El Mariscal del Infierno (09)

De cómo Carlota de Challans sufrió su primera sesión de tortura

El Mariscal del Infierno. Capítulo Nueve

Carlota pasó una noche de pesadilla, metida en aquella estrecha jaula y sin poder quitarse ni por un momento de la cabeza lo que esos desalmados le iban a hacer. Cuando oyó cómo a la mañana siguiente la iban a empezar a torturar, un escalofrío de terror recorrió su cuerpo. Entonces  recordó el gesto crispado de su hermana Laure subida en la cama de Judas, la pobre Julie cuando le introdujeron la pera vaginal, o aquellas pobres muchachas a las que desollaron vivas ante los muros de Challans.

La joven Carlota no se hacía ilusiones sobre lo que le esperaba. Quizá por el momento se conformaran con aplicarle tormentos menos bestiales, pero en cuanto le diera a Rais un heredero, sería sometida a cosas similares o quizá más atroces. ¿Podría soportarlo?.

Las horas pasaron desesperantemente lentas en aquella oscuridad total y aquel frío tan penetrante. Finalmente Carlota pudo ver algo de luz que se colaba por un ventanuco. Eso significaba que ya estaba amaneciendo  y que pronto vendrían a buscarla. En ese momento musitó una oración y pidió que todo fuera una pesadilla y que pudiera despertar pronto de ella. Pero aquello era real, no era un mal sueño...y  pasó otra eternidad en angustioso silencio. La espera era casi peor que la tortura misma....

De pronto se oyó un ruido en la puerta y estruendo de cerrojos al correrse, la puerta de la cámara de tortura se abrió y la luz de una antorcha iluminó todo el interior.

A Carlota el corazón se le aceleró al ver a los verdugos  y se prometió a sí misma que no suplicaría y que soportaría la tortura todo lo que pudiese sin gritar. Al menos no les daría esa satisfacción.

  • Arriba, esclava, ha llegado la hora.

Los otro cuatro verdugos que habían estado ayudando a Jacques acudieron a la mazmorra para encargarse por fin de ella, la sacaron de la jaula y tras desatarla la llevaron hasta una gran cruz de San Andrés. Sin más preámbulos ataron allí a Carlota de pies y manos, y luego se desentendieron de ella mientras empezaban a preparar el instrumental de tortura. La muchacha sabía que era inútil resistirse así que dejó que la inmobilizaran sin pelear.

Al de un rato, se volvió a abrir la puerta de la mazmorra y para sorpresa de la joven aparecieron Jacques y Laure. El verdugo traía a Laure cargada de cadenas con grilletes en el cuello, muñecas, cintura y tobillos. Por si el peso de esos hierros no fuera suficiente, la muchacha venía encorvada por un pesado cubo de madera que traía en las manos.

Tras cerrar la puerta de la mazmorra, Jacques llevó a Laure hasta donde tenían a Carlota y le dejó depositar el pesado cubo en el suelo.

  • Límpiala bien, al Barón no le gustan las esclavas sucias, ordenó el verdugo.

  • ¿Y Armand?, preguntó otro.

  • Ah, ese estará por ahí matándose a pajas, el otro día debiste impresionarle de verdad, princesa, le dijo a Carlota  mientras le acariciaba sus prominentes pechos. Mientras se la pela no hace más que repetir tu nombre y hablar de tus tetas.

  • Ja, ja, el tonto está enamorado.

  • Sí, así es, he tenido que traer a esta otra para que la limpie porque sino la hubiera vuelto a dejar pringada de semen.

  • Bueno, quizá le  ocurra  de todos modos.

  • Sí, es verdad, ja, ja.

Mientras los verdugos se seguían burlando, Laure limpió a conciencia el cuerpo de su hermana, pasándole delicadamente una esponja. La joven lo hizo despacio y con cuidado mirándola a los ojos, en cierto modo es como si esos bestias no estuvieran allí con ellas.

Entonces Carlota sintió que las manos de su hermana le acariciaban un poco más de la cuenta y al  mirarle a su vez creyó advertir en ella una mirada de deseo. Laure le pasó la esponja una y otra vez por sus redondos senos ejando que el agua se deslizara por su piel y sonrió satisfecha al ver la excitacion de su hermana.

