El masaje
Un viaje de negocios acaba siendo uno de placer...
Tras un tiempo de desconexión y necesidad de nuevas aventuras y experiencias, vuelvo por estos lares para compartir mis momentos íntimos con quien quiera leerlos...
Trabajo en una empresa que se dedica a mejorar el rendimiento y la productividad de otras empresas, algo así como un Pesadilla en la cocina,
pero sin reality shows ni chefs cabreados.
Mi trabajo consiste en ir a empresas que solicitan nuestros servicios, ver su sistema de trabajo y estudiar iniciativas que mejoren el rendimiento de sus trabajadores para incrementar los beneficios; por supuesto, todo esto tiene un coste, pero no voy a entrar en detalles que no vienen al caso, quedémonos con la ventaja de que este trabajo me permite viajar y por tanto, pasar largas temporadas en otras ciudades y países.
Uno de estos destinos fue Reino Unido, país en el que he tenido que pasar un par de meses “sufriendo” en la maravillosa ciudad de Londres.
Lo primero que hago al llegar a la empresa es hablar con los jefes para ver la situación REAL de la empresa (muchos exageran para tener excusa con la que llevar a cabo despidos) y luego me reúno con los trabajadores, ya que son el pilar sobre el que descansa dicha empresa. Mi estrategia es siempre la misma, escuchar sus críticas (siempre constructivas) sobre el ambiente laboral y proponer una salida nocturna para que me enseñen la ciudad y ver qué tal se llevan cuando los uniformes se quedan en casa. No siempre sale bien esta segunda parte, pero en aquella ocasión conseguí un pequeño grupo de gente que sí se animó a enseñarme la noche londinense, llevándome a pubs en los que había gente de nuestra tierra, para que me sintiera como en casa.
Mientras pasaba los días revisando números y atendiendo al personal, mis (escasos) ratos libres los aprovechaba para conocer la ciudad un poco más a fondo, ya que había sido uno de mis destinos en muchos viajes, pero siempre como mero turista.
Tras un par de semanas de muchas horas frente al ordenador, empecé a notar molestias en la espalda y decidí ir a que me dieran unos masajes; pedí recomendación a Pedro, un sevillano que estaba en el departamento comercial y no dudó ni un momento en recomendarme un pequeño local, un poco escondido, pero en el que trabajaban un maravilloso equipo de masajistas. Agradeciendo el gesto, tomé nota de la dirección y pedí una cita.
En cuanto salí de la oficina me dirigí al sitio, que no quedaba muy lejos de donde me encontraba; el transporte en Londres es un poco caótico, pero el metro funciona de maravilla y no tardé en llegar a mi destino.
Al entrar me atendió una exótica y preciosa asiática de ojos verdes y oscura melena; el sitio estaba lleno de botes con plantas medicinales y cubierto por un suave aroma a incienso. Era el típico local de remedios naturales.
Tras tomarme los datos, me preguntó si tenía preferencia con el masajista y le dije que no, así que me asignó a James, un musculado pelirrojo que me pidió que le acompañara; antes de entrar me preguntaron si quería los extras y decidí darme un lujo, así que dije que sí, sin tener muy claro lo que estaba pidiendo...
Dándome una toalla, James me pidió que me desnudara y me tumbara sobre sobre la camilla, tapándome mis zonas íntimas; tras una rápida llamada, un desconocido entró en la habitación y entre los dos empezaron a masajear mi cuerpo. Me sorprendió que el extra fuera que dos personas me dieran el masaje porque nunca me había visto en esa situación, pero decidí relajarme y dejar a los profesionales hacer su trabajo.
Aquel desconocido resultó llamarse Charles, “Charly” para los amigos; se interesaron en mi vida, se animaron mucho cuando les dije de dónde era y empezaron a contarme que estaban enamorados de mi ciudad, de sus gentes y de las playas. Pronto se creó un clima muy agradable y me dejé hacer, mientras sentía las ágiles y profesionales manos de James recorriendo mi espalda, al tiempo que las de Charly llegaban a mis glúteos.
