El marido de Laura

Coger con ella era delicioso pero con su marido lo era mas.

EL MARIDO DE LAURA

Una nueva chica había llegado a la oficina, piel blanca, abundante cabellera y un cuerpo sumamente apetecible, estrecha de cintura y con un trasero prominente que le quitaba el habla a todos de solo verla caminar. Era una mujer muy especial, no trataba con cualquiera y siempre era respetuosa del trato laboral, así que dos chavos que intentaron lanzarse con ella pues simplemente fueron rechazados.

Cierta ocasión tuvimos que asistir a una reunión juntos en representación de la compañía, cada uno iba a presentar los trabajos que se iban desempeñando en las respectivas áreas, así que acordamos acudir en un solo vehículo.

Durante el trayecto platicamos cosas del trabajo y desviamos la conversación a los antecedentes laborales, admito que al inicio de la conversación me costaba trabajo evitar mirarle los hermosos senos que se erguían retadores bajo esa blusa de color blanco semitransparente. Pero poco a poco la conversación se hizo más interesante y ya podía desviar la mirada con mayor facilidad. Llegamos a la reunión y nos fue muy bien, así que ambos podíamos regresar satisfechos a la oficina, sin embargo, ya era la hora de la comida, y decidimos pasar a comer antes de regresar.

La comida fue de lo más agradable, conversábamos y coincidíamos en tantas cosas que pronto parecía que nos conocíamos de mucho tiempo atrás, y con la mayor naturalidad le dije lo atractiva que era.

  • ¿De verdad te parezco atractiva? – me preguntó.

  • Mucho - le respondí y añadí – quizás demasiado.

Ella sonrió y me dijo:

  • Muchas gracias, pero la verdad es que creo que me hace falta hacer algo de ejercicio, para reafirmar algunas partes ¿no lo crees? – dijo ella coqueta y acariciando sutilmente su cintura.

Aquella pregunta me ponía contra la pared, afortunadamente se me ocurrió una idea.

  • Pues Yo te veo muy bien, en cambio a mi sí que me hace falta hacer ejercicio, de hecho ando buscando un gimnasio para hacer algunas rutinas.

  • ¿De verdad? Oye pues a mi me interesa también, ¿ya tienes algunos?

  • Sí, que te parece si nos ponemos de acuerdo y hasta juntos podríamos ir – le dije sin pensar que podía aceptar, pero su respuesta me sorprendió.

  • Pues sí, sí me late esa idea, mañana mismo vamos a ver los que ya tienes ubicados.

No me lo podía creer, esa chica me estaba dando entrada y no lo iba a desaprovechar. En cuanto regresamos a la oficina me puse a investigar sobre los gimnasios y afortunadamente encontré varios en la zona, de tal manera que al día siguiente ya nos estábamos inscribiendo en uno.

La convivencia diaria con esa niña me encantaba, verla en sus shortcitos y tops de lickra me hacían fantasear muy seguido, algunas veces terminaba masturbándome en mi cama pensando en ella. Ya había intentado acercarme más, buscando una relación más estrecha pero ella me evadía. En fin, llegué a la conclusión que con ella sólo me iba a quedar como amigo y no me agradaba mucho la idea, así que traté de alejarme un poco de ella porque seguía quitándome el sueño, dejé de ir todos los días al gimnasio y en consecuencia dejé de verla ciertos días. Ella lo notó y me comenzó a decir que si ya no la quería ver o cosas así.

Cierto día ella me llamó para que fuéramos a comer y acepté pues tampoco quería que se enojara conmigo. Para variar la charla resultó de lo más agradable y Ella me enseñaba lo bien que le estaba haciendo el ejercicio a su cuerpo, cosa que era por demás notoria a simple vista pero ella me pidió que lo corroborara con las manos. Esa chava se pasaba, tenía la cinturita bien rica, las piernas y los muslos bien duritos, pero el trasero se veía impresionante, así que cuando me permitió palparlo casi tengo un orgasmo mental.

