El matrimonio de d. pablo meneses.- capítulo 3º
Amigo lector, aquí acaba la historia de Pablo Meneses y Mercedes/Kitty... Que os haya gustado es lo que deseo... Y claro, que os acordéis de puntuarla y comentarla... Y, como siempre, GRACIAS A TODOS por aguantarme hasta aquí...
Los días siguieron pasando, pero ni Pablo volvía al bar de Alberto Alcocer ni tampoco D. Pablo el Tonante a su casa… Pasaron ocho, nueve… Hasta puede que diez días, estando ya España abocada a las Navidades 1971-72, persistiendo tanto Pablo como de D. Pablo en el mismo plan de radical desaparición, cuando el mismísimo 22 de Diciembre, día en que los alumnos del Colegio de San Ildefonso cantan por la mañana los números de la Lotería de Navidad, la señorita Kitty se dijo que “si Mahoma no iba a la montaña, la montaña iría a Mahoma”, de modo que aquella tarde, a última hora, cuando sabía que en la clínica ya sólo quedaría Pablo, pues todo el personal de la misma, hasta la secretaria, se habrían ido ya, le llamó al teléfono. Como esperaba, le respondió él mismo
- Hola mal hombre… ¡Landrú!... ¡Que me tienes más que abandonada!... ¿Cuánto tiempo hace que no te veo el pelo? ¡Malo, malo!… ¡Más que malo!... ¡Mal hombre!… ¡Sí; mal hombre!... ¡Malísimo!... Yo aquí… Esperándote cada día y tú… ¡A saber con qué pelanduscas andarás!...
- Hola Kitty… No, no… Nada de pelanduscas… Tú ya sabes que yo eso… Lo que pasa es que no he podido ir… No sabes la cantidad de trabajo que últimamente tengo…
- ¡Trabajo, trabajo!... Yo ya sé cuál es el trabajo que tú tienes… Que todavía estás enfurruñado conmigo, por lo del otro día… ¿Me perdonas, por fa?... Te prometo que estoy muy arrepentida de aquello… Te lo juro, cariño… Te lo juro…
- No… No te preocupes… Si es normal… Tú… Tú eres lo que eres… Tienes clientes… Te vas con ellos… Es normal… No; no pasa nada… de verdad, Kitty; no pasa nada…
- Ya; eso me lo dices porque conmigo eres más bueno que el pan… Pero yo sé que no es así… Que te hice mucho daño… Lo siento; de verdad que lo siento… Pero… ¿Sabes lo que pasaba?... Que estaba muy… Pero que muy cabreada con mi marido… Y lo pagué contigo… ¿Me perdonas, amor?
- Que no te preocupes, te digo… No; no estoy enfadado contigo… Cómo voy a estar enfadado contigo si… Si eres la luz de mis ojos… Mi alegría de vida… Mi razón de vivir… Si… Si, gracias a ti, he vuelto a vivir… A saborear el placer de vivir…
- Gracias amor… Yo… Yo también te quiero mucho… ¡Hala! ¡Ya te lo he dicho!... ¡Te lo he soltado!... ¡Valiente puta estoy yo hecha!… ¡Ocurrírseme hacer lo que una puta jamás debe hacer: Enamorarse de un cliente!... Pero así es Pablo… ¡Te quiero con toda mi alma!... ¡Esto sí que te lo juro!
- Yo… Yo también te quiero a ti… Y con toda mi alma también… Mora si te querré, que te acepto tal y como eres… Como lo que eres… Una mujer de muchos… No pretendo que seas sólo mía… Sé que eso no puede ser… Sólo deseo que seas mía, sólo mía, cuando estás conmigo… Luego… Luego sé que eso así no puede ser… Y lo acepto… Lo acepto sin problemas… ¿Sabes?... Sé que si no fueras lo que eres, nunca te habría conocido… Nunca habría vuelto a vivir… Si he vuelto a vivir es porque eres lo que eres… Esa mujer de muchos a que antes me refería… ¿Cómo entonces no aceptarte tal y como eres?... Hasta teniendo que pagarte, para poder estar contigo
- Pablo; qué bueno eres conmigo… Y, ¿sabes?... También yo he vuelto a vivir por ti… También yo vuelvo a alegrarme de vivir por ti… A disfrutar, de verdad, de la vida por ti… Cariño mío, amor mío… Quiero que hagamos una cosa… Es por lo que te llamaba… Quiero verte… Necesito verte, amarte, como necesito respirar para poder vivir… Te espero mañana… No me falles; por Dios te lo ruego… Y ven pronto; cuanto antes puedas… Yo estaré dispuesta, lista para ti a las cinco de la tarde como mucho… Si puedo antes, pues antes… ¿Vendrás, verdad?
- Iré; no te preocupes… A las cinco… O antes si me es posible
- Sí mi amor… Seré tuya… Sólo, sólo tuya… Mañana no habrá clientes, no habrá nadie… Tú y sólo tú, mi amor… Y como no quiero que haya clientes, no quero que mañana me pagues nada… No serás mi cliente, por muy predilecto que sea… Serás mi amor… Sólo, sólo mi amor… No quiero que mañana follemos… No quiero follar contigo mañana… Quiero amarte… Y que tú me ames a mí… Toda la tarde, mi amor… Y tosa la noche quisiera… Meterme contigo en la cama y no salir hasta la mañana… Pero no podrá ser… Tendré que volver a casa… Y tú también… Pero ni sé cuándo volveremos… Quiero tenerte cuanto más mejor… Hasta las doce… Hasta la una de la madrugada… ¿Te parece bien?... ¿Podrás?...
- Me parece de perlas… Y sí; claro que podré…
- ¿Y tu mujer?... ¿Qué le dirás?...
- Pues ya lo sabes… Lo que en estos casos dicen todos los hombres… Que tengo mucho trabajo… Que tendré que estar reunido… Cenas de trabajo y demás… ¿No es eso lo que siempre dicen los hombres cuando quieren irse de picos pardos?... Tú me lo decías…
- Sí… Esas son las excusas que suelen poner… ¡Pobres mujeres!... ¡Pobres esposas!... Siempre sacrificadas… Siempre engañadas… ¿Cómo se llama tu mujer?... Ah; ya recuerdo… Mercedes… ¡Pobre Mercedes!
- ¡Y un cuerno pobre!... ¡Pobre yo, que tengo que soportarla!... ¡Y al cabrito de su hijo!...
- ¡Cómo eres, Pablo!... Bueno; cómo sois los hombres… Sí: pobre Mercedes… Seguro que siempre sacrificada…
- ¿Sacrificada ella?... Esta sí que es buena… ¡Cómo se nota que no la conoces!...
