El mastin
Mi primer encuentro con el perro de mi amiga
Tengo 38 años, y me llamo Mercedes. Mujer soltera por vocación, he vivido plenamente mi libertad, sin complejos ni tabúes. Disfrutando del hecho de ser mujer, he conocido hombres de todo tipo, la mayoría de mi edad, no ha faltado tampoco algún jovencito al que le hecho el favor de estrenarse en el amor, y también algunos maduros.
Una de mis mejores amigas es Rocío, también soltera como yo. A Rocío le va un poco de todo, prefiere los hombres pero no le hace asco a alguna mujer si llegado el caso se presta. Yo siempre le dejé bien claro que no soy lesbiana ni bisexual y que no lo intentara conmigo, cosa que ha cumplido siempre y ha sido respetuosa. Pero pasamos buenos ratos en mutua compañía, alguna vez vamos de vacaciones juntas y es normal que si hay suerte y encontrábamos a algún chico de nuestro gusto, apenas nos vemos en esos días, cada una acaba en su habitación del hotel follando a tope.
Con Rocío he llegado a conocer lo que nunca había pasado ni siquiera por mi cabeza, practicar la zoofilia. Como digo, he sido liberal, pero eso no me lo había planteado y surgió un día, sin esperarlo, en su casa.
Hacía ya algunas semanas que Rocío y yo no coincidíamos. Yo había estado fuera, por motivos de trabajo. La llamé al llegar y me dijo que fuera al día siguiente a pasar la tarde a su casa. Tenía que contarme algo.
Rocío vive en las afueras, una pequeña casa en una urbanización. Le gusta la naturaleza y la libertad que proporciona poder salir de casa a pasear, montar en bicicleta, en pleno campo.
Cuando llegué, me encontré a un inquino nueva en la casa, que desde el jardín me saludaba alegremente. Un perro grande, raza mastín, color blanco, de unos tres o cuatro años. Bien cuidado, juguetón, inteligente animal, nada más traspasar la verja se puso de pie sobre sus patas traseras, echándome las delanteras en los hombros, para saludarme.
- Quieto, quieto…¡ -le decía Rocío al animal-. Quieto, que vas a caer a Mercedes…¡
El perro no dejaba de correr alegremente de un lado a otro.
- ¿Cómo se llama?
- Norton…
- Ven, Norton, ven…
El perro, llamado por su nombre, se dejó acariciar, sin dejar de mover la cola.
- Es precioso.. Desde cuándo lo tienes?
- Hace unos quince días. Mi amigo Ernesto, que te acordarás de él, se ha ido una temporada al extranjero. No se lo podía llevar y me ha encargado que lo tenga.
Pasamos al interior para charlar de nuestras cosas. Comimos algo, nos servimos unas copas y ya un poco entonadas, comenzamos como siempre a hablar de nuestro tema preferido, el sexo y los hombres que íbamos conquistando. Rocío ya animada, me encontró sus últimos encuentros. Le gustaba recrearse en detalles íntimos, muy escabrosos, subidos de tono. Le gustaba practicar de todo con los hombres.
Nos fuimos calentando sin darnos cuenta. Hacía algo de calor y estábamos ligeras de ropa. Noté que Rocío me miraba con descaro:
- Que lástima que no te gusten las mujeres..jaajaa. Te follaría ahora sin control.
- Ni se te ocurra -le dije- , ya sabes que no soy bollera.
- Ya, ya. Pero te lo digo, que te follaba, además estás caliente.
- Por supuesto que lo estoy, pero eso no supone que nos metamos mano.
Norton andaba por la casa, salía y entraba del jardín. Yo estaba sentada con todos los muslos al descubierto, para estar cómoda me había quitado la ropa de calle y Rocío me había prestado un camión corto, blanco y muy bonito. El perro sentado sobre la alfombra me miraba como curioso.
- Parece que le gustan las mujeres…jaajaa.
- Pues puede ser, puede ser… se rió también Rocío.
Ella lo decía con fundamento, aunque yo no capté en aquel momento su comentario. Pero véia que el perro se acercaba a mi y olía entre mis muslos, al tiempo que me daba algún lametón.
- Estás caliente, -dijo Rocío- y el perro capta tu olor.
- Anda ya, no puede ser… Al perro le gustarán las hembras perrunas, no las mujeres.
- Si están entrenados, también las mujeres.
- Y este, está entrenado?.- Pregunté ya algo asustada-.
