El magnate se corre mirando y su hija... enseñando

Brody es un vencedor: Rico, bien parecido, empresario de éxito... Atrae a las mujeres como moscas, pero tardan poco en abandonarle. Con su última esposa, llegó su hija Melinda y al fin conoció el verdadero placer, su placer...

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Un sumario, siempre es de agradecer:

I.-          Brody no sabe gozar sin mirar, pero no todas quieren enseñar.

II.-         Cuando los maestros exhiben su buen hacer, aprender es un placer.

III.-        Orgasmos, muchos y a su gusto, pero el incesto, le deja indispuesto.

IV.-        Si es por interés, mejor de casa buena, justa de pasta y larga de teta.

V.-         Nicole, la cómplice que disfruta mostrando y ya puestos, follando.

VI.-        La novia descubre el bollo, se apunta al trío y monta el pollo.

VII.-       Si te casas sin bragas, seguro que al novio halagas.

VIII.-     Una buena amiga siempre ayuda, aunque si la chupa mejor que una...

IX.-        Maryanne empezó jodiendo y acabó jodida, así es la vida.

X.-         Caterina pone la guinda, pero a él le pierde su hija Melinda.

XI.-        A la hija le gusta enseñar y su madre, sin tocar, le invita a mirar.

XII.-       Por mucho que uno goce viendo, no siempre se acaba corriendo.

Epílogo: Algunos encuentran la piedra filosofal y otros terminan como el Parsifal.

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I.-          Brody no sabe gozar sin mirar, pero no todas quieren enseñar.

  • Parece un buen tío, pero la tiene pequeña y encima, no quiso darme lengua.

  • Había oído justo lo contrario, querida. Un amigo que también es socio del Asphalt Green, me contó que tiene una buena tranca. En los gimnasios, no es difícil coincidir en los vestuarios y se la vio. Ya sabes, los tíos siempre van mirando si la suya es más grande...

  • ¡Basta!. Te digo que la tiene pequeña.

  • Lo que tú digas Maryanne, aunque eso qué más da. Está podrido de pasta, ¿no?. Cásate con él, disfruta de lo que puede ofrecerte y lo que no sea capaz de darte, lo buscas en otra parte. Hay un montón de tíos buenos con ganas de tirarse una chica con un par de tetas como las tuyas...

  • Ya, jolín, pero no sabes lo mal que me lo pasé anoche. Era la primera vez que nos acostábamos juntos. Quería impresionarle. Me había puesto el conjunto verde palo de Versace, ese que me queda divino de la muerte. Debajo, sólo un suje que tapaba los pezones justito, justito y el tanguita a juego, pero ni por esas. Se la hubiese puesto dura a cualquier niñato, pero a Brody no se le levantaba. O tal vez sí. ¡Yo qué sé!. Como la tiene tan pequeñita...

  • ¿Y no se la chupaste?. Los tíos, con una mamada, pierden el norte. Son todos unos guarros.

  • Qué quieres, ¿que piense que soy una tía fácil?. ¡Somos chicas Dalton, Vicky!.

  • Pues bien que le sacabas brillo la noche del día de Acción de Gracias al pirulí de ese cachas del equipo de básquet...

  • Eso es otra cosa... Y tú, ¿qué hacías mirando, guarri?.

  • No, si yo... no estaba allí. Me lo ha contado Joanna. Se ve que os espiaba mientras se hacía un dedo. Ya sabes que siempre va caliente. Le encanta mirar, pero la pobre, aún no se ha estrenado.

  • ¡No me jodas!.

  • Chica, como oyes, pero a lo que íbamos: tú eres tonta. Brody es el soltero más, más... todo del Upper East Side. Vale, vale, según tú, casi todo... ¡Cásate con él!. Aguantas un par de años, le haces la vida imposible hasta que el pichacorta te pida el divorcio, le sacas un pastón y a por otro. Si no te deja el chichi contento, que te lo alegre otro, total... es lo que hacen todas nuestras madres...

Esa profunda conversación tenía lugar mientras esas dos pijas almorzaban en The Wright, el restaurante del Guggenheim neoyorquino, justo cuando hacía poco más de un año que la ciudad acababa de vivir el peor atentado de su historia.

Maryanne era la típica niña bien de una conocida familia del NY de siempre, aunque venida a menos por la desastrosa gestión de su patrimonio inmobiliario. No había dado palo en toda su vida. Trabajaba algunas horas para una prestigiosa galería de arte. Es decir: cobraba comisiones obscenas por las compras que gracias a ser quien era, hacían en la galería las amistades de sus padres y los padres de sus amigas. Eso sí, le habían impreso unas elegantes tarjetas de visita con un cargo rimbombante.

Se habían conocido de pequeñas en la elitista The Dalton School. Vicky había estudiado allí gracias a una de las escasas becas que concede la entidad a los candidatos más brillantes de familias con recursos limitados. El  que un conocido político de la ciudad se hubiese interesado por ella, sin duda había ayudado. El que su madre fuese su amante, a lo mejor, también... Ella sí que sabía lo que era trabajar duro. Era una chica lista, pero mantener las sucesivas becas la obligó a hincar los codos. Mucho más en la universidad.

Al final, acabó licenciándose en derecho en la prestigiosa NY University y empezó a trabajar como junior en el despacho de un conocido lobista. En esos tiempos, ya ganaba un buen dinero, lo que le permitía seguir relacionándose con los compañeros más cool del colegio sin desentonar, pero ella aspiraba a mucho más. Desde que descubrió que su madre se acostaba con ese prohombre sólo para poder mantener su ritmo de vida, había perdido los escrúpulos. De ahí venían los consejos que daba a su amiga. Seguro que ella se los aplicaría a rajatabla...

¿Y Brody?. Él es un hombre hecho a sí mismo. Un auténtico arquetipo de self-made-man americano. No nació pobre, pero tampoco rico. En la adolescencia, ya era un líder nato. No era el más fuerte, ni el más enrollado, ni el mejor en los deportes o con las chicas. Ni tan sólo el que mejores notas sacaba en el colegio público donde estudió, pero... tenía carisma, tenía esa rara capacidad para intuir los puntos fuertes y las debilidades de las personas con una mirada o intercambiando unas pocas palabras y sobre todo, desbordaba empatía por los cuatro costados. Vamos, un encantador de serpientes nato, pero con substancia.

Pronto destacó como contumaz emprendedor. A los dieciséis, había creado su propia empresa, si así puede llamarse a revender sesudos estudios estadísticos sobre deportes universitarios minoritarios. El auge de la televisión por cable, permitió el despliegue de las emisoras locales. Pronto necesitaron una información semejante a la existente para las grandes ligas, pero de los deportes y equipos de su área de cobertura y nadie recopilaba esos datos. Brody intuyó el filón y supo aprovecharlo.

Su banco era una antigua caja de latón de munición de la guerra del Vietnam que mantenía siempre cerrada con un candado. Su fuerza laboral, las prácticas no remuneradas de los más de setenta alumnos de estadística de su escuela. A cambio de pasarles la información agregada de otros compañeros para poder contextualizar sus datos, firmaban un papel que decía que Brody podía hacer con sus datos e informes lo que le saliese de la punta del nabo.

Al acabar el curso en la high school , su caja de lata contenía unos miles de papeles. La gracia es que la mayoría eran billetes de los de a cien e incluso unos pocos, cheques de cuatro cifras. Encima, aún no conocía las bondades del IRS, vamos, la agencia tributaria de allá. Ni ellos las suyas, de momento...

Corrían entonces los ochenta y siguiendo su intuición, no se le ocurrió nada mejor que invertir el contenido de su caja en una pequeña compañía, casi desconocida, llamada Apple Computer Inc. Casualmente tenía una oficina del Chase Manhattan al lado de casa. Le cayó simpático al oficial de valores y el hombre trató por activa y por pasiva de que no hiciese tamaña locura, incluso le presentó al director para que le convenciese. Sólo claudicaron cuando les pidió que le reembolsasen todo su dinero para irse a otro sitio donde fuesen capaces de atender las órdenes de un cliente. "¡Qué lástima chico!, por no escuchar a los que sabemos cómo funcionan las cosas, vas a perder todo tu dinero", le dijeron.

No entraremos en detalles que no interesan a nadie, pero al acabar la universidad, su cuenta ya tenía ocho cifras y los de Hacienda, le conocían mejor de lo que él hubiese deseado. A partir de ese momento, su carrera fue meteórica. Se convirtió en el rey de los futuros sobre materias primas en el mercado de Chicago, especuló con inversiones inmobiliarias sin comprar ni un solo ladrillo y jugó a corto con los nuevos productos estructurados que trajo la perniciosa desregulación financiera de Reagan. Por su treintavo aniversario, Times le dedicó una portada.

Hacía poco más de un mes que Brody había cumplido los treinta y cuatro cuando tenía lugar la conversación entre Vicky y Maryanne. En esos tiempos, vivía solo en un magnífico ático de Park Avenue, rodeado de grandes terrazas. Unas, con vistas al Central Park y otras... a los balcones y ventanas inferiores de otros ilustres vecinos del condominio.

Ese día, al llegar a casa, se encontró con su vecina del 44 G en el ascensor. En el pasado fue una actriz muy conocida y brilló entre las más cotizadas del star system de Hollywood. En ese momento, era una abuela divertida y aún resultona. Le había pillado cascándosela detrás de una ventana, mientras miraba viciosamente como se vestía al salir de la ducha. No era la primera vez, ni era la única mujer a quien espiaba en el bloque. Ella lo sabía y le soltó unas cuantas verdades sin pelos en la lengua:

  • Mira Brody, como poco, podrías ser mi hijo, te aprecio y te estoy muy agradecida por los consejos que me das. Me han hecho ganar un buen dinerito. Por eso quiero hablarte con sinceridad: Lo que haces no está bien y tarde o temprano, te va a traer muchos problemas.

  • ¿Qué quiere decir?.

  • Verás... A mí, si no me sacas fotos y las vas enseñando por ahí, me importa un rábano que me mires cuando estoy desnuda. De hecho... hasta me gusta. Que a un chico como tú, aún le excite verme en pelotas, me pone y todo. Hasta me toqué después verte, ¡qué lo sepas!. El caso es que no puedes estar todo el día haciendo inventos para ver a las vecinas en bolas o peor todavía, teniendo sexo con sus maridos o amiguitos...

  • Señora, yo...

  • Trátame de tú a partir de ahora, Brody. A una mujer que te ha enseñado el chumino, no la puedes tratar de usted, ¿vale?.

  • Gracias por la confianza.

  • A ti te pasa algo. Además, vas a tener un problema serio. En la última junta de propietarios, ya corrían rumores. No sé que debes hacer en tu oficina, pero no me extrañaría que..., vamos a dejarlo. No tienes novia, las chicas que vienen a tu apartamento algunas noches, nunca repiten y la mayoría salen escopeteadas al poco rato.

  • ¡No será tanto!, ayer mismo...

  • Si, ya..., buen ejemplo. Conozco a Maryanne. Toda una mujer: culta, de casa buena, guapa y por lo que dicen... una guarra en la cama. Una compañera ideal, vamos. Llegasteis pasadas las once y a las doce ya se había ido. Peter, el concierge de guardia, me ha dicho que además, con cara agria. ¡A ti te pasa algo, Brody!. No creo que seas marica, así que baja conmigo, te vienes a casa, tomamos algo y hablamos. Te aprecio de verdad, chico.

Estuvieron hablando casi una hora. Fue una autentica sesión de diván de analista. Ella no le dejó abrir la boca hasta haberle contado todo lo que rumoreaba de él, tanto entre los vecinos, como a sus espaldas, en las fiestas más glamurosas de New York. Tal vez le añadió algo de salsa, ya se sabe que a veces, los grandes actores, tienden a sobreactuar.

Las palabras de esa actriz madura, le forzaron a enfrentarse a sus fantasmas. Eran tan ciertas como preocupantes: Sólo se excitaba escudriñando a las mujeres en situaciones íntimas. Cuando acabó, Brody se quedó cabizbajo, pensativo y al fin, se abrió por primera vez en su vida. ¡Tuvo que ser a una vecina con quien nunca había compartido más que algunas frases educadas!.

  • Yo, yo... Lo que dices es verdad. Han pasado muchas mujeres por mi cama. La mayoría ni me la levantan ¡y no será porque no estén buenas!. Sólo me excito mirando, espiando, buscando ver aquello que no queréis enseñar o cuando pensáis que no os ven... Me pasa desde que tengo pelos allá abajo.

  • Es lo que me imaginaba, Brody.

  • Te voy a contar lo de la pasada noche, para que me entiendas. Maryanne me va detrás desde hace tiempo. Sé que por la pasta es capaz de todo y que tiene poco de santa, así que decidí invitarla a cenar. Estaba convencido que no iba a dejarme dormir solo, pero a media cena, ya vi que esa tía es una frívola y que iba a ser una mala noche. Hice lo imposible para quitármela de encima, pero ella no paró hasta que la invité a tomar la última en casa.

  • Es que las mujeres, cuando nos interesa algo, podemos ser muy persistentes...

  • En cuanto traspasamos la puerta, se puso melosa. Se olvidó de las copas y empezó a acariciarme la cara y a besarme, soltándome acaramelados " sweet honey " una vez tras otra. Parecía la protagonista del peor de los pastelones. Su hipocresía me reventaba, así que le dejé las cosas claras. Le pedí que se desnudase de una vez y después nos fuésemos a la habitación. Me senté en sofá de la sala y esperé para ver cómo se quitaba la ropa.

  • Así que le pediste un striptease privado...

  • No me atreví a más, pero la tía va y me exige que pasemos directamente a la habitación. Le insistí un poco, pero nada. Al llegar, me sonríe y se mete en el baño. Primero me mosqueé, pero luego... vi mi oportunidad. Me levanté, entreabrí la puerta y miré como se desnudaba.

  • Ya veo, esperarla en la cama, para ti no es suficiente...

  • Para nada, pero eso ya lo sabes. Me empezó a poner a tono el ver que venía dispuesta. Sobre la ropa interior, sólo llevaba la chaqueta y...

  • ¿Te excitaste sólo con eso?. Yo las he llevado muchas veces directamente sobre la piel. Aún ahora, los días que me despierto picarona, se me olvida el sujetador. Ya has visto que todavía puedo presumir de unas lolas aceptables, aunque sea con la ayuda de mi cirujano.

  • Lo sé, lo sé. Aún eres una mujer muy sexy y... apetecible.

  • No, sí al final me vas a tirar los tejos... Vigila, a lo mejor me dejo querer y has de saber que soy una mujer muy exigente... Anda, acaba de contarme tus andanzas con esa pija retorcida.

  • Me vio por el espejo y no se le ocurrió otra cosa que ponerse a chillar y pegarme una bronca de cojones por mirar cómo se desnudaba. ¡Pero si todo el mundo sabe que en la fiesta de Hardy, a la primera de cambio, perdió la ropa y se lo montó con una tía y un negrazo de la ostia en el sofá del living!. ¡De qué iba!.

  • Es que no te enteras, Brody. Esa iba a por ti. Quería enseñarte que en el fondo, es una decente niña bien, no la desorejada que todos conocemos...

  • Yo sólo buscaba un poco de sexo, joder. Ya que me había forzado a dejarla subir, al menos podía colaborar... Me obligó a meterme en la cama... ¡con calzoncillos!. Ella salió del baño en ropa interior. No conseguí que se la quitase hasta estar cubierta con la sábana. Se estiró boca arriba y se quedó quieta. Me cansé de tanta gilipollada y tiré la ropa de cama al suelo. ¡La muy puta, se tapaba las tetas y el coño con las manos y me tiraba en cara el que me hubiese quitado el bóxer!.

  • Veo que esa idiota es mejor actriz que yo...

  • Me harté. Empecé a pajearme y mientras subía y bajaba mi pellejo, le solté en la cara cuales eran mis reglas de juego esa noche: "Mira, Maryanne, has subido a mi apartamento a follar, ¿o no?, pues yo no pienso parar hasta correrme a gusto. Si quieres participar, mi cipote es todo tuyo. Métetelo o empieza a chupar. Hay condones en el primer cajón. Contigo prefiero asegurarme, no sea que coja alguna cosa mala... Si lo prefieres, enséñame cómo te haces un dedo. Me gusta ver gozar a las mujeres. Si no estás por la labor, vete".

  • ¡Pero qué bruto eres!.

  • Al pan, pan y al vino, vino. Cogió un cabreo de la ostia. Me dijo que era un degenerado, que cómo podía esperar que una chica decente hiciese esas cosas, bla, bla, bla... Entonces, al que le salió toda la mala leche, fue a mí. Le solté en la cara un par de sus actuaciones estelares. Se calló de golpe, salió de la cama sin preocuparse de su desnudez, se vistió delante de mis narices sin el más mínimo pudor y sin decir palabra, se marchó con viento fresco.

  • Y tú... te excitaste con su actuación...

  • No te lo voy a negar. Maryanne tiene un buen cuerpo. Va un poco sobrada de tetas, pero es resultona, tiene su morbo. Ver como se subía el tanguita y se retocaba en bragas, sin preocuparse por cerrar la puerta del baño, me puso. Me la meneé con ganas, hasta correrme sobre mi panza...

  • ¡Guarrete!. ¿Qué haremos contigo?. Anda, vete a casa y reflexiona. Has de buscar una salida para tu retorcida sexualidad.

  • Gracias. Eres mi vecina más querida.

II.-         Cuando los maestros exhiben su buen hacer, aprender es un placer.

En su casa continuó dándole vueltas una y otra vez a la conversación que acababa de mantener con su vecina. Apoltronado en un sillón orejero, con una copa de su escocés preferido en la mano, valoraba las posibles salidas a su filia. Cuando se acabó el whisky, se levantó, se sirvió otro y salió a la terraza que daba al parque.

Se sentó en uno de los sofás, se abrió la bragueta, se sacó la minga y mientras gozaba lentamente con una buena paja, rememoró los episodios de su vida con los que había descubierto el placer del sexo. Siempre espiando, mirando, hurgando las intimidades y los cuerpos de otros.

Como suele ocurrir, sus primeros escarceos fueron domésticos. Se las ingenió para espiar a su madre desnuda. En el baño, en su habitación o incluso cuando orinaba o se cambiaba la compresa. No era una mujer fea, pero tampoco se cuidaba demasiado y aunque se dio muchos homenajes a la salud de mamá, necesitaba más.

En plena adolescencia, descubrió que su hermana mayor era toda una mujer y mucho menos remilgada que su madre. Se cambiaba sin pasar el pestillo, a veces tan solo dejando ajustada la puerta de la habitación. Salía del lavabo sin ropa, más o menos cubierta con el toallón de baño. Alguna que otra vez, se le escapaba una teta a medio camino o mostraba su pelambrera al recoger la toalla. Casi siempre, cuando se cruzaba con su hermano. Si le enseñaba más de la cuenta "por accidente", le miraba con una sonrisa cargada de algo que él aún no sabía reconocer: puro vicio.

Se rió rememorando esos tiempos. ¡Qué buenos momentos le había hecho pasar su hermana!. Descubrió que era como él, pero... al revés. Le gustaba hacerse ver, exhibir su cuerpo sin rubor y saber que excitaba a quienes la observaban. Y él, se regodeaba mirándola.

Más tarde vinieron los veranos en Europa. Cuando se graduó en la high school , ya tenía una economía saneada y quiso tomarse un año sabático para viajar por Europa. Al final, no pudo ser, pero al acabar el segundo curso en la universidad, decidió que ya no podía esperar más y que no había nadie mejor que su hermana Penny para acompañarle en su viaje iniciático. Sabía que ella no podía permitírselo y la invitó. Sus padres la conocían bien y algo debieron intuir, porque les costó aceptarlo, pero al final, cedieron.

Él había hecho los deberes y sabía que en el viejo continente había sitios donde la gente iba desnuda. Campings, playas y albergues naturistas. Sólo pensarlo, se le ponía dura. ¡Qué poco conocía del naturismo y de los naturistas!. Unas semanas antes de tomar el avión, decidió que tenía que sincerarse con su hermana. La primera tarde que se quedaron solos en casa le pidió que se sentara en el sofá y se lo soltó:

  • Te he de contar algunas cosas sobre el viaje, Penny.

  • Tú dirás. Has de saber que me hace mucha ilusión ir contigo a Europa y te agradezco mucho que me hayas invitado, hermanito.

  • De nada. Si te he invitado, es porque me apetece un montón que me acompañes.

  • Para visitar la Tour Eiffel, el Big Ben, la Alhambra y otros monumentos... ¿Sólo por eso?...

  • No... es que... también quiero probar eso del nudismo. En Europa es muy común y...

  • Vamos, que me quieres ver en pelotas...

  • No, no... Bueno, la verdad es que sí, pero no sólo a ti... Mira, nos he inscrito a la INF, la federación internacional de los naturistas, para poder ir a esos sitios. No te enfades, eh. Si no te parece bien, lo puedo cambiar y reservo hoteles normales en las principales ciudades...

  • Déjalo, si eres un pervertido, ¡qué le vamos a hacer!. Ya sabes que yo también soy un poco guarrilla y si en Europa la gente va enseñando las vergüenzas por la calle, pues... no vamos a ser menos... haremos como ellos, ¿no?.

  • Penny, no creo yo...

  • No te esfuerces, hermanito. Me gusta tanto enseñar, como a ti mirar. Nos lo vamos a pasar de puta madre, pequeñín.

Revolviéndole cariñosamente los cabellos a su hermano, la desmelenada Penny dio por acabada la conversación.

Fue algo más que su viaje iniciático. Volaron con United a París, pero sólo estuvieron un día en la Ciudad de la Luz. A la mañana siguiente, cogieron el TGV hasta Sète. Brody quedó alucinado con esos trenes europeos. En la América de 1990, no tenían nada parecido: ¡recorrieron casi novecientos kilómetros en cuatro horas y con más comodidades que en un avión!. Allí les recogió un coche de cortesía y les dejó en el hotel que había reservado en el Village Naturiste de Cap d'Age.

Al entrar, Brody ya tenía la polla alegre. Aquello para él era el paraíso. Lo que le habían dicho, se quedaba corto. ¡Había gente en bolas por doquier!. En la piscina, todo el mundo. Al fondo, se veía la playa y allí costaba encontrar a alguien con traje de baño. Un conocido incluso le había contado que en la parte final de la Plage Naturiste , iban parejas swinger que intercambiaban los acompañantes o montaban un trío y tenían sexo en la propia playa, sin importarles que les mirasen o tal vez... excitándoles aún más... Las consecuencias de esos pensamientos, precipitaron la ironía del recepcionista:

  • ¿La primera vez que viene al Village , Señor?.

  • Sí, sí. ¿Cómo lo ha adivinado?.

  • Llevo muchos años y hay signos que no es fácil ocultar...

Al pobre le quedó la cara traspuesta. Al de recepción, una sonrisa socarrona en el rostro. Subieron a la habitación y allí se encontró con una nueva sorpresa. ¡Había una sola cama!. Muy grande, pero sólo una y venía con su hermana. Habían acordado compartir habitación, pero la había pedido con dos camas. El gentil conserje les informó que el establecimiento era sólo para adultos y no tenían habitaciones de dos camas. Supusieron que habían cumplimentado mal la reserva y ni tan solo habían tenido en cuenta la petición. Penny lo soluciono enseguida:

  • Déjalo, hermanito. ¡Qué más da!. Aquí no es como en casa y a nadie le importan esas cosas. ¿Verdad?.

  • Por supuesto, señorita. La discreción es la norma de la casa.

  • Oiga, nosotros no...

  • Brody, olvídalo. No hemos de dar explicaciones a nadie.

El recepcionista salió riéndose y con una buena propina en el bolsillo. Si se lo montaban entre hermanos, a él le importaba bien poco. ¡Si les contase lo que tenía que ver a diario!.

En cuanto cerró la puerta, Penny se quitó la ropa. Lo hizo frente a su hermano, con tintes de stripper . El pobre, no sabía dónde mirar. Era su hermana, pero no podía apartar la mirada de ese cuerpo que se le ofrecía, cargado de voluptuosidad.

  • Venga, Tete, mírame cuanto quieras, pero desnúdate de una vez. Te has de ir acostumbrando a verme en pelotas. No pienso ponerme nada encima hasta que nos vayamos de aquí.

  • En que...

  • ¿Se te ha puesto dura?. Mejor, me gusta ver a los hombres con la cosa palote. Aunque con lo vergonzoso que me has salido, será mejor que te la menees antes de bajar, a menos que quieras ser el centro de todas las miradas...

  • ¡Mira qué llegas a ser guarra!. Voy al baño un momento...

  • De eso nada. Hemos venido a ver y mirar, ¿no?, pues eso haremos. A mí también me apetece un dedito para ir entrando en calor, así que... al tajo y bien a la vista.

Así empezaron esas vacaciones tan especiales: masturbándose uno frente al otro, hasta correrse de gusto. Uno, observando a su desvergonzada hermana patiabierta y restregándose el chumino con ganas y la otra, disfrutando al sentirse el centro de atención y poder mostrar su cuerpo y su pasión por gozar del sexo sin cortapisas.

Eso sólo fue el principio. Pasaron cuatro días en Cap D'Age. Si no hubiesen traído equipaje, tampoco lo habrían echado en falta. Degustaron las preciosas playas de la zona au naturel , compartieron partouzzes sobre la arena y participaron en las jugosas fiestas de algunos de los locales liberales más libertinos de la zona.

Nuestro Brody, siempre mirando. Le excitaba ver, mirar, explorar, descubrir lo que unos y otras mostraban, queriendo o mejor aún, sin querer. Sólo cuando estaba saciado de sensaciones visuales, aceptaba de buen grado el sexo con alguna mujer. A lo largo de esos días, una espléndida eslava le enseñó el arte de comer un culo con provecho. Le gustó. Una madurita francesa, pequeñita y voluptuosa, le mostró lo que una boca podía hacer por su verga. Lo disfrutó. Una alemana tetona y siempre receptiva, de dio la mejor clase de sodomía. Encularla sin descanso, le encantó. Una pareja inglesa se ofreció a compartir sus cuerpos con él sin restricciones. Le costó un poco aceptar, pero en plena vorágine, claudicó, comió rabo, se lo comieron una y el otro y tampoco le disgustó.

Al recordar cómo se desmadró Penny desde el primer día, su subconsciente aceleró la cadencia de su mano y en plena noche neoyorkina, la paja cobró intensidad. En ese viaje descubrió en ella a una mujer que no conocía. Se apuntaba a un bombardeo. Si se estiraban a tomar el sol en la playa, aunque fuese en la parte más familiar, ella siempre abierta de piernas y mostrando el coño en todo su esplendor. Vio que muchas lo llevaban depilado y en cuanto volvieron de la playa, se afeitó el chumino para "enseñar más". Sí, sí, así mismo se lo dijo a su hermano, mientras él observaba atentamente, con el pito tieso, cómo le corría la cuchilla sobre el pubis o entre sus apetitosos y fraternales labios.

A la tarde se fueron a dar una vuelta y llegaron hasta la parte más caliente, al final de la playa principal. Allí vivió su primera experiencia de sexo público y encima, al aire libre. Al ver cómo algunos compartían caricias explícitamente sexuales sobre la arena, Penny no tardó en tenderse al lado de una pareja del país metida en faena. Ella le estaba haciendo un pajote en toda regla y él, estirado y quietecito, miraba al cielo y disfrutaba de la dulce caricia de su esposa.

La americana empezó a masturbarse impúdicamente, mirando ahora a la mujer, ahora a su hermano. Al verla, la francesa le sonrió y conminó a Brody a acompañarles. Él rechazó dedear a su hermana, pero el ver a esos tres mostrando su ardor sin tapujos, empezó a tocarse el ciruelo lánguidamente.

La pajillera debió compadecerse de su nueva compañera y llamó a un conocido que tenía al lado: "Pierre, ven. Esta chica te necesita". Llegó, se presentó con un casto beso carrillero, se sentó a su lado, le tomó la mano húmeda y la sustituyó por la suya. Penny le agradeció la atención con una sonrisa, se colocó bien y le cogió el cipote para subirle y bajarle el pellejo con el buen hacer que se consigue con la práctica. La mujer de su nuevo acompañante le miraba desde su sombrilla, lanzándole besitos y haciendo el típico gesto de aprobación con los puños prietos y los pulgares alzados.