En un momento dado, se arrodilló y siguió limpiando la entrepierna de Carlota. La cruz de San Andrés le obligaba a mantener las piernas abiertas y Laure pasaba la esponja una y otra vez  entre sus piernas. De hecho lo hacía con suavidad pero con insistencia, mucho más de lo necesario y al hacerlo le rozaba los labia con los dedos.

  • Eh tú, se trata de que le limpies el coño no de que se le ensucie aún más, dijo Jacques viendo los gestos de gusto de Carlota.

Laure reaccionó rápidamente y metiendo la esponja en el agua pasó a limpiarle las piernas.

Finalmente cuando terminó de asearla, Laure dejó la esponja en el cubo e inclinó sumisamente la cabeza ante Jacques

  • Ya está señor.

  • Perfecto, pues ahora vamos a atarte a ti, dijo señalando otra cruz en aspa que estaba a su lado, así sufriréis juntas.

El verdugo le quitó los grilletes a la joven y la ató junto a Carlota.

Viendo a las dos hermanas así desnudas y atadas con brazos y piernas abiertos, a Jacques no se le ocurrió otra cosa que echarles todo el agua del cubo por encima dejándolas empapadas de agua y tiritando de frío.

Nuevamente eso provocó la hilaridad de los hombres.

Así las tuvieron cerca de una hora más mientras terminaban de preparar los instrumentos de tortura.

Para aquella sesión dispusieron una cierta variedad de objetos siniestros como un caballete similar al que habían usado  con Caroline y Jean, aquellas dos rebeldes a las que Carlota salvó de la muerte meses antes. Tampoco faltó en esta ocasión el temible potro de tortura. Cuando las dos jóvenes vieron cómo los verdugos situaban el potro en el centro de la sala, se miraron a los ojos angustiadas y su corazón se aceleró más aún.

El señor de Rais se hizo de rogar bastante, pero finalmente compareció en la mazmorra. Esta vez Gilles de Rais acudió sólo a gozar de su mujer y de su cuñada sin la compañia de su amante Beatriz.

Nada más entrar en la cámara de tortura el sádico Barón, que ya venía muy excitado, experimentó una repentina erección al ver a esas dos bellezas esperándole. El tipo se quedó un rato mirándolas y deleitándose de tanta belleza. El cuerpo de Laure aún tenía tenues marcas de latigazos aquí y allá. Con él contrastaba la blanca piel de Carlota aún sin hollar. La joven Carlota no podía evitar que sus pechos temblaran al menor movimiento y eso se la puso aún más dura al Barón.

  • Buenos días cariño, espero que hayas dormido bien, dijo acercándose a Carlota y estrujándole los pechos con las dos manos. Esta vez la joven no protestó ni le insultó, sino que cerró los ojos y se dejó acariciar por su marido esperando ardientemente que la penetrara.

Sin embargo, eso no ocurrió, tras jugar un poco con sus suaves pechos, el Barón de Rais dejó en paz a Carlota y entonces se empezó a besar con Laure que estaba en la otra cruz. Laure respondió sumisamente al beso y a las caricias devolviéndoselo con lengua.

  • Folladme por delante, mi señor, desvirgadme, lo estoy deseando,....mi señor,  dijo ella entre suspiros de placer mientras las manos del sádico acariciaban su bella anatomía.

Rais se quedó un tanto sorprendido de tanta sumisión, pero Laure sabía que él era el único que podía tomarla por delante, así que siguió insistiendo. El caso es que el hombre se arrodilló entre sus piernas con unas tijeras y cortó el hilo que mantenía cosidos los labia de su sexo. El sello de cera cayó al suelo y el Barón de Rais pudo penetrar libremente a su cuñada.

  • AAAAAHHH

La joven masoquista se estremeció de placer a pesar del dolor. Así había imaginado muchas veces que perdería la virginidad, violada en una cámara de tortura y experimentando dolor y placer a un tiempo.

El Barón se la folló con cierta brutalidad, como le gustaba a ella, agarrándola de las caderas con sus manazas y empujando una y otra vez hacia arriba con violentas sacudidas.

