El marido crucificado
En una tranquila villa un marido acaba en la cruz.
El Marido Crucificado
La vida transcurría con calma en la apacible villa, todo parecía normal. Julia llevaba varios años casada, aun era una mujer joven y deseable, hermosa e inteligente parecía tenerlo todo. A sus treinta y pocos años era la señora de la casa y era ella quien tomaba todas las decisiones tanto en los negocios como en su matrimonio.
Su marido era algo mayor que ella, era un hombre tranquilo, consciente de la superioridad de su mujer la había dejado a ella toda la responsabilidad y parecía cómodo en su papel. Aunque el amaba mucho a su mujer y la trataba como una reina era consciente que no la hacia feliz. Nunca había podido satisfacerla en la cama, al principio pensó que era un problema de su inexperiencia, pero fue pasando el tiempo y la situación no mejoro.
Julia era toda una mujer y necesitaba sentirse como una mujer, necesitaba un buen macho que la diese lo que ella pedía pero el no podía dárselo, lo intentaba pero era demasiada mujer para el. Luchaba por aguantar y satisfacerla pero no podía evitar correrse a los pocos minutos, el tamaño de su polla tampoco ayudaba para que ella disfrutara. Así, poco a poco, ocurrió lo inevitable Julia se canso de no disfrutar del sexo, fue algo gradual, un proceso lento, al principio la única diferencia fue la frecuencia, no es que antes hicieran mucho el amor, pero Julia empezó a evitarlo el mayor tiempo posible, una semana, diez días. Así pasaron varios meses, al final no llegaban a una vez al mes. Ella por lo demás estaba mucho mas feliz, se había quitado un peso de encima, el lo empezó a notar y, como es normal, intento resistirse.
Por las noches el comenzaba a besarla, acariciar sus hombros, intentar rozar sus pechos pero ella lo rechazaba con suavidad, hasta que una noche Julia encontró la forma de solucionar el problema, llevaba casi dos meses sin dejar que su marido la penetrara y el ya estaba desesperado, intentando con todos sus mañas ablandarla. Julia no tenia ninguna gana de dejarle pero entendía que no podía evitarlo siempre que el cuerpo de su marido se lo pedía, entonces se le ocurrió que no hacia falta que le dejase metérsela para eso, con mucha dulzura le susurró a su marido que se tranquilizase, que hoy disfrutaría, y cogiendo su polla erecta comenzó ha hacerle una paja y, así, en un par de minutos el se corría en su mano, a tan solo unos centímetros del prohibido coño de su mujer.
Ese fue el principio de su nuevo matrimonio, Julia no volvió a dejar que su marido la penetrase, el se resistía a esta situación pero no era capaz de doblegar a su mujer esta cuando el la acosaba sabia como acabar con su insistencia, con dulces palabras le cogia la polla y en unos minutos su marido se corría sin llegar a rozar su rajita, luego le besaba la frente como a un buen chico y le dejaba dormir. Así, fue como Julia venció a su marido, y le sometió a una castidad que el se había ganado al no ser capaz de hacerla gozar como un macho debe hacer gozar a una hembra.
No hizo falta decir nada, el acepto el deseo de su esposa y en poco tiempo los dos sabían que nunca volvería a follarla, ella había conseguido lo mas difícil lograr que un hombre aceptase la castidad, dominarlo y controlar sus instintos de macho. Sin duda para Julia fue lo mas excitante de su vida sexual con su marido, la sensación de poder de quitarle a su macho el placer de tenerla, el placer de follar, ya que ni la tendría a ella ni a ninguna otra.
En poco tiempo Julia termino el proceso que había empezado, cuando su marido se excitaba evitaba tocarlo, las pajas se fueron distanciando en el tiempo, le daba la espalda y la mayor de las veces le dejaba sin permitirle nada de placer, así igual que antes fue acostumbrándole lentamente a dejar de follar ahora le preparaba para que aceptase la castidad total que ella deseaba para el.
En unos pocos meses Julia lo había conseguido, se sentía feliz, y mas a gusto que nunca con su marido, al que comenzó a llamarle Casto, como una pequeña broma. Así pasaron los meses, todo parecía perfecto, Julia era feliz y Casto no daba muestras de resistirse a su situación. Pero todo cambio, Julia que hasta entonces no había conocido lo que era la verdadera pasión y que pensaba que el deseo y el sexo eran solo reacciones primarias, propias de los hombres, que a ella como mujer no le afectaban cayo rendida ante los encantos de un verdadero macho y todo cambio.
El día que Marco llego algo tembló en el interior de Julia, ella no sabia lo que era, pero no podía apartar la mirada del nuevo joven que ayudaba en las cuadras, aunque apenas llegaba a los veinte años era ya todo un hombre, fuerte, poderoso y por primera vez en su vida la fría Julia sintió el deseo.
A los pocos meses Marco era ya el macho de Julia, el mozo era ahora el señor de la casa y Julia era por primera vez en su vida una mujer satisfecha. El joven Marco era un macho de verdad, sus veinte centímetros de macho la habían hecho correrse por primera vez y desde entonces Julia follaba todos los días.
