El masaje
Una pareja de novios en busca de un masaje, encuentran algo mejor.
Hacer un viaje a Tailandia con tu novia y recorrer por primera vez un país tan bello y exótico como barato y seguro, es digno de ser contado.
Nos fuimos a la aventura, con solo las primeras dos noches de hotel reservadas, puesto que nos habían dicho que conseguir alojamiento allí era fácil y barato, muy barato. No imaginábamos cuanto.
Los 9 días que nos pasamos entre playas, hoteles humildes pero muy acogedores, paisajes de ensueño, comida tan exquisita como extraña y barata fueron espectaculares. No os voy a negar que el sexo se respira allá donde vayas, las mujeres son preciosas, los chicos realmente atractivos, el calor y la humedad hacen el resto, No debo de olvidarme que el ofrecimiento de sexo es continuo y para todos los gustos: Tríos, cuartetos, transexuales, lo que quieras por un módico precio, lo tienes. Las jornadas exhaustivas de sexo siempre que podíamos eran dignas de ser escritas aquí. Pero estoy seguro de que no queréis leer como una pareja de novios hacen el amor en un hotel, en un rinconcito de una playa o tienen sexo oral allá donde pueden, no, aquí siempre se va más allá.
El penúltimo día teníamos un superávit de dinero más que considerable, teniendo en cuenta de que la noche de hotel cuesta no más de 10 Euros y comer los dos salía por unos 6 (tirando por lo alto) nos encontramos con que nos quedaba bastante dinero para solo 1 día.
Decidimos, supongo que llevados por ese ambiente tan sexual y no sin estar algo nerviosos por la idea, gastarnos un poco de ese sobrante en uno de los famosos "masajes tailandeses". Sabíamos que tendríamos que tener cuidado, puesto que nos habían dicho que si no elegías bien el lugar o la tarifa esos masajes podrían convertirse en una bacanal o algo peor.
Así que como problemas de dinero no teníamos, decidimos fiarnos de nuestra guía e irnos al centro de la ciudad a un local de masajes limpio, decente y con bastante gente.
Desde luego el lugar era muy curioso y tanto la gente que trabajaba en el como los clientes parecían bastante "decentes". Desde luego, las bromas que nos gastábamos nosotros eran más que sexuales:
Bueno y si nos hacen alguna cosa, pues tenemos dos opciones, o nos dejamos o nos levantamos y salimos corriendo Decía Cristina
Déjate de cuentos que después nos buscamos un lío Le respondí haciéndome el serio
Cuando fuimos al mostrador y preguntamos en ingles si nos podían dar un masaje, un chico atractivo, morenito y bajito, nos respondió en un perfecto ingles que en ese centro de masajes las citas se pedían con varios días de antelación. Nuestro gozo en un pozo.
Cuando nos vio la cara de desengaño, sonrió y nos dijo que había otra casa de masajes, donde el trabajaba también, y que allí sí que esperando un poco nos podrían atender ese mismo día e igual de bien.
Nos señaló el lugar en el mapa callejero y salimos de allí en un mar de dudas.
No sé Cris, te repito que aquí hay que andar con cuidado en estas cosas Le dije saliendo del local mientras ella miraba el mapa
A mi me ha dado buenas sensaciones el tío este Me respondió buscando con la vista la calle en cuestión, parecía más que convencida.
A ti lo que pasa es que te ha gustado el pequeñito Le respondí tomándola por el cuello
No estaba mal, un poquito bajo para mi gusto. Pero yo creo que nos podemos arriesgar a ir y si vemos que el lugar es un putiferio sin control, nos vamos Me dijo.
Así lo hicimos. Llegamos en cinco minutos a otro local, un poco más pequeño pero igual de limpio y ordenado. Cristina me miró y con las manos me hizo un gesto de "¿Ves que te dije?"
Entramos, yo no las tenía todas conmigo, si fuera yo con mis amigotes, no me hubiera importado, pero Cristina era mi novia y no tenía pensado "sacrificarla" a cualquier transexual, gigoló o prostituta tailandesa pensamiento de machito, que lo llamarán algunas.