  • AAAAAH; AAAHH

Laure cerró los ojos y gritó como una loca ante los alucinados ojos de Carlota. El Barón la peneteraba tan fuerte y con tanta violencia que más que follar parecía que la estaban flagelando. De pronto, la joven heredera sintió envidia de su hermana.

El Barón de Rais siguió bombeando más y más, pero no quiso correrse dentro de ella, por lo que dejándola a medias sacó el miembro brillante de fluidos y totalmente erecto y poniéndose delante de su mujer empezó a penetrarla.

  • AAAAAAAH

Carlota también gritó de placer mientras el Barón se la follaba e incluso llegó a tener un orgasmo antes de que él derramara su semen dentro de la vagina.

  • Así, preciosa, correte, así, dijo el Barón satisfecho de que su mujer tuviera esa facilidad para tener orgasmos. Muy bien querida, así me gusta, y ahora, para que se me ponga otra vez tiesa vamos a divertirnos un rato.

El Barón ordenó que desataran a Laure y llevándola hasta una mesa donde había varios instrumentos de tortura, le dijo.

  • ¿Qué crees que le vamos a hacer con esto a tu hermana?

  • ¿Vais,...vais a torturarla?

  • Más o menos, pero no vamos a empezar nosotros.....

  • ¿Yo?

Laure le miró sorprendida, encima de la mesa había un pinwheel, dos látigos de colas y unas tenazas.

  • No, no, yo no...

Laure negó repetidamente mientras cubría su desnudez con los brazos

  • Haz lo que te ordeno , esclava, escoge entre estos instrumentos con qué prefieres empezar a torturarla.

Laure estuvo a punto de volver a negarse, pero entonces miró a Carlota y una extraña excitación se apoderó de ella. Cogió el pinwheel y lentamente se lo pasó por la palma de la mano comprobando que pinchaba de verdad. Aún dudó un momento pero entonces se acercó a Carlota mostrándoselo con malicia.

Lejos de atemorizarse, Carlota cerró los ojos y sintió cómo se ponía otra vez caliente, eso sí podía soportarlo.

Y de pronto, en lugar de sentir el pinchazo Carlota notó los suaves labios de su hermana en los suyos y su pequeña lengua intentando abrirse paso entre ellos. La joven se sorprendió y entreabrió los ojos pero en lugar de rechazarla, se empezó a besar con ella totalmente transida de lujuria.

Jacques estuvo a punto de separarlas, pero Rais le frenó con un gesto de la mano.

Las dos hermanas se dieron un largo y húmedo beso con los ojos cerrados y rozándose los  senos y muslos entre sí mientras gemían como dos gatas. Habría sido difícil decidir cuál de las dos estaba más cachonda.

  • Perdóname, Carlota, Laure terminó el sensual beso, se separó unos centímetros de ella y mostrándole la rueda de pinchos hizo ademán de aplicársela sobre la piel.

  • Haz lo que tengas que hacer. AAAAAAAHH

Laure le aplicó sobre la carne los pinchos de la rueda apretando de verdad casi desde el primer momento. El primer recorrido, lento e intenso fue por el brazo derecho. Eso no hizo mucho daño, pero se hizo ciertamente insoportable al pasar del brazo al sobaco y luego al costado en un largo e interminable viaje.

Carlota se agitó y retorció en la cruz gimiendo. Aquello era más doloroso de lo que había supuesto, pero su hermana no paró. Seguidamente, Laure se arrodilló y siguió pasando la rueda por los muslos, primero por fuera y después por la cara interna de éstos más delicada y más sensible.

Los hombres miraban absortos y en silencio la perversión de las dos hermanas, una disfrutaba torturando y la otra siendo torturada. Nuevamente se comportaban  como si estuvieran completamente solas a salvo de ojos extraños.

  • Siempre me han dado envidia tus pechos, ¿sabías?, dijo Laure incorporándose. Cuando te empezaron a salir y yo seguía siendo plana como un chico me decías lo sensibles que los tenías y que sólo con acariciarlos casi te corrías de gusto. Incluso me llegaste a decir que el roce de una tela en tus pezones te ponía al borde del éxtasis. Lo recuerdo muy bien, y también recuerdo que te odié por aquello.