Casto lo supo desde el principio, pero no se resistió, asumió su papel y hacia como que no lo sabia, el seguía durmiendo con ella por la noche aunque era Marco quien la hacia mujer, todo los sirvientes lo sabían pero nadie hablaba.
Casto podía haber aguantado esta situación todo lo que su amada Julia lo desease, pero al joven Marco no le gustaba la situación, el era su macho, se lo demostraba cada vez que la follaba, y deseaba ser también el amo de la casa, ocupar su lugar. Julia no sabia como contentar a su amante, le daba pena su marido, había sido bueno con ella, se había portado siempre como un buen chico haciendo todo lo que ella quería.
Así, la situación se mantuvo un tiempo pero Marco al final gano la partida, amenazo a Julia con no volver a follar si no accedía a sus deseos, el era ya su esposo, su macho y era hora de ocupar su lugar, Julia tenia cariño a Casto pero no podía renunciar a la polla de su macho y era de justicia que el macho que ocupaba su coño ocupase también su lugar como amo de la casa.
Marco lo tenía todo pensado, y Julia llamo a su marido para presentarse ante ella, cuando llego Julia le cogio de la mano y se sentó junta a el en la cama, mientras le acariciaba el pelo, como a un niño, le fue hablando con dulzura:
"Mi Casto, sabes que has sido un buen marido, que has respetado mis deseos y siempre has hecho lo que te he pedido. Has sido un chico muy bueno pero ahora sabes que tengo otro macho, un hombre de verdad que me ha hecho mujer como tú nunca podrás. Ahora tengo que pedirte una última cosa por mí. El desea ser mi único macho y aunque tu no me follar no quiere compartirme, el es muy hombre y quiere ocupar su lugar, y te aseguro que se lo ha ganado en la cama. Así que aunque lo siento por ti el es ahora mi macho y yo su hembra, y sus deseos deben cumplirse. El la ha preparado todo, se que no intentaras resistirte, es tu destino. Ven."
Y así Lucia salio de la habitación llevando de la mano a su marido, que con la cabeza baja la seguía. Era de noche, una bonita noche de verano, y así Lucia llevo a su marido detrás de la casa, allí le esperaba Marco con varios de los criados. Casto sabia donde ella le llevaba, a entregarle a su joven amante y sabia que le harían, pero ella tenia razón no se resistió ni lucho era su destino y ella deseaba que se lo hiciesen.
Julia llevo a Casto el centro del grupo, le beso en la frente y le dio:
"Muy bien, ahora se un niño bueno, compórtate como un hombre y deja que hagan lo que te tienen que hacer, sabes que es tu destino."
Y así Julia dejo a Casto y se retiro para disfrutar de lo que iba a pasar, su coño estaba ya empapado. Entonces Marco empezó la faena, ordeno a los criados que sujetaran a Casto. Todo estaba preparado, la cruz de madera estaba allí, le tumbaron y las fuertes manos de los hombres le tumbaron sobre la cruz. El propio Marco fue el que la ato los pies y los brazos. Allí, en el suelo atado a la cruz, delante de su mujer y de cinco fuertes criados comenzaba el suplicio de Casto.
Casto no podía evitar que su pollita se pusiera cada vez mas dura, la corta toga que le cubría no disimulaba su erección, y así todos de dieron cuenta de cómo crecía la colita entre sus piernas, pese a la vergüenza y el miedo no podía controlar su polla. Marco ordeno a los criados que levantasen la cruz y allí quedo casto, crucificado, atado de pies y manos a la cruz.
Marco se aproximo a el, y ante la vista de todos retiro la toga que cubría a Casto, dejando a la vista de todos sus rosados huevos, cubiertos por unos pocos vellos, y su pollita dura. Casto se retorcía de vergüenza, pero Marco disfrutaba de su victoria:
"Casto, estas aquí ante todos nosotros para recibir el castigo que mereces, sabes que eres culpable de no haber podido satisfacer a tu mujer, no has sido lo bastante hombre para ella y ahora pagaras por ello. Ella ya tiene un macho que la satisface y tu no la sirves para nada por eso has sido condenado a morir en la cruz. Aquí ante tus criados, mucho mas machos que tu y ante tu esposa yo, el macho de tu hembra, haré que se cumpla tu destino".
Así, ante la mirada aterrada de Casto, Marco se acerco a los pies de la cruz y desenvaino su espada, todos miraban extasiados como lentamente acercaba la afilada hoja entre las piernas del indefenso marido, su pollita temblaba cuando Marco finalmente hundió su punta en sus huevos, mientras gemía y se retorcía abrió su saco y los huevos aparecieron entre sangre y el semen de su última corrida. Marco volvió junto a Julia, que se masturbaba disimuladamente encima de la ropa, y ordeno a uno de sus criados que acabase el trabajo y que le diera a Casto lo que merecía.
El siervo obedeció, sabia muy bien lo que Marco deseaba, y cogio una fina y larga pica de madera, preparada especialmente para la ocasión, y se aproximo junto al castrado macho. La pica rozo un momento su ano, y a un gesto de Marco entro en su cuerpo, Casto agonizo por largo tiempo mientras que su amada Julia follaba con Marco delante de el.