El Masaje V.Polvazo

Con sólo pensar que dentro de un momento -en cuanto yo quiera- este pedazo de carne me estará llenando, el chichi se me hincha, se me esponja, lo noto húmedo y caliente. Me toma un pecho con la mano, lo rodea entero hasta alcanzar la areola, que primero acaricia con las yemas, y luego amasa

A ese beso siguieron muchos más, y de todas las clases y colores. Largos, cortos, profundos, ligeros, tiernos, ansiosos, con abrazos, con las yemas de nuestros dedos acariciando a la vez nuestras mejillas...

... Minutos y minutos besándonos, besos y más besos, no nos cansamos de besarnos, acariciarnos, toquetearnos, abrazarnos.

Tumbados frente a frente, nuestras manos exploran de nuevo la piel del otro, recorro  otra vez todo su cuerpo con mis manos, siento las suyas arriba y abajo del mío.

El abrazo se intensifica, nuestros cuerpos serpentean unidos, su muslo derecho se abre paso otra vez entre los míos, mi mano baja a sus nalgas para apretar  su carne a la mía, y sentir la dureza de sus músculos en mi sexo.

Embriagada primero por el masaje, luego por el cuni, y más tarde por la miríada de besos intercambiados, no había advertido hasta ahora, al asir sus nalgas, que él aún conserva el slip puesto. Pensé que, al igual que yo, se había desnudado nada más entrar al dormitorio.

Le empujo un poco hasta que queda tumbado de espaldas y me arrodillo a su lado para desnudarle completamente, pues salta a la vista que una parte de su cuerpo ha de sentirse incómoda, obligada a una forzada postura en diagonal para caber, a duras penas, y bastante constreñida, en la prisión de tela en la que se ve sometida.

Con sólo distendir el elástico para librar la protuberancia que se marca bajo la tela, el falo recupera su posición natural, tieso y apuntado hacia el ombligo. Deslizo la prenda piernas abajo, hasta sacarla completamente. Me inclino sobre él, y asciendo, rozando con mis pezones la piel de sus piernas y muslos. Cuando mi cara llega a su ingle, y antes incluso de que bese ni apenas acaricie su verga, ésta, seguramente agradecida por la liberación, luce apuntando al norte, ya casi alcanzando con su punta el valle del ombligo.

Me inclino sobre ella, hasta depositar un beso en el mismo frenillo, seguido de otro más abajo, y otro, y otro, recorriendo con mis labios la gruesa vena que hinchada se marca a lo largo, hasta llegar a los huevos, que beso alternadamente y a continuación succiono, para regresar con mis labios ya abiertos hacia la punta otra vez, tomando con ellos la medida de lo que me voy a comer.

Me recreo en ella, saboreando con labios y lengua todo el contorno del glande que luce ya de un rojo carmesí. Unas gotas se desprenden y van  a caer al ombligo, de donde las recojo con mi lengua y las devuelvo a su sitio, para humedecer la carne que por fin me trago. Tomo ambas pelotas en la mano. Las acaricio, manoseo, estrujo mientras empujo la cabeza hacia abajo una y otra vez para devorar tan suculenta pieza.

Con sólo pensar que dentro de un momento -en cuanto yo quiera- este pedazo de carne me estará llenando, el chichi se me hincha, se me esponja, lo noto húmedo y caliente. Me toma un pecho con la mano, lo rodea entero hasta alcanzar la areola, que primero acaricia con las yemas, y luego amasa hasta llegar al pezón, que toma entre sus dedos apretando ligeramente. Lo suelta y dirige su mano entre mis piernas, llegando a mi cueva, que al sentirla acercarse ya ha pasado de esponjosa y húmeda a volcán humeante. Recorre el interior de mis labios con sus dedos (yo sigo chupando y chupando, cada vez más adentro, hasta que me llena la boca aun sin haber llegado al final), mete ahora dos yemas dentro de mí

(“Aaaahhh!” me veo obligada a soltar mi chupete para suspirar y tomar aire)

. Saca sus dedos de mí (lo que me deja ardiendo y contorsionándome, para intentar atraparlos de nuevo y que sigan con su ardiente tarea), y llega de nuevo al pezón, que lubrica con mi propia esencia y amasa hasta engordarlo y endurecerlo como una avellana.

