El masajista

Como un joven masajista acaba seduciendo a una joven clienta.

Tenía 23 años cuando empecé a trabajar en un centro de masajes. Estaba cursando mis clases de fisioterapeuta y para ganar un dinero extra conseguí trabajo en un pequeño centro de masajes de la zona alta de la ciudad. Me pagaban mal y trabaja como un condenado, pero me servía para coger experiencia y ganar un dinero extra. El centro era pequeño, solo estábamos una recepcionista, la dueña y una señora que eran las masajistas oficiales. Yo entré para ayudarlas.

Después de 1 mes trabajando la experiencia no era muy positiva, todas las tardes me tocaba lidiar con señoras y señores mayores que iban a darse carísimos masajes por placer. Alguna vez me tocó dar masajes a alguna chica no tan mayor que al menos me alegraban un poco la vista y el tacto, pero no era lo normal.

Por fin mi suerte cambió un 8 de mayo. Estaba sentado en una pequeña sala de descanso justo detrás del mostrador. Escuche a una señora hablar con la recepcionista.

-          Buenas tardes ¿Cómo está hoy?

-          Bien, gracias con ganas de que las manos mágicas de Antonia me alegren el día. Te traigo a mi hija que le hace ilusión hacerse un masaje, ¿tienes a alguien que pueda?

-          Si claro, tengo a Marc libre si quiere, pero recuerde que es mejor reservar

-          ¿Marc? No lo conozco.

-          Es un chico muy bueno, ya verá que lo hace muy bien, es especialista en masajes orientales, vivió en China y estudió en Tailandia.

Ese chico tan bueno era yo, por el trabajo de mi padre viví y estudié varios años en varios países.

-          A pues perfecto, pero yo no cambio las manos de Antonia por nadie.

-          A usted como siempre un completo con aceites ¿Qué tipo de masaje le ponemos a la joven?

-          Hoy de momento que le hagan la espalda. Para ser su primera vez ya tendrá suficiente.

-          Ok señora.

Escuchaba la conversación sin ver nada, pero escuchar a una señora, que hablaba de su hija, primer masaje… me entró la curiosidad y tuve la esperanza que no me tocaría una señora sexagenaria como siempre me pasaba. Entró la recepcionista y me dijo que me prepara.

-          Marc, tienes masaje estándar en espalda, sin dolencias ni contraindicaciones. 1 hora. Vete preparando en la sala 3. La hago pasar, en 5 minutos.

-          Ok.

Me fui a lavar las manos como siempre hacía antes de dar un masaje, mientras la recepcionista las hacía pasar a la sala de masajes, las hacía desnudar, ponerse un tanga de papel y un albornoz para esperar al masajista.

Entré en la sala número tres y al ver a la clienta me quedé aluciando. Me esperaba una chica joven, la más joven que había atendido hasta la fecha seguro, no tendría más de 20 años, rubia, unos ojos verdes preciosos, estaba sentada en la camilla, se la veía incómoda con el albornoz cerrado hasta el cuello. Nervioso intenté aparentar normalidad.

-          Buenas tardes, mi nombre es Marc. Ha solicitado masaje de espalda, ¿verdad?

-          Si.

-          ¿Alguna dolencia que tenga que tener en cuenta?

-          No, creo que no.. estoy un poco cargada de las cervicales.

-          Ok perfecto, ahora lo veremos.

-          ¿Le gustan masajes fuertes o suaves?

-          No sé... nunca me he hecho ninguno, quizás mejor suave.

-          Por favor, estírese boca abajo en la camilla y quítese el albornoz.

Estaba flipado de poner tocar a ese ángel, era el sueño de toda mi vida, dar un masaje a una chica como ella, y encima me pagaría por hacerlo.

El protocolo que tenía que seguir era ponerme al lado de la camilla con una toalla abierta sin mirar a la clienta mientras se estiraba. Me moría de ganas de hacerlo, pero no me atreví. Abrí la toalla y me tapé para que pudiera estirarse. Una vez estirada antes de ponerle la toalla por encima aproveché para mirar su cuerpazo, piel joven y tersa, un culito espectacular… la tapé de cintura para abajo para empezar.

Tener ese cuerpazo delante era increíble, bufff… empecé el masaje. La chica estaba cohibida, se notaba que estaba poco tensa. Poco a poco mis manos consiguieron que se fuera relajando. Para romper el hielo empecé a hablarle del masaje y de lo que le estaba haciendo. La chica poco a poco creo que se tranquilizó y dejó de emitir monosílabos. Al poco rato hablamos con relativa normalidad.

Cuando terminé la primera parte de la espalda me tocaba hacerle los brazos, cuando le separé los brazos del cuerpo y vi sus tetas aplastadas contra la camilla sobresalir por el lado se me fueron los ojos. Empecé a imaginarme como serían... No eran muy grandes, seguro que muy firmes... ¿y los pezones? ¿grandes? ¿pequeños? Me estaba poniendo cachondo, cuando terminé con los dos brazos tocaban las piernas, en el masaje contratado el 90% se centraba en la espalda, pero no puede evitar recrearme un poco más en las otras zonas. Subí la toalla para taparle la espalda y dejar libres las piernas, el culo también tenía que quedar cubierto, mientras subía la toalla tuve la tentación de subirla más de la cuenta, pero no tuve huevos.

