El masajista
Es sobre una fantacia mia que quiero que me pase. Es muy excitante. Sin mas nada que decir hay les va...
Como por todos es sabido, la mejor forma de mantenerse fuerte, sano y de realizar actividad física es ir al gimnasio. Y la verdad es que siempre me ha ido muy bien en mis ejercicios.
Un día estaba yo haciendo mis pesas cuando noté un crac en el cuello. Desde entonces he tenido las cervicales maltrechas.
Un buen día, ayudando a un amigo a mover un sofá (íbamos a ver un partido de fútbol) me resentí de mi dolor.
Mi amigo, que se llama Rafael, me recomendó una sesión con un masajista que le ayudaba con su problema de lumbares (el pobre tiene un bar, y de cargar barriles de cerveza tiene las lumbares destrozadas).
Me puse en contacto con el masajista por teléfono y quedamos en su casa para el día siguiente, después de que acabara de trabajar.
Estaba cansado esa tarde así que un masaje con un buen profesional podría ser relajante, además de mejorarme las cervicales. En apenas media hora llegue al domicilio y llamé al timbre. El edificio en si era bastante normal. Tardaron un rato en abrir la puerta. El masajista era un tipo normal, de unos cuarenta altos, tal vez cincuenta años. El pelo entrecano y las narices torcidas, como si alguna vez se las hubiera roto.
Me invito a entrar y a pasar a una habitación ambientada para la meditación. Tenía un hilo musical con música de relajación y por las paredes de la habitación colgaban fotografías de paisajes naturales bellísimos. Una camilla dominaba el centro del cuarto. Hablamos un poco de Rafael (era su masajista desde hacía seis años así que lo conocía tan bien como yo), de cómo me había destrozado las cervicales y de los riesgos del ejercicio mal compensado.
Me invitó a sentarme en la camilla y a quitarme la camisa para inspeccionar la zona. Después de explorar la zona y de hacer varias preguntas me indico que parecía que tenía una contractura muscular en la zona lumbar. Me pregunto si notaba que me tiraba la nalga y el muslo y mi respuesta fue afirmativa.
Me explicó que sería mejor masajear toda la zona, al completo, para relajar los músculos y así poder centrarse luego en la contractura. Después, me mandó desvestirme.
Luego me señaló una toalla para que me cubriera. Me fui quitando la ropa hasta quedarme con el bóxer, agarre la toalla y no supe que hacer. Me miro y sonrío, me dijo que era mejor que me quedara desnudo del todo ya que la lesión era parte de la zona de la nalga.
Un tanto apurado me quite la prenda que me quedaba y tape mis partes con la minúscula toalla, él como buen profesional se encontraba de espaldas preparando los utensilios necesarios.
Me tumbé en la camilla e introduje la cara en un orificio que tenía, al momento el ya se encontraba a mi vera dándome una serie de consejos y advertencias. Sus manos comenzaron a resbalar por mi espalda. Eran suaves y grandes. Sus dedos largos realizaban unos círculos en la zona cervical mientras con las palmas de la mano presionaba el músculo hacia dentro.
Estaba encantado y algo nervioso, no paraba de hablar y de advertirle si me dolía en algún momento. Me ordeno que si no era necesario no hablara y que me relajara, obedecí y me relaje. Sus manos recorrían cada punto de mi espalda, comenzando por la zona cervical hasta la lumbar. Al principio se concentro en la parte superior, pero cada vez más sus manos bajan más hacia la cintura.
Recorrían de la columna a las lumbares y así viceversa con movimientos con una gran técnica. Se desplazaba alrededor de la comilla buscando la ubicación precisa para el siguiente movimiento, mientras yo hacía rato que me encontraba en el séptimo cielo. Aflojo el nudo de la toalla y la dejo suelta sobre mi trasero, se coloco a la cabeza de la camilla y volvió a untarse aceite en las manos.
Sus manos recorrían desde la parte de arriba de las dorsales hasta la parte de cintura o dorsales exteriores, a cada lado de mi espalda, los movimientos eran repetitivos en ambas partes a la vez subiendo en intensidad. Sus manos recorrían la zona hasta la cintura y al llegar a ella se separaban sus dedos para apretarme la zona lumbar y terminar por cerrar su mano sobre parte de mis nalgas.
Las friegas eran repetitivas y con mayor intensidad que las anteriores, la zona lumbar era la afectada y se notaba que ya tenía las manos puestas en el problema. Me encontraba muy bien, me provocaba un poco de dolor en la zona dolorida pero me estaba encantando y me sentía muy relajado en sus manos.