Rocío no contestó, se limitó a sonreír. Seguimos charlando y seguimos poniéndonos más cachondas. Me entraron ganas de masturbarme, ya alguna vez lo habíamos hecho juntas. Metí la mano bajo la braguita y acaricié un poco mi pubis, ya húmedo. Rocío se relamió los labios.
El perro no se movía de mi lado y gemía algo nervioso.
- Se está poniendo también caliente, decía Rocío. No ves, como va asomando el pene?
Era cierto. Bajo la piel del animal asomaba la punta del miembro, roja, goteando algún líquido.
Yo estaba cada vez más sofocada. La presencia del animal, mirándome y relamiéndose, me ponía más a tono. Abrí más las piernas y mi mano entró más en mi sexo. Estaba ya chorreando.
- No te corras -me pidió Rocío-, es mejor que pruebes algo nuevo.
- Que es eso nuevo?
- Al perro…
- Joder…¡¡ Qué dices…? Al perro…? Tú te follas al perro?
Nueva sonrisa de Rocío, sin negar ni afirmar.
- Sabes por que se está excitando Norton?.
- No tengo ni idea, le contesté.
- Pues porque llevas puesto el camisón que me pongo yo cuando me monta. Cuando me pongo ese camisón el sabe ya lo que quiero.
Di un respingo, aparté la mano de mi coño y al sacarla el perro comenzó a lamerla con desesperación.
- Ves?... Le gustas, le gusta tu sabor y tu olor. Si te dejas te follará como una máquina, tendrás el mayor placer que hayas imaginado.
- Y no me dolerá?. He oído que tienen un miembro grande y una bola en la parte trasera, que es lo que le hacen engancharse.
- Cierto, pero tu vagina se adaptará perfectamente, no te preocupes. Además al ser la primera vez, lo controlaré y no dejaré que te meta la bola.
Me estaba ya poniendo en duda, y si yo dudo, es para caer en la tentación. Para mí era probar algo distinto, y la novedad me estaba haciendo casi correrme de gusto.
- Y como me pongo?
- Ven, -dijo Rocío- , yo te coloco.
Me hizo dar la vuelta y ponerme de rodillas sobre la alfombra, y apoyada en el asiento del sofá. Me ayudó a quitarme las braguitas. Me subió el camisón hasta la cintura. Quedé con el culo expuesto. Miré hacia atrás, para ver al mastín totalmente nervioso, gruñendo excitado. Rocío me daba consejos:
- Relájate totalmente. Sentirás primero un gran empujón, el animal, siguiendo su instinto la mete de golpe, con fuertes empujones. Luego ya se empieza a tranquilizar. Sentirás que te llena de líquidos, estos animales se corren mucho, antes y durante el coito. Al penetrarte puedes sentir algo de dolor, pero es solo un momento hasta que se te dilata el coño. Yo te lo abriré un poco para ayudarte.
Me echó mano descaradamente al coño, con la excusa de comprobar como estaba. La dejé hacer, justificándome también que era necesario para prepararme. Pasó los dedos, comprobó mi humedad, me abrió el sexo estirando los labios, metió dos dedos dentro agitándolos en círculos.
- Estás en tu punto. Norton está oliendo tus flujos y no puede más.
Rocío pasó su mano derecha por debajo de mi vientre, dejándola cerca de mi sexo. Se colocó de rodillas a mi lado. Con la mano izquierda agarró una de mis nalgas y tiró de ella para abrirme. En esa posición hizo un gesto y una llamada al mastín.
- Vamos, Norton, vamos, móntala….
No se hizo esperar el can. Noté como saltaba sobre mí, con toda su corpulencia. Era enorme. Sentí su pelaje suave en mi espalda y sus patas delanteras agarrándome fuerte por la cintura, sujetándose a mis caderas. Su respiración agitada en mi nuca.
Y entonces unos golpes fuertes del falo en mi zona trasera. Fuertes empujones, rápidos, constantes. Frenético. No acertaba. Sentí un chorro de líquido preseminal entre mis nalgas. Los puntazos del mastín me daban en el clítoris, a ambos lados de la vulva, por el ano.
La mano que tenía Rocío por debajo mío, actuó en el momento justo. Colocó la palma de forma adecuada para que el miembro del animal resbalara sobre ella y fuera directa a mi entrada.