Empecé a darle el masaje en los pies, enfrente de mi tenía ese precioso culo solo tapado por la toalla, entre las piernas podía ver un poco el color blanco del tanga, en realidad no veía nada, pero mi imaginación hizo el resto, ¿Cómo tendría el coñito? ¿rasurado? ¿peludito? ¿rubia natural? Si si... de eso estaba casi seguro. Terminé con los pies y tocaban las piernas, cuando mis manos empezaron a subir y sobrepasar las rodillas me imaginé llegando hasta la entrepierna, cada vez que subía me excitaba pensando que llegaba a tocar su monte venus. Me estaba poniendo morcillón perdido. Tenía unas piernas perfectas, delgadas… Tenía que parar ya. Tocaba volver a la espalda.

Bajé la toalla para descubrir la espalda y cubrir las piernas, esta vez me atreví y la bajé un poquitín más, hasta el principio de la rajita y el tanga. ¡Dios! ¡Me moría de ganas de tocar ese culo! Seguí con la espalda y me centré con las cervicales, me esforcé todo lo que pude para que quedara satisfecha, como me había enseñado mi jefa aproveché el momento para vender los otros masajes que teníamos.

-          Pues en tu caso te recomendaría el que se hace tu madre, el de los aceites, es muy relajante y va muy bien para la piel, veo que la tienes un poco seca.

-          Si es verdad, mi madre también la tiene muy seca, quizás por eso se lo hace.

-          Es posible, también tenemos otro con técnicas tailandesas que es un poco más duro, pero sales como nuevo.

Le expliqué y vendí lo mejor que pude todos los masajes deseando que volviera, creo que me salió bien porque no paró de preguntarme.

Se terminaba el tiempo… el mejor masaje que había dado en mi vida se terminaba. Toda mi vida soñando con un momento así y ya había llegado.

-          Bueno, ya hemos terminado.

La tapé completamente con la toalla.

-          Si quieres espera unos minutos antes de cambiarte, muchas gracias, espero que te haya gustado.

-          Bua, me ha encantado, ahora entiendo porque mi madre viene casi cada semana.

-          Jajaja.. Si si.. no está mal.

-          Si me deja vuelvo seguro.

-          Muchas gracias, que pases un buen día.

-          Adiós.

La dejé allí estirada y me fui, entré en el baño para lavarme las manos, tenía una erección total, se que parece una locura de loco salido, pero iba tan cachondo que tuve que masturbarme allí mismo. En 30 segundos un chorro de semen salió disparado. Más tranquilo salí y continuó mi jornada con señores y señoras sexagenarios.

Pasó 1 semana, 2 semanas cada día tenía la esperanza de que volviera, un día vi a su madre, como siempre la atendía la jefa. Al día siguiente, como cada día al llegar, la recepcionista me decía las reservas que tenía, hoy tienes a la señora tal que viene a hacerse esto, el señor otro que tal etc.. y terminó con una reserva que no conocía.

-          Y a última hora tienes a la Srta. Romero para un masaje completo de aceites orientales.

-          ¿Srta. Romero? ¿Está es nueva no?

-          No lo sé, apuntó la reserva Antonia.

-          Bueno, gracias.

Tuve la esperanza que pudiera ser ella, pero no tenía muchas esperanzas, seguro que sería otra señora arrugada con las tetas por el suelo.

Pasó la jornada, solo me quedaban dos servicios, un señor gordo que olía fatal y la tal Srta. Romero. Por fin terminé con el gordo y salí. Al pasar por la sala de espera la vi. La Srta. Romero era mi ángel. ¡había vuelto! Al verla noté un cosquilleo, excitación, nervios… me fui a lavar las manos. La recepcionista la hizo pasar. ¡La tenía otra vez! Y esta vez para un completo.

Entré en la sala, allí estaba igual que la última vez, tapada con su albornoz, con su melena rubia y sus ojos verdes que me atravesaban cada vez que la miraba.

-          Buenas tardes,

-          Hola Marc, he vuelto.

-          Si me alegra. ¿Hoy será un completo de aceites orientales?

-          Si, como me recomendaste, mi madre también me dijo que es una pasada.

-          ¿Alguna dolencia?

-          Nada importante. El otro día quedé como nueva.

-          Pues empecemos.

Volvimos con el ritual. Cogí la toalla, la subí sin mirar a la clienta para que pudiera estirarse, estuve tentado otra vez, pero tampoco me atreví. La tapé y me fui a preparar el masaje. En unos segundos podría ver y tocar es culito ...

Preparé los diferentes aceites, bajé la intensidad de la luz, la música y me puse manos a la obra:

Destapé la espalda, pero esta vez dejando el culo a la vista tapando solo las piernas. Como Carla tenía la cabeza dentro del agujero de la camilla no podía ver mi cara. ¡Dios que culo estaba a punto de tocar!  Esparcí el aceite con aroma de jazmín por todo el cuerpo, espalda, brazos y por fin su culo. Todas mis teorías se confirmaron culito durito y respingón, como a mí me gustaba. Sentir entre mis dedos ese culo fue uno de los mejores placeres que había sentido en mi vida.

