El matón del institulo (II).
Hace años, Marcos me dio una hostia. Pero ahora me pedirá por favor que me lo folle.
La paja que nos hicimos Marcos y yo en los vestuarios tuvo dos consecuencias fundamentales. La primera de ellas era que yo no podía dejar de pensar en él. Lo miraba de reojo en clase, buscaba su reflejo en los cristales, cotilleaba su torso cubierto de vello y su paquete desproporcionado cuando nos cambiábamos en clase de gimnasia… y me masturbaba pensando en él a todas horas. Benditos quince años: me despertaba por la mañana y me la machaba pensando en comérsela, llegaba a casa por la tarde y me pajeaba imaginando que me la metía, me acostaba por la noche y me corría soñando que me lo follaba.
Marcos fue mi primera obsesión sexual, y no sabría decir si hay algún tío que me haya provocado un número mayor de fantasías sexuales. Creo que no.
La segunda consecuencia fue que Marcos se volvió aún más capullo conmigo. Me saludaba siempre con un “hola maricón” que rara vez cambiaba por “qué pasa, mariquita”. Me ponía la zancadilla cuando íbamos por los pasillos y se descojonaba si lograba hacerme caer. Me tiraba bolitas de papel mojado en saliva con un tubo de un boli bic. En el patio, si se me ocurría cruzar por donde él estaba jugando al fútbol, me lanzaba un balonazo a la cabeza con todas sus fuerzas. Tuvimos otro par de entrenamientos de natación, y el muy cabrón venía ya con el bañador puesto debajo de los pantalones. Se cambiaba a toda velocidad y no me dirigía la palabra.
Ni que decir tiene que, por algún misterio de la sexualidad adolescente, todo esto me ponía aún más cachondo. Pero me cabreaba, me cabreaba mucho.
Había pasado como una semana cuando la profesora de lengua me dio una verdadera sorpresa. Íbamos a hacer un trabajo en parejas sobre Federico García Lorca, y a mí me tocaba hacerlo con Marcos. Él se limitó a gruñir antela noticia. Yocorrí a protestar según hubo acabado la clase.
Profe, sabes perfectamente que Marcos no va a hacer nada y me tocará a mí hacer el trabajo entero.
En ese caso, te suspenderé. Te he puesto con Marcos para que le eches una mano. Pero lo tenéis que hacer entre los dos. Y no intentes engañarme, que conozco tu estilo a la perfección.
Resignado, fue a la última fila y me senté al lado de Marcos, que para el cambio de clase había puesto los pies encima de la mesa y cruzado los brazos detrás de la nuca.
¿Para cuándo vas a hacer nuestro trabajo, maricón?
Joder, Marcos, estoy hasta los cojones de que me llames así. Y me ha dicho Tere que el trabajo tenemos que hacerlo entre los dos o nos suspende. ¿Te vienes esta tarde a mi casa y nos los quitamos de encima?
Estás flipando, si te crees que voy a ir a tu casa. Te vienes tú a la mía.
Dicho y hecho. Aquella misma tarde, a las seis y media, estaba llamando al timbre de casa de Marcos. Me abrió la puerta él mismo. Iba descalzo, y llevaba puesto un pantalón corto y una camiseta.
- Vamos a mi cuarto. Mis viejos no están, estamos solos.
La casa era un adosado de dos pisos, con una pequeña piscina en el jardín. Subimos a su dormitorio, que estaba bastante desordenado, con prendas de vestir diseminadas un poco por todas partes. Las paredes estaban decoradas con un par de pósters de tías en pelotas a las que no pude reconocer. Había una mesa de estudiar con un PC relativamente moderno.
Hey, tienes un ordenador muy chulo – le dije.
¿Te gustan los ordenadores?
Bueno, sí. Tampoco me flipan, pero me molan algunos videojuegos. ¿Has jugado al Monkey Island? – pregunté.
Joder, sí, me parto el culo con ese juego.
Marcos se tiró en su cama y me hizo un gesto para que me sentara en la silla del ordenador. Estaba extrañamente simpático. No me había llamado maricón desde que había llegado…
Bueno, ¿has pensado cómo enfocar el trabajo? – le pregunté.
Dime una cosa antes, ¿eres marica de verdad, o te molan las tías? – me preguntó él, en cambio.
