El mal clima.

Un papá mala copa, una mamá despistada y voluptuosa, morbosos-cochinos, una hija cachonda y el mal clima arman una experiencia llena de erotismo y morbo. Basado en una experiencia real... ok. besssosss muaaa

Vivo en un estado del norte de México. En esta región unos días amanece con calor o frío o repentinamente llueve. Mal clima pero con gente hermosa.

Mamá, “Tere”, trabaja entre semana en dos kínder, uno en la mañana y otro en la tarde. Los sábados es maestra de catecismo en una iglesia de colonia popular. Tenía, y sigue teniendo, un cuerpo envidiable para todas las que andan en sus cuarenta y tantos años (es cosa de “genética curvilínea”). Unas Posaderas grandes y definidas a pesar de lo prominentes que son. Más alta que papá (1.75 o 1.80). Pechos copa “E” (que me faltó de heredar). Abdomen plano. Cintura bien definida. Tez blanca. Ojos azules. Cabello cortito que teñía de rubio.

Como toda señora que limpia su casa, mamá, tenía su ropa favorita para hacerlo. Una blusa de tirantes delgados color durazno con vuelo en el abdomen, mostrando poquito el ombligo. Cada que se agachaba esa blusa dejaba jugar, entre bamboleos, el escote en forma “V” y su par de pechos enormes. Cualquiera que estuviera presente cuando mamá hacia sus refriegas de la duela, levantadero de cosas, exprimidas de trapeador o hasta simplemente sirviendo de comer podía ver los senos enormes columpiando de lado a lado en sus brasier’s con encajes.

Usaba un short tipo de vestir, color celeste, medio decolorado. Le llegaba arribita de sus rodillas, pegado a sus muslos gruesos y exhibiendo los grandes chamorros. Se le adhería muy bien a la forma de sus asentaderas, lo normal para una señora nalgona. La prenda andaba en sus últimas. El sol exponía cacheteros o tangas gracias a las costuritas de la ropa interior pero eso ya era lo de menos porque aquella tela (el color celeste-traslucido o el uso) transparentaba enteramente la tez blanca, sus glúteos redondos comiendo tanga o forzando un cachetero. Simplemente  estando parada, sin hacer nada, los shorts se rendían ante las curvas de mamá. Calzaba tenis blanco, choclos, sin calcetines. Cabello recogido, colita de caballo, medio fleco. Sin tanto maquillaje. Lentes negros pasta gruesa porque es medio siega…y ya.

Yo soy chaparrita. Piel blanca. Cabello negro, cortito. Ojos cafés. En ese entonces tenía unos 24 años y un rostro angelical con pequitas en mis mejillas (aún lo mantengo a mis 32 años). Cuerpo retocado en “GYM”. No soy muy chichona pero me defiendo con una copa “B”; levantadas y duritas. Abdomen plano sin cuadros, ombligo chiquito, cintura pequeña que remataba en grandes caderas y piernas contorneadas: gruesas. Unas nalgas muy bonitas (de familia) grandes y regordetas como un durazno.  Me “Fascina” que me suelten piropos en la calle. En ocasiones tanta majadería me hace mojar (jajaja). El piropo que me hace retorcer de placer es que me griten “Culona” (jajaja). No sé qué me pasa. Les aseguro que muchas veces vuelvo a pasar frente al vulgar-pelado-cochino para volver a escuchar su piropo.

Veía televisión recostada sobre el sillón, boca abajo, estaba cómoda en la sala. Cola de caballo. Llevaba unos tenis (no recuerdo el color). Calcetines. Playera color blanca, sin estampados, cortita, abdomen al aire (una ombliguera). Dejaba destacar mi cinturita, calcaba las curvas de mis senos y mis pezones chismosos (en mi familia todas heredamos lo culonas, jajaja, y unas aureolas grandes coronadas por unos pezones nada discretos, jajaja es real). Recuerdo no usar sostén. Traía un short negro de elástico ancho a la altura de la cintura. Cubría desde el inició de mis nalgas hasta donde terminaban con una tela delgada. Se subía un poco, dejando ver,  la parte baja de mis posaderas regordetas. Al caminar (trajera tanga o un calzón normal) la tela floja se metía obligatoriamente entre mis glúteos (jajaja). La prenda exhibía mis piernas blancas y gruesas al completo. Bajo el short una tanga blanca de triangulo pequeño que cubría mi vagina y por atrás tenía un moñito de color blanco del cual se tiraba un hilo delgadito entre mis pompis.

Mi papi es muy moreno. Gordito. Chaparrito (mide como 1.60). Tendría unos 50 años. Calvito y usa lentes. Vestía un pantalón de mezclilla y unos tirantes color cafés. Botines de trabajo. Camisa azul a cuadro negro.

La camionetita de papá se escuchó estacionándose. Entró muy feliz. Venía de tomar cerveza en el partido de mi medio-hermano. En sus brazos cargaba dos doce-pack que dejó sobre una mesita de la sala. Se paró en la puerta que daba al patío donde mamá lavaba. Hablaban como a cinco pasos de mí.  Escuché pedirle a mamá que lo acompañara. Pagaría a don Pedrito, su amigo. El jardinero de la “Uni”. Era un viejito (no sé, de unos 70 años) que acababa de enviudar y necesitaba dinero. Chaparrito cómo papá pero no tan gordito como él. Rostro redondo. Muy buena gente. Pasaba por los pasillos empujando su bote con llantitas mientras saludaba a todas las personas que se encontraba a su paso. Nunca lo vi sin su gorra azul marino. Siempre traía las camisas mojadas de sudor y pantalones sucios. Tenía la piel blanca pero de tanto sol se veía rojo el viejito.

-Tú también vas - Dijo papá quien me sacó de concentración dándome una nalgadita.

-¡Papá! -Grité junto con unas carcajadas sin perder de vista el programa de tv. Él estaba parado a mis pies, al final de sillón. De reojo lo sorprendí viéndome las nalgas y piernas. Volví la mirada al programa. Comencé a excitarme mucho (quise darle algo que no olvidaría). Apoyé rodillas y pies para levantar un poco las pompis, sin despegar mis pechos del sillón. Las nalgas quedaron restirando el short negro. Simulé buscar el control escondiendo mi mano bajo el cuerpo, a la medida de mi ombligo y estiré el short. Sentí la presión que generaba aquel re-estirón en mis grandes glúteos. Dejé de estirar. Saqué la mano para tenderme de nuevo sobre el sillón pero mis nalgotas no querían soltar la tela del short. Papá seguía ahí parado. –Entonces ¿Si vamos a ir? Para ponerme una cachucha  -Pregunté sin despegar ojos de la televisión y al momento, acostada, llevé mi mano hasta en medio de mis pompis. Metí los dedos, hasta los nudillos, para sacar descaradamente la tela. Supuse que papá veía como me cabía casi toda mi mano entre las nalgas(jajaja).

-Sí. Ándale. - Respondía papá al instante que Mamá entraba, casi corriendo, a la sala. Fui por mi cachucha negra de red.

-Ya párate, Lucia -Ordenó muy apurada, poniendo sus lentes sobre su cabeza- Tu papá tiene prisa.

Saldríamos en la camioneta Luv Chevrolet, una cabina y estándar. Papá abría la puerta del copiloto con una mano. En la otra abrazaba los paquetes de cerveza. Se dibujaba una sonrisa en su rostro provocando que mis pezones comenzaron a ponerse duros mientras caminaba hacia él, se notaban mucho. Me veía sin disimular. Comencé a subirme al momento que me quejaba porque iríamos muy apretados. Estaba segura que pasaba su mirada, de arriba abajo, sobre mis nalgas. Me senté.

-Pues ustedes tienen la culpa hijita -Respondió sin desdibujar su sonrisa, bajando un poco la ventana, y viendo sin discreción mis piernas.

-Tú papá ya anda borrachín –Comentó mamá al ir subiendo. En eso se escuchó una nalgada que papá le soltaba. Mamá reía, se sentaba y abrochaba su cinturón. Papá acomodó el paquete de cervezas en los pies de mamá.