Para no estorbar cambie la postura de mis brazos y los puse estirados alrededor de mi cabeza y con las manos sujetando los extremos de la camilla, en cada esquina. El seguía a lo suyo, concentrado en sus manos que apenas abandonaban la zona de la cintura, haciendo incursiones en la parte de arriba de mis bonitas nalgas.
Sus manos resbalaban subiendo la inclinación de mis nalgas duras para terminar juntando los dedos anulares donde comienza la raya que separa ambas masa de carne. Luego se desplazaban hasta el exterior de ellas para subir de nuevo hacía la cintura, y así una y otra vez. Seguía yo disfrutando del magreo hasta que parte de su cuerpo rozo con mi mano, note su muslo en contacto no mis dedos y al momento se desplazo dejando mi mano en una zona de su cuerpo que desprendía calor a raudales.
Al momento comprendí que tenía rozando mis nudillos los genitales del masajista. Una extraña sensación invadió mi cuerpo, no sabia si apartar la mano o dejar que el contacto siguiera como si nada. Volvió a moverse y el contacto volvía a ser con su muslo y así durante un tiempo. Sus manos poderosas se centraban en el final de la columna y sus largos dedos se introducían por debajo de la toalla y apretando con fuerza en la vuelta a la cintura.
Yo seguía pendiente de mi mano, sus manos se separaran un instante para doblar la toalla y dejar la parte superior de mis nalgas descubiertas. Ahora si que sus manos abiertas de par en par recorrían sin tapujos mi trasero, mientras volvió a desplazarse para llegar mejor con sus manos a mi trasero y volví a sentir el calor de su entrepierna, pero esta vez hubo algo más. De sus genitales, algo duro se poso sobre mi mano, ardía y por poca imaginación que le pusiera, era el miembro en plena erección del masajista.
No sabía como reaccionar, su miembro se rozaba con mi mano y era imposible que el no se diera cuenta de la situación. Quise levantar la cabeza y mirar si realmente era lo que me imaginaba o por lo contrario era fruto de mi imaginación, pero no me atreví. Era demasiado evidente, el hombre disfrutaba con el masaje. Nota su miembro con mucha nitidez, era de bastante envergadura y notaba que esta dura como una barra de hierro.
Me acordaba que al verlo por primera vez me fije que parecía que no llevaba ropa interior, llevaba un pijama blanco, típico de hospital. Me acuerdo que observe con bastante nitidez el bulto de su entrepierna, pero no quise ser indiscreto y no me fije más. Era un hombre de unos 48años, pelo media melena canosa pero bien cuidada. Alto, cuerpo atlético y agraciado físicamente.
Dudo que tuviera problemas para encontrar pareja fuera cual fuera su preferencia. Opte por no ser brusco y mantuve la mano tal y como estaba, la sensación era algo difícil de explicar, sabía que el masajista esta excitado tocándome y a raíz de pensar en la excitación de el, comencé a ponerme cachondo.
El contacto duro apenas unos minutos más, se desplazo al lateral y doblo la toalla. Mi nalga izquierda estaba descubierta y ahora algo que antes creía normal, ahora era un mundo de erotismo que me excitaba.
Una mano en mi cadera y la otra en la nalga comenzaron a desplazarse por mi piel, sus dedos afilados rozaban el centro de mis nalgas mientras mi polla comenzaba a reaccionar. Suavemente sus manos abiertas se desplazaron hasta mi muslo y terminar en la rodilla. Una vez allí regresaban por el interior de mi muslo hasta llegar donde el músculo pierde el nombre.
Se centraba con las dos manos en la parte inferior de mi nalga, bajaba unos centímetros al muslo y volvía a subir para repetir el ciclo. El pulso era de infarto y mi polla empalmada me apretaba contra la camilla, necesitaba un agujero para ella, como la que tenía la cabeza. Se desplazo al lado contrario y realizo el mismo ejercicio, aunque esta vez sus dedos rozaron más la zona prohibida.
Estaba claro explotaría la situación en cualquier momento, no me atrevía a sacar la cabeza del agujero y ninguno de los dos era capaz de articular palabra. Me excitación era enorme y sospechaba que el estaría peor que yo, pero dudaba. Y si lo estaba mal interpretando, no quise hacer nada y seguí aguantando.
Después de un buen rato se desplazo a mis pies, note sus manos untadas en aceite en mis muslos. El recorrido esta vez era desde la parte interior de las rodillas al final de los muslos, sus manos recorrían la parte interior de mis piernas de arriba a bajo. Al llegar al final juntaba los dedos rozando cada vez más mi virginal agujero. Otra vez reiniciaba la maniobra, inconscientemente separe las piernas mientras realizaba un especie de suspiro que el capto al momento. Sabía el perro viejo que me tenía a tiro y me ataco. Sus manos abiertas esta vez no tendrían retorno, subían para darme placer.