Charly iba subiendo poco a poco por mis piernas, rozando tímidamente mis nalgas y volviendo al punto de partida. A mi me extrañaba que llegase tan arriba, pero estaba tan relajado que no podía quejarme del masaje que estaba recibiendo; en un momento dado, noté que la toalla que cubría mis glúteos se retiraba ligeramente y las manos de esos dos hombres recorrían mi cuerpo desnudo. Supuse que seguía formando parte de los extras y total, estaba entre hombres y no me sentía incómodo con mi desnudez porque seguían liberando tensión acumulada en mis músculos.
El momento violento vino cuando, a través del agujero de la camilla, vi que la bata de James caía al suelo. Supuse que se la había quitado porque en la habitación hacía calor, pero no alcanzaba a ver qué ropa tenía puesta debajo. Aquellas expertas manos ya no salían de mi zona íntima y la estimulación empezó a surtir efecto en mi cuerpo, obligándome a pensar en otras cosas para calmar una vergonzosa erección que se haría visible en cuanto me diera la vuelta. Me costaba mantener la compostura con ese masaje porque llevaba demasiado tiempo sin sexo, pero tras una intensa lucha contra mis instintos, conseguí dominar mi cuerpo en el preciso momento en que me volvieron a tapar y me pidieron que me diera la vuelta, no sin antes ponerme un antifaz para que la luz de la sala no me molestara... empecé a sentirme incómodo con esas cosas, pero seguí achacándolas a los extras.
Entre risas y preguntas, se centraron en mis pies y de nuevo empecé a sentir el calor en mi cuerpo, comenzando otra lucha contra mi mismo. Esta vez no tardaron demasiado en llegar a la toalla y pude sentir cómo la retiraban suavemente para que asomara mi miembro; tal y como estaba, mis manos se encontraban abiertas y con las palmas mirando al techo, totalmente relajado y ajeno a lo que ocurría en esa habitación.
De repente, algo pesado y duro se posó en cada una de ellas y por acto reflejo las cerré; la toalla se retiró del todo y ya no sabía qué manos recorrían mis piernas y cuáles mi pecho, pero tampoco me importaba. Empecé a manosear aquellos objetos que palpitaban en mis manos y fue cuando me di cuenta de dónde me había metido...
Pero no me importaba, mi cuerpo estaba a cien y quería sentir a esos machos dentro de mi ser.
Solté uno de aquellos trozos de carne para retirar el antifaz y fue evidente mi sorpresa al ver a aquellos hombres desnudos mirándome fijamente y sonriéndome. Charly tenía un tamaño normal, pero James estaba muy bien dotado; les dije que no sabía que esos eran los extras (yo solo quería un masaje) y me dijeron que podíamos cancelarlos en ese momento, pero mi evidente erección se negaba a dar por terminada la sesión, así que me incorporé para sentirles más de cerca y llegar hasta el final.
La sala de masaje tenía una puerta que daba a una preciosa habitación y allí nos metimos, no sin antes recibir un maravilloso y excitante lavado íntimo en el baño.
Nos fuimos a la cama y ellos se acostaron uno a cada lado de mi cuerpo, acariciándome para despertar todo tipo de sensaciones en mi piel; en todo momento me pedían que me relajara y me dejara hacer, pero siempre he sido muy inquieto y esa ocasión no iba a ser una excepción.
Pronto nos vimos envueltos en un duelo de besos y caricias a 3 bandas. De rodillas, pude sentir toda la virilidad de Charly en contacto con la mía, al tiempo que James se entretenía en mi espalda y uno de sus dedos empezaba a llamar a las puertas de mi ano.
Hacía tiempo de mi última noche de sexo y aún más de la última vez de sexo en grupo; aquellos cuerpos desprendían mucho calor y los olores se mezclaban con el incienso que inundaba la habitación. Abrazos, besos, caricias, lenguas que recorrían mi cuello y mi espalda... mi excitación estaba llegando a límites desconocidos, mi erección empezaba a concentrar toda la sangre de mi cuerpo en un solo punto.
Volvieron a tumbarme y sus bocas recorrieron todo mi cuerpo, regalándome un abanico de sensaciones y una ración de sexo oral a dos bocas que casi exprime toda mi leche. Aunque sienta mayor atracción por las mujeres, no puedo negar que nadie conoce tu cuerpo mejor que alguien de tu mismo sexo.
