El Manuscrito

Hoy, 21 de Enero del año 1670 del Señor empiezo mi diario. En él, voy a relatar todo cuanto nos suceda a Madre y a mi, intentando dejar atrás nuestro pasado, pues, aquí empieza nuestra nueva vida y quiero olvidar todas las calamidades anteriores.

PRIMERA PARTE

Cuando hace unos años, la defunción de mi abuelo me legó en su testamento todas sus pertenencias, jamás podría sospechar lo que realmente se me entregaba.

Como era el único familiar directo, recibí por derecho todos sus bienes y aunque en principio puede parecer el sueño de todo mortal, como sus posesiones eran mas bien paupérrimas no hice demasiado caso y tendí a pensar, que lo único que me legaba era un montón de trastos viejos sin ningún valor.

De todos modos, unos días después envié un mensajero a recoger los objetos que me pertenecían, el cual, diligentemente, me entregó un mohoso baúl que se caía en pedazos. Al ver aquello, estuve seriamente tentado de hacerlo tirar inmediatamente, pero al último instante me arrepentí y decidí guardarlo donde, por algún tiempo, no molestara en exceso.

Pasados unos días, olvidé por completo el baúl, y no fue hasta dos años más tarde en que reparé en él. Tenia el día libre y había aprovechado para hacer limpieza, así que cuando lo ví delante de mis ojos me armé de valor para abrirlo.

Cuando abrí la tapa superior y vi el contenido, se me desplomó el alma dejándome sin aliento. El baúl estaba lleno de restos de ropa andrajosa, trapos sucios y todo tipo de toscas herramientas y utensilios completamente inútiles. Con una bolsa en la mano, seleccioné aquello que por antiguo pudiera tener algún valor y descarté todo lo demás. Prácticamente había terminado y estaba seriamente tentado en descartarlo absolutamente todo, cuando cayó en mis manos un pequeño manuscrito ennegrecido por los años que me llamó la atención. Estaba escrito a mano y parecía muy antiguo, la mayoría de las páginas estaban amarillentas y algunas, incluso, se desintegraban al acariciar su maltrecha superficie.

De todos modos, aquel no era un buen momento para entretenerse y lo dejé en la cómoda de mi habitación para leerlo más adelante.

Y fue, el fin de semana siguiente cuando, antes de acostarme, decidí echarle un vistazo detenidamente.

CAPÍTULO 1: EMPIEZA EL VIAJE

21 de Enero del año 1670 del Señor

Hoy, 21 de Enero del año 1670 del Señor empiezo mi diario. En él, voy a relatar todo cuanto nos suceda a Madre y a mi, intentando dejar atrás nuestro pasado, pues, aquí empieza nuestra nueva vida y quiero olvidar todas las calamidades anteriores.

Poco a poco, el puerto de Cádiz ha amanecido. Los comerciantes exprimen sus gargantas para hacer llegar a los cuatro puntos cardinales las maravillosas ventajas  de sus últimas ofertas mientras centenares de curiosos se arremolinan a sus alrededores y de las tabernas salen los últimos marinos y truhanes que, tambaleantes, terminan sus escasas horas de asueto.

Poco después del hermoso amanecer hemos embarcado a bordo de la Dulce María, una majestuosa nave tripulada por una treintena de marinos que faenan incansables en cubierta siguiendo escrupulosamente las voces del Capitán.

Creo que por fin nuestra situación va a cambiar radicalmente. Madre vuelve a sonreír y su rostro se ilumina con un haz de esperanza e ilusión. Iniciamos el largo viaje que debe permitirnos empezar una nueva vida y dejar atrás la maloliente pensión y la rudeza de los truhanes con los que debíamos tratar.

No sé lo que nos espera a partir de hoy. Sin duda la nueva vida no será fácil pero me alegra poder alejarme de la miseria y la pobreza que nos ha acompañado durante toda nuestra vida.

La nave acaba de poner rumbo al oeste, viento en popa y a toda vela. Se abre ante nosotros un esperanzador viaje lleno de ilusión y grandes aventuras.