- Sí; sacrificada… Que aguantarte a ti en casa, tampoco debe ser moco de pavo… ¿A has ido a casa últimamente?... Seguro que no… ¿Has pensado en ella en estos días?... Seguro que tampoco… Y ella, la pobre, hasta preocupada por ti estará… Vuelve a casa esta noche, Pablo… Por favor te lo pido… Y dale un beso a Mercedes cuando llegues…
- ¡Eso sí que no!... Sería capaz de morderme, si le arrimo la cara… Lo dicho… No la conoces, que si la conocieras… Vale; iré a casa… Pero sin beso
- Irás a casa, y con beso a Mercedes incluido…
- Iré a casa, pero sin beso a Mercedes
- Con beso a Mercedes, Pablo… Hazlo por mí que te lo estoy pidiendo…
- Bueenooo… Pero que conste que por ti… Que si no…
Efectivamente, D. Pablo aquella noche, a eso de las diez, llegó a su casa… Mercedes estaba en el salón, viendo la televisión… Se quedó en medio del salón, un tanto cortado…
- Hola… Ya he vuelto…
Mercedes ni se inmutó al entrar él, y menos ante su saludo. Sin dejar de mirar la “tele”, respondió
- Hola… Pues sí; ya te veo…
Nueva vacilación de D. Pablo; “Con beso a Mercedes, Pablo… Hazlo por mí que te lo estoy pidiendo” recordó estas palabras de Kitty, y su promesa a ella: “Bueenooo… Pero que conste que por ti”… Aún titubeó un momento, como si se lo estuviera pensando, y, al fin, se acercó a su mujer e, inclinándose sobre ella, la besó en la mejilla
- ¡Dios; que doblen las campanas!... ¡Mi marido me acaba de besar!... ¡Cuánto honor, para esta inútil, vieja y…zorra mujer!… El cabrito de mi marido acaba de besarme… No me lo puedo creer… ¿Qué te pasa, Pablo?... ¿Te volviste turulato acaso?...
D. Pablo se mordió la lengua para no saltar y se fue al dormitorio, para despojarse del abrigo, pero también para huir de la inaguantable de Mercedes
La cena transcurrió en absoluto mutismo, callados los tres, D. Pablo, Mercedes y Pablito, aunque éste no tanto, pues aunque tampoco pronunció palabra alguna, pues nada tenía que hablar con sus padres, para qué, si eran unos “carrozas” que no entendían nada de nada, sí que anduvo con la matraca del tarareo de la, según su padre, “musicorra”, amén de música de negros, que el mancebo daba en escuchar, para desesperación de su padre, que odiaba esos ruidos infernales, de nuevo según él.
D. Pablo, desde luego, echó miradas asesinas a su hijo, de las que el mancebo ni se enteraba, tan interesado estaba en interpretar, a viva voz y muy a sus anchas, la “musicorra”… Pero, pásmense, propios y extraños, esa vez fue su más que tolerante mamá con su retoño, la que la emprendió con él, a cuenta de los “ruidos infernales”
- ¡Te podrás callar de una pastelera vez, Pablito!… ¡Que lo poco puede tolerarse, pero lo mucho se hace insoportable…
Y, altamente sorprendido de que su “momó” le interpelara de tal manera, el “niño” se calló, a Dios gracias pensó su padre, que ante el gesto de su mujer casi le rinde eterno agradecimiento
Cuando por fin la pareja se retiró al dormitorio y D. Pablo daba las buenas noches a su esposa, apagando la luz de la mesita que entre ambas camas mediaba, ella le dijo
- Por cierto Pablo; se me olvidaba decirte que mañana saldré pronto; tan pronto acabemos de comer, lo más seguro, pues he quedado con esas amigas con las que últimamente suelo salir a las cinco como muy tarde… Y, además, no sé a qué hora volveré a la noche… No antes de la una; lo más seguro más tarde… Es que pensamos luego ir a cenar… Y después de cenar, pues seguramente tomaremos por ahí alguna copichuela… Ya sabes… Juerga de mujeres…Te lo digo para que lo sepas
- Nada; no te preocupes… No hay problema… Yo también tendré que salir y regresaré también muy tarde… Sí; después de la una lo más seguro… Ya sabes… El trabajo… Tengo tanto atrasado…
D. Pablo se metió en la cama y prosiguió
- ¿Habrá “boy’s” en la fiesta?... Porque, las fiestas de mujeres hoy en día… Ya se sabe… A bajar el slip al “boy” que haga el estriptis… Y a agarrar lo que se pueda…
- Pues qué quieres que te diga… A lo mejor… A lo mejor…
- Pues nada; que os divirtáis…
D. Pablo se calló y, dándose media vuelta en la cama, se dispuso a dormir. Al rato, Mercedes dijo
- Y, si yo me encaprichara de uno de esos “boy’s” que dices… ¿Te importaría si me liaba con él?...
D. Pablo no respondió al momento, sino que permaneció un tiempo en silencio; como pensando lo que su mujer acababa de plantearle
- Quiero ser absolutamente franco contigo; hablarte con el corazón en la mano
- ¡Uy y qué trascendente; qué serio te pones D. Pablo!... ¡Demasiado serio, hasta para ti!… ¡Que ya es decir de serio!
- No te burles Mercedes; por favor… Respondiéndote… No es que me importara si te liaras con un “boy”… O con cualquiera… Es que me dolería enormemente… No me enfadaría… No me cabrearía… Aunque puede que también un poco sí… Pero, principalmente, me heriría… Me haría daño… Mucho, mucho daño…
- Vamos; que dañaría tu prurito de macho ibérico y carpetovetónico…
- No Mercedes; ni mucho menos… De eso, creo que ya nada me queda… Bueno, no es lo crea; lo sé… Y sé lo que me digo… Sería mi yo de persona humana… Eres mi mujer; te quise; te quise mucho… Mucho… Y ya sabes lo que se dice: Donde hubo, siempre quedó… Ahí es donde me dolería… En ese, digamos, rescoldo de ceniza de lo que un día fue…
Mercedes entonces no respondió… La verdad es que se sintió íntimamente agradada… Conque de lo que fue en su día, un rescoldo aún quedaba… ¡Quién lo diría!... Por fin le dijo
- Que descanses Pablo… ¡Ah!... Y quédate tranquilo… No; en esta fiesta de mañana, no habrá “boy” que valga… Y, si lo hubiera, no te preocupes… ¡Me resbalan los “boy’s”!... Además; ten por seguro, de momento al menos, no te pondría los cuernos… Para qué… Los hombres, la verdad, no me interesan… No a Mercedes… Claro, que si fuera otra persona… Otra mujer distinta… Pues quién sabe… A lo mejor sí…
A la tarde siguiente. Sin que todavía fueran las cinco, Pablo entraba por la puerta del bar de Alberto Alcocer y, al instante, la señorita Kitty, que estaba sentada a una mesa con otras tres amigas, Viqui y dos más, se levantó y más a la carrera que otra cosa y con una abierta sonrisa que le iluminaba toda la cara le salió al encuentro y, tan pronto estuvo a su lado, sin importarle un rábano que estaban en público, le echó los brazos al cuello y le pegó un morreo de impresión. Luego, le tomó de la mano y casi a rastras se lo llevó fuera del bar
- Venga amor; no perdamos más tiempo… Subamos a la habitación… Ya se la he reservado a Dª Asun… ya verás… Es la que tiene cuarto de baño dentro de la habitación… Luego, cuando vayamos a irnos, podremos ducharnos juntos… O bañarnos… Lo que tú prefieras, querido mío…
La tarde-noche se hizo casi eterna, pues apenas si faltaba algún minuto para la una de la madrugada cuando los dos bajaban, por fin, a la calle, dejando ya la casa de Dª Asun, y aquellas más o menos siete horas, fueron de continuado, casi permanente amarse, sin tregua ni descanso… Bueno, descanso sí… ¡Qué remedio! Por lo demás se amaban y se amaban, una y otra vez, mientras el cuerpo aguantaba y cuando ya ni con el alma podían, se abrazaban los dos, sin abandonar la cama ni para mear como aquél que dice; se besaban, se acariciaban, pero entonces, ahítos de disfrutar él de ella, ella de él, con muchísima más dulce ternura, mucho más suave amor, que pasión… Y así estaban hasta que, poco a poco, iban adormilándose, dormitando así unos minutos, veinte, treinta… A veces más… Y, en despertando, de nuevo al tajo amoroso
A eso de las once, Kitty preguntó a Pablo
- ¿Tienes hambre amor?