Yo me quedé flipado, sin saber qué contestar. El corazón me latía a toda velocidad. Tenía quince años, nunca le había dado ni un beso a nadie, y desde luego, jamás le había confesado a nadie que me hacía pajas pensando en otros tíos.
¿Por qué quieres saberlo? ¿Te pongo cachondo?
Ten cuidadito a ver si te voy a meter una hostia.
Y ahí es donde acababa la simpatía de Marcos…
¿Tú eres virgen? ¿Has follado ya? – pregunté, intentando desviar el tema de mi homosexualidad.
Claro. Con un rabo como el mío, las tías se matan por tenerlo dentro.
Eres un fantasma. ¿A quién te has tirado?
A tías mayores. No las conoces. ¿Y tú, has follado ya o aún te matas a pajas?
Sonreí.
Me mato a pajas.
Espera – dijo Marcos, de pronto, levantándose y saliendo dela habitación. Alcabo de dos minutos regresó con dos latas de cerveza -. Te voy a enseñar una cosa.
Abrimos nuestras birras (era la primera vez que probaba una y me supo a mil demonios, pero aguanté el tipo) y él se arrodilló a mi lado, frente al ordenador. Cogió el ratón y pinchó aquí y allá hasta abrir una carpeta llena de fotos porno de tías haciendo mamadas, o penetradas por delante, por detrás… todo tipo de fotos.
- ¿Qué, te mola? – me preguntó.
Todas las fotos tenían alguna polla, así que asentí con la cabeza, como embobado. Él, como sin darse cuenta, empezó a sobarse el rabo por encima de los pantalones. Enseguida se hizo notorio el bulto que había debajo. Siguió pasando fotos, pero yo no podía apartar la mirada de su paquete. De pronto, se bajó los pantalones. No llevaba ropa interior, y su polla saltó al aire en plena libertad.
Tío, eres un cerdo – le dije, con la mirada clavada en su cipote.
Puff, me voy a hacer una paja.
Se levantó se quitó el pantalón por completo y se tiró en su cama, con las piernas bien abiertas y su mano derecha recorriendo su enorme rabo de arriba abajo, de arriba abajo. Yo no podía dejar de mirar, estaba como hipnotizado. Marcos se quitó la camiseta de un rápido moviendo. Ahí le tenía, completamente desnudo, con sus músculos abultados, su cuerpo peludo y su cara de vicio… no me pude contener. Me puse de pie y me acerqué a él. Mi propia polla estaba tan dura que parecía a punto de explotar. No sé en qué coño estaba pensando, pero me puse de rodillas delante de Marcos y acerqué la cabeza su pollón.
¿Qué coño haces, maricón? ¿Me la quieres chupar?
Oye, aquí el que está en bolas haciéndose una paja delante de mí, eres tú.
Marco siguió machándosela, como si no me hubiera oído.
Yo seguí acercando la boca.
La abrí.
Por primera vez en mi vida, tuve en la boca el capullo húmedo y ardiente de otro tío. Probé a succionarlo, lo lamí un poco, empecé a tragarme más y más de aquella polla enorme, gorda, con un par de venas marcadas. Mis manos fueron solas hacia sus huevos, hacia sus huevos grandes y peludos…
Una hostia en la cara me apartó de golpe. Marcos se había incorporado, había sacado su polla de mi boca y me había dado un puñetazo con todas sus fuerzas en la cara.
- ¡Eres un puto marica! ¡Lo sabía! ¡Vete de aquí, maricón!
Yo recogí mis cosas y dejé a Marcos allí, desnudo, todavía con una erección palpitando entre sus piernas.
Os juro que no lloré. Caminé hasta mi casa, subí al piso de arriba y me encerré en el baño. Me había salido un moretón enla cara. Fuia la cocina, cogí una bolsa de hielo, me fui a mi cuarto y me puse a hacer yo solo el puto trabajo de Lorca.
Marcos y yo estamos sentados el uno enfrente del otro, en un restaurante que hay al lado del instituto. Es una mierda de sitio, con un menú del día de 8 euros. Hemos pedido paella y escalope con patatas… ¡genial por la dosis extra de hidratos! Y vino, mucho vino tinto.
Cuando llega el postre, unas natillas que saben a polvos, ya vamos por la segunda botella.
Lo estamos pasando bien.
