El Mariscal del Infierno (08)
La noche de bodas
El Mariscal del Infierno Capítulo Ocho.
Los esponsales de Gilles de Rais y Carlota de Challans se celebraron al día siguiente y fueron más un simulacro que una auténtica boda. Nada de obispos ni abades,.... un simple cura de la aldea les casó en la capilla del castillo y la ceremonia apenas duró unos minutos. Carlota fue sacada de las mazmorras para casarse y en ese breve lapso la lavaron y adecentaron lo justo para dar el sí.
El novio le esperaba frente al altar y a él acudió Carlota cubierta con una camisa blanca, un velo blanco y una corona de flores. En realidad bajo la camisa no llevaba nada y además, para mayor humillación le habían atado las manos a la espalda.
Mientras caminaba por el pasillo de la capilla la novia vio cómo los invitados hablaban en bajo y se reían de ella. Entre ellos reconoció a muchos que habían presenciado su lúbrico examen y eso la hizo enrojecer de verguenza. En cuanto llegó al altar , el propio Gilles le puso el collar y el resto de las joyas como símbolo de las riquezas que ella iba a aportar al matrimonio.... y que le iban a sacar a él de la bancarrota.
La ceremonia empezó inmediatamente y fue muy breve. Carlota se podía haber negado a dar el sí, pero Gilles le recordó que en ese caso su hermana y la joven Julie serían inmediatamente ejecutadas de la forma más dolorosa posible. Nuevamente la voluntad de la joven noble estaba a merced de su sádico dueño así que aceptó casarse con lágrimas en los ojos.
Como decimos, los esponsales sólo duraron el tiempo justo y tras ellos se celebró el banquete. Sin embargo, Carlota no tuvo oportunidad de asistir a él pues nada más casados, Beatriz le despojó inmediatamente de sus joyas y se la llevó de vuelta a la cámara de tortura.
Una vez allí cerró la puerta para que nadie la molestara y empezó a desnudarla otra vez.
¿Qué estás haciendo?
Os preparo para vuestra noche de bodas, mi señora.
¿Aquí?
Sí, por expreso deseo del Barón os tomará en las mazmorras, ¿qué creiáis? ¿que ibais a hacer el amor con vuestro marido en una cama? éstas serán vuestras habitaciones a partir de ahora zorra, y vuestra cama será esa, dijo Beatriz señalando una pequeña jaula que había en una esquina.
¿Me, me van a torturar?
Por supuesto que sí,....pero por el momento no creo que seáis sometida a tormentos muy fuertes, antes tenéis que dar un heredero a vuestro marido. Sin embargo, ¿quién sabe?...tenéis un cuerpo muy bonito y seguramente querrá jugar un poco con él...es difícil resistirse...
Carlota ya estaba desnuda y Beatriz acariciaba su cuerpo con deseo aprovechando que estaba fuertemente maniatada. Entonces ella misma se apartó unos metros y empezó a despojarse de su ropa sin dejar de mirarla con lujuria.
¿Por qué? ¿por qué haceis eso ahora?
Sólo cumplo órdenes de mi señor, debéis estar dispuesta y receptiva cuando él llegue. ....Vos ya me entendéis.
Beatriz le dijo esto mientras se terminaba de quitar la ropa. Entonces se acercó otra vez a ella
- Creo que va a ser muy agradable “prepararos”, ayer me puse muy caliente viendo cómo os follaban vuestras amantes..... me dan envidia vuestros pechos,....señora.
Esto se lo dijo acariciando uno de sus pechos con una mano y Carlota rechazó la molesta caricia torciendo el rostro.
Vamos, ¿a qué viene tanta dignidad?, a mí ya no podéis engañarme. Ayer me quedé con ganas de chuparos los pechos, por vuestras reacciones se nota que los tenéis muy sensibles. Y diciendo esto, Beatriz la obligó a volverse y empezó a chuparle una de sus tetas. Humm, qué gusto,... qué suaves y que duras a la vez.