Y como resultó que Pablo estaba hambriento, pues eso de hacer el amor en sesión continua no veáis el hambre que da, y, la verdad, la señorita Kitty no le iba tan a la zaga, ella salió al pasillo a reclamar a Dª Asun la cena que, previamente, le había encargado preparara para los dos, con su correspondiente botellita de Ribera del Duero, complemento indispensable de cualquier cena que se precie de serlo… Cenaron en la cama, para variar de escenario, y tras la cena, pues qué queréis, queridas/os, que otra vez la mula al trigo; es decir, vuelta a reverdecer laureles de amor
A las doce y algo dela noche, la señorita Kitty dijo a su Pablo, con todo el dolor de su alma y entretelas, que ya era hora de pensar en regresar a casa, por lo que salieron de la cama para meterse en ese cuarto de baño incorporado a la habitación, donde juntos, en amor y compaña, se bañaron, que no ducharon… Y, como una cosa suele llevar a otra, al final del baño, poniéndose ella de cara a la pared, inclinada hacia adelante, con las manos apoyadas en el borde de la bañera y las piernas más que bien abiertas, para ofrecer perfecto acceso, desde atrás, a su tesorito, la señorita Kitty recibió el último homenaje, de momento, de su más que amado Pablo
Luego, los dos juntos bajaron a la calle. Al salir del portal de la casa de Dª Asun, se besaron y ella cruzó la calle para meterse en su coche, aparcado, más o menos, frente a tal portal, y Pablo se fue andando hasta la puerta del bar de Alberto Alcocer, donde tenía su propio coche aparcado
Al día siguiente, 24 de Diciembre, D, Pablo, Mercedes y su hijo cenaron en la casa de los padres de ella y el 25 Pablo fue pasar la tarde con la señorita Kitty, lo mismo que la del 28. En la mañana del 31 la secretaria de D. Pablo le anunció una llamada telefónica… Era la señorita Kitty. Le decía que con otras dos amigas iban a preparar una cena ce Noche Vieja, en casa de Dª Asun… Que tomarían allí las uvas y recibirían al Nuevo Año 1972, con champán y toda la pesca. Que si podría él… Las otras chicas también estarían acompañadas por buenos amigos… Quedaron para las diez de la noche en la casa donde tendría lugar la celebración
Y allí estaban a las 11, 59 minutos, las tres parejitas y Dª Asun, con confetis y cotillones, y esos gorros, más bien ridículos, que la gente en tal fecha se pone alegremente, pendientes todos ellos de RTVE, Radio Televisión Española, la Primera Cadena, como entonces se decía, pues sola había dos, la Primera y la Segunda, más antiguamente, cuando la Segunda entró en antena, allá por 1966, llamadas VHF la que después sería Primera Cadena, y UHF la Segunda, esperando que sonaran las doce campanadas en el reloj de la Puerta del Sol, cosa que por fin sucedió, pistoletazo de salida para la maratón de las doce uvas de la suerte que, ya se sabe, lo ortodoxo es comerlas una a una, y cada una al sonar la correspondiente campanada, ni antes ni después
Pablo y la señorita Kitty se prodigaron mutuamente, él a ella, ella a él, y una a una, como está mandado y ordenado, las famosas uvas al son de la correspondiente campanada, para acabar besándose con indescriptible cariño y tremenda pasión al comerse la boquita el uno a la otra; la otra al uno. Después o, más bien, en simultáneo, los estampidos al descorchar las botellas de champán, brindando a granel por el Año Nuevo… Y y los besos a porrillo, felicitándose mutuamente el Nuevo Año, 1972.
Y a continuación el baile, el jolgorio y la repanocha del fiestorro. También ellos, Pablo y Kitty se pusieron a bailar, ella riendo, él queriendo hablarle… Hablarle muy en serio… Al fin Kitty le escuchó
- Kitty… Yo no puedo vivir así… Yo te quero para mí solo… Yo te quero retirada
- ¡Me vas a poner un piso!
- No… Lo que quiero es que vengas a vivir conmigo… En mi casa… Como mi mujer… Mi esposa… Y que tengamos hijos…
- Pero… ¿Y tu mujer?... ¿Y Mercedes?
- No existe… Desapareció… Se esfumó sin dejar rastro… Estaba muerta, ¿sabes?... Sí, muerta, aunque ni ella misma lo supiera… Muerta de amargura… Era una mujer amargada, sin ilusiones… ¿Sabes otra cosa?... Bueno sí lo sabes… Creo que te lo he dicho ya… Yo también estaba muerto; yo tampoco tenía ilusiones… Hasta que llegaste tú… Tú me resucitaste… Me devolviste a la vida porque me insuflaste ilusión para vivir… Para volver a vivir; para volver a degustar la vida y querer vivirla...
Kitty se puso seria y miró fijamente a Pablo
- ¿De verdad harías eso?... Casarte conmigo… Con una prostituta… Vamos… Con una puta
- No Kitty… Con quiero casarme es con la mujer más bella, más buena, más cariñosa, más alegre del Universo… La mujer definitiva… La verdadera mujer diez…
A Kitty se le iluminó el rostro en una amplia sonrisa y, soltándose de la mano que él le tenía asida por mor del baile, le echó ambos brazos al cuello y le arreó un beso a más que tornillo de alivio
- Amor mío, cómo te voy a querer… Pues claro que me iré contigo… Al fin del mundo que vayas y quieras llevarme, mi amor… Y sí; tendremos hijos… Hijos fruto de nuestro amor porque será generado por nuestro amor
- Pues vámonos ahora mismo a casa… A nuestra casa…
- Pero… Pero tendremos que despedirnos der ellos… ( Dijo Kitty, refiriéndose a las otras cinco personas que estaban en el piso de Dª Asun )
- ¡Ya nos despediremos luego!… ¡Año Nuevo, vida nueva!... ¡Corramos, corramos Kitty a la nueva vida que ante nosotros se abre en este Primero de Año!... ¡Vayamos a iniciarle en nuestra casa!… En nuestro hogar, Kitty; un hogar renacido de las cenizas del pasado… Un hogar de sosiego y dulzuras… De concordia… De continuo… Permanente amor entre tú y yo… Sin gritos, sin el “tú” y el “yo", sino con sola y únicamente el nosotros siempre… El nosotros del tú y yo siempre juntos… Unidos en una sola carne, la del “Nosotros”, sin nunca más volver a ser dos carnes, dos cuerpos independiente y disociados, las carnes y cuerpos del “yo” y el “tú”…
Y Kitty, ante aquél panorama de eterna dicha y felicidad junto al ser que en esta vida más amaba, y constituía lo que más había ansiado de su vida, se rindió animosa y esperanzada… Los dos salieron de la casa sin que nadie en absoluto lo advirtiera, y como críos, ilusionados en ese futuro que ante ellos se abría corrieron, no hacia los dos coches, sino hacia el de él… El coche que en el futuro sería de la pareja, del nosotros, olvidados del de ella, que allí quedó, a la espera de que algún día, alguna vez, fuera rescatado, inanimado y mecánico símbolo del “tú” y del “yo”, fenecido a favor del por siempre jamás “nosotros”
Cuando llegaron junto al coche, Pablo detuvo a Kitty un momento, tomándola de un brazo; la hizo volverse hacia él y le dijo, mientras le tomaba el rostro entre ambas manos, besándola tiernamente
- Espera; espera un momento, Kitty; es que, hace mucho que no te digo que te quiero… Y quiero, ahora mismo, decírtelo otra vez…
Kitty también subió la mano al rostro de Pablo, acariciándole dulcemente
- Oh, Pablo… Mi amor… Mi vida… Mi todo… Qué gentil… Qué dulce que eres conmigo, querido mío… Te quiero mi amor… Te quiero con toda mi alma…
Y se besaron… Con ternura, con dulzura… Y con pasión cada vez más efervescente, más encendida… Más tórrida… Al fin las bocas se separaron y ella, riendo, dijo
- Amor, vayamos rápido a casa, que de aquí a nada de pido que nos metamos en el asiento de atrás del coche… Y no estaría buen en nosotros… ¿No te parece?... Además, que dónde va a compararse la comodidad de una cama, aunque sea estrecha, a la del asiento de atrás de cualquier coche…
Llegaron a casa y, como era d rigor, no olvidemos que la señorita Kitty, oficialmente, nunca había estado en aquella casa; además, era una prostituta de toda la vida, lo que significa que era una paleta endomingada, pues, cual corresponde a tal personalidad, se maravillaba por cuánto veía. Enseguida, le preguntó a Pablo por el dormitorio y él la llevó hasta la puerta; allí, se detuvo un momento, como reteniéndola, como prolongando el tiempo hasta que, por fin, pudiera entrar al tálamo… Era algo así como cuando alguien desea dar a otro alguien una grata sorpresa, y Kitty así lo entendió
- Hay Pablo, amor… ¿Me has preparado una sorpresa?