Detrás del mostrador estaba un bellezón moreno y con ojos negros, alta y delgada, que nos recibió con una amable sonrisa, cosa que nos tranquilizó. Cristina intentó explicarle que el chico que trabajaba en el otro local, nos había recomendado este para que nos hicieran un buen masaje tailandés. Ella muy amablemente y siempre con una sonrisa en los ojos asintió y nos dio dos folletos (sospechosamente usados) para que eligiéramos los masajes que queríamos. Cristina los aceptó, pero se adelanto a ellos y le dijo a la recepcionista que queríamos el más completo que tuvieran.
¿Estás loca? Le pregunté
Quieres calmarte un poco, joder! Mira que local. Estás un poco histérico con el tema de las putas, cálmate hombre!!! Me respondió bastante enfadada.
La verdad es que tenía razón, estaba bastante histérico con respecto de ese tema y lo que estaba claro es que si alguien se propasaba, solo en nuestras manos estaba levantarse e irse de allí.
Tienes razón, perdóname Le dije dándole un buen beso delante de nuestra anfitriona.
No pasa nada, tonto Me respondió.
La chica nos llevó a la sala de masajes donde comenzamos a desvestirnos.
Haré una pausa para deciros la suerte que tengo:
Cristina es una chica rubia, 175 Cm. de un muy bonito cuerpo, debido a sus años haciendo deporte, está muy bien proporcionada, su falta de tetas lo compensa con un culo y unas piernas espectaculares. Tiene una cara con facciones duras, lo que se llama belleza extraña, pero no deja indiferente. Es extrovertida sin llegar a ser una bocazas, le gusta vestir cómodo y le encanta el sexo. Comenzamos a salir hace 3 años y aunque me resulte extraño de decir, ella llegó con más experiencia en el sexo, no tiene tabúes y le gusta tanto el sexo romántico en la cama por la noche y con velas, como gritar como una loca que se la meta por el culo en la cocina un domingo después del desayuno. Una verdadera joya.
Cambiándonos, no pude más que deleitarme con su cuerpo, ella sabía que la estaba observando y no dudo en quitarse sus pantalones cortos y su camiseta de tirantes con lentitud una verdadera joya.
En la sala había dos camas limpias y muy profesionales, con esos cabeceros con un hueco en medio para que puedas ponerte cabeza abajo sin ahogarte. Los dos estábamos ya sentados cada uno en su cama, cuando entraron por otra puerta los dos masajistas. Cristina se ruborizó al ver que uno de los dos era un chico y la otra una chica, supongo que como yo, pensaría que el masaje nos lo harían dos mujeres pero no.
Los dos vestían bata blanca y corta sin botones, con pantalones cortos debajo (mucho calor en Tailandia) sandalias y sin camisetas debajo de la bata.
El chico era alto, atractivo y bastante atlético, con facciones muy orientales y pelo corto y muy moreno. Ella era más bajita, con cara regordita pero con su encanto, pelo largo moreno (como no) y se le adivinaban un buen y bien puesto par de tetas.
Cristina y yo nos miramos, bastante cortados y más nerviosos aún. Los dos masajistas con una amplia y brillante sonrisa nos indicaron que nos tumbáramos en la camilla, boca abajo. Los nervios aumentaron aún más cuando lo que temíamos sucedió: El chico se encargaría de Cristina y la pequeña chica de mí.
Los dos únicos pensamientos que me vinieron a la cabeza fueron: "Te lo dije" y "si la toca más de lo normal, le mato".
Me podría haber venido alguno más cuando el chico le manipuló con gran destreza el sujetador y se lo quitó con cuidado. Cristina pegó sus brazos al cuerpo en un acto reflejo, como haciendo ver que no quiero que sus pequeñas tetas se las viera ningún masajista tailandés, por muy macizo que estuviera.
