El Matrimonio

Voyeur-Filial: El hijo observa como su madre en una fiesta de casamiento se lo monta con otro de los invitados.

Hace unos meses, una buena clienta de mí madre se casaba y la invitó a su boda.

La ceremonia era por la tarde, y mi mamá fue sola a la iglesia. Por la noche, era la celebración en un famoso restaurante. Mi madre no acostumbra a ir a cenas nocturnas, pero por razones comerciales (la novia es su mejor cliente) se vio forzada a asistir y me rogó que la acompañara porque le daba vergüenza ir sola. Yo al principio me resistí, porque no me gustan estos acontecimientos, y menos cuando no conocía a nadie. Pero tanto insistió mi madre, que al final tuve que ir.

Salimos sobre las nueve de la noche en la destartalada camioneta que usa mi madre para el reparto. Mi madre iba especialmente arreglada para la ocasión. Llevaba un vestido negro muy ajustado, con un escote un poco pronunciado y una gruesa gargantilla de oro que le había regalado mi padre hacia años, zapatos y medias negras y un pequeño bolso de piel, haciendo juego.

El restaurante estaba en una colina rodeado de árboles, a unos cinco kilómetros de nuestra ciudad. Dejamos la camioneta estacionada en el jardín y en la puerta de entrada, en un pequeño tablón, había unas listas con la distribución de los asientos. Miramos en la lista y a nosotros nos había correspondido la mesa número 23, y entramos buscándola. El salón era enorme, con muchísimas mesas redondas con ocho sillas cada una, con fundas blancas y un lazo rosa (un poco hortera) coronándolas. Buscamos nuestra mesa, y cuando dimos con ella, ya estaban sentados el resto de los comensales y solo quedaban dos sillas libres (las nuestras). Por el saludo de mi madre, noté que ella no conocía tampoco a ninguno de los que estaban sentados en la mesa. Estábamos todos un poco apretujados, porque la mesa debería ser para menos comensales, y costaba trabajo coger los cubiertos sin chocar con el brazo del comensal de al lado. A mi derecha estaba sentado un señor de mediana edad que iba acompañado por su esposa y sus tres hijos pequeños. A la izquierda de mi madre, estaba sentado un amigo de los novios, que por lo que comentó después, era profesor en una autoescuela.

De primero nos pusieron unos entremeses (lo típico) y de segundo un pescado grande al horno. Como era verano, pusieron jarras con sangría muy fría, que por lo caluroso de la noche, tenían que reponer constantemente los camareros. A mi madre le debió de encandilar, porque se tomaba un vaso tras otro.

Al principio todos hablaban de lo guapa que iba la novia y de lo bonito que había estado el coro. Pero pronto la charla se animó cuando mi madre sacó su tema preferido sobre el programa televisivo "El Gran Hermano". Todos participamos en la discusión, salvo el profesor de autoescuela. Pero la que llevaba la voz cantante era mi madre, forrota al límite de la serie y conocedora de todos sus vericuetos. En los postres, cuando la discusión estaba en su punto álgido, y yo discutía con la esposa del señor sobre la bondad de uno de los personajes, noté que mi madre no opinaba, cuando era uno de sus personajes preferidos. Extrañado la miré pidiéndole ayuda, pero ella miraba a la señora fijamente, con una sonrisa hueca, como hipnotizada. Cuando iba a tocarle el brazo para solicitarle su participación, observé, con sorpresa, que algo se movía debajo del mantel y que el fulano que estaba sentado a su izquierda, tenía su mano derecha escondida debajo de la mesa. Mi madre parecía ida. Me eché un poco para atrás, y sin llamar la atención, miré disimuladamente de nuevo, en busca de la mano, pero no se veía nada. Se me ocurrió levantarme con la excusa de coger un bote de palillos que había en una mesa auxiliar detrás mía, y disimuladamente, dejé que se me cayera la servilleta que tenía entre mis piernas. Al volver a sentarme, me agaché con el pretexto de recoger la servilleta y vi perfectamente como el fulano estaba acariciando con su mano, el interior de uno de los muslos de mi madre. Me puse nervisiosimo. No sabía que hacer. Me hervía la sangre, porque no soportaba que el tipo estuviera mareando a mi madre a un metro escaso. Pero por otra parte, también me molestaba (y me sorprendía) que ella no rechazara su atrevimiento.