Pablo sonrió pleno de felicidad; por fin abrió la puerta de la habitación y mostró la sorpresa: Las dos camas habían desaparecido a favor de una espléndida cama de matrimonio. Kitty quedó casi sin habla; y es que eso, que fueran, por fin, a dormir los dos juntos sí que no se lo esperaba, con lo que la presunción de que Pablo le reservaba una más que grata sorpresa se hizo realidad. Sonriendo como nunca, de oreja a oreja, llena de emoción… Y le besó como posiblemente nunca le besara, por la cantidad de cariño, amor, aunado a una infinita sensación de gratitud y agradecimiento, ante la tremenda delicadeza de aquél hombre, tan distinto del otro, D, Pablo el Inaguantable
Nuevamente se fundieron en un beso… Kitty estaba que se derretía en amor por aquél hombre… Se llevó las manos hacia atrás, para comenzar a desabrocharse el vestido y desnudarse… Al propio tiempo, Pablo exclamó
- ¡Tengo sed!... ¿Qué te apetece beber? ¿Champán bien frío?
- No amor… Mejor una Coca Cola
- ¡Marchando una Coca Cola!
Y salió disparado a la cocina en busca de las bebidas, pues también él bebería Coca Cola, faltaría más. Ya en la cocina, abrió el frigorífico… Y ahí se acabó el Pablo solícito, atento, paciente, para reaparecer D. Pablo el Tonante… El Insufrible… El Indeseable, realmente; pues aunque a criminal no llegara, también se puede ser Indeseable siendo un ser intolerantemente ofensivo cono ese D. Pablo era… Y todo porque en el frigorífico no había Coca Colas, sino que estaban en un mueble bajo de la cocina, en su caja, calientes pues… Y la lió algo más que parda… Kitty fue a intentar apagar el incendio a base de comprensión y cariño, pero infructuosamente.
- ¡Por Dios amor! ¿Qué importancia tiene que las Coca Colas no estén frías?... Tomamos cualquier otra cosa… Total qué más da… No estropeemos esta noche, cariño mío, por favor, por favor…
Pero D. Pablo siguió terne que terne… Claro, ella es que era una desmanotada que le daba igual un ocho que un ochenta… Una irresponsable que no sabía ni dónde tenía la mano derecha… Y ahí estaba su niño para demostrarlo… Kitty ya no respondió… Simplemente, se dio media vuelta y salió de la cocina… D. Pablo, sin dejar de tronar, logró por fin coger dos botellas de Coca Cola y dos vasos y con ellos, y algo más calmado, salió al salón en busca de hielo con que enfriar las bebidas… Pero en la cubitera solo había agua, ni rastro de hielo… Comenzó a liarla de nuevo pero de pronto se hizo algo de luz en su cerebro, percatándose de lo que estaba provocando… Cerró la boca y se empezó a dirigir al dormitorio con los vasos y las botellas nada más
- Bueno, bien mirado creo que tienes razón y esto no es tan grave… Tota; hace bastante frío, con lo que las Coca Colas no están tan calientes… Perdona Kitty… No volverá a pasar…
Llegó al dormitorio y lo encontró vacío… Allí Kitty no estaba… Salió fuera y entonces su vista reparó en la peluca de Kitty, tirada al suelo por el pasillo… Volvió corriendo al dormitorio y se abalanzó sobre la puerta del baño; estaba cerrada por dentro. Empezó a llamar
- Kitty, Kitty, cariño… Amor mío… Ábreme, por favor… Kitty, Kitty, ábreme… Abre cariño, abre… Perdóname amor… Perdóname… No sé por qué lo hice… No volverá a pasar, ya verás…
Pero Kitty aún tardó un rato en abrir y, cuando lo hizo, Kitty había desaparecido para dar paso a Mercedes, su mujer de toda la vida, con su camisón de siempre y un “morro” de cabreo que le llegaba hasta la pared de enfrente. Sin abrir la boca se dirigió a la cama, la abrió, se metió dentro y, tomando una revista, incorporada empezó a leer… Sí; lo que cada noche hacía Mercedes al acostarse… De todas formas, y mientras mantenía la vista fija en la revista, dijo
- Mañana esta cama desaparece de aquí y vuelven las dos camas.