- Ahhhhhhhhhhhhhhhhh……………¡
No lo pude evitar. Gemí como una quinceña virgen a la que acaban de desflorar. Había tenido a lo largo de mis años muchos miembros dentro, grades o pequeños, pero nada igual a esto. Me pareció que me desgarraba entera, a pesar de estar lubricada. Fue además una penetración brutal, de golpe, hasta el fondo. Atravesada sin piedad y el mastín no dejaba de moverse.
Entonces me acordé de la dichosa bola.
- Rocíoooo… sujétalo, por favor, que no me la meta toda, que no me meta el bulbo.
- Tranquila, cielo, ya lo hago…
El animal ahora ya con casi todo su tranca dentro de mi, aflojó algo el movimiento de mete y saca y se quedó más relajado. Ahora solo empujaba, apoyado en sus patas traseras y agarrándome bien por la cintura.
Fue disminuyendo la sensación de dolor, me iba dilatando y mi coño se adaptaba a aquella tremenda estaca como un guante. Empecé a sentir los primeros placeres.
- Te gusta, eh….que guarrona eres… -me decía Rocío, son sorna—.
- Me gusta, sí..-le contestaba yo entre jadeos-. Ya sé que soy muy puta, pero no hace falta que me lo recuerdes.
Rocío seguía con la mano colocada adecuadamente sobre mi coño, con los dedos abiertos y el falo del animal entre ellos. De esa forma evitaba que me entrara el bulbo, pero la puñetera me estaba engañando, lo que hacía era esperar que me relajara.
Había pasado ya un largo rato. El perro apenas se movía ya. Estaba tranquilo, reposando sobre mi espalda, la respiración ya más lenta. Me gustaba. Y le gustaba al animal, sin duda. Comencé a sentirme muy a gusto. Tanto que me permití el lujo de putear con el perro, como buena golfa que soy. Así que inicié unos movimientos de los músculos vaginales, contrayéndolos y comprimiendo la polla del perro.
Me quedé realmente sorprendida de la inteligencia del animal. Captó perfectamente las sensaciones, emitía unos gruñidos cada vez que yo apretaba el coño y a la vez me daba unos lametones cariñosos en la nuca.
Rocío se reía.
- Está encantado contigo, Mercedes, al final no me va a querer a mí…ajajaa
No contesté. No podía. Ahora sentí algo distinto dentro de mí. El perro ya no se movía, como dije, pero parecía que me seguía metiendo más. Era sencillamente la bola, el bulbo, que dentro de mí se estaba ya ensanchando. Noté perfectamente la gruesa patata, como crecía en mi coño. Me lo abría sin compasión. Rocío seguía con los dedos en mi coño y rodeando la polla de Norton, pero lo que hacía en realidad no era impedir que entrara, ya había entrado todo, lo que hacía ahora era impedir que se saliera, hasta que hubiese engordado toda la bola.
Protesté, pero sin convicción.
- Mira que eres puta, Rocío, joder… Has dejado que me meta la bola. Me va a reventar.
El mastín es la raza de perro que tiene quizás la polla más grande. Menos mal que soy también mujer grandona, de chocho grande, de lo contrario no sé lo que hubiese pasado.
El animal hizo ya algún movimiento para intentar descabalgarme y quedar con su culo pegado al mío, pero Rocío, experta, lo sujetó un poco. Quería que el bulbo creciera totalmente dentro de mí para evitar que se saliese.
El animal volvió a gruñir, nervioso. Jadeó, con espasmos. Y en aquel momento sentí el primer chorro de esperma. Las mujeres apenas sentimos la eyaculación de los hombres en nuestro interior, salvo que estemos atentas, pero aquello no tenía nada que ver con una corrida de un macho humano. Sentí que se me llenaba todo, el impacto del semen contra el útero, ya que la tenía clavada hasta el fondo. Un chorro largo, caliente. Apreté otra vez los músculos vaginales y mientras el macho se corría lo hice yo también, explotando en un orgasmo profundo, tremendo, como no recordaba haberse sentido.
- Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy, Rocío, Rocío, ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy.
Siempre atenta tanto a mí como al animal, Rocío sujetaba al mastín apretándolo contra mí, para que ambos disfrutáramos más. Dí dos o tres golpes con el culo hacia atrás, ya totalmente relajada, solo sentía placer, a pesar de tener dentro un falo de unos30 cmde largo y una patata en su base tan grande como el puño de un hombre adulto.
Me dejé caer con la cabeza sobre el asiento, agotada. Rocío fue ahora sujetando al animal, despacio, ayudándolo a darse la vuelta, mientras se bajaba de mí. En la operación sentí dos o tres tirones fuertes, estábamos bien enganchados, y me dolió un poco.