24 de Enero del año 1670 del Señor

Que hermoso es el océano. Hoy hemos cruzado las columnas de Hércules custodiados por una docena de delfines que jugueteaban a nuestro alrededor provocando una gran expectación, sobretodo, entre el pasaje.

Que hermosos animales los delfines. Su vertiginoso nadar nos corta el aliento, nos hunde el ánimo cuando se sumergen para, poco después, aparecer, imponentes, discutiendo a las gaviotas su hegemonía en los cielos, antes de regresar a las profundidades oceánicas.

7 de Febrero del año 1670 del Señor

Hoy hemos dejado atrás las islas Canarias. Ha sido una breve escala para aprovisionar la nave y embarcar a los últimos pasajeros. Los vientos alisios nos son favorables y navegamos a toda vela con la vista fija hacia el azul horizonte. En el aire se percibe la confianza de los pasajeros y tripulantes que encaran con buen humor el viaje.

Las aguas de la mar océana brillan espléndidas y ni siquiera, el poderoso avanzar de nuestra nave dirección las costas del nuevo mundo, parece perturbarlas.

El cielo despejado, nos permite disfrutar de unos relajantes días bajo el sol y unas noches de ensueño bajo la centelleante luz de las estrellas.

De todos modos, esta es nuestra primera etapa, apenas hemos empezado el viaje, y debemos armarnos de paciencia y valor, pues el viaje se hará largo y los pasajeros deberemos evitar el desánimo y sobreponernos al agotamiento, que seguro, no tardará en presentarse.

29 de Febrero del año 1670 del Señor

Finalmente, tras casi un mes de navegación, han aparecido en el horizonte las costas americanas, las puedo divisar a simple vista, casi están a alcance de piedra. Aun así, y a pesar de que todos los pasajeros agradeceríamos poder tomar tierra, el viaje continua sin interrupción.

Si no fuera porque hemos cruzado el infinito océano, se diría que los delfines que nos saludaron apenas iniciar la travesía nos han acompañado, incansables, hasta aquí, pues continúan jugueteando sin descanso.

Descendemos a buen ritmo dirección La plata, que será nuestra segunda escala y donde espero, podamos descansar sin el continuo vaivén de las olas.

5 de Marzo del año 1670 del Señor

Finalmente hemos tomado tierra, pero pisar suelo americano se ha convertido en la más profunda decepción que pueda acontecerle a un ser humano. A pesar de estar acostumbrados a las miserias de la España interior, el ambiente reinante en La Plata nos ha encogido el corazón. Apenas si puede considerarse un pueblo habitable pues solo se levantan cinco edificios de ruinosa piedra y putrefacta madera rodeados por un sinfín de chabolas pestilentes.

En general, La Plata desprende un olor nauseabundo que penetra en lo más hondo de nuestro espíritu y no nos queda más remedio que cruzar las calles hundiendo nuestros pies entre una mezcla de excrementos y barro.

La mayoría de pasajeros hemos optado por regresar al navío donde reina una extraña sensación de desaliento y agitación, pues todos queremos poder continuar la travesía y dejar atrás las desagradables sensaciones que oprimen nuestro corazón.

7 de Marzo del año 1670 del Señor

Afortunadamente la tripulación ha cargado eficiente y rápidamente las provisiones permitiéndonos huir mar adentro.

Madre me lo ha intentado ocultar pero tristemente tenemos que lamentar la pérdida de un experimentado marino que murió acuchillado por la espalda tras una riña en la taberna. Que Dios se apiade de su alma. Esta noche lo mencionaré en mis oraciones.

CAPÍTULO 2: EL CABO DE HORNOS

23 de Marzo del año 1670 del Señor

Nos estamos acercando al Cabo de Hornos a pasos agigantados. Cada día que pasa se nos hiela un poco más el aliento. A los marinos se les congela el sudor y a lo lejos, podemos otear las blanquecinas montañas de la costa.