D. Pablo… O Pablo, que cualquiera sabe quién era él ahora, desolado, se subió en la cama y quiso besar a esa mujer que muy bien tampoco sabía ya quién era, aunque se lo temía, pero ella le esquivó el rostro… Él, no obstante, insistió
- Kitty, por favor, perdona… Perdóname mujer… No volverá a suceder… De verdad que no… Volvamos a lo que éramos… Tú y yo… Kitty y Pablo…
Cogió la peluca, que había traído consigo, y quiso ponérsela… Quiso recuperar a la señorita Kitty a toda costa, pero Mercedes no lo consintió. Esquivó la peluca, se la quitó de las manos y la arrojó de nuevo al suelo
- Kitty no existe… Ya no existe… La mataste tú… De desilusión… De frustración… De asco… Todo lo destruyes, D. Pablo… Lo pisoteas… Lo marchitas… Con tu intolerancia, tu nepotismo, tu prepotencia… Desprecias todo y a todo el mundo… Tú eres tú y sólo tú… No eres capaz de querer… Kitty confió en ti, porque, contra toda evidencia, quiso confiar en ti… Porque te quería… Te quería como nadie nunca te quiso… Como nadie nunca te volverá a querer… Pero se murió la pobre, de desesperación al ver lo equivocada que estaba… Mírate… Estás solo… No tienes nada; no tienes a nadie… Nadie que te quiera… Ni esposa, ni hijo… ¿Amigos?... Míralos… Todos como tú… O peores, incluso: Ególatras egoístas, prepotentes, despreciativos… Ninguno sabe lo que es amar, querer… Sois incapaces de ello…
Hizo una pausa para tomar un cigarrillo y encenderlo; aspiró una calada, expulsó el humo y prosiguió
- No te soporto… Ya no… Llegué al límite que podía soportar… Me voy a separar de ti… Mañana es fiesta, pero pasado mañana, sin falta, ¿me entiendes?... Sin falta, iniciaré los trámites legales… Pediré la separación legal y la partición de bienes gananciales… Porque no esperarás que me vaya de rositas después de veinte años aguantándote día tras día… No hijo, no… Me iré con lo que es mío… Con lo que me pertenece… La mitad de todo eso que dices que es sólo tuyo, porque tú solo lo has pagado, es mío, porque nuestro matrimonio es bajo régimen de gananciales. La mitad de lo adquirido y ganado por ti desde que nos casamos es mío legalmente y lo reclamaré con la separación…
D. Pablo a esas alturas era la viva imagen del desaliento… De la bajada a los infiernos… De la derrota… Estaba sentado a un lado de la cama, con la cabeza más gacha que baja y un par de lágrimas surcaban sus mejillas… Sí, era consciente de que lo tuvo todo, y que todo lo echó a rodar, perdiéndolo en un segundo… Al fin se levantó y, hablando a Mercedes, se dirigía al cuarto-vestidor de la habitación
- Sí; tienes razón… Toda la razón en todo… No te preocupes, te libraré de mi presencia… Te dejaré tranquila… Me marcharé
Desapareció tras la puerta del vestidor y Mercedes le empezó a oír trajinar dentro, abriendo y cerrando cajones y puertas de armario, hasta que, en no tanto tiempo, le vió reaparecer con una maleta… A Mercedes le pareció hasta demacrado… Y casi sintió pena de él…
- ¿Sabes Mercedes?… Creo que, tal vez, esté un poco enfermo… A lo mejor paranoico… En todo caso, pienso que preciso una cura de humildad… Ya veré cómo lo resuelvo… Y por el futuro, no te preocupes… Ya me ocuparé yo, en cuanto pueda, de dejarte cubierta en todo…
Quiso darle el último beso, el de la final despedida, pero ella no se lo permitió y D. Pablo se fue, para siempre, de su casa
Mercedes escuchó cómo su marido andaba hasta la puerta de la calle, la abría y luego la cerraba tras de sí, al salir, definitivamente, de su casa… Y de su vida… ¿Se alegraba?... ¿Lo lamentaba?... No lo sabía… No sabía cuál de las dos emociones dominaba entonces en ella… Así estuvo, en un estado de casi absoluto nihilismo hasta que se dio cuenta de que lo que de verdad sentía es que no sentía nada… Que estaba vacía… Como muerta…
Según Pablo dijera a Kitty que Mercedes estaba muerta… Muerta en vida por amargada, desilusionada de la vida… Y así era. Pero eso no era nuevo, venía de muy atrás, y desde hacía ya un tiempo ella, cuando menos, lo venía sobrellevando sin mayores problemas, gracias a Kitty… ¿En qué variaban, pues, aquella madrugada las cosas?... Pues en algo bastante importante
La sola existencia de Kitty había supuesto una revolución para Mercedes, pues a través de la quimera ella se liberó por completo… Propiamente feliz, a través de Kitty no lo fue, pero sí se sintió libre trocada en Kitty… Pero un buen día en su vida… Sí, en su vida, pues Kitty no era sino ella misma, apareció Pablo el Bueno… Y de él se enamoró perdidamente… Y entonces sí que fue dichosa… Feliz de verdad… Aquello fue como un sueño… Sueño que aquella madrugada saltó en pedazos por mor de Pablo el Malo… Kitty desapareció y sólo quedó Mercedes, más rencorosa que nunca, pues entonces odió a ese D. Pablo el Malo como jamás antes le odiara
Pero ese Pablo que era tanto el Malo como el Bueno, según la ventolera que le diera, se marchó… Y de verdad… Irremisiblemente… Y entonces esa parte irrazonable, que no irracional, que en todo ser humano existe, que es el sentimiento, la impulsó a querer correr tras él y retenerle, porque, a pesar de todos los pesares, le amaba con toda su alma… Pero la razón, esa potencia tan eminentemente humana, le impidió hacerlo… Si cedía, estaría perdida… Sí; recuperaría al instante a ese pablo el Bueno que la embrujaba… Pero… ¿Cuánto tardaría en reaparecer ese Pablo el Malo que le amargaba la vida?... Sí; no le cabía duda alguna, la vía para dejar atrás la amargura de su vida pasaba, necesariamente, con que Pablo desapareciera de su vida… Luego lo mejor, dejarle marchar y en paz
De manera que, no movió un dedo para detenerle, dejándole marchar… Pero eso le rompió el alma en pedazos… Al poco de oír cómo la puerta se cerraba tras Pablo, ella, reuniendo todas las fuerzas que le fue posible, logró levantarse de la cama y salir a cerrar la puerta por dentro, echando cerrojo y cerradura de seguridad, tras lo cual regresó a la cama y de nuevo se acostó, intentando dormir… Tenía que recomponer su corazón roto; su alma destrozada… Pero entonces no tenía ganas de ello… Mañana… Mañana sería un nuevo día… Y un Año Nuevo… Y ya se sabe: Año Nievo, vida nueva… ¿O vieja?... La verdad es que lo que más se dice, es lo de “vida nueva”, pero lo normal es que continúe discurriendo la más que vieja…
Y a eso se dedicó a partir de ese mismo día siguiente, uno de Enero de 1972, durante semanas… Durante meses… Pero con nulo éxito, pues de su corazón y de su mente no desapareció “su” Pablo, pues seguía enamorada de él hasta las trancas… Creyó que con la marcha de Pablo; con que él saliera de su vida, el sosiego y tranquilidad… Hasta la felicidad regresaría a su vida… Pero no fue así; antes bien, y al contrario, la desazón, el terrible desánimo, hacían cada día más y más mella en ella… La amargura de vida, que esperaba conjurar despareciendo él, no desapareció, sino que puede decirse se acrecentó en forma aún más acre si cabe, impidiéndole tomarle de nuevo gusto a la vida
Asó pasaron algunos meses, dos, tres, cuatro, hundiéndose en la miseria de ánimo cada vez, casi cada día más… Hasta que un día se dijo que a un clavo, normalmente, lo saca otro clavo… Su mal era, precisamente, su amor por Pablo, luego la cura, desenamorarse de él… ¿Y qué forma mejor, que encontrar otro hombre, bueno, que la más que él, y enamorarse de él?