Empezaron a servir las copas de champán y todos nos levantamos para brindar por los novios. Volvimos a sentarnos y yo seguía sin perder punta del asunto. Me quedé fosilizado cuando al sentarse de nuevo, vi a mi madre como volvía a extender, cuidadosamente, el mantel para que le tapara el máximo posible. Estaba claro que ella aceptaba el magreo y no solo eso, sino que pedía más. El tipo metió de nuevo su mano bajo el mantel, hasta que al rato mi madre se levantó diciéndome que iba al baño.

El fulano se bebió de un trago lo que le quedaba en la copa y sin comentar nada, se levantó y se fue tras los pasos de mi madre.

Yo los seguí disimuladamente con la mirada y ví como en el trayecto el tipo abordaba a mi madre, la cogía del brazo y juntos salían por una de las puertas que daba al jardín, perdiéndose de mi vista. Me levanté como una exhalación y salí al jardín por una puerta más próxima y casi me topo con ellos. Me escondí detrás de una columna, para que no me vieran y cuando se alejaron, salí sigilosamente detrás de ellos, escondido tras los coches aparcados.

Siguieron caminando entre los coches, hasta que se pararon al final del jardín, junto a un muro de ladrillo rojo. Yo, agachándome totalmente, me acerqué lo máximo que pude hasta que llegue al coche que estaba aparcado delante de ellos, un Toyota Ranchera verde oscuro. Me tiré al suelo y metí debajo del todo terreno. Desde aquí los veía perfectamente y los tenía a dos metros de distancia. Estaban besándose apasionadamente. El estaba apoyado en el capó de un coche y tenia a mi madre fuertemente abrazada con sus dos manos apretándole el culo. Mi madre estaba totalmente entregada, como si lo conociera de toda la vida.

Le metió sus manos entre el escote y los tirantes del vestido, hasta que consiguió abrirle el cierre del sujetador. Las tetas de mi madre saltaron como un muelle y el sujetador quedo medio caído. El comenzó a magrearle los pechos y luego a chuparle los pezones. Empecé a escuchar los gemidos de mi madre, y como estaba totalmente entregada a el.

De pronto, la agarró por los hombros y la empujó hacia abajo. Se abrió la cremallera y se sacó, no sin esfuerzo, su pija. Mi madre, nada mas verla, la cogió con una mano y comenzó a lamerla y a besarla con fruición. Pero el, bruscamente, la agarró de los pelos y tiró de su cabeza hacia atrás y cuando ella dio un pequeño grito por el tirón, se la metió de un golpe en su boca sin miramiento alguno, comenzando un mete y saca cada vez más rápido. Al poco tiempo la soltó, y mi madre, ya sin ayuda, continuó rítmicamente con el movimiento del mete y saca.

Pasados unos minutos, la cogió de los brazos, y la levantó de nuevo. La apoyó contra la pared de ladrillos, le levantó totalmente la falda e intentó bajarle los pantys. Pero entonces escuché a mi madre decir un "no, no" muy bajito y un pequeño forcejeo para que no se los bajara y de nuevo se abrazó fuertemente a el, para impedírselo. El, que continuaba con la pija fuera, a pesar de que mi madre estaba fuertemente abrazada a él, consiguió levantarle la falda por delante y empezó a restregarle su pija por todo el coño. Y al rato volvió de nuevo a intentar bajarle los pantys, esta vez por detrás. Mi madre al principio se dejó hacer, pero cuando ya tenia los panty a medio muslo, y yo veía perfectamente las curvas de su culo al aire, le dio un pequeño empujón, que hizo que él, que estaba en mala postura, se cayera al suelo y rodara varios metros. Mi madre, aprovechó para subirse los panty y el escote, escondiendo el sujetador entre el vestido, y se alejó a toda leche, hacia la sala. Iba totalmente despeinada y los pantys por detrás, llevaban una inmensa carrera, desde el talón hasta perderse entre su falda. Vi como se alejaba, a toda prisa, y entraba de nuevo en la sala del restaurante. Yo salí corriendo hacia la otra puerta, para que al volver mi madre no se diera cuenta que yo no estaba y volví de nuevo a la mesa, que estaba totalmente vacía.