¿Qué se proponía? ¿Quería matarme de un paro cardiaco? Era evidente que ella sabía cuánto me gustaba, y me parecía que se estaba burlando de mi, pero a la vez me parecía que ahora sí me estaba dando entrada como hombre, así que le seguí el juego. Volvimos a nuestra rutina del gimnasio y a comer juntos casi a diario y siempre me pedía que corroborara sus avances en el gimnasio, cosa que Yo hacía con sumo cuidado, llegando a lugares cada vez más íntimos. Y cierto día me dijo:

  • Oye, Tú siempre me checas como voy con el ejercicio pero a mi no me dejas checarte.

  • Pues no, más bien Tú nunca has querido hacerlo, pero Yo aquí estoy dispuesto a que me auscultes – le respondí y ambos reímos.

  • En ese caso, veamos que hay por aquí… mmm creo que estás haciendo bastantes abdominales – me dijo mientras acariciaba mi abdomen por encima de la camisa.

Todo parecía indicar que la relación ya se había encaminado lo suficiente, ella era cada vez mas atrevida al "checar mis avances" y Yo hacía lo mismo, entonces fué ella quien me dijo que necesitaba de mi opinión para comprarse algo de ropita.

Así que fuimos de compras y grande fue mi sorpresa cuando llegamos al departamento de lencería, ella me enseñó algunos jueguitos de panties y bra que me quitaban la respiración pero finalmente me dijo que lo que iba a comprar era una pijama, vimos varias pero finalmente se inclinó por una de shortcito y camisetita, pero me dijo que necesitaba mi sincera opinión para saber si se le veía bien, así que se la probó y me la enseñó, creo que debo haberme quedado con la boca abierta porque realmente lucía genial, de solo verla tuve una erección bastante notoria, tanto que ella me sonrió y dijo mientras señalaba el frente de mi pantalón:

  • Vaya creo que sí te gustó jajaja así que me la llevo.

Saliendo de la tienda nos fuimos en su coche a la oficina y me comentó que habían preparado una salida a un antro los compañeros de su área y quería saber si la podía acompañar, cosa que no dudé ni un segundo hasta que recordé que ese día no había llevado mi coche y se lo comenté. Pero ella se ofreció a llevarme a mi casa sin ningún problema, así que quedamos para esa noche.

La velada resultó mejor de lo esperado, bailamos y bailamos hasta que se acabó la música, sobretodo las últimas piezas que eran tranquilitas, para bailarlas pegaditas y con unos tragos encima pues el ambiente era ideal para el romance. Salimos del antro y afuera nos despedimos de todos los compañeros y nos subimos a su coche:

  • Ahora sí, dime para dónde vamos

  • Pues mi casa está por el centro de la ciudad, nos podemos ir por aquí – le dije señalándole la avenida que debíamos tomar.

  • Bueno Tú me vas guiando – me dijo mirándome fijamente a los ojos.

  • Claro, Yo te digo por dónde – le dije acercándome y posando mi mano en su pierna.

  • Oye, hoy ya me habías checado las piernas ¿no recuerdas?

  • Claro, pero no la parte interna, además creo que ambos estamos muy tensos, que te parece si te metes ahí – le dije señalándole un hotel que estaba en la avenida y sabiendo que con esa propuesta arriesgaba todo.

  • ¿Estás seguro que quieres entrar ahí? – preguntó ella con voz temblorosa mientras mi mano ya estaba hurgando bajo su falda.

  • Sí, a menos que Tú no quieras – le dije y acaricié su coñito por encima del calzoncito que ya estaba húmedo.

Entramos al hotel y todo ocurrió muy rápido, nuestra ropa había quedado dispersa en el suelo y Yo me encontraba entre sus piernas comiéndole su rajita, eso le encantaba a ella, gemía y gemía mientras arqueaba su cuerpo, la tenía en su punto y no iba a desaprovechar aquella situación, así que se la clavé, le metí la verga de un solo empujón y ella gimió gozando y pidiendo más. Ella misma impulsaba su cadera contra la mía buscando que le entrara más verga.

  • Cógeme, más, eso, así, así, ay que rica vergota tienes – me gritaba y con esas palabras más me encendía.