Nos pusieron una toalla a los dos a la altura del culo y comenzó a sonar una música muy relajante y bajita. Yo levanté la cabeza y la coloqué mirando a mi chica, que solo se movía por su respiración. El masajista le separó los brazos del cuerpo diciéndole algo que yo no entendí. Ella obedeció y los colocó debajo de su cara, para lo que la giró y acabamos encontrando nuestras miradas. Lo único que nos salió a los dos fue una forzada sonrisa.
Sentí el respingo más grande de mi vida cuando la chica vertió sobre mi espalda un liquido viscoso y de muy buen olor, sentí otro más intenso cuando sus pequeñas manos comenzaron a recorrer mi espalda. Me fijé que la chica había bajado mi camilla para poder llegar más fácilmente a todos los lugares de mi espalda. Al chico no le hacía falta, el llegaba perfectamente a todos los rincones de Cris.
Nos relajamos cuando después de 10 minutos de masaje vimos que todo estaba en orden y que estábamos disfrutando como locos.
Nos pusimos nerviosos cuando en el minuto 12 comenzaron a masajearnos las piernas, pantorrillas y pies.
Las manos de mi masajista, llegaban casi hasta mi entrepierna, justo paraban cuando mi mente pedía socorro. Nuestras toallas solo cubrían el culo y poco más, yo llevaba mis slips y Cris . Mierda, Cris.
Cristina estaba mirando hacia abajo, no buscaba ayuda con su mirada, Cristina llevaba su tanga y la toalla dejaba ver esa pequeña arruga donde acaba la pierna y empieza el culo. Supuse que las manos de su masajista llegaban "solamente" hasta donde llegaban las de la mía.
Traté de relajarme cuando noté que la respiración de mi chica no aumentaba y traté de relajarme. Hasta que noté como las manos de mi tailandesa comenzaron a rozar levemente mi slip. No lo niego, estaba realmente excitado, me hubiera excitado mucho más si no fuera por el pensamiento que me atormentaba: Saber si a Cristina el chico llegaba a tocar donde tocaba su pequeña compañera. Volví a girar la cabeza y no hacía más que ver como las manos del chico desaparecían entre la pequeña toalla. La estaba tocando, seguro que estaba tocando su tanga, entre sus dedos y su coño solo se interponía una fina tela negra.
Traté de relajarme, si Cris no se levantaba ni protestaba, seguro que todo iba bien. Bueno, no todo, a mi si que la masajista me tocaba. Mi polla estaba comenzando a pensar por si misma y a tratar de levantarme de la camilla. Esa mezcla entre celos, excitación, morbo, estaba ganando a la racionalidad de mi mente.
Volví a meter la cabeza entre las almohadas de la camilla y traté de disfrutar del riesgo. Las manos de a chica ya tropezaban sin ningún pudor contra mi miembro ya bastante morcilloso.
Noté como en la camilla de al lado hubo un ruido un sonido de gente moviéndose. Justo cuando iba a girar la cabeza, la chica me obligó a ponerme boca arriba, cuando lo hice, vi que Cristina ya estaba en esa posición. Sus pequeños pechos apuntaban al techo, los pezones siempre duros y firmes. Me sentí excitado, nervioso, celoso, pero sobre todo excitado, muy excitado. Traté de cruzar mi mirada con la suya, pero me fue imposible, Cristina estaba ida, con la mirada perdida, con la cara colorada y los ojos entreabiertos, mientras las manos aceitosas de su masajista recorrían su cuello, hombros incluso acariciaban la carne de alrededor de sus pequeños pechos, continuando por su barriguita esto era demasiado.
Me puse muy nervioso, supuse que a ella también le había puesto cardiaca el masaje de su tailandés y estaba a punto de explotar.
La chiquita me obligó a bajar la cabeza y comenzó a masajearme tanto el pecho como los hombros. El liquido viscoso seguía oliendo a flores y las pequeñas manos de la masajista arrancaban ruidos viscosos de las curvas de mi cuerpo: cuello, hombros, codos, muñecas, dedos, pecho, tripa los dedos desaparecieron debajo de la toalla, rozando de nuevo la goma de mi slip. Giré la cabeza buscando la mirada de Cris, pero esta seguía mirando al techo con los ojos cerrados. ¿Dónde estaba ahora su masajista?