-¡Ay!, Tere – Dijo papá de una forma escandalosa y puede observar el cinturón de la camionetita que se cruzaba de lado a lado sobre los grandes senos de mamá. Gracias a la tensión de las compas “E” , su blusa color durazno y la fuerza del cinturón el escoté en “V”  dejó asomar un poco el pecho izquierdo de mamá. Se vio el seno enorme enfundado en encaje blanco y rojo.

-¡Papá! – Grité mientras reíamos los tres. Mamá apenada tomo el cinturón con sus manos y lo estiró un poco hacia delate. Alejándolo de sus pechos. Papá cerró la puerta.

-Ya les dije que ustedes tienen la culpa – Replicaba papá abrochando su cinturón de seguridad y echando a andar la camioneta (olía mucho a cerveza).

-¿Nosotras por qué? –Pregunté con tono burlón a la vez que habría mis piernas para evitar no estorbar la palanca de velocidades, una del lado de mamá y otra del lado de papá, este movimiento forzó a que mi short a trepar sobre mis muslos (parecía que andaba en calzón, jajaja) -¿Estamos gordas o qué?- Agregué dándome unas palmaditas a sobre los muslos, invitándolo a ver mis piernas.

-¿Cómo qué por qué, hija? -Exclamó papá con una expresión de ironía – Ustedes están bien nalgonas. Me necesito traer un camión pa´ que quepan, “culonas”- Dijo gesticulando muy gracioso y nos comenzamos a carcajear mamá y yo. Estábamos asombradas de que papá estaba muy grosero.

Nos invitó a tomar una cerveza del doce-pack. No estábamos acostumbradas a tomar pero con el calor y la insistencia de papá abrimos una cada quien. Contaba chistes vulgares que nos hacían enrojecer de pena y soltarnos a reír. A media cerveza comenzó a hacernos comentarios chistosos sobre quién estaba más nalgona o chichona.

-Ya está muy caliente la cheve- Dijo mamá poniéndola en el portavasos del tablero y acomodando sus lentes. Al volver a su lugar olvidó lo que el cinturón provocaba en sus enormes pechos. Yo lo noté pero no le dije nada para que fuera cómoda”. Hizo que nos tomáramos de un jalón lo que quedaba en el bote para que abriéramos otra.

-¡Chúpenle rápido! - Gritó- Porque se les va a calentar. -Hizo que nos tomáramos de un jalón lo que quedaba en el bote para que abriéramos otra.

Cada que metía un cambio de velocidad descansaba su mano sobre mi muslo y me apretaba la pierna cuando me pedía una cerveza. Unas dos veces pasó descaradamente, y con intención clara, su antebrazo sobre mis pechos, rozando mis pezones, según él, intentando alcanzar las cervezas que estaban en los pies de mamá. Estaba muy nerviosa, excitada. En momentos acomodaba mi gorra levantando mis brazos, sacando mí pecho para que papá pudiera verme los pezones que estaban bajo mi blusa. No quería que terminara el camino. Repentinamente papá fue bajando la velocidad y se orilló en un lote baldío hasta topar con pared.

-¿Qué haces? – Cuestionó mamá con su cerveza en mano. La despistada tenía uno de sus grades senos medio cubierto por el escote de su blusa color durazno. Estaba sujeto por un brasier rojo decorado en encaje blanco a las orillas. No le dije nada, no quise incomodarla.

-Voy a hacer “pipí” - Respondió en tono burlón bajando de la camionetita– Cuando vuelva se tienen que haber terminado ese bote. –Indicó sonriéndonos. No sé si por borracho o qué pero se bajó el cierre. Me quedé congelada. Pensé que sacaría su pene pero sólo bajó el cierre y así se fue caminando para atrás de la camioneta.

-Ya, Lucy. – Dijo mamá con el rostro colorado- Tómale porque tu papi se va a poner necio– Y se la tomó toda.

-Donde manda capitán. –Contesté dándole una palmadita en la rodilla para comenzar a terminarme la cerveza. Por el retrovisor buscaba ver a papá que estaba orinando detrás de la camioneta. Hice todo lo posible para ver su pene pero nada. La tapa de la camioneta cubría más de la mitad del cuerpo.

-Entonces -Decía papá subiéndose a la camioneta, abrochando su cinturón de seguridad y arrancando– ¿Ya se la terminaron?

-¡Sí!- Contestamos al mismo tiempo que le mostrábamos los botes vacíos. Obviamente notó que su esposa andaba enseñando media teta pero no dijo nada.

-¡Y vamos por más! –Agregó mamá. Se agachó estirando el cinturón. Me pasó cerveza para papá- Ten, Lucha . -Giré para tomar la mía. El pecho de mamá derecho seguía cubierto por su blusa color durazno gracias a la división del cinturón pero el izquierdo ya andaba a mitad de aureola de color café. Poco le faltaba por salir.

Papá continuaba haciéndonos reír. Manejaba despacio. Una camioneta vieja, no tan alta, se puso al lado del copiloto, donde estaba sentada mamá. No se nos despegaba. Recuerdo bien que traía el vidrio abajo porque el brazo lleno de bellos que descansaba sobre la ventana llamó mucho mi atención. Era un señor, de bigote  canoso, nos veía. Desde esa altura  podían apreciar mis pechos con pezones recalcados, mis muslos expuestos por short,  la teta a medio salir de mamá, la aureola café claro, el pezón listo para saltar fuera del brasier rojo con encajes blancos. Junté un poco mis brazos, puse la cerveza entre mis piernas abiertas, frente a mi vagina, sin tocarla; presioné con mis brazos contra mis pechos para que el señor pudieran ver más.

- Creo que te hablan, Amor- Dijo mamá señalando al señor.

-A, chingá ¿Quién será?- Preguntó papá. Se dio cuenta de inmediato de lo que pasa. Lo vi a los ojos y solo me soltó una sonrisa –Sí. Es un conocido de la Universidad –Agregó papá- Salúdenlo – Papá, mamá y yo lo saludábamos .

-Hola, adiós. Hola, adiós –Bromeaba mamá al saludarlos. Moviendo la mano izquierda de lado a lado. La otra cuidaba su cerveza escondía entre sus piernas. Papá se reía al ver las reacciones del asqueroso que nos viboreaban las tetas. Me veían las piernas. El viento que entraba por la ventana, casi cerrada, no dejaba escuchar que decía el viejo cochino. Papá comenzó a acelerar y se quedó atrás.

-Ya llevas muchas cheves. Bájale, papi -Le dije- Ya te acabaste un doce-pack y apenas vamos a llegar.

-Sí. Amor –Decía mamá mientras se agachaba para sacudir el doce-pack lleno de latas vacías. En eso un enorme pezón, color café oscuro, saltó de repente. El contraste de la aureola, color café claro, hacía ver una teta muy bonita a pesar de ser muy grande. – ¡Ay! -Gritó mientras estiró la copa roja con encaje blanco. La otra mano intentaba meter su pecho– ¡No! Miren . Ya andaba con la chiche de fuera. Imagínense que me hubiera pasado esto frente al señor de tu trabajo -Agregó mamá apenada. Haciendo que todos explotáramos en carcajadas.

- Ya no te caben las tetotas -Decía papá en un tono burlón mientras mamá desabrochaba el cinturón para poder acomodarse bien la blusa color durazno.

Papá comenzó a bajar la velocidad para llegar a un OXXO , de estacionamiento amplio, que está entre bodegas. Los únicos clientes son los de la Universidad, siempre está solo. A partir de ahí son como 5 minutos para llegar a la Universidad. Afuera, al lado de la puerta, estaba un chavito con su casaca amarilla con rojo y bermudas. Sentado sobre una patineta. Veía algo en su celular. Nos estacionamos casi frente a él.

- Mira. El chavito - Apuntó mamá al momento que lo señalaba- Pobre bebé. Ya anda trabajando desde chiquito.

-Tendrá unos trece ¿No?- Agregué yo mientras nos comenzamos a bajar.