Me quejé con dos o tres gemidos.
- Uffff, ahhh, cuidado, cuidado…….
- Tranquila, Mercedes, ya lo coloco bien, espera, eso es…….
El animal me daba ahora el trasero. Su polla pasando por debajo de los testículos, como retorcida, seguía totalmente dentro de mí, sin poder separarnos.
Yo estaba a gustísimo.
- Cuánto dura esto, Rocío?
- Unos veinte minutos, luego se volverá a correr y después se le irá enfriando, hasta que te la saque. Espera voy a colocar una sábana vieja.
Debajo de uno de los cojines tenía una sábana preparada para estos asuntos. La extendió entre mis piernas.
- Eso, para qué es?
- Cuando te la saque saldrá fuera una gran cantidad de líquidos, que lo manchan todo. Hay que proteger la alfombra.
- Ah, bien, bien..
Iba yo aprendiendo mucho.
- Rocío…-dije con voz melosa y de golfa total-.
- Dime, cariño…
- Tú dejas que te meta también todo el bulbo?
- Pues no, si te soy sincera. No me he atrevido nunca del todo. Me lo ha metido una vez, pero hice que lo sacara enseguida porque me asusté cuando comenzó a engordarle.
- Serás puta… Y yo soy el conejillo de Indias, verdad?.
- Tu coño es de primera clase, puedes bien. Yo soy más estrecha. Pero en compensación estás gozando mucho más, lo noto.
- No te lo niego, cariño. Estoy a gusto de verdad. Sabes?. Es una sensación extraña. Es un goce continuo al estar tan apretada y tan llena. Delicioso. Y siento que estoy totalmente llena también de liquido, eso me excita aún más.
Yo sentía una especie de orgasmo continuado. Riquísimo. Seguía apretando de vez en cuando el coño, para gozar más de la enorme patata que estaba incrustada en mi entrada. El mastín seguía gimiendo también de placer cuando lo hacía.
Perdí la noción del tiempo. Sudaba.
- Levántame el camisón, cariño, le dije a Rocío.
Ella me subió el camisón hasta los hombros. Me incorporé un poco y me lo sacó. Yo estaba apoyada con los brazos cruzados en el borde del sofá. Me desabrochó ahora el sujetador y también lo retiró. Mis pechos colgaban, grandes, sudorosos.
Rocío no pudo evitarlo y comenzó a meterme mano. La dejé, era una situación excepcional. El animal penetrándome, y Rocío acariciándome, besándome la espalda. Pasó ahora la mano bajo mi cuerpo, aprisionando mis pechos, bamboleándolos a un lado y a otro. Me chupó el cuello y las orejas. Puse los ojos en blanco, sin poder decir nada. Giré la cabeza hacia arriba, de lado, todo lo que pude, con la boca abierta.
Rocío entendió bien lo que quería.
Nos besamos largamente, usando nuestras lenguas. Rocío ya se había desnudado también. Me pasaba los pechos por la cara, por la espalda. Una mano la tenía en el coño, masturbándose como una loca. Me venía el orgasmo definitivo, el orgasmo con mayúsculas. Apreté brutalmente de nuevo los músculos del coño y forcé la segunda eyaculación del perro, que soltó un pequeño aullido de placer. Otra vez el tremendo chorro de esperma. Este segundo orgasmo, con los besos de Rocío, el manoseo de mis pechos, fue mucho más fuerte.
Y Rocío se corrió también como una auténtica guarra. Se dejó de caer un poco sobre mí, gimiendo también acelerada. Un triple orgasmo, el mío, el de mi amiga y el de Norton. Perfecto, maravilloso.
Tanto nosotras como el perro nos quedamos unos largos minutos quietos. Había que recuperar el aliento y la consciencia. Poco a poco note como se aflojaba el miembro de Norton, se le estaba encogiendo. Al rato oí un claro “plop” al salirse la bola de mi sexo y seguidamente un largo chorro de esperma fue destilando desde mi vagina hasta la sábana que había colocado Rocío. Era tremenda la cantidad, no había visto nada igual. Ahora el mastín se lamía el pene para relajarlo. Yo me dejé caer sobre el sofá, Rocío colocó la sabana bajo mi culo para evitar manchas y se acomodó a mi lado abrazándome. La dejé hacer, me daba besos tiernos y me susurraba cosas lindas. Me quedé dormida.
Desde entonces, mis visitas a la casa de Rocío son mucho mas frecuentes.
Besos para todos.