Como era lógico en esa primera entrega el clímax no tardó en llegar y mi pene comenzó a verter en sus entrañas la leche tibia, nada nos importaba en ese momento, la entrega había sido total. Nos quedamos abrazados por algunos momentos en silencio, recuperando fuerzas, besándonos y acariciándonos.

  • ¿Por qué me hiciste esperar tanto? – le pregunté mientras le sacaba la verga.

  • Pues sólo quería estar segura de que le iba a dar las nalguitas al hombre indicado – me contestó ella mientras se colocaba sobre mi.

  • ¿Y me las vas a dar? – le dije mientras mis manos acariciaban su hermoso trasero.

  • Eres un degenerado… ah ¿que haces? – gimió ella al sentir como uno de mis dedos se clavaba en ese agujerito estrecho que tanto anhelaba.

  • ¿Entonces sí me lo vas a dar? – le insistí y por respuesta ella se hizo a un lado para comenzar a mamarme la verga.

Esa era la mujer de mis sueños, hermosa y ardiente, mamaba delicioso y no podía hacer menos que corresponderle, la atraje por la cintura y acomodé su coñito a la altura de mi boca para cerrar el 69 más cachondo de mi vida. Las caricias iban en aumento y ella ya había puesto en completa erección a mi pene, en tanto que Yo comenzaba a hurgar en su otro agujerito, el cual se contraía cuando le pasaba la lengua arrancándole suspiros de placer. Era el momento indicado para hacerlo y ella misma me lo pidió:

  • Encúlame, méteme tu vergota en mi culito, por favor – y al decir esto se acomodó empinadita, ofreciendo su preciado y sonrosado ojete para el sacrificio.

Durante algunos minutos no hubo palabras en la habitación, sólo gemidos y el sonido de los cuerpos desnudos chocando entre sí, era lo más delicioso que había hecho, su culito no ofreció mucha resistencia, me resultaba evidente que no era el primero en penetrarla por ahí pero eso no me importaba, quería ser el único a partir de ese momento. Mi verga se perdía entre sus nalguitas una y otra vez hasta que en un embate profundo le llené el culito de leche. Pero contrario a lo esperado, mi verga se mantuvo firme, así que sin sacarla del estrecho agujerito la acomodé con sus piernitas sobre mis hombros y comencé un nuevo mete y saca. Su rostro solamente mostraba placer, estaba gozando tanto como Yo y de pronto se tensó su cuerpo nuevamente, indicio claro de que estaba experimentando un orgasmo. Aceleré mis embestidas y volví a llenarle el culito de leche.

  • Eres todo un semental, creo que no me equivoqué contigo – me dijo ella mientras se zafaba de mi verga.

  • Pues Tú eres una mujer extraordinaria, tienes un culito delicioso y… ¿qué pasó? – le pregunté cuando ella comenzó a vestirse.

  • Es que ya es tarde y hay que llegar a casa, me cogiste bien rico y espero que lo vuelvas a hacer pero ya hay que irnos – me respondió con la mayor naturalidad y añadió una pregunta que me descontroló – oye, ¿me regalas tus calzoncitos? Quiero tenerlos junto a mi siempre.

  • Sí claro, pero… - le di mis calzones y ella los guardó en su bolsa.

Me terminé de vestir y salimos del hotel, me llevó a mi casa y nos despedimos con un tremendo cachondeo en su coche. Ese fue el inicio de nuestra relación, cada viernes saliendo de la oficina íbamos al hotel a entregarnos plenamente disfrutando de nuestros cuerpos sin inhibición alguna. Sin embargo, una y otra vez le pedía que formalizáramos nuestra relación pero siempre me decía que no, que no era conveniente porque ambos trabajábamos en las mismas oficinas y podríamos tener problemas con el director. Pasaron los meses y nada, nos conocíamos tan íntimamente que ya me la había cogido hasta por las orejas e incluso le había permitido que metiera los dedos en el culo, pero aún así seguíamos siendo sólo "amigos" y sólo los viernes por las noches amantes.