No quise recrearme mucho porque me estaba poniendo histérico de excitación. Continué el masaje centrándome en la espalda, pero sin dejar de mirarle el culo. Tocaban las piernas, subí la toalla tapándole todo el cuerpo y el culo, pero la dejé un poco más alta, lo justo para poder verle el tanga. Esparcí el aceite por las piernas, se las separé un poco para tener vista directa a su entrepierna, el aceite ya había mojado el tanga de papel y podía ver el contorno de su coñito, una de mis dudas se despejó, parecía que tenía una buena mata de pelo por allí abajo. ¡Qué ganas de arrancar ese tanga de papel! En ese momento mi erección era total. Acabé de rematar toda la parte trasera, me quedaba la delantera, solo pensarlo hacía que tuviera la polla a punto de estallar.

Hasta ese momento casi no habíamos hablado, me costaba pronunciar una palabra ante ese espectáculo. Intenté tranquilizarme y le di un poco de conversación. Lo fácil siempre era hablar del masaje. Carla estuvo receptiva y poco a poco la conversación cambió a temas más personales, ella estudiaba en la universidad, vivía cerca, era una gran jugadora de tenis etc…

Llegó el gran momento, había terminado con la espalda, en ese punto el protocolo decía que teníamos que preparar una toalla puesta en línea para que la clienta se pusiera encima de las tetas y otra por las caderas para tapar la zona genital. La mayoría de las clientas pasaba de taparse las tetas, a ver qué pasaría con ella.

-          Tienes que darse la vuelta, te dejo estas dos toallas para que te pongas en la zona de la cadera y del pecho.

-          Ah.. vale.

Extendí la toalla con mis brazos tapando a Carla que pudiera darse la vuelta sin que la pudiera ver. Quité la toalla y buff.. Allí estaba, estirada boca arriba con una pequeña toalla tapando sus tetas y otra sus partes íntimas. No sabía si sería capaz de soportarlo.

Estaba tan nervioso que creo que se me notaba, Carla se podría dar cuenta. Tocaba empezar. Me situé detrás de su cabeza para masajear los hombros y pectorales (sin llegar a las tetas) Desde ese punto tenía un ángulo de visión muy muy privilegiado, la mitad de sus tetas delante de mí, no eran muy grandes, el canalillo era grande por lo que debería de tenerlas un poco separadas, pero se veía que estaban firmes. Mis dedos llegaron a palpar zona blanda, pero no me atrevía a pasarme, hice varias pasadas, más de las que tocaban, cada vez que mis dedos notaban sus tetas sentía que me corría allí mismo. Tuve que parar, tocaba seguir por la barriga, tenía un estómago totalmente plano, mis dedos llegaron a introducirse por dentro de la toalla hasta sus caderas y separé ligeramente la toalla, podía ver el principio de tanga, pero nada interesante. Continué por las piernas, levanté la primera, miré su entrepierna y Dios, pude verle el tanga, estaba mojado por el aceite y se transparentaba el coñito, no sabia si era un sueño o una tortura, si continuaba así me volvería loco. Hice la otra pierna, de nuevo el mismo espectáculo. Terminé como pude el masaje, llegaba a su fin.

-          Por favor si se puede dar la vuelta de nuevo.

Estiré de nuevo la toalla y una vez la tuve de espaldas terminé el masaje.

-          Pues ya estamos. Espero que le haya gustado.

-          Ha sido increíble, nunca había sentido algo así. Me ha encantado. Repetiré seguro.

-          Gracias.

-          ¿Cuál me recomiendas para la próxima vez?

-          Como relajante de este tipo puedes probar el tailandés suave con cremas de contraste frío calor, o si te atreves podemos hacerte el auténtico, es más fuerte porque atacamos las articulaciones y en el momento te removemos toda pero luego sales nueva, quizás para el tenis te iría bien.

-          Los dos suenan muy bien lo de los contrastes, y el otro... no sé si me atrevo. Quizás para cuando tenga campeonato.

-          Como quieras, te dejo. Puedes quedarte unos minutos si quieres. Adiós.

-          Adiós, gracias Marc.

Me fui, suerte que el uniforme era ancho porque la erección era descomunal. Entré al baño me masturbé de nuevo, esta vez en 20 segundos terminé.

Pasaron 2 semanas sin noticas de mi ángel, en realidad no sabía si quería que volviese o no, era demasiado para mí y al final perdería el control. La tercera semana al preguntar por las reservas…

-          A las 19:00 tienes masaje con la Srta. Romero.

¡Srta. Romero! Si! Bufff.. buf… estuve todo el día atacado de los nervios, llegaron las 19:00, entré en la sala y allí estaba de nuevo, con su albornoz esperándome y su postura tímida.

Esa tarde me dijo que tenía poco tiempo y se hizo un masaje solo de espalda, no pasó nada destacable salvo que al estar más relajado pudimos hablar con más tranquilidad. Ese día cogíamos más confianza e incluso hablamos de nuestros amores, yo le dije que estaba soltero y ella que estaba con un chico pero que la cosa no iba muy bien.