La cosa parecía clara y sencilla, pero, ¿dónde encontrar a tal hombre?... No conocía a nadie a propósito… No conocía realmente a hombres, más que los amigos de siempre… Los que lo eran de ella y de Pablo, colegas de él la mayoría y todos, todos, casados… No; por ese lado, nada de nada… ¿Ir a salas de baile tipo “La Carroza” y demás?... Ni hablar de la peluca… Allí no van más que tíos casados en busca de ligue de una tarde-noche, un “aquí te cojo, aquí te lo hago” y cuarentonas hambrientas de tío, solteras las menos, separadas y viudas las más y alguna que otra casada mal atendida en casa o con ganas de probar la cocina foránea, para variar de la doméstica
Pero hete aquí que donde uno/una menos se lo espera, salta la liebre, y fue en su calle y no lejos de su casa donde lo fue a encontrar, de pura chiripa… Fue un día cualquiera, andando tranquilamente por la calle, que por mala/buena fortuna se torció un tobillo y no rodó por el suelo porque, en ese natural instinto de agarrarnos a algo, se agarró a lo que más a mano entonces tenía, un señor que venía andando, enfrentado a ella
Le pidió perdón, él le dijo que por nada, pero resultó que Mercedes no podía tenerse en pie pues se había hecho un esguince, con lo que el hombre aquél, todo caballeresco, la metió en un taxi y la llevó a la casa de socorro, a dos o tres calles de allí, y claro, luego, ya atendida, a devolverla a casa… El hombre resultó ser de lo más atento, pues casi a diario llamaba a mercedes a interesarse por cómo seguía y hasta dos o tres días después le pidió permiso para visitarla en su casa, a lo que, complacida, Mercedes accedió…
En fin, que desde tal día y a lo largo de los más de veinte que ella tuvo que estar en casa sin poder poner la “pata chula” en el suelo, casi todas las tardes el galán acudía a visitarla… Ella mejoró, volvió a salir a la calle, y él la invitó, día sí, día también, a tomarse juntos un café, una Coca Cola o lo que fuera, hasta que en otra ocasión la invitó al cine, cosa que empezaron a repetir con bastante regularidad, alternando las sesiones cinematográficas con las de teatro, sin exceptuar las visitas a salas de arte y exposiciones de pintura… Pero también Mercedes volvió a salir a cenar y bailar…
Lo de cenar fuera ya lo hacía con Pablo, pero en compañía siempre de un montón de gente… Cenas sociales y demás, pero con este otro hombre eran entre los dos solamente, con velitas y toda la parafernalia romántica del mundo… Y claro empezaron a darse los besitos, algún sobeteo que otro, y a pasar la noche juntitos, tan ricamente… En fin, que tras tres o cuatro meses de relaciones más o menos castas, que tampoco hay que pensar mal de los dos, y algún que otro día de compartir cama informalmente, él le solicitó relaciones formales, convivencia en la casa de él incluida, y a ella pues tan mal la propuesta no le pareció, de modo que se fue a vivir con él a su casa
El hombre era ya más que nada un cincuentón, pues a meses estaba de estrenar el medio siglo de vida, pero bien conservado… Alto, 1, 76 de estatura, más atlético y fibroso que otra cosa, de agradables facciones, aunque no exactamente guapo… Era viudo de catorce o quince años ya, pues su mujer murió de cáncer aún muy joven, con dos hijos, una chica ya casada y un muchacho de la edad de Pablito, estudiante de Arquitectura, el padre era arquitecto, independizado, entonces en un Colegio Mayor universitario… Formal, pero alegre y simpático, hasta un punto mundano… Y, desde luego, con muchas horas de vuelo en esta vida, pues sin ser mujeriego, sí que le gustaban las “gachís”, habiendo mantenido ya un par de relaciones más bien estables en sus años de viudedad…
Y, lo mejor; muy, pero que muy enamorado de ella… Incluso resultó que ya la tenía “ojeada” de años atrás, con lo que, en realidad, hacía ya tiempo que Mercedes le gustaba a Humberto, que así se llamaba el hombre… Y, cómo no, a Mercedes le pareció perfecto para su proyecto de olvidar a Pablo y rehacer su vida con un hombre que la mereciera de verdad y la hiciera feliz… Pero al final, la cosa no resultó… Y no porque él le fallara, que no sólo no le falló sino que superó lo que de él esperaba en cuanto a atenciones y rendida solicitud… Ella quiso quererle; y lo quiso de verdad, poniendo en ello toda su voluntad… Pero en los sentimientos no se manda, y el amor es un sentimiento… Uno/una, se enamora o no se enamora en forma enteramente ajena a su voluntad… A su cerebro…
Y Mercedes, por mucho que lo quiso; por mucho que ella se empeñara en quererle, no lo logró… Afecto, francamente sí que se lo tomó… Y mucho… A decir verdad, en la convivencia con él, se encontró cómoda, porque él mejor no la podía tratar… Más solícito y delicado con ella no podía ser… Ni tampoco más tierno, más cariñoso… Humberto era, justo, lo que ella buscaba… Lo que ella deseaba encontrar… Un “mirlo blanco”, una “rara avis” más que difícil de encontrar, pero que Mercedes sí encontró
Pero nada de eso fue suficiente para moverle el corazón… Ni siquiera las más que placenteras sesiones de sexo que él, casi a diario, la prodigaba, fueron suficiente motivo para, finalmente, retenerla junto a Humberto… Así que un día, tras poco más de un año de vivir con él, se levantó diciéndose que, realmente, qué hacía ella allí… Le esperó con la maleta preparada hasta que, hacia media tarde, él llegó y se lo plantó: Que le dejaba… Había querido enamorarse de él… Lo había esperado… Hasta estaba segura de acabar por enamorarse de él cuando aceptó lo de vivir juntos… Pero no pudo ser…
Él lo comprendió; no le formó escena alguna; simplemente, cuando se despidieron la besó en la mejilla, le estrechó la mano y le deseó suerte… Mercedes volvió a su casa, dispuesta a pasar sin hombre el resto de su vida. La verdad es que, por finales, había logrado superar la amargura de su vida… No puede decirse que fuera, realmente, feliz, pero sí había conseguido encontrar tranquilidad, serenidad, en su vida…
Y no vivía mal… Recuperó algunas viejas amigas, no tratadas últimamente; separadas, como ella misma, de sus maridos… Alguna, con la suerte de haber rehecho su vida; otras no… Se reunía con ellas en una cafetería casi todas las tardes… Andaban, como es natural, de cotilleo, “cortando trajes” a diestro y siniestro… Otras veces se reunían en la casa de alguna de ellas y jugaban a la canasta o al bridge, mientras tomaban café unas, té otras, y pastas
Por cierto que al Pablito le puso al pairo; cuando volvió a casa, amén de encontrarla manga por hombro, vio que el nene ni palo al agua… Todas las asignaturas suspendidas el curso anterior y el presente con el mismo panorama por delante… Así que le leyó la cartilla bien leída: Por de pronto, le cerró, a cal y canto, el grifo del dinero; ni un duro mientras no aprobara el curso; y cuando le volviera a soltar “líquido elemento”, con menos alegrías que en casa de pobre… Y si le veía hacer el zángano ya pensaría en las finas torturas chinas. Mano de santo; el mancebo no volvió a traer suspenso alguno…
El tiempo fue pasando, más monótono que vida de ostra, hasta cumplirse los tres años, bien chorreados de meses, cuando una tarde, a eso de las cinco y pico, le sonó el teléfono. Ella lo descolgó y tras el acostumbrado “Dígame”, escuchó una voz la mar de conocida que le dijo
- Hola Mercedes… Soy… Soy yo… Pablo
- ¡Pablo! ¡Dios mío!...