No, no lo hagas,... déjame, ...por favor. Carlota forcejeaba, pero con las manos atadas no podía defenderse de aquella ávida mujer.
Beatriz no le hizo ningún caso, en su lugar siguió chupándole y chupándole las dos tetas alternativamente hasta dejarle los pezones duros y crecidos.
- Ahhh
Por fin Carlota se rindió.
Al oir el gemido de placer Beatriz se sonrió y dejó de chupar.
- ¿Lo veis?, yo tenía razón, son muy sensibles, además así os iréis entrenando para dar de mamar a vuestro hijo, estoy seguro que encontraréis un gran placer en ello.
Entonces Carlota apartó el rostro avergonzada pues otra vez estaba caliente y cachonda. Le humillaba mucho que le hablaran así, pero la humillación le causaba un extraño placer.
- Y ahora tumbaos ahí y mantened las piernas abiertas, dijo empujándola levemente.
Esta vez Carlota no se resistió, obedeció y se tumbó sobre la tabla del potro de tortura manteniendo sus piernas bien abiertas. Era evidente que Carlota se estaba haciendo cada vez más sumisa y sobre todo en manos de aquella mujer. Beatriz también se arrodilló y visiblemente excitada empezó a atarle los tobillos a las patas.
Completamente a su merced, la mujer le acarició los muslos mientras admiraba el sexo de Carlota.
Efectivamente no hay duda que sois virgen, lo tenéis como una niña, le dijo toqueteándolo.
SSssi.
Carlota ya no era capaz de responder, entrecerró los ojos y se dejó hacer.
Muy satisfecha por la respuesta de ella, Beatriz se levantó y fue a buscar una escudilla con el unguento lubricante y afrodisíaco. Entonces pringó los dedos en el mismo y se lo fue aplicando con todo cuidado y delicadeza por todo el sexo. Un agradable olor se extendió por la cámara de tortura.
La joven Carlota cerró otra vez los ojos y suspiró sintiendo las dulces e insistentes caricias de aquella mujer entre los pliegues de sus labia.
Finalmente, tras embadurnar bien la entrepierna de Carlota, Beatriz acarició todo su torso aprovechando para limpiarse las manos. Éstas describieron otras dos veces la redonda curva de sus pechos. A esas alturas los pezones de Carlota parecían dos pasas arrugadas.
Beatriz se volvió a pringar los dedos y la administró el unguento en los pezones, luego hizo lo mismo en los labios y la lengua de Carlota.
- No me sorprende que mi señor se haya encaprichado de vos, el dinero no es la mayor de vuestras cualidades.
Hecho esto volvió a limpiarse los dedos en la piel de la joven y las manos de Beatriz siguieron su lento viaje hacia los muslos de su entregada prisionera.
- Oh, pero qué veo.
Beatriz se sorprendió al ver el sexo de Carlota
- Ja, ja, veo que sois una mujer muy fácil, esto parece un bebedero de patos. Ja, ja
Beatriz dijo esto pringando su dedo índice en los espesos jugos vaginales de Carlota. Entonces se metió el dedo en la boca y lo sacó limpio tras lo que sonrió con una mezcla de lujuria y sadismo.
- Me gusta mucho cómo sabéis, volvió a decir Beatriz sin dejar de acariciar el coño. Desde ahora mi señor lo preferirá al mío. La verdad es que me dan ganas de daros unos latigazos para afearlo un poco, pero no me está permitido..... sin embargo, vuestro marido no será el primero en disfrutar hoy de él.
Y sin más preámbulos Beatriz se arrodilló entre las piernas de Carlota y se puso a lamer el interior de sus muslos acercando lentamente la lengua hasta la entrepierna. En principio Carlota guardó silencio espectante, pero en un momento dado lanzó un profundo suspiro. Beatriz sonrió mientras la punta de su lengua empezaba a acariciar el clítoris de la muchacha. Con lentitud y habilidad la lengua de Beatriz insistió una y otra vez en el clítoris que como un mágico botón provocó en Carlota inmensas oleadas de placer. Así estuvo un buen rato comiéndole el coño a su nueva “señora” pero sin permitirle llegar en ningún momento al orgasmo con el claro objetivo de dejarla a “punto de caramelo” para su señor.