Al cabo de dos semanas volvió. De nuevo a las 19:00. Entré en de nuevo estaba con el albornoz esperándome. Después de que la vez anterior no puede tocar mucho estaba con ganas y cachondo. A ver qué pasaría.

-          Hola

-          Buenas tardes.

-          Veo que hoy te animas por el tailandés de contrastes.

-          Si a ver... Me lo recomendaste tú.

-          Si, es un poco más fuerte, pero ya verás que está muy bien. Primero te pondré una crema que te creará una sensación de calor, con esa crema te haré el masaje más fuerte, y luego te pondré la crema sensación frío y con ese uno más relajante.

-          Tiene buena pinta. ¿Empezamos?

-          Venga, ya sabes como funciona esto.

No sabía si era el nivel de confianza o el qué, pero me notaba más seguro, tenía que conseguir controlarme.

-          Estírate por favor.

Desplegué la toalla como siempre, aparté la mirada… no sé qué me pasó que no puede evitar mirar antes de tiempo y dios, vi como Carla termina de estirarse y su tetita se aplastaba contra la camilla. Dios, si.. eso que había visto un segundo había sido el pezón!! No era tan pequeño como me había imaginado, pero era precioso. Aparté la mirada y disimulé, luego quité la toalla.

-          En este masaje no te pondré la toalla de espaldas porque afectaría al efecto y sensación.

-          Vale.

Empecé a esparcir la crema efecto calor por todo el cuerpo, espalda, culo, culo culo… Dios que culo, piernas, pude volver a mirar con tranquilidad la entrepierna, me fijé que había ido a la playa, tenía las marcas de bikini. Esta chica no hacía topless. Conseguí disfrutar y hablar a la vez, mientras hacía el masaje hablamos de temas variados.

-          Bien, ahora te dejaré 2 minutos para que haga efecto y vuelvo a por el masaje.

-          Vale.

-          Relájale.

-          Si ya lo estoy.

Salí un par de minutos, en ese masaje ese era el protocolo. Volví a entrar y tocaba empezar.

-          Bien, hoy verás que el masaje es diferente, es mucho más fuerte.

-          Uff! ¡Qué miedo!

-          No tranquila. Si en algún momento quieres que pare o algo me lo dices.

Empecé por la espalda, luego tocaban los hombros y brazos, apoyé mi pierna en la camilla, le cogí el brazo para estirarlo hacia atrás.

-          No te preocupes y relájate.

-          Uff… no se…

Estiré hacia atrás con fuerza y levanté el torso de Carla su teta quedó un segundo al descubierto, ¡Si! ¡Esa tetita rica! Hice el otro brazo y otra vez, pezón a la vista. Bufff… me estaba poniendo malo, quería más, a por las piernas. Le abrí la pierna se la flexioné hasta tocar el culo y buaaa... todo el tanguita a la vista... su vello se podría entrever por el fino tanga. Que gran día, que gran día. pero todavía quedaba lo mejor. Terminé el masaje fuerte.

-          Bueno, espalda lista, ¿Estás bien?

-          Si, si.. ha sido increíble, daba un poco de cosa, pero me siento bien.

-          Vamos a por la parte delantera y luego ya viene la parte de relax.

-          Date la vuelta por favor, te dejo las toallas.

-          Gracias.

Estiré la toalla, dejé que se diera la vuelta y tapase y empecé, ese día me sentía con fuerzas para subir un punto. Esparcí la crema efecto calor por brazos, pectorales tocando solo la parte justa, barriga y caderas sin tocar más de la cuenta y piernas. Dos minutos de efecto y volví a entrar. Iba a por todas.

Primero un masaje fuerte de hombros, brazos… y…

-          Estira los brazos hacia arriba, no hagas fuerza, relaja los brazos.

Le cogí los brazos y se lo estiré hacia arriba, la toalla que le tapaba las tetas empezaba a moverse, sin perder ojo le moví un brazo y se lo puse a un lado, estiré el otro y lo estiré con fuerza, la toalla se iba moviendo, cada vez podía ver más, hasta que hice un fuerte movimiento y… ¡Chas! Pezón a la vista. ¡Si!, Carla para sorpresa no hizo nada, yo mismo volví a poner la toalla. Tocaba el otro brazo, estiré con fuerza y otro pezón. ¡Si! Volví a colocar la toalla y seguí con otros movimientos más sencillos. Tocaba continuar por la barriga, mis dedos iban bajando, los introduje por debajo de la toalla llegando al tanga, pero sin sobrepasar el límite. Carla estaba quieta, con los ojos cerrados sin decir ni hacer nada. Me moría de ganas de bajar más pero no me atreví.

A por las piernas, un fuerte masaje desde la punta del pie hasta la ingle. Me moría de ganar de tirar esa ridícula toalla, en breve tendría mi premio, cuando terminé el masaje tocaba estirar las piernas, llegaba el momentazo.

-           Bien, ahora deja las piernas relajadas, voy a estirar las articulaciones.