- Baja el doce que está lleno, lo vamos a cambiar por uno más frío** –Ordenó papá a mamá. Mientras caminaba en dirección a la puerta. Se notaba ya entrado en copas.

El chavito se nos quedaba viendo cuando bajábamos de la camioneta con la boca abierta. Papá entró derecho. No nos esperó y el chavito, con patineta en mano, se fue detrás de papá. Entramos solas. Mamá me dejó cargando el doce-pack con las dos manos, cubriendo todos mis pechos. La cerveza me mojó la blusa. Al entrar el clima frío del establecimiento erizó mi piel con un calosfrío que me subía por las piernas. El aire frío lo sentí en el inicio de mis nalgas, reaccioné rápido y como pude me acomodé el short que traía trepado en los muslos y medio metido en las nalgas porque estaba el niñito. Los pezones comenzaron a reaccionar.

-¡Chiquitín!-Gritó mamá- Hace mucho frío, hijito** –Indicó al chavito quien veía a la nalgona de mamá caminando perdiéndose en el pasillo rumbo a su esposo.

- Disculpe, señora –Contestó el chavito muy amablemente, estando detrás del mostrador- No le sé al clima.

Me fui frente a él con el doce-pack en mano. Estaba mojada del pezón, no podía bajar la cerveza, el chavito me vería. Me hice tonta en viendo dulces. Él no dejaba de intentar verme las piernas. Me acerqué a la barra. Estábamos frente a frente. Me animé y dejé el doce-pack en el suelo. Me levanté. Vi por el espejo que estaba detrás de él que mi pezón estaba siendo completamente trasparentado. Una aureola grande se veía claramente junto con mi pezón rosado. Puse mis manos sobre el mostrador- Me duele la cintura -Dije y eché mis hombros para atrás, fingiendo incomodidad. Lo dejé con la boca abierta- Puedes cambiarme un doce-pack caliente por uno frio -Pregunté dejando de estirarme.

- Sí, seño . –respondió. Salió de su lugar para meterse a la bodega de la parte trasera de la tienda. Era un poquito más bajito que yo. Estaba peloncito.

Papá llegó al mostrador junto con mamá. Comenzó a tocar con una moneda el mostrador para apresurar al pequeño.

-No seas gacho. Está chiquito -Dijo mamá.

- Pos no que querías ir al baño - Reclamó papá al momento que me sonreía pues notó mi pezón mojado.

Llegó el chavito con un doce-pack helado y mojado. Lo tomé de sus manos y me lo puse cubriendo mis pechos.

- Danos otro doce-pack - Pidió mamá al chavito quien despistadamente veía que los pezones de mamá también sentían el fresco del clima. Su “bra” rojo con encajes y la blusa color durazno cedían ante los pezones duros que rebordeaban sombras. Los contornos eran evidenciaban que esa señora madura poseía unos pezones enormes. El escote en “v” presentaban ante el niño unos melones enormes copa “E” , casi del tamaño de su cabeza –¿Puedo pasar a tu baño? –Solicitó mamá.

- Ándale, Cabrón. -Dijo papá con un tono buena onda pero soltando un manotazo en el mostrador que hizo que el niño diera un brinquito. Me saqué de onda porque papá estaba ahí parado al lado de su esposa quien era viboreada de arriba abajo por un casi-puberto.

- Yo también quiero ir, me estoy haciendo pipi- Le dije directamente a papá para distraerlo porque pensé que le diría algo al chavito.

- El baño está en la bodega Dijo el niño- Y no me dejan prestarlo y no les puedo vender más doce-pack porque no lo alcanzo.

- Préstame el baño –Le insistió mamá quien intentó tomo una postura infantil. Pegó sus piernas, apretando fuerte y doblándolas un poco (como aguantando las ganas de ir al baño). Movió de lado a lado sus caderas al momento que llevó sus brazos al frente, un poco alejados de sus senos, pegaba sus manos, como haciendo oración o rogando piedad. –Por fa ´ ¿Chí? - Agregó con un gesto tonto en la cara. Sin dejar la pose y movimientos. Sus nalgas se movieron de lado a lado y sus pechos  se bambolearon frente al niño. - Hacemos pipi rápido mientras mi esposo te ayuda con el doce-pack y te damos una propina ¿va?**

El niño aceptó. Cerró con llave en negocio. De la prisa el niño olvidó decirnos dónde estaba el baño. Se fue con papá a la parte de atrás por la cerveza.

- Mira Señaló mamá la patineta del niño que estaba a un lado de ella - Dejó la patineta casi en medio. Todavía es un bebé y lo tienen trabajando. Pobrecito -Completó mientras se agachaba. En ese instante el chavito llegó con el doce-pack. Lo vi calvar sus ojos en las nalgotas de mamá. Una vista espectacular. Se formaba un corazón enorme. El niño podía ver por la tela transparente las nalgas de mama. Parecía que no traía calzón.

-¿Qué pasó?- pregunté al chavito sacándolo del trance.

-¿Y el baño, mijo?- Dijo mamá levantándose al momento con patineta en mano para entregársela.

-Vamos –Contestó apenado el chavito tomando la patineta para llevarla con él. Lo seguimos.

Entramos a la bodeguita que en realidad era un cuartito. Papá nos esperaba viendo los productos apilados que formaban una especie de pequeño laberinto. Nos llevó hasta el otro extremo.

-Ese es el baño- Señalo el niño una puerta de madera. Era un baño como improvisado. Puesto al pedo. Era de paredes de pedacería de tabla-roca.

-Entra tú primero, Lucy- Dijo mamá.

Cerré puerta, bajé mis shorts y tanga al mismo tiempo y me puse a hacer pipí. Frente a mi tenía el lavabo y un espejo. Escuchaba que platicaban afuera, pero enseguida, poco a poco las voces se fueron escuchando más lejos. Unos ruidos me hicieron asustar. Busqué de dónde provenía sin levantarme de la taza. Pensé que era una rata. Sin limpiarme ni nada me levanté sólo con la ombliguera blanca y mi cachucha negra. Muy rápido subí mi tanga y mis shorts. El ruido venía de la pared que estaba detrás de mí. Me fui aproximando despacio y estaban unos agujeros. El niño me estaba espiando.

-Ya te vi, travieso- Dije inclinándome para ver por uno de los agujeros pero no se veía nada. Estaba todo oscuro. Me sentí muy excitada y sin pensar giré. Le di la espalda a la pared sin pegarme a ella, sin ver atrás –Mira, niño cochino- Dije.  Junté mis piernas. Bajé mis shorts negros con todo y la tanga blanca hasta los tobillos. Jalé un poco los pezones sobre mi blusa blanca al momento que mis nalgas grandes, mi vagina y las piernas estaban desnudas para el chavito. Sin dejar de estar inclinada abrí un poco las piernas. Mis manos acariciaban mis nalgas. Mi vagina estaba expuesta. Abrí mis nalgas para dejar que viera mi ano. Quité una de mis manos, dejando una que intentaba separar mis grandes pompis. La mano libre hacia rápidos giros con mi dedo sobre el clítoris con intención de lubricarlo y desde ahí lo metí en mi culo un ratito y lo saqué.

-Ya- Dije volteando a ver los agujeros de la pared y tomando royo para limpiarme.  Subí mi tanga blanca y mi short -¿Sigues ahí, Cochino? – Pregunté. Supuse que se había ido porque no se escuchaba nada. En eso de un agujerito salió un pene chiquito, erecto y muy mojado – ¡Mira!Qué bonito pene- Dije muy excitada al ver el pene pequeñito y mojado. Era como de unos 10 o 9 centímetros. Moreno y delgadito. Circuncidado. Me sorprendió que tenía unas venas muy marcadas. Me puse en cuclillas. Giré mi cachucha para atrás. Estaba frente al pene del chavito. Sujeté con mi cuello la ombliguera, mis pechos duros se asomaron y tomé cada uno con una mano. Pasé mis pezones y aureolas rosadas sobre la cabeza de aquel pene pequeño y moreno. Un hilo se estiró de su pene erecto hasta uno de mis pezones. Me animé más y le di un besito.