Precisamente, en unos minutos llegó Gilles de Rais y entró en la cámara de tortura a consumar el matrimonio. La imagen que se encontró le agradó sobre manera.
- Veo que ya os habéis hecho buenas amigas, dijo sonriendo.
Entonces Beatriz hizo algo que sorprendió a Carlota. La mujer se levantó mostrando un gesto de sumisión como hacían las esclavas. Las piernas abiertas y las manos tras la nuca. Eso sólo lo hacía cuando estaba a solas con el Barón.
Bienvenido, mi señor, tu mujer está dispuesta.
Excelente, excelente, Beatriz, sigue un rato más con ella, quiero veros.
Beatriz obedeció y se volvió a arrodillar mientras el señor de Rais se quitaba la ropa.
- ¿Sabéis Carlota?. Le dijo al verla con el rostro transido de placer mientras Beatriz seguía con ese largo cunnilingus. Mis magos dicen que si tenéis un orgasmo durante la penetración habrá más posibilidades de que os quedéis preñada de un varón, ¿vos lo creéis?.
Carlota no respondió, en realidad la llegada de Rais le pareció una molesta intrusión y a esas alturas sólo deseaba que se la follara y la volviera a dejar a solas con Beatriz.
Entre tanto ésta seguía lamiéndole el sexo sin parar ante la atenta mirada del Barón que casi inmediatamente logró una vigorosa erección.
Ya basta Beatriz, dijo él tras otro largo rato, ha llegado el momento, desátala.
Sí mi señor.
Entonces Beatriz desató los tobillos de Carlota y ayudándola a ponerse de pie la llevó hasta el Barón.
Este no tardó ni un segundo en ponerle la mano encima.
- Por fin mía, dijo acariciando su cuerpo desnudo con las dos manos, hacía mucho tiempo que esperaba esto. Querida Carlota no debiste despreciarme ni humillarme de esa manera.....no me gustó, ¿sabes?,...... Esto se lo dijo sopesando una de sus tetas y haciendola temblar en su mano. Ahora tendré que ser más duro contigo....no será agradable, preciosa...no lo será
Gilles no paraba de acariciarla aprovechando que ella tenía las manos atadas a la espalda le pellizcaba los pezones e intentaba besarla en los labios, pero Carlota se resistía con todas sus fuerzas torciendo el rostro.
- Vamos, ¡obedece!, Beatriz perdió la paciencia y le dio un palmetazo en el trasero, pero Carlota siguió rechazando el beso.
Sin embargo eso no pareció importar al Barón al que domar a su mujer le parecía un juego excitante. Tras un rato más de magreo por fin la soltó, el hombre se sentó en una silla y la miró de arriba a abajo. Era evidente que la bella Carlota estaba avergonzada y molesta, pero también muy muy cachonda. En ese momento, tenía el rostro torcido mirando al suelo e intentaba ocultarlo con su dorado cabello. La joven tiritaba visiblemente.
- Y ahora arrodillate, ....Baronesa, y muestra un poco de respeto hacia tu señor, dijo Gilles con cierto desprecio.
Viendo que Carlota se negaba, Beatriz la obligó a arrodillarse a los pies de Rais. Justo delante de sus ojos Carlota tenía ahora el pene del Barón. Era un grueso y largo falo que no parecía de hombre sino de demonio. Además en ese momento estaba en plenitud, recorrido por una vena azulada serpenteante que parecía a punto de estallar. El prepucio brillaba completamente tieso y una gota líquida amenazaba con desbordarse desde su orificio.
Un extraño olor llegó a la nariz de la joven que al comprender lo que esperaban de ella no pudo reprimir una arcada.