Al poco, la parejita cambió de tercio. Él siguió cómodamente estirado, pero ella lo montó, se insertó la pija coño adentro y empezó un vaivén tan cadencioso, como provechoso. Penny y su desconocido acompañante, no quisieron ser menos e iniciaron el ritual de la cópula. La mujer de su partenaire vino rápidamente en su auxilio con un condón en la mano. Ella misma le dio un buen meneo al carajo del que al parecer, era su marido y cuando tuvo el badajo en su máximo esplendor, se lo encasquetó hasta abajo. No acabó aquí la ayuda: se la tomó amorosamente y la llevó hasta las puertas del coño de la extranjera. Se la restregó por los labios, sin descuidar el garbancito que ya no podían ocultar y al final, apretó para dentro y le llenó la vagina de troncho galo.

La mujer sonreía a Penny, agradecida por el gusto que le daba a su hombre. Le dijo algo a su amiga en francés, ambas se rieron y a la esposa de su improvisado follador, no se le ocurrió otra cosa que ir a morrearse con su compatriota y empezar a acariciarle las tetas. Acabaron una sentada sobre el cipote de su marido y la otra, empapándole el rostro con su potorro o chatte , como dicen por allí. Penny seguía a lo suyo, exprimiendo el nabo del gentil gabacho, pero decidió que podía incrementar el morbo un poquito más.

Hizo que su pene con patas se moviese hasta tocar al terceto y así poder intercambiar caricias gentiles con las dos francesas. Esos tres seguían a lo suyo, pero el hombre debía ser muy bueno con la lengua o la receptora del cunnilingus, de orgasmo fácil, porque al poco, se corrió. Lo descabalgó y al fin, el pobre hombre pudo respirar a gusto y la mujer, buscar nuevas experiencias. Las encontró en la chica americana.

Con el coño aún empapado, se situó en cuatro sobre su hombre. A él le besaba con ardor y a Penny le ofrecía la raja, babosa y aromatizada por los dulces flujos femeninos recién destilados. Ella había tenido sus escarceos con alguna amiga, pero nunca se había comido una almeja y menos aún, goteando la voluptuosidad de una madurita bisexual. Tuvo que tomar una decisión y lo hizo. Ver el ardor que le ponían esas dos parejas francesas la ayudó, pero contemplar cómo se pajeaba su hermano, con los ojos desorbitados, mirando su impúdica y pública exhibición, la convenció.

Encasquetó sus labios de arriba sobre los de abajo de su compañera y besó, lamió y escudriñó con la lengua el interior del chocho de esa mujer tan ardiente. Lo hizo con ganas y lo disfrutó. No debía hacerlo mal, porque la mujer, desmadejada, se corrió al poco tiempo. Esa francesita era un volcán: ¡dos orgasmos en menos de diez minutos y sin polla por medio!.

Penny también es una chica caliente, pero necesita algo más de tiempo. Al final, los embates del cipote que penetraba sus entrañas y por encima de todo, el ver por el rabillo del ojo la cara de placer de su hermano, meneándosela como si no hubiese un mañana, precipitaron su orgasmo. Se vino como una yegua desbocada. ¡Menudo corridón!. Los espasmos que provocaron las paredes del coño sobre el miembro del macho que la llenaba, hicieron que le acompañase en el placer: se desfondó y eyaculó como un animal. Lástima que el látex no le dejase apreciar la corrida en todos sus matices.

Al relajarse, miró a su alrededor. Lo que vio, la volvió a excitar. Estaban rodeados por un corrillo de diez o doce tíos, algunos acompañados de sus parejas. Miraban descaradamente cómo follaban ellos cinco y mientras, se pajeaban sin recato. A algunos se la pelaba su pareja. Sólo uno de ellos le devolvía las caricias a la mujer que le acompañaba. Una chica se había sentado en primera fila y con las piernas tan separadas como le permitía su escasa elasticidad, se partía la patata con un dildo monstruoso que llevaba en el bolsón de playa. No le preocupaban lo más mínimo los pajilleros que la rodeaban, pero seguía muy atenta las evoluciones del quinteto.

Brody formaba parte del elenco de mirones y a mucha honra. Por primera vez en su vida, vivía su sexualidad con esa intensidad. El que su hermana formase parte del espectáculo, le añadía morbo y le intimidaba, a partes iguales. Él sabía que ella estaba encantada de exhibirse para él y excitarle, ¡pero era su hermana, coño!.

Al final, la parte prioritaria de los hombres, ganó la batalla. Sus genitales vencieron a la razón, incluso al corazón y mirando descaradamente cómo entraba y salía la polla de ese desconocido del coño de su hermana y las lamidas que ella le propinaba al chocho de su mujer, aceleró el vaivén de su mano sobre el bálano, inhiesto hasta dolerle.

Estaba a un tris de soltar toda su carga sobre la arena. La francesa lo vio y no le dejó seguir meneándosela sin provecho. " Viens ici, je le veux tout pour moi ", le dijo con una cara de vicio que echaba para atrás. Brody se acercó a la mujer. Ella le tomó la polla entre sus dedos y se la llevó a la boca. Esa mujer sabía cómo tratar el miembro de un hombre. Por primera vez en su vida, una mamada le dio auténtico placer. Pero fue el ver a esa troupe follando sin pudor, exhibiendo su sexualidad y sus cuerpos, con ganas de excitar a quien los quisiese mirar, lo que le llevó al orgasmo. Sin duda, el mejor de su existencia, al menos, hasta ese momento...

Al ver que iba a eyacular sin remedio, quiso sacar el cipote de la boquita que le daba refugio. No le parecía de buena educación descargar en la boca de una desconocida y menos que la pobre, acabase tragándose algo de esperma. ¡Craso error!. Esa francesa salida hubiese estado encantada de saborear una buena lefarada de un joven como él, pero interpretó que él quería otra cosa y magnánima ella, le facilitó la tarea.

Cuando notó la primera sacudida, se la sacó corriendo de las fauces y la restregó sobre las tetas de su hermana. El pobre, entre que había traspasado el punto de no retorno, que los pechos de Jenny eran una delicia y que encima, eran los de su hermana y eso, muy a su pesar, le añadía un morbo acojonante, eyaculó un lechazo tras otro sobre esas deliciosas montañas tan tersas y suaves. Abundantes grumos de semen denso y viscoso, le embadurnaron el canalillo o se quedaron colgando de los pezones, inhiestos y duros como una piedra.

Ante tanta hermosura, la francesa no pudo reprimirse y los esparció con sus dedos por el torso de Penny. No contenta con eso, le sorbió los pezones y recogió con la lengua todo lo que pudo del rico elixir de macho. Para rematar, miró a los ojos de la hermana del propietario de esos fluidos tan íntimos y la besó. La morreó con ganas, jugando con el revoltillo de semen y babas que acumulaba en el paladar, hasta traspasárselo todo y conseguir que se lo tragase. Luego, la francesa besó el ciruelo a Brody y con cara de felicidad, se separó de la melé de cuerpos, dando por acabada la sesión.

Sólo entonces, Penny tomó conciencia de la enormidad de lo que acababa de hacer. Pero tardó poco en aplicarse eso de "a lo hecho, pecho"... Debía ser más guarra de lo que pensaba, porque como se confesó a sí misma, le excitó un montón. Sonrió a su hermano, le hizo un guiño y le dio un piquito cariñoso. Él estaba desconcertado, pero tenía que admitir que por primera vez, había disfrutado del sexo como él lo sentía y necesitaba vivirlo.

Los protagonistas se dieron las gracias unos a otros por el buen momento vivido, los mirones se marcharon a buscar otro espectáculo y ellos seis, todos juntos, en fraternal armonía, se fueron a bañar para refrescar el cuerpo y liberarse de los humores que habían pringado su piel. Al salir del agua, se despidieron como si acabasen de tomarse juntos unas cañas y... a por otra.

III.-        Orgasmos, muchos y a su gusto, pero el incesto, le deja indispuesto.

Con tanto ajetreo, ya era casi hora de cenar, así que ellos dos tomaron las toallas y se fueron al hotel. Al irse a duchar, Penny sorprendió de nuevo a su hermano:

  • Tete, ¿nos duchamos juntos?.

  • Pero... preciosa, ¿no te estás pasando?. ¡Que eres mi hermana, coño!. ¡Córtate un poco!.

  • ¡Uuuyyy!, me hayas llamado "preciosa". Me ha encantado, Tete. Venga, tontorrón, no me seas mojigato y vente conmigo a la ducha. Después de lo que hemos vivido esta tarde...

  • ¡No me lo recuerdes!.

  • Cómo si lo pudieses olvidar... Yo tampoco, ¡eh!.

Se ducharon. Juntos. Ella le enjabonó, por delante y por detrás, la cabeza, las piernas y... los huevos y lo que cuelga entre ellos. Él, no se atrevió a tanto, pero un repasito a las tetas... una caricia sobre ese pubis tan apetecible y el culito... Ella quería más:

  • Mira, Tete, me he traído mi gel íntimo. ¿Me limpias por ahí abajo?. Los dos agujeritos. Bien adentro, por favor.

  • ¡Tú estás loca!. ¡Cómo quieres que meta los dedos a mi propia hermana ahí dentro!.

  • Eres un desaborido, Tete. Me gustaría sentirte allí, vale. Y a ti también. ¡Mira como se te ha puesto la pija, cabroncete!. Anda, dame dedito, Brody...

  • ¡No me líes!. Me aclaro y salgo. Haré como si no hubiésemos mantenido esta conversación. Espero que tú hagas lo mismo.

En cuanto se hubo quitado el jabón, Brody salió de la ducha cagando leches, aunque... con el pito en ristre... Mientras se secaba en la habitación, le pareció oír algo como: "Caerás, ya caerás, hermanito. No sabes el morbo que me da hacérmelo con alguien tan degenerado como yo... Caerás...". No supo si su imaginación le había jugado una mala pasada, si se había confundido al hablar ella tan bajito o... si su hermana realmente se lo quería cepillar... Dos días más tarde, los hechos se lo aclararon.

Penny tardó un montón en prepararse para bajar al restaurante. El pobre Brody no lo entendía: ¡si allí se cenaba en bolingas!. Al salir del baño, lo comprendió: Las mujeres, o al menos algunas, entre ellas su hermana, son unas coquetas y cuando van a cualquier acto social, se han de maquillar, perfumar, retocar,... incluso cuando van desnudas.

  • ¿Estoy guapa, Tete?.

  • Preciosa... y lo sabes, aunque no sé porqué te emperifollas tanto, si vamos a ir sin ropa...

  • Precisamente por eso me he de arreglar más, cariño. Anda, hazte una pajita, que así no puedes bajar. Si quieres...

  • Deja, deja. No me pongas aún más verraco, que es peor. Ve bajando tú y coge mesa. Estoy contigo en cinco minutos.

  • ¡Qué rápido!. Tómate tu tiempo, hombre... Disfrútala.

Con la mente aún calenturienta, decidió no hacer caso a su hermana y aprovechar el tiempo para hablar con uno de sus agentes de bolsa. Mientras esperaba que Penny saliese del baño, había visto en la CNN una noticia que le podía hacer ganar mucho dinero. También necesitaba borrar de su retina la imagen del cuerpo desnudo de su hermana y su coño expectante... La relajación de su polla, lo iba a agradecer...

Colgó el teléfono después de una conversación de más de diez minutos con un impresionado bróker. Él profesional ya había previsto los movimientos básicos que le planteó su cliente. Lo que no se esperaba, era la sofisticada ingeniería financiera que le propuso para que aprovechando una subida prácticamente garantizada por las noticias recientes, multiplicase por diez o más las ganancias en la venta de unas acciones compradas hacía sólo unos meses y eso, sin incrementar sustancialmente el riesgo.

Se miró en el espejo, meó, se escurrió la minga, se la lavó y con las manos limpias, tomó el ascensor hacia la planta baja. Coincidió con una pareja mayor que tan vestidos como él, reían y tonteaban alegremente entre ellos.

Los dos eran, digamos, robustos. A ella, los pechos le llegaban hasta el ombligo, gruesos, macizos y colgones. Una lorza imponente le rodeaba la barriga y dos sólidas columnas soportaban su humanidad. En el caso del hombre, la cosa no desmerecía: buen volumen, panza cervecera llevada al límite y extremidades generosas. Sobre los muslos, sólo le colgaban los huevos, eso sí, tenía dos señores cojones. El cipote le había desaparecido entre tanta carne.

Brody no entendía como los dos, con sus cuerpos ajados y su edad, se mostraban al mundo con esa naturalidad y libertad. Aún le descolocaba más verlos besarse y hacerse arrumacos inocentes como si fuesen vestidos de calle, sin que les incomodase su presencia. ¡Cuánto tenía que aprender y entender!. Si no conseguía distinguir unos naturistas sanotes de los que como él, disfrutan de una sexualidad rebuscada, iba a tener muchos problemas. Por suerte, su cimbrel era más listo y se mantuvo en posición de descanso hasta que le saludaron gentilmente y abandonaron el ascensor.

Entró en el comedor y una atenta camarera le acompañó a la mesa donde le esperaba su hermana. La encontró con un vermut blanco en la mano, hablando amigablemente con la pareja de la mesa de al lado. Les saludó, se sentó rápidamente y se cubrió el regazo con la servilleta, antes de que su hombría se encabritase más. Con tanto cuerpo expuesto a sus miradas, la sangre se le desplazaba irremisiblemente al apéndice menos indicado para cenar. Penny se percató de su apuro y sonrió.

  • Hermanito, eres un semental. Acabas de meneártela y sigues empalmado.

  • Es que... Perdóname Penny, pero hay tanto ofrecido a la vista, que me descontrolo... Para mí, es el paraíso. Nunca hubiese pensado que pudiese...

  • Tete, calla y disfruta. A eso hemos venido.

Cenaron en un restaurante cuya única diferencia con cualquier otro era que todos los clientes iban en pelotas. Algún comensal usaba un breve pareo, pero era la excepción. Otra curiosidad era que cuando preparaban una mesa, no sólo cambiaban el mantel, también las fundas de las sillas. Mientras esperaban los postres, iniciaron una conversación con la pareja noruega de al lado. Como Penny ya sabía algunas cosas sobre sus vecinos de mesa, en seguida abordaron los temas comunes y entre estos, brillaba uno: el sexo.

Se lo explicaron sin embudos: ellos venían allí a follar. Desde hacía unos años, siempre pasaban una semanita de vacaciones en la zona. Eran un respetable matrimonio de mediana edad con tres hijos. Durante el año actuaban como tal, pero de tanto en tanto, necesitaban una vía de escape, un revulsivo a la monotonía de sus vidas y habían descubierto que disfrutar del libertinaje que allí se cocía, les iba de perlas. Les contaron que para ellos, durante esa semana valía todo, sin recriminaciones ni engaños. Esos días, visitaban los clubs de intercambio, ligaban con quien les apetecía, compartían amantes, aceptaban escarceos homosexuales si les venía en gana,... Con higiene y tomando las precauciones necesarias, todo era bienvenido.

Al acabar la sobremesa, esa pareja les ofreció compartir la cama con ellos esa noche. Así, sin más. Les dijeron que a pesar de la apreciable diferencia de edad, les gustaban. La mujer, picándole el ojito a Penny, añadió que estaba convencida de que les podrían enseñar algunas cosillas y que ella se ofrecía para él y para ella.

Brody no estaba preparado aún para asumir tanto desparpajo y menos aún, acompañado de su hermana. Declinaron el ofrecimiento con buenas palabras. Aún así, al verles novatos en esas lides, los nórdicos no les dejaron levantar de la mesa sin contarles cuales eran los mejores clubs liberales de la zona, explicarles las fiestas previstas para los próximos días, la "etiqueta" de esos clubs y otros detalles prácticos y cosas que se podían hacer en Cap d'Age.

Subieron a la habitación y se prepararon para pasar su primera noche juntos. Las intenciones de Penny estaban claras. Las de Brody, no tanto: su consciencia le decía que no podía permitírselo. Hicieron sus cosas y se metieron en la cama. Estaban cansados y aún acusaban el jet lag .

Al despertarse, Brody se encontró sin sábana cubriendo su desnudez y un ruido de fondo, algo así cómo un ...bbbzzz...bbbzzz... La explicación estaba clara: A su lado, Penny se estaba dando placer alegremente con un vibrador azul entrando y saliendo de forma decidida de su coño.

  • Hola Tete. Me he despertado hace un ratito y no quería bajar a desayunar sin haberme corrido. ¿Me ayudas?.

  • Preciosa... yo...

  • No me seas meapilas. Se te está poniendo palote mirando cómo me lo estoy metiendo. Coge mi juguetito y trabájame el chichi. Ya te la meneo yo.

Dicho y hecho. Por primera vez los hermanos compartieron paja. Él la llevó a gozar un orgasmo voluptuoso, barroco, ruidoso,... Ella le hizo una buena gayola, repartiendo bien la crema por el tronco, subiendo y bajando la mano con la cadencia justa. Quería que se corriese como un animal, que le embarrase la tripa con su manguera,... Los remordimientos que le atenazaban por tener sexo con su hermana o tal vez otra cosa, acabaron provocándole una eyaculación contenida. A pesar de ello, fue muy placentera.

En cuanto hubo soltado la carga, la polla se le encogió y le quedó como un gusanito entre los dedos de su hermana. Cuando vio como ella apretaba la mano para recoger todo el semen y se la llevaba a la boca para relamerla con lujuria, volvió a crecerle hasta alcanzar su máximo poderío. Con el beso guarro que le propinó, se corrió otra vez, en seco y sin tocarse.

Se quedaron un buen rato abrazados, arrebujados en la cama. De tanto en tanto, Penny le daba un piquito a su hermano y le miraba a los ojos con agradecimiento o tal vez... con deseo. Él se dejaba hacer, sumergido en sus pensamientos. Al fin, dijo algo:

  • Hermanita, ¿estás segura que hemos hecho bien?. ¡Joder, Penny, nos hemos enrollado!.

  • Una pajita de nada. Pareces uno de esos predicadores carcas. Lo que hemos hecho es una nimiedad, coño. Si por tocarnos un poco te pones así, ¿qué pasará cuando follemos?...

  • Eso no puede ocurrir, preciosa.

  • Veremos, veremos... Anda, dejemos de filosofar y vamos a ducharnos. Los orgasmos me hacen venir hambre.

Se decidieron por un día de playa sin desmadre: baños, tostarse bajo el sol, comer bien, mirar y ser vistos,... Conocieron otras playas, en las que no se practicaba sexo explícito a la vista de todos y les gustaron. También necesitaban un tiempo para relajarse, sin más...

La noche fue diferente. Visitaron uno de los clubs liberales que les habían recomendado los noruegos. A la media hora, el ambiente ya los había abducido. Brody visitaba una sala tras otra, miraba y miraba y se excitaba. Se quedaba quieto, degustando los lujuriosos arabescos que dibujaba una pareja, un trío o una melé de cuerpos en plena orgía. Descubrir ese mundo, le entusiasmó. Nadie le recriminaba nada. Si le gustaba mirar, adelante. Si quería participar, los amantes ardientes, casi siempre eran bienvenidos.

En una de las salas, un chico joven y guapo estaba sodomizando con saña a una madura recauchutada, pero atractiva y sobre todo, muy viciosa. Había una chica de calendario apoyada en el marco de la puerta que no les quitaba ojo. Se acariciaba impúdicamente la raja con una mano y le lanzaba besitos al tío con la otra, cuando la miraba. Al ver que Brody también se meneaba la aldaba viéndoles follar, se dirigió a él:

- Il est mon petit ami.

  • ¡Ah!. Pues tu novio sí que sabe cómo encular a una tía.

  • Claro, lo tengo bien entrenado. ¿Quieres que nos unamos a ellos o vas a continuar en plan voyeur?. A mí también me gusta mirar, pero a cada minuto que pasa, me pica más el chocho...

  • Creo que tú y yo nos vamos a entender... A la que le serrucha el ojete tampoco le falta práctica. Será madurita, pero la tía es una máquina.

  • No sé quién es esa golfa, pero todo el mundo dice que tiene un polvo que te cagas. La muy puta, siempre viene sola. Hablando de soledades, ¿dónde está tu pareja?, porque aquí no dejan entrar a tíos solos.

  • He venido con mi hermana. Es una loba del copón. Debe estar follando con alguien en algún rincón. Cuando la vea, te la presento.

  • ¡Joder, has venido con tu hermana!.

  • ¿Y qué?. No voy a hacer nada con ella. Venga, déjate de tantas preguntas y vamos a ponernos morados. Mira como la tengo...

  • Pues mira que yo... Toca, toca..., voy mojada hasta las rodillas... Por cierto, ¿cómo te he de llamar?.

  • Por mi nombre, guapa: Brody.

  • Es que aquí, casi todos nos ponemos un " nom de guerre ", pero me ha gustado que no te escondas, así que voy a hacer lo mismo. Me llamo Nicole. Es mi verdadero nombre.

  • Te agradezco la confianza, pero oye, ¿cuál usas normalmente aquí?.

  • Nedra.

  • Me gusta. Te llamaré Nedra. Y a mí, ¿cuál me quedaría bien?...

  • Veamos: mirón contumaz, pero con el aguijón siempre a punto, labia fácil, vicio a espuertas...

  • ¿Eres bruja o de que vas?.

  • ¡Pero si todos los hombres sois iguales!. Tú, encima, voyeur. Te voy a llamar... Flicûre. ¿Te gusta?.

  • Nos está mal, nada mal. "Flicûre". ¿Cómo se te ha ocurrido?.

  • Pues, como eres un ligón, en francés, flirter y siempre tienes tu aguijón, o lo que es lo mismo, tu picûre , dispuesto a picar, suma dos más dos y... tachán, tachán, tu nuevo nombre: Monsieur Flicûre...

  • ¡Qué imaginación!. ¿Y el tuyo?.

  • Fácil. Soy una chica caliente, ardent ..., pero eso ya lo sabes. Quítale la "t" sorda final, dale la vuelta y ya lo tienes. Trabajo de copywriter en una agencia de publicidad, por si te da alguna pista... Por cierto, tenía entendido que aquí se venía a follar, no a contarse la vida. Mira mi novio y esa puta desorejada: ella se va a correr por el culo y nosotros, sin empezar...

A Brody esa chica le atraía un huevo. No solo mostraba su cuerpo y se lo ofrecía sin tapujos, es que... exhibía su alma más viciosa sin esconder nada y eso, para un mirón como él, es lo más...

Se acercaron a la plataforma que hacía las veces de cama. Nedra se estiró boca arriba para poder comerle los huevos a su novio y él, continuar perforando el ojete de esa señora tan predispuesta. Dejó las piernas apoyadas en el suelo bien separadas y se abrió la entrada del coño con los dedos. Así Brody tenía la mejor perspectiva de su rosada vagina. Con todo a punto, exigió acción:

  • ¿Ves bien mi chatte , cariño?. Ponte un condón y métemela hasta la empuñadura, mon Flicûre. Necesito sentirme llena. Bombea con ganas que no me rompo.

¡Qué noche la de aquel día!. Sentado en el sillón de la terraza neoyorquina, rememoraba lo vivido doce años atrás con Nicole, mientras seguía subiendo y bajándose el pellejo lentamente. ¡Qué mujer! reflexionaba, todavía ensimismado con ella.

No sólo follaron como sátiros con su novio y esa madurita, más viciosa que Calígula: Nedra o Nicole, como la llamó a partir de esa noche, a su tierna edad ya era una consumada connaisseur del mundillo liberal. Le acompañó por todo el club, enseñándole los rincones más "oscuros", donde tenían lugar las prácticas más fuertes o depravadas, dejémoslo a criterio de cada uno.

A los dos les perdía el mirar, ver los cuerpos de otros, desnudos, en un revoltillo de oquedades abiertas al placer, jodiendo, jugando a juegos muy bizarros o incluso gozando con el dolor propio o ajeno. Lo que más les excitaba, sin duda, era paladear cómo les iba envolviendo el orgasmo a uno tras otro. Se dieron un hartón, observando a hombres y mujeres disfrutar del sexo en todos sus matices y... mostrarlo a quien gozase viéndoles. Ellos, los que más.

Al cabo de un par de horas, con los genitales escocidos a base de trabajos manuales y unas cuantas corridas en su haber, se miraron, se rieron de sí mismos, se besaron y se reconocieron como lo que eran: dos voyeurs vocacionales, muy, muy salidos. Las dos almas gemelas, se tomaron de la mano y se metieron en el primer cubículo libre que encontraron. Corrieron la cortina y con ese virtual cartel de "no molesten", follaron como si no hubiese un mañana.

¿Y sus acompañantes?. Esos dos eran mucho más viciosos o al menos, con el vicio más repartido. Desde que el novio de Nicole vació el culo de ese putón verbenero y Brody finalmente pudo presentarle a su hermana, no se separaron. Lo probaron todo, o casi, con todos, o casi. Recorrieron una sala tras otra. Dieron y recibieron. De a dos, de a tres y con varios a la vez. Ahora suavesito y rudo después. Los cócteles volaron, alguien les ofreció unos polvos blancos. Otro, pastillas azules, verdes y amarillas. La cosa degeneró y no acabó del todo bien.

Brody encontró a Penny en pleno desmadre, pasada de vueltas. Atada al potro, con una pierna señalando el norte y la otra el sur, un tío tras otro se metía entre sus piernas. Le daba pollazos hasta hartarse y... cambio de tercio: el siguiente. El novio de Nicole ya no daba para más. La verga le colgaba flácida y enrojecida a pesar de las múltiples "vitaminas" que se había metido. Aplaudía a los que aún se les mantenía dura, dejaba que alguna se la chupase un poco y basta. Tuvo que ser el hermanito pequeño quien pusiese un poco de orden:

  • Te voy a soltar y nos vamos, preciosa. Ya no controlas...

  • Un poco tocada, si estoy, pero yo no me pienso levantar hasta que todos estos me hayan llenado las tetas de lechita sabrosa. Venga, desátame para que pueda ayudarles a muñir sus pililas. Y vosotros, meneáosla con ganas: ¡Soltadme lefa hasta que mi cuerpo parezca el de un muñeco de nieve!. Si quieres puedes apuntarte, hermanito...

Se apartó y se puso detrás de Nicole. Le tomó las tetas con las manos y le punteó el culo con el nabo. Así vivió su primer bukake, a dos palmos de la más pringada: su hermana. A esas alturas de la noche, sus eyaculadores no estaban en la mejor forma y soltaron unas lechadas de lo más escuálidas. Sólo se salió de la media un vejete con pinta de yogui jamaicano: dejó la teta izquierda de Penny como la cumbre del Mont Blanc en pleno invierno.

Brody y Nicole se intercambiaron los teléfonos y las direcciones (las postales, porque en esos tiempos, lo de los e-mail e Internet, aún era cosa de pocos). Compartían gustos, al menos sexuales, les apetecía volver a verse y lo hicieron. De hecho, acabaron compartiendo su filia durante muchos veranos. Penny y el novio, se morrearon y con un "Que te vaya bonito. A ver si nos vemos", dieron por enterradas las intimidades.

Brody ayudó a su hermana como buenamente pudo a recorrer los poco más de quinientos metros que separaban el club se su hotel. El aire de la noche le vino bien, pero no fue suficiente. A medio camino, potó la cena, los combinados y la bilis que había sobrevivido. Iba tan pasada que ni pudo avisar y quedó hecha un cromo. Su hermano, más. Eso sí, como sobre la piel desnuda Penny sólo llevaba un bolsito cruzado y Brody un badajo colgando, no tuvieron mucho que lavar. Se acercaron a la playa y sorteando los corrillos que jaleaban a las parejas que follaban en la arena, se metieron en el agua.

El bañó les despejó y al salir, a uno se le iban los ojos sobre esos cuerpos machihembrados y a la otra, no se le ocurrió más que ponerse a chillar:

  • Cariño, quedémonos un poco más. ¡Quiero otro polvo!. Mira el cacho cipote que le cuelga a ese tío, suéltame, que voy a mamárselo...

  • Venga, Penny, por esta noche ya has tenido bastante, ¿no te parece?. Además, no sé qué coño te has metido, no pareces tú. Deja de decir sandeces y vamos al hotel de una puta vez.

Con no poco esfuerzo consiguió arrastrarla hasta la cama. Ducharla fue misión imposible, así que la sentó en el inodoro, logró que mease y sin tan sólo dejarse secar la patata, la acostó. Después él siguió el mismo camino, aunque algo más aseado.

