El marido de mi jefa
¿quién no ha fantaseado alguna vez con follarse a la pareja de su jefe/a?
Era mi primer trabajo como camarera y no me fue nada fácil teniendo en cuenta que mi jefa con sus inoportunos comentarios me lo hacía bastante cuesta arriba. Tenía queja para todo. Estaba mal que tuviera confianza con los clientes de la misma manera que lo estaba si tenía poca o si era demasiado generosa o demasiado fría, todo le molestaba. Lo preocupante llegó cuando se tomó la libertad de juzgar mi aspecto. Tenía días para decirme que debía bajar de peso y días para decirme que mi vestuario era demasiado provocativo para un bar de barrio. ¿A quién quería engañar? Le repateaba terriblemente doblarme la edad, tener una cara vulgar y un cuerpo mediocre, no soportaba que bajo sus blusas sus pechos se mostraran como leves abultamientos cercanos a su vientre, que su culo se dejara llevar por las leyes de la gravedad y verse obligada a ocultar sus amplias caderas en aquellos pantalones masculinos y pasados de moda. Su rostro hierático denotaba una clara ausencia de apetito sexual, vamos que era una frígida en toda regla, solterona hasta los 40 que se casó con Joey para interés de él.
Joey era el encantador marido americano de mi jefa, trabajaba donde podía y cuando quería, pero digamos que ella con su trabajo de funcuionaria lo mantenía, para no quedarse sola, supongo... De vez en cuando venía a echarme una mano al bar, he de reconocer que cada vez, más a menudo. Teníamos una gran complicidad y aunque no comprendía bien el idioma no nos era muy difícil despotricar contra su mujer, tampoco teníamos problemas en hablar de sexo siempre con respeto, yo llevaba tres meses sin practicarlo y estaba que me subía por las paredes, el trabajo absorbía todo mi tiempo. Él de vez en cuando tenía sus aventuras para ignorancia de su mujer, era evidente pues aunque ya había dejado atrás los 40 tenía un aspecto que muchos de los chicos de 25 con los que me había enrollado últimamente envidiarían.
Aquel jueves tuve mucho trabajo, aún así mi jefa desde su trabajo me llamaba de vez en cuando para exigirme más y más tarea mientras el bar seguía llenándose de gente y yo la maldecía y pensaba que quién me había mandado a mí aceptar este empleo. Estaba sola rodeada de borrachos que me miraban descaradamente las tetas que bromeaban y que hacían comentarios que, sinceramente, no entendía. Llamé a Joey que no tardó en venir con varios amigos que se traducían en más clientes. Me reconfortaba que estuviera allí, no solo hacía más ligero mi trabajo sino que con Joey en el bar no tenía que soportar los obscenos comentarios de algunos clientes, el metro noventa de altura de Joey imponía respeto.
Aquella misma tarde empecé a tener pensamientos pecaminosos hacía Joey cada vez que nos cruzábamos en la estrecha barra todo empezó al rozar mis pechos con su espalda endureciendo mis pezones, aquello me avergonzaba y me excitaba porque se percibían bajo mi fina camiseta de lycra y sabía que Joey se daba cuenta, fue peor cuando pasó por detrás de mí y sentí un gran bulto a la altura de mis riñones. Ya no había vuelta atrás, hacía mucho calor, empezaba a sobrarme la ropa, el olor del perfume de Joey parecía adentrarse en mis poros, su oscura piel brillaba, sus ojos de vez en cuando me miraban, su capuyo me rozaba y yo no sabía si lo que sucedía era real o era producto de mi continua abstinencia, me costaba entender a los clientes, en mi mente empezaba a fantasear, deseaba arrodillarme y sacarle esa polla que se le marcaba en los vaqueros y hacerle una mamada delante de todo el mundo, no, no podía ser, era mi imaginación que me jugaba malas pasadas o que quizá hoy había trabajado demasiado, sí definitivamente me merecía unas vacaciones..
Apenas eran las 9 de la noche cuando Joey dijo en voz alta que el bar cerraba y que la gente fuera terminando sus consumiciones, extrañada miré a Joey y le pregunté porque cerrábamos tan pronto hoy me dijo que ya había trabajado bastante por hoy y que también me merecía mi descanso, menos mal que alguien se dio cuenta. La gente fue saliendo sin mucha prisa mientras yo limpiaba la barra y pensaba en un futuro incierto, en lo que me depararía la siguiente media hora... Sonó el teléfono, era mi jefa. Esa tarde ni siquiera se había pasado por el bar al salir del trabajo, decía que estaba cansada y tenía jaqueca (¿de qué? ¿de darle a la lengua?) Me preguntó si Joey se había pasado por allí y ante los gestos de este le dije que no, que había quedado para cenar con unos amigos, el tono de mi jefa cambió de repente. Me dijo que no cerrara antes de la diez, como siempre le contesté sumisa, luego colgó.