Pasaban los minutos y mi madre no volvía. Yo estaba preocupado y temí que el tipo la hubiera abordado de nuevo y la hubiera convencido para volver a las andanzas. Pero me equivoqué. Al rato vi como mi madre volvía del baño, con el pelo recogido en una cola. Le noté enseguida, que se había quitado los panty, seguramente porque se había dado cuenta de la inmensa carrera que tenia. Al llegar, sin siquiera mirarme, cogió su bolso y me dijo que nos íbamos, que ya era muy tarde. Se bebió el resto de trago que quedaba en mi copa y nos fuimos a recoger el auto.

Nos subimos a la camioneta y comenzamos la marcha. Mi madre, iba seria y mirando a la carretera como una estatua. Yo preferí no comentar nada y me estiré en mi asiento cerrando los ojos. En mi cabeza se revolvían las escenas que había visto momentos antes. Mi padre había muerto hacia más de cinco años y en ese tiempo no recordaba que mi madre hubiera tenido relación con ningún hombre. Era normal, que después de tanto tiempo, el simple roce con un desconocido la hubiera puesto como loca. Ella seguía conduciendo, ajena a mis pensamientos. Tenia ganas de abrazar a mi madre, de protegerla de otros hombres. Apoyé mi cabeza en su hombro derecho y después, como hacia antiguamente cuando era mas niño, me tumbé poniendo mi cabeza sobre sus piernas y las mías, acurrucadas, encima del asiento. Ella, no se inmutó y solo se limitó a decir "No te duermas, que luego no voy a poder subirte por las escaleras. No debías de haber bebido tanta sangría.".

Yo no le contesté y ella continuó conduciendo. Cada vez que cambiaba de marcha, al subir y bajar su pierna izquierda para pisar el embrague, sentía, fugazmente, el calor de sus piernas en mi cara.

De pronto, empezó a llegarme un olor fuerte, como a ocre, que rápidamente adiviné de donde provenía. Sin pensarlo, empecé a roncar haciéndome el dormido y me di la vuelta, girando mi cara hacia ella. Con el giro, la falda se subió totalmente. El olor ocre se hizo mas intenso y profundo, más cercano. Presentí, que como no llevaba los panty, tenia su coño al aire y a unos centímetros de mi cara. Estaba celoso, tremendamente excitado y con enormes ganas de comerme su coño. Pero estaba temeroso de su reacción. En uno de los vaivenes de la vieja camioneta, sentí como mi nariz, rozó con algo peludo. Desde entonces, aprovechando cada una de las curvas, balanceaba mi cabeza varias veces. El olor era impresionante, intensísimo. Los pelos estaban muy húmedos, como meados. Mi nariz rozaba levemente su coño, y a veces sentía, además de su parte peluda, el roce con algo carnoso, suave y húmedo. Ella, consciente o inconscientemente, seguía conduciendo como si nada. Tenía que sentirlo, pero quizás no reaccionó porque tenía unas copas de más y pensaba que yo estaba dormido. Pero también debió influir el calentamiento que llevaba encima. El tipo la había puesto a cien. Yo, a cada curva o cambio de marcha, aprovechaba para continuar con el pequeño balanceo. Cada vez mi nariz porrona, rozaba mas en su coño, hasta que, de repente, ella abrió un poco sus piernas cayendo mi cabeza entre ellas y empezó a respirar profundamente y al ratito, lanzó un pequeño gemido y me apretó la cabeza fuertemente con sus muslos. Yo me quedé quieto sin saber que hacer, pero comprendiendo que estaba sucediendo...

La camioneta aminoró su marcha hasta prácticamente pararse en medio de la carretera. Cuando pasaron unos minutos, me acarició el cabello con sus manos, me puso de nuevo la cabeza encima de las piernas, metió una velocidad y de nuevo inició la marcha... Yo seguía dormido.

¿Continuará?

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