-Ya me tengo que ir. Bebecito- Le dije. Otro día vengo por ti. En eso me giré quedando en cuatro. El short se metía en mis nalgas. En esa posición y con las tetas al a medio cubrir por la blusa me fui haciendo para atrás. Comencé a repagar mis nalgas. Su pene pequeñito se sentía muy duro ente mis pompis grandes. Me mojada el inicio de mis nalgotas. –Ya. Cochino- Dije levantándome para acomodarme mi ropa. Lavé mis manos y limpié mis labios sin voltear a ver si se había marchado o seguía ahí el pequeño pene. Le bajé a la taza. Abrí la puerta – ¡Ya salí. Mamá. Te toca! - Grité.

Mamá llegó corriendo. Sus senos se movían y sus pezones seguían aún en punta. Entró enojada porque me tardé un poco. Se metió. Me dio mucho morbo saber que se llevaría una sorpresa pero escuche que mi papá y el niño platicaban en la parte de enfrente de la tienda. Alejados del baño. Los encontré en la puerta de entrada a la bodega. El pervertido tenía en mano el doce-pack y platicaba con mi papá. No me dirigía la palabra y me sentí con mucha pena. Ya estaba toda mojada mi blusa y mis nalgas igual. Agarré los doce-pack viendo al chavito a los ojos y sonriéndole antes de irme. Subí rápido a la camionetita. Esperando a mis papás. Desde el asiento veía por la ventana al chavito que caminaba, seguido por papá hasta el mostrador. Abrí mis piernas. Hice a un lado mi short y mi tanga comenzó para meterme un dedo en la vagina y acariciarme el clítoris. Deje de tocarme por miedo a mojar el asiento. Papá no dejaba que el pervertido atendiera a su esposa al baño. Vi a mamá salir de la bodega y dirigirse  a ellos con la patineta del niño en mano. Se notaba medio borracha.

-¡Vente, Lucha! - Gritaba mamá emocionada. Saliendo de la tienda. La seguía papá y el chavito con su patineta en la mano.

-¿Qué pasa, mamá?- Pregunté sacada de onda.

-Ven. Bájate tantito -Me dijo abriendo la puerta- Tu papá convenció al jovencito para dejarnos subir a la patineta

-Sí- Le contesté. La cerveza ya hacía efecto en nosotras. Mamá no me hizo ninguna observación de mis aureolas y mis pezones.

- Mira, niño. Ayúdale a subir a mi vieja –Dirigía papá- Tómale las manos.

-¡No! ¡Me voy a caer! -Gritaba la pechugona de mamá. El chavito tenía miedo de agarrarla frente a su esposo. La tomaba por las manos con mucho cuidado al momento que mamá intentaba subir un pie a la patineta. Podían verse las tetas de mamá en su brasier rojo con encajes blancos. Se mecían al intentar subirse. El niño veía de reojo, no sabía qué hacer.

- Ayúdale, papá –Dije- El chavito no puede con tu esposa. No seas gacho.

- Haber, güey - Dijo papá burlándose- Yo la agarro de enfrente. Tu ayúdalo, Lucy.  Agarra a tu mamá por delante para que no se caiga.

Papá y el chavito terminaron la maniobraban. Mamá se reía muchísimo, estaba emocionada y distraía por cuidar sus lentes. El chavito y papá corrieron para sujetarla por detrás.

- No la sueltes, niño –Le decía papá- Agárrela bien, Güey –Mientras mamá se reía y carcajeaba.

- Me voy a caer – Me dijo mamá quien ya estaba sobre la patineta. Me abrazó por el cuello. Quedando un poco empinada. Quedó mi rostro sobre su hombro. Yo no podía con ella que intentaba mantenerse de pie sobre la tabla. En ese momento pude ver cómo papá sostenía a mamá por la cintura con una mano. La cabeza del chavito estaba a la altura de las nalgas de mamá. Se veían enormes al lado de la cabecita del chavito. Me sorprendí muchísimo con mi papá porque empujar la cabeza del chavito-pervertido en dirección de las pompis de mamá. El chavito extendía sus brazos sobre los anchos muslos.  Papá se reía al lograr que el jovencito pervertido cediera ante su fuerza. Casi le enterró la carita entre el culo de su esposa. Todos se fueron encima de mí menos papá.

-¡Ay! No. Ya no puedo hijita –Decía mamá sobre mí carcajeándose. El chavito estaba hincado. No perdía detalle del culo enorme de mamá que estaba en cuatro patas.

-Ahora sigue usted- Me dijo dándome la mano. Nos terminó de levantar. Nosotras sacudíamos nuestras piernas haciendo comentarios graciosos sobre lo ocurrido.

- Ándale hija – Dijo papá acomodando la patineta del chavito cerca de mí.

Papá y el muchachito aplicaron la misma técnica. Mamá me sostenía por delante. Estiraba sus brazos sujetando con sus manos mis hombros. Previniendo que le cayera arriba. Yo me apoyé en los suyos.

-¡Ándale!- Dije a papá girando sobre mi hombro. El niño tenía sus manitas en la parte trasera de mis muslos, estaba de frente a mis nalgas. Papá me agarraba la cintura.

-Ora si - Dijo papá- Vamos a darle. Pa´ adelante –Completó y sentí como dejaba solo una mano en mi cintura. Esperaba lo mismo que mamá, que enterrara la carita del pervertido entre mis pompis pero estiró mi short hacia arriba mientras todos me hacían avanzar despacio sobre la patineta. El short negro se metió adentro de mis nalgas, como si fuera cachetero. Me dieron otro jalón que metió, un poco, mi tanga y el short en mi vagina. Ya mis nalgotas quedaban al aire. Me puse más derechita para que mamá no me viera. Tenía muchos nervios. -Ya me quiero bajar- Grité riéndome. Sentí el rostro entre mis pompis regordetas. La carita empujaba para adelante. Si no fuera porque la tela del short y mi tanga la nariz hubiera quedado justo en mi ano. Me quería mojar toda y mejor me aventé sobre mamá. Intencionalmente jalé su brasier por el espacio del escote. Lo estire fuerte. Caímos al suelo.

- Ya ni foto nos tomamos- Dijo mamá que estaba sentada sobre el piso. Sujetando sus lentes que estaban casi en su boca. No percató que me quede con su “bra” en la mano. Sus enormes senos blancos estaban fuera de su blusa. Expuestos, levantados por el escote que quedó bajo ellos. El chavito apreciaban los melones de mamá, sus pezones enormes color café oscuro acompañados de aureolas de un café claro. No le dije nada. Solo levante la mano riendo para que viera el enorme brasier rojo con encajes que traía. Cruzo uno de sus brazos cubrió solamente sus pezones. Se proponía apoyar el otro cuando el jovencito de aproximo para ayudarla. No podía creerlo. Papá solo se burlaba. Ella sonreía frente al niño. Muy apenada metía con dificultad sus senos a la blusa.

-Perdón, mamá- Le dije entregándole el “bra” con los broches de enfrente reventados.

-¡Qué vergüenza, Lucha! – Dijo mamá llamándome la atención simpáticamente. El pervertido-chavito estaba parado frente a la pechugona de mamá. La veía ya descaradamente, no le importó que su esposo estaba al lado. Las tetas de mamá sometían la blusa color durazno a tomar la forma de los pezones grandes color café oscuro. El escote intentaba retener las copas talla “E”. La “V” se rendía a la voluptuosidad permitiendo ver una parte de sus aureolas color café claro. – ¡Ya vámonos! –Completó mamá entre risas, caminando en dirección a la camioneta.

- No pasa nada –Dijo papá ,soltando carcajadas, siguiendo a mamá.- Ya vámonos.

Solo yo me despedí del chavito dándole un besito en la mejilla. Caminé contoneándome para subir a la camioneta, sacándome el short y la tanga. Mamá se sentó rápido, me cambió el lugar. Nos dirigíamos a la Universidad.