- Vamos, empieza ya, esclava, dijo Beatriz impacientándose.
Ésta la miró como si no entendiera.
Venga estúpida, chúpasela de una vez.
¡No!. Carlota negó desesperada.
Te he dicho que la chupes.
Beatriz le acercó la cara a la polla, pero la joven cerró los ojos y apretó la boca con fuerza negándose a hacer algo tan asqueroso. En los días anteriores su hermana Laure había tenido que hacer tantas felaciones a los verdugos que había perdido la cuenta. Incluso la pobre Julie había aprendido a chuparle la polla a Jacques hasta el punto de que parecía incluso que le gustaba.... ¡Nunca!, ella nunca haría.... “eso” con ningún hombre, se lo había vuelto a jurar a sí misma viéndolas caer en esa degradación. Hasta ese momento se había mostrado sumisa pero ahora que intentaban obligarle a ella, se resistía con todas sus fuerzas.
De todos modos no pudo evitar que le frotaran la cara contra el miembro de Rais y al final se le pringó la nariz de líquido preseminal.
¡Qué asco!, dijo, dejadme, cerdos. ¡Qué, qué asco!, Carlota notaba perfectamente el olor y sentía que en cualquier momento iba a vomitar.
Mi señor, dijo Beatriz, agarrándola de los pelos con rabia, dejadme darle unos latigazos, eso le quitará los remilgos
No, Beatriz, aún no, así no tiene gracia, cuando me haga una mamada quiero que mi mujer me lo haga por propia voluntad y además disfrute con ello. Y ahora vamos a atarla a ese caballete, ya es hora de concebir a mi hijo.
Entre Beatriz y el Barón llevaron a Carlota hasta un caballete de madera y obligándola a inclinarse sobre él empezaron a atarla firmemente. Con varias cintas de cuero le aseguraron las dos piernas estiradas y bien abiertas a las patas del caballete mientras otra cinta aseguraba su cintura al listón horizontal. Las dos tetas le quedaron colgando a ambos lados del listón. En ese momento, Carlota pudo ver delante de su cara uno de esos ventanucos desde los que se podía espiar la cámara de tortura contigua.
Una vez atada, el Barón se deleitó del cuerpo de su mujer mientras observaba cómo Beatriz terminaba de prepararla. El coño de Carlota se abría ante él rojo como una granada y brillante de fluidos. Asimismo, la postura forzaba a su dueña a exponer completamente el agujero de su ano pequeño y apretado entre aquellas perfectas nalgas.
Diligentemente, Beatriz introdujo en su cloaca un gancho de metal que hizo que la prisionera protestara y se agitara inútilmente.
- No te gusta que te enreden ahí, ¿verdad?, pues vete acostumbrándote.
El gancho tenía una cuerda atada al otro extremo y con ella Beatrtiz agarró el cabello de Carlota y con un nudo corredizo tiró con toda su fuerza obligando a ésta a torcer violentamente la cabeza hacia atrás.
- Esto para que estés atenta, zorra.
Hecho esto Beatriz cogió una pinza dentada de la que colgaba una pesada bola de plomo y se acercó a la cara de Carlota.
Al adivinar lo que le iba a hacer, la joven cerró la boca con fuerza.
- Abre la boca y saca la lengua, ¡vamos!.
Carlota contestó que no con la cabeza.
- ¿No quieres?, ahora verás.
Beatriz fue entonces a por unas tenazas, y viendo que Carlota seguía en sus trece, le cerró por sorpresa la pinza dentada en uno de sus pezones.
- AAAAAYYY
Por efecto del peso de la bola el pecho de Carlota se estiró dolorosamente hacia el suelo. La joven pensó que se le iba a reventar y dio un sonoro grito.
Con la rapidez del rayo Beatriz aprovechó que había abierto la boca y le agarró la lengua con la tenaza. Entonces le obligó a sacarla bien afuera con la tenaza, le abrió la pinza del pezón y se la cerró en el mismo centro de la lengua.