Hasta el mediodía siguiente no dieron señales de vida ni uno, ni otro. Por la tarde, playita. Una sin quitarse las gafas de sol y el otro, con los ojos siempre atentos. Por la noche, tuvieron bronca. Penny quería ir a otro antro liberal. A uno que la noche anterior le habían recomendado como el más libertino de la zona. Brody pretendía quedar con Nicole para mirar juntos cómo se lo montaban las parejas y partouzes más interesantes que encontrasen. Al final, decidieron ir cada uno por su cuenta y compartir la noche siguiente, su última noche en Cap d'Age.

Brody disfrutó como un babuino. De la compañía de Nicole, de lo que vio, del par de polvos que compartió con su acompañante y de las medias pajas y mamadas que le hicieron gente que nunca supo que aspecto tenía y si lo pensaba bien, ni de que sexo eran. Volvió al hotel exhausto y satisfecho.

Cuando amanecía, el teléfono de la habitación empezó a sonar sin descanso. Era el cabrón de recepción. Le llamaba para decirle que una mujer que no había querido identificarse, acababa de telefonear al hotel para que informasen a Brody que dejaban a su hermana en la puerta del club donde habían estado pasándoselo tan bien y que fuese en coche, porque estaba hecha una mierda.

Se despertó con un cabreo de tres pares de cojones. Miró el otro lado de la cama, por si fuese una broma de mal gusto, pero no: lo encontró vacio. Mascullando un ¡me cago en sus muertos!, se pasó un agua en menos de un minuto y pensando en lo peor, se vistió, cogió algo de ropa para ella y bajó al hall. En recepción ya habían llamado a un taxi. Cuando llegó, el club estaba cerrado y se la encontró tirada sobre el césped, cagada, vomitada y sin nadie acompañándola.

Por suerte, había sido previsor y se había traído una toalla. La limpió como pudo, le puso el vestido que había cogido y con la promesa de una propina generosa, el taxista aceptó llevarles al hospital más cercano. No era la primera vez que el hombre se encontraba una situación así, ni sería la última. Por eso, cuando compraba un vehículo, siempre pedía que le pusiesen los asientos de eskay y las alfombrillas de goma. Hombre previsor, vale por dos.

En el hospital estaban hartos de ver casos semejantes y muchos de peores. Al cabo de unas horas, le dijeron a Brody que su hermana estaba así porque había mezclado alcohol con cocaína y éxtasis. Por suerte, había vomitado y al parecer no había ingerido una dosis preocupante. A ella la dejaron en una sala de observación con un tratamiento poco invasivo y a él le dieron las advertencias preceptivas sobre los peligros de la conducta de Penny, le pidieron cómo quería pagar la factura y le informaron que después de comer le darían el alta, pero que ella, esa noche tenía que descansar sí o sí.

Volvieron al hotel, una con la cara decrépita y el otro, con un cabreo inconmensurable. Al llegar, Penny se duchó y se metió en cama. Entre las sábanas, empezó a excusarse y pedir perdón a su hermano, pero él la cortó en seco: "Reflexiona sobre lo que has hecho y descansa. Mañana será otro día".

El día siguiente se desencadenó la tormenta, pero fue otra, muy distinta de la previsible. Penny se despertó como una rosa después de dormir quince horas seguidas. Brody, cansado por la falta de sueño mientras vigilaba a su hermana. Primero se levantó ella, despacito para no despertarle, se fue al baño y meó con ganas, tenía la vejiga a rebosar. Se aseó y mirando a su Tete, sonrió. Se puso unas gotas de perfume íntimo entre los pliegues del coño, un toque de Opium, su aroma de cabecera, más arriba y volvió a la cama.

Esperó un ratito, quitó la sábana que cubría sus cuerpos y se puso a acariciar a su hermano. Empezó con caricias suaves, por las partes menos sensibles, pero enseguida pasó a mayores y en cuando Brody se percató de que un ángel le despertaba, ya le estaba chupando la pija con su boquita de experta mamadora.

  • ¡Pero qué coño haces, Penny!.

  • Darte lo que tú no te atreves a pedir, idiota. Relájate, calla y déjame hacer.

  • Suéltame, ¡por Dios, que eres mi hermana, Penny!.

  • Ahora, sólo una mujer. Una mujer muy necesitada de sexo. No me lo hagas repetir otra vez: Relájate, calla y déjame hacer. Y tócame las tetas. Tengo los pezones muy sensibles y lo necesito.

  • Pero...

  • ¡Ssshhhttt!.  Al bollo, Tete...

La carne es débil, Penny estaba muy buena, para ella no parecían existir los tabús y los dos iban más calientes que un horno de hacer pan. ¡Blanco y en botella!. Acabaron follando como cerdos. Él se dejaba hacer y Penny lo mimaba con el sexo más desinhibido. No cejó hasta que la hubo penetrado vaginal y analmente. Para acabar, le pidió que se corriese en su boca. Le regaló la mejor mamada de su repertorio y a cambio, le pidió que le comiese el coño tan bien como a su nueva amiga Nicole.

Se pasaron una hora larga dale que te pego, hasta que después del bajón post orgasmo, Brody tomó consciencia de lo que acababa de hacer. Miró a su hermana, aún embadurnada con su semen y le cambió la cara, ella sonrió y cuando le iba a besar, él se apartó. Penny estaba feliz, no se arrepentía de nada de lo que acababan de vivir y se lo dijo:

  • Nos lo hemos pasado de puta madre, eh, hermanito. A partir de ahora, ya sabes dónde tengo el coño, porque esto, lo hemos de repetir a menudo...

  • Estas loca, Penny. Todo esto se nos ha ido de las manos. No puede volver a suceder. ¡Jamás!.

  • Pero porqué, Tete, con lo bien que nos lo hemos pasado... No me dirás que no te ha gustado. ¡Porque te has corrido bien a gusto, eh, capullo!. Sabes que soy muy buena follando y no es por decirlo, pero estoy para mojar pan... ¿Es porque ayer me porte mal?. Lo siento mucho, no volverá a ocurrir...

  • Déjalo ya, por favor. ¡Eres mi hermana, que no lo ves!. De lo otro ya hablaremos...

Ese polvo no hizo mella en Penny, bueno, sí: la dejó con ganas de más... En cambio, su hermano quedó destrozado. Él era raro para el sexo, le gustaban cosas "diferentes", vale, pero ¡hacérselo con su hermana era otra cosa!. Para él, el incesto no era algo aceptable.

Comieron el silencio. Ahora la desnudez de su hermana incomodaba a Brody. Pasaron la tarde en la habitación y hablaron largo y tendido. Penny acabó prometiendo a su hermano que no habría más drogas y se moderaría con el alcohol, pero que el sexo era otra cosa. Ella había venido a Europa para follar y eso pensaba hacer. Con respecto a lo que había pasado entre ellos, aceptó a regañadientes no volverse a enrollar con él. No entendía por qué Brody no quería tener sexo con ella. ¡Si se lo habían pasado de puta madre!. Además a ella le ponía un montón hacérselo con su hermano y sabía que a él también le daba mucho morbo. No lo comprendía, pero si el Tete se lo exigía...

Así acabaron sus vacaciones en el pueblo más libertino de la Côte Bleue . Continuaron su periplo por el viejo continente y aunque geográficamente poco tenga de europea, volaron a Fuerteventura. Más relajados, volvieron a sus prácticas nudistas y pasaron unos días de mar y playa. Eso sí, uno aguzando mucho la vista y la otra, quemando noche tras noche.

Brody tenía muy claro por qué había escogido ese destino: la isla por aquel entonces ya empezaba a ser uno de los destinos naturistas por excelencia. No era como Cap d'Age, pero encontró otra gente con sus mismas apetencias y pudo compartir sesiones voyeur y ligar con alguna chica a la que le gustaba exhibirse tanto como a él mirarla. Esos días disfrutó mucho. Fueron de sexo más relajado, pero muy gratificante. Hasta que estalló la bomba por segunda vez.

Penny se desmadró de nuevo, por la nariz y por abajo. En una discoteca montó el número. Rompiendo el pacto, se había puesto de coca hasta la bandera. En esos garitos para guiris, impera la permisividad, pero hasta cierto límite. Cuando se quitó la ropa y se puso a bailar en pelotas en medio de la pista, muchos se pusieron contentos, aunque los de seguridad le llamaron la atención y la conminaron a vestirse inmediatamente. Lo hizo, pero le pudo la calentura y acabó abordando a su hermano.

Empezó a bailar con él, apartándole de la holandesa bien dotada con la que refregaba el cuerpo. La cosa fue bien, hasta que provocó descaradamente a Brody de nuevo. Le tomó las manos y se las llevó al culo. Eso no era suficiente para ella y las acompañó a explorar por debajo de la sucinta falda. Desde que aterrizaron en Francia, no se había vuelto a poner ropa interior, fuese desnuda o vestida y esa noche, no era la excepción. Cuando Brody se encontró con los empapados labios vaginales de su hermana, quiso apartar inmediatamente los dedos, pero ella le forzó a introducirlos en la raja, bajo amenaza de provocar un escándalo.

Allí acabó todo.

Cuando llegaron al hotel estaba cabreado con Penny por no respetar el pacto a que habían llegado y provocarle más allá de cualquier límite, abusando de su exuberante sexualidad. Al encontrarle unas papelinas en el bolso, Brody no se atuvo a razones y tomó una decisión irrevocable.

A mañana siguiente acompañó a su hermana al aeropuerto, anuló los trayectos europeos que le quedaban e hizo los cambios necesarios en su billete de vuelta para que embarcase en el primer avión a New York, vía Madrid. No atendió ninguna de sus protestas, comprobó que hubiesen facturado las maletas, se despidió de ella con frialdad y la dejó en el entonces, pequeño y desangelado aeropuerto de Fuerteventura.

Él tuvo claro que nunca se volverían a acostar juntos, pero ella siempre siguió dispuesta a ofrecerle su cuerpo sin condiciones. Eso enfrió su relación; tal vez Brody sabía que no iba a ser capaz de resistir la tentación mucho tiempo si la tenía cerca...

Nuestro Brody continuó su periplo por los ambientes más liberales de Europa, priorizando zonas donde el nudismo estuviese arraigado y las ciudades con mayor apertura de miras. Conoció a gente del mundo liberal, vivió una semana muy intensa con una alemana afincada en Copenhague llamada Karla, compartió casa y cama con una abierta pareja finlandesa, de mano de una amiga de Nicole que vivía en Barcelona, visitó buena parte de los clubs swinger que había entonces en la ciudad,...

Todos ellos, de una u otra forma, aparte de acabar compartiendo sexo más o menos convencional, le demostraron que tenían gustos similares. Gozaban mirando los cuerpos de otros, especialmente cuando mantenían relaciones sexuales o jugaban con ellos mismos. Esa gente también le enseñó una asignatura pendiente: diferenciar a los naturistas convencidos de los que gozan viendo o mostrando cuerpos desnudos con fines sexuales. Sin duda, eso le evitó muchos problemas en el futuro.

Volvió a casa un hombre nuevo que entendía y aceptaba cómo era y estaba decidido a vivir su sexualidad, con discreción, pero sin renunciar a nada. Traía una agenda repleta de conocidos y unos pocos amigos, más bien amigas, si hablamos con propiedad... Ya había decidido utilizarlos en sus próximas vacaciones, porque tenía muy claro que las iba a pasar en Europa, explorando esos ambientes tan cercanos a sus gustos sexuales. Y así lo hizo durante muchos años.

Sentado en el sillón de la terraza de su apartamento neoyorquino, el cerebro de Brody revivía las imágenes del momento que rompió con su hermana con una claridad inusitada. Recordar cómo follaron juntos aquella noche, le hacía incrementar la velocidad con que subía y bajaba sus dedos sobre el cilindro de carne que tenía entre manos, forzando la eyaculación. Esa corrida, por primera vez desde hacía mucho tiempo, le aportó algo de paz interior.

No gozó de manera muy intensa, pero fue un orgasmo liberador. A pesar de ello, seguía sin saber cómo calificar las experiencias que vivió esos días, o tal vez prefería no hacerlo: ¿Fueron placeres iniciáticos fuera de control, sin más?. ¿Lamentaba el haber sucumbido ante la impudicia de su hermana?,... ¡Qué preguntas!. Si era sincero con sigo mismo, esos días con Penny, fueron los mejores de su vida, pero eso, su consciente no podía aceptarlo de ninguna de las maneras.

Ese viaje, sin duda, marcó su vida, al menos, la sexual... Cabizbajo, continuó sus reflexiones sobre lo vivido ese verano y muchos otros, mientras observaba su mano y la bragueta, pringadas de lefa.

IV.-        Si es por interés, mejor de casa buena, justa de pasta y larga de teta.

Al poco rato, se levantó y sin tan solo guardarse la minga, entró en el apartamento. Acababa de tomar una de las decisiones más importantes de su vida: Se tenía que casar y aparentar una vida normal y corriente, anodina. Sólo así acabaría con los rumores y evitaría serios problemas.

Si lo hacían las celebrities y los políticos. ¿Porqué no él?. El pacto lo veía sencillo: buena vida y pasta larga a cambio de aparentar un matrimonio al uso, discreción y mirar a otro lado, porque él tenía muy claras sus apetencias. Además, ya conocía a la candidata idónea. Sólo tardó tres días en llamar a Maryanne para quedar con ella en su casa.

Al llegar, la recibió una guapa mujer entrada en la treintena, de figura envidiable y luciendo un rostro tan terso y bien conservado que aún aparentaba ser más joven. Era una de las dos asistentes que atendían su apartamento.

  • Bienvenida, Señora. Brody la espera en su despacho. Sígame, por favor.

A Maryanne esa chica la descolocó. La atendía con las formas propias de alguien del servicio, pero aparte de tener un tipazo impropio de una criada, es que... iba enseñándolo todo y encima, tuteaba al amo.

Llevaba unas mallas finísimas que le delineaban hasta el último músculo de las piernas ¡y menudas piernas tenía la muy cabrona!. Pero lo peor es que le marcaban la raja del culo con absoluta nitidez y,... y... ¡la otra, también!. Es que vamos... se le perfilaban los labios vaginales de arriba abajo. Cubría el torso con una camisetita tan amplia y corta que enseñaba teta por todas partes: las sisas ocultaban poco y el escote, era tan suelto que a la mínima inclinación, se le veía hasta el ombligo. Aún había más: ¡la muy cerda, no sabía lo qué era la ropa interior!.

No fue su última sorpresa en esa casa.

  • Hola querida, me alegro que hayas venido. Ven acércate que te de dos besos...

  • Pero Brody, ¿qué coño haces en pelotas?...

  • Chica, es mi casa y me gusta ir desnudo, ¿pasa algo?. Ponte cómoda tú también. Ya verás, te encontrarás en paz contigo misma.

  • Deja de decir chorradas y tápate. De paso, puedes aprovechar y decirle a tu asistenta que se ponga bragas y se vista con algo más decente. ¡La muy guarra, lo va enseñando todo!.

  • A July le gusta ir así y a mí, verla. Siéntate, por favor. Te he llamado para hablar de algo importante.

  • ¿No piensas vestirte?.

  • No.

Lo repasó con la mirada, se fijó en la buena herramienta que le colgaba entre las piernas y le vino a la cabeza la conversación con su amiga Vicky de hacía unos días. ¿Por qué le habría dicho que la tenía pequeña, con el pollón que cargaba?. ¡Mierda!, se lo soltó porque le jodió un montón que Brody no cayese rendido a sus pies y quiso hacerle daño con lo que más duele a los hombres. Era una bocas, y como siempre, al final, aún tendría que arrepentirse. Se encogió de hombros y se sentó enfrente suyo.

  • Tú dirás...

  • ¿Quieres casarte conmigo?.

  • ¿Qué?.

  • Me parece que lo has entendido perfectamente y sabes que me gusta hablar claro, sin tan siquiera medias verdades. Te lo repito: ¿Quieres ser mi esposa?.

  • Así, de sopetón... Y encima, después de lo de la otra noche...

  • Vamos a dejar las cosas claras, Maryanne. Casi no nos conocemos, pero eso a ambos nos importa un carajo. Tú a mi no me quieres, ni me querrás. De hecho, puede llegar a gustarte el envoltorio, pero no lo que hay dentro. Lo que te atrae es el dinero y los círculos sociales en que puedo introducirte. Yo tampoco siento nada por ti, pero dada mi posición y mis gustos, necesito tener una capa de respetabilidad y tú, una chica bien de casa buena, puedes dármela. Un intercambio provechoso, ¿no te parece?...

  • ¡Eres un gilipollas!. No pienso...

  • ¡Cállate, por favor!. No digas nada de lo que luego tengas que arrepentirte...

  • ¡Pero tú te estás oyendo!...

  • Muy bien. Lo he meditado mucho. Vete a comer, relájate y tómate esta tarde para valorar lo que deseas y lo que puedes esperar de mí. Si ves que podemos llegar a entendernos, te espero esta noche de nuevo. Hablaremos de todo lo que quieras, sin límites ni prejuicio alguno. Cenaremos en casa y si te sigue interesando, pasaremos la noche juntos. Con sexo.

  • ¡Eres un cerdo!.

  • Sólo tengo intereses parecidos a los tuyos... Por cierto, un par de cosas más: no comentes esta conversación con nadie.

  • Y...

  • Ven sin ropa interior, por favor.

  • No soy tu criada...

  • Vas a ser mi esposa...

  • ¡Eres un cerdo!.

  • Eso ya me lo has dicho antes, querida.

July la acompañó a la puerta y la despidió con calidez. Intuía que antes de acabar el año iba a ser la señora de la casa.

A las ocho en punto, el portero avisó que volvía la señora de la mañana. La recibió Mary, la otra asistenta y cocinera. En esta ocasión, se encontró con una mujer grande y robusta, de rasgos mediterráneos. Maciza, de unos cuarenta años y a su manera, atractiva. Su cara destilaba simpatía, parecía una de esas personas con las que es imposible enfadarse. A diferencia de July, vestía con normalidad, lo que a esas alturas, incluso la sorprendió.

  • A esta hora Brody está haciendo su tabla de gimnasia en la terraza. Me ha pedido que si venía, la acompañase allá. Me perdonará si le indico el camino y no voy con usted, pero estoy preparando la cena y la cocina me reclama.

  • Claro, claro. No se preocupe, conozco el apartamento. Veo que usted no sigue las costumbres de la casa...

  • ¡Ja, ja, ja!. A Brody no le gusta llevar ropa cuando está solo, con gente de mucha confianza o de gustos similares, usted ya me entiende...

  • ¿Y July?.

  • A ella le gusta satisfacerle. Además, no hace nada que no haga en su casa. ¡Si conociese a su marido!. Ese es mucho peor. Si yo le contara... Yo soy más, cómo le diría, más... convencional.

  • Entonces... Lucy y Brody...

  • ¡No, por Dios!. Brody es un caballero. Le puedo asegurar que nunca nos ha hecho la más mínima insinuación, ni nosotras a él, ¡eh!. Sólo mira y ella, enseña, que es lo que más le gusta. Por eso la seleccionó...

  • Pero me acaba de decir que está casada...

  • Sí y su marido sabe cómo es y le encanta lo que hace. De hecho, me ha contado que cada día le pide que se exhiba un poco más ante Brody. Le excita un montón que al llegar a casa, le cuente qué le ha visto, pero ella, como yo, sabemos cuál es nuestro lugar y no queremos perder este trabajo por nada del mundo. Nunca hemos tenido un jefe tan bueno y generoso. Tal vez tenga gustos un poco especiales, pero ¡quién no tiene sus cosas!. El que no sabe nada, es mi hombre. Estoy casada con un italiano y no se imagina usted bien lo celoso que llega a ser...

  • Ya, ya, así que nuestro Brody es como un osito de peluche con cuatro ojos... Si no es indiscreción, me gustaría hacerle una última pregunta. Con lo estirado que parece, ¿cómo es que ustedes dos le tratan siempre de "tú"?.

  • No se piense, a las dos nos cuesta un montón. Se lo digo yo, que aún hoy he de hacer un esfuerzo y eso que soy la que más tiempo llevo con él. Nos lo exigió desde el primer día y como no lo cumplíamos más que a medias, nos puso un bonus mensual que perdemos si le tratamos de "usted" una sola vez a lo largo del mes. Lo exige a todos sus subordinados. Es un poco raro, la verdad, pero la pasta es la pasta. Seguro que usted lo entiende...

  • Gracias Mary. Vaya a la cocina, que yo voy pasando.

Salió a la terraza y se encontró al propietario del apartamento haciendo su tabla diaria de gimnasia sueca sobre una esterilla. Si esperaba encontrarlo tan desnudo como lo parieron, le decepcionó. Un Brody embutido en un chándal con el logo de una gran superficie y los cascos puestos, subía y bajaba las manos, partiendo del exterior de sus muslos hasta batir palmas, dando un saltito. Al verla, paró.

  • ¡Dichosos los ojos!. Ha vuelto la chica más glamurosa del barrio. ¿Mi futura esposa?.

  • Eres un cínico, Brody. Pero sí, si las condiciones son razonables, voy a aceptar tu oferta.

  • Así me gusta, querida. Seguro que ambos obtendremos lo que necesitamos.

  • Te veo muy tapado esta tarde. ¿No me digas que vas a cambiar tus costumbres desnudistas por mí?.

  • Para nada, cariño. Me gusta ir al natural, pero no soy idiota. Con esas pieles que traes, no te debes enterar, pero aquí fuera tenemos cinco grados. ¿No querrás que coja una pulmonía y te quedes sin boda?. Pasa dentro y quítate la ropa.

  • ¿Toda?. A lo mejor, no llevo nada debajo...

  • Eso lo tengo que ver...

Pasaron a la biblioteca. Ella se quitó el abrigo y lo dejó sobre uno de los sillones, mientras él le servía un bourbon largo con mucho hielo. Brody se escanció un trago del escocés de siempre y se sentó frente al sillón de su invitada. Se puso cómodo y pudo ver en primer plano como la que al parecer iba a ser su esposa, se abría de piernas y sonriendo, le mostraba un coño lampiño, rosado, apetecible...

Era la segunda vez que le veía la raja en menos de una semana, pero las circunstancias eran muy diferentes y lo disfrutó: implicaba que había claudicado a sus exigencias y además, ahora Maryanne sabía que le excitaba que se lo enseñase.

  • Gracias, querida. Tienes un chochito precioso.

  • Ya lo sé, mirón. Eres un depravado Brody, pero el que hayas acertado con la bebida, es todo un puntazo. Veo que conoces mis gustos.

  • He hecho mis deberes, Maryanne.

  • Así que me has hecho investigar. ¡Eres un cerdo!.

  • Te repites mucho, querida. Sí, hace tres días que decidí proponerte matrimonio y un ejército de detectives ha husmeado toda tu mierda y la de tu familia. Sólo te he llamado cuando me he cerciorado de que tú y yo nos podríamos entender...

  • ¡Capullo cabrón de mierda!...

  • ¡Sssttthhh!. Los dos sabemos que estamos aquí por negocios. Yo siempre estudio a fondo a mis posibles socios antes de ponerles una propuesta encima de la mesa. Tú has hecho lo mismo o, al menos, lo has intentado. ¿Quieres que te diga a quien has ido a ver en cuanto has salido de mi casa esta mañana?. Tengo fotos y todo...

  • ¡Capullo cabrón de mierda!. ¡Eres un jodido hijo de puta!.

  • Ya te lo he dicho más de una vez, querida, te repites. No le añadas más exabruptos inútiles y vamos a lo que nos conviene. Nos queda una hora y media antes de cenar. Mary nos está preparando un mi-cuit de canard fantástico y no podemos hacerla esperar. Se ha de tomar en su punto. Me ducho en un minuto y hablamos.

En ese momento, la que sorprendió al impertérrito y calculador hombre de negocios, fue su invitada. Esperó que llegase al baño de su habitación, lo siguió, dejó su vestido, vamos, toda su ropa, sobre la cama y quitándose los stilettos de Jimmy Choo de una patada, entró en el baño del que iba a ser su esposo.

  • Ya que voy a compartir la cama contigo, al menos conóceme como a ti te gusta, así, al natural...

Se quedó a medio metro de un sorprendido Brody y empezó a dar vueltas, mostrándole su cuerpo sin esconder nada. La verdad es que sus tetas impresionaban. Tenía un par de sandías brutales, tal vez algo descolgadas por el peso, pero resultonas y en su sitio, bien puestas. Al quedar de espaldas, se inclinó y se separó los cachetes del culo los las manos. Quería darle lo que le gustaba y lo hizo sin cortapisas:

  • Mírame bien el ojete, cariño. ¿Has visto que cerradito lo tengo?. ¿Y el fruncido?, a que es mono. No vas a ser el primero que me lo parta, pero a ese agujerito aún no le han dado el trasiego que se merece. ¿Se lo vas a dar tú?...

El agua caía sobre Brody sin que él hiciese nada, no salía de su asombro. Y ella aún tenía más, mucho más... Se giró y de cara hacia él, puso un pie sobre una repisa y así, espatarrada como una bailarina de clásico, pero sin tutú ni medias por medio, se abrió los labios del coño y volvió a la carga:

  • Fíjate que chochete tan guapo tengo. ¿Te gusta?. Lo uso bastante, por eso sabe muñir las pollas mejor que muchas... Espera, espera, deja que tire el capuchón de la perlita hacia atrás. Verás que garbancito tan bueno tengo. ¿Lo ves?. ¿A que tengo un clítoris que enamora?. Una brujita me ha dicho que sabes tratarlos muy bien con tu lengua. ¿Me darás el placer que me merezco?. Lo tengo muy sensible... no te va a costar demasiado...

  • Para, para... ¡Tú sí que eres una bruja!. Mira como me has puesto el cipote...

  • ¡Mmmmmm!. Qué cosa tan bonita. ¿Me dejarás lamer tu pirulí?. ¿O prefieres sacarle brillo entre mis pechotes?. ¿Has visto que melones cargo?. Son la envidia de la huerta. Gordos, pero suaves y esponjosos. Toca, toca... ¿Y los pezones?. ¿Qué me dices de esos dedales?. Cuando me excito, se me ponen duros y más rojos que un fresón maduro. ¡Muérdelos y verás!. Porque ahora me tienes a mil, estoy que me salgo sabes...

  • ¡Ven aquí, hija de puta!...

La tomó, estiró y se la metió sin contemplaciones. Ni se acordó del preservativo, ni de qué había venido a hablar, ni de la cena... Esa tía quería guerra y la iba a tener. Follaron en la ducha como dos posesos.

Ella tenía bien trabajadas sus armas de mujer. Pretendía llevar a Brody a su terreno con un buen polvo, pero a pesar de que lo había planificado fríamente, se estaba excitando por momentos. Era una mujer caliente, el sexo la perdía y su anfitrión, a pesar de sus "rarezas", era un buen amante. No lo pudo evitar: se corrió de veras y lo gozó como pocas veces. Sin pensar en nada, se le colgó del cuello y lo besó. Lo besó de verdad, con ansia, sin escatimar lengua. Su estrategia se le estaba escurriendo de las manos, o tal vez del coño, por momentos...

Él, sorprendido por el giro que estaba dando Maryanne, aún aguantaba, pero estaba a punto de vaciarse. Ver las tetas de esa tía tan de cerca, le dio ideas, ¡y a quién no!. Le llenó de cigala el canalillo, escanció un poco de gel de baño en el fondo del valle y empezó a bombear arriba y abajo. Poco tardó su futura esposa en tomarle el haba entre los labios, cuando asomaba la puntita entre esas montañas de carne. La tía sabía latín y se la mamaba de cine, aunque sólo llegase al capullo. Brody estaba en el paraíso y no pudo aguantar más:

  • ¡Me voy, me voy, cacho puta!... ¡Te voy a llenar esas calabazas de leche calentita, cielo!... ¡Joder, joder, joder... que pedazo tetas cargas, cabrona!. Dos manchadas más y te lo suelto todo...

  • ¡Espera, marica de mierda!, la quiero dentro. ¡Me encanta paladear una buena corrida!.

  • ¡Pero qué guarra eres!... ¡Toma, toma y toma!...

  • ¡Mmmmmm!, rica, rica... ¡Bbbrrruuufff!...

