El Marqués, Andrea y Cristina (3)
Ahora es el turno de Andrea. Preocupación por la desaparición de ambas jóvenes
El Marqués, Andrea y Cristina (III)
Ahora es el turno de Andrea y La preocupación por la desaparición de ambas jóvenes
Capítulo III.
Ahora sería el turno de Andrea. A llegar la tarde y respetando las indicaciones del Marqués, fue conducida a la recámara. Vestía solamente un a bombacha transparente, no tenía atadas ni las manos ni los tobillos y era conducida por una soga que rodeaba su cuello.
-Señor Marqués, aquí se encuentra a su disposición la esclava Andrea. ¿Necesita algo más?- preguntó la cuidadora.
-Nada más, gracias. Con la presencia de ella me es suficiente.-
Dirigiéndose a Andrea, le preguntó:
-¿Cómo has pasado desde que llegaste hasta ahora? ¿Estás bien preparada para servirme?-
-Señor, no soy una esclava. He estado encerrada en una celda, desnuda y con un objeto en el culo y ahora soy conducida en su presencia vistiendo apenas una bombacha transparente. ¿Cree que la he pasado bien?-
-No te han advertido que lo que acabas de decir merece un castigo de por lo menos diez azotes en el culo? Quítate la bombacha y recuéstate en la cama mientras busco la vara para calentarte los cachetes.-
-¡No señor Marqués! ¡Por favor no me azote el culo! He dicho solamente la verdad.-
-La verdad es que te he comprado como esclava y las esclavas no se atreven a responder de esa manera. ¡Vamos! Prepara el culo.-
Andrea, resignada se baja la bombacha hasta las rodillas y se recuesta en la cama dejando su trasero expuesto para recibir los azotes El señor Marqués toma la vara y descarga diez azotes en el culo de Andrea. Con cada golpe, la joven no podía contener el gemido. Las marcas rojo cereza aparecían en sus cachetes.
-¿Estas lista para comportarte comom una esclava puta o debo seguir con los azotes.-
Andrea, con lágrimas en los ojos responde que no.
-Quiero que repitas: "Señor Marqués, ofrezco mi modesto cuerpo de puta para que usted lo use a su conveniencia". Te advierto que si te opones a repetir lo que te he indicado, te llevaré la la sala de castigos y entonces sí que gritarás hasta quedar afónica.-
-Señor Marqués, ofrezco mi modesto cuerpo de puta para que usted lo use a su conveniencia.-
-Acepto tu ofrecimiento. Quítate completamente la bombacha y recuéstate en la cama.-
El marqués le separó las piernas para observarle la concha en detalle. Tomó las anillas que atravesaban los labios vaginales y comenzó a jugar con ellas. Andrea permanecía en silencio mientras hacía esfuerzos por olvidar el ardor en el culo producto de los azotes.
Observó el cuerpo de la joven tendido en la cama. ¡Era un buen ejemplar! Si bien siempre su idea había sido disponer de hermosas y jóvenes mujeres no había imaginada que ese sueño podría hacerse realidad. Esos pezones firmes y turgentes, esas formas de cuerpo de guitarra si pija se puso dura y sin esperar más se montó sobre la joven dispuesto a penetrarla.
Andrea no opuso resistencia. Abrió más las piernas dejando la entrada de la vagina expuesta. El Marqués la metió lentamente pero hasta el fondo. Comenzó a meterla y sacarla con ritmo sostenido. Andrea comenzó a excitarse algo. El roce del pene en su vagina y las chupadas de pezones que le hacía el Marqués no la mantenían indiferente a pesar de su resistencia a ser cogida. Veinte minutos más tarde un abundante chorro de semen inundaba el conducto de la joven.
