El más dulce tabú

Traté de apartarme de él, perono podía, algo me lo impedía. Así que quedé allí, de pie,mirando el horizonte,sintiendo el calor de su cuerpo pegado al mio...

EL MÁS DULCE TABÚ.

Conocí a Marcos justo al terminar la Universidad. Por entonces, yo buscaba trabajo como periodista, y enseguida me contrataron en una emisora de radio como becaria. Marcos llevaba en la emisora unos pocos meses, también como becario, y enseguida surgió la amistad entre nosotros.

Teníamos la misma edad, las mismas inquietudes y por eso congeniamos tan bien. Empezamos a salir juntos, con un extenso grupo de amigos, (la mayoría eran amigos suyos de la infancia), y entre ellos estaba Vicente, su mejor amigo. Nada más conocerle, enseguida me sentí atraída por Vicente, y al parecer, él también se sintió atraído por mi. Así que, poco a poco, nuestra relación se fue afianzando, nos hicimos novios y finalmente nos casamos, mientras Marcos iba de una relación a otra acumulando fracasos.

El tiempo fue transcurriendo, y nuestros amigos se fueron casando uno tras otro, excepto Marcos que seguía soltero, acumulando relaciones y fracasos. Debido a la amistad existente entre los tres, Marcos solía pasar mucho tiempo con Vicente y conmigo. Y un día, quizás porque no me gustaba verle sólo, empecé a buscarle novias, y organizarle citas con amigas o compañeras del trabajo que estuvieran solteras y tuvieran nuestra misma edad. A veces, las citas daban paso a una relación que nunca duraba más de uno o dos meses, otra veces ni siquiera pasaban de la primera cita.

Y así llegó aquel verano en que nuestra amistad iba a cambiar por completo.

Tanto Marcos como yo acabábamos de cumplir 30 años y Vicente los 33 hacía un par de días, por eso, aquel 7 de Julio decidimos preparar una fiesta en la terraza de nuestro piso. Vicente y yo nos levantamos temprano par prepararlo todo. Marcos nos había dicho que vendría hacía a las once para ayudarnos, y llegó puntualmente. Mientras Marcos y Vicente preparaban las mesa y las sillas, yo empecé a hacer la comida.

Serian las doce cuando Vicente entró en la cocina y me dijo:

Tengo que ir a por el carbón para la barbacoa, tardaré un rato. ¿Vale?

Vale. Hasta luego.

Vicente se marchó y entonces, Marcos vino a hacerme compañía en la cocina.

¿Qué tal te fue anoche con Elisa? – le pregunté a Marcos.

Elisa era la última chica con la que le había organizado una cita, y llevaban un par de semanas saliendo.

Fatal, lo hemos dejado, – me respondió – somos incompatibles.

Vaya. Toma – le dije tendiéndole los platos y los cubiertos. Yo cogí los vasos y añadí: - vamos.

Salimos a la terraza, y pusimos la mesa mientras le decía:

Pues era una buena chica

Si, pero no era mi tipo. Además, hay otra mujer.

¿Otra? – pregunté extrañada.

Si, otra que ocupa todos mis pensamientos.

¿Y puedo saber quien es?

Marcos desvió su mirada de mí y miró el horizonte. Yo volví a entrar en el piso, me dirigí a la cocina, cogí las servilletas y volví a la terraza. Marcos estaba junto a la baranda mirando el horizonte. Puse las servilletas sobre la mesa, y luego me dirigí hacía donde él estaba. Desde allí arriba, (estabamos en un cuarto piso) se veía,gran parte de la ciudad. Sentí que se acercaba a mí, se puso a mi espalda, pegado a mí. Noté su aliento en mi oído, y entonces oí sus palabras susurrándome:

Eres tú, esa mujer a la que amo más que a mi vida, eres tú.

Un extraño escalofrío recorrió mi cuerpo.

Te amo desde el día en que te conocí – siguió murmurándome al oído, mientras sus manos recorrían mis hombros desnudos. – Por eso nunca he querido a otra, porque sólo te puedo amar a ti.

Traté de apartarme de él, pero no podía, algo me lo impedía. Así que me quedé allí, de pie, mirando el horizonte, sintiendo el calor de su cuerpo pegado al mío, y tratando de pensar si toda aquella admiración y amistad que había sentido siempre por él no sería también amor.

Sus brazos me rodearon y me abrazó, me besó en la mejilla y volví a oír su voz en mi oído diciendo:

Te amo.

No sé porque, pero dejé que sus manos acariciaran mi cuerpo por encima de la poca ropa que llevaba, (una camiseta de tirantes y un short). Estaba paralizada, pero a la vez, quería sentir el calor de sus manos sobre mi cuerpo. A medida que sus caricias, rodaban por mi cuerpo, noté como su sexo se iba excitando bajo el pantalón. Cerré los ojos y me dejé llevar.