-          Vale

Empecé a estirar las piernas, la pequeña toalla empezó a moverse con los movimientos, poco a poco el pequeño tanga de papel empezó a asomar. Le cogí la pierna y se la doblé hasta al torso, la chica era muy elástica y por fin llegó el momentazo, el tanga quedó al descubierto, la postura facilitó que pudiera verle el culo y los labios inferiores asomando entre el fino papel del tanga, como me gustaba mi trabajo, bajé la pierna y subí la otra, otra vez todo el tanga y el coñito asomando, buaaa… era un sueño, y me pagaba por eso. Bajé las piernas y la toalla quedó totalmente descolocada encima de la barriga, antes de colocarla bien aproveché para mirar como el vello púbico transparentaba. Parecía arreglado, pero con bastante pelo. La tapé y seguimos, llegaba el momento del relax.

-          Bien, ya terminó la parte dura, ahora vamos al efecto frío y relajante.

-          Que bien. Me has retorcido toda.

-          Date la vuelta por favor.

Antes de que tuviera tiempo de coger la toalla Carla se giró aguantando la toalla contra su pecho, cuando se estiró se la quitó y pude ver de nuevo sus tetitas antes de estirarse. La toalla que tapaba el tanga se calló al suelo. Empecé a esparcir la crema efecto frio por todo su cuerpo, me recreé en culo más de lo que era necesario.

-          Quédate 5 minutos relajada notando el efecto de calor a frío.

-          Si si, ya lo noto, es una pasada.

-          Ahora vuelvo.

Salí, seguía con la erección, no había bajado nada desde el primer minuto. Intenté relajarme, tenía que conseguirlo o sería capaz de hacer alguna tontería. Pasaron los 5 minutos y entré, allí seguía, prácticamente desnuda.

-          ¿Qué tal?

-          Muy bien, es una sensación muy rara, es una pasada.

-          Pues a seguir.

Le di las toallas para taparse las tetas y la zona genital. Estiré la toalla y me giré.

-          Date la vuelta por favor y seguimos.

Cuando me giré me sorprendió ver que la toalla del pecho estaba bien, pero la de la zona genital estaba muy baja, se le vía la mitad del tanga con los pelillos asomando por encima. Al verlo se me cayó la toalla al suelo de la impresión. Casi no me salían las palabras.

-          Va, va digo, que vamos a, vamos.

-          Muy bien.

No pude acabar la frase, sin quitar ojo a esos pelillos rebeldes empecé a esparcir la crema por la zona de los hombros, mis manos bajaron hacia la zona del pectoral y notaron la zona blanda del pecho con el límite de la toalla. No sé qué me pasó, pero bajé más de la cuenta, al darme cuenta de mi error, miré a Carla y subí rápidamente, seguía con los ojos cerrados, no hizo ningún gesto. Eso se me estaba yendo de las manos nunca mejor dicho. Dejé los pectorales y continué por la barriga, se me fue de nuevo la mano y le acaricié los pelillos que asomaban, al darme cuenta del error subí de nuevo rápidamente. Carla tampoco hizo ningún gesto de repulsa o desaprobación. Llegó el momento de las piernas, esta vez me contuve y terminé.

-          Bien, 5 minutitos de relax, ¿vale?

-          Si si..

Me fui al baño y pensé en lo que acababa de pasar, se me había ido la olla mucho, había sobrepasado los límites. Carla se tenía que haber dado cuenta. ¿Y si al salir decía algo? Me podía meter un buen marrón. Un poco preocupado entré de nuevo, tenía que ver la actitud de Carla.

-          Bueno, ¿qué tal estas?

-          Buaaa, muy muy bien, es una pasada. Me ha encantado.

-          ¿Sí? ¿Te ha gustado?

-          Muchísimo.

-          Ah.. me me alegro. Pues ya estamos por hoy.

¡Dios! Le había gustado, si estuviera enfadada no habría tenido esa reacción, su respuesta me relajó y más cuando empezó a preguntarme por otros masajes.

-          ¿Y cuál será el siguiente Marc?

-          El de los aceites orientales lo podemos hacer con otro tipo de aceites o puedes probar el tonificante.

-          Hay no se… todos me encantan. El de hoy ha sido una pasada.

Continuó hablándome estirada en la camilla, se repetía y se la veía nerviosa. Aproveché para terminar de recoger, terminé y esperé a irme a que dejara de hablarme. Pero pasó algo que no me esperaba, sin parar de hablar se levantó quedándose sentada en la camilla, con una mano se aguantó la toalla contra los pechos sin mucho cuidado, por el lado asomaban hasta el punto de ver un pezón rebelde. Ella seguía hablándome. Todavía en shock por la situación la cosa no terminó allí, al sentarse la toalla dejó de taparle el tanga, no se cubrió, la misma línea de pelillos que había rozado minutos antes asomaba por el tanga. Al verlo se me clavaron los ojos, no podía dejar de mirar, Carla me miraba, tuvo que darse cuenta, pero no hizo ningún movimiento para taparse. Los nervios invadieron todo mi cuerpo. Sin saber que hacer ni decir, la interrumpí y me despedí bruscamente.

-          Bueno, pues que vaya bien. Espero verte pronto. Que pases un buen fin de semana.

-          Ah, adiós, Marc. Gracias por todo. Ves pensando que masaje me harás el próximo día.