Entre el calentón de faltarme lo que tenía dentro, y el toqueteo del pezón, estoy que no puedo más, necesito algo en el coño, y lo quiero YA!!!!.

Me retuerzo y me coloco a horcajadas sobre su cara, vuelvo a meter mi caramelo en la boca; inmediatamente siento su lengua subir por mi muslo, llega a los labios y me da un lametón desde la pipi hasta mi trasero que me hace estremecer, por la intensidad, y por el recuerdo de lo vivido hace unos minutos. Baja al otro muslo, sube de nuevo su lengua ardiente por la parte interna, hasta alcanzar de nuevo mi vulva. No por esperado me estremece menos que el anterior, con el añadido de que no separa sus labios de los míos; me recorre una y otra vez de arriba abajo  y de abajo arriba, por el derecho, el izquierdo, el centro. Pasa las manos de las nalgas hasta el  centro, primero una luego la otra llegan con dos dedos, que  se alternan con la lengua arriba, abajo, adentro, adonde se impregnan de  los humores de mi cuevita. Sus manos viajan otra vez hasta mis tetas, me toma los pezones para, como antes, amasarlos con sus dedos húmedos. Su lengua sigue incansable explorando y lamiendo mi entrepierna: Cuando llega a mi botón mágico, sus labios se detienen, lo succionan hasta desnudarlo completamente de su envoltura y siento su lengua alcanzar a la punta de flecha que es ahora mi clítoris, pasear sobre él, vibrar juntos a mil revoluciones.

Aquí ya enloquezco, suelto de nuevo lo que tengo en la boca, de nuevo necesito aire, apoyo mis manos en sus muslos para  incorporar mi torso, y  apoyar así y aún más mi sexo en su cara, que toma entero con su boca, chupando y chupando, sediento de mí. Muevo mis caderas adelante y atrás para no perder ni uno solo de los lengüetazos que me están deshaciendo. AAAAAaaaaaahhhhh!!!! AaaaaHHHH!!! AAAAaaahhhHH !!!

Siente, sabe cómo estoy: Parece que con el masaje y el cunnilingus que le siguió ha aprendido de memoria el mapa de los puntos calientes de mi cuerpo.

No deja de lamer y chupar mientras alarga la mano hasta la mesilla para desenfundar un condón, que me da para colocárselo. A pesar de estar su picha húmeda de mi saliva y sus propios jugos, no consigo desenrollarlo sobre ella, queda muy justo. Se lo devuelvo. Tendré que humedecerlo más.  Me doy la vuelta y me coloco, abierta de piernas,  sobre su sexo; esto necesita un poco más de hidratación, y de hidratante yo estoy sobrada. Con amplios movimientos de cadera, paseo mi coño a lo largo de su falo, desde la punta a los huevos. Por primera vez nuestros sexos se saludan, se reconocen, se unen. Siento su fierro candente abrir mis labios, su punta llegar desde mi abertura esponjosa e inflamada a mi vértice más sensible, y me licúo aún más, para, por y sobre él. Le doy mis líquidos y me separo. Para no fallar nuevamente, se lo coloca él mismo el forro, no sin dificultad,  dado lo apretado de la goma. En ese momento pienso: ¿Le cortará la circulación y me quedaré sin polvo?

Me tumbo de espaldas, bien abierta para recibirle, pero él a su vez, se deja caer de la misma manera, y me toma para sea yo la que suba  sobre él. Yo lo que necesito es follar ya, me da igual arriba, abajo o de lado.

Me subo en cuclillas con las rodillas a sus costados, y sin más me ensarto en ese pedazo de carne que tanto anhelo sentir dentro de mí. Me toma de ambas nalgas, y me las abre para ayudarme, lo que no hubiera sido necesario, dado el géiser hirviente que a estas alturas tengo  entre las piernas. Siento cómo se abre paso en mi interior, hasta el fondo, me llena y se queda inmóvil dentro. Siento nuestros sexos unidos piel con piel, ambos libres de vellos. Arqueo mi espalda hasta llegar con mi perlita hasta su pubis, sobre el que me balanceo, todo mi cuerpo apoyado sobre el suyo en un punto, en "mi punto". Subo, lo siento salir hasta dejarme casi vacía, sólo la punta rozando mi entrada; bajo de nuevo para llenarme, subo, bajo, ayudada por sus manos que siguen prendidas a mis nalgas. A pesar de estar sentada sobre él, las rodillas, los muslos me tiemblan, todo mi cuerpo vibra.