La caja estaba llena de dinero, el esfuerzo daba sus frutos aunque yo siguiera cobrando aquella mierda de sueldo. Joey quiso celebrarlo sirviendo dos copas y haciendo un brindis aunque nunca supe que bebida había servido, si nos viera su mujer seguro se volvería loca, ahora veía en el brillo de sus ojos su ferviente deseo. Nunca me lo había hecho con un maduro y era su madurez lo que me avergonzaba, lo que me excitaba, me dijo que dejara la limpieza para otro día y aunque no le hice demasiado caso ya uno de sus brazos rodeaba mi cintura, su lengua exploraba mi cuello, su polla seguía clavándose en mis espalda más grande que nunca.
Estaba perdida, en otra situación hubiese huido pero hoy no quería, solo quería dejarme llevar, dejarme enseñar. Su otra mano ahora subía bajo mi fina camiseta por mi vientre, sorpresa, no llevaba sujetador y eso pareció excitarle aún más, ahora me agarraba los pechos con las dos manos y fugazmente sus dedos jugueteaban con mis pezones. Con una habilidad pasmosa desabrochó mis vaqueros y hundió una de sus hábiles manos en mi coño desnudo, rasurado y bañado en líquidos, parecía como si lo hubiera hecho mil veces.
Bajó mis pantalones y los suyos mientras su capullo empujaba la entrada de mi culo, sus dedos seguían hurgando en mi coño frotando mi clítoris introduciendo dos dedos en él y seguidamente en mi boca para que probara mi propio sabor, chupé sus dedos y él embistió mi culo, solté un gemido de dolor, me dio la vuelta y soltó un comentario que no entendí mientras miraba mis pechos pero era evidente que le habían gustado. Me cogió del pelo y me guió hacia su miembro, yo me arrodillé ante él y me metí aquel pene en la boca, sí, como imaginé tiene un buen nabo, empujo con fuerza pero no demasiada mi cara hacía su miembro, primero tomé su punta pero poco a poco la presión me hizo meterme toda su polla en mi boca y yo chupaba y chupaba encantada y sin rechistar mientras su polla se moría por estallar en mi boca viciosa.
Me tomo en brazos y me sentó sobre la barra, tenía un cuerpo tan rotundo que de mí podía hacer lo que quisiese, aún así yo seguía dejándome hacer. Abrió una botella de su whisky preferido y también el más caro (aquel que mi jefa tenía reservado para impresionar a sus compañeros) y rocío con él mi cuerpo, me gustaba sentir el frescor y al mismo tiempo el ardor y el fuerte aroma americano recorriéndome y como Joey pasaba después su lengua y se emborrachaba de mi cuerpo, el más caro de los cuerpos, seguro que eso no se lo hacía a su mujer ni con agua, mi cuello terso mis senos firmes y abundantes, mi delicioso vientre mis duras piernas y su lengua entre ellas, lamiendo con prisa mi dulce, mi chorreante coño, proporcionándome el más exquisito de los placeres mientras el licor me hervía en la piel y gemía despacito para mis adentros. No tardó, estábamos muy excitados, se incorporó y sujeto y abrió mis piernas mientras yo reposaba sobre la barra.
Llevaba toda la tarde esperando este momento y entre susurros le decía fóllame...fóllame... aunque no entendiera muy bien el español estoy segura de que esta palabra no es la primera vez que la oye de los labios de una mujer caliente que se derrite en sus brazos. Penetró su polla con violencia en mi cuerpo y empezó a follarme con rapidez y maestría pero no me hizo daño, creo, más bien todo lo contrario. Cada embestida arrancaba de mi garganta un grito que resonaba en todo el bar, no tardé en correrme, el tardó un poco más en el ultimo momento salió de mí, probablemente no quería buscarse un problema, derramó todo su semen sobre mi cuerpo y después se fue.
A los tres días me llegó la carta de despido, ¿nos habría sorprendido? De ser así no me extraña que yo no me enterase. No me importa, fue un gran polvo ¿y quién no ha fantaseado alguna vez con follarse a la pareja de su jefe/a?