Tendidos en la lujosa ducha, se miraban uno al otro. Sus pensamientos, sólo los conocían ellos, pero seguro que no respondían al escenario que habían previsto para esa tarde. La cosa se les había escapado de las manos. ¡A ver si al final, acababan entendiéndose y follando como conejos!.

Se enjabonaron el cuerpo uno al otro entre arrumacos mal disimulados. Maryanne no le soltaba el badajo y él tampoco permitía que sus dedos le dejasen vacío el chumino. A ella le vino un nuevo orgasmo. Él lo dejó para más tarde.

Se secaron. Uno se fue a vestir y dejó a la otra arreglándose el pelo y remozando el maltrecho maquillaje. Cuando Brody estaba abotonándose los puños de la camisa, salió ella del baño. Sin la toalla, a pelo y con las tetas por delante, como sabía que a él le gustaría verla. Tomó uno de los estilosos zapatos y se lo calzó, luego el otro. De pie, mostrando su desnudez, levantó el vestido y se lo puso con elegancia, pero sin perder el vicio en la mirada. Se acomodó los pechos en el escote y le pidió a su anfitrión que le subiese la cremallera.

Él la volvía a tener dura bajo la bragueta y no pudo contenerse. Le dejó la cremallera en su sitio, pero el repaso que se llevaron sus tetas, nadie se lo quitó, a pesar de sus protestas:

  • Quieto, guarro. Me las vas a sacar del escote y vas a hacer que el tejido dé de sí... No sé porqué te he hecho caso y he venido sin sujetador... Con el volumen que tienen...

  • Será porque querías tenerme contento... Me encanta que las mujeres vayáis sin ropa interior...

  • Para podernos ver nuestras cositas, ¿no?. Eres un degenerado y un cabrón...

  • Tienes toda la razón, vete acostumbrando. Por cierto, ¿sabes que esta noche te voy a petar el culo?.

  • Eso espero, maridito...

Cenaron, hablaron, follaron, la enculó, se comieron del derecho y del revés, volvieron a hablar al despertarse y finalmente, quedaron en que sus abogados se vieran a principios de la semana próxima. Entre tanta conversación y pasada la ansiedad genital, a Brody el sutil y avispado negociador, no se le escapó que Maryanne seguía siendo la misma niña mimada, avariciosa y egoísta y pretendía lo que pretendía, por más que ablandada con un buen polvo, hubiesen aflorando efímeramente sus sentimientos más humanos. Si lo pensaba, a él le había pasado lo mismo. Apartó sus cavilaciones sensibleras y se centró en su objetivo, aunque... ¡qué buena estaba, joder!.

Los abogados llegaron a un principio de acuerdo que contemplaba desde una indemnización blindada por divorcio, escalonada en función de los años de convivencia, hasta la cantidad y tipología de las relaciones sexuales de la pareja, pasando por todo lo relacionado con la gestión de las viviendas, los vehículos, el servicio, las vacaciones, la asignación para los gastos personales de Maryanne,... También incluía un apartado sobre las relaciones extramaritales, en el que se daban libertad para follar con quien quisiesen, pero siempre dentro de la más estricta discreción y cuidando las garantías sanitarias. El extenso documento concluía con una dura cláusula de confidencialidad, cuyo incumplimiento acarreaba nefastas consecuencias económicas para ella.

Unos días más tarde, se volvieron a ver con los borradores del contrato matrimonial en la mano, pulieron algunos puntos y lo dieron por cerrado. En las cosas económicas, no les costó demasiado ponerse de acuerdo. La cláusula que les dio más guerra negociar, fue la que hablaba explícitamente de la aceptación de los gustos sexuales de Brody y que ella, necesariamente, debía colaborar para satisfacerlos.

Negro sobre blanco, le pedía a Maryanne convirtiese en una exhibicionista descarada y de entrada, olvidarse de bragas u otras prendas "limitadoras". Por ahí, la mujer no pasó. Finalmente llegaron a un entente, claramente escorado hacia las pretensiones del voyeur. El que ella hubiese venido a su despacho de nuevo sin ropa interior, no la ayudó. Seguramente pretendía ablandar las negociaciones, ofreciendo a su futuro marido un anticipo de lo que más le gustaba, pero es obvio que quien consiente, asiente y Brody no perdonó esa ventaja.

Una semana más tarde, firmaron el acuerdo prematrimonial delante de cuatro testigos: Dos amigos de Brody y el padre y la hermana de Maryanne. Todos ellos desconocían el contenido del documento. Unos porque les importaba un pimiento. Con los otros, la futura esposa se había escudado en la estricta cláusula de confidencialidad. No quería avergonzarles con las explícitas disposiciones relativas a prácticas sexuales y sus compromisos exhibicionistas. El abogado de la familia le dio todo su soporte. Se había tenido que santiguar muchas veces discutiéndolas con su homónimo...

Al acabar, Brody entregó a su prometida un estuche de terciopelo con el logotipo de una conocida joyería de la Quinta Avenida. Al ver el pedrusco que coronaba el anillo, su padre no pudo contener una imprecación de grueso calibre. Ella respondió como se esperaba: le estampó un besó muy poco casto en los morros y sus ojitos, brillaron de codicia.

Fijaron la boda para diez semanas después y pasaron a las cosas prácticas. Brody deseaba una ceremonia sencilla, con pocos invitados, pero Maryanne y su familia querían un bodorrio por todo lo alto. Necesitaban mostrar a sus amigos y familiares, al NY de siempre y ya puestos, a sus acreedores, el nuevo estatus de su hija y por extensión, el suyo. El novio zanjó la disyuntiva rápidamente:

  • No es lo que tenía pensado, pero si es lo que quieres, por mí no va a quedar, cariño. ¿Preferís que cada familia pague la parte proporcional al número de invitados que aporte o lo hacemos a partes iguales?.

La cara de su futuro suegro se transmutó: Su hija había dado por supuesto que Brody iba a hacerse cargo de todos los gastos. La boda que ellos necesitaban para su hija, iba a costar un pastizal y su liquidez, no pasaba por su mejor momento. Al verse acorralado, dirigió su mirada al abogado de la familia. Éste fue claro:

  • Kenneth, este punto no se ha tratado. El acuerdo que han firmado, sólo contempla el régimen interno del matrimonio y los aspectos económicos posteriores a su formalización. Tu hija ni tan sólo me ha pedido consejo sobre este asunto...

El pobre hombre hizo un cálculo rápido. Se quedó corto, muy corto, pero aún así, se dio cuenta que debería pedir un crédito. Como era obvio que ellos invitarían a mucha más gente, le propuso a su futuro yerno pagar a medias. Craso error. Más tarde, lo pagó muy caro.

  • Por mi perfecto. Lo que decidáis, me parecerá bien. Como veo que va a ser un evento complejo, tenemos poco tiempo y yo no podré seguir de cerca todos los preparativos, voy a pedirle a una amiga que sabe de esas cosas que coordine todo lo de mi parte. ¿Maryanne, querida, te encargarás tú por vuestro lado?.

  • Por supuesto, amor mío.

V.-         Nicole, la cómplice que disfruta mostrando y ya puestos, follando.

Esa misma tarde Brody tuvo una larga conversación con la disoluta Nicole. Se rieron mucho, comentaron sus últimos escarceos, se excitaron y se hicieron una paja a la limón, con los cables de la línea telefónica por únicos testigos. Acabados los preliminares, entraron en materia:

  • Nicole, me voy a casar y quiero que la más guarra, me ayude a preparar la boda. Tú, que además sabes de comunicación y marketing, eres la candidata idónea. Además... hace mucho que no te veo y aún tenemos muchas fantasías pendientes por compartir...

  • ¿Te casas?. ¡Estás loco!. No quiero ni pensar en la pobre incauta que ha aceptado ser tu esposa. En todo caso, no puedo largarme del trabajo por la cara y, y... ¡qué le digo a mi chico!...

  • Con ese desgraciado vas a acabar mal y lo sabes. El trabajo, olvídalo. Tú vales mucho más y te ayudaré a que puedas demostrarlo. Anda, déjalo todo y ven mañana a New York. Ya te he sacado el billete y arreglado los papeles. Un mensajero te entregará el sobre de un momento a otro.

  • ¡Estás como un auténtico cencerro, Brody!...

  • Venga, busca un vestido cómodo, zapatos y un abrigo, porque aquí aún hace frío y mañana, coges el pasaporte, unos euros para el taxi y te montas en el avión. ¿Necesitas algo más?.

  • Hombre, me has cogido en pleno periodo rojo, así que... la caja de tampones y unas braguitas... Tampoco puedo irme sin el móvil, el portátil y todo eso, ¡ah y las tarjetas!. Además, tendré que cambiarme de tanto en tanto... no querrás que acabe oliendo a mofeta...

  • Vale, vale, llévate tu cacharrería digital y algo para que no te amonesten por teñir el asiento del avión de un color que no sea el corporativo de la aerolínea, pero olvídate de todo lo demás. En NY, seré tu mentor y me ocuparé de ti, en todos los aspectos y... muy a fondo...

  • Eso me gusta, ya sabes que para mí es muy importante que siempre lleguéis al fondo, ¡je, je!. Aún no sé por qué, pero creo que te voy a hacer caso. Necesito cambiar mi vida y si quieres que sea tu mantenida, pues...

  • ¡Nooo!, de eso nada. Serás mi empleada. Y mi invitada y mi colega más despendolada, la que me ayudará a explorar los interiores más recónditos... ¡a fondo!.

  • No conozco a nadie tan loco como tú. Tal vez por esto disfrute tanto viviendo contigo experiencias imposibles... Pero, ¿qué dirá tu novia si se encuentra a una fresca mostrando sus encantos en tu casa?.

  • Se tirará de los pelos cuando vea que es más guarra y está más buena que ella. Y yo, disfrutaré mucho viéndolo, ¡ja, ja, ja!. Mi futura esposa es una cínica del copón. Sabe que será un matrimonio de conveniencia y lo acepta encantada. ¡Todo sea por la pasta!. Al menos, tenemos que hacérsela ganar, ¿no te parece?.

  • ¡Mira que eres retorcido!, pero me encantará ver cómo doras a fuego lento a esa puta. No olvides recogerme en el JFK, cabrón.

  • Eso nunca. Adiós princesa. Como tienes los bajos comprometidos, me despido con un muerdo pezonero. De momento, telemático, pero cuando llegues... ¡quiero ser tu tampax!.

  • Anda, cállate. Olvida tus ínfulas poéticas inspiradas en la realeza que no va a reinar, busca esas fotos que me hiciste abierta de patas, las de hace dos veranos en Lesbos y hazte otra paja a mi salud, escudriñándome el chochete. Me parece que si ya ibas caliente, hablar conmigo, te ha puesto aún peor...

  • Eres muy mala Nicole...

  • Más voy a serlo cuando llegue. Ya sabes que cuando me baja la regla, me pongo muy cachonda. Hasta pronto, mi voyeur más querido.

La llegada de Nicole causó estragos. En el aeropuerto, en casa del anfitrión y sobre todo, a Maryanne y su familia. Brody se olvidó del chofer y la limusina y fue a recogerla conduciendo él mismo el Aston Martin V12 que acababa de estrenar.

La vio cuando avanzaba hacia el punto de encuentro. Marcaba cadera sensualmente con cada paso y desde luego, no pasaba desapercibida. El que llevase el largo abrigo de cachemir abierto y el vestido le cubriese poco más allá de las ingles, constriñéndole las tetas hasta rebosar el escote, tampoco favorecía la indiferencia de los viajeros. Ni la de Brody.

  • ¡Coño, Nicole, estás deslumbrante!.

  • Me he arreglado para ti, tonto. El envoltorio, de lujo y el interior... tan natural como a ti te gusta.

  • No me digas estas cosas, preciosa. Me la estás poniendo dura en medio del aeropuerto.

  • Anda, salgamos. Voy a conseguir que antes de arrancar el coche, te apriete la bragueta hasta dolerte...

Brody llamó al servicio de valets del parking VIP del aeropuerto y pidió que le trajeran el coche a la puerta de la terminal. Al salir, lo encontraron esperándoles. El conductor, servicial por vocación o por la propina, iba a abrir la puerta del acompañante, eso sí, sin apartar los ojos de esa espectacular mujer. Nicole lo paró con un gesto de la mano.

  • Quiero que me la abras tú, Brody.

  • A una chica con tan buenos argumentos, no se la puede defraudar, princesa.

Tomó las llaves del valet, le pasó un billete de diez, abrió la puerta del acompañante y la sujetó hasta que su invitada se hubiese quitado el abrigo y depositado sus posaderas sobre la selecta piel inglesa del asiento. De pronto, se oyó una exclamación:

  • ¡Joder Nicole, te has pasado tres pueblos!...

El chico ya se iba, pero se giró, por si debía ayudar en algo. Se encontró con las tetas más sugerentes que nunca había visto, desbordando el escote de una tía acojonante y, y... la polla de ese ricacho, tensando la delantera del pantalón hasta el límite. No quería problemas, así que empachado de carne, siguió su camino.

Ella sonreía a su amigo mientras iba desplazando sus interminables piernas hacia el interior del vehículo. Despacito, sin prisas, una primero y luego, la otra. Hasta que la segunda estuvo dentro del deportivo, mantenían un ángulo más amplio de lo que recomiendan las madres a sus hijas cuando empiezan a tener entre los muslos algo que enseñar.

  • ¡Guapa, qué maravilla!. Ni en mis sueños más húmedos...

  • ¿Te pone cachondo ver una mujer en sus momentos menos glamurosos, cerdito mirón?.

  • Me pone cachondo siempre. Pero mira que quitarte las bragas llevando el hilo de un tampón colgando... Tienes los labios tan abiertos que enseñas hasta el rollito primavera de algodón empapado de rojo. Encima, con ese vestido que te cubre poco más que el culo...

  • ¡Sabía que te gustaría!. No he vuelto a cambiarme desde que la azafata nos ha dicho que estábamos en mitad del Atlántico. En los baños de la sala de equipajes, me he hecho un dedito y de paso, he tirado el slip a la papelera. Así me han quedado gordos y bien abiertos, para que pudieses ver lo que me los llenaba. Seguro que ninguna guarrilla te lo había enseñado nunca igual.

  • No, jamás me había mostrado una mujer su sexo así, en esos días tan íntimos. Me está excitado mucho...

  • ¡Es que nadie te mima tanto como yo!. Somos pocas las que disfrutamos compartiendo lo que te gusta. Cuando lleguemos a tu casa, quiero que me cambies el tampón y me limpies el conejito a fondo. Sé que vas a disfrutar viendo lo que se cuece allí dentro esos días...

  • ¡Pero qué guarra llegas a ser!...

  • Más quisieses tú que lo fuera... Anda, bájate la cremallera. La ciudad es muy grande, vamos a tardar un buen rato en llegar y ya no puedo esperar más: necesito comer rabo.

Durante un rato le estuvo acariciando el cipote con la mano, pero finalmente Nicole metió como pudo la testa entre el volante y la panza de Brody e hizo una de las cosas que más le humedecían el coño: comerse un buen nabo en público, o casi. Por suerte, había oscurecido y el lujoso deportivo, tenía los cristales tintados. Los policías de NY, no tienen fama de ser tan comprensivos como los gendarmes de la Côte Bleue ...

Sorbió el apetitoso ciruelo, aunque con ciertas dificultades. Con tan poco espacio, no era fácil, pero ella perseveró y como él iba más caliente que la plancha de un asador, tampoco iba a tardar mucho en obtener su regalo. Cuando enfilaban el puente Triborough, Brody se percató que en ese coche nuevo, no llevaba el Z-Pass municipal, vamos el Via-T de por allí y alertó a su acompañante:

  • Zorrón, voy a tener que parar en la garita de peaje, a ver qué haces...

  • ¡Sssluuup, sssluuup,...!, tu sigue y que nos vea bien. Con lo aburrido que debe estar el cobrador, al menos, alégrale un poco el día al pobre...

Al fin, pararon y tuvo que abrir la ventanilla. Una mujer, a la que debía faltarle poco para jubilarse, alargó la mano. A Brody, con tanto ajetreo le costaba encontrar las monedas y la mujer acabó mirando que le ocurría. Lo que vio, primero la desconcertó. Después, le subió los colores. Cuando vio cómo se le contraía la cara al conductor y la chica que le estaba haciendo el trabajito empezaba a pantear, ya no pudo contenerse:

  • Deme el dinero de una vez y lárguense antes de que apriete el botón rojo. ¡Mire que contratar a una prostituta para que se la chupe mientras conduce!. Como causen un accidente...

Nicole apartó la boca y el rabo que estaba degustando, quedó a la vista de la empleada. Levantó la cabeza y con su inglés con acento galo, la increpó con una sonrisa:

  • Un poco puta, sí que soy, señora, pero también una buena amiga del caballero. Acabo de llegar de Europa y no podía esperar más para comerme ese pollón tan bueno que carga mi viejo amigo. Usted, que también es mujer, podrá comprenderme. ¡Mire, mire qué hermosura!...

  • ¡Cállese de una vez y sigan circulando!. Vamos, es que... encima de ir mal servida, usted me lo echa en cara... ¡ Get out ! , ¡ get out !...

  • Pobrecilla, tan necesitada y encerrada todo el día en esa garita...

Ella siguió a lo suyo y en el primer semáforo en rojo que encontraron al girar por la 96th Este, Brody se relajó, Nicole le sorbió a tope el cacahuete y el magnate llenó la boquita de su invitada de sabrosa leche agridulce. Esperó a que soltase la última gota blanca, la recogió con la lengua y se la sacó. No era una de esas chicas que desperdician la comida.

  • ¡Rica, rica!... Sueltas unas lefaradas que enamoran, tío. Ahora acelera. El semáforo se ha puesto verde, pero tanto tú, el camionero de nuestra derecha que estaba mirando cómo te corrías y ese policía con cara de mala leche de la izquierda, seguís parados...

Por suerte, una señora empezó a gritar en la acera próxima al coche de policía y el conductor puso la sirena y se acercó a auxiliarla. Tan solo se le había soltado la correa del perro, pero la menudencia, salvó a la pareja de un incidente de final incierto. Brody pisó el pedal y siguió conduciendo hacia su casa. El chofer del camión de reparto, tardó un poco más. La nítida visión del ojete y la un tanto confusa del coñete de esa tía cañón, le habían dejado noqueado y caló su herramienta de trabajo...

  • A ver si llegamos pronto, preciosa. Me has hecho correr como un animal, pero tú...

  • Yo... soy discreta. ¿Qué te crees?. Me he venido dos veces desde que he subido al coche. Dos orgasmos muy buenos. ¡Y pensando sólo en la cara que has puesto al verme el chumino partido por el cordelito!. Bueno, tal vez ha ayudado algo tener tu pollaza entre los labios... y sobre todo, ver cómo nos miraban mientras te la mamaba... En fin, que me lo he pasado de puta madre. Sólo me ha faltado chingar. Pero eso tiene arreglo, ¿no?.

  • Lo tiene, lo tiene... Voy a abrir un poco la ventana. Huele que alimenta.

Compartiendo estas disquisiciones filosóficas y otras igual de profundas, llegaron a casa. Si Mary se sorprendió al ver que la invitada llegaba para pasar unos meses y sólo traía un bolso de mano y un portafolios, no lo dijo. Que vistiese como una de esas frescas de Hollywood, no le extrañó, pero ese olor que desprendía, mezcla de feromonas exacerbadas, yegua en celo y mujer menstruando al pairo, la dejó fuera de combate. El que al percibir su incomodidad, le soltase sin tan sólo conocerla: "La veo apurada, Mary. No tiene porqué. Brody me cambiará el tampón enseguida. Además, ha prometido lavarme el chochete a fondo", mucho más.

  • Señora, yo no...

  • Te presento a Nicole, Mary. Ya sabes que estará un tiempo con nosotros. La has de tratar como a mí mismo. No hace falta que le prepares la habitación de invitados. Dormirá conmigo. Mary es una gran cocinera y una gran mujer, Nicole. Os entenderéis, seguro. Aunque con Lucy, tal vez tengáis más cosas en común... Viene por las mañanas.

  • Así será, Brody. Ya me irás diciendo lo más te gusta comer, Nicole.

  • A mí me gusta todo y abundante, Mary. Ya lo irás descubriendo...

Haciendo honor a la palabra dada, la acompañó al baño, ella se espatarró en la bañera y él tiró del cordoncito. Tal como iba saliendo el pringue absorbente, a Brody le venía una erección muy convincente. Iba a tomar la esponja para asearle el patatal, pero Nicole pensó que si su profe de mates decía eso de que "el orden de los factores no altera el producto", sería por algo...

  • No, no, fóllame primero. Necesito polla. Ya no puedo esperar más...

  • Si sólo será un minuto...

  • ¿Me la metes o no?.

  • Eres una guarra del copón, princesa. Anda ponte de nalgas. Te la voy a endilgar hasta el fondo, de una tacada...

Apoyada en la pared y doblada hacia delante, mostraba sus oquedades más intimas sin recato alguno. Brody salivó al ver lo que le ofrecía y le llenó de pija el conducto vaginal. Entró como un estilete en un bloque de manteca de cacao. Ella lo esperaba, a él, le sorprendió, pero le gustó. Bombeó, le tomó las tetas entre los dedos y más sensible que de costumbre, con unas pocas manchadas, a Nicole le llegó el placer a espuertas. Fue algo brutal.

Ellos dos habían copulado mucho, en situaciones muy locas y siempre dándolo todo, pero Brody no recordaba un orgasmo cómo aquel. Chilló como una cerda en el matadero, sus convulsiones parecían las de una epiléptica en pleno ataque y para rematarlo, se vació completamente por abajo: no se distinguía la orina de sus flujos vaginales, todo ello aderezado con las secreciones propias de esos días. ¡Un asco!, pero el placer que disfrutó esa mujer, nadie se lo iba a quitar en la vida...

Acabaron hechos una auténtica mierda de cintura para abajo. Por suerte, dentro de la bañera, sus excesos tenían fácil remedio. Sin decirse una sola palabra, se limpiaron cariñosamente uno al otro. No quedaron contentos con enjabonarse dos veces y repitieron la toilette una tercera. Nicole le dio un pico delicado a su anfitrión y finalmente, rompió el silencio:

  • Querido, me he comportado como una auténtica cerda, pero no te puedo esconder que me has dado un placer diferente y tan intenso... Nunca había orgasmado como hoy. ¡Te lo juro!. Me voy a acordar de esta polvo toda mi vida. Si no te he asqueado demasiado, tal vez podamos repetirlo de aquí un tiempo. Nunca será lo mismo, pero...

  • No te justifiques. Dices bien, te has comportado como una autentica guarra, pero verte gozar como lo has hecho, lo perdona todo. ¡Cómo te has corrido, cabrona!...

  • ¿Y tú?. ¿Has eyaculado?. ¿Te has quedado a gusto?. Con el coño anegado por tantos jugos y en medio de ese orgasmo monstruoso, te confieso que ni me he enterado.

  • No te preocupes, princesa. Ha sido una experiencia muy intensa, un poco repulsiva al principio, pero viéndote gozar así, uno no puede hacer otra cosa que compartir la felicidad. En el Aston Martin me has dejado ahíto de sexo y ya no buscaba el propio placer, solo el tuyo, preciosa.

  • Eres un solete, cariño. Vamos a cenar y cuando estemos bien juntitos en la cama, me haces el culo. Te va a gustar, últimamente he aprendido unos truquillos...

Como era su costumbre, por la mañana Brody se despertó a las seis y media. Miró bajo las sábanas y descubrió a una chica en bragas con cuerpo de top model . Era la primera vez que la veía taparse el coño para dormir. Se rió al recordar el placer que le había dado enculándola la noche anterior. ¡Menudo arte, la tía!. Le tenía que preguntar dónde había aprendido a hacer esas cositas con sus esfínteres. Follar con ella, era una delicia.

La dejó durmiendo y empezó su rutina diaria: ducha, desayuno y unas horas de oficina, aunque ese día, pocas iban a ser.

  • Buenos días, Lucy. Veo que hoy vienes espléndida. ¿Que tenemos para desayunar?.

  • Te he preparado tu zumo, una omelette , unas rebanadas de pan tostado con aceite, de ese tan bueno hecho con olivas pequeñitas, el que trajiste de Barcelona y un plato de fruta variada. ¿Quieres otra cosa, además de la tortilla?.

Antes de contestarle, la miró de arriba abajo. ¡No era para menos!. Su asistenta no era una mujer convencional. Sabía que su jefe disfrutaba escrutando su cuerpo y a ella le producía un especial placer complacerle. Si su marido, encima, la incitaba a enseñar siempre más... ¡tinto y en botella!. Ese día había ido más allá de lo habitual: mostraba todo lo que tenía. Cubría el cuerpo con un vestido-túnica tirado, al estilo griego, sólo que era de una gasa tan fina que transparentaba hasta las pecas que no tenía.

  • Está todo perfecto, Lucy. Como tú.

  • ¿Así, te gusta cómo voy?. Sabía que hoy era el primer día de tu invitada y Mary me dijo que era una mujer con gustos parecidos a los tuyos. Se lo conté a mi marido y me ha convencido para que estrenase este vestido. ¡Me lo he hecho yo misma!. Era para la boda de una prima, claro que iba a llevarlo con un culotte grandote muy mono y un top de conjunto debajo. Él me ha convencido de que para ti, mejor a pelo. Ya sabes lo persuasivo que puede llegar a ser...

  • Te queda de fábula Lucy. A Nicole, le va a encantar, ya verás. Os vais a entender muy bien vosotras dos. Eres una mujer fuera de lo común, como ella.

  • Muchas gracias, Brody. Por cierto, ¿te has fijado en mi nuevo corte de pelo?, ¿a qué es mono?. Me pidió mi hombre que me lo hiciese, dijo que a ti también te gustaría.

  • ¿El de arriba o el de abajo?...

  • El de abajo, tontorrón. Arriba sólo me he cortado las puntas...

Estiró los pliegues del tejido y bajo esa gasa casi imperceptible, le mostró el pubis en todo su esplendor. Se había recortado el vello en forma de corazón. Un poco hortera, sí que era, pero se la veía tan contenta que Brody le alabó la gracia. Cómo tenía los labios muy atrás, le quedaban entre las piernas y no le partían el matojo, mejorando un poco la "obra de arte".

  • Te queda divino, Lucy. Disfrútalo mucho. Ahora, vamos a dejarlo. Me estás alegrando el día y no es apropiado. Acabo de desayunar y me voy a la oficina. Dile a Nicole, cuando se despierte, que pasaré a recogerla sobre las doce para ir de compras.

  • Yo no quería...

  • Lo sé Lucy. Son cosas mías. A ti, sólo puedo agradecerte tu generosidad. Estoy muy contento contigo y lo sabes. Y con Mary. Tengo dos asistentas magníficas.

  • Muchas gracias, jefe. Hay una cosa que quería preguntarte: ¿Cómo lo lleva la francesa?.

  • ¡Ja, ja, ja!. Eso, pregúntaselo a ella... Anda, avisa al chofer que bajo en cinco minutos.

A las siete y media llegaba a su despacho del distrito financiero, a pocos metros del emblemático edificio de Deutsche Bank, en el 60 de Wall Street. Como cada día, Sussy, su asistente personal, ya había llegado. Siempre era la primera en llegar y la última en salir. No parecía tener vida privada fuera del trabajo. Se rumoreaba que estaba perdidamente enamorada de su jefe, aunque Brody nunca se enteró. ¡Los hombres son un desastre para esas cosas!.

Era una madurita resultona y cómo lo sabía todo de su superior, intentaba complacer sus gustos más inconfesables. Dentro del decoro que conlleva ser la cara visible de un magnate de las finanzas en la Gran Manzana, siempre procuraba alegrar el día a Brody. Y a otros muchos, pero eso, a ella le traía al pairo. Ese día vestía una elegante minifalda de cuero negro. Cortita, cortita. La blusa, como era habitual, le marcaba un canalillo de vértigo y transparentaba sutilmente un coqueto sujetador de media copa. ¡Por algo sus compañeros la llamaban Miss Panty's!: A la mínima, enseñaba las bragas....

  • Hola Sussy. Qué guapa has venido hoy...

  • Buenos días Brody. Gracias. Tú siempre tan atento y elegante... Hoy tienes la agenda repleta. Vamos a repasarla...