Las enormes tetas de mamá se veían espectaculares al estar sentada. El movimiento de la camionetita y el camino favorecían inconscientemente el bamboleo obsceno de los senos de mamá.  Aquellos pezones enormes se trasparentaban descaradamente. Gracias al estirón que le di a la blusa color durazno o la gravedad de sus pechos se hizo más grande el escote en “v”, tanto que al final del mismo se podían apreciar el inicio de sus aureolas café claro. Papá pedía más cerveza. Ya no quería tomar mamá.

-Ándale, cabrona - Insistía papá- No me dejes tomar sólo –Dijó papá levantando su cerveza y en un movimiento la pegó en el escoté de mamá.

-¿Qué haces?- Preguntaba mamá muy sorprendida pero sin molestarse. Arrebatándole la cerveza cerrada de las manos.

-Pa´que veas que están frías, amor- Explicaba papá. Se reían entre jugueteos podía ver que papá con una mano tocaba los senos de mamá. –Dame mi cheve o vas a ver- amenazaba papá a mamá.

-¿A poco me vas a pegar?- Preguntaba irónicamente. Ponía sus lentes en su lugar. Jugaba a alejar la cerveza de la mano de papá que estaba entretenida tocando y apretando los grandes seños de mamá. Ella le entregó la cerveza antes de llegar a la caceta de la entrada de la Universidad. Venía toda esa parte del camino bromeando y amenazándonos con cobra venganza por no dejarlo tomar. Final mente papá convenció a mamá de que tomáramos otra cerveza. Llegamos a la “Uni”. Estábamos esperando que abrieran el portón. No había nadie. Papá se bajó abrir el portón. Se veía ya más borracho, no mucho pero ya estaba bebido.

Manejó hasta su edificio. Estacionamos frente al jardín y vimos a don Pedro desde la camioneta. Andaba con su cachucha color azul. Camisa gris toda sudada. Sus pantalones de mezclillas ya medio verdosos y aterrados por culpa de las plantas. Botas vaqueras llenas de lodo y un perro grande al lado que le llegaba casi a su panza. Era como cruza de labrador color negro.

Se acercó por el lado del conductor, saludó a papa. Pasó el brazo frente a papá. Casi mete medio cuerpo por la ventana para alcanzar para darnos la mano. Vi a mamá estirar su brazo derecho para saludarlo, girando un poco su cadera. El escote de mamá, el giro, el reducido espacio o estar sentada hizo sus aureolas café claro asomaran un poco más. Las tetas de mamá casi se salían. No vi si don Pedro veía pero era evidente que sí.

- Bueno, don Pedrito ¿Cómo le fue con las plantas? -Preguntó papá. Don Pedrito dio unos pasos atrás, el perro negro se sentó a sus pies. El señor explicaba su trabajo mientras nosotras bajábamos de la camionetita. Nos paramos frente a don Pedrito los tres quedando todos del lado del conductor.

El viejito estaba muy nervioso, bajaba la mirada y de repente me volteaba a ver los pezones marcados, las piernas y las enormes tetas de mamá quien en una mano tenía su cerveza. El otro brazo intentaba cubrir sus pezones y escote de su blusa color durazno pero era imposible hacerlo. Si cubría algo lo otro se veía a simple vista.

Papá me pidió una cerveza para don Pedrito y para él. Me observaban caminar a la camioneta, en lugar de dar la vuelta para tomarla directamente del lado de donde estaban me subí el lado del conductor. Recostada sobre el asiento, de puntitas en el suelo, pecho abajo, estirando brazos para alcanzar las latas sentí mis nalgotas casi al aire. Mis pompis tumbadas sobre el asiento de la camioneta se comían la tela. Agarré cuatro cervezas. Las repartí, dejé a don Pedrito al final quien hablaba con papá y al mismo tiempo, disimuladamente, veía mi blusa mojada que le presentaba unos pezones grandes, rosaditos y unos senos firmes.

Fuimos a ver el trabajo de Don Pedrito era a unos pasos, muy cerca de la camioneta. Apenas le dirigíamos la palabra al señor miraba hacia el piso, como que era muy tímido. Papá lo observaba y se reía.

-Mire, Inge -Le dijo don Pedrito a papá señalando un montón de plantas amontonadas en medio del jardín- Ya nomás falta el hierberío ese . Ya nomás es de tirar pero lo hago mañana temprano porque ya se está nublando.

- No ¿Cómo me va a dejar así Don Pedrito? –Preguntó papá y dijo – Ahí traigo la camionetita. Ahorita le ayudo a echar esas hierbas y nos vamos a tirarlas.

-Sí, Don Pedrito - Interrumpió mamá. Quien bajó sus brazos. Se le olvidó su blusa. El señor veía los impresionantes pezones café oscuro, las enormes tetas que parecían colgar. El escote dejaba ver la mitad delas aureolas color café claro – Ahorita lo ayudamos y terminamos rápido. –Agregó mamá amablemente.

-Ta gueno, Seño. -Contestó de buena manera el señor. Fue por unos guantes. El perro negro no se le despegaba.

-¿Trae más pares de guantes? Porque acuérdese que se ofrecieron a ayudar- Gritó papá en tono de broma.

- Sí traigo. Nomás un par ¿Pero apoco las a va a poner a trabajar?- Preguntó Don Pedrito.

-Claro que sí - Contesté. Acomodando mi cachucha como asintiendo.

- Pos si las mujeres somos más luchonas -Decía mamá moviendo sus lentes negros sobre su nariz en un gesto gracioso.

- Tenga por habladora - Respondió papá dándole a mamá un par de guantes amarillos. Papá y yo no teníamos.

Caminábamos en dirección al montón de hierbas siguiendo a mamá. Detrás de ella don Pedrito, luego yo y papá al final. Estoy segura de que el señor le veía a las piernas y chamorros a la nalgona de mamá. Sobre todo las nalgas, imposible no ver a la pompuda de mamá, con su pantalón tan transparente. Sólo al caminar sus nalgas se veían bajar y subir. Debajo de las presillas de su short se apreciaba un triángulo rojo y un hilito del mismo color que se perdía entre las pompis de mamá y eso que nada más estábamos dando unos pasos. El short negro se convertía en cachetero al estar metidito en mis sentaderas. Sentí una caricia en la nalga derecha.

- Traías un insectito, hija -Explicó papá- Casi te pica la nalga .

-Gracias – Le contesté viéndolo sobre mi hombro y dije- Imagínate. Si con estás no quepo ahora con la cola hinchada.

-Ya sé, mija, ya sé - Respondió papá. Yo movía mis nalgas más y más. Sentía aquel short flojito como se me metía más y más entre las nalgas. Mis pezones estaban muy sensibles y duros.

Nos detuvimos. Don Pedrito se hincó al nivel del perro negro que estaba a su lado.  Ellos quedaron entre el montón de hierbas y nosotros tres. Explicaba su trabajo mientras acariciaba su perro. Mamá repentinamente caminó frente a nosotros, frente a don Pedrito y su perro y quedó dándonos la espalda. Se empinó, dejando su cerveza al lado. Sus rodillas estaban sobre la tierra junto con sus manos enfundadas en guantes amarillos. Miraba atentamente las hierbas, inspeccionando con sus lentes la maleza. El short celeste se restiraba y aquellas costuras de hilitos blancos se abrían poco a poco, exageradamente. Se podía percibir la raya que dividían las nalgas blancas de mamá, parecía que no traía ropa interior. Papá estaba ahí parado pero no le dijo nada, solo bebía más cerveza mientras el viejo veía a su esposa culona que estaba en cuatro. Don Pedrito explicaba a mamá, sin voltear a vernos a papá y a mí, estaba atrás de ella hincado al lado de su perro. Mamá veía las hierbas  y todos notábamos el short celeste, casi transparente, intentando mantener cubiertas unas grandes nalgas que oponían resistencia.

