El masajista
El masajista es un chico guapo, tenía que acudir por una lesión deportiva. Recetado por un médico. Si vagueara por ahí bebiendo cervezas no me habría pasado. Pero ya que tenía que ir de todas, todas, decidí darme un homenaje y pagar el masaje de cuerpo entero.
El masajista es un chico guapo, tenía que acudir por una lesión deportiva. Recetado por un médico. Si vagueara por ahí bebiendo cervezas no me habría pasado. Pero ya que tenía que ir de todas, todas, decidí darme un homenaje y pagar el masaje de cuerpo entero.
En cuanto entré en su gabinete y le vi me di cuenta de que era joven, atractivo y con algo de pluma, muy poca. Había que estar muy atento para detectar algún deje o amaneramiento que se le escapaba de vez en cuando. Pero aquello, mi visita, era solo un trabajo más para él.
Así que me indicó que me desnudara hasta quedarme con el ajustado bóxer y me tumbara en la camilla. Como siempre he sido un chico bien mandado empecé a quitarme la ropa. Tiré sobre una silla el jersey y la camiseta, y apoyado en la camilla hacia equilibrios para sacarme el vaquero.
Creo que fueron ilusiones mías el ver un brillo de interés, puede que deseo, en sus ojos, según me iba quitando la ropa. Como era lógico en la habitación hacía mucho calor para que los clientes se sintieran cómodos. Así que él tampoco podía llevar mucha ropa, un pequeño y ajustado pantalón de deporte blanco muy muy corto y una pegada camiseta también blanca de tirantes. Era lo único que cubría su cuerpo sexi y definido. Los brazos desnudos lucían unos buenos bíceps.
Verlo así mientras giraba la cabeza hacia él me estaba excitando a mí.
Pero tumbado boca abajo eso no tendría por que notarse, pero la excitación subió un poco mas cuando noté sus manos en mi piel. Cálidas, suaves pero fuertes, expertas, húmedas aplicando el aceite o crema que estuviera usando.
No parecía que fueran precisamente caricias, mas bien maltrataba mis músculos ya doloridos apretándolos y estrujándolos. Sentía su fuerza en mis miembros y en la espalda y me gustaba. Catártico.
Asombrosamente fuerte para su constitución delgada. Notaba sus manos por todo mi cuerpo pero era por eso por lo que había pagado. En sitios que nunca había pensado que pudieran doler clavaba los dedos. Fue bajando por mi espalda despacio arriba y cada vez mas abajo pellizcando mi piel hasta llevarse el músculo de debajo. Pronto consiguió llegar a mis prietas nalgas. Me gustaba como me las tocaba bajando un poco más cada vez y llevándose con sus manos mi calzoncillo, bajándolo hasta la mitad de mis nalgas.
-te estoy manchando el bóxer.¿Quieres quitártelo?
-tira tú de él, así no me giro.
Sin cortarse agarró de la cintura de la prenda y en cuanto levanté la cadera un poco de la camilla me lo arrancó sin miramientos dejando mi culo al aire a pesar de la resistencia que puso mi polla dura.
Se apoderó de mis nalgas amasándolas con firmeza como había hecho con el resto de mi espalda. Lo que lógicamente me estaba poniendo aún más mas cachondo. Con los ojos entrecerrados veía junto a mi sus muslos desnudos. Depilados, suaves y muy, muy cerca de mi cara. Bajo mi cabeza yo tenía los brazos cruzados con los codos saliendo de la camilla. Él se había rozado con mis antebrazos, su piel desnuda con la mía y yo no había hecho ningún esfuerzo por apartarlos.
Todo lo contrario, en ese momento dejé caer los brazos a lo largo de mi cuerpo para que la próxima vez que se acercara toda mi piel rozará su muslo.
Y así fue, se apoyó en la camilla para manosear mis muslos justo donde yo tenía el brazo. Apoyó su polla en mi hombro casi al lado de mi cara. Parecía haber tomado dureza y consistencia dentro del reducido pantalón pero ni comparación con la mía aplastada bajo mi cadera.
Ahí me dijo que me girara y mi rabo apuntó duro al techo. Se lo quedó mirando un segundo más de lo necesario y yo que le miraba a los ojos sorprendí la sonrisa que escapó de sus sensuales labios.