Como solía hacer, se puso a su lado, inclinada sobre el escritorio para ofrecer a su amor platónico la mejor perspectiva de sus generosos senos. Sabía que le gustaba vérselos de buena mañana...

Brody tuvo una mañana desbordante: Cerró dos operaciones que engrosaron aún más sus abultadas cuentas y jodió a un cabrón que le había engañado unos años antes. Eso, si no fuese porque debía reservarse para su invitada, seguramente le hubiese hecho correr de gusto en la solitud de su baño particular.

  • Me voy, Sussy. Cuida del castillo. Hoy tengo que atender a Nicole. Ya sabes, esa francesita a la que sacaste los billetes el otro día. Reserva en el Candle 79 para la una pm. A ella le va la comida vegana y esas cosas. La he de cuidar, va a ser la maestra de ceremonias de mi boda.

La mujer conocía perfectamente quién era la tal Nicole y el papel que jugaba en la vida de su jefe. Sólo con imaginar que ella ocupase su lugar, aunque fuese por un día, mojó las bragas.

  • Venga, vete, no vayas a llegar tarde. Y atiéndela bien, parece una chica muy maja...

Camino al restaurante, sólo tuvieron tiempo de de entrar en dos tiendas, pero Nicole aprovechó bien el tiempo. Compró los trapitos más reveladores. Con su cuerpo de modelo, siempre le quedaban perfectos.

Dejó a más de una dependienta anonadada al tener que explicarle que las normas de la tienda, no permitían probarse las prendas sin ropa interior y recibir por toda respuesta que ella, de eso, nunca usaba. Cuando las pobres, pedían ayuda a su acompañante, por toda respuesta, Brody les sonreía y soltaba: "Ya sabe, las francesas..., déjela, total, ¿usted querrá cobrar su comisión, verdad?". Todas miraron a otro lado, o no, porque a más de una se le fueron los ojos al espectacular cuerpo de esa clienta tan poco pudorosa...

Durante la comida, Brody le explicó las líneas maestras del pacto con Maryanne y lo que él quería para la boda. Nicole primero alucinó y luego se rió un montón, hasta llamar la atención de algunos comensales. Los más ascetas, seguro.

  • Eres un jodido cabrón. Y Maryanne toda una puta. El matrimonio te va a durar el tiempo justo para que ella haga caja. ¿Lo sabes, verdad?.

  • Por supuesto querida, pero lo tengo todo previsto. Siendo como soy, necesito una pátina de respetabilidad para llevar mis negocios con buen pié. Ya sabes cómo son mis conciudadanos para las cosas del sexo: en privado, todo vale si no se sabe, pero cara a la galería, enseñar un pezón no tiene perdón. Eso sí, matarse a tiros, es deporte nacional. ¡Ya te digo!. Aquí, en todo lo que afecte a los genitales, impera la hipocresía.

  • ¡Joder!, sabía que ganabas un montón de pasta, pero no que fueses un tío tan importante. Esa puta ya me cae mal antes de conocerla. Te ayudaré en todo, cabrón. Eso sí, mientras trabaje para ti, voy a ser la más libertina y te provocaré tanto, que vas tener la polla dura a todas horas. No me voy a ir de NY sin que hayamos hecho todas las locuras que me pasen por la cabeza, ¡que lo sepas! y bien conoces que mis fantasías, suelen ser muy, muy guarras...

  • Me encantará compartirlas contigo, querida. Espera, nos traen la lassagna de calabaza ecológica...

Antes de levantarse de la mesa, habían perfilado todos los detalles de la boda y las tareas de Nicole. Le explicó que la contrataría en una de sus empresas y le dio un sobre con dos tarjetas de crédito a su nombre y una generosa cantidad en efectivo.

  • Oye, te has pasado, Brody.

  • Es un anticipo. Quiero a la mejor y eso, hay que pagarlo. Además, habrás visto que hay dos tarjetas. Esa negra, va a una de mis cuentas personales en el exterior. No quiero que nadie hurgue en qué gastas mi dinero y menos si es en cosas poco confesables. La otra, a la de la empresa que te paga el sueldo. Carga en ella todo lo justificable. Total, la mitad de todo eso y de tu salario, lo va a pagar mi futuro suegro...

Nicole se hizo otro hartón de reír y los mismos comensales que antes la miraron mal, ahora protestaron al gerente. Decidieron tomar el café en otro sitio. Pagaron, escucharon las disculpas del gerente y cuando empezó a ofrecerles una elaborada sarta de consejos sobre las ventajas del silencio para cultivar el karma, ya traspasaban la puerta.

Nicole dedicó el día siguiente a ir de tiendas por su cuenta. Le había preguntado a Brody cuánto podía gastarse. Al contestarle que comprase todo lo que le apeteciese y no se preocupase por lo que costaba, aplicó las reglas con que piensa la gente normal.

  • Eres muy generoso, tío. Voy a quemar la tarjeta que me has dado, pero: ¿qué límite tiene?. No quiero hacer el ridículo al ir a pagar en una de esas tiendas pijas...

  • ¡Ja, ja, ja!. No tiene, preciosa. Cómprate lo que quieras y ni preguntes lo que vale, de verdad.  Maryanne es una pija de gustos caros y quiero que la hagas palidecer de envidia. Con lo buena que estás y lo que te gusta lucir tu cuerpazo, no te va a costar demasiado...

  • ¿También he de comprar ropa elegante?, ya sabes que necesito poca cosa, soy más bien del gremio perroflauta...

  • Me lo dirás a mí... Estos días, tendrás ocasiones para ir de princesa y otras de hippie sexy, así que no te cortes y funde el plástico. ¡Ah! y no te olvides del vestido para la boda. Cómprate dos o tres, por si decides hacer algún cambio a última hora.

Ahora sí, por fin había entendido que Brody, no es que tuviese dinero, es que era rico de cojones y cada día que pasaba, un poco o bastante más. ¡Claro que le importaba bien poco lo que gastase!. De hecho, intuía que deseaba que viviese en su piel lo de la peli, esa de "Pretty Woman". Se rió, ella no era puta, al menos no en la acepción más triste del término, pero se lo iba a pasar de puta madre derrochando como la Vivian Ward de ese pastelón...

Entró en las tiendas más exclusivas y en garitos de ropa usada o de diseñadores marginales. Unos le enviaron todas sus compras a casa de Brody. Lo de los otros, tuvo que acarrearlo consigo o meterlo en alguna bolsa de las tiendas de pasta. El caso es que esa noche tenía el closet de la habitación de invitados a rebosar, o casi.

Sin pretenderlo, ya era una mujer conocida, al menos entre las dependientas de las mejores tiendas de Manhattan. A ninguna le había pasado desapercibida una chica europea de cuerpo espectacular, amplio bolsillo y que tiene por costumbre no usar ropa interior, ni tan sólo para ir de compras. Esa gente, como los recepcionistas de los hoteles de lujo, mantienen una telaraña de relaciones tan imperceptible, como eficaz y ya especulaban sobre quién podía ser esa celebrity .

La mañana siguiente, tocaba la presentación de Maryanne. Nicole no las tenía todas consigo. Como Brody tenía la mañana full y comida, quedaron para un brunch en el The Grand Tier del Met. Un sitio elegante, sin ser ostentoso y lo más importante para un primer encuentro: era terreno neutral.

Por esas cosas de la vida, la última en llegar fue Nicole. Entró al restaurante vestida con esa elegancia informal que sólo pueden permitirse las que tienen un cuerpo diez. Se los encontró hablando relajadamente sobre cuál podía ser el mejor sitio para la ceremonia.

  • Querida, te presento a Nicole. Una muy buena amiga francesa.

- Ravi de vous rencontrer , Nicole. Soy Maryanne, seguro que Brody te ha hablado más de mí, que a mí de ti, porque cosas tuyas, me ha contado bien pocas. Lo que tampoco me ha dicho, es que eras guapísima.

  • Gracias, Maryanne. Estaba impaciente por conocerte. Se ve que te miras poco al espejo, porque menudo tipazo gastas, querida y con este conjunto tan favorecedor... Lo que no sabía es que dominases el francés.

  • Soy una chica Dalton, guapa y en esa escuela, una aprende de todo. ¿No te lo ha dicho Brody?. Empecé un poco tarde, pero últimamente, creo que con el francés, doy la talla. ¿A que sí, cariño?. ¡Ah! y no me hagas más la pelota. Sé que no estoy mal, pero llamar "tipazo" al par de melones que tengo por tetas, no cuela. A los tíos les pirran, ya sabes cómo son los hombres, pero para cuerpo elegante, el tuyo. ¿Pedimos, guapa?.

Al empezar a planificar los entresijos de la boda y sobre todo, con la llegada de la comida, las aguas volvieron a su cauce y Maryanne se dio cuenta de que le convenía tener de su parte a aquella guapa francesita tan desenvuelta y eficiente. Podía serle de gran ayuda para conseguir que su boda fuese un rotundo éxito y además... quería saber más cosas de su futuro marido e intuía que esa chica conocía muchas de las que no recogía la entrevista que le había hecho el WSJ hacía unos días.

En el Met hacía calor y antes de que les sirviesen los postres, Nicole aprovechó para quitarse la casaca desestructurada de Alexander Wang que había comprado el día anterior. Quedó a la vista un top negro de cuello halter, con finos tirantes que recogían los laterales, dejando la espalda al aire. Muy a su estilo, le marcaba nítidamente el contorno de los pechos y nadie podía dudar dónde tenía los pezones su propietaria. Su gesto, centró muchas miradas. La primera, la de Maryanne.

  • Chica, estás divina. Veo que te gusta llevar las lolas sueltas. A Brody le debe encantar.

  • Casi nunca uso lingerie , de hecho no tengo ni un solo sujetador en el armario. Yo soy así, ya me irás conociendo.

Se la miró dos veces de arriba abajo y no se lo pensó más. Tenía que hacerle ya esas preguntas que le corroían las entrañas desde que supo que Nicole se alojaría en casa de Brody, mientras estuviese en NY.

  • He de ir al baño, querida. ¿Me acompañas?.

Acapararon todas las miradas hasta que se cerró la puerta del lavabo de las chicas. No era para menos. Una elegante mujer de busto XXL y una beldad que muestra sus encantos sin prejuicios, avanzando cogidas del brazo, no dejan indiferente a nadie. Maryanne tomó posiciones delante del espejo, abrió su estiloso clutch de Roger Vivier y sacó la barra de labios para retocarse. Estaba en su salsa y sin importarle lo que opinasen el resto de usuarias, empezó su interrogatorio:

  • Oye, Nicole, si no he oído mal, Brody ha comentado que sois "muy" buenos amigos. Para que yo me aclare, ¿qué debo entender?.

  • Lo sabes perfectamente, pero si quieres que te lo diga yo... Somos almas libres que compartimos gustos muy similares, especialmente los sexuales. Eso une mucho y ha hecho que acabemos siendo "muy" buenos amigos.

  • ¡Ah!...

  • Si lo que quieres saber es si nos hemos enrollado,... sin problemas. Hemos follado desde el día que nos conocimos y lo seguimos haciendo. Brody suele venir a Europa todos los veranos. Ya conoces sus apetencias sexuales y por allí somos menos pudorosos con nuestros cuerpos. ¡Mírame a mí!. Así que compartimos unos días de relax cada año. Nos juntamos con otros amigos tan voyeurs o exhibicionistas como nosotros, follamos mucho y variado y volvemos a casa más felices. Más allá de una buena amistad, entre nosotros dos, no hay vínculos emocionales. Es sexo, sólo sexo. ¿He respondido a tu pregunta o quieres más detalles?.

  • Creo que lo he entendido. Gracias. Oye, ya puestas. ¿Cómo os conocisteis?.

  • Mira que eres curiosa. Fue hace doce o trece años, en un club swinger de Cap d'Age. Él y su hermana Penny, ¿la conoces?, estaban allí de vacaciones. Era su primera experiencia nudista y además, la primera vez que Brody salía de caza. Por aquel entonces, él aún era un pardillo, pero Penny ya era un caballo desbocado...

  • Hermanos, juntos y en cueros... ¡Joder!. Cuéntamelo todo sobre su hermana...

  • Mira, ricura, eso se lo preguntas a él.

  • Vale, pues acaba de contarme lo que pasó esa noche, me has puesto la miel en la boca...

  • ¡Lo que te pongo, es cachonda!. Te lo voy a contar, ya has visto que soy una chica transparente y además, me caes bien. Mi novio estaba enculando a una golfa y él y yo, nos estábamos haciendo un pajote a su salud mirándoles. Me cautivó su inocencia, bueno, también su pollón y le pregunté si le apetecía que nos lo montásemos los cuatro. Al final, mi chico se fue a romper la noche con su hermana y nosotros dos acabamos follando. Fue muy bonito. Así empezó nuestra amistad. ¿Contenta?.

  • Has sido muy clara, guapa.

Si al entrar había cuatro mujeres más en el baño, ahora, al menos, diez o doce. De las que ya estaban, no había salido ninguna y las que habían entrado o abandonado los cubículos, seguían haciendo ver que se lavaban las manos o se retocaban el maquillaje o, sencillamente, pasaban de todo y no necesitaban escusa alguna para no perderse nada de esa conversación tan morbosa.

  • Oye, ya que hemos venido hasta aquí, voy a echar una meadita. ¿Pasas conmigo?.

  • Esto... ¿me necesitas?...

  • No, pero lo vas a disfrutar y ya sabes que a mí me gusta satisfacer a los amigos y... a las amigas... Yo no hago distinciones, querida. Ven...

Los escusados eran de dimensiones generosas y no tuvieron problemas para compartirlo. Fuera, los murmullos subían de intensidad, pero eso a Nicole le traía al pairo, de hecho, más bien la excitaba. Maryanne, ya no estaba en este mundo... La francesa, se subió la falda, se sentó, es un decir, a cuatro dedos del inodoro y orinó. Su acompañante, iba poniéndose roja por momentos, pero no apartaba la mirada del chorro que se perdía aguas abajo y mucho menos, de la vulva de la que brotaba. Como no sabía que decir, optó por las obviedades:

  • También vas sin...

  • También. Tú has de hacer lo mismo de vez en cuando. A Brody le va a encantar.

  • No... si ya... Me ha pedido que no me ponga nada bajo del vestido de boda...

  • Como ha de ser en un día tan especial, querida... Anda, si no has de hacer nada más, sécame el chichi y volvamos a la mesa. Tu futuro marido, debe estar impacientándose.

  • Pero...

  • Me gusta más si lo haces tú. No me decepciones.

Maryanne estaba abducida por la seguridad y el libertinaje que emanaba esa francesa. Y muy, muy cachonda. Sus pechos tensaban los caros bordados de la chaqueta más que al entrar y el constante refregar de sus muslos, no engañaba a nadie. Finalmente, tomó un largo trozo de papel higiénico, envolvió sus dedos con él y los pasó varias veces sobre los labios vaginales de su maestra de ceremonias.

  • Gracias, querida.

Volvieron a su mesa acaparando aún más miradas que a la ida. No era de extrañar: los cuchicheos, no habían cesado desde que se esparció el rumor de que dos lesbianas, se lo estaban haciendo en los lavabos...

VI.-        La novia descubre el bollo, se apunta al trío y monta el pollo.

A partir de ese día, la relación entre esas dos mujeres, tan diferentes, pero con un punto en común llamado Brody, fue mucho más estrecha: Iban juntas de compras, comían en los restaurantes preferidos de la neoyorquina, le presentó a sus amigas e incluso salieron en más de una ocasión las dos con Brody, a cenar o de marcha.

Nicole empezó cultivando la relación como la mejor estrategia para que su voyeur más querido, lograse sus objetivos sin levantar más ampollas que las imprescindibles. Maryanne le caía fatal. Era una mujer vacía, sin más objetivos que dejar que la vida se le escurriese entre los dedos de la forma más cómoda posible. Siempre hacía lo que los otros esperaban de ella y ni tan sólo se planteaba cuáles eran sus verdaderos anhelos. Aunque, pensándolo bien, tenía otra razón para intimar con ella: Convertir a esa pija mojigata en una guarra despendolada, la excitaba un montón.

Preparando la boda, pasaban mucho tiempo juntas y poco a poco, Nicole iba tejiendo su red sobre esa incauta. Primero, la convenció para vestir más sexy, exhibiendo cada vez más piel. Con su delantera, no era fácil encontrar ropa atrevida que le quedase bien, pero consiguió que se centrase en lucir canalillo o escotes importantes en los vestidos de fiesta. Las faldas, se acortaron o les aparecieron profundos cortes laterales o delanteros y algunas blusas, transparentaban sutilmente su exclusiva ropa interior.

Sus amigos quedaron gratamente impresionados con los cambios, hasta el punto que sus invitaciones galantes se multiplicaron. Entre sus amigas, algunas se escandalizaron, pero otras la felicitaron sinceramente. La más entusiasta, sin duda, fue Vicky. Acababa de volver de un largo viaje de trabajo y se la encontró comprando libros en el Barnes&Noble de Union Square. Quedó subyugada con el cambio de imagen que había experimentado su amiga en pocas semanas y se lo dijo:

  • ¡Maryanne, es que no te conozco!. Estás increíble, tía. Se ve que el noviazgo te sienta bien. Mira que empezar a vestirte de guarrilla buenorra ahora que te vas a casar... ¡Brody te va a matar!.

  • Me alegro un montón de que nos hayamos encontrado, Vicky. Hacía tantos días que no nos veíamos. No sabes la de cosas que te he de contar...

  • Pues a qué esperas. Me han anulado una reunión y tengo un par de horas libres. Subamos a la cafetería y me pones al corriente. Ostia, Maryanne, estás de puta madre... De verdad, pareces otra. La nueva Marianne, me encanta, tía.

  • ¡No seas tan ordinaria, Vicky!. Somos chicas Dalton, recuerdas... Déjame pagar y subimos.

  • A ver qué has comprado...

  • Deja, deja...

  • "Las once mil vergas" de Apollinaire, el "Gamiani" de Musset, Pierre Louys,... Cuanto clásico, niña. ¡Ah!, aquí veo " Pleasures ", de la Barbach. Una buena recopilación de historias cortas y ¡menos mal!, algo escrito después de que naciésemos. Oye, Maryanne, ¿cómo es que ahora te ha dado por las novelas guarras?. ¿Brody no te tiene bien follada?. Claro, que... como la tiene pequeña...

  • ¡Calla, calla!... Me las ha recomendado él. Vamos arriba y con un capuchino en la mesa, te cuento...

Y le contó, vaya si le contó. Le explicó desde su cabreo y cómo la engañó sobre los atributos de su futuro marido para joderle, hasta los detalles de las magníficas sesiones de sexo con Brody. Tampoco se olvidó el introducirle una pincelada sobre los gustos poco convencionales del magnate con quien iba a contraer matrimonio. Nada concreto claro, la cláusula de confidencialidad obliga y la pasta,... es la pasta...

  • ¿Así es tu prometido el que te incita a ser una putilla?. ¡Joder con Brody!. Y mira que tú... Si sigues así, un día de estos vas a salir a la calle sin bragas...

  • ¡Si yo te contara!...

  • ¡No me jodas!. ¡Lo has hecho!. Pero tía, tú siempre Dalton arriba, Dalton abajo y ahora, ¿has enterrado todos esos años de un plumazo?, o... ¿de un pollazo?...

  • ¡Para nada, mujer!. Es que... Brody tiene una amiga experta en organizar eventos y esas cosas. Es una francesa muy liberal, le van las mismas cosas que a él. Bueno, el caso es que con lo de la boda, nos hemos hecho muy amigas. Ella es la que me ha ayudado a cambiar y se lo agradezco, me siento una mujer nueva, no sé... más libre, más mujer, me siento preparada para disfrutar más de la vida, también del sexo... No sé...

  • No sabes, no sabes,... ¡Pues a ver si descubres que quieres hacer con tu coño!. Nunca fuimos unas adolescentes descerebradas y ahora tu..., es que..., tía...

  • No te pases, Vicky. Soy la de siempre, sólo que más liberada. Chachi, ¿no?. Te voy a presentar a Nicole. Una de estas noches, quedamos tú y yo con ella y Brody. Iremos a cenar y luego, salimos por ahí, ¿vale?.

  • ¡Mmmmmm!. ¿Pasado mañana?.

  • Miro si pueden y te llamo.

  • ¡Uuuyyy!, con tanto largar, se me ha hecho tarde. Nos vemos tía. Ya me llamarás.

- Chiao Vicky. ¡Resérvate la noche del jueves!.

Ese jueves, salieron a cenar los cuatro. Formaban una extraña troupe cuando subían y bajaban de la limusina de Brody. El conocido inversor, normalmente más tieso que un palo, iba vestido de roquero de medio pelo. Lo acompañaban tres guapas mujeres. Una informal, pero arreglada con cuidada ropa de marca, daba el perfil de profesional exitosa. Las otras dos, inclasificables. Con esa ropa underground , aunque fuese de lo más estilosa, podían pasar por actrices consagradas con ganas de juerga o pordioseras desubicadas.

La que enseñaba generosamente sus voluminosos pechos, mucha gente pensaba que era una de las estiradas sobre la que hablaban a menudo las publicaciones rosa locales, pero con esa pinta, ¡imposible!. Así que la otra, acaparaba todas las miradas. ¡Menudo bombón!, exótica, pero un cuerpazo...

La cena fue muy divertida y el bailoteo posterior, mucho más. Entraron en los clubs más cool de la ciudad. Brody presentó unos cuantos jefazos del mundo financiero a Vicky y ella lo aprovecho para pedir teléfonos y hacer contactos. Al cabo de un rato, los dos hicieron un aparte y se quedaron hablando de gente del mundo de los negocios y más tarde, de cosas más personales e intereses comunes. ¡Se entendían bien esos dos!.

Maryanne, presentó a Nicole algunos conocidos suyos del círculo que frecuentaba o ex-compañeros de la Dalton. Quedaron tan descolocados con ella, como prendados de su amiga francesa. A la mañana siguiente, el nuevo look de Maryanne y especialmente, lo gordas que tenía tetas y lo cañón que le quedaban con ese bustier tan escotado, fue la comidilla en varias reuniones. Sólo de hombres, por supuesto.

Para poner el colofón a la noche, decidieron darse una vuelta por la disco más nueva y espectacular de ciudad: Cielo, en el remozado Meat Packing District. La acababan de abrir. De hecho, en aquellos días, aún no funcionaba a pleno rendimiento. Era de lo más espectacular de NY, aunque Nicole y Brody, vieron que no se podía comparar, ni de largo, con las mejores discotecas de Eivissa (Ibiza) que habían visitado el verano anterior.

Tardaron lo que dura un cóctel en ponerse a bailar. Las chicas pasaron de moscones y eligieron entre lo que tenían en casa: Vicky y Brody se tomaron las manos y bailaron sin descanso, comiéndose con la mirada uno al otro. Maryanne y Nicole, hicieron lo propio, aunque descansaron, al menos una vez: La niña bien que no había roto un plato, descubrió en los lavabos el placer que da el que una chica experimentada, te coma el coño con gula. Le debió gustar, porque al despedirse, quedaron para pasar la mañana juntas...

Primero acompañaron a Vicky. Brody se despidió de ella en la puerta de su casa a su estilo, con un pico en los labios. Si sorprendió a su prometida, no lo dijo. Maryanne aún vivía con sus padres y la dejaron en el domicilio familiar. Se repitió el protocolo, sólo que el morreo más intenso, lo compartió con Nicole al bajar del coche. Antes de soltarla, la tomó de la mano y le cuchicheó:

  • Coñito, te espero a las diez en el Plaza. Ya te enviaré un SMS con el número de habitación. Yo me encargo de todo. Dame otro beso, guarri.

Y se lo dio.

  • Has visto. Estoy convirtiendo a tu prometida en una guarra, como a ti te gusta. ¡Eso sí que es ser una buena amiga!.

Esa noche la sodomizó de nuevo. Después de ver las maravillas que había aprendido a hacer con su puerta trasera, Brody le había cogido el gusto. Ella, encantada.

Por la mañana, tal cual salió de la ducha, se sentó a desayunar. Mientras hablaban de las típicas cosas banales, Lucy le repasaba el cuerpo detenidamente y Nicole se lo ofrecía sin disimulo. La asistenta alabó su escultural silueta. Una cosa llevó a la otra y a la francesa, no se le ocurrió otra cosa que contarle a Lucy con pelos y señales el gusto que le había dado su jefe, partiéndole el culo pocas horas antes.

Ese día, la asistenta llevaba un mono, de esos que son como una segunda piel. No se ve nada, pero se enseña todo. Nicole vio aparecer una mancha en su entrepierna. Tal cómo iba describiéndole las locuras que hizo con Brody esa noche, sobre las mismas sábanas que iba a cambiar en unos minutos, el humedal se le iba extendiendo, justo entre las piernas y el pubis. La pobre estaba tan compungida como salida y tuvo que pedirle permiso a la invitada para abandonarla un momento:

  • Nicole, perdóname, pero he de ir un momento al baño.

  • ¿Te he puesto cachonda?.

  • Nicole, por favor...

  • Hazte el dedo delante de mí, no te cortes. Puedes cambiarte después. Si quieres, te acompaño...

  • Nicole, me tienes caliente como la fragua de un herrero, pero soy la asistenta...

  • ¿Y si te prometo que Brody nunca va a enterarse?.

  • Nicole, por favor. No sigas, no puedo más... ¿Sin tocar?.

  • Vale, sin tocar, cada una a lo suyo. Pero me has de prometer que se lo contarás a tu marido.

  • ¿Todas las francesas sois tan salidas?. Es lo primero que haré al llegar a casa. No sabes bien cómo me has puesto...

  • Como yo, sólo hay una y sí: lo sé y me encanta... Anda, date prisa que luego he quedado con Maryanne para comerle el bollo. Quítate eso tan mojado, preciosa...

La incorregible Nicole se abrió de piernas sin levantarse de la silla y empezó a pajearse. Lucy se quitó el mono de un tirón. Era de una pieza y sin costuras, pero elástico y con un amplio cuello barco, así que tuvo poco trabajo. Ella no se anduvo con florituras: Se sentó en el suelo, se espatarró y empezó a refregarse el chumino con ganas. Nicole la ayudó, aunque fuese de palabra. Una promesa, es una promesa...

  • Tienes un chate precioso, Lucy... Debes sentirte muy orgullosa cuando te miran ese coñito tan guapo... Aprieta bien la mano, que se note que quieres correrte... Métete un dedito por atrás, lo disfrutarás más... No dejes ociosa la otra mano, acaríciate las tetas, pellízcate esos pezones tan sabrosos... ¡Joder, mira que estas un rato buena!. Si no fuese por la promesa que te he hecho, me tiraría a comerte el coño ahora mismo...

  • Calla loca, que me viene... ¡Qué bueno, qué bueno!... Va a ser de los gordos...

  • Mete otro dedo y dale fuerte al botoncito. ¡Quiero ver cómo te corres!. !Quiero verte completamente descerrajada!... Ha de ser tu mejor orgasmo, tía. ¡Gózalo, gózalo, cabrona!...

  • ¡Aaahhh, aaahhh,...!. No puedo más, me vengo... me vengo... ¡Eres muy mala...!. Mira qué me has hecho... ¡Buuufff!, menudo orgasmo, qué corridón...

Nicole sacó sus dedos del coño y con esa mano, untada con sus íntimos jarabes, tomó a la dulce asistenta de la barbilla y la beso. Un piquito, nada más, pero lo decía todo.

  • Guapa, aquí no ha pasado nada. No he visto nada, ni he oído nada, vale. Eres una mujer fantástica y me lo he pasado de puta madre compartiendo nuestro placer. Venga, ve a lavarte y cámbiate. Yo acabo de desayunar, me visto y me voy. La futura señora de la casa me espera y tengo que darle duro...

  • Gracias, Nicole. Yo nunca...

  • ¡Ssshhhttt!...

A las nueve y media Nicole llegó andando al Plaza. Total, el hotel estaba a menos de mil metros de casa de Brody. Pagó la suite de día que había reservado y pidió dos llaves. Tomó una y dejó dicho que le diesen la otra a su amiga Maryanne en cuanto llegase.

