El Masajista (1)
Si esperas leer en este relato cómo ya en el segundo párrafo un crío de 13 se lo monta con uno de 15, haciendo las cosas que se le ocurren a uno de 50, no sigas leyendo. Esta es una historia real, que me pasó hace un par de meses. A veces es muy lenta y a veces es muy excitante, como lo sería cualquier historia real...
Hace un mes un compañero me dijo que tenía un amigo masajista que hacía milagros con las contracturas. Así que como estaba hecho un 4 después de las vacaciones no dudé en llamarle. Por teléfono el tio era muy majete me dijo que como estábamos cerca, mejor me pasara por su casa, viera la consulta y lo habláramos en persona y luego decidiera sin ningún compromiso.
Me abrió él mismo la puerta. La consulta estaba en una habitación de su casa pero se lo había montado en un plan muy profesional. Él iba vestido como un enfermero, con pantalones y chaqueta y zuecos blancos, como en un hospital. Tenía unos 30 años, no muy alto, delgado, guapete y muy simpático. Hablamos de mi compañero de trabajo, que también era cliente suyo, y me que dijo mis dolores de cuello y espalda se debían al trabajo, como le pasaba a mi compañero. El chico a parte de ser bastante agradable me dió una impresión muy profesional, así que le dije que me ponía en sus manos y que me diera cita para cuando pudiera. Me dijo que le siguiera y me llevó hasta lo que el llamó su "gabinete", una habitación donde había un escritorio, varios sillones y una camilla de masajista de verdad.
"Quítate la ropa y túmbate de espaldas"
Uf, no pensaba que me fuera a dar el masaje ya. Qué corte, le dije medio en broma medio en serio que no estaba preparado, que me hubiera gustado ducharme y cambiarme de calzoncillos. Me dijo que esa tarde la tenía libre y tenía tiempo para un principiante como yo..., No quería parecer un ñoño y la idea de relajar mi cuello de Nefertiti me atraía bastante, y encima el chico era tan simpático..., Total, si le viene bien a él, por qué no?... Me descalcé y empecé a quitarme la camisa... "Persona, te dejo sólo, toma esta toalla y cuando termines te tapas y me llamas..." Le dije que no hacía falta que saliera, que ya casi estaba... Me quité los pantalones y me puse la toalla cubriéndome los calzoncillos." Quieres que me quite los calzoncillos también?" "MMMM, como quieras, como estés más cómodo, aunque los calzoncillos pueden ser una barrera a la hora de hacer el masaje..." Dicho y hecho, me quité los calzoncillos y los dejé con el resto de la ropa. Me ajusté la toalla y me tumbé boca abajo. La camilla era comodísima. Tenía una abertura para apoyar la frente y así poder poner la cara si tener que ahogarme con una toalla... Se puso aceite en las manos y empezó a recorrer mi espalda... Qué placer¡¡¡ Empecé a hablar de mi compañero. Me dijo porque habían sido compañeros de trabajo hace 2 años." AH, entonces tú también eres azafato?" Me dijo su compañía y que daba masajes en sus días libres..."Pero eso te lo cuento después, tomando un café, ahora cállate y relájate..." Me abandoné a sus manos y al placer que sus dedos recorriendo mis hombros, cuello, espalda... Bajó hasta la cintura y movió la toalla hacia un lado. Primero un poco y luego descubrió completamente un lado, dejando al aire una nalga. Con voz muy suave, casi susurrando me dijo que los calzoncillos harían de frontera. Así podía recorrer el nervio ciático sin obstáculos, desde la espalda hasta el muslo... Hacía movimientos largos, desde los muslos hasta casi los hombros, apoyándose en la camilla para llegar más lejos. Notaba la tela de su holgado pantalón en mis dedos. Iba y venía a la vez que sus manos recorrían mi cuerpo. Notaba como apoyaba su peso en mi mano para intentar llegar más lejos...
Un maravilloso sopor me invadió, liberándome casi de mi cuerpo... Giré la cabeza hasta donde estaba él y me di cuenta que la tela que acariciaba mis dedos era...
LA DE SU BRAGUETA¡¡¡,
lo que apoyaba en mi mano cada vez que se estiraba era..
.
SU PAQUETE¡¡¡
De repente perdí toda la relajación y noté cómo un calor me abrasaba la cara y las orejas y cómo un latigazo eléctrico sacudía mi entrepierna.
