El Marqués, Andrea y Cristina
Dedicada a sumisa (de México) El dinero compra incluso esclavas.
El Marqués, Andrea y Cristina (I)
Todos los Capítulos dedicados a sumisa (de México), que espero disfrute con este relato.
Pablo y Ramiro habían logrado ganar la confianza de Andrea y Cristina. Ambas mujeres, de 20 años, aceptaron la invitación de los varones de pasar un día en el campo y entre bromas y risas, les dijeron que ese día serían sus prisioneras.
-¿Qué nos van a hacer? ¿Nos van a violar?-
-Nada de eso, pero si siguen hablando las vamos a amordazar.-
-¿De verdad nos van a amordazar? Una vez vi una peli de guerra en la cual tomaban prisioneros y amordazaban a una chica que no paraba de chillar, Siempre me pregunté qué se sentiría estar amordazada.-
-Si quieren, cuando paremos a descansar, las amordazamos.-
-Síííí. Quiero estar amordazada.-
Luego de andar algo más de dos horas se desviaron por un camino secundario y se internaron en un bosquesillo.
-Bueno, las vamos a amordazar. Pablo es un especialista en eso.-
-He traído unas bolas de goma que se ponen en la boca.-
¿Y para qué son?-
-Para que no les permita mover la lengua. Abran la boca.-
Andrea y Cristina abrieron sus bocas y Pablo les colocó las pequeñas bolas en la boca.
-Ahora cierren bien los labios. Les pondré una cinta de embalar sellando sus labios.-
Ambas jóvenes, confiadas, cerraron los labios y Pablo les colocó, cuidadosamente, la cinta. Ambas hicieron gestos de aprobación e intentaron, infructuosamente, hablar.
-¿Vieron? No pueden hablar ni gritar. Así debe hacerse con un par de chiquillas chillonas. ¿Y qué les hace a dos prisioneras? Se las ata a un árbol. Vengan, acérquense cada una a un árbol, de espaldas y pongas los brazos atrás.-
Ambas lo hicieron, divertidas, no imaginando lo que Pablo y Ramiro tenían planeado. En lugar de atarles las manos con una cuerda, sacaron esposas que rápidamente cerraron sobre las muñecas de las mujeres. Ambas quisieron soltarse e intentaron protestar, sin resultado positivo.
-Pueden quedarse un ratito así. A las prisioneras no hay que darles oportunidad de escapar.-
A través de la cinta que sellaba sus bocas comenzaron a emitir sonidos, seguramente de protesta, pero los muchachos no hicieron caso alguno. Volvieron al auto y trajeron unos grilletes con cadenas que colocaron en los tobillos de ambas jóvenes.
Si bien no era el plan original de ellos, tener a ambas a su disposición, encendió sus deseos. Se acercaron nuevamente y comenzaron a tocarle leas tetas por encima de la ropa, pero, luego fue por debajo de la ropa y encima del corpiño, pero a continuación soltaron el cierre de la prenda y acariciaban directamente los pezones.
Mientras tanto ambas jóvenes intentaban liberarse tanto de las manos inquisidoras como de las cadenas que las mantenían amarradas, sin mucho éxito.
Fue Ramiro el que se adelantó y bajando su mano por dentro de la bombacha de Cristina, llegó hasta los pelos del pubis y luego hasta la misma concha.
-Pablo, prueba si la concha de Andrea también está húmeda, ésta está para cogérsela.-
-Es difícil cogerlas vestidas y esposadas a un árbol. No quiero que se rompa la ropa. Recuerda que deben estar en forma para recibir lo que nos corresponde.-
-Aprovechemos entonces a tocarlas como antes no nos dejaron. Hasta le meteré un dedo en el culo.
-Tocarlas todo lo que tengamos ganas, incluso meterle los dedos en la concha, total no son vírgenes, pero deben quedar como si no hubiera pasado nada.-
-Tienes razón, ya habrá oportunidad de cogerse a estas putas u otras.-
Así estuvieron varios minutos magreando los cuerpos de las jóvenes, mientras ellas pugnaban por liberarse de la situación en que estaban. Pasado un tiempo, Pablo dijo: ¡Vamos! No demoremos más.
Para desesperación de Andrea y Cristina, ambos hombres se encaminaron al auto, lo pusieron en marcha y arrancaron mientras ambas quedaban en medio del bosque amordazadas y encadenadas. Fue entonces cuando realmente se asustaron y tomaron conciencia plena que esto no era un juego y habían caído en una trampa.
Pasó algo más de una hora cuando se escuchó el ruido del motor del auto. Efectivamente era el vehículo de Pablo. Bajaron Pablo, Ramiro y dos hombres más. Se acercaron a las jóvenes.
-Estas son las dos mujeres que les conseguimos. Verá que son dos preciosuras que podrán disfrutar a pleno.-
-¿Son putas profesionales?-
-¡Nooo! Son dos jovencitas que las trajimos engañadas. ¡Mire qué cuerpitos!. ¡Tóquelos!-
Uno de los desconocidos, que parecía ser el jefe, se acercó a Cristina y puso sus manos debajo de la camisa para palpar las tetas. Luego bajó sus manos hasta la concha y luego el culo.