- Mira, amor- Dijo mamá girando a ver a su esposo sin perder su postura. – Las plantitas- Completó mamá haciéndonos reír a todos. Estaba borracha.

-¿Cómo ve, Inge? – Preguntó don Pedrito hincado sobre la tierra y volteando a ver a papá.

-Se ve bien, don Pedrito- Contestó papá con una sonrisa en la cara como aprobando las labores de don Pedrito quien volvía a seguir explicando cosas a mamá. Papá se acercó más a mí. Me dio risa la respuesta. Puso un brazo en mi cuello abrazándome al momento que tomaba cerveza con el otro brazo. Yo lo abrasé por la panza después de tirar el bote vacío al suelo.

Mamá volvió atender sus explicaciones. Seguía empinada. Su short celeste trasparentaba y parecían querer reventar el pantalón por la raya de las costuras. El perro negro olfateaba la cerveza de mamá y de repente el animal se aproximó a mamá. Le olfateaba el culo al momento que movía su cola de lado a lado. Don Pedrito y todos lo notamos rápidamente pero nadie dijo nada. El viejo no espantó al perro que posó su nariz en medio de las nalgas de mamá. Ella no dijo nada. Estaba borracha o quizá no sentía, no me explico.

-¡Mamá! – Grité para prevenirla y al momento sentí como papá bajaba su mano de mi cuello hasta el inicio de mis nalgas.

Papá se reía y el señor se levantó para correr al perro negro.

-¡Ay! –Gritó mamá percatándose del perro y carcajeándose- Tiene la nariz fría . –Dijo dando un trago a su cerveza sin dejar de estar en cuatro.

-Disculpe -Decía el viejito muy apenado.

- No se preocupe. El perrito no tiene la culpa - Comentó mamá sonriendo despreocupadamente.- Ven hermoso - Decía silbando y extendiendo su mano. El perro se aproximó moviendo su cola. Lamía un poco la cara de mamá  hasta que se quedó quieto volviendo a ponerse al lado de don Pedrito quien estaba de pie, detrás de mamá.

-Ya agarra las hierbas –Dijo papá riendo– Nomas las andas viendo.

-¡Ándale, Lucha!- Gritó mamá. Poniéndose de pie para trabajar. - Pásenme otra cerveza- agregó

Cuando di el primer paso sentí como papá me pasó el dedo en medio de las nalgas provocando que se metiera mi short y giré a verlo con asombro.

- Venga pa´acá, don Pedrito - Dijo papá- Vamos por las cervezas.

Papá y don Pedrito se fueron hasta el lado opuesto a nosotras, quedando en frente. Levantamos y acarreamos la hierba hasta la camioneta. En una de esas vueltas vi a don Pedrito muy concentrado, mamá estaba agachada al igual que yo. Ella dejaba casi expuestos sus pechos que columpiaban junto con la blusa color durazno, parecían una especie de melones. Me quedé congelada porque atrás de don Pedrito, a poca distancia, estaba papá. El señor no lo notó. Papá veía al viejito con una sonrisa. No dijo nada al viejo cochino. Comencé a notar un bulto en el pantalón de papá quien me veía descaradamente las tetas al igual que el viejo y después dirigía la mirada al anciano mirón. Ni cuenta se dieron que los descubrí. Mi vagina estaba muy mojadita. Me animé y me giré, les di la espalda.  Me hice la tonta. Mamá caminaba a llevar lo que tomó de hierba a la camioneta y fingiendo que nadie me veía llevé mis manos entre mis nalgas, fingí que se complicaba el intento de sacarme la tela del short negro. Las dos manos atrás, y palma con palma, así las metí hasta la altura de mis muñecas para que vieran que tan “culona estaba” tanto que me cabía eso en mis pompis. Saqué la tela del short. Acomodé mi tanga. Bajé tantito mi short negro hasta casi la mitad de mis pompis. Dejé ver el moñito color blanco y el hilo delgadito que se perdía poco a poco al bajar hasta el inicio de la raya de  mis nalgas regordetas. Con mi otra mano tomé el moñito y estiré hacia arriba. Sentí el hilo hacer presión en mi culo. Solté mi short dejándolo un poco abajo, sólo hasta el inicio de mis nalgotas y el final de mi espalda (jajaja) para que también me vieran bien. Me fui caminando, acomodando mi cachucha sin voltear a verlos seguí trabajando. Estaba tan excitada con todo lo que pasaba que no noté que estaba sudando. Mamá me daba otra cerveza. Mi ombliguera estaba empapada de sudor. Papá me veía, al igual que el viejo cochino.

–Venga Don Pedrito. Vamos a descansar- Le dijo papá a don Pedrito con la finalidad de ir a beber en la camioneta.

- Sí. Don Pedrito, descansen un poco -Contestó mamá parada con sus guantes amarillos, lentes de pasta gruesa negros, cabello recogido y el flequillo a media cara. Estaba sobre el montoncito de hierbas con las piernas abierta restirando un poco su short celeste. Su rostro, los brazos y sobre todo sus pechos brillaban gracias al sudor. Las pequeñas gotitas de sudor estáticas sobre sus grandes tetas las hacían notar mucho.

-Ya. Vaya con papá – animé con un tono amable- Nosotras terminamos.

Papá sacó más cervezas, ya llevaban varias latas. Tenían música. Estaban recargados en la caja, acompañados por el perro negro, para poder apreciar mejor nuestros cuerpos en las vueltas que dábamos. Teníamos como 30 minutos acarreando maleza y mamá abría otra cerveza junto conmigo.

-Esa canción me gusta mucho- Gritó emocionada mamá frente a la camioneta tirando los guantes amarillos al suelo. Se puso a bailar. Mamá se contoneaba al rimo de una cumbia. Alzaba los brazos al aire y el escote de su blusa color durazno cedía poco a poco ante la gravedad de sus tetas enormes. El principio y gran parte de sus aureolas café claro se asomaban y sus pezones grandes de un café más oscuro comenzaban a verse doblados por la “V” de su gran escote.

-¡Ea,Ea,Ea!- Gritaba papá animándola mientras don Pedrito aplaudía al compás. Mamá daba vueltas en el mismo sitio, a unos pasos de los admiradores, mientras mostraba un hermoso abdomen plano adornado con un ombligo pequeño. Entre vueltas se veía cómo el short celeste de vestir estaba translucido y aterrado. En medio de sus pompis la costura se había vencido poco a poco. De arriba estaba aún cosido pero mientras más descendía la raya de costura se veían hilos blancos restirados o reventados permitiendo ver sin esforzar la vista el culo de mamá y partes de su piel blanca.

-¡Ven, Lucha! - Gritó mamá muy feliz.

Me animé a bailar frente a papá y el viejito. Llegue con mi short negro entre las nalgas. Mamá me agarraba las manos para levantarlas. El perro se acercaba a nosotros moviendo su cola. Me movía más para hacer brincar mis tetas y las vieran bien. Meneaba las pompis que se tragaban todo el short mientras mamá reía al verme bailar – ¡Vuelta! -Gritaba mamá y cada que daba vueltas me daba nalgadas con las manos que hacían botar mis pompis. Mamá ya tenía afuera los pezones café oscuro y no se había dado cuenta que estaban casi colgando sus enormes pechos blancos por el escote de su blusa color durazno. Duró un momento así y al notar el descuido solamente cerro los ojos en signo de fastidio y despreocupadamente comenzó a guardar sus pechos sin dejar de bailar.

-Ahora tú- le dije. Daba la vuelta y le agarraba las nalgas de abajo hacia arriba, agitándolas. El perrito daba vueltas  a nuestro alrededor moviendo su cola.

-Ve el perrito quiere bailar- Decía mamá en el instante que le agarré mal las nalgas provocando que en el short celeste se abriera un agujero justo en medio de sus nalgotas. No dijo nada. No lo notó porque sólo vi que tomó al perro por sus patas delanteras y lo tomó como pareja de baile.