A Mercedes de poco no le da un síncope cuando oyó su voz, y el corazón se le aceleró cual caballo desbocado… Él, casi a trompicones, le dijo que si podrían verse, y ella le respondió
- ¡Pues claro que sí!... Cuando quieras…
- ¿Sería muy precipitado…esta misma tarde?…
- En absoluto… Ven por casa cuando quieras…
- No; a…a “tu” casa no quiero ir
- ¡Pero qué tonterías dices Pablo!... ¿Cómo a “mi” casa? ¡A nuestra casa, dirás!...
- No, no… Yo te lo cedí todo a ti… Desde que me fui todo es tuyo… La clínica, la casa… Todo es tuyo…
- Ya sé que todo me lo cediste a mí… Pero ¿sabes?... Yo no hice uso de esa cesión notarial que me enviaste… No la llevé al Registro de la Propiedad… Todo sigue como antes… Todo a tu nombre… Yo solo lo usufructúo…
Pero Pablo se empecinó en no ir por casa, por lo que, finalmente, quedaron en verse en una cafetería próxima a la casa, a eso de las siete de esa tarde. Cuando colgó el teléfono, Mercedes temblaba como hoja de árbol batida por el viento. Corrió al cuarto de baño, se miró al espejo para exclamar
- ¡Jesús, y qué pelos!...
Se dijo que por qué no se le habría ocurrido pasarse por la peluquería… ¡Con tantas veces como lo hacía sin, realmente, necesitarlo y hoy que él iba a venir!... Se encontró, además, mucho menos bella que antes, cuando él se marchó… Y bastante menos joven que entonces… Seguramente que jamás antes puso tantísimo esmero al arreglarse como entonces puso… Quería estar más bella, más deslumbrante que nunca cuando él la viera… Bella, hermosa, deseable… Aunque, pensó, los años no se los quitaba nadie…
Todavía no eran las siete cuando Mercedes entraba en la cafetería; al punto le vio levantarse de la mesa a la que se sentara para salirle al encuentro. Cuando, por fin, volvió a verle, el corazón le dio un vuelco… Fue como un ensueño mágico… De cuento de Las Mil Y Una Noches… Él acudía a ella con una más que abierta sonrisa que le iluminaba toda la cara, pero es que ella no le sonreía menos mientras caminaba hacia él… Se juntaron y se besaron las mejillas, beso que a ella le quemó el rostro de amorosa pasión; él entonces la invitó a sentarse a la mesa que ya de antes ocupara, retirando galantemente el silloncito ante ella que, efectivamente, se sentó. Lo cierto es que los dos estaban la mar de cohibidos, sin saber no qué decirse… Al fin, él rompió aquél mutismo
- ¡Dios mío, Mercedes!... ¡Estás espléndida!... Más bonita… Más bella, incluso que antes, diría yo… Te recordaba muy, muy bella… Muy hermosa, pero no tanto como te veo, la verdad…
- ¡Mentiroso!... ¡Adulador!... Si ya soy casi una vieja… ¡Que voy ya para los cuarenta y siete “tacos”!
- Ya; lo que quieres es que regale el oído diciéndote lo jovencísima que me pareces… ¡Y lo despampanante que te veo!...
Mercedes se echó a reír alegremente, lanzando al vuelo su risa… Tan argentina… Tan cantarina… Esa no era la risa que él recordaba de Mercedes, que si alguna vez, no ya reía, sino que simplemente sonreía, era en la más sardónica manera del mundo… Esa risa a quién le recordaba era a Kitty… Ella dejó de reír para fijarse en él con mayor detenimiento… No sabía exactamente en qué, por qué, pero le pareció distinto.
En él percibía algo extraño, indefinible… Algo que le llamaba la atención… Era como si él irradiara un etéreo fluido que la subyugaba, atrayéndola hacia él… No; no era nada erótico… Muchísimo menos sexual… Era algo que la envolvía en una extraña sensación de paz… De calma y serenidad… Algo, en fin, que la tenía estupefacta… Al fin le preguntó
- ¿Y qué ha sido de tu vida en estos casi cuatro años?... Desapareciste sin dejar rastro… Nadie sabía nada de ti…
Por un momento, la mirada de Pablo no se centró en el rostro de Mercedes, sino que se perdió en el vacío sin, realmente, posarse en nada; sin, en realidad, ver nada
- ¿Recuerdas lo que aquella noche, cuando me fui, dijera? Que creía… Que tal vez estaba enfermo… Enfermo del alma, de la mente… Que tal vez había caído en la paranoia… Que, desde luego, precisaba una cura de humildad… Pes eso es lo que he estado haciendo todo este tiempo: Intentar curarme… Lo que no sé del todo, es si, por finales, lo he logrado…
Así, Mercedes supo de su bajada a los Infiernos… Los infiernos de la miseria más inaudita… El infierno de la marginación, de la drogadicción, de la delincuencia, de la prostitución más inmisericorde, más tirada… El de la prostituta sin más chulo que el “caballo” o las “rayas”… Del permanente desempleo… De la desesperación más desesperanzada… Y todo ello sin salir de España… En sus grandes centros urbanos; esos emporios del más refinado lujo iluminado por las luces de neón de los grandes y lujosos establecimientos comerciales… En ese cinturón suburbano, esos barrios que rodea a las grandes ciudades donde junto a esa gran mayoría de gente trabajadora convive el lumpen de la miseria más infrahumana…
Porque ese D. Pablo Meneses, eminente cirujano traumatólogo de, incluso, reconocimiento internacional, se había avenido a ser colaborador de la Orden Tercera franciscana, siendo médico cuando fue necesario, pero también rehabilitador de drogadictos, y oyente de miserias ajenas o dador de esperanzas de vida a desesperados de la vida, cuando tales cosas fueron las pertinentes(4)
Mercedes, escuchándole, estaba enteramente atónita… ¡Pablo metido a casi monje! Increíble…Lo que menos podía haberse imaginado… Pero entonces, al decirse ese “casi monje”, también se alarmó y no poco… ¡Lo que a ella le faltaba; que ahora Pablo se hiciera hombre de religión!
- ¡Oye, oye!... ¿Es que te has metido a dura, fraile o monje?