De su boca salía un improperio mientras sus manos apretaban mis carnosas posaderas. Apretaba con fuerza mientras yo introducía mi cabeza en el agujero hasta lo máximo que me permitía mi cuello.
Mientras mi culo se alzaba unos centímetros de la camilla deseoso de algún tipo de placer desconocido. Una de sus manos se centro en mi culo, mientras la otra se introducía entre mis piernas para acariciarme los genitales. Doble las rodillas y su dedo gordo lleno de aceite se introdujo en mi ano, se introdujo lentamente hasta el fondo y luego jugo y jugo sin piedad.
Estuvimos un rato en esa postura para luego soltarme y meterme dos dedo chorreando de aceite en mi culo.
Me follaba con los dedos, mientras con la otra mano manoseaba todo lo que estuviera a su alcance.
Me coloque con el culo más en pompa mientras sus dedos entraban y salían de mi trasero. Después puso sus manos en cada nalga y abrió mi culo de par en par. Su cara se pego a mi ano y comenzó introducirme la lengua. No podía aguantar más, estaba a punto de explotar.
Me gustaba lo que me hacia pero tenia una imperiosa necesidad de masturbarme, así que le pedí que parara.
Ya boca arriba y después de cruzarnos miradas y alguna guarrada le pedí que me chupara la polla. Se desnudo por completo y puso su cara al lado de mi miembro. Agarro con ambas manos mi polla y se la introdujo en la boca.
Succionaba arriba abajo, abajo arriba, sus labios carnosa oprimían mi piel mientras su mirada buscaba mi complicidad. Cerré los ojos sin creerme lo que estaba sucediendo, era surrealista pero estaba gozando como nunca. Estaba apunto de explotar, dejo su mano para que terminara el trabajo mientras el comenzó a lamer la piel desde mi abdomen al cuello.
Su cuerpo se puso sobre el mío, nos frotábamos a la par mientras esperaba que en cualquier momento expulsara un choro de semen. Me besaba el cuello suavemente desplazándose hacia mi cara. Intento besarme en la boca pero no quise, mientras su mano aumentaba la intensidad y mi excitación era ya incontrolable.
Nuestras caras se entrecruzaban, mientras de su boca salían palabras tiernas y sensibles. Insistía en pegar sus labios a los míos y la distancia de estos era inexistente. Al final mi cuerpo se curvo, como si de una descarga eléctrica se tratase.
Mi semen salpicaba nuestros cuerpos mientras de mi boca salían gemidos de placer. Sin defensas posibles por mi parte, su boca busco la mía.
Mordió mi labio inferior mientras mi boca permanecía abierta de placer. Al final nuestros labios se fundieron en uno y un apasionado beso se transformó en un morreo consistente.
No estaba acostumbrado, la lengua enorme de aquel hombre se introducía en mi boca buscando la mía. Se fundieron en una, mientras sus manos empapadas no de aceite, acariciaban mi cuerpo. Seguimos un buen rato acariciándonos y besándonos uno en cima del otro.
Su miembro estaba desde el primer momento erecto y ahora rozaba con el mío flácido. Me susurro al oído la fantasía que deseaba, pero yo no estaba preparado para poder satisfacer sus demandas.
A cambio le prometí algo que horas antes era impensable. Se sentó en la camilla y me prepare para cumplir mi promesa. Desnudo de rodillas en el suelo y con mi cabeza entre sus piernas mire la cara de aquel perfecto desconocido.
Su cara desencajada por el deseo y su mirada penetrante me pedía que terminara con su agonía. Puse mis manos en sus velludos muslo y las fui desplaza hasta su miembro viril.
Era gruesa, muy gruesa y de dimensiones normales. Moví las manos con movimientos lentos mientras observaba sus gestos, su cara seguía desencajada y de su boca salían barbaridades.
Mis labios entraron suavemente en contacto con su polla, me fui introduciendo aquella polla en la boca.
Mi lengua junto mis labios recorría toda esa masa de carne, mis movimiento fue subiendo de intensidad y mi masajista solo era capaz de articular vocales seguidas de algún gemido.
Mientras las manos que antes me dieron tanto placer, ahora estaban agarrándome del pelo siguiendo cada movimiento de mi cabeza.
Notaba las enormes venas llenas de sangre de su rica polla, estaba perplejo, disfrutando como nunca.
Un suspiro profundo me aviso de la inminente eyaculación, el hombre se corrió a los pocos minutos.
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