El Cabo de Hornos donde las bravas aguas glaciares nos acechan. Todos confiamos ciegamente en el capitán y su experimentada tripulación, aunque sabemos que el destino de imponentes navíos yace en lo más profundo de sus oscuras aguas.

Nos han contado que apenas hace poco más de cincuenta años, el explorador Willem Cornelis cruzo por primera vez el Cabo de Hornos tras una heroica travesía, y que durante estas cinco décadas sus aguas ya se han tragado, voraces, incontables víctimas. Para nuestro capitán es la tercera vez que se enfrenta a sus tempestades y aunque intenta transmitir seguridad su rostro trasluce un significativo temor.

29 de Marzo del año 1670 del Señor

Jamas podría haber imaginado un infierno más dantesco. Cruzar el Cabo de Hornos ha sido una inmensa calamidad. El capitán, unas horas antes ordenó a los pasajeros que nos encerráramos en los camarotes, donde una extraña agitación se apoderaba de las entrañas de la nave mientras los marinos corrían y gritaban en cubierta.

Sin previo aviso, las gigantescas olas empezaron a lanzarse sin piedad contra la tímida Dulce María arrancándole profundos lamentos y amenazando en partirla en pedazos.

El viento huracanado silbaba sobre nuestras cabezas y desgarraba las velas sin piedad dejando la nave a merced de las olas y los tentadores arrecifes.

Fueron incontables horas de terror y lamento. A cada embestida la nave crujía y temblaba sobre si misma. Las agónicas órdenes del capitán eran silenciadas por el incesante viento que se las llevaba fuera del alcance de la tripulación. Pero, tal y como había empezado, sin previo aviso, el viento cesó, las olas se calmaron y la tempestad amainó.

Aún, con el corazón en un puño, los pasajeros hemos subido a cubierta para ver como lo que antaño fué un majestuoso navío parecía una maltrecha caricatura de si mismo.

30 de Marzo del año 1670 del Señor

Nadie sabe como pudo ocurrir, pero esta mañana todos, pasajeros y tripulantes hemos asistido a una emotiva ceremonia en nombre de dos marinos desaparecidos.

Hasta unas horas después de salir del Cabo de Hornos, nadie reparó en que no estaban. El mar debió llevárselos por sorpresa y ahora descansan bajo las agitadas y gélidas olas oceánicas.

2 de Abril del año 1670 del Señor

Afortunadamente los daños no han sido graves, y tras navegar unas millas al norte, el capitán ha ordenado amarrar en una ensenada natural para reparar los cuantiosos desperfectos.

Que extraña que es la vida. Un poco de trabajo en equipo, descansar unas pocas horas bajo el sol americano y todos hemos recuperado el alicaído ánimo. La reparación de la nave ha sido rápida y eficiente, mientras los hombres substituían los tablones dañados, las mujeres zurcían el velamen y los chicos corríamos de popa a proa, de estribor a babor para traer herramientas, agua y ayudar en los pequeños menesteres.

15 de Abril del año 1670 del Señor

Apenas han pasado un par de semanas y la Dulce María vuelve a alzarse majestuosa sobre las transparentes aguas del océano Pacífico.

Sólo lamento no haber podido tomar tierra más que unos pocos minutos y descansar sobre la blanquecina arena de la ensenada. Pero el capitán teme que pueda haber indígenas cerca de la costa y solo ha permitido a los mas experimentados y rudos marinos internarse en el continente para obtener alimentos y madera.

Y por fin, mañana alzaremos las velas con la vista puesta al inmenso océano que nos separa de nuestro destino.

CAPÍTULO 3: EL OCÉANO PACÍFICO

29 de Mayo del año 1670 del Señor

La travesía se está complicando por momentos. Hace unos días,  los vientos cesaron por completo y apenas avanzamos unas pocas millas al día mientras el sol se desploma con insistencia sobre un  mar aceitoso. Pero lo peor es que no se divisa ninguna perspectiva de cambio y el capitán ha ordenado racionar las, ya escasas, provisiones.