-Ya andas perreando- Dijo papá burlonamente mientras don Pedrito veía a su esposa e hija bailar. Yo sólo me planté en dos pies, me incliné y comencé a mover mis nalgas. Era lo que querían. Mi short hacia su trabajo. Me sentía muy excitada mientras entre pasos acomodaba mi cachucha y pasaba mis manos sobre mis pechos.

-Mira, Lucha- Gritaba mamá quien había puesto al perro detrás de ella. Lo tenía dando pasitos con sus patas traseras –De trenecito- Gritaba con las patitas delanteras del animalito a la mitad de sus muslos.

Yo la animaba, junto con papá y don Pedrito. El perrito solo me veía con sus ojitos asustados mientras su hocico quedaba recargado en una nalga de mamá. Los brazos restirados permitieron que sin aviso las tetas enormes salieran como disparadas una sobre otra, como amontonadas por el escote. Don pedrito y papá gritaban y aplaudían mientras mamá soltaba al pobre animalito entre risas. Ya ni se disculpó y sólo metió sus senos a su blusa color durazno.

-¡Ya se terminó! - Renegó mamá en voz alta al instante que sin acomodar su blusa se inclinó haciendo una reverencia a su público. Los pechos de mamá colgaban al aire, sus pezones enormes color café oscuro estaban fuera. Se incorporó feliz y frente a papá y el viejo se los fue metiendo a la blusa color durazno sin darle importancia. Acariciaba al perrito con una mano, estando de pie, mientras le agradecía.

-¡Bravo!- Gritaba papá y don Pedrito.

-Gracias- Dije haciendo una reverencia  dándoselas de frente para columpiar mis pechos en mi ombliguera blanca e hice otra dándoles la espalda para que vieran mi culo comelón.

-Es verdad- Dijo mamá y se paró a mi lado cuando terminaba mis reverencias. Se inclinó con sus piernas juntas dando la espalda.

-¡Bravo!- Gritaban y aplaudían papá y don Pedrito.

Mamá tenía un agujero bien delimitado justo en el centro de sus nalgotas. El short celeste aún trabajaba porque gracias a los hilitos restirados y  reventados se veían súper apretadas y de una forma muy sensual sus grandes y blancas pompis.

- Se ganaron una cheve –Dijo don Pedrito ya con más confianza. Se aproximó con dos cervezas en mano mientras nos veía de arriba abajo.

- Gracias –Dijimos.

Caminamos a refrescándonos frente a la camioneta. El perrito se quedó con nosotras le gustó que lo acariciáramos y le hiciéramos cariños. En eso le dije a mamá que iría a hacer pipí. Tomé el papel higiénico de la camioneta.

-Te acompaño- Me dijo mamá. Quien estaba muy Feliz. Definitivamente no estaba en sus cinco sentidos.

Le avisamos a don Pedrito y a papá que iríamos atrás del edificio a hacer pipí.

-Yo también quiero hacer- Dijo don Perito con intenciones de caminar al lado contrario del lugar a donde iríamos nosotras.

-Yo igual – Contestó papá. Quién comenzó a seguir a don Pedrito.

-No pues si es así. Vamos todos juntos- Interrumpió mamá carcajeándose al instante que dábamos la espalda a papá y don Pedrito. Obvio que en dirección opuesta a ellos.

- Bueno. Vamos- Dijo papá.

-¿Es real que vamos a hacer pipí juntos?- Le dije a papá que venía hacía nosotras. Ya estaba muy borracho al igual que mamá.

-¿Qué haces, amor?- Preguntó mamá parada a mi lado.

-Pos vamos a hacer pipí- Explicaba papá. Don Pedrito quien estaba callado sin decir nada comenzó a caminar lejos de nosotros para hacer lo suyo- No sean payasas. Unos hacen en un lado y los otros en otro ladito.

-Bueno- Dije sonriendo. Yo quería ver el pene de papá. El simple hecho de saber que estaría orinando cerca de mí me estaba provocando que me mojara.

-Ándale- Dijo mamá riendo - Ya me estoy haciendo – Replicó mientras comenzó a caminar rápido junto conmigo.

Papá se quedó atrás gritando algo a don Pedrito.

-Ya. Aquí hacemos, mamá - Me moría por ver el pene de papá. Así que no caminé lejos. Mamá no dijo nada solo reía y veía el camino por el que venimos. Las dos en cuclillas comenzando a orinar.

- Estoy muy tomadita, hija –Dijo mamá riendo.

Apareció papá con don Pedrito. Estaban a unos pasos de nosotras. Pensé en pararme rápido.

- ¡Mira!- Gritó mamá muy contenta- Siempre sí. Todos a hacer pipí –Dijo burlándose y soltando carcajadas.

-Es lo más normal del mundo dijo- Papá parándose a unos tres metros de nosotras. Don pedrito nos veía como atontado. Sorprendido. Estábamos a medio chorro frente al señor. En cuclillas exponiendo nuestra vagina a su vista. La posición no nos ayudaba mucho porque nuestros pechos quedaban también a su vista al estar descansando en nuestras piernas. Mamá mostraba sus enormes tetas que intentaban salir de  su blusa.

- Ahora sí, don Pedrito- Dijo papá y comenzó a bajarse el cierre- ¡Ándele, güey! Póngase a mear. No que tenía muchas ganas Ordenó papá al viejito.

- Que bárbaro eres, amor – Decía mamá borracha. Empinada limpiando su vagina. Al igual que yo.

Acomodábamos nuestra ropa. Caminamos en dirección a la camioneta que estaba detrás de ellos. Al pasar por su lado. El viejo no dejaba de vernos mientras sonreía.

-¿A dónde van?– Preguntó papá sujetando a mamá por el brazo, yo estaba detrás de mamá teniendo casi en frente a papá. En ese momento sacó un pene que agarraba con dos dedos de su mano. Era chiquito, estaba erecto y muy mojado. Como de unos 10 o 9 centímetros. Moreno y delgadito. Circuncidado. Me sorprendieron las venas que tenía... Era el pene del baño. No dejaba de quitarle la vista al pene de papá. Me sentí muy mojada. Quería hincarme frente a él para ponerlo en mi boca.

-Pos vamos a la camioneta, amor –Dijo mamá sonriendo al ver el pene de papá que soltaba un chorro de orina sobre la tierra. Don pedrito no decía nada, ni se movía - Si dice don Pedrito que nos quedemos nos quedamos – Dijo mamá mientras sonreía y veía a los al señor. Supongo que apostando a la educación o modales de don pedrito.

-Ya dejen de a don Pedrito.  El ni quiere hacer pipí – Agregue intentando ver si el viejito se atrevería a dejarme ver su pene.

- No pos yo no sé – Contestó don pedrito sin voltear a vernos. Bajó su cierre muy rápido y de un movimiento el viejito sacó el pene más grande que he visto. No sé cómo cuanto medía pero lo agarraba con toda una mano y le quedaba un pedazo sobrando. Era muy grueso, venas muy marcadas. Casi color rosa y no tenía circuncisión.

-¡Mira! – Dijo mamá. Papá aún la tenía por el brazo mientras tenía su pene chiquito de fuera.

-¡Qué es eso! –Grité viendo el pene enorme que salía del cierre del pantalón de don pedrito. Me quité mi cachucha sorprendida.

-¡A cabrón! – Exclamó papá.

-¿Qué pasa, Inge? -Preguntó don Pedrito mientras comenzaba a orinar. Su pene se puso erecto casi al momento que sintió las miradas de mamá, la mía y la de papá.

- No - Dijo papá sorprendido al igual que nosotras- ¿Qué pasó don Pedrito?Guarde su animalon- Decía papá con su pene de fuera.

-¿Es una de tus bromas, amor? - Preguntó mamá carcajeándose mientras papá la soltaba del brazo.

-No. – Dijo papá mientras se reía  y sacaba su celular- don Pedrito ¿Le puedo tomar una foto? –Preguntó papá.

- Pos sí, si quiere. –dijo el viejito. En realidad el viejito no sabía ni por qué la sorpresa al ver su pene enorme.

Papá se puso cómo a un metro del pene de don pedrito y comenzó a tomar fotos de ese pene.

