya, tan firme, tan limpia, tan decidida siempre le había gustado, pero había algo que no sabia describir, siempre le había encontrado algo misterioso a pesar de tantos años.

  • Claro, te digo que yo voy a hacerlo – contestó

  • Hazlo, y no lo hagas por mí, no lo hagas por nadie, hazlo por ti – le contesto él

Ven, y casi sin darle opción la atrajo hacia él, y la llevo al salón, - siéntate ahí – le indico. Ambos sentados uno frente al otro en la mesa redonda que tenían en un rincón del salón, se miraron mientras el agarraba sus manos.

  • ¿Vamos a jurar, te atreves? – le dijo, mientras por primera vez en mucho tiempo arqueaba la comisura de sus labios en lo que pareció una sonrisa

Ella temerosa, y como estando, pero sin estar aun, lo miraba dubitativa.

Sin darle opción él juro. – juro por lo mas sagrado, por mi vida si es necesario que hare todas y cada una de las pruebas que me encomiendes. – dijo aquello mirándola fijamente y agarrando sus manos. Así quedo esperando en silencio clavándole penetrante sus pupilas.

Tardó, ella necesitaba soltarse de esa baranda a la que estaba agarrada desde que alguien le dijera no sabía cuándo que tenía que permanecer agarrada, las manos estaban agarrotadas, costaba soltarse. Y cuando él ya se daba por vencido apenas aflojando sus manos de las de ella, apartando la mirada, escuchó el nacimiento de sus palabras, las escucho saliendo de muy adentro de ella, las escucho deslizarse por su caja torácica, lamiendo su lengua, inflamándose de su aliento. Ella juraba, ella jugaba a la partida con él, por él.

  • Juro por lo mas sagrado que haré todas y cada una de las pruebas que me encomiendes. –

Nunca había visto tal determinación en su mirada, tanto que se quedo sin esperarlo mirándola, él que todo lo preveía, no había previsto aquello, aunque lo hubiese querido.

Así pues, quedaron en hacer el juego del bote y las sugerencias, aunque para ellos no serían sugerencias, serían mandatos, no había opciones, cumplir sí o sí. No había titubeos había que hacerlos, así lo habían querido, iban a jugar con fuego, iban a por todas, iban a desafiar a la jodida vida, trabajo en equipo, aunque hubiera pruebas en las que tendrían que lidiar solos con el desafío.

Establecieron las reglas más detenidamente, he aquí las reglas lo más fielmente descritas:

Dos botes, uno para cada uno. Tenían una semana para que cada uno metiera trozos de papel con peticiones que el otro tendría que hacer en día y hora por ellos señalados.

Entre los dos decidieron los días y las horas a las que tendrían que optar a sacar una papeleta, salvo fuerza mayor no podría posponerlo.

Decidieron que como máximo serian cinco peticiones. Los momentos fueron elegidos entre los dos, una semana coincidían en sus horarios de trabajo, pero la siguiente no se veían, tenían que hacerlo cuidándose de estar solos, sin niños. Detallaron las cinco peticiones de cada uno, ni que decir tiene que a ella le costó muchísimo soltar aquella baranda tanto que la imaginación estaba oxidada, tuvo que escarbar entre los cascotes de las trivialidades con las que había cubierto sus deseos mas ocultos y, aun así, le costó.

Tres botes en el armario de la habitación, uno para cada uno de ellos y otro donde sacarían hora y día del mandato erótico.

Después de la semana que tenían para preparar el juego todo quedo detallado y a punto.

El primer domingo de mayo sacaron la primera papeleta con la hora y el día señalado.

El resultado; lunes siguiente. Hora; once de la mañana. Turno; ella (por tanto, tendría que meter la mano en el bote de él).

Con duda y porque no decirlo, algo de pereza y de pensar que tal vez aquello era una estupidez y tal vez no funcionara como otras tantas cosas que ya habían hecho, decidió a meter la mano.

“salir a hacer deporte sin ropa interior”, el bote había dictado sentencia. Su primera sentencia.

Ambos rieron, ¿merecía la pena?, no era más cómodo arrojar la toalla?, podían charlar, ver la tele, reírse y ser buena pareja, al fin y al cabo se llevaba muy bien, podían convivir sin chispa, pero…, la chispa, tan insignificante, tan pequeña, a veces lo era todo, a veces era el cosmos en un suspiro, y si el universo no te hacia suspirar, la vida se estaba guardando algo. Y habíamos venido a vivir.