Estaba entre sus piernas, masajeando los pies de mi novia. Los pies de mi novia son uno de los puntos más erógenos que tiene, si no le haces cosquillas y solo se los acaricias o masajeas se vuelve loca. Y allí estaba el tailandés metiendo sus dedos entre los de mi novia.
En un solo segundo la toalla que me cubría el slip acabó en el suelo y la chica se colocó donde su compañero, a los pies de la camilla, jugando con los dedos de mis pies. Ya no podía más, mi polla casi saltaba del slip tirando de la goma hacía arriba. Giré la cabeza y mi polla desató toda su furia cuando vio algo negro y pequeño en el suelo, al lado de la camilla de Cristina.
Era su tanga.
La toalla seguía en su sitio, pero su tango no.
Quería protestar, pero la boca de la pequeña tailandesa interrumpió mi enfado cuando comenzó a chupar los dedos de mis pies.
Mi mente solo pudo quejarse de esta manera: "¿Qué está haciendo? Diossss"
Giro la cabeza y veo que el masajista está dando buena cuenta de las entrepiernas de mi chica, llegando hasta no se donde ya, sin tela de por medio. Mi polla quiere protestar, pero de manera muy diferente a lo que quiere hacer mi cabeza.
El chico hace lo que su compañera hizo hace unos segundos: Toma la toalla de Cristina y la arroja al suelo, tapando el tanga de mi chica. Cristina ahora está desnuda, ligeramente arqueada por la espalda, recibiendo las manos del masajista increíblemente cerca de su coño.
Mi masajista quiere quitarme los slips y yo la ayudo levantando mi cintura.
Ahora ya lo podía ver y sentir todo.
La respiración de Cristina hacía que no me importara nada, puesto que a ella no le importaba nada.
La pequeña masajista se inclinó hacia delante, entre mis piernas y con las manos llenas de líquido viscoso y resbaladizo. Toma mi polla dura y tiesa y comienza a masajearla de arriba abajo, despacio, muy despacio. Logro levantar la cabeza y la veo inclinada hacia mi, con esa imborrable sonrisa en su bonita cara. Puedo ver entre su camisa, sus dos bonitos y generosos pechos colgando, moviéndose tan lentamente como ella está masajeando mi picha.
Tengo unas ganas de meter mi polla en algún sitio que si no lo consigo me voy a volver loso. Giro la cabeza, Cris sigue sin mirarme, bastante tiene ella con aguantar las embestidas que le está dando con sus dedos el chico, la está masturbando con su mano derecha, con la palma hacia arriba y moviéndola frenéticamente arriba y abajo, Cristina no gime, solo respira larga y profundamente. La conozco lo suficiente como para adivinar que está gozando y que ahora mismo en toda Tailandia solo existen ella y los dedos del masajista.
Vuelvo la vista a mi pequeña tailandesa, continua masajeando con la misma lentitud mi polla: arriba abajo arriba abajo. Me está volviendo loco. Usa las dos manos como una profesional.
Se inclina un poco más hacia mi polla, abre la pequeña boca y toma mi dura verga con ella. No se mueve, no hace movimiento, solamente se la introduce entera y aprieta mi carne. Ahora gimo y agarro su cabeza. Noto los "slurp, slurp" de las pequeñas succiones que me hace.
Tengo celos. Pero me muero de gusto.
Giro la cabeza y veo que el masajista tiene la suya entre las piernas de Cris. Ella vuelve a arquear su cuerpo, acto que solo hace cuando está disfrutando como una zorra. Empuja la cabeza de su masajista, como si quisiera introducirlo dentro de su húmedo coño. Ahora sí que gime un poco. El masajista aprovecha la elevación de su culo para tomarle las nalgas y adoptar una postura más cómoda para ella. Es otro profesional.
Me voy a correr, pero no se como demonios la chica lo adivina y saca mi polla de su boca. Unos hilos de saliva caen de la comisura de sus labios. Dice algo inteligible a su compañero que se separa de las piernas de Cristina relamiéndose los labios.