Cerré la puerta, entré en el baño y estuve unos minutos con el corazón a mil por hora. ¿qué estaba pasando? ¿eso era normal? ¿quizás eran imaginaciones mías y estaba exagerando? Estuve un buen rato dando vueltas a lo sucedido sin llegar a ninguna conclusión y volví a masturbarme.

Pasaron las semanas, Carla no volvía, nunca habían pasado más de 3 semanas sin que volviera, estábamos en la cuarta semana, empecé a pensar que algo habría pasado y ya no volvería. Pero una tarde la recepcionista me dio la esperada noticia.

-          Hoy a las 17:00 tienes a la señora Contreras y las 19:00 a la Srta Romero.

¡Srta. Romero! Como me gustaba escuchar ese nombre. Estuve toda la tarde con un cosquilleo en la barriga, no sabía cómo reaccionaría cuando la viese, había dado vueltas y vueltas a lo sucedido en la anterior sesión sin llegar a ninguna conclusión.

Las 19:00, Carla estaba dentro de la sala esperando. Como siempre piqué a la puerta abrí y allí estaba, con el albornoz de pie mirando uno de los cuadros. Al verme sonrió y me saludo.

-          ¡¡¡Hola!!! ¿Cómo estás?

-          Hola, bien gracias. ¿Cómo han ido estos días?

-          Bueno, no muy bien, por eso he tardado tanto. Al final lo he dejado con mi novio. Ya te cuento porque ha sido un cabrón.

-          Vaya... cuando lo siento. Con lo que me contaste no tenía muy buena pinta.

-          Ya te digo, pero te lo cuento luego, ¿qué masaje me harás hoy?

-          Podemos hacer un mix si quieres, no has probado los aceites de la India. Son unos aceites muy densos, super hidratantes y agradables.

-          Me parece bien. Cuando que me retuerzas y estiras también me gusta.

-          Ok, pues haremos un poco de todo.

Fui al armario a coger los aceites, Carla seguía de pie mirando otra estantería.

-          Estoy listo, empecemos cuando quieras.

Estaba poniendo todo en una cesta para llevarlo hasta la camilla cuando Carla fue a la camilla y sin esperarme se quitó el albornoz y se estiró.  ¿Había sido un sueño? ¿Le acababa de ver las tetas? Si, si.. no era un sueño, le acababa de ver las tetas, me las había enseñado. Mi teoría se confirmaba al 100x100, no eran muy grandes, pero si firmes, un poco separadas, estaban blancas de la marca del bikini, pezones rosados. Eso empezaba bien, mi polla empezó a crecer. Fui hasta ella y empecé a esparcir el aceite dándole un suave masaje. Era un aceite muy denso, pringaba mucho, pero tenía un olor muy agradable y para dar masajes era genial. Sin poder quitarme la imagen de esas tetas me encontré con su culito delante de mí pidiendo un masaje. Tiré un chorro de aceite y empecé a masajear el culo, empecé cauto por las piernas, laterales y al ver que Carla no decía nada no me corté, le hice un masaje de verdad pasando de los protocolos. Le magreé el culo todo lo quise y más. No llegué a meter los dedos en zonas oscuras, pero poco me faltó. Terminé con la zona de la espalda, tocaba cambio de postura.

-          ¿Te está gustando?

-          Si, es increíble, pero creo costará quitarme este aceite.

-          No, tranquila, cuando te duches sale bien. Bueno, vamos a por la zona frontal.

Como siempre le dejé las dos toallas pequeñas para que se tapara las tetas y zona genital. Abrí la toalla, separé la vista y esperé a que se diera la vuelta. En esa décima de segundo deseé que al mirar de nuevo no se hubiera puesto las toallas, pero no fue así. Cuando miré se las había puesto.