-¿Para qué quieres fotos?- Le pregunté a papá mientras yo no despegaba mis ojos del pene del viejito.

- Pa´ bromear por “       Whats” – Contestó papá quien olvidó que traía su pene pequeño de fuera.

-¡Ay, No!Esto no puede ser –Decía mamá riendo al ver el pene y a papá tomar foto- Es una mentira, Lucy. Es una broma de tú papá . Ya don Pedrito. No se preste a la bromas de mi esposo ¿Es un juguete o que se puso ahí? - Dijo mamá parándose a un lado del señor e inclinándose con sus lentes para ver directamente el pene enorme del anciano.

- No. Yo no lo creo. Es plástico –Comenté.

-Yo soy de verdad - Respondió don Pedrito apenado, cómo sacado de onda pero viendo directamente los pechos de mamá que se columpiaban en su blusa color durazno frente a él  y soltando miradas a mis piernas y directamente a mis ojos. El anciano tomó su pene con una mano y lo agitó para golpearlo sobre la palma de su mano. Y comenzó a orinar frente a nosotros.

- También aplaude –Decía mamá soltando carcajadas mientras se incorporaba para irse caminando – Esta bien la broma , Amor. Casi me la creo- Completó mamá.

-Tomate una foto con la verga,  Tere -Dijo papá en tono burlón con su celular en mano. Mamá reía a lo lejos.

- Estás loco- Gritó a lo lejos mamá- ¿ Quién quiere otra cerveza ?

- Yo tampoco creo que sea verdad - Le dije a papá que se reía y a don pedrito que guardaba su pene enorme y lleno de venas - Si parece pero no- Agregue mientras seguía a mamá. Pensaba en el pequeño pene de papá y lo comparaba con el del anciano. Se me antojaba muchísimo poder metérmelos a la boca. No sé cómo resistí para no mojarme toda al caminar porque estaba muy sensible. Mis pezones no dejaban de palpitar.

Papá y don Pedrito estaban platicando como si nada en la camioneta. Estaban animados. No se escuchaba nada por la música tan alta. Nos faltaba muy poco por terminar cuando repentinamente la predicción de don Pedrito se cumplió.

-¡Corre le dije a mamá! – La dejé atrás, en el aguacero. Papá y Don Pedrito estaban ya adentro de la cabina. Papá en el conductor y don Pedrito de copiloto, con cerveza en mano, riendo mientras me veían correr a la camioneta.

-Súbete, hijita– Dijo papá mientras pasaba el brazo frente a don Pedro para abrir la puerta del copiloto. Don Pedrito comenzó a bajarse –No Pedrito. No se baje, se va a mojar. Bríncalo Lucy –Agregó sonriendo.

Abrí los ojos como asombrados y sonreí. Sin decir nada pasé primero mi pierna izquierda sobre las piernas del señor dándole la espalda. Me imaginaba el enorme pene del viejito. Levantó sus brazos con cerveza en mano hacia el toldo de la camionetita como si me diera espacio para pasar. Al poner mi pierna derecha adentro las nalgas quedaron frente a don Pedrito y mi cara casi pegada al parabrisas. Mis manos estaban en el tablero. Giré a ver a papá que se reía junto con el señor. Yo me reí y me disponía a acomodarme en el asiento. Ya estaba muy mojada. Queria darme un sentón sobre el bultote de su pantalón.

-Espérate hija - Dijo papá – Deja acomodo  la velocidad – Agregó. Movía la palanca de velocidades yo estaba viéndolo. Una de mis manos estaba en el cristal del parabrisas, la otra sobre el tablero, mi cabeza casi topando en el cristal junto con mi mano. Mis piernas abiertas y debajo las piernas del señor con su pantalón sucio. Sentía la mirada de don Pedrito en mi culo pero papá no decía nada, se hacía el que no veía. Don Pedrito repentinamente cerró la puerta y para eso se levantó poquito de su lugar y el señor, con la mano que le quedó libre, me tocó el muslo con la cerveza helada.

- ¡Ay!- Grite despacio y riendo dije- Está muy fría don Pedrito .

Papá se reía. Don pedrito aprovechó para rosar con la mano una de mis nalgas. Papá lo vio, se hizo tonto y me dijo que ya me acomodara. El señor no dejaba de disculparse. Estaba muy apenado.

-¡Abran la puerta!- Gritaba mamá quien venía corriendo, intentando cubrir su rostro con los guantes amarillos, simulando una visera. Sus lentes con gotas de agua. La blusa estaba completamente empapada y se pegada su cuerpo. Los pechos se movían al correr y todo esto lo veía don Pedrito con atención, enmudecido y mi papá sólo reía y apresuraba a mi mamá.

-Deje me bajo, Inge -Dijo don Pedrito abriendo la puerta. Mamá ya estaba por llegar.

- No. Espéreme. Ahorita nos acomodamos bien –Dijo papá.

Mamá llego  a la camionetita riendo. Estaba muy empapada. La blusa color durazno y su brasier rojo ya no cumplían la función de cubrirla, se trasparentaban completamente. Los pezones de mamá, sus aureolas grandes y la caída sostenida de sus grandes tetas. La lluvia afectaba de la misma manera el short celeste. Se veía un poco la parte de enfrente de una tanga color blanco, los hilos se notaban sobre su cadera. Al momento y rápidamente don Pedrito bajó un pie de la camioneta pero papá intervino.

-Súbete, Tere - Ordenó papá a mamá.

-¿Pero cómo le hacemos? –Preguntó mamá sin notar lo que pasaba con su ropa, estaba ahí afuera, parada recibiendo más lluvia y la mirada del viejo sucio.

- Deje me voy atrás señora - Dijo don Pedro bajándose de la camioneta. Mamá subió rápidamente y se sentó. Don pedro comenzó a subirse atrás de la camioneta entre las hierbas. – Me deja en la caseta– Dijo a mamá, asomando la cabeza por la ventana, obviamente para ver la tetas de mamá.

- Te pasas, Tere - Dijo papá molesto – Don Pedrito está malo por eso le di el trabajo extra. Necesitamos llevarlo adelante a la caseta. Se nos va a morir con la mojada.

-Yo no sabía, amor -. Contestó mamá muy apenada.

- Si quieres me voy atrás - Le dije a papá.

- No, hijita, te vas a mojar -. Dijo papá – Mejor. Que te cargue a ti Tere.

Mamá se bajó de la camioneta y en eso pude ver como se veía la parte trasera de su short. El agua ayudó a que se fuera pegando a su figura y metiendo en  medio de sus nalgas. El triángulo de la parte de atrás de la tanga se veía completamente. El hilo se podía notar, se iba perdiendo entre sus pompis. Tení un gran agujero en el centro de sus nalgas blancas. Giré a ver a papá para qué dijera algo.

-No pasa nada, hija -Contestó sonriendo y se puso la mano en la boca como pidiendo que no dijera nada. -Es un broma, ok .

-Venga don pedrito - invitaba mamá- Vámonos todos adelante. El mal clima lo va a enfermar-.

Don pedrito alegó un rato con mamá mientras bajaba de la caja y subía a su perro  negro.

-¿Cómo le hacemos, Inge?- Preguntó don Pedrito.

- Usted me va a cargar – Interrumpió mamá simpáticamente con las manos en su cintura. Por su rostro y lentes escurría agua. Empapada con la blusa color durazno pegándose a sus formas. Lo pezones enormes color café fuerte y sus aureolas café claro estaban ya descaradamente expuestos sin importar la tela. Se notaba en su pantalón el efecto del agua. Por delante un triángulo rojo cubría una pequeña transparencia negra ocasionada por los bellos de la vagina de mamá. El ancianito olía a sudor y cerveza. Yo estaba abierta de piernas evitando la palanca. Mi short volvió a subir para mostrar todos  mis muslos. El señor estaba sentado y se veía muchísimo el pene marcado bajo su pantalón que sería el asiento de mamá.

Continuará…

LUCHYDELARO… BESOS MUAAA…