El masaje
Un hombre y una mujer, compañeros de trabajo, deciden dar rienda suelta a sus deseos con el pretexto de un masaje.
A las ocho y media de la mañana, yo ya estaba sentado en la mesa de mi despacho, preparándome para una mañana de trabajo sin sobresaltos. No me podía quejar. Mi posición en el escalafón de la sociedad de asesoría era buena, mi matrimonio discurría placenteramente y a mis 40 años, mi vida discurría bastante plácidamente. Aunque... estaba Beatriz.
Beatriz se había incorporado a la empresa hacía menos de dos meses, y ocupaba un despacho contiguo al mío. Tenía 38 años y estaba casada con un médico. Era una mujer de alrededor de 1,65 de altura, alegre, con un cuerpo no espectacular, pero si muy femenino, con amplias caderas y una talla 95 de pecho, según ella ya me había confesado. Si, porque desde el principio, y ayudados por tener que realizar varios trabajos juntos, entre nosotros se había establecido una relación de mutua confianza, que nos permitía hablar despreocupadamente de cualquier tema, entre los que no faltaban, bromas acerca de nuestros cuerpos, nuestros gustos, etc... Jugábamos ambos a las insinuaciones, los coqueteos, perro quizás de mutuo acuerdo, ninguno de nosotros daba un paso real. Por supuesto, ella ya estaba en mis fantasías, y yo empezaba a tener la impresión de que quizás yo, a pesar de ser un hombre bastante normal, 1.75 cm, delgado, también podría estar en las suyas.
Se oyeron pasos en el pasillo, y el ruido de la puerta del despacho de Beatriz. Ya había llegado. Si cumplía su rutina, en cinco minutos saldría, se serviría un café en la máquina y vendría a saludarme.
Y efectivamente, a los cinco minutos ya estaba sentada enfrente de mí. Hoy estaba tan bonita como siempre. Un vestido azul que le llegaba hasta la rodilla, ligeramente escotado, medias negras y zapatos de pequeño tacón.
-Hola, Juan.
-Hola, BEA... ¿qué tal?
-Un poco acelerada. He llegado tarde.
-Que estarías tu haciendo en la cama...
-jajá... Juan. Pues mira, hoy nada, ya ves. Mi marido se marcha ayer a Madrid a un congreso de esos. Solita toda la noche, toda.
-Lamentable, BEA. Toda la noche sola en casa ¿y no me llamas? .Es imperdonable.....
-Lo pensé, Juan, lo pensé. Me dije, yo solita en casa, sé el número de Juan. ¿Porqué no llamarlo?
-Mmmm
-Pero, luego me dije. No. ¿Qué pensará de mí?
-¿yo? Nada. Santo varón. Te habría hecho compañía solamente. Tú solita..
-je, je, sí. Compañía. Además, puff..., y ahora hablando en serio..
-dime
-Me duele el cuello. No sé que me pasa... Se pasó la mano por el cuello, la nuca... se frotaba.
-tendrás algún músculo agarrotado
-Quizás
-Vete a que te den un masaje. Un profesional bueno te deja nueva.
-Cuestan una pasta, Juan.
-Pues mira, yo tengo cierta práctica, BEA. ¿Me dejas que te frote? Y empecé a levantarme.
-No, Juan. Hombre, aquí no. Ese "aquí", de repente me sonó a gloria.
-Tu te lo pierdes. En serio, doy bastantes buenos masajes. Sé hasta alguna técnica de quiromasaje.
-¿Sí?...que completito..
-Bueno, BEA, hay que trabajar. ¿Quieres ese masaje o no?
-Uff, no. Me he tomado un calmante. Pero... tengo curiosidad por ver como se te da eso... jejeje, mucho balbabab y luego seguro que me dejas la espalda más dolorida.
Vaya con BEA. Primero el cuello, ahora ya le dolía le espalda. Había que ser un idiota para no darse cuenta de que ella estaba decidiendo ya por los dos.
-Pues mira, si te sigue doliendo por la tarde, me llamas y te voy a dar ese masajito. O mejor, quedamos ya...
-Caray, bueno... Ya hablaremos a lo largo de la mañana..
-Vale...
La mañana pasó demasiado lentamente para mi gusto, pero al fin, sobre las tres, BEA pasó a despedirse por mi despacho.
-Marcho, Juan.
-Bueno. ¿Qué tal ese cuello?
-Me sigue doliendo...
-necesitas ese masaje...
-te tomo por la palabra. ¿Nos vemos en mi casa a las cinco?
-Allí estaré
-¿qué necesitas?
-¿cómo?
-¿sabes dar masajes o no, Juan? Cremas, aceites... no sé
-ah, no te preocupes. Ya me encargo yo.
-Vale, hasta la tarde.
-Hasta la tarde.
A los diez minutos, bajé del despacho a la calle. Tenía suerte. Cerca había unos grandes almacenes y una sex-shop. Compré lo que necesitaba y, entre unas cosas y otras, cuando me di cuenta, ya eran las cinco de la tarde y me encontraba ya delante del piso de Beatriz, tocando el timbre de su casa.