Y dicho esto Laure le lamió los pezones con la punta de su lengua.

Carlota se estremecía de placer mientras su entrepierna destilaba flujo. Al de unos segundos tenía los pezones tiesos y duros. Y aún se le pusieron más duros cuando Laure empezó a pasar el pinwheel por su vientre y se puso a rodear  con él los pechos en círculos cada vez más cerrados, y cada vez más cerca de las aureolas de los pezones.

  • Aaaaaah, AAAAAAYYYYY

De pronto el gemido de Carlota se convirtió en un lastimoso alarido cuando Laure le apretó con los pinchos en pleno medio del pezón izquierdo.

  • Sufre zorra, le dijo Laure de repente apretando los dientes.

  • AAAAYYY ; AAAYY; BAASTAAA.

Laure le pasó sádicamente la rueda de pinchos una y otra vez por el mismo sitio deformándole el pezón e incluso metiéndoselo hacia dentro. Aquello no debía ser tan placentero para la joven Carlota a juzgar por sus gritos y sus gestos desesperados.

  • Laure,.....por favor... no sigas,...¿es que te has vuelto loca?. AAAAAYYYYY

Y vuelta a empezar en el otro pezón.

  • AAAYYYYY, BAAAASTTA, NO PUEDO MAAAS

Laure ya sudaba de excitación torturando a su hermana. Y cuando se cansó del pinwheel lo dejó en la mesa y sin dudarlo cogió las tenazas amenazando con ellas a Carlota con gesto de sádica.

  • No, no, ¿qué vas a hacer?, no Laure, NNOOOOOOO.

Su hermana le cogió un doloroso pellizco en el vientre, y luego se lo estuvo retorciendo durante unos segundos, y después de eso siguió y siguió cogiendole pellizcos por todas partes ignorando sus gritos.

Estaba retorciéndole el clítoris cuando de repente Laure oyó cómo lloraba desconsoladamente  su hermana. Y digo oyó porque durante todo ese rato estuvo como loca, completamente sorda a su intenso sufrimiento.

Dándose cuenta repentinamente de lo que estaba haciendo Laure miró las tenazas como si fueran un objeto extraño y las tiró lejos de sí.

  • ¿Por qué, por qué lo haces?, oyó que le decía Carlota llorando.

  • Perdoname, perdóname, hermana, y no sabiendo cómo aliviarla se puso a besarle y lamerle el clítoris rojo e irritado como estaba.

Aún le dejaron los verdugos un rato un  tanto alucinados de sus contradictarias reacciones, pero viendo que la diversión se había acabado, el Barón cogió a Laure del brazo y tras darle una bofetada la separó de su hermana. Entonces se sentó en una silla, la sentó a su vez sobre sus rodillas y se puso a acariciarla y besarla mientras los verdugos empezaban a torturar a Carlota, ......pero esta vez de verdad.

Para ello dos matarifes cogieron sendos látigos de cinco colas y colocándose a ambos lados de la cruz empezaron a darle latigazos alternativamente por la parte frontal de su cuerpo con toda la fuerza que fueron capaces.

  • SHAAAACK, SHAAAC

  • AAAYY

Era la primera vez que la flagelaban y, como todas las primerizas, Carlota gritó y lloró por cada uno de los latigazos que recibió. En lugar de sufrir el martirio con entereza como se había propuesto, desde el primer latigazo la joven parecía una cerda a la que estuvieran degollando. Aunque no pasaron más de diez minutos azotándola, a la muchacha el castigo se le hizo desesperadamente eterno. Al golpear su delicada piel la joven sentía como si  el cuero de los látigos la desollara lentamente y ella deseaba ardientemente que cada latigazo fuera el último.

Aquellos dos sayones no tuvieron ninguna piedad. Probablemente la voluptuosidad de su cuerpo les despertó aún más sus instintos sádicos y no pararon de azotarla  apretando los dientes hasta dejar su cuerpo marcado de latigazos desde los tobillos hasta los pechos. Precisamente los matarifes fueron muy insistentes en éstos últimos, sobre todo cuando comprobaron que cada vez que el látigo “acariciaba” sus suaves mamas ella gritaba aún más fuerte.