Empecé el masaje por los hombros y brazos, hice varios movimientos bruscos para forzar que la toalla se moviera, algo se movió, pero no lo suficiente. Empecé a masajear el contorno de las tetas, introducía los dedos por dentro de la toalla tocando el límite de la zona blanda y canalillo… Carla estaba con los ojos cerrados, no decía nada, se la veía a gusto. Me estaba poniendo tan cachondo… tenía esas tetitas a escasos centímetros de mis dedos… Subí hasta los hombros y bajé introduciendo los dedos por la toalla llegando a 100x100 zona blanda, subí y esperé reacción por parte de Carla, nada, se mordía el labio y seguía con los ojos cerrados. Subí otra vez y volví a bajar hasta casi llegar al pezón moviendo la toalla y dejando casi todo el pecho a la vista. Creo que la respiración de Carla se aceleró. Volví a bajar y con mis dedos abracé las dos tetitas, apreté fuerte y volví a subir. La polla me iba a estallar, volví a bajar y ahora si puse mis dos manos encima de sus tetas, jugueteé con sus pezones que estaban duros, no había duda, los masajeé y magreé mirado a Carla que seguía sin decir nada, se dejaba hacer, intenté que la toalla no se cayera del todo, pero los pezones ya asomaban y al final no puede evitar que callera al suelo. Paré y esperé la reacción de Carla. Por fin tenía sus tetitas blanquitas delante de mí entre mis manos. Carla al notar que la toalla caía se estremeció un poco, se mordió el labio con más fuerza, pero no hizo nada. El sueño se estaba haciendo realidad, Dios no quería despertarme. Puse otro gran chorro de aceite en mis manos y continué bajando por la barriga, como me gustaban esas tetitas, fui bajando y subiendo, podría estar tocándoselas horas. Tenía que continuar. ¿y ahora? Estaba desatado, un poco fuera de mí. Fui bajando hasta llegar al contorno de la toalla que le tapaba la zona genital, introduje los dedos por las caderas rozando con mis pulgares el contorno del tanga de papel, subí y bajé varias veces, Carla soltó un suave gemido y respiraba con fuerza. ¿Estaba excitada? Bajé un poco la toalla, lo justo para empezar a descubrir el tanga, de nuevo se le veía la parte superior de vello púbico, un vello rubito, con un fuerte contraste por el moreno del bikini, depilado al estilo brasileño con una mata de vello bastante ancha y poblado. El aceite al mojar el tanga de papel hizo que se le transparentara. Respiré y me atreví a introducir los dedos por dentro del tanga, acaricié la parte superior del vello, di marcha atrás y volví a mirarla, ahora podía estar seguro, esa chica estaba totalmente excitada. Tiré la toalla al suelo, el tanga de papel empapado por los aceites no servía ni protegía mucho. Se le transparentaba todo el coñito a la perfección. Mientras mi mano izquierda jugaba con uno de sus pezones mi mano derecha volvió a bajar, la introduje directamente y sin disimulo por dentro del tanga y llegué hasta sus labios inferiores, introduje mi dedo buscando sus clítoris, me estaba llamando. Carla empezó a gemir un poco más fuerte, se mordió el puño para contenerse, empecé a masturbarla, quería quitarle el tanga, la quería tener desnuda, tal y como había soñado tantas noches. Al ser de papel no fue complicado, rompí el tanga y la dejé completamente desnuda. Carla abrió las piernas, aceleré la masturbación, ¿era un sueño o era real? Su respiración se aceleraba, se cogió de la camilla y gritó un largo gemido, había llegado al orgasmo.

¿Y ahora? No sabía que hacer ni decir, continué acariciándola, Carla seguía con los ojos cerrados, no me dijo nada y se quedó quieta en la misma posición.

En ese momento picaron a la puerta. Miré la hora, ¡mierda! Las 20:40

-          ¡Son casi menos cuarto! Nos hemos pasado de la hora. Me va a caer bronca

-          ¡Ostras!

-          No tranquila, yo tengo que salir.

-          Bueno vale pero…

-          Tu tranquila, dúchate sin problema.

-          Vale, pero…

-          ¡Adiós!

Estaba excitado, nervioso, aluciando, flipado. Quizás esa no fue la mejor manera de terminar esa situación, pero no supe cómo reaccionar. Carla se levantó rápidamente de la camilla, la miré de arriba abajo, quería volver a ver ese cuerpo desnudo y grabarlo en mi retina. Después salí y cerré la puerta. La recepcionista me dio el toque por la hora.

Me fui directo al baño, estaba eufórico, el sueño de todo masajista conseguido en 3 meses de profesión. Me masturbé y me fui a casa feliz.

Estaba convencido que nunca más volvería a verla, algo así ya es difícil que pase una vez en la vida como que pueda repetirse. Continué con mi aburrido trabajo dando masajes a señoras sexagenarias. Pasaron 3 semanas y de repente un milagro.

-          Tienes reserva con la Srta Romero.

¡Había vuelto! ¿Y ahora? ¿Qué pasaría? No entendía nada…  A las 19:01 entré en la sala y allí estaba, casi no me miró. Intenté aparentar normalidad

-          Buenas tardes,

-          ¿Qué masaje quieres hoy?

-          No sé, el que quieras.

-          Bueno.

Creo que ninguno de los dos nos atrevíamos a hablar mucho. ¿Por qué había vuelto? ¿Qué quería?

-          Si puedes estirarte por favor, empezamos.

Antes de que me diera tiempo a coger la toalla, se quitó el albornoz, pude ver de nuevo esas tetitas tan ricas, ver su reacción me descolocó por completo. ¿Quería repetir? Sin decir nada se estiró y puso la cabeza en el agujero.

La volvía a tener frente a mí ese cuerpazo desnudo, las marcas de bikini todavía se notaban más que en días anteriores. Respiré e intenté contener la euforia, mi polla ya me apretaba los pantalones. Empecé el masaje, primero me centré en la espalda, pero no podía dejar de mirarle el culo, me llamaba y me decía que lo tocara, pero decidí esperar, la situación era extremadamente excitante, continué por las piernas y entonces si empecé a hacer incursiones esporádicas en el culo, poco a poco mis dedos se fueron acercando a su zona oscura, Carla se movía y estremecía cada vez que mis dedos se introducían por la rajita de su culo, no era un experto pero esa chica estaba igual de excitada que yo. Eso me dio confianza, metí mis dedos por la raja separando el tanga acaricié su ano y bajé hasta llegar a los labios inferiores, estaban totalmente empapados, jugué un rato, Carla aceleró la respiración. Ese juego me gustaba, tenía el poder. Dejé sus zonas íntimas y volví a la espalda, empecé a acercarme a sus tetas por los costados, la respiración de Carla seguía disparada. Tenía a esa diosa a mi merced, le dije que se diera la vuelta aparentando normalidad.