Amasó los músculos de mi pecho a los que no les hacia falta estrictamente el masaje pero lo hizo mucho mas suave esta vez, casi como si los acariciara. Volví a poner las manos bajo la cabeza como dándole permiso para que hiciera lo que quisiera conmigo. Repasó mis axilas sin vello y los brazos musculosos. Siguió bajando por mi piel hacia el vientre, acercándose y rozándose contra mí ya sin ningún disimulo. Yo desnudo del todo sobre su camilla no es que pudiera ponerle muchas objeciones a eso, ni lo pretendía claro.
Antes de darme cuenta tenia mi polla en la mano y la acariciaba suavemente entre sus dedos y con la otra me cogía los testículos. Llevaba la zona depilada y con la piel suave. Sonriendo le dije que ahí no tenia ninguna lesión. Él me dijo:
-¿por que no le dejas al profesional?
Y sin mas palabras se lo metió en la boca hasta la garganta. No sé como le cabía entera, yo nunca había podido meterme en la boca mas que el glande de otros chicos y él me rozaba los huevos depilados con la nariz. Orientando sus duras nalgas hacia mi cabeza.
Eché la mano hacia adelante por la camilla y topé con su duro culo. Metí los dedos por debajo de la tela, acaricié sus nalgas y metí entre ellas un par de ellos buscando el ano. Las relajó y cuando quise darme cuenta tenía un dedo clavado en su interior, hasta la segunda falange. Y el casi me arranca el nabo de un mordisco al sentir como lo acariciaba.
Tiré del pantaloncito. Bajándolo y casi sin moverse terminó de sacárselo con los pies. Su polla ya bien dura me rozaba los hombros y solo tuve que girar la cabeza para besar su glande y darle lametazos.
Cuando sacó mi rabo de su boca estaba bien ensalivado. Yo me había dedicado a hacer lo mismo con su culito chupándome los dedos. Bien mojados, el ano apenas prestaba resistencia a la entrada.
Sacándose la camiseta empezó a encaramarse a la endeble estructura de la camilla que aguantó nuestro peso combinado. No parecía que fuera la primera vez que probaba la resistencia de ese útil de trabajo en esos menesteres.
Se subió directamente sobre mi cadera mirándome y metiéndose despacio la polla en el culo que fue dilatando para hacer sitio. No debía ser la primera vez que hacía esa maniobra por la pericia con que la realizaba.
Encontró un sitio donde apoyar los pies y empezó a moverse despacio para acomodar mi tamaño en su interior.
Su rabo había quedado al alcance de mi mano y lo cogí suavemente mientras él apretaba el mío en su interior. Su polla y huevos se movían en mi mano según se movía adelante y atrás despacio sobre mí. Ni siquiera lo había besado y ya me lo estaba follando o él me follaba a mí. Deseaba tener entre mis dientes la lengua que veía asomar entre los carnosos labios cada vez que echaba la cabeza hacia atrás y estiraba el fino cuello y soltaba un gemido.
Con la otra mano alcancé sus pezones pequeños, morenos, muy duros y excitados. No quería parar de acariciar su suave piel pero pronto perdí el control de mis manos mientras él apretada mi polla con los músculos de su ano. Cada vez que subía solo pude apoyarlas en sus muslos y gemir como hacía él.
Ya no paró aunque de vez en cuando bajaba el ritmo para concentrarnos en las sensaciones. No abandonó hasta que me corrí dentro de él, hasta que mi semen caliente fue saliendo de su culo y rebosando por mis huevos. Con la última bajada de sus caderas él también se corrió y su leche me salpicó por todo el pecho y unas gotas hasta mi boca. Saqué la lengua para saborearlo.
Se echó hacia adelante buscando mi boca con la suya y dejando que lo abrazara por fin. Nuestras lenguas se mezclaron en un beso apasionado y mis manos seguían recorriendo la piel de su espalda y culo suavemente. Nuestras respiraciones fueron calmándose mientras acariciaba su espalda o me agarraba a su culo allí donde mi polla perdía su dureza y se había salido sola.
No pude evitar meter un par de dedos y seguir jugando con el abierto y lubricado orificio un rato mas mientras nos besábamos sin prisa. Pringados de leche, aceite de masaje y sudor me condujo a la ducha, bajo la que nos metimos juntos. Nos enjabonamos el uno al otro para seguir acariciándonos. Mis labios recorrían su cuerpo mojado saboreándolo y mis manos acariciándolo.
Ahora si que se le echaba el tiempo encima, llegaba su próxima cita, así que le ayudé a secarse con su toalla y lo vestí con su escaso atuendo. Él fue a recibir al siguiente cliente y yo me refugié en el vestuario, para salir en cuanto se encerraron en el gabinete.