Deseaba a aquel hombre, deseaba tenerle en mí, aunque sólo fuera una vez, y por extraño que pareciese. Sus manos se adentraron bajo mi camiseta, llegaron hasta mis senos, que acarició por encima del sujetador. Me apreté contra él. Su calor, su aroma, sus manos sobre mi cuerpo, me embrujaban y me daban vida. Sus labios besaron mi cuello, mientras sus manos se deslizaban ahora, por mi vientre, introduciéndose por el short. Estaba excitada, sentía la humedad de mi sexo empapando mis bragas. En ese momento, no existía nadie más en el mundo, sólo él y yo.

Marcos acarició mi vientre, sus manos siguieron metiéndose por entre mis bragas. Cerré los ojos, y me dejé llevar. Sus manos estaban ya sobre mi sexo, uno de sus dedos empezó a acariciar mi clítoris. Llevé mi cabeza hacía atrás, y la apoyé sobre su hombro. Marcos me besó en la mejilla, mientras su dedo se movía suavemente sobre mi clítoris. Sus labios descendieron hasta mi cuello, y mi cuerpo se estremeció.

Marcos quitó una de sus manos del interior de mis bragas y me bajó el short, dejándome sólo con las bragas. Oí el ruido de la cremallera de su pantalón, y noté su sexo erecto, desnudo, caliente, chocar con el nacimiento de mi culo. Me excité aún más, mi sexo estaba cada vez más húmedo. Sus dedos se introducían ahora en mi vagina, haciéndome gemir de placer.

Una fugaz imagen de Vicente apareció ante mí, pero enseguida la deseché. Traté de concentrarme en lo que Marcos me hacía sentir. Sus dedos se movían diestramente, entrando y saliendo de mi vagina, acariciando mi clítoris con cuidado. Sus labios besaban mi cuello, o lo chupaban con suavidad. Apartó ligeramente las bragas y noté como restregaba la punta de su pene por mi húmeda vagina, un nuevo espasmo recorrió mi cuerpo.

Le deseaba, quería tenerle dentro, sentirle, sentir el fuego que destilaban nuestros cuerpos. Su sexo erecto empezó a deslizarse por mi vagina, con suavidad, despacio. Sus manos recorrieron mi cuerpo hasta alcanzar mis senos, que estaban hinchados, excitados. Marcos empujaba cada vez más rápidamente contra mí, haciéndome sentir su polla entrando y saliendo. Me sentía cada vez más excitada, pero a la vez confundida, ¿cómo podía sentir aquel placer con otro hombre que no fuera Vicente?, ¿qué sentía por Marcos realmente?, ¿significaba aquello que le amaba?, ¿qué secretamente le había amado?. Mi cuerpo se estremecía con cada una de sus embestidas, e incluso disfrutaba más de lo que jamás lo había hecho con Vicente. En pocos segundos, empecé a sentir el inconfundible cosquilleo del placer. También Marcos estaba excitado, su sexo se hinchaba cada vez más dentro de mí. Un fuerte gemido escapó de mi garganta, justo en el mismo instante en que mi cuerpo se convulsionaba, alcanzando el éxtasis. Marcos a punto de correrse, sacó su sexo de mí, lo restregó unos segundos sobre mis nalgas y finalmente, se corrió llenándome la espalda con su semen.

Cuando ambos dejamos de convulsionarnos, fue como si despertáramos de un sueño.

Lo siento – me dijo Marcos.

Si, será mejor que olvidemos esto. – le dije yo, tratando de desterrar aquel error.

Porque de repente, todo me pareció un error, un terrible error que debía olvidar. Me arreglé la ropa, al igual que él y añadió:

Será lo mejor.

Justo en aquel momento oí la puerta que se abría.

¡Hola! – gritó Vicente desde la puerta.

Salí corriendo hacía él.

¡Hola, cariño! – le dije echándome en sus brazos.

Vicente se sorprendió y me preguntó:

¿Qué te pasa? – luego miró a Marcos, que estaba de pie en el quicio de la puerta de la terraza. - ¿Le has hecho algo?

No, es que te he echado de menos, cariño.

Si, has tardado bastante – añadió Marcos.

Durante el resto del día ninguno de los dos dijo nada, incluso durante los siguiente días, a pesar de vernos casi cada día. Ninguno de los dos, ni él ni yo hablamos de aquello. Aquel acto de amor se convirtió en el más dulce tabú para mí, y lo guardé para siempre en mi memoria.....

Erotika (Karenc, del grupo de autores de TR).