-Muéstrame el agujero del culo para ver si estás en condiciones de recibirla por atrás.-
-Por favor señor Marqués. Me duelen los azotes en los cachetes. Le ruego que no me la meta por el culo.-
-Por lo menos quiero ver si hay un principio de dilatación.-
-He estado todo el tiempo con el consolador metido en el agujero.-
-Por esta vez no te la meteré por atrás. Ahora quiero que te la pongas en la boca y me hagas una buena chupada.-
De inmediato Andrea se incorporó ubicándose de manera de poder chuparla. Se la puso de inmediato en la boca y con la lengua paraba una y otra vez sobre la glande que casi de inmediato comenzó a agrandarse. Ni siquiera notó el saber de la mezcla de sus propios flujos con el semen. Estaba concentrada en complacer al señor Marqués y así evitar ser castigada nuevamente.
Sus labios ajustaban el prepucio mientras entraba y salía de su boca. Trataba de ponerla toda adentro aunque casi le llegaba a la garganta. Ya estaba dura otra vez cuando el Marqués le insistió en que continuara hasta descargar nuevamente sus huevos, pero esta vez en la propia boca de Andrea.
La joven no sabía que hacer con el semen en su boca. Buscó dónde escupirlo, pero al presumir esa intención el Marqués le ordenó, secamente, que se lo tragara. Andrea cerró los ojos y lo tragó evitando sentir el gusto que quedaba en su garganta. Nunca hubiera imaginado que acabaran en su boca y mucho menos tragarse la leche, pero ahora no había manera de evitar cumplir las órdenes.
Esperó nuevas órdenes, con el temor propio de no saber qué otra cosa podría ocurrírsele al Marqués. ¿Podría humillarla aun más? Sospechaba que sí, que podría ser degradada más aun que estar desnuda, ofreciendo su cuerpo como una puta.
-Puedes darte una ducha, sacarte todos los restos de semen y volver a la cama que quiero seguir jugando contigo.-
Andrea se dirigió al baño y se higienizó cuidadosamente. Una vez lista volvió a la cama.
-Estoy lista señor Marqués. ¿Qué desea de mí?-
-Dos cosas: quiero ver cómo tienes el culo y si mereces otros azotes y magrear tus tetas.-
Andrea se puso boca abajo dejando el culo expuesto. El marqués tocó las marcas de la vara y consideró que no era necesario continuar con el castigo. Entonces la esclava de volteó dejando entonces sus tetas expuestas. El Marqués comenzó a magrearlas, pellizcar los pezones, apretarlas y a aplicarles pequeñas golpes con las palmas de las manos. Andrea dejaba hacer sin decir palabra y soportando que sus tetas fueran tratadas de esa manera.
Ella siempre había considerado sus tetas como una de las partes más apetecibles de sus amigos. Firmes y de buen tamaño sin ser exageradas, siempre les había proporcionado especiales cuidados. En ciertos lugares y alejados de miradas indiscretas había tomado sol sin corpiño. Detestaba las marcas que éstos dejaban.
Cremas humectantes y masajes habían sido prácticas usuales para sus senos y ahora estaban siendo usados sin consideración alguna. El Marqués estaba apretando y retorciendo los pezones hasta un nivel que comenzaban a dolerle pero al mismo tiempo a excitarla.
Cuando se cansó de magrear los pechos, comenzó a bajar las manos hasta el vientre y luego la concha, donde comenzó a jugar con las anillas.
-A las esclavas que se portan mal, les ato las anillas de la concha a una argolla fija en la pared de la celda. Así no se pueden mover y si lo intentan, el dolor les recuerda que deben someterse a mi voluntad. ¿Estás dispuesta a obedecer y no ser castigada? Piensa en una respuesta adecuada, que exprese tu sumisión.-
Andrea quedó desconcertada. Mientras el Marqués le estaba metiendo los dedos en la vagina y el culo, ella debía responder "adecuadamente" para no ser castigada. Casi sin proponérselo y en contra de sus propios sentimientos, comenzó a decir:
-Señor Marqués. Obedeceré todas sus órdenes. Como esclava pongo mi cuerpo a su disposición para que lo use de la manera que crea conveniente. Haré mi mayor esfuerzo para que no se vea obligado a castigarme.-
-Me gusta tu declaración. Creo que así nos llevaremos bien.-
Poco después llamaba a la asistente para que la condujera a la celda y le pusiera el consolador en el culo para dilatárselo.