- AAAAAAAAYYYY
Esta vez el dolor fue tan intenso que a Carlota se le saltaron las lágrimas de los ojos, además se vio obligada a mantener la boca abierta mientras la lengua le colgaba dolorosamente como si fuera un sabueso.
- Je, je, duele, ¿verdad?, mejor te hubiera sido usarla para chupar pollas.
Por supuesto, la de la lengua no fue la única pinza, pues Beatriz le colgó otras dos pesas de los dos pezones y una más del clítoris. El gesto de sufrimiento de Carlota era para verlo con aquellos pesados colgantes llorando a lágrima viva, entonces Beatriz le dio una sonora nalgada haciendo que todas la pesas vibraran y oscilaran a la vez haciéndole todavía más daño.
-AAAAAAAYY
El grito de Carlota volvió a acariciar los sádicos oídos del Barón que entre tanto se masturbaba despacio.
Entonces Beatriz cogió a éste delicadamente por su miembro y tras colocarse a pocos centímetros delante de la cara de Carlota se empezó a besar con él. Los dos amantes se besaron y abrazaron desnudos como estaban. Delante de su cara Carlota tenía ahora sus dos sexos que destilaban el aroma de la excitación.
Tras un rato de besuqueos, Beatriz se arrodilló y cogiendo el pene del Barón con las manos empezó a recorrer su lengua por él.
- ¿Así que no te gusta chupar pollas eh princesita?, le dijo a Carlota mientras le lamía el miembro, pues ese va a ser uno de los pocos placeres de que vas a disfrutar de aquí en adelante, observa y aprende.
Y dicho esto Beatriz cerró los ojos y siguió y siguió lamiendo y mamando el pene del Barón.
O mi señor, hoy la tenéis muy hinchada, ¿es esta zorra la que os ha puesto así?
Mi querida Beatriz, ha sido ella, pero tú también, metétela hasta dentro, te lo ruego.
Sí mi señor, y diciendo esto Beatriz se introdujo todo el pene del Barón en la garganta hasta que sus labios tocaron en la base. La mujer abrió la boca y la garganta hasta el límite y así se quedó un buen rato con la polla hasta dentro luchando por no deglutir. Y así estuvo hasta que le cayeron unas lágrimas. Carlota estaba asqueada de ver aquello de cerca.
AAAAhh, Rais gimió de gusto como hacen los hombres cuando una mujer habilidosa se la chupa.
Cuando tras más de veinte segundos ya no pudo más, Beatriz tuvo que sacarse ese enorme miembro de la boca, pero eso no le impidió volver a hacerle una larga y experta mamada al Barón accionando su cuello enérgicamente.
Éste estaba en el séptimo cielo como cada vez que su querida feladora le sometía a ese tipo de tratamiento.
Cuidado, cuidado, muchacha, dijo él al ver tanta devoción, hoy no puedo derramar mi semilla en ti.
Sí, por supuesto mi señor, tenéis razón, dijo ella echando babas y semen líquido. Entonces Beatriz volvió a coger el pene del Barón y llevándole hasta el trasero de Carlota se agachó y apartando los labia de ésta se lo fue introduciendo en su sexo delicadamente. Los hábiles dedos de Beatriz y los fluidos de Carlota consiguieron que el Barón penetrara a su mujer sin el más mínimo esfuerzo y pronto sintió su pene dulcemente abrasado por el sexo de ésta.
La propia Carlota exhaló un suspiro de placer y eso que las pinzas dolían como el mismo infierno. Entonces el Barón empezó a follar despacio y con cuidado, adelante y atrás, adelante y atrás. Mientras tanto se seguía besando con Beatriz y ambos se acariciaban como estaban acostumbrados. A pesar de la suave penetración Carlota sintió perfectamente cómo era desvirgada mientras aquellas pesas oscilaban lo suficiente para que le fuera imposible disfrutar de aquella primera penetración.