Yo la invité a mi casa varias veces pero ella jamás me dejó acompañarla hasta la suya, siempre encontraba algún pretexto para evitarlo, así que decidí seguirla para ver por qué tanto misterio. Podía entrar al conjunto habitacional en que vivía, pero no a la sección de las casas en la que estaba la suya así que sólo la veía entrar en él pero todo parecía normal, no había nada extraño, al parecer vivía sola así que decidí no volver a desconfiar de ella pero justo eso pensaba cuando la veo salir del conjunto habitacional con un chico un poco mas grande que Yo, moreno, alto y de complexión atlética, quien la llevaba abrazada por la cintura. Iban platicando y se alejaban mientras él aprovechaba de cuando en cuando para darle unas palmaditas en las nalgas.

Aquello me rompió el corazón, por eso ella nada formalizaba conmigo, ahora era claro, seguramente ella vivía con aquel hombre. En fin, pasaron tantas cosas por mi mente que decidí aclararlo todo con ella, iba a esperarla hasta que regresara y que me dijera de que iba el asunto. Me quedé un rato afuera de la casa y en eso llegó su vecina con una caja enorme, era una señora ya grande y me acerqué a ayudarla. Ella me lo agradeció y me preguntó a quién buscaba. Le dije que a Laura, y fue entonces que la señora me dijo algo que me dejó frío, me dijo "que había salido con su esposo y que seguramente no tardarían porque ahí estaba su coche". ¿Su esposo? Ahora hasta resultaba que estaba casada. Ya no sabía que pensar, pero la señora interrumpió mis pensamientos y me dijo que si le podía ayudar a subir la caja a una de las habitaciones superiores y accedí. Acomodamos la caja y me di cuenta que desde el baño se veía la recámara de la casa de Laura, así que cuando me invitó a que los esperara en su casa no lo dudé. Me quedé platicando con ella y tratando de obtener más información.

En eso escuché la risa de Laura, creo que la identificaría en cualquier parte pero la señora no, así que ni se dio cuenta de que ya habían regresado. Esperé unos instantes antes de pedirle a la señora que me dejara entrar a su baño y me subí sólo para corroborar con mis ojos lo que ya me habían dicho. Desde arriba de la taza del baño podía asomarme perfectamente hacia la recámara de la casa de Laura y con tan mala suerte que ahí estaba con ese hombre, era lógico, ella era muy caliente y seguramente lo había calentado a él de la misma manera que hacía conmigo. Ambos se habían despojado casi por completo de la ropa así que era sólo cuestión de tiempo. Él blandió su verga y la acomodó empinadita, justo como ella se acomodaba cuando me iba a entregar su culito y obviamente él hizo exactamente lo mismo que Yo, se la clavó enterita, haciéndola arquear. No daba crédito a lo que veía, ahí estaba ese hombre cogiéndosela por el culo. Eso explicaba la facilidad con la que le entraba la verga. Estaba a punto de sacarme la verga y masturbarme pero me contuve. Salí del baño y me despedí de la señora.

No sabía que iba a hacer el lunes cuando la viera en el trabajo. ¿Reclamarle? Pero si no teníamos una relación formal y eso ella siempre me lo recordaba. ¿Rechazarla? Jamás podría hacer eso. En fin, el lunes la vi y me saludó como siempre, la semana pasó igual y fue el viernes cuando ella me buscó a la salida para nuestra acostumbrada visita al hotel. No me pude negar. Pero justo cuando la estaba enculando le dije:

  • ¿Quién coge mas rico tu marido o Yo?

Ella ni se inmutó, siguió meneando el trasero igual de rico o incluso más rico que de costumbre y en cuanto me deslechó sin decir nada se comenzó a vestir.

  • ¿Sabe tu marido que tienes un amante los viernes? – le pregunté con sarcasmo mientras comenzaba a vestirme.

  • Sí, sí lo sabe, le he platicado de ti y está de acuerdo – me respondió fríamente y añadió una pregunta que me heló la sangre - ¿quieres conocerlo? ¿te gustaría hacer un trío con él y conmigo?

  • Claro, entre los dos podremos hartarte de verga ¿no? – le respondí con mayor sarcasmo, pero ella no lo tomó así, simplemente sacó su celular y llamó al marido diciéndole que íbamos para su casa.

  • Vámonos, mi marido nos está esperando – ordenó ella y sin saber qué responder la obedecí.