¿Te vienes a mi casa? – me pregunta Marcos -. Te invito a una copa.
¿Dónde vives?
Me he vuelto a casa de mis padres, la zorra de mi exmujer se ha quedado con el piso… Pero ellos viven ahora en Alicante casi todo el año, tengo la casa para mí solo.
¿Has vuelto a tu dormitorio de siempre? – pregunto yo, recordando algún episodio en ese cuarto, muchos años atrás.
Sí. Venga, pago y vamos.
Al salir del restaurante, me doy cuenta de que voy un poco borracho. Dos un traspiés y me apoyo en el hombro de Marcos. Él me coge de la cintura para sujetarme, aunque su mano me agarra de un poco más abajo, del trasero. Vamos caminando así, como si fuéramos novios, y me llama la atención que a él no le importe.
Llegamos a su casa tras diez minutos de caminata. Yo ya me siento más despejado. Al entrar, imagino que vamos a ir a la cocina o al salón para servir unas copas. Pero no, Marcos me dirige directamente hacia el piso de arriba. Entramos en su dormitorio, que ya no tiene pósters de tías en pelotas. Él me empuja sobre la cama y se tira encima de mí. Acerca su cara ala mía. Puedooler el vino en su aliento. Sus ojos están clavados en los míos.
Nos besamos.
- Joder… - murmura él.
Yo empiezo a besarle el cuello. Me encanta su olor y su barba de un par de días raspa mi piel. Le desabrocho la camisa, descubriendo su pecho cubierto de vello oscuro y rizado. Él me ayuda torpemente, se enreda, rompe la camisa y la tira lejos.
Tiene un buen torso. Músculos grandes, más que los míos, aunque va un poco sobrado de grasa. Está bueno, y sobre todo, es muy masculino. Un hombre de verdad.
Yo me incorporo y le muerdo un pezón.
- Sí… chúpame los pezones…
Rodamos enla cama. Esmi turno de quitarme el polo, aunque yo tengo mucho cuidado de no romperlo. Él se me queda mirando absorto. Yo le desabrocho el cinturón, se lo quito y le abro la cremallera del vaquero. Meto la mano y le palpo el paquete.
Él levanta la pelvis y se quita vaquero y calzoncillo en un solo movimiento, quedándose totalmente desnudo debajo de mí.
- Creo que esto te ha crecido desde la última vez – le digo, cogiéndole la polla.
Es verdad. La recordaba enorme y gordísima, pero ahora la veo descomunal.
¿Te gusta?
No está mal – respondo, haciéndome el estrecho.
Me pongo de pie y me quito mis propios vaqueros y calcetines, quedándome sólo con unos bóxers negros. Me agarro el paquete y se lo acerco a la cara.
¿Y la mía? ¿Te gusta? – pregunto.
Déjame que la vea mejor.
Con manos temblorosas, Marcos me baja el calzoncillo y me agarra la polla con una mano. La masturba un poco, se la acerca a la boca y empieza a lamerla entera, como si fuera un helado a punto de derretirse. Después se mete en la boca el capullo y lo succiona mientras me pajea con ambas manos.
- La chupas bien, mamón – le digo.
Él abre bien la boca y se la mete entera, hasta que su nariz golpea mi pelvis y mis huevos depilados se tropiezan con su barbilla. Sus manos buscan mi torso, acarician mis abdominales y suben hacia el pecho. Yo de pie y el tumbado en la cama, empiezo a follarle la boca hasta que noto que el orgasmo no está demasiado lejos.
Me alejo uno paso de la cama, retirando mi polla de su boca.
En este momento me gustaría chupársela. Lubricársela bien, sentarme encima y cabalgar esa polla de macho ibérico, dejar que ese tío que me jodió en el instituto me joda ahora en otro sentido mucho más placentero del término. Pero hay algo que me gustaría aún más.
- Date la vuelta – digo.
Marcos me mira con un poco de miedo en los ojos, pero obedece. Me subo a la cama y le abro bien las piernas. Por lo tenso que está, supongo que imagina que se la voy a meter, así, en seco, sin más prolegómenos. Pero no, quiero que lo disfrute. Sobre todo, quiero que me lo pida. Que me lo suplique.