Probablemente sangró o quizá no, ¿qué más daba ya?. Ya no había honor, ni riquezas, ni belleza, ahora sólo era la puta de Rais condenada al infierno en vida.
Poco a poco, el Barón de Rais se fue animando y follando con más intensidad y ganas. El trasero desnudo de Carlota y su larga espalda le inspiraron mientras imaginaba una larga y dolorosa flagelación para aquella piel suave y perfecta. De este modo las pesas cada vez oscilaban con más fuerza mientras el largo pene de Rais bombeaba sin parar adentro y afuera, adentro y afuera insistente e incansable. Carlota tenía el gesto crispado de dolor y ya gemía abiertamente mientras la baba y las lágrimas se deslizaban sin freno por su rostro..
Las quejas de su víctima eran música celestial para el sádico Rais que ya se la follaba jadeando.
- Abre la poterna,..... Beatriz, .......quiero que mi mujer vea lo que le están haciendo a su hermanita....... mientras le derramo mi semilla dentro....eso le excitará aún más.
Obediente como siempre, Beatriz abrió la poterna y Carlota pudo ver entonces lo que ella estaba pasando no era nada comparado con el largo martirio de sus compañeras. Efectivamente, tras varios días casi sin descanso, los verdugos seguían atormentando a Julie y Laure en la mazmorra contigua.
Jacques seguía con la pequeña Julie a la que ya había convertido en su juguete. El sádico verdugo no había permitido que nadie más pusiera las manos encima a su bella esclava, de modo que él y sólo él llevaba varios días disfrutando de su delicioso cuerpo. Por su parte, la pobre Julie imaginaba perfectamente lo que era ser condenada a las eternas llamas del infierno, pues no podía ser mucho peor que lo que ella misma estaba pasando en manos de ese monstruo.
En ese momento, Jacques la estaba follando por enésima vez, pero no se puede decir que aquello fuera placentero para ella. El enorme verdugo se encontraba sentado en una especie de trono totalmente desnudo y obligaba a a la pequeña Julie a cabalgar a horcajadas sobre su pene enhiesto. Para ello se valía de una soga colgada del techo de la que pendía un nudo corredizo atado a su vez al cuello de la desdichada joven. Con crueldad calculada, Jacques tiraba de la cuerda ahorcando literalmente a Julie poco a poco. Así la tenía unos segundos y cuando veía que la joven estaba a punto de asfixiarse, soltaba un poco de la cuerda para que ella se volviera a encajar en su pene al tiempo que volvía a respirar.
La pobre Julie tenía toda la cara roja por la asfixia y manchada de lágrimas secas. Cada vez que Jacques tiraba de la cuerda ella se ahorcaba a sí misma, ponía los ojos en blanco y todo su cuerpo temblaba sintiendo que la vida se le escapaba por momentos, finalmente y tras una angustiosa eternidad su verdugo aflojaba la cuerda y vuelta a empezar.
Poco a poco Julie entendió que la única manera de evitar que Jacques tirara de la odiosa soga era “botar” sobre su pene y darle placer con su vagina.Cuanto mejor lo hiciera menos veces sería castigada.....Sin embargo, a veces Jacques tiraba de la cuerda por puro sadismo.
- Parece que tu doncella lo pasa bien en manos de ese bestia de Jacques, dijo Rais sin dejar de follarse a Carlota, mira, mira lo que le ha hecho en las tetas.
Efectivamente, sobreponiéndose a su propio dolor, Carlota vio los juveniles pechos de Julie salvajemente martirizados. Cada uno de los pezones de la criada estaba traspasado por tres largas alfileres formando dos estrellas y otras dos tachuelas estaban pinchadas en la punta de los mismos de manera que la punta de sus pezones parecía brillar. Los vírgenes pechos de Julie eran por naturaleza muy sensibles y sus pezones suaves como el ante, así que Carlota imaginó el dolor que debió experimentar su sirvienta cuando se los traspasaron con esas agujas. En realidad el tormento había sido mucho más salvaje de lo que imaginaba, pues Jacques se las había introducido una a una calentadas al rojo vivo pocas horas antes.