En el camino ella me fue platicando sobre su marido y lo liberales que ambos eran. Me contó de la fantasía que tenían de llevarse a la cama a otro hombre, pero querían que ese hombre fuera especial y que cogiera rico. Yo la escuchaba distante, por mi mente pasaban muchas ideas, pero tal vez la peor de todas ellas era que realmente me excitaba la fantasía de hacer "sándwich" a esa mujer, imaginarla montada en la verga de su marido y ofreciéndome su culito era algo que me había puesto dura la verga.

  • Llegamos, bueno eso ya lo sabes porque el sábado viniste ¿verdad? – dijo con una sonrisa pícara.

  • Bueno, sí, vine pero no te encontré.

  • No te preocupes, sabía que tarde o temprano lo ibas a averiguar, pero vamos adentro – y me invitó a pasar a la casa – relájate y ponte cómodo que ya voy por mi marido.

Me acomodé en la sala y esperé a que bajaran, pensé que podría darle unas lecciones al marido de cómo cogerse a su hembra, pasaron sólo unos minutos y ambos bajaron vistiendo sólo ropa interior. Ella lucía fenomenal pues se había puesto una tanguita y un bra de media copa y Él, bueno debo admitir que ya de cerca lucía impresionante, era más alto que Yo y su cuerpo atlético sólo estaba cubierto por un pequeño calzoncito que me era familiar y que parecía estar a punto de reventar.

  • Mi amor este es mi amigo, el que me llena con su lechita el culo y el coño para que me los mames los viernes – dijo ella y añadió – y Él es mi marido, el hombre que me desfloró el culo y que se encarga de mantenerlo siempre listo y engrasado.

  • Hola, mucho gusto ¿reconoces esto? – me dijo él señalando sus calzoncitos y acariciando ligeramente el tremendo bulto que formaba su verga al frente.

  • Ahora que lo recuerdo, sí, esos son mis calzoncitos, bueno, los que le regalé a Laura la primera vez que hicimos el amor – respondí recordando el placentero encuentro con el que inició todo – aunque creo que te quedan algo ajustados, ¿no?

  • Sí, claro, pero no me importa mucho a mi esposa le encanta quitármelos así que no duro mucho con ellos – sonrió y añadió - ¿y Tú por qué no te has puesto cómodo?

  • Creo que necesitas un poco de ayuda, ¿verdad? – dijo ella mientras me dejaba sólo en ropa interior.

No pregunté absolutamente nada, estar semidesnudo frente a ese matrimonio me excitaba, sobretodo ver al marido con mis calzoncitos, así que nos fuimos a la recámara casi de inmediato. Ella se sentó al borde de la cama, nos hizo que nos acercáramos y bajó la parte frontal de nuestros calzones liberando nuestras vergas para comenzar a besarlas. Esa sensación era deliciosa, una cosa era sentir sus labios estando solos pero otra muy distinta era hacerlo mientras su marido nos miraba. Entonces ella juntó nuestras vergas y las restregó una contra la otra mientras intentaba meterlas en su boca, fue en ese momento que pude comprobar que la verga del marido era mucho más grande que la mía, realmente lucía impresionante.

  • Quiero comerte el culito – le pedí a ella y de inmediato nos acomodamos en la cama, el marido se acostó boca arriba ofreciéndole su vergota para que continuara mamándola mientras Yo me acomodaba detrás de ella y le arrancaba la tanguita para tener acceso a ese rico culito que me volvía loco.

  • Ay mi amor que rico mamas, hoy sí te toca doble ración de verga – dijo él augurándole una rica sesión de sexo a su mujercita.

Estuvimos en esa posición un buen rato hasta que ella sin decir nada se acomodó sobre él y se clavó la enorme verga en su coñito. Ella comenzó a menear su trasero como sabía y Yo no me pude contener, me acomodé detrás de ella, le separé las nalgas y apoyé contra su estrecho agujerito mi verga y empujé con firmeza. Mi verga la penetró completamente y ella sólo suspiró.

  • Ah que rico, así los quería tener, ahora cójanme, háganme gozar – nos ordenó ella y los tres iniciamos un meneo que poco a poco se fue acoplando, aunque de cuando en cuando alguna de las vergas escapaba y se rozaba con la del otro, provocándome escalofríos cada que ocurría eso.