Me abrió envuelta en una bata y pasé.
-estaba en la cama, descansando un poco.
-¿te sigue doliendo?
-Sí...
-ya verás como te alivio.
-¿qué llevas en la bolsa?
-lo necesario para el masaje.
-¡que profesional, je, je. ¡Bueno, ¿dónde me pongo?
-Tiéndete en la cama, boca abajo, por supuesto. Y tendrás que quitarte la bata, Bea, te duele la espalda también...
-Oye, que debajo llevo a la ropa interior.
-vaya. ¿Qué pensabas? Bueno, ponte un bikini si te da menos vergüenza.
-Vale, espérame en la habitación.
Allí fui, y a los cinco minutos apareció, ya con un bikini rojo bajo su bata. Se la quitó y se tendió en su cama, boca abajo, mientras yo la observaba. Su piel era ligeramente morena, aparentaba suavidad, pedía a gritos ser acariciada.
-¿así, señor masajista?...
-Sí, más o menos...
-¿cómo que más o menos?
-falta algo... dije
Y metí la mano en mi bolsa, sacando un pequeño antifaz de esos que se utilizan para dormir. Y sin preguntar nada, se lo puse a Beatriz.
-¿y esto?
-Un masaje tiene que ser absolutamente relajante, Bea. Tienes que concentrarte en todos sus sentidos... En todos... Y dejaremos la vista para el final...
-Mmmmm... BEA empezaba a ronronear, con sólo estar tendida boca abajo, sus ojos vendados, sus brazos hacia arriba, esperando ya...
-¿no empiezas, Juan?
-Déjame prepararme. No querrás que me manche la ropa.
-¿qué?
-Que me estoy desnudando. Te voy a dar el masaje desnudo.
-Juan...
-Sss. Relájate. No pienses en mi desnudo. Todavía. Concéntrate en tus sentidos.
Disfruté de la visión. Admiré su cuerpo a conciencia. Tendida en la cama, esperándome.
-Si, concéntrate. Primero en el tacto...
Y según le decía esto, yo, desnudo ya, de pie en la cama a su lado, froté mis manos con un aceite especial para masajes que había comprado en la sexshop. Y mis manos empezaron a masajear suavemente su cuello. La verdad es que yo si tenía alguna experiencia de masajes, de mi etapa deportiva, y alguna vez lo practicaba con mi mujer. Pero ahora, tengo que reconocer, que estaba ya totalmente excitado. Mi miembro estaba totalmente erecto, a escasos centímetros del cuerpo de Beatriz, y ella, inmóvil, aparentemente relajada, se dejaba hacer.
Mis manos pasaban de su cuello, a sus orejas, las acariciaban lentamente, estiraban sus lóbulos... No había prisa...
-BEA, le susurré al oído. Tienen que trabajar todos los sentidos. El olfato. ¿no notas el olor?
-Sí..
-¿a que hueles?
-canela..
-Sí...
El aceite que estaba utilizando dejaba efectivamente un suave olor a canela en el ambiente. Era especial para masajes, aunque no era el último sabor que tenía reservado para BEA.
Mis manos empezaron a bajar por su espalda. Despacio, movimientos lentos, en vertical...
-BEA, me molesta la parte de atrás del sujetador. Te la voy a desabrochar.
-Siiii.....
Su voz apenas era audible. Su cara empezaba a mostrar signos de rubor...
Le desabroche el sujetador y su espalda quedó a merced totalmente de mis manos. Seguí con mis movimientos lentos un par de minutos y le tomé uno de sus brazos. Se lo masajeé suavemente, untándoselo en aceite. Mi mano empezaba en la suya, y luego recorría todo su brazo y volvía a perderse en su espalda. En esos movimientos.era ya inevitable, que de vez en cuando, mi polla tiesa rozase su cuerpo. Después el otro brazo...
Me subí a la cama y me puse de rodillas a su lado.
-El oído, BEA. El oído también tiene que sentir. Le susurraba... ¿te gusta que te hablen al oído?
-Siii...
-¿te gusta que te diga lo excitada que estás? ¿Te gusta oír que me has puesto la polla tiesa?
-Siii... dios... sí.
-Disfruta un poco más del tacto. Y le puse mi aparato en una de sus manos. Ella lo agarró suavemente e inmediatamente comenzó un lento movimiento de masaje. Mi glande aparecía y desaparecía entre sus manos.
-Me gusta tu polla..me gusta tocarla.
-Mmmm, gracias..
-Quiero verla. Decía ella sin dejar de masajear.
Le retiré la mano.
-Ssss, bea, sss... queda bastante masaje todavía. Tranquila...
Mis manos ahora bajaban por su espalda hacia la parte de debajo de su bikini. Se paraban justo al llegar, y volvían a subir despacito. Y volvían a bajar, y algún dedo se introducía por debajo de su bañador y se retiraba de nuevo...
Y, cuando volvían a bajar, se introducían cada vez un poquito más. Ahora, ya, mis manos pasaban completamente por debajo de su bañador, acariciaban sus nalgas, salían por el principio de sus piernas y retrocedían en su viaje. BEA había llevado una de sus manos a la boca. Disfrutaba.