Así que agacho la cabeza y le escupo en el ojete. Inmediatamente, mi lengua empieza a jugar con su agujero peludo. Salivo todo lo que puedo, intentando lubricar ese culo que nadie se ha follado todavía. Cuando noto que los músculos empiezan a relajarse, añado un dedo a la ecuación.
- Mmmmmm – exclama él -. Me gusta.
Sigo chupando. Mi lengua intenta entrar en su culo, ir más adentro, más lejos de lo humanamente posible. Él dedo índice ya entra sin problemas, así que empiezo a jugar con él, buscando la próstata, abultada dentro de él. Metro la otra mano por debajo de su cuerpo para masajearle un poco la polla.
Mi boca sigue comiéndole el culo.
Ya puedo meter un segundo dedo. Marcos ha empezado a gemir. Imagino que nunca ha sentido nada igual. Saco los dedos, le abro bien los cachetes con ambas manos y me como ese culo abierto para mí. Luego me chupo tres dedos y se los meto delicada, tiernamente en el culo.
Joder, macho – me dice -. Me estás volviendo loco.
¿Tienes un condón?
Él no contesta, se limita abrir un cajón de la mesilla y a darme uno. Yo lo abro, lo desenrollo sobre mi polla y apunto el capullo contra su esfínter.
- Vete despacio – me advierte -. Es mi primera vez.
Yo empujo y meto la puntita, sólola puntita. Despuésvuelvo a salir y jugueteo de nuevo con mis dedos en su culo.
¿Te ha dolido? Si quieres, no seguimos.
Sí, tío, si que quiero.
Vuelvo a poner la polla contra su agujero.
¿Qué es lo que quieres? – pregunto.
Esto.
Dímelo. Dime que es lo que quieres.
Que me la metas – me contesta él, en un murmullo.
¿Que te meta qué? Venga, Marcos, dime lo que quieres…
¡Que me folles, joder, quiero que me folles!
Pídemelo.
¡Por favor, fóllame!
Yo estoy encantado de cumplir su deseo. Con un movimiento pélvico, entierro mi rabo en aquel culo hetero y empiezo a follármelo despacio, muy despacio, disfrutando de la sensación de mis huevos golpeando sus nalgas.
¿Te gusta? – pregunto.
Sí, tío.
Me tumbo encima de él, sin dejar de follarle, y le como la oreja, le muerdo en cuello, le chupo el hombro. Él gira la cara y yo puedo acercarme a su boca para comérsela. Al cabo de un par de minutos, saco mi miembro erecto y le digo:
- Date la vuelta y abre bien las piernas. Quiero verte mientras te follo.
Pongo sus pies encima de mis hombros y vuelvo a metérsela. Un empujón, dos empujones…
- Tío, así me gusta mucho más.
Giro la cabeza y le doy un lametazo en los pies. Él no para de gemir, yo garro su polla y empiezo a masturbarle. Él me detiene.
- Si me tocas me voy a correr.
Yo me bajo de la cama, le cojo por la cintura y empiezo a follármelo con todas mis fuerzas.
¡Sí, tío, sí! ¡Cómo me gusta!
¿Quién es el maricón ahora? – le pregunto.
Joder, soy un mariconazo, me encanta tener tu polla dentro.
Debería darte una hostia como me hiciste tú ese día.
Mela merezco. Dámelasi quieres, dame de hostias, joder, pero no me la saques nunca.
Yo sigo follándole. Aquella conversación me ha puesto aún más caliente y me noto cerca de correrme, así que le cojo la polla y empiezo a masturbarle a toda leche. Quiero verle correrse, quiero ver su cara de placer cuando le venga el orgasmo con mi polla de maricón metida por el culo.
¡Me corro!
¡Y yo!
¡Sí! ¡Joder, tío, qué culo tienes!
¡Más fuerte! ¡Fóllame más fuerte!
¡Sí!
Justo cuando noto que mi polla empieza a descargar en su interior, su propio rabo empieza a escupir la cantidad más grande de lefa que he visto en mi vida. Me salpica en la boca, en el pecho, en su cara, enla colcha. Pareceuna erupción volcánica, una marea de leche que no acaba nunca. Yo doy un último empujón y me tiro encima de él, dejando que su corrida me manche todo el torso.
Eres un capullo, ¿lo sabes? – le digo.
Y tú un maricón de mierda – me responde, con una sonrisa en los labios.