Entre tanto, el Barón de Rais disfrutaba de la tortura de Carlota mientras follaba sin parar con su hermana. En ese momento Laure cabalgaba sobre el pene del Barón de espaldas a él de manera que ambos podían ver  el martirio de la joven al tiempo que hacían el amor.

En un momento dado, y tras un número inconcreto de latigazos, Carlota empezó a ceder en sus gritos y lloros y los verdugos decidieron espaciar la cadencia de los golpes. Finalmente llegó un momento en que ella enmudeció y ellos se quedaron mirando a su señor expectantes.

  • Basta, dijo éste viendo a su mujer desfallecida.

El cuerpo de Carlota brillaba de transpiración colgando inerte de las ataduras, su cabeza estaba  vencida hacia delante y su rubio cabello, totalmente empapado cubría en ese momento su rostro.

Jacques la cogió del pelo, y le hizo subir la cabeza mostrando su cara a Rais.

  • Se ha desmayado, señoría, ¿la dejamos descansar?

Rais ni siquiera sacó su pene de la vagina de Laure, que también había dejado de follar temiendo que esos bestias hubieran matado  a Carlota.

En ese momento, a Rais su mujer le pareció aún más bella que cuando la vio por primera vez desnuda en el río. Crucificada en aquella  cruz de San Andrés le recordó a las imágenes de Santa Eulalia, la joven mártir española a la que los romanos torturaron en una cruz similar. Desde niño recordaba haber visto en esas truculentas tablas góticas a la mártir barcelonesa crucificada con el torso desnudo y sufriendo una cruel tortura en sus pechos por parte de unos grotescos sayones.

Lejos de asquearle o hacerle sentir compasión, el Barón recordaba que esa imagen siempre le había excitado muchísimo y también recordó que allá en su adolescencia la primera vez que se masturbó fue precisamente viendo aquella imagen.

  • Señor, señor, Jacques insistió sacándole de su ensimismamiento, ¿qué hacemos?, ¿la dejamos?

  • No, reanimadla ahora mismo y usad esas tenazas en sus pechos, quiero que sus gemidos acaricien mis oídos, y mientras tanto el Barón siguió follando con Laure.

Nuevamente, fueron a buscar agua a una pila y tras llenar el cubo se lo echaron por encima a Carlota.

El agua impactó contra su cuepro y la pobre muchacha  despertó desorientada viendo delante de ella cómo Laure seguía follando con Rais completamente entregada.

Antes de continuar con el cruel martirio, Jacques se acercó a su víctima para comprobar su estado y se puso a toquetear sus pechos. Las tetas de Carlota tenían ahora unas tenues lineas rojizas y moradas, huella de los latigazos, asimismo en ese momento volvía a tener los pezones duros por efecto del agua fría.

Jacques tenía suficiente experiencia torturando mujeres como para saber que esos pechos eran especialmente sensibles tanto al placer como al dolor y por eso probablemente había perdido la consciencia. Eso la convertía en una víctima especialmente apta.

Por eso y para sensibilizarle aún más los pechos, se los lamió repetidamente con su lengua, mientras le masajeaba la entrepierna con toda la mano.

Lejos de impedírselo, el  Barón de Rais comentó al oído a Laure.

  • Jacques tiene la teoría de que las mujeres que están a punto de tener un orgasmo sufren con más intensidad la tortura. Por eso le gusta masturbarlas  antes pero no deja que se corran. Algunas tienen el orgasmo cuando empieza a atormentarlas

Recién despierta a Carlota esas “atenciones” del verdugo le parecieron más molestas que otra cosa. Tenía todo el cuerpo en un escozor puro y aquello que le hacía en ese momento apenas le daba placer, sin embargo, Jacques fue muy insistente chupándole los pechos y tras un buen rato consiguió otra vez que Carlota se mojara.

Con su víctima otra vez caliente y cachonda, Jacques ordenó a dos verdugos que le atormentaran en los dos pechos a la vez con unas tenazas. Los dos sayones actuaron de mil amores, sonriendo diabólicamente y echándole su asqueroso aliento en la cara mientras le cerraban el frío metal sobre su delicada carne.