Subió y vio que le habían dado una superior, con vistas al Central Park y como había pedido, una gran bañera de hidromasaje, en la que cabían cómodamente dos personas. Los buenos contactos de su anfitrión, tenían que servir para algo. Colgó el abrigo, se sacó la ropa y empezó a preparar el ritual: quería que cuando llegase su amante, estuviese todo como había planificado.

A las diez y ocho minutos, se abrió la puerta. Maryanne encontró la habitación a oscuras, con la iluminación apagada y las persianas bajadas. Tan sólo se veía luz, mortecina y cimbreante, más allá de la puerta del baño, abierta de par en par.

  • Hola Nicole, ya estoy aquí.

  • Cariño, deja la ropa por ahí y ven al baño. Te estoy esperando.

Maryanne vivía en un mar de dudas, pero algo en su interior la empujaba a acompañar a su nueva amiga, allá dónde quisiese llevarla. La mujer que cruzó la puerta del lavabo, desnuda y excitada, estaba dispuesta a todo.

Se encontró a su escultural amiga sumergida hasta los pechos en el agua, acariciándose un pezón indolentemente. No había añadido jabón, ni otro cosmético que pudiese enturbiar la transparencia del agua: Quería mostrarle el cuerpo con el que iba a gozar.

  • Hola, preciosa, vamos, entra en la bañera conmigo. El agua está en su punto, como nosotras...

La pija rica de NY, estaba impresionada. Con dinero se pueden obtener muchas cosas, pero la sensualidad que emanaba ese lujoso baño de hotel, no se compra. Nicole había repartido un buen número de velas por la estancia. Daban luz suficiente para poder ver lo más íntimo de sus cuerpos, pero creaban un ambiente misterioso, que incitaba a la lujuria. En un rincón, un evaporador esparcía aceites aromáticos. Dejaba un olor dulzón que invitaba a vaciar la mente, a desinhibirse. Por si acaso, la francesa le había añadido un afrodisiaco. Una ayuda, siempre viene bien.

  • Tus tetas me encantan, cariño. Dame un beso y deja que juegue con ellas. Ve acariciándote mientras...

  • ¿Y tú?.

  • Todo llegará, preciosa. De momento, quiero tu placer.

  • Haré todo lo que me digas. Nunca he estado con una mujer, así que voy a confiar en ti.

Pasaron un buen rato en el agua. Se besaron una y otra vez como sólo saben hacerlo las mujeres, jugando con los labios húmedos, enroscando la lengua de una con la de la otra, consiguiendo que sus salivas fuesen un único fluido a compartir... Dulces caricias iban y venían sobre las zonas más sensibles de sus cuerpos, mientras sus bocas golosas, no paraban de comerse de la de su amante.

Nicole no tardo mucho en desplazar su interés a lo que más le atraía de esa mujer: sus apabullantes tetas. Se las sopesaba, acariciaba su contorno una y otra vez, por debajo, por los lados, rebañando el canalillo,... En el centro de esas moles, Maryanne tiene unas areolas grandes y oscuras. Un poco desplazados hacia abajo, le sobresalen dos auténticos dedales. Son sus pezones, gruesos como pocos, prominentes, suculentos... Una pasada. Se los tomó con los dedos y los hizo correr entre el índice y pulgar, una mano para cada uno. En cuanto notó que estaban duros como nueces, se lanzó a por ellos.

Hizo tintinear la lengua, ahora sobre uno, ahora sobre el otro. Las manos recorrían el cuerpo de su amiga con largos pases, cadenciosos, intensos. Le repasaba los glúteos a fondo y volvía hacia las tetas. Poco a poco iba incrementando la velocidad de su lengua, jugando con esos pequeños túmulos tan sensibles de carne trémula. En cuanto los tomó entre sus dientes, apretó un poquito y lengüeteó las puntitas, la americana, no pudo soportarlo más:

  • ¡Para, para!. No puedo más. Vas a hacer que me corra y antes, me gustaría que me tocases un poco allá abajo...

  • Una bollera tan caliente como yo, no se conforma con provocar un sólo orgasmo a su chica, querida. Tócate tú. Yo voy a hacer que te vengas, solamente dándote lengua en estas tetorras tan buenas que me estoy comiendo. Lo otro, si te portas bien...ya veremos.

  • No me digas esas cosas y sigue, sigue... Me tienes muy cachonda...

  • Venga, esos dedos. ¡Qué vea cómo entran hasta los nudillos, guarra!. Más, más... Más fuerte, más adentro...

  • Eres increíble, Nicole. ¡Ya no puedo más!. Estoy a punto, cabrona, me voy a correr a la de yaaa...

  • ¡No pienses, siente!. Vente de una puta vez, quiero verte gozar...

  • Suéltame las tetas, por favor. ¡Ya no puedo más!.

  • ¡Dalo todo, coño!. ¡Ahora!..

  • ¡Yaaa, yaaa, yaaa...!.¡Me sube!, ahora sí, ¡qué bueno!... ¡Buuufff, qué gusto!.

  • ¡Apura ese orgasmo, joder!. No te dejes nada dentro...

  • ¡Síii, síii, síii,...!. ¡Ooohhh!...

  • Así, cariño, así...

  • Ha sido maravilloso. Nunca hubiese pensado que hacérmelo con una chica... ¡Lo que me he perdido todos estos años!...

  • Eso sólo han sido los hors d'oeuvre , guapa. Ahora que has entrado en calor, viene el plato fuerte. Sécate y estírate sobre la cama. Vengo en seguida.

  • Pero...

  • Hazme caso, los entrantes nada más, ni te imaginas hasta dónde puedo hacerte gozar... ¡Ah! y continua dedeándote mientras llego. Suavecito. Te quiero encontrar a punto...

  • Pero...

La besó, le azotó cariñosamente el culete y la envió a la cama. Dejó que se cociese en su propia salsa unos minutos y entró a la habitación. Se la encontró como le había pedido, masturbándose lánguidamente sobre las sábanas, con las piernas separadas, las tetas alzadas y la mirada perdida. Subió las persianas y la estancia se llenó de luz. Maryanne parpadeó y le vino un amago de pudor. Intentó cubrirse los pechos y la vulva. Nicole se reía:

  • Quiero que me veas bien, hasta el último recoveco del cuerpo. Yo pienso mirártelo todo, lo más íntimo, más, así que ni se te ocurra ocultar lo más bonito de ti.

  • Es que... tan expuesta... Me da vergüenza que me veas mis cosas así...

  • Cómo más se enseña, más placer, querida. Entierra ese estúpido pudor. ¿También te lo inculcaron en la Dalton?. Si te vas a casar con Brody, ya sabes lo que hay...

  • ¡Jo, Nicole!. ¿Tú también?...

  • Y no digas más "mis cosas", pareces de la escuela del Lefebvre. Llámalas por su nombre y si es en plan guarro, mejor. Al menos a mí, me pone más y a Brody, también, te lo digo yo. Deja eso de la vagina, vulva, senos o recto para el médico y tú dale al coño, chocho, almeja,... ojete, agujero de cagar o culo. Tetas, también, aunque en tu caso, recurrir a las frutas más grandes, es muy apropiado: melones, calabazas, sandías... ¿Me entiendes?.

  • No sé si podré. Nunca digo esas cosas...

  • Pues, mira, empecemos: Ábrete de patas. Te voy a comer el coño como nunca te lo ha hecho ningún tío. Y ve preparando la lengua, no pienso levantarme sin que me hayas hecho una buena lamida de pepitilla...

Nicole es una desvergonzada sin límites y se lo demostró. Empezó con su nueva amiga por abajo y entró directa al bollo. Estuvo lamiéndole el chocho un buen rato. Atacaba los labios, se la metía dentro, volvía a los pasar la lengua entre los repliegues y poco a poco, iba subiendo la boca, hasta llegar al guisante más sensible. Le sorbía el clítoris, haciéndolo vibrar con el aire que inspiraba, se lo lamía con la puntita de la lengua, llegaba a coger el capuchón entre dientes y apretaba, sólo un poquito... Maryanne, se dejaba hacer. Su cerebro era incapaz de procesar otra cosa que no fuese el placer que le daba esa francesa depravada.

Cuando la tuvo a punto de caramelo a base de cunnilingus, hizo trabajar sus manos. Por delante y por detrás. Al principio la pijilla se quejó. Pocas veces se había dejado invadir la retaguardia. Ni caso, Nicole siguió a lo suyo y como esperaba, a los pocos minutos, le pedía más. Se lo dio. ¡Vaya si se lo dio!. Acabó con un puño partiéndole el coño, dos dedos muy trabajadores por atrás y el clítoris tenso, repleto de sangre caliente, a base de lengua y labios.

No tardó mucho en llegarle el orgasmo más intenso que recordaba. Se desbordó su capacidad de gozar y le vino de sopetón. No era una chica mojona. Soltó pocos jugos, pero su cuerpo le regaló tanto placer, que le vinieron unos estertores antológicos. Incluso sorprendió a alguien como Nicole, de vuelta de todo.

Dejó que se relajase y disfrutase de su corrida en silencio el tiempo justo e inmediatamente, reclamó su parte:

  • Maryanne, te toca. Amórrate al pilón y cómeme el chichi, al menos tan bien como yo. Si eres más puerca, mejor. Aplícate, tía.

Más roja que un pimiento y tan satisfecha como una niña con una muñeca nueva, se aplicó a la tarea. Le miró la vulva una y otra vez desde una distancia prudencial, se la palpó, paso a paso. Nicole no era como ella y le chorreaba a cántaros. Le sorprendió, pero con el calentón que tenía, no la amilanó. Al fin, le pasó la lengua, la puntita solamente, catando el percal. Le debió gustar, porqué tardó el tiempo justo para sonreír a su bollera de cabecera y se metió en materia.

Sin tanta experiencia, pero con ganas de gustar, fue mejorando su técnica lamedora y en pocos minutos, tenía a Nicole al borde del colapso o mejor, del orgasmo... Ella la guió y se lo explicó con claridad: era de esas que después de una buena corrida, ya están preparadas para la siguiente. Se vino una vez y otra y... otra más. Maryanne no cejó, estaba abducida por la capacidad de gozar de su amiga. Empalmaba un orgasmo con otro y se vaciaba, largando un río de flujos transparentes y olorosos. Al abrirse el grifo, separó la boca de ese coño tan generoso, pero la propietaria de la fuente, la forzó a engancharse al caño y tragar lo que pudiese. Al principió le asqueó, pero poco a poco... lo disfrutó.

Eran cerca de doce del mediodía. Maryanne estaba ahíta de placer, si es que alguien puede llegar a estarlo. Iba a levantarse para ir a la ducha, pero su amiga no la dejó:

  • El último, preciosa. Nosotras podemos...

  • Estás loca, estoy deshecha. También muy satisfecha...

  • El último. No podemos irnos sin que pruebes el placer de una buena tijera. Eso, con un hombre, nunca lo podrás hacer. Venga, date la vuelta y pon tus piernas bien abiertas entre las mías.

  • Otro día...

  • ¡Ahora!. Si no estás en forma... más gimnasia...

  • ¡Gggnnnpppfff!. Vale, como siempre, acabarás saliéndote con la tuya...

  • Y tú me lo agradecerás...

Se enzarzaron en darse lustre a las almejas a la limón. A Nicole, le encantaba notar el roce sutil de los labios de una mujer sobre los suyos. Esa pátina de flujos bien mezclados, facilita los movimientos y provoca una sensación muy especial al unirse los dos coños para dar placer a sus propietarias. Sudaban como si estuviesen en una sauna, pero gozaron como vacas preñadas. Las dos.

Se ducharon juntitas. Una quieta y apoyada en una de las paredes de la bañera. No era capaz de más. La otra, la enjabonó, le acarició el cuerpo con el gel y le comió, una vez más, las tetas, mientras la masturbaba con la mano. Se corrió, pero como si no. Maryanne ya no podía absorber más placer, por más que Nicole, no cejase en el empeño.

Limpia y aclarada, la dejó sentada y la francesa se puso frente a ella con las piernas separadas. Se dio dedo hasta que se vino, enseñándole en primer plano a su compañera la vagina abierta de par en par, segregando lo que no está escrito. Al fin, decidió enjabonarse y una vez aclarada, darle la mano a la americana y salir de la bañera para secarse y vestirse.

  • ¿Comemos juntas, querida?.

  • No sé si podré llegar hasta un restaurante, Nicole. Me has dejado planchada. Me duele todo.

  • ¿Y nada más?.

  • También muy, muy satisfecha. Nunca me había corrido con esa intensidad. Sabes que me ha encantado...

  • Si quieres podemos pedir que nos traigan la comida a la habitación...

  • No, dame un beso y vámonos. Si nos quedamos aquí, aún volverías a atacarme... ¿Te parece que comamos en el Milos?. Es un griego muy bueno y está en la 55th, a tres calles de aquí. Podemos ir andando, creo...

No tenían mesa, pero uno de los gerifaltes era conocido de Maryanne y lo solucionaron. Comieron, comentaron la experiencia que acababan de vivir y compartieron experiencias anteriores. Nicole consiguió que su compañera acabase con las mejillas rojas al escuchar la sexualidad tan libertina que practicaba con su novio, con Brody y con otra gente tan desprejuiciada como ellos. Maryanne logró hacer reír a su amiga con sus predecibles devaneos sexuales. Al final, Nicole le hizo una propuesta:

  • Mira tía, has de ser más transgresora, probar cosas nuevas. Sólo se vive una vida, así que mejor a fondo. Además, con Brody, ya sabes... Te propongo que nos acostemos los tres juntos. Un ménage à trois . Será divertido. Tú te has acostado con los dos, yo también y Brody, no digamos. ¡Cerremos el círculo!. ¿Te apetece?.

  • Nunca he hecho  un trío...

  • No me engañes, que lo sé todo.

  • ¿Cómo sabes tú lo de la fiesta de Hardy?. O es lo de aquella vez en Maine con...

  • ¡Ja, ja, ja!. No lo sabía, pero eres como un libro abierto, cuesta menos pillarte que comérsela a un tío... Ahora ya lo sé. ¡Ja, ja, ja!. Esta noche, te acuestas con Brody y se lo propones. Le va a gustar, ya verás. Yo me voy a dormir a la habitación de invitados, como el otro día, cuando viniste para cepillártelo. Es lo que toca, ¿no?, es tu prometido...

  • Eres una guarra incorregible. ¡Esto no se hace a una amiga!...

  • A una amiga, tampoco se la miente...

  • Bueno, vale, la verdad es que me da un morbo que te cagas... Mi futuro marido, su amate y yo... ¡Joder!. Eso sí, mañana. Hoy, después del meneo que me has dado, no puedo con mi alma. Y menos, hacer el amor con Brody. ¡Con la marcha que tiene!.

  • Chica, a ver si vas más al gimnasio. Para follar, hay que estar en forma. No puede ser que te vengas abajo con un polvo...

  • ¡Un polvo, dices!. Hemos estado dándole como locas, casi tres horas. En mi vida había vivido algo parecido. Lo he disfrutado como nunca, cierto, pero he quedado destrozada, ¡qué quieres!.

  • Como digas, floja. Esta noche, me lo tiro yo y mañana tú y te lo camelas.

  • Hecho.

El viernes siguiente, follaron los tres juntos. Hicieron muchas guarradas, más de las habituales. Se ve que Brody quería hacer sudar a Maryanne su derecho a llevar el anillo de casada...

Ese día, Nicole lo empezó llamándola a primera hora para pedirle que cuando acabase su sesión en el gimnasio al que iba con algunas de sus amigas, al cambiase, nada de ropa interior. Y las medias clásicas, pantis, ni hablar. Le dijo que saber que hasta que llegase a su casa, iría toda la tarde con el chumino al aire, le excitaba un montón. La muy tonta, le hizo caso. Se ha de tener muy claro cuándo y dónde se pueden transgredir costumbres arraigadas. Si encima, enseñar no te excita especialmente, mejor te quitas las bragas en el ascensor o en el baño del recibidor...

Para ponerle la guinda, Nicole avisó a algunas de las amigas que le había presentado. Les dijo a qué hora iría y con las ganas que tenían de cotillear sobre la boda, aparecieron todas. Tuvo que ver como las puretas de su clase, miraban cómo se ponía la falda a pelo y un top que, por suerte, algo recogía, sin sujetador. Esa misma noche, ya era la comidilla en las reuniones de amigas, cenas o incluso, mesas familiares...

Un amigo de Brody, le llamó preocupado. Quería advertirle sobre algo que le había contado su mujer: su futura esposa, cuando salía del gimnasio, lo hacía con el conejo ventilado. Él le dio las gracias por tenerle al corriente y le dijo que hablaría con ella, ¡no podía casarse con mujer tan desvergonzada!. En realidad, estaba encantado con que se corriese la voz y cuando Maryanne llegó a su casa después de cenar, no pudo contenerse y la recibió con el pito tieso.

Ya puestos en faena, no paró hasta encularla con saña, mientras Nicole le metía por el coño el mayor de los tres dildos que se había comprado a pocas calles, en una "juguetería" muy recomendable, el Eve's Garden de la 57th, justo unos días después de llegar a NY. Fue una sesión de sexo un tanto desmadrado, pero hay que decir que los tres lo disfrutaron un montón. La que acabó peor, es fácil de imaginar: por ser la más pringada y porque los otros dos estaban en excelente estado de forma y eso, en las actividades intensas, se nota.

Hora y media, unos cuantos orgasmos y una buena ducha después, se durmieron los tres con cara de felicidad, tirados sobre la cama del magnate. El día siguiente era sábado y Brody no se acordó que había quedado con Lucy a primera hora para orientarla en el cambio de temporada de la ropa. Ella pensó que Nicole y su jefe habían salido y un tanto molesta, se resignó a empezar sola. Para pasar al vestidor, tuvo que entrar a la habitación, y se encontró el percal: Esos dos y la que iba a casarse con su jefe, tirados sobre la cama, amachambrados en una melé bien bizarra.

Se los quedó mirando. Las tetas de la nueva, así sueltas, impresionaban. Tenía buen tipo la cabrona y una raja larga, con los labios gruesos y simétricos. Por más buena gente y simpático que fuera, su jefe era un degenerado. ¡Mira que follarse a su prometida y esa francesa tan libertina!. ¡Encima, juntas!. Pensar en esas cosas, le estaba poniendo el chochete gordo por momentos. ¡Hubiese tenido que ser ella la que se tirase al jefe!.

De pronto se dio cuenta de la locura que estaba pensando: ¡Que era la asistenta, coño!. Volvió a la zona de servicios y se encerró en el lavabo. Se levantó la falda y empezó a acariciarse con ganas. En esa casa, una siempre va caliente y algo hay de hacer para poner remedio...

VII.-       Si te casas sin bragas, seguro que al novio halagas.

La boda de Brody y Maryanne, fue uno de los acontecimientos sociales del año en la ciudad. Al final, el novio acabó invitando a más gente que la novia: Toda su familia, por supuesto, pero también conocidos hombres de negocios con sus discretas parejas, gente del mundo del espectáculo y sus parejas cargadas de glamur, banqueros, políticos y una nutrida representación de gente europea, capitaneada por Nicole. Casi todos, desconocidos para el gran público y el resto de los invitados, pero con gustos comunes, muy próximos a los del novio.

Vivienne, la hermana de Maryanne estuvo muy nerviosa durante toda la ceremonia y con razón: Habían quedado que la ayudaría a vestirse, pero al entrar a la habitación de la novia, se encontró a la modista histérica.

  • Señora, le ruego que la haga entrar en razones. Hemos tenido que diseñar el busto del traje con refuerzos a medida: la novia no quería ponerse sujetador. No es lo que nos gusta y menos con lo que tiene su hermana, aunque bueno, hasta ahí, vale. ¡Pero es que piensa ir sin fajita, ni bragas!. ¡Hágala entrar en razón, por favor!.

  • Maryanne, ¡en qué coño estás pensando!.

  • En el mío, hermana. A Brody le hace mucha ilusión que me case sin ropa interior y eso voy a hacer. Aquí se acaba la discusión.

  • Por favor, Maryanne. ¿Qué va a pensar mamá?. ¿Y si alguien llega a enterarse?, no quiero ni imaginármelo...

  • La novia soy yo y punto. O me ayudas o me apaño yo sola con la modista.

  • Señora, piense, si tiene un descuido, una caída...

  • No se preocupe, mire lo bien que me lo he depilado para la ceremonia y... para más tarde..., pero eso a vosotras, no os incumbe. La faja, la faja... ¡A tomar por culo!. ¿No me decís siempre que tengo la tripita de una adolescente?.

  • Estás loca, hermana. ¡Casarte con los bajíos al aire!. No, si al final será cierto lo que me han contado... ¿No es la primera vez que vas así, verdad?.

  • Ni la última. Venga, déjate de chorradas y ayúdame a ponerme este vestido. ¿A que es precioso?...

¡Pobre hermana!, azorada por si la novia enseñaba lo que no debía y sobre todo, por tener que ser ella la depositaria de un secreto tan ignominioso: ¡Las chicas Dalton, no hacían esas cosas!.

La boda, fue lo que fue. El banquete y el baile, algo más. Muy en su estilo, Brody lo tenía estudiado todo al milímetro y con la inestimable ayuda de Nicole, se cumplió a raja tabla o casi: Algunos de sus invitados europeos, no siguieron los consejos al pie de la letra. Lo que nunca supo, fue que su propia amiga les sugirió poner una guindilla entre tanto merengue...

Tal cómo iban escanciando los licores, algunas invitadas empezaron a mostrar porciones mayores de teta. Todas del novio. Serían descuidos, o no, pero lo que estaba claro para unos cuantos, entre ellos los padres de la novia y algunos de sus invitados más próximos, es que allí brillaban por su ausencia elementos básicos destinados a mantener el decoro de una mujer. Las más avezadas, incluso pudieron distinguir miembros masculinos bien definidos y sin duda, erectos, bajo la trincha del pantalón de más de un invitado.

Para rematar el desfase, cuatro o cinco jovencitas o tal vez no tanto, porque Penny, la hermana del novio, formaba parte de ese lote, llevaban vestidos con cortes kilométricos en las faldas. Al bailar, se hacía evidente que no había tirilla alguna que los desfigurase y llegando a esas alturas de la cadera, algo debiera haber...

El padre de la novia, estaba escandalizado, pero como Brody le presentaba a los invitados más influyentes del mundo de los negocios y la política, prevaleció su interesado agradecimiento. Hasta ahora, nunca había conseguido que esa gente formase parte de su círculo de relaciones y al parecer, su yerno era íntimo de casi todos ellos. El súmmum fue cuando le introdujo al presidente de su principal banco acreedor y a su esposa y el mismo Brody les comentó que su banco tenía a su suegro amargado y debía hacer algo para ayudarlo. Si la próstata le hubiera funcionado como debiera, se hubiese corrido allí mismo...

Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver y la madre de Maryanne, algunos familiares y sus amigos más conservadores, optaron por no querer saber lo que pasaba: unos se despidieron antes de acabar el baile, otros se enclaustraron en mesas lejanas y buena parte, se refugió en la bebida. Algunos causantes de la diáspora y otros pocos, también optaron por abandonar el salón de baile, pero sin despedirse, ni buscar la salida.

Al final, parecía que la fiesta iba a acabar más o menos bien, pero con Nicole por medio... Sonaba música lenta y  la francesa decidió poner un poco de picante a ese baile tan formalito. Buscó a la novia y en cuanto la encontró, tiró de ella y se puso a bailar con la mirada puesta en Brody. Esas dos, más que bailar, se magreaban. Con discreción, pero era un petting en toda regla. La francesa llevaba a Maryanne de la cintura y ella apoyaba la cabeza sobre su hombro. Estaban tan juntas que a cada paso, las tetas de una resbalaban sobre las de la otra. Y les gustaba.

Él hacía lo propio con su hermana. Penny se comportaba, aunque no le perdonaba alguna menudencia, ya fuera restregarle la delantera, si el paso lo permitía o pegar su cuerpo hasta lograr que el pubis acariciase el tronco de la verga fraterna... Por una vez, si la cosa no iba a más, Brody aceptaba la actitud de su hermana. ¡Era su boda!. Y su hermana...

Su ya esposa y su dispuesta amante, al parecer, no se conformaron y en un giro, Nicole desplazó las manos al culo de su pareja y empezó a trastear por los bajos. A Maryanne, tocada por el champagne, el numerito la divertía y la dejó hacer. Buena parte de sus invitados veían cómo le iba levantando el vestido, poquito a poco. Entre ellos, sus padres, sentados en la primera mesa. Al sonar el compás final de la pieza, tiró de la ropa del vestido nupcial, le dio una palmadita en la nalga y sonriendo a su padre, la dejó con el culo al aire. Bueno... el culo y lo otro que había por allí abajo... Su madre pudo ver, en plano corto, un retazo de su niña que hacía más de veinte años que no contemplaba. Si lo encontró hermoso, no lo dijo.

Cogió a su otra hija en un aparte y la interrogó. ¡Había ayudado a vestir a la novia!. Al final, cantó y una vez liberada, le contó los hechos, los rumores y los decoró con cualquier otra fantasía que le viniese a la cabeza. La pobre mujer, acabó abrumada y la envió a poner en cintura a esa desvergonzada:

  • Vivienne, aparta a tu hermana de esa putain francesa ahora mismo. ¡Por Dios, haz que se ponga unas bragas!.

  • Ya lo he intentado mamá. Pero ella...

  • ¡Lo que tengo que oír!. Jolín, se las pones tú si hace falta. De paso, ciérrale el corchete del bustier , con lo que tiene y ese escote...

  • Sí, mamá...

  • Lo que hay que aguantar, ¡y en su boda!... Ya le decía yo a tu padre que ese Brody es un libertino nuevo rico. Casarse con él, no podía acabar bien... Pero él sólo piensa en el dinero... El dinero... ¡Qué va a ser de mi hija!...

Si estaba preocupada por la hija que acababa de casar, mucho más tendría que preocuparse por la otra, pero no avancemos acontecimientos. Vivienne tomó a su hermana pequeña de la cadera y se la llevó a una de las salas desocupadas. Nicole, hizo caso omiso a sus petición de que las dejase solas y las acompañó.

  • Nunca hubiese pensado que tú y tu hermana, os quisieseis apuntar a la fiesta.

  • ¿A qué fiesta?. Yo me la llevo ahí atrás para que se ponga las bragas. Mamá la ha visto y está enfadadísima. ¡Y todo es culpa tuya!.

  • Venga, hermanita, déjame en paz. Ya te lo he dicho antes de la ceremonia: Se lo prometí a Brody. Un día es un día, hay que ser un poco loca de vez en cuando, sino, la vida es muy aburrida. Nicole me ha enseñado a pasármelo bien y...

  • ¡Deja de hacer caso a esa bruja francesa y compórtate!. Eres el hazmerreír de todos. Si es que además, la muy guarra, ha ido subiéndote la falda hasta que has enseñado el trasero... ¡En tu boda!...

  • No seas tan pacata y aprende también tú a pasártelo bien, Vivienne. Haz como tu hermana.

  • ¡Déjame en paz, zorra!.

  • Si traspasas esa puerta, vas a encontrarte con un mundo del que no podrás escaparte. Vas de fina y pudorosa, pero como bien dices, soy un poco bruja y sé que eres una chica de sangre caliente... Incluso más ardiente que tu hermana.

  • Está vacía, me lo han dicho los camareros.

  • La siguiente, tal vez no. Ya has visto que faltan muchos de mis amigos en la sala del baile... Puedes comprobar por tú misma lo que están haciendo. ¿Te atreverás?.

  • Vete a la mierda. ¡Apártate!.

La primera sala hacía las veces de distribuidor. Daba a unos baños, a la galería que comunicaba con el ala este de la casa,... Al fondo había otra puerta, de hecho, doble. Lo que ocurría detrás, Vivienne no se lo podía imaginar ni en sus sueños más húmedos. Abrió la primera puerta en pleno arrebato. Pasaron las tres y al soltarla, el muelle hidráulico se encargó de que quedase cerrada. Dejó de oírse la música de la banda y pasaron a escuchar unos quedos murmullos o más bien gemidos, de un claro origen sexual.

Empujó la segunda puerta con decisión y lo que vio, la transmutó. ¡Allí se estaba desarrollando una orgía en toda regla!. Unas quince personas, practicaban sexo sin mesura. Algunos follaban descaradamente en parejas o de a tres, en posturas obscenas, cómo si quisiesen mostrar al resto lo más íntimo de sus acoplamientos. Otras, se masturbaban aparatosamente, ofreciendo sus sexos tan expuestos, como lo permitía la elasticidad de sus cuerpos. Allí nadie escondía nada, parecía una competición en la que los que exhibían más carne, de forma más impúdica, se llevaban el premio gordo.