Cambié de posición y me situé a sus pies, mirando al cabecero de la cama. Mi excitación era terrible y no voy a ocultar que entre los masajes a BEA, alguno se escapaba hacia mi polla...
Le abrí las piernas y cogí uno de sus pies, colocándolo sobre mis hombros. Mis manos se deslizaban ahora por sus pies y avanzaban por sus piernas, casi hasta las rodillas. En esta posición, el contacto de su pierna con mi cuerpo era ya casi continuo. Repetí la operación con el otro pie, y luego dejé de nuevo sus piernas, totalmente abiertas sobre la cama. Y yo, entre ellas, moví mis manos untadas de aceite, entre sus muslos, hacia arriba... recorría la parte interna de sus muslos, y me acercaba ya a su entrepierna. El borde de mis dedos chocaba ya contra su coñito, todavía tapado por el bikini.
Sin decir palabra, metí la mano por debajo de su bañador y se lo puse en forma de tanga, estirándoselo bien hacia arriba. Su culo quedaba casi totalmente al descubierto, y ya la tira del bikini se había introducido en su rajita, dándome una visión todavía más excitante de sus labios mayores cubiertos por un vello negro, no excesivamente recortado.
Mis manos seguían subiendo y bajando por sus muslos, pero cuando se acercaban a su coñito, dos de mis dedos, totalmente rectos, chocaban contra la tira del bañador y la empujaban. La humedad se abría paso ya entre las piernas de BEA. Mis dedos hacían que la tela del bañador se introdujera dentro de ella.
Alcé su culo y le aparté la braguita del bikini hacia un lado. Ella quedó a cuatro patas delante de mí con su coño ya totalmente expuesta.
-Ahh...
-¿le gusta el masaje a la nena?
-Sí...
-¿está mejor la espalda?
-Mmm.siiii...
-Ayudémosla un poco. Mis manos se situaron sobre sus caderas y empecé a moverlas con en un sentido circular. Ella se dejaba hacer completamente.
-Asiiii... BEA. Así. Imagínate que estás follandote una polla. que la estás cabalgando...
-Tu polla... quiero que sea la tuya. métemela ya... Juan...
Uno de mis dedos se introdujo ya sin temores en su agujerito. Estaba totalmente húmedo, y pronto fueron dos los dedos que exploraban la intimidad de BEA, que ya jadeaba sin cesar, sus ojos todavía vendados, su mano en la boca, como queriendo ocultar el placer que estaba sintiendo...
-Ahh. sigue... sigue...
- BEA. Me situé de nuevo enfrente de su cara.
-Queee...
-Todavía te falta algún sentido... el del gusto. Por ejemplo..
Y según le decía esto, le introduje mis dedos impregnados de sus jugos en su boca. Ella los chupaba con avidez, estaba desatada..
-Ves, BEA. Te gusta chupar. Chupa mis dedos. Enseguida chuparás mi polla, y la verás, sí. Pero antes imagínala,. imagínate como me la estoy meneando delante de tu cara, para que tu boca la note bien dura...
Ella no decía nada, simplemente su boca devoraba mis dedos.
-¿te gusta el chocolate, BEA?
-Sí...
-Me estoy untando mi aparato con una crema de chocolate. ¿Quieres un poco?
-Siiii...
-¿seguro?
-Siii. Cabrón, dame ese chocolate..
Le metí la polla en su boca.
La chupaba con avidez... Se quitó el antifaz...
-Quiero verlaaaa.......
-Mírala, cómela.....
Ella siguió devorando mi polla. La metía en su boca, la sacaba, la lamía entera, pasaba su lengua por mis huevos, no dejaba nada sin explorar.
Yo, mientras tanto le aferraba sus preciosas tetas, le pellizcaba los pezones, me apetecía morder toda su piel..
Ella había empezado ahora a masajear mi aparato como si nunca hubiera tenido una polla en sus manos. Me tenía a punto de reventar, pero ella todavía tenia más ganas que yo. Me empujó hacia atrás y se sentó encima de mí, ensartando su coñito en mi de un solo movimiento.
-Ahh, Juaaann. , Ahora me toca a mí..
-Sí..
-Dioss... ¿te gusta? ¿Te gusta que te folle tu compi?
-Siii...
Yo apenas aguantaba ya... ella se movía frenéticamente ante mí, me clavaba sus uñas en mis brazos...
Movía sus caderas circularmente. Esas caderas que a mí me volvían loco. Por un momento, se puso en cuclillas y vi como se alzaba y se dejaba caer sobre mí. Me estaba follando casi con desesperación. De repente, se corrió quedándose inmóvil, con pequeños espasmos...
Apenas pude sacar la polla de su interior, y contemplar como mi semen se derramaba sobre mi vientre incontroladamente...
Quedamos inmóviles durante unos minutos. El olor a canela y chocolate flotaba en el aire. Luego BEA habló.
-Juan
-¿Sí?
-Creo que me duele el pie..