¿Bueno pues cuando empezamos?, pregunto él,

  • Empezamos ahora mismo, - dijo ella decidida, él se sorprendió, y de pronto la recordó otra vez, una única vez que se le grabó en su memoria, la primera vez que hicieron nudismo. Jamás pensó que ella se bajaría la braguita del bikini antes que él su bañador, en aquella playa de Huelva cuando fueron a curiosear, y sin pensarlo le dijo no te atreves a quitarte el bikini, y cuando se dio cuenta ella tenía la braguita del bikini en los tobillos y su coño al aire sintiendo la brisa.

Se cambiaron de ropa, él se puso unas mallas piratas y una camiseta técnica ajustada, ella, se desprendió de su pijama, se bajo sus braguitas y su sujetador, quedando totalmente desnuda, en la miraba de reojo y su polla respondía ya morcillona. Se vistió con unas mallas negras algo brillantes, por supuesto sin nada debajo y una camiseta técnica también algo ajustada, y para sorpresa de él no llevaba sujetador.

  • ¿Ah, pero no te vas a poner sujetador?

  • ¿No era sin ropa interior? - le dijo ella, le costaba arrancar, pero si arrancaba, podía dejarlo atrás, él lo sabía y se sonrió. Expectante espero haber dónde podía conducirle todo aquello. Era como conducir por carreteras perdidas, por carreteras secundarias. Había inquietud, había desafío, había adrenalina.

Salieron no antes de que él le echara un visitado a su cuerpo, si no te fijabas bien, casi no se notaba, pero si la tenías cerca podías atisbar que no llevaba nada debajo, su culo se dibujaba perfecto y su coño se marcaba ligeramente por delante, siempre había tenía un coño, digamos, gordito y de labios prominentes, de esos por los que cualquier tío babearía, lógicamente a él le volvía loco, a primera vista lo que no podía ocultar eran sus pezones, se marcaban graciosamente, no tenia mucho pecho, pero era super coqueto y sus pezones eran los pezones más morbosos que él había visto. Iba a poner caliente a todo el que la viera. Vamos allá se dijeron cada uno temblorosos.

Antes de salir él la detuvo y frente a él, con la palma de la mano le coge el coño y mete la mano entre las mallas, ya va mojada, sus labios vaginales van chorreando.

Salen por las afueras, caminan aprisa, uno al lado del otro, conversan, el sol esta en todo lo alto ya y hace estragos, comienzan a sudar al poco tiempo, pasa un coche por su lado, seguro que su ocupante no ha perdido detalle, piensa Joel si se habrá debatido entre mirar sus pezones marcados o su coño ligeramente dibujado en sus mallas, hay belleza en la sutileza con la que se marcan sus curvas, se mezclan lo obsceno, lo provocativo, lo sugerente y lo armonioso.

De vez en cuando él le coge el culo, va medio empalmado, también a él se le nota la polla contra sus mallas, ella mira de reojo, va empalmado el carbón piensa.

Ya bien adentrados en el campo, él le confiesa,

  • Voy un poco caliente.

  • ¿A si? No lo había notado, le contesta mirándole la polla.

  • ¿Tu como estas?

  • Te follaba aquí ahora mismo. – confiesa ella

Las manos le tiemblan, y la temperatura le ha subido y no es por el esfuerzo físico, esta sudada, nota el sudor en sus piernas y entre sus tetas, le parece morboso tanta humedad.

  • Vámonos, - le espeta él.