  • Goza mi amor, ah tómala – gritó el marido mientras se venía en el ardiente coñito de su mujer.

Ella se arqueó y gimió mientras alcanzaba un nuevo orgasmo, así que Yo aceleré mis embates y me vine en su culito haciéndola gemir de placer. Nos separamos y nos quedamos viendo el techo sin pronunciar palabra alguna, analizando lo que acabábamos de consumar. Miré al marido y noté que su verga estaba bien parada y lista para la acción, Yo en cambio necesitaba recuperarme un poco y ella lo entendió, se acomodó sobre mi para hacer un 69 conmigo mientras le ordenaba al marido

  • Clávamela por el culo mientras me como este caramelo y lo pongo nuevamente listo para la acción.

Yo disfrutaba de la mamada y mientras le comía el coñito, saboreando la mezcla que de él escurría, una mezcla de leche masculina y femenina, no me desagradaba, sin embargo lo que sí me molestó fue tener tan cerca de mi rostro la verga del marido mientras la ensartaba por el culito que acababa de gozar con mi verga. Ver como entraba y salía de aquel culito me excitaba y no sé bien por qué pero de cuando en cuando aprovechaba para rozarla con mi lengua. Era evidente que él se daba cuenta de esas caricias y modificó su mete y saca haciéndolo mas pausado y sacando por completo su vergota dejándola por unos instantes para que Yo aprovechara para lengüetearla un poco. Pero ahí no terminó el asunto, pues él comenzó a acercarla a mi boca y a empujarla contra los labios hasta que sin darme cuenta ya se la estaba mamando. La sensación de aquella vergota en mi boca era alucinante y aunque no me cabía toda él intentaba meterla toda, sentirla palpitando hasta el fondo de la garganta me generaba sensaciones sumamente placenteras y entonces él gritó:

  • Quiero gozar tu culito.

Eso no me molestaba, porque creía que se dirigía a su esposa, pero cuando ella dejó de mamármela y se separó de nosotros fue que entendí que él me hablaba a mi. Acaso estaba loco, una cosa era que le hubiera dado unos lengüetazos en la verga, bueno, unos besitos, bueno que le hubiera dado una buena mamada, pero de eso a que dejara que me cogiera había mucha diferencia.

  • ¿Me hablas a mi? – pregunté sabiendo de antemano la respuesta.

  • Sí, Yo sé que te va a gustar y si quieres después Tú me la metes a mi – me dijo él como si estuviéramos hablando de algo común y corriente.

  • Mira, ya le mamaste la verga y no te disgustó, deja que te meta la puntita y si no te gusta pues te la saca y se acabó – dijo ella con la mayor naturalidad del mundo y añadió para convencerme – si quieres mientras él te la mete Tú me la metes a mi ¿Qué dices?

  • Están locos, no soy marica así que mejor aquí le dejamos – respondí y me paré.

No supe que pasó, un dolor en mi cabeza y todo se nubló. Cuando recuperé la conciencia me di cuenta que estaba boca abajo, con algo bajo mi cintura que ponía en alto mi trasero, atado con las manos en la espalda y amordazado, eso me asustó y traté de girarme, pero no pude. Entonces escuché una voz familiar que decía:

  • Ya se despertó ¿estás listo? – preguntó ella.

  • Tú dijiste que iba a aceptar por las buenas, no me gusta hacerlo así, siento que lo vamos a violar – dijo el maridito haciendo que se me helara la sangre.

  • Lo único que le hace falta es sentir la verga dentro de él y verás que hasta te va a pedir mas, Yo lo he dedeado varias veces y le encanta – le dijo ella y añadió retándolo – además mira sus nalguitas, tal y como te gustan redonditas y firmes, y con un culito virginal.

  • Está bien, pero déjanos solos – le pidió él y ella salió de la habitación.

Sentí como él se subía a la cama y se acomodaba entre mis piernas, estaba indefenso ante ese macho que me separaba las nalgas y me comenzaba a comer el culo. No sabía que hacer, me quería escapar pero esa maldita lengua en mi culito me hacía estremecer, el cabrón sabía lo que hacía y me encantaba. Entonces comenzó a untarme algo frío en el culito y comenzó a hablarme.