  • AAAAAYYYY, UUUAAAYY

La pobre Carlota se retorcía de sufrimiento en la cruz con la cara dirigida al cielo y sin parar de gritar,  pues los dos sayones le cogieron dolorosos pellizcos en los pezones y se los retorcieron a la vez en todas las direcciones tirando y tirando de ellos hasta casi arrancarlos. Huelga decir que la joven no tuvo ningún orgasmo.

  • AAAAAYYYY, ME LOS ARRANCAN, PIEDAAAD.

  • Eso no es nada, preciosa, dijo Jacques con una erección más que evidente, aún gritarás más fuerte cuando te lo hagamos con tenazas candentes.

Cuando por fin le soltaron los pezones, Carlota los tenía más gruesos e intensamente enrojecidos de modo que aún destacaban más en sus pechos.. La joven no paraba de llorar y en ese momento sentía unas dolorosas palpitaciones en la punta de sus senos al ritmo de los latidos de su alocado corazón.

  • Muestrale ahora la garra de las brujas, Jacques, dijo Rais muy excitado.

En realidad la “garra” era un infernal instrumento erizado de largos pinchos de metal diseñado para desgarrar los senos de una mujer y era muy utilizado con adúlteras, brujas o madres solteras. De forma un tanto anacrónica los pintores que representaban santas martirizadas en la Antigua Roma colocaban ese tipo de instrumentos en manos de los verdugos.

Nuevamente la imagen de Jacques y otro verdugo cerrando sobre los redondos pechos de Carlota esas  monstruosas orquillas y sacudiéndolas hacia los lados le recordaron a Rais el martirio de Santa Eulalia.

Esta vez los alaridos de Carlota cuando le retorcieron los dos pechos a la vez hicieron que el Barón se corriera dentro de Laure y que esta misma tuviera un profundo orgasmo casi al mismo tiempo.

Cuando los dos se recuperaron del orgasmo vieron que Carlota había vuelto a perder el sentido y que colgaba de sus ataduras desfallecida. Ahora sus pechos estaban adornados por pequeñas heridas de las que manaban delgados reguerillos de sangre.

  • Se ha vuelto a desmayar, señoría.

  • Ya lo veo, despertadla inmediatamente y luego seguiremos, pero antes......

El Barón le dijo algo al oído a Jacques y éste sonrió complacido.

  • Será un placer, mi señor.

  • Me lo imagino, vendré en una hora, aprovechad el tiempo.

El Barón salió de la cámara de tortura y entonces los verdugos procedieron como él les había ordenado.

De este modo volvieron a coger a Laure y la encaramaron a horcajadas sobre el caballete. Sin embargo, antes de eso habían encajado cuatro largos consoladores de bronce en forma de penes humanos que asomaban por la parte superior del mismo a través de unos orificios realizados al efecto.

Lógicamente al “cabalgar” sobre el caballete, Laure se vio obligada a empalar sus dos orificios en dos de los consoladores que le penetraron bien adentro. Hecho esto le ataron con los brazos en alto a unos grilletes que colgaban de la bóveda, la amordazaron y la dejaron allí a caballo con todo su peso descansando sobre su entrepierna. Lo único que le podía aliviar de ese dolor era hacer fuerza con los brazos, pero entonces lo que conseguía era follarse a sí misma con los consoladores.

Entre tanto, Jacques desató a la inconsciente Carlota de la Cruz de San Andrés y cargándosela al hombro depositó su cuerpo inerte sobre el potro de tortura.

Laure vio horrorizada como esos brutales verdugos ataban a su hermana al potro de tortura de la misma manera que se lo habían hecho a ella misma días antes: los brazos juntos encima de la cabeza y las piernas abiertas. Al parecer el potro sólo era para Carlota.

Una vez atada le volvieron a despertar con otro cubo de agua helada.

  • SSPlashhh

  • ¿Qué pasa,..... dónde estoy?, Carlota no entendía nada, pues desde su posición sólo podía ver la bóveda de la cámara de tortura.