  • Vale. contesta ella dándose la vuelta,

Aceleran el paso, al llegar a suelo urbano pasan cerca de un banco con tres chicos jóvenes, no sabrían definir la edad, pero se ven jovencitos, estos no pierden detalle, la repasan de arriba abajo como si tuvieran un escáner, uno le da un codazo al de al lado y le señala. Leire no pierde detalle, aunque se siente ruborizada, siente algo extraño. Es una mezcla entre vergüenza y un morbo tremendo. Se siente deseada, y porque no decirlo halagada de que unos chicos jóvenes la miren con deseo. Hace como que no los ve, camina rápido junto a Joel, siente sus miradas posarse en sus pezones, los cabrones se estarán poniendo morados mirando, además siente como se le endurecen más, desafiantes, de refilón ve como uno de ellos directamente mira a otra parte de su cuerpo con descaro. Le mira directamente el coño, y por la intensidad de la mirada parece que le esta viendo toda la raja, joder la sensación la ha puesto muy cachonda. Piensa como tienen que tener las pollas y se escandaliza de pensarlo, pero no puede evitarlo. Seguro que están los tres empalmados y hoy se hacen una buena paja conmigo, piensa. Ya los han rebasado, siente sus miradas en su culo y se decide a hacer algo que jamás pensaría, ve una piedrecilla en el suelo y se agacha a recogerla. Les regala una buena visión, piensa, ya que se van a masturbar, que tengan un buen repertorio se dice a si misma con picardía. Sabe que al agacharse con las mallas y sin nada debajo, se le ha tenido que transparentar todo, lleva el coño mojadisimo de pensar que les ha dejado ver su culo en pompa y todo su coño, ¿si supieran que con las ganas que llevaba se correrían antes los tres que ella si la follaran en fila, vuelve a escandalizarse de sus pensamientos, ¿Qué pensaría Joel? Se dice, y lo mira, el le sonríe, parece disfrutar de la escena.

Sin tiempo a abrir la puerta del apartamento, Joel la magrea, cierran la puerta, les tiemblan las manos de la excitación, entre respiran cortadamente, jadean, están calientes y sudados, el le baja de un manotazo las mallas, puede atisbar la húmeda de su coño, le mete un dedo y la apoya contra la pared.

  • ¿Te has puesto caliente al pasar delante de los chicos verdad? Le dice con mirada lasciva

  • Aaaaaah jadea ella, estoy cachondisima, necesito que me folles ya, o voy a buscar a esos tres y me pongo en pompa otra vez, le susurra entrecortadamente.

Saca la lengua buscando la suya, ella alarga la mano y le saca la polla a él, esta durísima, empieza a masturbarlo con rudeza, que caliente se sentía, los dos se masturban, las mallas de ambos en los tobillos, el la magrea le marca los pezones y le recuerda lo que han visto los chicos.

Sin darse tiempo le da media vuelta, ella se deja. Quiere que la folle, quiere notar su polla abriéndose paso por su coño y la quiere ya. El lo sabe y le magrea el culo, el culo ligeramente en pompa, siempre tuvo ese culo que a todo tío le gusta, gordito, respingón y bien puesto, pasa la yema del dedo por la raja del culo bajando hasta llegar a los labios del coño, ella saca mas el culo, quiere recibir, jadea y el sin miramientos la penetra.

Aaaaahhhh, cabron, avísame, me vas a partir en dos – gime ella mientras apoya la cabeza lateralmente en la pared e intenta pellizcar la rigidez del muro.

El la penetra, una y otra vez la empuja con fuerza, el sudor ayuda, hace que la polla corra mas adentro de su coño, los dos gimen sin parar, él le atrapa las tetas levantando bruscamente la camiseta,

  • ¿Qué crees que pensarían si ten vieran así? Le jadea en el oído mientras le come el lóbulo de su oreja, la saliva es una aliada,

  • ¿Cabron, dejarías que me vieran así? – le dice ella como puede entre gemidos

  • ¿Y si dejo que lo hagan?

  • Pues si dejas que lo hagan no tardarían en sacarse las pollas

  • ¿Bueno dejaríamos que se hagan una buena paja contigo, te gustaría?

  • Siiiiiiiii, joder siiiii, que miren que disfruten.

  • Los dejaríamos solo mirar, yo solo te follaria, - le dice él mientras ella asiente como puede, lo malo es que como se acerquen mucho alguna corrida puede salpicarte la cara o las tetas, le dice.

Ella al oír eso no es dueña de si, los gemidos se convierten en chillidos, esta corriéndose, se corre mientras su marido la folla y le habla de lo guarra que es, y le gusta, desea ser una pervertida en ese momento, lo goza, visualiza la escena, estalla, en ese momento es consciente de que él gime con fuerza también, se esta corriendo, nota como la corrida la inunda, le llena el coño, nota el frotamiento de su polla dentro del coño con toda la corrida, están todo perdidos de flujo, corridas, sudor y saliva. Todo a terminado. Recuperan poco a poco la respiración uno abrazado al otro, poco a poco él se la saca, Dios, que corrida piensa ella, nota como se le sale del coño deslizándose por las piernas, pero no le importa, ya habrá tiempo de ducharse, ahora toca abrazar a su esposo. El primer asalto ha terminado, su equipo parece que va ganando… su matrimonio y el bote funcionan…