Yo también quería participar y no tardé en ponerme a 4 patas para degustar aquellos rabos erectos; disfruté de ellos con mi lengua y mis manos, dedicando tiempo a uno y a otro, incluso llevándome los dos a la boca, hasta que Charly decidió lubricar mi ano con su lengua y masturbarme con sus dedos. La entrada fue un poco dolorosa por los nervios, pero el dolor no tardó en convertirse en placer, hasta sentir 3 de sus dedos mientras realizaba una felación al inmenso rabo de James.
De repente sentí el glande de Charly presionando para entrar en mi ano y me acomodé para recibirlo; sentir cómo esos dos hombres llenaban mis agujeros era algo que me excitaba muchísimo.
Cambiamos de postura para que pudiera cabalgar sobre ese cuerpo y James se hizo a un lado para esperar su turno, mientras se masturbaba; estaba deseando sentir dentro de mi aquel miembro descomunal y no tardé en hacerlo... James entró con mucho cuidado y Charly aprovechó para regalarme su perfecto culo. Los 3 nos unimos en un tren de penetraciones muy placentero, hasta que Charly no pudo más y se corrió sobre las sábanas.
James me llevó al borde de la cama y Charly se metió bajo mi cuerpo para regalarme sexo oral mientras el pelirrojo superdotado seguía penetrándome; era el pene más largo y grueso que había entrado en mi cuerpo, me hacía sentir completo y la fuerza de sus embestidas hacía que Charly casi se ahogara cada vez que me empotraba contra la cama.
No quería terminar sin haber probado su culo de gimnasio y cambiamos de posición para que fuera yo el activo, no sin antes disfrutar de un rico 69 en el que Charly, ya recuperado tras su eyaculación, se unió a mi para dilatar el ano de James.
Los músculos anales de ese hombre se cerraron con fuera en torno a mi pene y elevaron mi sensibilidad a límites desconocidos, le penetré con fuerza y puse todo mi empeño en las embestidas,
hasta que mi cuerpo llegó a su clímax cuando Charly se colocó tras de mi y me metió su miembro de una estocada.
El preservativo se me quedó pequeño con la descomunal descarga de semen que salió de mi cuerpo, James fue a quitármelo y aún saltó un chorro a su cara; seguí eyaculando en las primeras embestidas de Charly, vacié mis reservas de semen y caí rendido en la cama, convirtiéndome en un muñeco a merced de esos dos machos que hacían conmigo lo que querían...
Metiendo unos cojines bajo mi vientre, alzaron mi ano y se turnaron para penetrarme sin compasión, dilatándome cada vez más un agujero que estaba llegando al límite.
Fue entonces cuando James se tumbó sobre mi cuerpo y con una demostración de fuerza me dio la vuelta y me alzó las piernas, momento en el que asistí impotente al espectáculo de un Charly que cerraba aquel sandwich con una lamida a mi pene, unas gotas de lubricante al suyo y un intento de penetración en un ano que se encontraba completamente lleno con el pene de mi amante pelirrojo.
Se tomó su tiempo para estimularme y dilatar mi anillo rosado, yo ya no tenía fuerzas ni para respirar y era incapaz de articular palabra, hasta que su glande entró dentro de mi y sentí que me rompían el culo, pero sin dolor... me vi siendo receptor de una doble penetración anal, algo en lo que había participado con anterioridad, pero siendo uno de los que penetraban; no sé si el acto duró 2 segundos o 2 horas, yo ya no era yo y lo único que alcancé a decir era que quería su leche en mi cuerpo. Sentía que iba a reventar, me sentía sucio y usado, pero eso me excitaba...
Todos tenemos un límite y un pequeño chorro de semen salió de mi cuerpo cuando sentí que mis amantes llegaban al clímax; salieron de mi y, dejándome tirado sobre la cama, lanzaron sus descargas sobre mi cuerpo desnudo, para poner punto y final a aquel acto en el que me vi sometido a aquellos hombres... desconozco el motivo (aún a día de hoy), pero los extras del masaje no llegué a pagarlos.
Tardé nada menos que todo el fin de semana en recuperarme por completo de aquello, tenía el ano tan sensible que hasta el roce de la ropa me provocaba escalofríos.
Al volver a la oficina el lunes, Pedro me preguntó con una pícara sonrisa por el masaje y le dije que me habían dejado la espalda como nueva.