Casi todos eran invitados europeos del novio, pero no todos. En una chaise-longue , justo enfrente de ellas, Vivienne veía como su prima Rachel era penetrada analmente por un joven rubio, casi esquelético, pero con una polla de palmo y fina como un estilete. Piel con piel, su marido le comía el coño a una morenaza andrógina, de tetas breves y piernas infinitas. Y... tirado en el suelo, Alfred, un socio de su padre, le chupaba la verga a un gigantón con aspecto nórdico. Y... y... a la hermana del novio, la empalaban por delante y por detrás dos efebos idénticos. Y...

Vivienne se quedó quieta. Miraba, refregaba los muslos, sudaba... pero no se movía. Nicole la entendió y tomó cartas en el asunto:

  • Maryanne, vuelve a la sala de baile. Atiende a tu marido y tranquiliza a tus padres y a quien haga falta. Aquí no pasa nada, vale. Y tú, guapa, ven a sentarte conmigo en ese sillón. Miraremos el espectáculo desde platea.

La novia volvió donde debía estar, eso sí, sin recuperar su prenda más íntima. Besó a Brody, atendió a los invitados que reclamaban su atención y en cuanto pudo, fue a hablar con su madre. No se sabe si la tranquilizó o la alteró aún más, pero la buena señora, acostumbrada a aparentar lo que no es, puso buena cara y la fiesta acabó magníficamente. Exceptuando media docena de viscerales, el resto, se fueron muy contentos. Se lo habían pasado mejor que en otras bodas y encima, se marchaban con algunas anécdotas picantes que contar. ¡Qué más se podía pedir!.

Lo que pasó tras las orgiásticas bambalinas, es fácil de imaginar: mucho sexo y orgasmos agradecidos. Brody no sabía nada de esa "fiesta" paralela, aunque al no ver a algunos de sus amigos transoceánicos más libertinos y con Nicole por medio, supuso que algo había. Lo que nadie fue capaz de prever es que la hermana pequeña de la novia se enchochase con Nicole. A la francesa, al principio le hizo gracia, pero al ir pasando el tiempo, lo que empezó como divertimento, acabó en mutuo enamoramiento.

Algo debía ver en esa chica americana, porque no actuó como la libertina que era, sino más bien como una hermana mayor. Sentadas en un extremo, sin sacarse ni una prenda, miraban las locuras que hacían esos disolutos con sus cuerpos. Los amigos de Nicole la llamaban para que se uniera a la vorágine sexual una y otra vez, pero ella declinaba con un sonrisa.

Vivienne pensaba que su compañera quería unirse a la bacanal y si no lo hacía, era por ella. Tenía sentimientos contradictorios: por un lado, estaba segura que verla desnuda y lamiendo la vulva de una de esas disolutas europeas, la excitaría de sobremanera. Pero por el otro,... sólo de pensarlo, le afloraban unos celos apabullantes. ¡Es que esa francesa tan desmadrada, la traía loquita desde el día en que Maryanne se la presentó!...

  • Nicole, por mi no hagas, ve y goza con ellos...

  • Cariño, si tú también vinieses, ya estaríamos en pelotas y follando sin freno, pero...

  • Es que yo...

  • Lo sé, cariño, lo sé. Por eso no estamos en la melé. Mira, goza y piensa si algún día, también te gustaría participar...

  • ¿Contigo?.

  • Eso por supuesto...

  • Gracias, preciosa.

Y la inhibida Vivienne, le estampó un beso en todos los morros y Nicole se lo devolvió. Se miraron, volvieron a besarse y salieron de la cueva del desenfreno, cogidas de la mano.

Esa boda llenó muchas páginas de papel, generó abundantes comentarios picantes en círculos íntimos y facilitó contactos provechosos para los negocios. También generó anticuerpos en la familia y allegados de la novia hacia su nuevo marido y poco a poco, en la propia Maryanne.

Pasada la ceremonia, Nicole decidió tomar un apartamento y dejar la casa de su amigo. Sabía que él no se lo iba a pedir, pero con Maryanne en la casa, la situación era insostenible y además los comentarios no favorecerían precisamente el objetivo que pretendía su amigo del alma con ese matrimonio. También necesitaba intimidad, si quería convertir el ligue con Vivienne en algo más serio. Así que Brody la recomendó para un cargo en una de empresa en las que tenía fuertes intereses y la francesa empezó una nueva y provechosa vida laboral en Estados Unidos.

Aún sin saber lo de Vivienne, Maryanne cada día se iba distanciando más de Nicole. Conocía los entresijos de su matrimonio y eso a ella la incomodaba enormemente. El que un par de veces al mes, su marido le sugiriese pasar con sus padres el fin de semana y Nicole ocupase su cama matrimonial, más. El día que le dijo que no pensaba marcharse y Brody le pidió que durmiese en la habitación de invitados, mucho más.

A los seis meses de la boda, Maryanne ya quería abandonar a Brody. Cumplía con las obligaciones del matrimonio por imperativo legal. Vamos, que follaba con su marido porque lo estipulaba el contrato y si enseñaba sus encantos, cuando las circunstancias eran propicias y Brody se lo pedía, no era por gusto.

El día que tocaba, se estiraba en la cama, se abría de piernas y esperaba que Brody consumase el acto. Él disfrutaba poco y mal. A pesar de todo, tener entre sus dedos unas tetas como esas, continuaba estimulándole. Pero como él le daba todo lo estipulado y bastante más y en cambio ella lo trataba tan mal, la seguía penetrando para joderla, nunca mejor dicho...

Los consejos de sus amigas y las presiones de su padre, le pedían pasar de todo, tener paciencia e ir engrosando su cuenta corriente. Su madre, lloraba, se quejaba de la interesada actitud de su padre e intentaba consolarla. Sólo Vicky la incitaba a darle la vuelta al calcetín y disfrutarlo. "Al final, Brody no es un mal tipo y dicen que folla como los ángeles", le decía. De hecho, desde la noche que habían salido los tres juntos con Nicole, ese tío le caía bien. Tenía sus rarezas, pero todos tenemos nuestras manías, filias y fobias con las cosas del sexo, ¿o no?. Además, la ayudó un montón sin pedir nada a cambio y se podía confiar en él: siempre cumplía lo que prometía.

Ante la insistencia de su amiga, un día Maryanne se cabreó y la invitó a cenar en su casa:

  • Mira tía, ven el martes a cenar. Así podrás conocerle mejor y verás con qué capullo me he tenido que casar. Sólo te digo que como menos ropa te pongas, mejor vas a caerle...

  • Ya me contaste que es un degenerado...

  • ¡Eso es poco!. ¿Sabes que sigue acostándose en mi cama con Nicole?. También folla con otras, pero al menos, quedan fuera de casa. Hace dos semanas me pidió que me fuese a pasar el fin de semana con los papás. Estaba harta y me negué. ¿Sabes que hizo ese cabrón?...

  • No.

  • Me envió a dormir a la habitación de invitados y Nicole, él y otra pareja, se lo montaron en "mi" cama. ¡Me da asco!.

  • Ya, pero, ¿no era lo que habíais acordado?...

  • Sí coño, sí. Pero es que ya no lo soporto. El martes verás...

El martes, lo que vio Vicky fue a un Brody encantador y a una Maryanne amargada. Brody, en cambio, se encontró con una guapa mujer, simpática y vestida para matar o mejor, para mostrar y a otra cabreada, enseñándolo todo, pero sólo por despecho. Él ni tan sólo se lo había pedido...

Al acabar los postres, Maryanne les dijo  que estaba cansada y quería irse a dormir. Hizo el amago de acompañar a su amiga a la puerta, pero Brody la invitó a quedarse: quería saber si alguno de los contactos que le había facilitado el día de la cena, había fructificado. Una se fue a su habitación aún más cabreada y la otra pasó al despacho de Brody con una copa en la mano y el tirante del vestido a media teta. Cosas de la ropa, cuando no está hecha a medida.

Esa noche pasaron algunas cosas. La primera, el sentar las bases para un incremento de los emolumentos profesionales de Vicky. Los buenos consejos de Brody, unas cuantas llamadas y la inteligencia, perseverancia y buen hacer de esa mujer, hicieron que su bonus se multiplicase por cuatro. La segunda, el acercamiento de ellos dos. No había feeling emocional, pero un cierto cosquilleo sexual... La tercera, los celos de Maryanne. En cuanto supo que Brody y su amiga se entendían a la perfección en las cosas de los negocios, la envidia la corroyó por dentro.

VIII.-     Una buena amiga siempre ayuda, aunque si la chupa mejor que una...

Vicky y Brody continuaron viéndose por temas de trabajo, pero también por gusto. Una cena, un partido en el palco de los Knicks,... Al final, una invitación a una conferencia en Boston, acabó en polvo de altura. Fueron en su nuevo avión, uno de los primeros Challenger 300 que entregaba Bombardier. Les acompañaron dos ejecutivos de la empresa de Brody, pero como tenían que quedarse en la ciudad, ellos dos volvieron solos.

Durante el vuelo de vuelta, se acaramelaron y la azafata con la falda más corta y la chaquetilla más escotada que Vicky había visto nunca, le comunicó a su jefe que si no les importaba, pasaba a cabina, para aclarar unas cosas con los pilotos. Si necesitaban algo, ya la llamarían, les dijo.

Un minuto después, los dos habían perdido la ropa y Brody le estaba comiendo el coño a su nueva amiga con tan buen hacer, que se corrió en menos de cinco minutos. Vichy es una chica generosa y muy mojona. Dejó en el asiento de fino cuero de Nebraska un pequeño lago, pero esos dos, no se inmutaron. Cambiaron de butaca y Vicky le hizo una mamada antológica a su acompañante. Tardó un poco: Le gustaba hacer las cosas bien y llegar hasta el fondo.

  • Vicky, preciosa, me la estás chupando de vicio. Tanto que si no paras, te voy a llenar el gaznate con mis jugos...

  • ¡Mmmmmm!, ¡mmmmmm!. Vacíate, cerdo, un poco de leche caliente antes de irme a la cama, siempre me relaja.

  • ¡Toda tuya!. Lame el ciruelo y méteme la puntita del dedo por atrás. Eso me encanta.

Lo hizo. Brody no tardó en eyacular gruesos chorros de semen y ella, menos en tragárselos. Acabaron contentos, pero por poco tiempo. A los dos les iba la marcha y querían más, así que Vicky se apoyó en el confortable reposabrazos, con la cabeza sobre el asiento y el culo en pompa y Brody la penetró desde atrás. Uno bombeó, la otra encajó y devolvió golpe por golpe. Siguieron a los suyo, entraron en el juego las manos, unas a las tetas, otras a despellejar el guisante de esa mujer ardiente. Tardaron poco en correrse de nuevo, primero Brody y al poco, Vicky. Fueron unos orgasmos bien aprovechados...

En cuanto se hubieron vestido, apareció la azafata. Venía con las mejillas más coloradas que cuando salió de la cabina de pasajeros. ¿Por qué sería?. El propietario del avión, lo aclaró con su desparpajo habitual:

  • ¿Te ha gustado lo que has visto, Cintya?. ¿No habrás distraído con las emociones a Albert y Nadynne?. A ver si tenemos un disgusto...

  • Brody, nosotros no...

  • Sabes tan bien como yo que en la cabina, por seguridad, hay dos cámaras. Se pueden desconectar, pero yo no lo he hecho. ¡No me digas que habéis tapado la pantalla!.

  • No. No hemos podido evitar veros, Brody. Ellos no tienen nada que ver, ha sido todo culpa mía...

  • ¿Culpa, qué culpa?. ¿Hacer bien vuestro trabajo?.

  • Pero ver al jefe follando, no es exactamente nuestro trabajo...

  • Pero a mí me gusta, ya lo sabes. Y a mi amiga también. ¿A que sí, Vicky?.

  • No seas malo Brody. Me estás poniendo en un compromiso. Harás que nos suban los colores.

Lo cierto es que sentada sobre el regazo de Brody, con el vestido a medio abrochar, enseñando más teta que ocultando, el tanga puesto del revés y con el maquillaje tan corrido que daba grima, la credibilidad de sus palabras quedaba muy en entredicho.

  • Anda, Cintya, limpia un poco la otra butaca, que hemos tenido un escape y prepara la cabina para el aterrizaje, debemos estar acercándonos a NY.

  • Claro jefe.

Tomó papel absorbente, gamuza y un limpiador para el cuero. Se arrodillo frente a la butaca que había padecido la inundación. Acercó la cara al charquito y olió el fluido. Al inspirar, se le hincharon los pechos y sus pezones quedaron realzados bajo la chaqueta. Miró a Vicky con admiración, le sonrió y se puso a arreglar el desaguisado.

Mientras tanto, Brody se sacó la minga, se la limpió con una toallita húmeda y se colocó bien la camisa y los pantalones. Viendo cómo actuaba Brody y la indiferencia con la que se lo tomaba la azafata, Vicky hizo las cosas bien: se quitó el vestido, se bajó las bragas, se limpió la raja, les dio la vuelta, se las puso, acabó de vestirse y pasó al lavabo a arreglarse el maquillaje.

Llegaba el verano y Brody no pensaba cambiar sus hábitos. Le pidió a su esposa que le acompañase a Europa y le sugirió que invitase a su amiga Vicky. Se sentiría más acompañada con alguien de su confianza y a él, le caía bien, le dijo. A Maryanne le salió toda la mala leche y el cabreo que tenía acumulado y tuvieron su primera discusión seria. Ella se temía que esos dos, con el calor del solecito y poca ropa, acabarían enrollándose. Él, simplemente, le dejó una copia del contrato prematrimonial sobre la mesita de noche.

A la mañana siguiente, una Maryanne llena de odio por tener que cumplir justo aquello que había pactado, cabizbaja y compungida, capituló: iría de vacaciones con su marido e invitaría a esa furcia que antes era su amiga.

El día de partida, ya había hecho de tripas corazón y estaba dispuesta a tratar a Vicky como amiga, o casi... Brody sabía perfectamente que en compañía de Maryanne, esas vacaciones, serían una mierda, pero tenía claro cómo solucionarlo y estaba convencido que además, servirían para hacerla entrar en razón y vivir todos un tiempo más tranquilos.

Despegaron de la ciudad con rumbo a Fuerteventura a bordo de su avión. Al subir por la escalerilla, Cintya, la azafata, les saludó cordialmente:

  • Buenas noches Brody. Me alegro de verte de nuevo, Maryanne. A usted también, Vicky.

  • No me trates de "usted", Cintya. Ya sabes que a Brody no le gusta.

  • Como digas. Estoy aquí para que tengáis un vuelo lo más cómodo posible. Salir de noche ha sido un acierto, llegaremos a Canarias sobre las nueve de la mañana, hora local. Instalaros mientras preparo la cabina para el despegue.

  • Gracias Cintya. Me alegra que te haya tocado a ti este servicio. Atiende a mi mujer y a nuestra amiga mientras saludo a los pilotos. Oye, ¿estrenas uniforme?, te queda muy bien, muy...

  • Me lo entregaron la semana pasada. Favorece y es muy mono, aunque un poco cortito y abierto de arriba. Fíjate, con la chaqueta, según como, podría enseñar el suje. Por suerte, soy finita y no me hace falta, ¡ja, ja!.

Al girarse a Cintya se le escapó la risa: ¡su esposa, acababa de escoger la butaca en que había eyaculado esa chica unas semanas antes!. Por si esto fuera poco, pondría sus genitales sobre la misma piel, porque si no lo había visto mal, llevaba el chichi al aire. ¡Mira que los ricos llegan a ser degenerados...!. Después, al recordar lo que hizo en la última visita con su novio al club liberal del que eran socios, se rio para ella. Si yo soy igual, pensó. Eso sí, sin la pasta de esa gente...

Vicky ya había alucinado por un tubo el viaje anterior con el uniforme de esa chica, pero es que el nuevo, aún era más descocado. En cuanto despegaron y les hubo servido una copa de champagne y cuatro cosas de picar, la azafata pasó a la cabina de los pilotos y cerró la puerta. La invitada vio que era un buen momento para aclarar sus dudas:

  • Oye Brody, esta azafata, ¿no se toma muchas confianzas?. A más, va vestida un poco pasadita ¿no?.

  • Bueno...

  • Deja, ya le contesto yo: A mi marido le encanta mirar nuestros interiores y a las parejas cuando se lo montan. En fin, cualquier cosa, siempre que sea algo ligado al sexo o al cuerpo femenino. Es un guarro, ya ves como hace ir a sus empleadas...

  • Pero Brody, eso es...

  • Aún hay más. ¿Conoces a Sussy, su secretaria?.

  • Sí, claro. La ve visto varias veces, cuando he tenido que ir a su despacho. Es una mujer guapa y... ahora que lo dices, siempre enseña también un poco más de lo que se espera de alguien como ella.

  • Está coladita por Brody. Te lo digo yo. Por él, se tiraría del puente de Brooklyn y como sabe que es un voyeur empedernido, pues... enseña sus cosas hasta dónde puede. Pero a lo que voy... Es ella quien le selecciona y alecciona a las chicas que contrata para los servicios personales.

  • ¡No puedo creérmelo!.

  • Lo que oyes. ¿No has visto a July, nuestra asistenta de las mañanas?. También la escogió ella y esa es peor: encima es una viciosa. Como está en casa, va enseñándolo todo. Pero todo, es todo. ¡Imagínate!, ha de tener siempre una bata a mano, por si viene alguien... Sólo te digo que cuando llega a casa, al cambiarse, casi siempre deja bragas con su ropa de calle. Si pudiese, por más que la chica sea muy competente, la echaba mañana mismo.

  • Chica, pero,... ¿no ibas tu también así en la boda?. Al menos, eso dicen... Y si no he visto mal, hoy...

  • Todo es culpa de Brody.

  • Algo habrás tenido que ver. Una no hace esas cosas si no quiere...

  • Ya verás, ya... Te lo advierto, en Fuerteventura seguro que nos pedirá que tomemos el sol en pelotas y vayamos por ahí al fresco...

  • ¿Lo dices por lo de las playas nudistas?. Ya me lo contó el otro día, quería saber si me incomodaba. No lo he hecho nunca, pero si allí es habitual, por mí... ¡Volveremos con un moreno que va a ser la envidia de todas nuestras amigas!. Ya verás en las duchas del Asphalt Green...

  • Así, ¿no te importa?.

  • Para nada. Ya sabes que me gusta probar cosas nuevas...

  • Eso es una actitud positiva, Maryanne. Deberías aprender de tu amiga.

Maryanne quedó anonadada. Pensaba que ya que le habían impuesto la compañía de esa zorra, al menos tendría a alguien que le ayudase a atemperar los gustos de su marido, pero ni por esas. ¡Sus primeras vacaciones en Europa iban a ser un desastre!.

Cenaron unos entrantes del buffet frío. Vicky y Brody siguieron con unos fettuccini frutti di mare y Maryanne optó por ensalada de caviar y bogavante. Unos acabaron con fruta y la más golosa, con un crack pie de la famosa pastelera Christina Tosi. Cuando preparaban un viaje, en función de si era privado o de trabajo, del tiempo de vuelo, los gustos de los pasajeros,... el servicio de abordo se encargaba a algún restaurante especializado o a una de las empresas de catering aéreo orientadas a los servicios para vuelos privados y primera clase. En todo caso, las tres azafatas en nómina, eran buenas cocineras y tenían la adecuada formación adicional.

Acabada la cena, Brody optó por dormir unas horas y decidió aprovechar el momento para forzar el primer desencuentro del viaje.

  • Cariño, ¿compartes la cama conmigo?.

La cabina estaba distribuida en dos zonas. La delantera, con seis mullidos sillones orientables y convertibles, con sus consolas de trabajo y la de atrás, presidida por amplios sofás de dos plazas enfrentados y una gran mesa multifunción central. Estos últimos, podían convertirse en una cómoda cama doble a voluntad. La cabina de los pilotos, incluía dos literas y tras ella, estaba el lavabo. En la zona de cola, había la cocina-office y los equipos de cabina.

  • Enseguida os preparo la cama.

Como se imaginaba, su querida esposa pensó que quería aprovechar para echar un casquete de altura. Eso la debió horrorizar: con su amiga al lado y la azafata rondando por allí. ¡Por Dios!... No se equivocó.

  • Brody, si no te importa, me quedo delante. Voy a leer un rato y no quiero molestarte. Sabes mejor que yo que las butacas delanteras, también se transforman en una cómoda cama.

  • Lo que tú digas, cariño. ¿Te apuntas, Vicky?. Aquí detrás, uno se relaja mucho mejor.

La cara de Maryanne perdió el color en menos tiempo del que empleó esa zorra que decía ser su amiga en aceptar la sugerencia.

  • Gracias, Brody. Nunca he ido en un avión con una cama de verdad y si a Maryanne no le importa..., a mí, mucho menos.

  • Guapa, por mí, cómo si te lo quieres tirar...

  • ¡Ja, ja, ja!. ¡Eso sí que es una amiga!. Mira que eres bruta, pero no me tientes, no me tientes...

Brody había llegado al punto que deseaba y la ilusa Maryanne, estaba cayendo en sus redes por momentos. Cintya iba de un lado a otro, haciendo su trabajo, pero lo escuchaba todo. Tuvo que agacharse para remeter las sábanas y... para esconder su sonrisa. ¡Su jefe era un cabrón!, eso sí, un cabrón adorable.

Mientras la azafata les enseñaba las bragas al inclinarse para colocar las almohadas en su sitio, Brody empezó a desnudarse sin ningún recato. Su esposa le miraba alucinada. Él siempre dormía en bolas. Hasta ahí, si estuviese en casa, vale: es algo saludable y lo hace mucha gente. Pero, quitarse la ropa delante de una empleada y... y... de su amiga. ¡Habrase visto tanta desvergüenza!.

  • Cariño, ¿no te estás pasando un poco?. No irás a acostarte en bolas, ¿qué pensará Vicky?. Y Cintya, no digamos. ¡Ahí en medio, con tus partes al aire!...

  • No te preocupes, Maryanne. Lo hace a menudo. A mí, no me molesta. De verdad. Sussy ya me advirtió de sus gustos y costumbres. Más que incomodarme, me estimula y mi novio lo agradece un montón, ¡ja, ja, ja!.

La pobre, calló. ¡Qué decir ante un comentario como ese!. Vicky, no. Ella si te tenía algo que añadir...

  • Oye, pues es lo más cómodo. Yo voy a hacer lo mismo...

Sin comerlo ni beberlo, Maryanne se encontró delante de su amiga bajándose los pantalones y mirando lujuriosamente la verga de su marido, mientras la azafata hablaba con ellos de banalidades y hacía su trabajo, como si lo que pasaba allí, fuese lo más normal del mundo.

  • En el armarito del fondo tienes los albornoces. ¿Quieres unas zapatillas desechables, Vicky?.

  • Gracias, me vendrán bien.

Y así, con un liviano albornoz que ni se molestó en abrochar, su amiga de la infancia, cruzó la cabina para ir al baño antes de acostarse. Al volver, lo dejó a un lado y acompañó a su marido, piel con piel, bajo las sábanas.

Maryanne tardó poco en olvidarse de la lectura y pedirle a la azafata que le preparase su cama. Cubrió su cuerpo con un camisón de raso y corroída por los celos, se estiró para pasar la noche. Al poco rato, un frufrú de ropa de cama la despertó de su letargo. Al incorporarse, pudo ver el torso desnudo de su amiga, cabalgando sobre el cuerpo de su marido. Brody le acariciaba un pezón con cada mano y su ariete la penetraba con certeros golpes de cadera. Ella acompañaba cada embate con un quedo suspiro, sin dejar de magrearse ni un instante el clítoris y los labios, envolviendo con sus dedos la polla de su follador de altura.

Cuando Vicky incrementó el volumen de sus gemidos, su pareja le soltó las tetas y la tomó de las nalgas. Así, ella se ocupaba del montarlo al galope y él podía forzar aún más el contacto de su rabo con la pared frontal de la vagina. Al poco, ella inclinó el cuerpo, hasta poder morrease a gusto con su follador. Era un buen polvo y quería agradecérselo.

Al reincorporarse, su mirada se cruzó con la de Maryanne. El odio que percibió, la descerrajó. Brody se dio cuenta que la pasión de la cópula no era la misma y quiso corroborar la causa. Levantó la cabeza, vio la cara agria de su mujer, se rió pará sí al comprobar cómo esa ilusa se comportaba exactamente como él había previsto y tomó cartas en el asunto:

  • Cariño, ven con nosotros, nos lo vamos a pasar muy bien los tres...

  • ¡Dale por el culo a esa furcia y a mí, déjame en paz!. Pensar que era mi amiga y que encima fui yo quien te la presenté, me revuelve las tripas... Y tú, puta, aprovecha y disfrútalo. Será un cabrón, pero folla de puta madre...

  • Pero cariño, ¿qué palabras son esas?. No nos debemos fidelidad alguna. Sabes que podemos follar con quien nos apetezca sin tener que darnos explicaciones. Eso es lo que acordamos y a ti te pareció perfecto. ¿A qué viene ahora esta actitud?.

  • ¡Eres un cerdo!.

  • ¿Porqué, cariño?. A mí me apetecía un buen polvo, Vicky también iba caliente y tú no querías sexo. Mira si soy considerado, que incluso te he preguntado antes a ti si te deseabas venir conmigo... Anda, relájate, no incomodes más a tu amiga y discúlpate con ella.

  • ¡Iros a la mierda!.

  • Eres una niña malcriada, Maryanne.

Aclaradas las cosas, esos dos, continuaron follando con ganas. Se compenetraban bien. Dejaron las virguerías para otro día, Brody continuó estirado y Vicky, saltando sobre su rabo.  Cara a cara, aprovechaba para trabajarle los pechos a fondo. A sus treinta y dos años, tenía unas tetas magníficas: breves, con forma de gota de agua, tersas, levantadas y rematadas por unos pezones tan pequeñitos, como sensibles. ¡Una gozada!.

Vicky no tardó demasiado en voltear el cuerpo. De espaldas, las sensaciones que produce una verga incrustada hasta el fondo de la raja de una mujer, son muy diferentes. Así él podía jugar con los esfínteres de su pareja y a ella, eso le incrementaba el placer. Además, para una mujer a la que le gusta tocarse durante el coito, en esa posición, todo son ventajas. En pocos minutos, Vicky sintió cómo le llegaba el placer y proclamó sus necesidades a los cuatro vientos:

  • Soy una mujer muy anal, tío. ¡Méteme los dedos por detrás hasta el fondo y voltéalos, capullo!. ¡Más fuerte, que estoy a punto de caramelo, cabrón!. ¡Más, joder, más!,...

  • Menuda golfa estás hecha...

  • Tan golfa como quieras, pero ¡dame duro, que me corrrooo...!. ¡Me viene, hijo de la gran puta, me viene...!. ¡Usa tu pollón como sabes, coño...!. ¡Así, así, así...!. ¡Aaahhh, aaahhh, aaahhh!. Qué bueno, cabrón... Sigue, sigue,... el segundo aún será mejor...

Mientras Vicky disfrutaba como una cerda en celo de su orgasmo, su amiga del alma la oía berrear el placer que le daba "su" marido. Sabía que no podía decir nada, pero estaba como una moto: ¡Era su amiga, coño! y encima, se lo montaban delante de sus narices...

Otros lo llevaban mucho mejor: Cintya y el piloto que no estaba a cargo del aparato en ese momento, se lo estaban pasando de vicio mirando las andanzas sexuales de su jefe, por la pantalla interior. La azafata, estirada sobre una litera, con la falda arremangada, el tanga quitado y los muslos colgando, bien abiertos. El piloto, arrodillado frente al apetitoso coñito de la chica, lamiendo sus labios, largos y finos y sorbiendo con ganas los cálidos jugos que le goteaban de esa gruta tan sabrosa.

Brody estaba en ese punto en que un hombre puede soltarlo todo o contenerse unos instantes y lograr un orgasmo aún más intenso. Como buen connaisseur de las cosas del sexo, optó por lo que mayor placer podía darle, a él y a su pareja y esperó.