-          Bien, espalda lista. Continuamos por la zona delantera.

-          Valeeee…

No hice no el amago de poner la toalla, Carla tampoco me lo pidió y se dio la vuelta sin decir nada. Nuestras miradas se cruzaron un instante y Carla cerró los ojos. Se estiró con las tetas al aire. Me puse aceite en las manos y empecé por los hombros acercándome lentamente hacia las tetas. ¡Como me gustaban esas tetitas blancas!, esos pezones rosados y duritos! Rápidamente me centré en ellas, como me gustaban  esas tetitas duras y firmes. Todavía no se si por la excitación me salió poner mi zona genital justo al lado de su cabeza apoyado contra la camilla, tener mi polla cerca de su boca hacía volar mi imaginación, mientras le estimulaba los pezones noté el brazo de Carla rozar contra mi pantalón, eso no había sido por accidente. Con mis movimientos su brazo rozaba la zona genital de mi pantalón. Estaba como una moto, miré el pezón de su teta derecha, lo pellizqué con mis dedos y bajé para chupárselo, ¡que rico estaba! Lo mordisqueé, chupé y jugueteé, luego fui a por el otro cuando noté la mano de Carla directamente en mi pantalón, me apretó con fuerza mis partes íntimas buscando el perfil de mi polla, lo encontró con facilidad y se puso a acariciarla por la parte de fuera de pantalón. Dejé las tetas, miré el tanga y se lo rompí, su rubio vello púbico quedó a mi vista, le había crecido bastante, mi lengua fue bajando por su barriga, llegué a los primeros pelitos, jugueteé y poco a poco fui bajando por su rajita inferior hasta llegar al clítoris, Carla abrió las piernas por completo y noté como su mano se metía por dentro de mi pantalón, al ser tipo chándal rápidamente encontró lo que buscaba y noté el contacto de su mano directamente contra mí polla, me empezó a hacer una paja mientras yo seguía chupando su clítoris, la posición no era muy cómoda, me costaba llegar pero no quería que dejara de masturbarme. En ese momento de duda noté como mi pantalón bajaba ente mis piernas, Carla me lo había bajado, se incorporó hacia un lado y sucedió el milagro, me cogió la polla y empezó a hacerme la mejor mamada de mi vida. Miré al cielo, luego a Carla, era un sueño, no podía creerme que esa diosa tuviese mi polla dentro de su boca. Carla cogió la iniciativa, dejó de chupármela se incorporó, se sentó delante de mí y abrió las piernas dejando todo su coño frente a mí. Su clítoris sobresalía ligeramente entre el vello púbico. ¿y ahora? ¿me la follaba? ¿Se lo chupaba? En ese momento pensé en devolverle la mamada, me puse de rodillas y empecé chuparle el coño, en el momento que mi lengua entró en contacto empezó a gemir, me cogió la cabeza con su mano y me la apretó entre sus piernas, chupé todo lo que pude, lo mejor que sabía, Carla seguía gimiendo, me levantó la cabeza, creo que me pedía que la follara, me levanté, mi polla estaba en toda su plenitud, me puse entre sus piernas y le metí la polla, empecé a penetrarla, primero poco a poco, luego la pasión me hizo acelerar y acelerar hasta al límite. Me quería correr, pero aguantaba todo lo que podía para alargar el sueño, los gemidos de Carla subieron de volumen. Notaba que Carla iba a llegar cuando…

-          Ahaha!! Ahaha! Ahaaah! AAAAAAAAA!! AHAHAHAH!!!

Soltó un grito que me dejó acojonado por si se escuchó fuera. Pero en ese momento eso me daba igual, yo estaba a punto de llegar.

-          No lo hagas dentro, por favor, dentro no…

-          No, no.. tranquila.

Seguí penetrándola, iba a correrme y… ¡Plassshhh!!! Saqué la polla y salió un chorro de semen disparado contra el cuerpo de Carla. Respiré aliviado y satisfecho, había sido el mejor orgasmo de mi vida.

Miré a Carla, se había estirado, estaba con los ojos cerrados, todavía respiraba con fuerza, mi semen caía por sus tetas y barriga. Me quedé mirándola, me acaba de follar a una diosa. Quería que ese momento se quedara grabado en mi retina para siempre. Carla abrió los ojos, me miró sin decir nada. Creo que al igual que yo no sabía que decir ni hacer. Solo me salió decir:

-          Ufff.. que fuerte.

Nos abrazamos unos segundos, no se si fueron 5 o 50… Me separé y fui a coger papel para limpiarme, me subí los pantalones, miré a Carla de nuevo, también se levantó y caminó desnuda hacia la ducha y me dijo:

-          Adiós.

-          Adiós.

Salí y cerré la puerta.

Pasaron las semanas y no tuve noticias de la Srta. Romero. ¿Volverá algún día?