Cristina por primera vez gira la cabeza y me mira:
Lo siento, lo siento, perdóname mi amor Me susurra, casi gimiendo.
Le respondo con una mueca que intenta ser una sonrisa. No sé si me está pidiendo perdón por lo que le está haciendo el chico o por que yo al final tenía razón y esto era un burdel.
La tailandesa se quita los pantalones cortos y solo me da tiempo ver que no lleva ropa interior, lo siguiente que hace es subirse a la camilla y montarme. Así sin preámbulos, ni besos, ni romanticismo. Con la camisa puesta se sube y con sus hábiles manos me toma mi chorreante polla y se la inserta en el depilado coño. Deja que yo le quite la camisa (entrará en el plan) y sus dos preciosas y perfectamente puestas tetas botan ante mi. Son reales, las toco y me alegra, pero no pienso en ello demasiado tiempo, solo el justo antes de que ella comience a cabalgarme despacio. Es una diosa.
Veo movimiento a mi derecha. Veo a Cristina bajándose de la camilla y apoyando en ella sus manos, dándole el culo al chico, que se embadurna ligeramente su polla con el líquido con el que nos daban el masaje, polla que por otra parte es tan interesante como el, unos 18-20 cm. y de un grosor considerable. Se acerca a ella y despacio, inhumanamente despacio, se la comienza meter, Cris gime, aprieta con sus manos el colchón de la camilla, el chico acaba por acoplarse a ella perfectamente y le toma las pequeñas tetas, comenzando a sobarlas.
La pequeña chica que me cabalga, se apoya en sus pies y colocándose en cuclillas continúa follándome, también muy despacio, arriba y abajo en perpendicular a mi polla.. Ahora ella gime un poco también.
El chico está jodiendo a Cris bastante más rápido que antes, los "flap, flap, flap" contra las nalgas de mi chica indican que le está dando bien, ella ya suelta un gritito bastante alto cada vez que el le embiste. Se va a correr enseguida. La conozco lo suficiente.
Me corro, vuelvo a sorprenderme como la chica lo sabe y se separa de mí con rapidez y comienza a pajearme, con su boca y lengua rozando mi glande. Me corro mucho y bien, las manos de la chica hacen que mi leche salga disparada hacia su boca y mejillas, juega con ella, como una actriz porno. Estruja mi polla hasta que me saca la última gota de mi esperma.
Oigo a Cristina gritar, se está corriendo salvajemente, como lo hacemos en nuestros mejores polvos. El chico bufa y noto que también está a punto de correrse. Hábilmente se separa de ella y con sus fuertes brazos la vuelve a poner encima de la camilla boca arriba.
La masajista se divierte limpiando con su boca mi polla mientras mira como su compañero le da de comer la suya a mi novia.
Cris se la succiona, el chico se la menea mientras ella le dice algo muy bajito, apenas escucho un "nmmeltod". El joven tailandés le coloca la punta de la polla justo delante de la boca y comienza a correrse. No es muy grato ver como tu novia, la chica a quien quieres, se traga la corrida de un extraño, pero la mamada que vuelve a hacerme la masajista de las tetas bonitas mientras lo veo hace que me corra de nuevo, esta vez dentro de su boca.
Cristina se traga lo que puede (inconscientes que somos) y lo que no, el chico se lo extiende por las mejillas.
Los dos masajistas, se limpian con sendas toallas se despiden con una leve reverencia hacia nosotros y nos dejan solos.
Nos lavamos en silencio en las pequeñas duchas que tienen habilitadas.
No me atrevo a mirar a Cris, como no sé que decir meto la pata:
Ya te lo había dicho - Le digo sin mirarla
Me sorprende su respuesta:
¿Y no te alegras de haberte equivocado? Me responde mirándome a los ojos por primera vez desde que el chico se corrió en su boca.
Me giro de nuevo, la miro y la abrazo bajo el agua caliente de la ducha.
No os diré lo que nos costó el masaje.