Unos metros más allá de Julie estaba su hermana Laure. Al principio a Carlota le costó reconocerla por su gesto crispado y deformado por el dolor. La pobre Laure se encontraba subida a un armatroste de madera de cuatro patas terminado en una pirámide de metal. La punta de la pirámide la tenía encajada en el ano, y las piernas las tenía dobladas y atadas a las muñecas por los tobillos. Eso significa que todo el peso de su cuerpo recaía sobre el ano provocándole un indecible sufrimiento.
Lo único que impedía que Laure se desequilibrara y cayera al suelo era su cabello, pues le habían atado su melena rubia a una cuerda colgada del techo. El cuero cabelludo de la joven estaba tirante y su cuerpo oscilaba colgando de él.
Probablemente el tormento de la “cama de Judas”, que así se llamaba la pirámide colmó todas las aspiraciones masoquistas de la bella Laure.
De todos modos, por si eso fuera poco, uno de los verdugos le daba un fustazo en las piernas de vez en cuando.
- IIIIAAAAAYYYYY
Carlota reconoció la voz de su querida hermana cuando ésta lanzó un espeluznante alarido. La piel de Laure brillaba intensamente a la luz de los braseros por su propia transpiración y ella no dejaba de hipar o llorar.
- POR FAVOR, BAJADME DE AQUI POOOR FAVVOOOOR, y se puso a llorar desconsoladamente
Evidentemente la escabrosa escena de tortura de la sala contigua excitó sobremanera al Barón de Rais que tras varias violentas sacudidas más contra el trasero de su mujer empezó a eyacular dentro de su vagina.
Carlota sintió perfectamente cómo el miembro de su marido le crecía dentro, bien adentro y bien profundo y cómo la simiente de ese monstruo se le derramaba inundándole las entrañas. La joven sabía lo que eso podía significar pues según sus cuentas era perfectamente posible quedarse embarazada.
El Barón se tomó aún unos segundos con las piernas tembládole por el orgasmo y cómo queriendo asegurarse se quedó con el pene dentro de la vagina de Carlota dejando que perdiera la erección allí dentro.
Dime Beatriz, dijo sudando satisfecho. ¿Advertiste a los verdugos que no debían penetrar a Laure por delante?
Sí mi señor, me consta que aún es vírgen.... pero sólo por ahí.
¿Quereis decir que?
Sí mi señor, era difícil contenerlos así que les dije que podían usar su culo.
Ja, ja, imagino cómo lo habrán usado.
Sin embargo, es peligroso mi señor. Conozco a esos perros y en cuanto os descuidéis la dejarán embarazada. Ni siquiera sabréis cuál de ellos es el padre y no hay nada más peligroso que un hermano o primo bastardo
Adivino que ya has pensado en algo para evitarlo ¿no es cierto?
Hmmm, sí, por supuesto, si me lo permitís os haré una demostración ahora mismo, ¿me prestáis vuestro anillo?
Adelante querida.
Beatriz ni siquiera se cubrió para entrar en la mazmorra vecina sino que se presentó desnuda ante los verdugos. A pesar de eso, éstos la recibieron como su superior y dejaron por un momento de atormentar a las mujeres.
- Vamos Jacques, dijo Beatriz, deja un rato a la criada y ven que tienes que ayudarme.
A Jacques le contrarió ver cómo esa zorra que se paseaba en pelotas delante de sus ojos invadía sus dominios, sin embargo adivinó que Rais se encontraba espiando y nuevamente no quiso desobedecer. De este modo tiró de la cuerda haciendo que Julie se desencajara de su pene. Una vez de pie el verdugo ató la soga a una argolla de la pared y la pobre Julie quedó suspendida en el aire oscilando cómo un péndulo y asfixiándose lentamente con su propio peso.