En la mañana siguiente se apersonó el párroco de la localidad cercana.
-Buen día Marqués. Quería comentarle una preocupación que tengo.-
-Usted dirá señor párroco.-
-Hace unos días han desaparecido dos jovencitas del pueblo. No se tienen noticias de ellas y estamos preocupados por lo que pueda ocurrirles. No sabemos si algún perverso las ha secuestrado.-
-Creo que sé de qué se trata. ¿Se está refiriendo a Cristina y Andrea?-
-Sí, son ellas. ¿Usted sabe algo?-
-Sí, las he comprado como esclavas.-
-¡Ahhh!¡Qué alivio! Sabiendo que están en sus manos me quedo tranquilo. Me extrañaba porque generalmente usted tenía mujeres de más edad, pero éstas son muy jóvenes.-
-Sí, quería probar en tener dos jovencitas como esclavas y cogerlas.-
-Me imagino que las tratará como siempre, además de cogerlas, algún castigo si no se comportan como usted desea y para usarlas en alguna de las fiestitas con las usted suele agasajar a sus invitados.-
-Sí, Ese será el uso, lo de siempre. Parece que son bastantes sumisas. Recién ha comenzado su adiestramiento. ¡Imagine! Todavía no las cogí por el culo!-
-Entiendo, hace poco que están con usted. Yo las conocía porque a veces venían a la parroquia. Parecía que tenían buenos cuerpos.-
-¡Ya lo creo! Son dos cuerpos hermosos. Tienen unas tetas para chuparlas, besarlas y mordisquearlas. ¡Una delicia!¿Quiere verlas?-
-Me gustaría, pero me reconocerán.-
-No si se queda callado. Les vendaremos los ojos.-
-En ese caso quisiera verlas. ¿Tienen marcas del látigo o de otras castigos?-
-No, apenas unas marcas de la vara en el culo, pero pocas. Como le dije son bastante sumisas y casi no ha sido necesario castigarlas. Llamaré a la asistenta para que las traiga.-
El Marqués da la orden de traer a Cristina y Andrea con los ojos vendados y sus muñecas esposadas en la espalda. Grande fue la sorpresa del párroco cuando entraron ambas completamente desnudas. Había imaginado que, por lo menos vestirían unas bombachas.
-Puede apreciar las tetas firmes que tienen. Por favor pálpelas usted mismo.-
El párroco se acercó y tomó las tetas de Cristina entre sus manos. Permaneció callado aunque con la cabeza hizo un ademán de asentimiento.
-Observe su concha. Le puedo asegurar que es un gusto penetrarla. Pálpela y meta un dedo en la vagina.-
-También Andrea tiene buenas tetas. Ambas me costaron bastante dinero, pero se justificó. Son dos buenos ejemplares. Aprendieron muy rápido a hacerlo con la boca.-
La asistenta se llevó a las dos jóvenes nuevamente a las celdas.
-En la parroquia siempre las vi vestidas, con faldas largas y ropa suelta, disimulando las tetas, pero efectivamente, tienen unos cuerpos deliciosos. ¿Cómo las compró?-
-Las encargué a unos jóvenes de otro pueblo. No sé cómo hicieron pero un día me llamaron para decirme que tenían la mercadería encadenada a unos árboles en el bosque del Río Apepu. Allí me dirigí y efectivamente estaban las dos encadenadas a sendos árboles y amordazadas. Me gustaron, por lo cual las compré.-
-Bueno señor Marqués, me alegro saber que las chicas están en buenas manos. Habíamos temido que cayeran en poder de perversos o una red de prostitución. Sabiendo que son sus esclavas, podemos estar tranquilos. Adiós señor Marqués y hasta otro momento.-
Así finalizaba la visita del párroco a la casa del Marqués.