  • Estás en el potro de tortura, preciosa y ahora mismo vamos a seguir torturándote, así que reza lo que sepas ¡vamos, adelante!.

  • NO, NO, NO, POR FAVOR, NO MISERICORDIA.

Carlota no sabía lo que se sentía al ser torturada de esa manera, pero recordaba perfectamente los gestos de desesperación y los alaridos de su hermana y su doncella cuando les aplicaron ese salvaje método. Por eso antes incluso de sentir ningún dolor Carlota pidió piedad histérica. Sin embargo, el dolor llegó finalmente y de qué modo.....

  • AAAYYYYY, UUUAAAAAAA

Con el siniestro crujir de maderas y cuerdas el cuerpo de Carlota se fue levantando de la tabla poco a poco mientras sus brazos y piernas se iban separando del tronco milímetro a milímetro. La joven debió pensar en ese momento que había muerto y que estaba de verdad en el infierno siendo atormentada por toda la eternidad por el tremendo pecado de hacer el amor con otra mujer.

  • IIAAAAAA, BAAASTAA; BAAASTAA, POR FAVOR.

Jacques hizo detener el potro y miró sonriente a la prisionera con el cuerpo desfigurado por el antinatural estiramiento. El tío se había sacado su enorme polla y en ese momento se masturbaba cerca de la cara de Carlota.

  • No sé por qué gritas, zorra, te mereces esto y mucho más. Primero follas con tu propia hermana y luego nos la pones dura a nosotros, y todo delante de tu marido. El caso es que ahora el ya no está y nos gustaría follarte a los cinco, pero me ha prohibido expresamente que usemos tu coño o tu culo, de modo que.....

Carlota entendió perfectamente lo que querían de ella y negó insistentemente.

  • Eso nunca,.... ¿me oyes?, .....nunca.

  • Está bien, un diente más

  • Click

  • UAAAAAAAYYYY

  • ¿Qué ocurrirá si se le salen los brazos de los hombros, Jacques?, dio uno de los verdugos que manejaba el torno.

  • Es difícil decirlo, a veces se pueden volver a encajar, pero también pueden quedar inútiles para toda la vida, en todo caso duelen como el infierno. ¿Qué me dices baronesa?, ¿nos chuparás la polla a los cinco o quieres quedarte sin brazos?.

  • POr favor,.... por favor,... dejadme...

  • Esta vez Jacques sólo tuvo que mostrar un dedo y los demás obedecieron.

  • Click

  • AAAAAAAYYYY; SSIIIII; OS LA CHUPARE, SIIII, PERO BASTAAA.

Los verdugos se miraron sonriendo.

  • Espero que no intentes engañarnos, solo aflojaremos un poco el potro, nos la tendrás que chupar así con el cuerpo bien estirado y si no nos gusta lo apretaremos otra vez , ¿está claro?.

  • SI, SI POR FAVOR, LO QUE QUIERAS, SI, LO HARE

  • Pues empieza con la mía y no pares hasta que me corra en tu cara.

Jacques se subió al potro sobre sus brazos estirados y le puso las pelotas encima de la cara. Venciendo su repugnancia y sin ocurrírsele hacer ningún asquito, Carlota empezó a lamer el grueso pene de Jacques que entonces estaba en plenitud.  Para eso sacó su lengua y como pudo intentó darle placer a ese animal.

  • Así, así corderito, lame bien, así hazlo bien y pronto tendrás tu leche, ja, ja.

Primero Carlota empezó con lamidas como un gato bebiendo leche, pero poco a poco pasó  a más, empezó a saborear el prepucio de Jacques con los labios y al de un rato tenía toda la polla del verdugo bien metida en la boca.

Aquello era horrible y humillante. Ella, una rica heredera de la nobleza teniendo que chupársela a aquellos asquerosos verdugos como si fuera una buscona, Carlota sentía que no podía haber nada más bajo que aquello.

  • Qué suerte tiene nuestro señor, dijo Jacques, cómo la chupa su mujer, y eso que la muy zorra decía que no sabía.

  • Seguro que le comía la polla a todos los soldados en Challans y luego aquí se hace la santita.