Carlota vio alarmada cómo su pobre amante se debatía desesperadamente en el aire pataleando y dando inútiles bocanadas con los ojos en blanco y el rostro enrojecido por la falta de aire. En un momento dado la pobre Julie empezó a temblar y un chorro de orina se le escapó entre las piernas mientras la vida se le escapaba lentamente.
Jacques disfrutaba como un cerdo observando una vez más cómo la joven se ahorcaba poco a poco y esta vez esperó hasta el límite antes de encajarle un caballete entre las piernas. Julie pudo por fin respirar pero a costa de descargar todo el peso de su cuerpo sobre su sexo.
Ahora soy todo vuestro, señora, dijo el verdugo dejándola en ese doloroso trance.
Muy bien, pues ahora mismo me vas ayudar a coserle el coño a la hermana de la Baronesa, no me fio de vosotros.
Jacques contestó que sí encantado de hacer algo tan perverso.
De este modo, uno de los verdugos se ocupó en depilar el sexo de Laure mientras Jacques enhebraba una larga aguja con un áspero y resistente hilo de estambre. Entre tanto Beatriz se ocupó de fundir un poco de cera roja en un crisol.
Jacques convirtió el cosido del sexo de Laure en una dolorosa tortura. Una vez depilado el sexo lo lavó cuidadosamente y empezó a coserle los labia uno contra el otro, clavando y desclavando la aguja una y otra vez y estirando bien del hilo.
- UUUUUAAA, NO POR FAVOR, NO, BASTAAAAA.
Laure gritaba y gritaba desesperada, debatiéndose sobre la cama de Judas completamente indefensa. El sádico espectáculo le puso tan cachondo al Barón de Rais que recuperó su erección cosa que aprovechó para volver a penetrar a Carlota. Esta fue obligada a ver el tremendo tormento de su querida Laure al tiempo que las pesas que colgaban de las pinzas volvían a oscilar adelante y atrás atormentando las partes más sensibles de su cuerpo.
Jacques se tomó su tiempo cosiendo los labia interiores de Laure y los cerró casi completamente menos un pequeño orificio en la parte inferior del coño que dejó abierto parta que ella pudiera orinar.
Buen trabajo, verdugo, dijo Beatriz supervisando el trabajo, y entonces derramó un poco de agua para limpiar bien las heridas.
¿Cómo va putita?, dijo Beatriz. Laure tenía el rostro manchado de lágrimas y completamente crispado. Ahora mismo te dejo a solas con tus nuevos amigos, pero antes voy a ponerte el sello del Barón.
Entonces Beatriz cogió el recipiente del fuego y vertió un poco de cera líquida sobre el sexo de Laure.
- UUUUUUAAAAAYYY
Lógicamente el líquido hirviendo hizo que la joven lanzara un tremendo alarido y antes de que la cera se solidificara mezclándose con el hilo de estambre Beatriz lo selló con el escudo de Rais.
- Procura que no se te rompa el sello zorra, o mañana vendré a ponértelo otra vez.
En realidad Laure no le respondió pues había perdido la consciencia....
La noche de bodas de Rais y Carlota aún duró unas cuantas horas más y efectivamente, aunque nadie lo supo entonces, la joven baronesa se quedó preñada del Mariscal.
Tras follársela cuatro veces, Carlota estaba físicamente agotada. Finalmente, cubierta de semen y sudor, el Barón la dejó sola y ahí permaneció Carlota unas cuantas horas hasta que volvieron a acudir los verdugos. Éstos la desataron y la condujeron hasta una pequeña y claustrofóbica jaula que estaba en el suelo de la mazmorra. Allí la dejaron desnuda y tiritando de frío pero no sin antes amordazarla y atarle las manos a la espalda para evitar que se masturbara. La jaula era tan pequeña que Carlota sólo cabía hecha un ovillo y no podía revolverse.
Mientras los verdugos se marchaban de la mazmorra la joven pudo oirles angustiada cómo al día siguiente vendrían a buscarla a la salida del sol pues tenían previsto empezar a torturarla.
(continuará)