Sin salir de mí, empuja mis rodillas con sus manos para estirar mis piernas, y dejarlas a lo largo y por fuera de las suyas. Siento ahora su polla deslizarse entre mis labios apretando cada vez más, su nabo sisea por el roce, y engrasado por la fuente inagotable que mana de mí, noto cómo me incendia toda a su paso. Me toma de la cintura para estrellar aún más fuerte su pubis contra mi vulva, le ayudo y me apreto bien, hasta sentir la presión de su músculo contra mi botón. Apoyo mis manos en sus hombros, levanto mi torso para empujar más, por si fuera posible sentirle aún más adentro, y sí, era posible, le noto más duro, más adentro, mi pipi estrujada, creo que he llegado a lo más...

Si? Noooo, aún puede ascender más mi temperatura, pues ahora mis tetas quedan al alcance de su boca. Con sus manos las junta. Saborea una areola mientras pellizca el pezón de la otra. Cambia, y chupa el otro pezón y  presiona el primero con su dedo hacia adentro, hasta hundirlo, duro como está, en el glogo de mi pecho.

MMmmmaaaaahhhhhhhh !!!  mmmmmmaaaaAAAAAahhhhh!!!Ah Ahhh Ahhhhh. Entro, salgo, entro, salgo, arriba, abajo, arriba, abajo una y otra vez, acelero mis caderas, adelante atrás, adelante, atrás. Su lengua se acelera al mismo ritmo, en un pezón, en el otro, uno, otro, uno, otro; cambia de teta tan rápido que me parece sentir sus chupadas en las cerezas de mis pezones a la vez, cuando uno aún se estremece, ya están sus labios y lengua prendidos del otro.  En uno de los cambios, en lugar de chupar, sopla; con los labios muy cerraditos, apenas un hilo de aire, pero tan fuerte sobre el pezón que, húmedo y duro como está, lo siente tan intenso y frío que creo que va a estallar cristalizado, congelado. Mientras, sus manos han regresado a mis caderas, y me ayudan a ensartarme una y otra vez, a restregar mi charco con su espada, a sentir su músculo amasando mi botón, enardeciéndome, enloqueciéndome, haciendo que cierre los ojos para mejor sentir cómo miles de sensaciones la irradian por mi cuerpo como rayos sin luz, sólo fuego abrasador siento correr por mi piel.

que desde el vórtice donde ahora se concentran todas mis terminaciones nerviosas

Ni el sudor que me cubre entera disminuye un solo grado mi temperatura, me siento arder entera.

Sus labios abandonan mis tetas, que son tomadas por sus manos otra vez, mientras su boca asciende hasta mi cuello, chupando, mordisqueando y dejando un rastro con su lengua que termina por fundirme. Apreto los dientes y cierro fuerte los ojos para intentar detener lo invitable: El abandono total, el fuego me sube por la columna, echo hacia atrás la cabeza, y un largo suspiro se va convirtiendo en escandalosos gemidos encadenados: ...  Aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh

Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaghghhhhhhhhh....  AAAAAAAaaaaaaaaaaaahhghhghhhh!!!!!!!!!!!!

Mis aullidos no detienen su embestidas ni su ansiosa lengua, que sigue incansable a un lado y otro del cuello, tras las orejas, sobre mis hombros alargando mi dulce agonía, hasta que entre espasmos de mis caderas me derramo entera y caigo agotada sobre su cuerpo, no menos sudoroso y agotado que el mío, con la resìración agitada, sintiendo su corazón golpear tan fuerte contra mi pecho como si  estuviera también dentro de mí, junto al mío.

Cuando recupero un poco el resuello levanto mi cabeza de su hombro un poquito, lo justo para buscar su boca con mis labios y besarnos otra vez dulcemente, decenas de besitos cortos y cariñosos, sin palabras, no las necesitamos, nuestros labios se lo dicen todo con los mutuos besos, no necesitamos hablar, ni nos queda energía ni saliva para articular una sola sílaba.

Sólo besos, besos, besos y más besos respirar uno en el otro, por y para el otro, en y dentro del otro sin interrupción ni descanso..... nuestros besos; yo le beso, él me besa, nosotros nos besamos; besa, beso, besamos...