Pablo, al oírla, rió con ganas
- ¡Ni hablar!... No me veo yo con hábitos... No me va eso… No; yo no me hice Terciario Franciscano… Sólo colaborador da ellos… Pero dejemos de hablar de mí… ¿Y tú?... ¿Qué ha sido de tu vida en estos años?... Imagino que la reharías y ahora tendrás a alguien esperándote en casa… En la tuya o en la de él…
- Pues te equivocas, que no hay nadie que me espere en sitio alguno…
Esto Mercedes lo dijo con fuerza y sonriendo a Pablo, pero nada más decirlo, la sonrisa se le oscureció en los labios, desapareciendo de ellos; desvió la mirada del rostro de él, posándola en la pared lo que equivale a decir que miró al vacío, como miramos cuando, realmente, no vemos nada. Luego la alzó, mirándole de nuevo a los ojos, con toda franqueza, pero sin que esa sonrisa regresara a su rostro
- Mira Pablo; quiero ser sincera contigo… Sin mentirte ni ocultarte nada… No; ahora no hay nadie esperándome en ningún sitio… Pero en un momento pasado sí lo hubo
Y le contó lo de ella con Humberto… Mercedes se dio perfecta cuenta de que saber que había estado con otro le desasosegó… Se dio cuenta de que no le gustó; que le dolió saber que de algún modo había habido otro hombre en su vida… Recordó lo que él le dijera aquella noche, la del 22 de Diciembre de 1971, cuando ella, Mercedes y no Kitty, le preguntó si le importaría que ella se liara con un “boy”… Él le respondió que, ante todo, le dolería, porque “algún rescoldo” de aquél amor que un día le profesara, aún persistía en él…
Entonces comprendió algo en lo que antes ni pensara: Que el amor que él sintiera por Kitty y el que Kitty sintiera por aquél Pablo el Bueno, el mismo en definitiva que ella sentía ahora por él, no era sino el que un día ellos dos, mutuamente, se tuvieron… Se tuvieron pero que su estúpida ceguera marchitó no poco… A Dios gracias no destruyó, pero sí adormeció de tal manera que hasta hizo brotar un sordo rencor mutuo…
Miraba a Pablo y apenas si podía creer lo que percibía… Recordó el titánico esfuerzo que tuvo que hacer aquella madrugada del uno de Enero de 1972 para no ir tras de él y retenerle a su lado, pasara lo que pasara de ahí en adelante… Regresara o no desde entonces D. Pablo el Malo… Y se alegró enormemente de la decisión que entonces tomó… Desde luego el Pablo que tal madrugada se marchó de su lado no sabía cuál de los dos era…
Seguramente sería Pablo a secas, ni bueno ni malo, pero un Pablo que, cuando menos, empezaba a ser consciente de que en él había mucho que reformar, y eso sólo ya era algo… Y ese Pablo, ni bueno ni malo, supo solucionar sus excesos y carencias como persona, para volver a ser aquél Pablo inicial, el que supo enamorarla… Sencillamente, el que entonces tenía delante… Porque ella “ sabía ” que era así; que su instinto de mujer no la engañaba
Y se vió a los dos, a sí misma y a Pablo, frente a frente, amándose con toda su alma, deseándose desesperadamente, pero sin decírselo, callados al respecto, como dos pasmarotes… Y Mercedes se dijo que ya estaba bien de hacer gilipolleces, de modo que, decidida, se lanzó al asalto de Pablo
- Pablo… ¿Me encuentras atractiva?
- No sabes bien hasta qué punto
- Me… ¿Me quieres todavía?... ¿Me deseas aún?
Pablo quedó como sumergido en un sueño cuando escuchó la pregunta de su mujer… Porque, indudablemente, ella seguía siendo su mujer, su esposa… Así la seguía considerando y por eso, él sí le había sido enteramente fiel a ella; a su mujer… No; a él ni se le había pasado por la cabeza la posibilidad de rehacer su vida… De encontrar otra mujer junto a la que ser feliz…
Lo que no significaba que él esperara que ella, Mercedes, no lo hiciera… Antes bien, cuando se marchó estaba seguro de que ella sí que lo haría, buscar un hombre que le diera toda la dicha y felicidad que él no supo o no quiso darle, que discriminar ambos términos, francamente, no era capaz… Por eso, cuando Mercedes le dijo que sí que lo había intentado, llegando a vivir durante un tiempo con un hombre, sí que le dolió, la verdad, pero no le extrañó… Ni fue hipócrita cuando a Mercedes le dijo que le parecía que se había equivocado al dejar al tal Humberto, al parecer, el hombre ideal para ella
- Mercedes… Desesperadamente… Con toda mi alma…
- ¡Qué tontos somos Pablo!”… ¿Sabes?... A mí me ocurre igual… Te quiero más que a mi vida… Y me muero por tenerte… Tenerte dentro de mí, mi amor… Hablando en plata, Pablo; en román paladino: Me muero por follar contigo… Me estoy muriendo por follar contigo desde que te fuiste… Desde aquella madrugada de Año Nuevo de 1972… No sabes los esfuerzos que tuve que hacer para dejarte marchar… Para no correr detrás de ti y pedirte, suplicarte, que no te fueras… Que volvieras conmigo a la cama… Para desnudarme… Para repetir aquella tarde y noche del 23 de Diciembre de 1971, cuando Kitty se metió contigo en la cama para no salir de allí en siete horas… ¿Te acuerdas Pablo, de lo dichosos que los dos fuimos?...
Los dos salieron corriendo a la calle y corriendo cuanto podían, como dos chiquillos, siguieron hasta casa y su dormitorio… Con ella delante, tirando de él, y riendo a todo reír… Y ya en casa, en la alcoba, los dis en la cama, desnudos, la tarde-noche se hizo eterna, imperecedera, reverdeciendo viejos laureles, aquellos de la tarde-noche de aquél famoso, inolvidable, 23 de Diciembre de 12971, sólo que dejando tamañica aquella “hazaña” de siete horas más o menos consecutivas, pues esta otra tarde-noche batieron las amándose intermitentemente, con las obligadas treguas entre unos y otros encuentros cuerpo a cuerpo para reponer las necesarias energías, entre abrazos, besos, caricias… Tiernas, dulces, con interminables “Te quiero”, “te adoro”… “Vida mía”
Y esa fue su vida desde aquella tarde-noche a lo largo de años y más años de amarse con toda su alma, día tras día, noche tras noche, siempre los dos ávidos, el uno del otro… Él del cuerpo de ella, ella del cuerpo de él… En aquella Noche Vieja de 1971, Pablo dijo a Kitty que quería que ellos dos tuvieran hijos, y en esta otra tarde-noche, Mercedes se lo recordó
- ¿Te acuerdas Pablo de lo que a Kitty le dijiste la Noche Vieja de 1971, cuando la traías a casa?... Que querías tener hijos con ella… Pablo… Quiero tenerlos de nuestro amor… A Pablo le tuve porque era mi obligación de mujer casada, pero no porque de verdad quisiera tenerlo… No fue fruto de nuestro amor, sino de tu deseo y de lo que creía mi deber… ¿Querrás embarazarme, cariño mío?
Y Pablo estuvo encantado de embarazar cada año a Mercedes hasta que, a los cincuenta aún no cumplidos de ella, durante su tercer tardío embarazo, el cuarto de su vida, le diagnosticaron una diabetes que haría peligrosos nuevos embarazos… Pero eso no significó que sus mutuas ansias de amor mermaran en un ápice, sino que se mantuvieron hasta edad más que avanzada, cuando la diabetes que finalmente aquejó a Pablo hizo imposibles obsequiar a su mujer, y obsequiarse a sí mismo…
Aunque ni eso representó el “cierre” del mutuo placer amoroso, pues, como dice el grosero dicho popular, “Si no lo podía macar, sí podía chuparlo”, con lo que de eso se valieron para poder seguir disfrutando él de ella, ella de él “per in sécula seculorum”…
FIN DEL RELATO
NOTAS AL TEXTO
- Los Terciarios Franciscanos son seglares que en la sociedad llevan una vida absolutamente normal, con sus obligaciones tanto laborales como familiares. Muchos de ellos, tal vez la mayoría, son padres y madres de familia; personas casadas que viven su matrimonio con absoluta normalidad. En general, lo que les diferencia de los demás es ajustar su vida al Mensaje Evangélico, practicando fielmente la fidelidad dentro del matrimonio y lo de “Al prójimo como a ti mismo”. Así, en sus ratos libres, cuando la persona normal y corriente se entrega al ocio y la diversión, por muy legítimas que todo eso sea, ellos se dedican a entregarse a los demás, atendiendo necesidades básicas de quienes carecen de casi todo. Así la Orden tiene hospitales y escuelas, comedores y centros de mayores y jóvenes, y de rehabilitación de drogadictos, delincuentes y prostitutas.