La erección fue instantánea. Volví a bajar la cara y me quedé inmóvil...., sería casualidad? Su peso volvió a llenar mi mano con su masculinidad, cálida y blanda, bien sujeta dentro de su calzoncillo. Cerré la boca intentando contener la respiración. Los brazos bajaron y la presión cesó. La erección era tan bestia que tenía la polla completamente aplastada contra la camilla, pero no quería moverme por si perdía la posición que me daba tan excitante contacto... Levanté un poco la mano, para aumentar superficie de contacto, y la recompensa llegó puntual, esta vez más intensa... Entonces se cambió de lado, lo que yo aproveché para poner la mano directamente en el borde de la camilla, con la palma hacia arriba. Y otra vez se inclinó, y al estar con la mano en el borde pude abarcar completamente toda su masculinidad y abrazar toda esa increíble fuente de calor. Me hice el dormido, para que pareciera lo más casual posible. Y entonces volví a sentir todo el peso de su entrepierna llenando mi mano. Estaba bién empaquetado en su ajustado slip, disimulado en sus anchos pantalones. Subí un poco más la mano, para recibir la marea viril con más intensidad..., me pareció más grande y duro que nunca...
Mi polla estaba a punto de explotar...Intentaba levantar la cadera lo más levemente que me fuera posible para que no se diera cuenta, y aliviar siquiera un poco la insoportable presión...Y entonces su mano me cogió por la muñeca y retiró mi mano ...
DIOS MÍO, QUÉ VERGÜENZA, ME HA PILLADO ME HA PILLADO¡¡¡¡
Me quedé inmóvil, casi sin respirar, pretendiendo estar plácidamente amodorrado, pero esperando que me pidiera que me vistiera y que no volviera nunca más..
"Date la vuelta"
De repente el pánico me invadió. Tenía la polla más dura que nunca.
Si no se había dado cuenta del sobe que le estaba pegando, ahora, al verme la erección se daría cuenta de lo excitado que estaba y lo relacionaría con los roces...
Pero para aparentar indiferencia y normalidad no dije nada, y me giré lo más rápidamente que pude intentando ocultarme bajo la toalla.
Pero claro, fue en vano. Aquello resultaba bien evidente. Supongo que vería el apuro en mi cara...
"No te preocupes, le pasa a mucha gente. Es inevitable sentir..."cosas"..., a mí también me pasa a veces cuando doy masajes..."
Intenté forzar una sonrisa, y sin apenas abrir los ojos por la vergüenza me tumbé de espaldas. Oí cómo se ponía más aceite y se frotaba las manos. Empezó a masajear los pies. Metiendo los dedos de sus manos entre los dedos de mis piés... El placer de sus manos sobre mis músculos me relajó otra vez. Subían hasta el muslo, volvían a bajar hasta los pies... Hasta que movió otra vez la toalla, para descubrir primero un lado, como la otra vez, pero dejando púdicamente cubiertas mis partes. A través del camino que la toalla había despejado, sus manos subían por mis muslos , hasta mi abdomen y pecho, pasando su mano velozmente por la ingle. El movimiento ocasionó que mi polla, todavía morcillona, cayera del lado que descubría la toalla, hasta que en uno de sus viajes, su mano chocó con ella. La cogió con sus dedos aceitosos para meterla otra vez bajo la toalla.
Pero al tocar la toalla, ésta cayó al suelo. Cuando se fue a agachar para recogerla pero le dije que no se molestara, "no importa"
No importaba. El contacto de sus dedos con la piel más sensible de mi cuerpo había conseguido que pi polla recupera otra vez toda la dureza perdida. Ya lo había visto todo...
Oí otra vez cómo se frotaba las manos, y cómo éstas se deslizaban muslos arriba, hasta que se detuvieron en mis caderas. Noté cómo cargaba su peso en ellas y...
...y empecé a notar humedad en un sitio que no me esperaba...
Abrí los ojos sorprendido y lo que vi me dejó paralizado. Lo que notaba era su lengua recorriendo mis huevos, subiendo por mi polla hasta llegar al glande, que sin darme tiempo a reaccionar desapareció en su boca... Agarré su cabeza con las dos manos para evitar que se retirase. Quería sentir bien su calor, su humedad... Su cabeza empezó a subir y bajar con mis manos en ella. Me incorporé como pude, y empecé a recorrer ese cuerpo que se me había esbozado antes. Su espalda, sus duras nalgas, y..., otra vez, su paquete. Deshice el nudo que sujetaba su pantalón y se lo bajé. Su calzoncillo era blanco, contrastando con su vello negro, y su polla estaba completamente erecta, embutida a duras penas en él.
Estaba igual que cuando la había tocado antes. Ya estaba erecta entonces...
Levanté su cabeza y sentándome en el borde de la camilla, le puse entre mis piernas y lo besé...
Quería devolverle de golpe todo el placer que me había dado, todo el placer que iba a darme...