-Está buena. Veamos la otra.-
Repitió la operación con Andrea palpando una y otra vez el culo. Mientras tanto ambas mujeres, muy inquietas y tratando de zafar de la inspección, apenas podían contener las lágrimas.
-¿Y cuánto quieren por ellas? Saben que pagamos al contado y en efectivo.-
-Doscientos mil cada una. No le diré que son vírgenes pero tienen poco uso.-
-¿Ustedes probaron sus conchas y culos?-
-Solamente sus conchas, pero las cogimos tres o cuatro veces hasta la semana pasada. Por el culo no quisieron coger y creo que nunca lo usaron.-
Cristina no podía creer lo que oía. Quería gritar, escapar de esa situación, pero tanto la mordaza como las esposas estaban bien firmes.
-Cuatrocientos mil por las dos es mucho dinero. Están buenas pero me parece exagerado.-
-Toque la firmeza de las tetas y el culo, especialmente de Cristina. No es fácil encontrar una puta así. Doscientos mil todavía es barata.-
-Por lo que me dicen, no están entrenadas y domesticadas para comportarse como esclavas. Es un trabajo que habrá que hacer.-
-Sí es un trabajo que habrá que hacer, pero no me diga que no disfrutará de Omar a estas dos gatitas casi nuevas.-
-Trescientos cincuenta mil por las dos y me las llevo.-
Tanto Andrea como Cristina no podían dar crédito a sus oídos. Estaban negociando el precio de sus cuerpos, de la libertad de ambas como si fueran simples objetos y ahora uno de los hombres se acercaba para palpar nuevamente su cuerpo.
Efectivamente, uno de los hombres se acercó a Cristina y le levantó la camisa dejando sus tetas expuestas. Quizás por el aire fresco, los pezones se endurecieron y agrandaron. Ahora el hombre le estaba bajando la falda y la bombacha, dejando su cuerpo medio desnudo. No pudo contener las lágrimas que le corrían por las mejillas. El mismo hombre comenzó a introducir el dedo índice en la vagina a pesar de la férrea oposición de la joven.
-Parece un poquito rebelde. Va a ser bueno enseñarle modales cuando su dueño quiere usarla. Trescientos cincuenta mil y nada más.-
-No sabe el trabajo que nos costó convencerlas a que vinieran aquí, luego amordazarlas y esposarlas como están. Por lo menos trescientos setenta mil.-
-No. Trescientos cincuenta o nada.-
-Pero ustedes nos están extorsionando. ¿Qué hacemos con estas dos si ustedes no las compran?-
-Por mí las pueden dejar encadenadas allí. Es evidente que no pueden dejarlas en libertad.-
-Está bien. Denos trescientos cincuenta y una cogida y se las llevan. Estamos calientes.-
-No dejará de ser interesante ver cómo se comportan mientras las violan. Creo que tendrán que dejarlas encadenadas. Si quieren pueden cortarles la falda y las bombachas. Total creo que las llevaremos desnudas.-
Esto superaba todos los malos presagios que podían imaginar Andrea y Cristina. Ahora ambas estaban siendo desnudadas y tanto Pablo como Ramiro tenían sus pijas preparadas para penetrarlas. Las cadenas que unían los grilletes de sus tobillos eran suficientes para que pudieran separar las piernas y dejar vía libre a sus vaginas.
Ambas mujeres intentaban resistirse en vano. Su situación no les permitía evitar la violación. Los dos hombres que las estaban comprando miraban con curiosidad el comportamiento de ambas.
No pasó mucho tiempo antes que sus vaginas se vieran ocupadas por unas pijas que, si bien conocían por penetraciones previas, no en estas condiciones. A ambas les parecieron de mayor tamaño que los polvos anteriores. Cuando ya sintieron que las tenían bien su interior, dejaron de intentar oponerse. Ya era en vano y simplemente dejaron que los hombres se movieran hasta que finalmente descargaron su semen. Ya no les importaba si pudieran quedar embarazadas o no. Para ellas estaba todo perdido.
Con la tela de las faldas que vestían hasta hacía poco, Ramiro les limpió las concha que chorreaba semen.
-Sería una vergüenza que ensucien el auto con lo que les sale de la concha.-
Fueron al automóvil en busca de unas cuerdas. Primero les quitaron los grilletes y le ataron los tobillos con varias vueltas de soga. Repitieron la operación por encima de las rodillas. Apretaron bien las cuerdas que se hundían en los muslos de las jóvenes.
Luego les quitaron las esposas y les ataron los brazos cruzados en la espalda. Sus tetas se cubrían parcialmente con las camisas que tenían puestas. Les vendaron los ojos para desorientarlas y poder manipular sus cuerpos con mayor facilidad. Las cargaron en el baúl del auto y partieron. Quedaron en el terreno dos bombachas y restos de las faldas.
Luego de andar menos que quince minutos, se detuvo el auto, Los comparadores pagaron la mercadería que llevaban y las cargaron en su propio vehículo. Terminaba así el secuestro de Andrea y Cristina. Les esperaban una nueva vida, quién sabe en qué condiciones.