Además, algunos pasajeros están empezando a desanimarse y agitarse. Si las cosas no cambian pronto, creo que el desánimo se apoderará de la nave y su tripulación.

Ya nadie recuerda la inmensa emoción con la que apenas hace un mes y medio abandonamos la tranquila ensenada. Hemos superado más de la mitad del viaje, hemos cruzado con éxito el Cabo de Hornos y pronto alcanzaremos nuestro destino, pero el desanimo nos acompaña atormentando nuestro ánimo.

12 de Junio del año 1670 del Señor

La travesía se está tornando un infierno. Continuamos anclados en ningún sitio a la espera de que el cielo vuelva a soplar con fuerza mientras la carencia de alimentos frescos y el racionamiento del agua ha hecho enfermar a varios pasajeros.

Pero, tal vez, lo peor es que el pesimismo hace mella en todos, sobretodo entre el pasaje, que día a día se vuelve mas irritable.

Espero que pronto podamos superar los  contratiempos, porque sino, nunca conseguiremos llegar a buen puerto.

9 de Julio del año 1670 del Señor

Continua el desalentador viaje. Hoy han perecido dos pasajeros y un tripulante. Casi la mitad de la tripulación ha caído enferma de escorbuto, y pronto los suministros se agotarán definitivamente. Necesitamos urgentemente repostar alimentos frescos y agua potable.

Se lo he ocultado a Madre, pero cada día me siento desfallecer un poco más, las fuerzas me abandonan y el corazón me palpita estremecido. Ella, hace lo que puede, junto con otras pasajeras ha improvisado un modesto hospital en cubierta y cuida escrupulosamente de todos los enfermos. También a ella se la ve muy cansada.  Pero debo ser fuerte, soy el hombre de la familia y debo ayudarla a sobrellevar sus pesadas cargas.

Además, el viento continua sin soplar y parece como si el océano quisiera poner a prueba nuestra resistencia. Tal vez debamos dedicarle a Dios nuestro señor unas oraciones de súplica.

Madrugada del 23 de Julio del año 1670 del Señor

Son las cuatro de la madrugada y la situación, aquí, se está complicando por momentos, una tormenta terrible nos ha alejado de nuestra ruta y los marinos y algunos de los pasajeros han aprovechado la confusión para organizar un motín. Durante toda la noche se han escuchado gritos de terror y algún que otro disparo.

Nos tememos lo peor pero no nos atrevemos a salir de nuestro camarote en el que, de momento, estamos seguros.

23 de Julio del año 1670 del Señor

Cuando a primera hora de la mañana hemos salido a cubierta, hemos podido comprobar que el motín se ha consumado cruel e inexorablemente. El capitán cuelga del palo mayor con sus partes arrancadas y sin cabeza.

La imagen es esperpéntica y con mi madre nos hemos encerrado en nuestro camarote. A medida que avanza la mañana, el desorden se ha tornado absoluto.

Desde nuestro escondite, ya hemos oído como violaban a dos o tres mujeres y asesinaban otros tantos pasajeros. Si no nos asiste un milagro nadie saldrá vivo de esta travesía.

Naturalmente, ya nadie cuida del hospital improvisado. Un grupo de cinco pasajeros, dos matrimonios y el hijo de uno de ellos, se han reunido con nosotros en el camarote.  Permanecemos escondidos, en silencio y tratando de acallar los lamentos que podrían delatar nuestra posición.

Escondidos como estamos, sin comida ni agua, no podemos subsistir por mucho tiempo. Hemos estudiado la posibilidad de robar una chalupa y echarnos al mar. Ya que dudamos que podamos mantenernos fuera del alcance de los amotinados por mucho tiempo. Y además, el barco ya no navega. Reposa detenido en medio de la infinita mar océana con las velas rasgadas y la tripulación enloquecida. ¿ Pero que posibilidades tiene una minúscula chalupa en el inmenso y embravecido océano Pacífico ?