  • Perdóname por lo que te voy a hacer pero sé que te va a gustar mucho – dijo él mientras continuaba untándome con lo que imagino era un lubricante, me masajeaba el culo consiguiendo que me excitara contra mi razonamiento y añadió varios elogios – tienes un culito delicioso, está bien apretadito, y tus nalguitas me encantan, no sabes cuantas noches fantaseé con tenerlas al alcance de mis manos.

La situación era sumamente complicada para mi, porque ese hombre sabía lo que hacía y aunque Yo no lo quisiera admitir me estaba gustando, de hecho recordaba su vergota entrando y saliendo de mi boca y pensaba lo rico que sería tenerla entre mis nalgas. No, eso no podía ser, Yo siempre había sido machín y este cabrón no me iba a voltear, no, pero que rico me estaba haciendo sentir.

  • Bueno papito llegó el momento te va a doler un poquito pero verás que luego vas a gozar bastante – dijo él y sentí como me separaba las nalgas para acomodar su vergota justo a la mitad, quise apretar mi culito lo más que pude pero fue inútil, aquel enorme pene fue avanzando en mi interior poco a poco hasta que sentí como su vello púbico cosquilleaba mi culito, ahí me lo dejó un buen rato sin hacer ningún movimiento, dejando que mi culito se acostumbrara al robusto visitante, lo sentía palpitar dentro de mi y él me quitó la mordaza diciendo – si no te gusta lo que te estoy haciendo, dímelo y te dejo ir.

  • Sólo desátame y hazme gozar – le respondí sin saber bien por qué lo hice.

  • Lo sabía, papito, ahora gocemos los dos – me dijo él mientras me desataba las manos permitiéndome apoyarlas y disponerme a disfrutar de aquella vergota que iniciaba sus embestidas en mi culito.

  • Más, más, dámela toda, me encanta – le pedía y él gustoso me la clavaba cada vez con más vigor.

Ahora sabía lo que sentía su mujercita cuando se la cogía y entendía por qué le gustaba tanto, el dolor era prácticamente inexistente y en cambio el placer era enorme, él me nalgueaba y me hacía gemir de placer como jamás lo habían hecho. Entonces vino el desenlace, una estocada profunda, todo el peso de su cuerpo sobre el mío y su vergota respingando dentro de mi mientras me bañaba con su tibia leche. Esa sensación nueva y tan placentera me hizo venir sin siquiera tocarme la verga. No lo podía creer ahí estábamos los dos, dos hombres que acababan de coger, unidos aún por su deliciosa verga, sudorosos y aún jadeando por lo que acabábamos de hacer.

  • Tienes un culito delicioso, espero que esta sólo sea la primera de muchas… - dijo él pero interrumpió la frase al oír que se abría la puerta.

  • Vaya, vaya, veo que siempre sí te le entregaste a mi marido, verdad que coge delicioso, es todo un semental – dijo ella sonriendo y pidiendo – ahora cógetelo a él, me encanta ver como se lo cogen.

Verla a ella ahí parada mientras la verga de su marido aún estaba en mis entrañas me generaba sentimientos encontrados, no podía odiarla porque gracias a ella había conocido ese nuevo placer, pero no podía perdonarle el engaño. Así que una terrible idea pasó por mi cabeza.

  • No, lo siento pero me he quedado seco, mejor nos ponemos de acuerdo para la próxima semana y terminamos ese pendiente – le dije mientras me zafaba de la vergota del marido y me comenzaba a vestir.

  • Bueno, nos vemos el lunes – me dijo ella mientras me besaba y mientras su marido me abrazaba por la espalda.

Obviamente, le seguí la corriente por algún tiempo, pero comencé a frecuentar a su marido a solas, y poco a poco él y Yo nos fuimos entendiendo mejor hasta que consideramos inútil la presencia de ella para gozar del sexo. Ahora él sigue siendo el marido pero ella dejó de ser su mujercita y Yo soy quien disfruta de sus 26 cm de dura y deliciosa verga.