El Mal Doctor

Un doctor se aprovecha de una joven amnésica al hacerle creer que era su esclava sexual.

El hospital estaba lleno de gente que iba y venía sin prestar demasiada atención, y aunque lo hicieran, nadie le haría caso a un doctor que acompaña a una paciente desorientada, ¿por qué iban a hacerlo? ¡Es de lo más normal! La chica, una joven veinteañera pelirroja de ojos grises miraba todo con curiosidad y al hombre que era su "Amo" según le había contado y que era bastante interesante, con barba oscura salpicada por algunas canas, igual que el pelo y tenía ojos muy oscuros y severos, su Amo era un hombre atractivo para su edad, ¡ójala lo recordase pronto!

-Por aquí. - La conducía con seguridad por los pasillos cada vez más vacíos, en este último hacía mucho frío y ella sólo llevaba una bata, ni siquiera ropa interior, su Amo se la había quitado antes de salir de la habitación donde despertó. - Este es el parking, aquel es mi coche. Salgo en una hora, espérame en el maletero.

La ayudó a subir y la encerró con las manos atadas con un cinturón y una última caricia. No le gustaba estar atada, pero su Amo le aseguró que era algo que antes la ponía cachonda y que aprendería a disfrutar de nuevo de todo eso. El maletero estaba vacío, pero había poco espacio para acomodarse durante la larga hora que siguió, ¿o fue menos? De repente, el coche empezó a moverse y iba dándose golpes contra las paredes con los bruscos giros sin poder impedirlo, ya que sus manos seguían atadas. ¿A dónde la llevaba? No sabía que esperar de este hombre tan misterioso. Había, sin embargo, algún tipo de alarma en su cerebro que decía que debía desconfiar, pero se dijo que era simple instinto de supervivencia que había despertado ante la falta de recuerdos.

-Sal. - Por fin se abrió el maletero y el Amo la ayudó a salir y le quitó tanto la cuerda como la bata. - Las perras no van vestidas, ¿no?

Era extraño, todo lo era, el gran jardín, la gran casa, todo era extraño para ella. De nuevo se dejó guiar por su Amo hasta el interior, todo era de madera, aluminio y cristal polarizado, elegante y moderno pero frío. Frío como el doctor.

-Tu cuarto es este. - ¿Tenía cuarto propio? Bueno, había una cama y una cómoda, un armario y un pequeño aseo, incluso un gran ventanal, ¿era suya? ¿De verdad? No había nada personal en ese cuarto, ni fotos, ni cosas.

-Mmm... ¿dónde están mis cosas? - Recibió un fuerte pellizco en el seno que la hizo doblarse con un quejido.

-Las zorras no tienen nada. Recuérdalo. - "Las zorras no tienen nada". - Ven, tendré que enseñarte de nuevo toda tu rutina.

La llevó primero a un cuarto desordenado, la cama queen size estaba llena de ropa, la mesa de noche tenía encima muchos libros, había platos sucios sobre la cómoda, las puertas del armario abiertas dejaban ver un vestidor desordenado, el suelo lleno de papeles... La verdad es que la persona que viviese allí pasaba muy poco tiempo alllí.

-Me levanto a las seis, a las cinco tú tienes que estar despierta para preparar mi desayuno, traerlo aquí y despertarme con una mamada, si suena el despertador antes de que me despiertes, te castigaré con quince azotes. - Acarició su trasero y bajó entre sus piernas hasta ahuecar su sexo. - Mientras desayuno, recogerás lo que esté tirado.

Deslizó un dedo en su vagina y ella respondió con un quejido lastimero.

-Me voy a las siete y no vuelvo hasta las cuatro, tiempo en el que tú deberás limpiar la casa y prepararte para mí: depilarte, maquillarte y en contadas ocasiones, vestirte. - Movió el dedo en círculos y la chica separó las piernas un poco para recibir más, con los labios entreabiertos y mirándolo con los ojos entrecerrados, el Amo ni siquiera la miraba, su vista estaba fija en la ventana. - Deberás preparar la cena para las seis y esperarme arrodillada en la puerta.

Añadió otro dedo y los movió como garfios, lo que le arrancó un jadeo de sorpresa.

-Me quitarás la chaqueta, los zapatos y la corbata y volverás a tu postura de sumisa, esperando mis órdenes. Posiblemente te use durante esas dos horas, o te castigue si no has cumplido tu trabajo. A las seis servirás la cena y esperarás debajo de la mesa hasta que yo te alimente, será tu única comida diaria aunque me aseguraré que tu bol de agua esté siempre lleno. - ¿Bol de agua? ¿Cómo un perro? - Después de la cena, pasaremos a usarte de diferentes maneras o saldremos, dependerá de mi humor. Te irás a la cama conmigo a las diez, me harás una última mamada y entonces podrás retirarte a tu habitación. ¿Lo has entendido?

Estaba apunto de correrse, asintió cuando la miró con una sonrisa ladeada y sacó los dedos de su interior para ofrecérselos.

-Límpialos y de rodillas. - Lamió las falanges con gula, excitada e hipnotizada por esos ojos, se arrodilló sin dejar de mirarlo. - ¿Lo has entendido, puta?

-Sí, Amo. - Le apartó el pelo de la cara y la besó despacio.

-A partir de ahora, sólo responderás a ese nombre, Puta. - Deslizó el zapato entre sus piernas y empezó a golpear sin mucha fuerza su vagina, cada golpecito era una corriente eléctrica que recorría el cuerpo de Puta hasta que se corrió. - ¿De acuerdo, Puta?

-¡De acuerdo, mi Amo! - Sollozó en medio del extásis, aferrada a su pantalón. - De acuerdo, mi Amo...

-Entonces empieza a preparar la cena, tu castigo será después de comer, y no preguntes porqué. Deberías saberlo. - La levantó con un tirón de pelo y la empujó por el pasillo. - Tercera puerta a la derecha, Puta. Quiero carne.

Y ella se dirigió sumisamente a la tercera puerta a la derecha, con los muslos húmedos por su reciente orgasmo y sonrisa enorme en la cara. Se llamaba Puta y era una esclava.

Continuará