Durante la noche hemos oído terribles gritos de terror. Creo que han asesinado a unos vecinos. Los conocíamos y eran muy agradables. Sonia, la mujer, era una de aquellas personas vitales y alegres, su marido era un cultivado hombre de letras y sus dos hijas eran muy hermosas. Sobretodo Natalia que tenia unos ojos azucarados. Y ahora, lo único que me viene a la cabeza son sus gritos agónicos que resuenan, incesantes, en mi cabeza.

24 de Julio del año 1670 del Señor

Una nueva tempestad azota el navío. Y nadie, absolutamente nadie, lo gobierna. Vamos, totalmente, a la deriva. He oído como el palo mayor se resquebrajaba. Creo que es el fin...

CAPÍTULO 4: EL NAUFRAGIO

2 ó 3 de Agosto del año 1670 del Señor

No sé del cierto que día es. El navío encalló en unos arrecifes y se hundió.

Afortunadamente, Madre y yo conseguimos atarnos uno al otro y lanzarnos al mar.

La tempestad ha amainado y estamos a salvo en una isla cercana. A lo lejos aún se ven los restos de la nave semi hundidos. No sabemos nada de nuestros compañeros de camarote ni del resto de la tripulación. Probablemente todos hayan perecido sin ninguna oportunidad.

12 de Agosto del año 1670 del Señor

Han pasado 10 días desde que embarrancamos. Con mi madre hemos construido una pequeña cabaña de juncos que nos protege del sol y la lluvia. Comemos frutas y algún que otro crustáceo.

No hemos tenido ocasión de explorar la isla, aunque por lo que hemos podido deducir durante estos días, se trata de una isla volcánica relativamente pequeña. A excepción de la playa en la que despertamos, el resto de las cercanías están franqueadas por enormes acantilados y una impenetrable jungla en el interior.

13 de Agosto del año 1670 del Señor

Hoy por la mañana hemos encontrado los cadáveres de dos tripulantes. Reposaban semi hundidos en el agua mientras varios peces picoteaban sus entrañas. He vomitado.

Sacando fuerzas de donde no las hay, los hemos sacado del mar para enterrarlos cristianamente en un rincón de la playa.

14 de Agosto del año 1670 del Señor

Hace unos minutos hemos encontrado a Lidia, medio muerta, con las piernas ensangrentadas y todo el cuerpo amoratado. Tenia en sus brazos el cuerpo inerte de su marido manchado con incontenibles lágrimas de terror. Estaba degollado y la sangre aún manaba profusamente de su garganta.

Resulta que no somos los únicos supervivientes. El cocinero y el contramaestre, los cabecillas de los amotinados, y cinco o seis marinos mas están en los alrededores. Han degollado a Esteban mientras violaban a Lidia. La pobre está destrozada, vomita sangre y ha perdido toda esperanza.

Que cruel se me antoja Dios nuestro Señor. Lidia, recién casada, había iniciado con su marido la aventura de una vida mejor en una tierra virgen que, en lugar de ofrecer nuevas oportunidades, le ha arrebatado la vida de su joven esposo y le ha deparado a ella el más agónico de los destinos.

Hemos tenido que escondernos en la profundidad de la jungla. Lejos del alcance de los otros supervivientes.  Estamos desconcertados, el destino nos ha dado la espalda  y amenaza con arrebatarnos nuestra propia vida.

¿ Dios, porque nos has abandonado ? ¿ Que atroces pecados hemos cometido para encender tu ira ?

22 de Agosto del año 1670 del Señor

Ha pasado una semana desde que rescatamos a Lidia, que lentamente se recupera de sus heridas. Ya vuelve a alzar la cabeza, aunque su mirada permanece perdida e inerte. No debe tener poco más de 18 años y es muy hermosa....

De momento hemos logrado pasar desapercibidos y los demás supervivientes ignoran nuestra presencia. Afortunadamente son lo bastante ruidosos como para permitirnos mantenernos fuera de su alcance, aunque no podemos huir permanentemente y, tarde o temprano, nos localizaran. Solo en pensarlo, tiemblo.