  • Bah, a ésta lo que le gustan son los coños, ¿no viste ayer cómo se lo comía a su hermana?

  • Pues a partir de ahora también le gustarán las pollas, mira, mira cómo lo hace.

Mientras los verdugos la vejaban aún más con sus comentarios y esperaban su turno para la mamada, le pasaron un cepillo de puas por los costados y las piernas y le continuaban pellizcando y dando palmetazos en sus muslos y sus tetas.

Carlota lloraba de dolor pero no podía protestar con aquello tan monstruosos metido en la boca, sin embargo, nuevamente su cuerpo le traicionó y tanto su clítoris como los labia y pezones se le pusieron extraordinariamente gruesos.

  • ¿Lo veis?, al final va a resultar que a la baronesa le gusta chupar pollas. Dios, que mala puta, cómo lo hace, creo que me.... voy..a....... correr.

La primera mamada que hizo Carlota en su vida terminó en una abundante y pastosa corrida por su cara. Jacques se despachó a gusto soltándole encima todo lo que tenía dentro bramando de placer. Eso le dio mucho asco y la joven intentó escupir desesperada lo que le había entrado en la boca. Sin embargo en unos segundos otros dos verdugos colocaron sus vergas a ambos lados de su cara y tirando del pelo le obligaron a mamársela a los dos alternativamente.

Esta vez Carlota no se resistió lo más mínimo y empezó a felar enérgicamente las dos pollas con el sabor a semen y a orina aún en su paladar. Cuando uno de los dos verdugos consideraba que llevaba mucho tiempo haciéndoselo al otro le retorcía el pezón. Entonces Carlota cambiaba de polla y vuelta a empezar.

Como estos dos verdugos se la estuvieron meneando al mismo tiempo que se la chupaba,  llegó un momento en que tuvieron el orgasmo simultaneamente, entonces le echaron sus dos corridas por la cara a la vez.... Y después sin descanso vino la cuarta mamada......y luego la quinta, todas acompañadas de esas repugnantes lefadas.

Cuando el quinto verdugo descargó sobre la cara de la joven ésta tenía todo el rostro y el pelo manchado de esperma. Carlota ni siquiera podía abrir ya los ojos. Entonces a Jacques le apeteció repetir, se quitó completamente los pantalones y sentándose directamente sobre las tetas de Carlota, se la folló por la boca brutalmente.

La joven ya se sentía sucia y humillada, como si la usaran como una simple letrina. Ya no había honor que defender, sólo chupar esos divinos trozos de carne que le palpitaban entre los labios y le tocaban la campanilla provocándole arcadas.

Cuando por fin terminó de echarle el último chorro de semen por la cara, Jacques se levantó satisfecho.

  • ¡Será puta!, exclamó, mírale cómo tiene la cara. No puedes presentarte así ante tu marido, entonces el tipo apuntó con su pene a la cara y empezó a mearle encima limpiándole de lefa con su propia orina.

La pobre Carlota gritó horrorizada al sentir el impacto del cálido líquido, pero entonces la orina le entró en la boca y tuvo que escupirla tosiendo.

  • Ja, ja, excelente idea, dijo uno, y el resto de los verdugos se pusieron a mear por turno sobre la cara de la joven.

Carlota soportó aquella asquerosa lluvia dorada apretando los labios y los ojos con toda su fuerza.

Cuando por fin terminaron aquella repugnante orgía fueron aflojando el potro mientras la joven Carlota temblaba de asco y de grima. Por fin le desataron y violentamente Jacques la cogió de un brazo y agarrándola por el pelo le metió la cabeza y parte del torso en la pila de agua.

Carlota luchó porque le dejara respirar pero el sádico verdugo le mantuvo la cabeza atrapada un buen rato y le hizo tragar mucha agua.

Finalmente le dejó sacar la cabeza y entonces los cinco hombres la dejaron por fin en paz.

Humillada y vejada de todas las maneras posibles la joven se quedó sobre las losas del  suelo.  Empapada cubrió el cuerpo con los brazos y ocultando el rostro con el pelo se echó a llorar.....Y sin embargo, lo que venía ahora iba a ser mucho peor.

(continuará)