  • Querida, ¿cuándo te viene muy fuerte, eyaculas como una fuente?.

  • Brody, eso son cosas muy íntimas y con Maryanne delante, me da vergüenza...

  • Deja, deja, a ella no le importa. ¿A que no, cariño?...

  • ¡Cállate y déjame en paz de una vez, cerdo!. Haced lo que os venga en gana...

  • Ves, no hay problema. Anda, ponte de rodillas sobre mi cara y hazte un dedo. Yo ayudo por detrás. Por lo que me dices, te gusta un montón que te sodomicen, pero lo dejaremos para otro día, hoy sólo dedos. Quiero ver en primer plano cómo te corres y brotan tus flujos del chochete. ¿Me dejas?...

  • ¡Ja, ja, ja!. Mira que eres retorcido, pero te he de confesar que a mí, esas guarradas, me ponen un montón. Venga, vamos, pero te aviso, voy a dejar la cama hecha una mierda. Cuando me pongo, soy muy mojona...

Brody veía el coño de su amiga a un palmo, abierto de par en par, gracias a la energía que dedicaba su propietaria a separarse los labios con los dedos. Con la otra mano, se refregaba la pepitilla y de tanto en tanto, la llevaba a la boca, soltaba un buen gargajo y continuaba con el trabajo. En lo alto, no descuidaba el garbanzo, y menos, el capuchón que lo protegía. Allí, se obtiene placer a espuertas y ella quería ese y más.

El macho, se acariciaba el badajo con ahínco. Ver tanta hermosura, le mantenía la tersura y con sus meneos, el eyacular era cosa de coser y cantar. Era el momento de dar una vuelta más de tuerca:

  • Maryanne, cariño, estoy a punto de acabar. ¿Me los vienes a vaciar?.

No hubo respuesta. Ellos siguieron a lo suyo: uno se empachó de jugos femeninos y la otra, tuvo que rebañarlos sobre la peluda panza de su voyeur. Eso sí, los dos se corrieron muy a gusto, llenaron la cabina de gemidos y la almohada de olorosos fluidos. Sus orgasmos, emitidos en color y en directo, arrastraron el de la fogosa azafata. El del piloto, tuvo que esperar...

A Vicky no le importó besar esa boca tan embarrada con las secreciones de su propio placer. Lo morreó con ansia, él la correspondió, se limpiaron con unas toallas y llamaron a Cintya. Tardó unos instantes en aparecer y cuando lo hizo, los tres pudieron ver que el dobladillo de la falda se la había quedado metido en las bragas e iba enseñando la nalga.

  • Cintya, por favor, ¿nos puedes cambiar los cojines?.

  • Claro, Brody. Con lo húmedos que están, no dormiríais bien...

  • ¿A que se corre bien mi amiga?...

  • Brody, por favor...

A las nueve y cuarto, hora local, aterrizaban sin más incidentes en el aeropuerto de Puerto del Rosario, la capital de Fuerteventura. Bueno... eso no es del todo exacto. Digamos que sin más incidentes en cabina, porque en la zona delantera, la sufrida azafata tuvo que contentar al piloto que había dejado con la miel en la boca. Él le dejó la lefa en la suya... El comandante, no quiso ser menos y con carita de Calimero, le pidió si también podía chupársela. Cintya es una mujer ecuánime y se la mamó, tan bien o mejor que a su compañero. Como le costaba vaciarse, acabó montándolo sobre la propia silla de cabina y entonces sí, le llenó el chumino de leche calentita y si uno acabó feliz, la otra, encantada...

Brody había alquilado un catamarán de setenta y dos pies. Pasarían dos semanas en él, recorriendo las islas, holgazaneando, escrutando lo que ocurría tras los montículos de piedra de las playas nudistas del archipiélago y sobre todo, "reuniéndose" con viejos amigos. Les presentaría a Vicky, estaba convencido de que se integraría bien en su especial ambiente.

Él podía permitirse un súper yate de esos, pero iba de vacaciones a pasarlo bien, no a enseñar quién lo tenía más grande. Como en la isla no había ningún multicasco de ese tamaño y menos de la calidad y con el equipamiento que deseaba, lo había hecho traer de Eivissa. Capitán, marinero, cocinero y camarero, eran cuatro mujeres. Casualmente, o no tanto, había compartido con ellas algo más que el barco en anteriores viajes...

La capitana y la marinera les esperaban a pie de escalerilla con el coche que habían alquilado, junto con una furgoneta. Cargaron el equipaje de las bodegas en la furgoneta y  esperaron a que bajasen los jefes y la invitada que les acompañaba.

  • ¡Hola Brody!, cuánto tiempo sin verte, tres años ya... Ven que te de un beso.

  • Sibyle, estás guapísima. Tenía ganas de volver a veros.

La capitán se le acercó, le plantó un pico en todos los morros y con un azote en el culo, le pidió que le presentase a su nueva esposa y a la amiga que les acompañaba.

  • Sibyle, mi esposa, Maryanne. Ella es Vicky una amiga muy querida.

  • ¿Tanto como nosotras?... Encantada, chicas...

Y no se cortó ni un pelo. Les administró el mismo tratamiento: piquito por allí, piquito por allá. Si a Vicky la sorprendieron las familiaridades de la tripulación, a Maryanne la dejaron fuera de combate. Sabía perfectamente lo que significaban. Por si no la había humillado suficiente tener que ver como su amiga de toda la vida se follaba a su marido, ahora se iba a pasar toda la tripulación por la entrepierna delante de sus narices...

  • Sibyle es algo más que la capitán del barco que he alquilado...

  • Ya, ya... Eso ya lo veo...

  • Maryanne, ¡déjame acabar!. Ella, Maria, Anna y Jasmine son profesionales del mar, pero no están con nosotros en ese concepto. Se harán cargo del barco y de cuidarnos, pero también son buenas amigas y por eso las trataremos como invitadas. Hace unos años, Nicole me presentó a Anna y Maria y luego...

  • ¡Nicole tenía que ser!. Menudo grupo de degenerados formáis tú y tus amigos...

  • ¡Vale ya!. Luego hablaremos tú y yo. Anna y Maria son mallorquinas y Sibyle y Jasmine han nacido en los Balcanes, pero también viven y trabajan en Mallorca. Aparte de amigas, ya verás que son unas excelentes profesionales. De hecho, lo de pasar dos semanas en un barco, ha sido idea suya.

Les llevaron al edificio del aeropuerto para arreglar las formalidades de aduanas y después partieron hacia el barco. Al llegar, las dos tripulantes que faltaban, les recibieron con la misma familiaridad. Maryanne ya no abría la boca y Vicky... observaba, divertida o tal vez abrumada...

El catamarán era magnífico. La parte delantera del casco de babor la ocupaba el camarote del armador. A popa había otro camarote, de invitados y dos más a estribor. En ese mismo costado, a proa disponía de otros dos con literas, para la tripulación. Todos tenían su propio baño y el del armador, una salita y un despacho anexo.

Brody y su circunstancia se instalaron en el camarote principal y Vicky, en el de enfrente. Las cuatro tripulantes, ya habían ocupado a su anchas los camarotes de invitados de estribor al zarpar de Eivissa. Como era de esperar, la tripulación había aprovisionado el barco y estaban listos para soltar amarras.

Les quedaba todo el día por delante, el tiempo era magnífico y la capitana sugirió dedicar el día a tomar contacto con el barco, navegando hasta Isla de Lobos. Podrían aprovechar para tostarse al sol y tomar un baño. Comerían allí y pasarían la noche fondeados frente a la playa de la Concha de Lobos. Un plan interesante y muy relajante. No para todos...

En cuanto se alejaron media milla de puerto, Brody dejó la ropa en el camarote y salió a cubierta. Al verle, Vicky se rió y lo imitó:

  • Así que aquí toca ir en bolingas, pues espera, ahora subo.

  • Así me gusta, preciosa. Lo vas a disfrutar. ¿Y tú, cariño?.

  • ¿He de desnudarme?. ¿Me lo pides o me lo ordenas?.

  • Sólo te lo sugiero. Haz lo que quieras...

  • Pues me quedaré en topless . El slip, me lo dejo puesto.

Lo que no se esperaba Maryanne era que la tripulación se apuntase a las maneras de hacer del armador. Cuando salió del camarote, se encontró a Maria, la camarera. Iba con un shorty de lycra, blanco intenso, mínimo y aferrado al cuerpo. Todos sabemos lo que tienen las mujeres en esa parte del cuerpo y a ella, se le marcaba de forma diáfana. La camiseta de rayas marineras azules y blancas que llevaba por la mañana, había desaparecido y mostraba sus pechos, orgullosa.

  • Hola Maryanne. ¿Te preparo un cocktail ?. Hago unos Bloody Mary fantásticos. A esta hora uno de esos, te sentará de fábula.

  • Pero... ¿todas vais así?.

  • ¿Así?...

  • Coño, ¡con las tetas al aire!.

  • Depende. A las cuatro nos gusta que nos dé el aire y el sol. Brody es quien paga y él está encantado, así que cuando se puede... ¿Te molesta?. Lo digo porque tú vas igual y además, con lo que tienes, se te ven mucho más...

  • Déjalo. Prepárame el cocktail . Voy arriba.

En cubierta se encontró a Sibyle a la rueda del timón. Su amiga y su marido la acompañaban, hablando distendidamente sobre el mejor sitio para el baño.

  • Hola, cariño. Hace un día espléndido y el mar está en calma. ¿Te vienes con nosotros a tomar el sol en la red de proa?. Con las olas, el barco levanta salpicaduras y ahí delante, te mojan el cuerpo. Es una experiencia fantástica: sol, agua,...

  • Yo me quedo con Sibyle.

  • Como quieras.

IX.-        Maryanne empezó jodiendo y acabó jodida, así es la vida.

Esos dos se estiraron juntos en la red de estribor. Con el rumor del mar, no se les oía, pero hablaban y reían muy compenetrados. Pararon un momento y Maryanne pudo ver como su hombre extendió crema solar sobre la piel de su amiga y ella le devolvió el favor. No sintió celos, pero un resquemor interior le corroía las entrañas: ¡La prefería a ella, joder!. Uno acabó las maniobras con el pito tieso y la  otra, riéndose de la situación. Preparados para gozar del astro rey sin consecuencias perniciosas, Vicky continuó la conversación, ahora más seria. Maryanne pensó que hablaban de cosas de negocios, sin embargo...

  • Brody, la opereta que te has montado con Maryanne, no se aguanta por ningún lado. No me ha contado mucho, pero entre eso y lo que veo cuando estoy con vosotros, creo que ella te está amargando la vida. Y tú a ella, porque mira que eres cabrón...

  • Eres una chica lista, Vicky, por eso me gustas. Yo puse todas las cartas encima de la mesa, sin trampa ni cartón. Fue ella la que aceptó libremente, incluso estimuló el pacto. ¿Sabes que la noche en que le pedí que se casase conmigo por interés, se me metió en la cama sin pedírselo?. Encima, se portó como un putón verbenero y pareció gustarle.

  • Es que Maryanne es como una niña. Una niña mimada...

  • Lo que tú quieras, pero ya es mayorcita...

  • Dejémoslo. A lo que iba. Mira Brody, tengo treinta y dos años. Me queda poco tiempo para formar una familia, tener hijos..., hacer una vida normal, vamos. Aunque me he situado profesionalmente, no formo parte de las élites. Sabes que soy una mujer ambiciosa y me gustaría que mis hijos tuviesen un futuro mejor que el que me dieron mis padres. El mayor mérito de mamá fue ser la amante del segundo del alcalde, con esto te lo digo todo...

  • Sabes que puedes contar conmigo...

  • Lo que te quiero proponer va un poco más allá de lo mucho que ya me ayudas... Es algo que nos puede beneficiar a los dos y de paso, disfrutarlo...

  • No le debo fidelidad alguna a Maryanne. Podemos acostarnos o hacer lo que nos plazca siempre que queramos, eso sí, con discreción. Ya sabes: he de cuidar mi reputación...

  • Voy al grano: Estoy dispuesta a ser tu pareja formal por un máximo de tres años. Yo te cubro tus gustos de voyeur, te doy el sexo que te apetezca, nos lo pasamos juntos de puta madre, si se apunta alguien más, bienvenido sea y tú me ayudas a entrar en el mundo al que quiero llegar. Me busco a un chico serio del que enamorarme de verdad y...

  • Pero... aunque sin fecha de caducidad, eso es lo que pacté con ella...

  • No exactamente. En el fondo, siendo suave, la presionaste. Ella es una inmadura. Imaginaba un cuento de hadas, nunca lo ha visto como un acuerdo mercantil. Para empeorar las cosas, su padre, atenazado por las deudas, no le quitó la venda y ella acabó diciendo amén a todo. Él ha sido aún más cabrón que tú...

  • La verdad, es que no estoy satisfecho con lo que está pasando, ni conmigo mismo...

  • Por eso lo que yo te propongo es diferente: un pacto equilibrado. A mí me gustas como hombre y te he de confesar que follando contigo, toco el cielo. No me importan tus ramalazos de mirón o que te tires a otras. Si guardas la compostura, yo también lo haré. Incluso puedo acabar apuntándome a tus gustos...

  • Si es que en el fondo, eres más pervertida que yo...

  • Seré tu puta en la cama y una pareja inteligente y estilosa en sociedad, en la que podrás confiar. Sé que te atraigo y no sólo físicamente... Veo cómo me miras, más ahora, sin trampa ni cartón, desnuda a pleno sol... Vestiré y me comportaré al límite de lo permisible en cada situación y no sólo porque te guste a ti, sino porque a mí también me pone el transgredir las normas y excitar a los hombres...

  • Se me la está levantando otra vez...

  • Déjame acabar. Después te la haré bajar... No pido papeles ni dinero. Sólo disfrutar juntos y que me conviertas en una de las de ahí arriba. Yo ya me apañaré con el resto. Sabes que soy seria y no sólo cumpliré, sino que me entregaré sin restricciones. Lo deseo, Brody. Si no lo ves bien, me tendrás igual, si es lo quieres. Espero haber sido lo bastante clara...

  • Ya te lo he dicho antes: me gustas, Vicky. Lástima de no haberte conocido antes que a Maryanne.

  • No te equivoques, yo no podía darte lo que te ha dado ella. Obtener la respetabilidad social que has conseguido casándote con la hija frívola de uno ellos, ha sido una jugada maestra. Pero eso ya lo tienes, ahora es mi momento...

  • Ya, pero aunque pueda hacerlo y tal vez se lo merezca, tampoco quiero putearla. ¿Cómo corto sin montarle un pollo?.

  • La conozco bien. Si le das cuerda, ella misma se ahorcará. Necesita a su príncipe azul y si le dejas un tiempo, decidirá ir a buscarlo y será ella la que te pida el divorcio. Con lo que se ha soltado después de conocer a tu ínclita amiga Nicole, no le será difícil encontrarlo. Eso sí, trátala bien y no seas más cabrón de lo que ya has sido.

  • Eres una chica lista y... un tanto maquiavélica. ¡Miedo me das!, aunque tal vez por esto me gustas tanto... Tenía previsto dejarle el avión a Maryanne para que se pasease por Europa estas dos semanas. Así podríamos compartir unos días maravillosos tú y yo... con algunos amigos que te quiero presentar y... nuestra libidinosa tripulación...

  • Eres un cerdo, Brody. Lo tenías todo preparado. Menuda encerrona.

  • Te va a gustar.

  • Eso ya lo sé. Anda, estírate y déjame mamártela. ¡Mira cómo te la he puesto!...

Allí, a la vista de todos, Vicky se amorró al pilón o mejor, al pollón y le hizo una felación sublime. Maryanne alucinaba por un tubo, viendo como su mejor amiga se la comía a su marido. Así, en primer plano y a la vista de todos. Más aún cuando lo besó y sin más preámbulos, le tomó la polla, lo montó y ella misma se la introdujo en el coño y empezó a cabalgarlo. ¡Sonriendo, mirándole a ella a los ojos!.

Sibyle seguía a su lado, haciéndose cargo del timón. La pobre malinterpretó la cara de su pasajera y no se le ocurrió otra cosa que ensalzar a la pareja que compartía polvo allá abajo:

  • Has visto que bien se lo montan esos dos. Van a pegarse un buen corridón...

  • Pero aquí en medio... No tienen pudor ni vergüenza... Además él...

  • Eso le añade morbo, eh guarrilla...

  • ¡Sibyle, por favor!...

  • Espera, estírate en esta colchoneta y quítate el slip. Pongo el piloto automático y te como el coñete. Verás cómo te gusta...

Maryanne vio como la capitana se quitaba el pantaloncito de uniforme y ya en pelotas, la ayudaba a estirarse sobre la bancada del cockpit . Cuando le tomó los laterales de la braguita del bikini, algo cortocircuitó su cerebro. Cabreada, hastiada o asustada, qué más da, se levantó y soltando algo ininteligible, bajó a encerrarse en su camarote.

La pobre Sibyle nunca supo que había hecho mal, tampoco le importó. Lo que le ocurrió, es que si ya estaba caliente al tener esas tetas tan sabrosas al lado, la perspectiva de comerle el chochete a la mujer de Brody, la había encendido aún mucho más. Tuvo que ponerle remedio y llamó a Jasmine:

  • Tía, ¿tienes curro?. La mujer del jefe me ha puesto la pepitilla como una guindilla. Anda, ven a comerme el chocho, preciosa.

  • Ya voy, ya voy... Además de jefa, la más bollera, no te jode...

Comieron fondeados frente a la playa de la Concha. Todos gozaban con los platos de Maria entre risas y poca ropa o directamente, ninguna. Todos... no. Maryanne tenía la cara más marchita que el coño de una monja y era la única que llevaba camiseta. Cuando al acabar el almuerzo, la tripu se sacó las prendas que les quedaban y todos se tiraron al agua para festejar el inicio de las vacaciones, ella permaneció a bordo, más seria que un bobby inglés haciendo guardia. Al subir de nuevo al catamarán, Brody se la quedó mirando atentamente. Era el momento.

  • Cariño, parece que estés enfadada. ¿No será por mi culpa?.

  • Tú qué crees, cerdo. ¡Claro que es por tu culpa!. Si te follas a mi amiga delante de todos, ¿cómo quieres que esté?...

  • Yo quiero que nos lo pasemos bien. Como veo que no estás a gusto aquí con nosotros, compartiendo el estilo de vida que me gusta, te propongo una cosa: Coges el avión y estas dos semanas, te vas dónde quieras de Europa. Invita a algún amigo o amiga y disfruta de las vacaciones como te plazca. Yo me hago cargo de todo.

  • ¿Lo dices en serio?...

  • A veces soy demasiado directo y digo las cosas sin pelos en la lengua, pero sabes que nunca miento. Puedes hacer lo que quieras, con quien quieras, sólo te pido que seas discreta. La última semana en París y Montecarlo, la pasaremos juntos y volveremos en nuestro avión juntos. !Hay que cuidar las apariencias!. ¿Hace?.

  • Hecho.

Invitó a algunas de sus amigas a venir a Europa. Viajaron juntas, dos de ellas acompañadas por sus maridos. Las impresionó volando en "su" jet privado y yendo a los hoteles más glamurosos. Fueron de compras y visitaron París y Londres, se divirtieron en Eivissa y Cannes y escucharon música en Milán y Praga. Se lo pasaron bien.

Maryanne encontró tiempo para acostarse con el marido de una de sus amigas, ya puestos, el que más bueno estaba y ligarse a un mulato sabrosón. Les descubrió eso de enseñar teta en las playas y para terminar, se fumaron unos porretes en la casa de Eivissa del hijo hippy de un compatriota rico. A la vuelta, todas ensalzaron a su amiga y explicaron a las que no habían ido, el lujo y esplendor en el que vivía. De paso, pudieron contar unas cuantas anécdotas picantes y enseñar, a las íntimas, sus lolas morenas del sol mediterráneo.

Por su parte, Brody disfrutó como él quería. Descubrió en Vicky una perfecta compañera: abierta de miras, caliente como un tizón, inteligente y con carácter. Disfrutaron a fondo esas dos semanas, solos, con ayuda de su inefable tripulación y en compañía de amigos y conocidos. Follaron mucho, hicieron diabluras en tierra, se mostraron y copularon en playas y habitaciones de hotel, con amistades de años o con gente conocida la misma tarde y navegaron a las islas cercanas, descubriendo la obra de Cesar Manrique en Lanzarote y en Gran Canaria, el Club Priveé, el mejor swinger de la isla.

Si al partir de New York, Vicky ya era una mujer desinhibida, al finalizar la singladura, se había transformado en una auténtica libertina. Disfrutó del sexo en pareja con Brody, pero también compartiendo sus cuerpos con terceros, o cuartos, o... Con las chicas de la tripulación descubrió el placer que pueden darse dos mujeres. Sibyle no le hacía ascos a una buena polla, pero en el fondo, era más de coño y la tomó como su pupila. Pasaron más de una noche juntas y le enseñó desde el arte de comer un bollo, hasta cómo sacar el mejor partido a las íntimas caricias genitales entre dos mujeres ardientes.

La última noche que pasaron en el catamarán, fue un desmadre absoluto. Brody organizó una cena con toda la tripulación. No se olvidó de su mujer, ya de vuelta, ni de la tripu del avión. Unos días antes, había reservado mesa para quince en el restaurante La Fabiola, en La Ampuyenta, en el centro de la isla. Lo conocía de algún otro verano y lo tenía por el mejor de Fuerteventura. Cenar allí, es toda una experiencia. Al acabar la cena, fiesta, léase orgía, en el barco. Había pedido a dos parejas amigas con las que habían compartido algún día de navegación, mucho mirar y buen sexo que se les uniesen en el barco.

Por la tarde, hizo una sugerencia: sin dar la nota más allá de lo aceptable, estaría bien mostrar cuanto más, mejor. Vamos, lo de siempre: complacer sus gustos y seguro que los de muchos otros... Los hombres poco podían hacer, pero ellas...

Maryanne había vuelto contenta de su periplo y no dudó en encerrarse con su amiga Vicky en el camarote para probarse los trapitos más reveladores. Las tripulantas, lo tenían claro: el uniforme cañero. En público, más no se podía enseñar. Hablaron con Cintya y decidió ir por el mismo camino, con una salvedad: a diferencia de sus colegas de mar, debajo de la falda iba parapetada. Se lo cantaron a coro las cuatro: esa noche, nada de nada.

Formaban un troupe bien curiosa: cuatro chicas con camiseta marinera a rayas, tan pegada al cuerpo que parecía un body paint de esos. Abajo, los mínimos shorty del primer día y náuticas blancas, profesionalidad obliga. Cintya, con la elegante chaqueta sin abrochar y la faldita subida más allá de la línea de cadera, era todo un poema. Las dos pasajeras, estaban para comérselas. A una, el vestido largo de finísima lana de verano, de Wolford, le quedaba monísimo, aunque lo transparentaba prácticamente todo y con sus dos poderosas razones,... era todo un espectáculo. Vicky optó por una minifalda vaquera de infarto y blusa ombliguera de lino crudo.

Los pilotos, de uniforme, estaban cañón y Brody, todo de blanco, con su tipazo y esos pantalones pitillo elásticos, marcando el paquetón, con la verga cargando a izquierda bien visible y una sutil máscara de ojos oscura, obra de la inefable Sibyle, era el centro de todas las miradas. Especialmente de algunas masculinas...

Los clientes y el personal del restaurante de esa noche, aún deben acordarse del grupo de "los americanos". Fueron testimonios, en vivo y en directo, de más de un requiebro galante entre los clientes de la mesa más mimada. Unos sutiles, otros bastante más descarados. La peor, la capitana. Se sentó al lado de la azafata. Sólo la conocía del día que les fueron a buscar al aeropuerto, pero no paró de meterle mano hasta conseguir que se corriese, justo al servir el segundo plato.

Brody esa noche estaba encoñado de su mujer. Venía dispuesta y estaba preciosa, tan expuesta. Antes de los postres, le guiñó el ojo y los dos se fueron al lavabo. Uno quería que entrasen al de caballeros, pero ella, se lo dejó muy claro: al de chicas, o nada. Así que allí se metieron. Encontraron a una joven retocándose el maquillaje. La chica primero se quejó, pero cuando Maryanne le soltó: "Tía, estoy que me salgo y necesito tener dentro la polla de mi marido. No puedo esperar más. Míranos si quieres, pero déjanos hacer en paz", se encogió de hombros, se instaló en un rincón y gozó del espectáculo.

¡Y vaya espectáculo!. Le pidió que se apoyase sobre la encimera, le arremangó el vestido, apareció su culo, estupendo. Brody no tenía bastante con eso y quería teta. Como ese vestido sólo podía sacarse por arriba, se lo quitó del todo. Se abrió la bragueta, se sacó la cigala bien trempada y embistió con ganas. Tantas como tenía ella de que le partiesen el coño. Le entró hasta el fondo. Con lo empapado que lo tenía, esperar otra cosa era pura fantasía.

La chica miraba con los ojos abiertos como platos. Esos dos follaban como ella nunca había visto. Era como un espectáculo porno en vivo, pero visto de más cerca y con dos protagonistas que lo disfrutan y lo hacen por placer, no por dinero. Maryanne atizó su libido: "Si quieres, puedes participar... Al menos, tócate, guapa". Ella negaba con la cabeza, pero no apartaba la vista de ese punto en que la tranca de Brody se unía con los labios del coño de su esposa.

Maryanne estaba a punto de correrse cuando les interrumpieron: entró la madre de esa chica y al ver el percal, empezó a gritar. Brody siguió manchando en el coño de su mujer, a ella le vino una risa floja y... el orgasmo. Se corrió con ganas patas abajo. La mujer se llevó a su hija. Tuvo que tirar, pero al final, salió. Poco después entró el jefe de sala a ver lo que allí se cocía, se le fueron los ojos a las espectaculares tetas de su clienta, después al punto por dónde entraba y salía la verga de ese hombre bien dotado. Al fin, afloró su lado responsable y les conminó a desenvainar y largarse con viento fresco.

A Brody le faltaban pocos embates para llenar de esperma la vagina de su mujer y no quería quedarse a medias. Sacó un billete de cien, se lo pasó al gerente, le hizo el típico gesto de "fuera, fuera" y siguió a lo suyo. Poco después, salió del baño una pareja feliz, eso sí, uno con una mancha cerca de la bragueta y la otra, oliendo a castaños en flor. Dicen que huelen igual que el semen... Al llegar a su mesa, recibieron la ovación cerrada de sus compañeros, a la que se unieron no pocos clientes. La madre de la chica que les miraba, no.

Acabaron de cenar, dieron las gracias al atribulado propietario por la deliciosa comida y lo acogedor del restaurante y se fueron al barco. Los dos pilotos habían declinado la invitación. Tenían la excusa de que a la mañana siguiente debían volar, pero la realidad, es que preferían no compartir sus intimidades con quien les pagaba el sueldo. Cintya no tenía esos prejuicios. Aunque no había tenido ningún contacto sexual con su jefe, en la cabina había visto mucho y eso generaba ciertas complicidades. Además, Sibyle la había dejado como un clavo ardiendo, ¡qué coño!...

Se lo pasaron bien en su última noche en Fuerteventura. Faltaban hombres, pero las chicas supieron qué hacer. Brody se dedicó a la nueva en primer lugar. Su azafata pudo comprobar de primera mano que los buenos orgasmos que veía por la pantalla, no eran un bulo. Su jefe era un magnífico amante y  su coño se lo agradeció. Maryanne y Vicky, incluso acabaron enrollándose. Brody aplaudía sus corridas con fervor. Viéndola así, hasta le afloraron escrúpulos por haber decidido darle el piro.

Las tripulantas, eran un polvorín. Anna, lesbiana recalcitrante, sólo cataba chochos. Se benefició a todas y cada una de las compañeras. Lo disfrutaron, por algo dice todo el mundo que es una comecoños excepcional... El resto, probaron lo que les quedaba más a mano. Hicieron felices a muchos, de hecho a todos, empezando por ellas mismas. Cuando daban las tres de la madrugada, despidieron a las dos parejas amigas y se retiraron. A las nueve, tenían previsto salir hacia el aeropuerto...

Sobre la semana que aún les quedaba, hay poco que explicar. Cenas con amigos, compras por doquier, folleteo a tutiplén en la suite de algún hotel o la casa de unos conocidos, algún que otro invitado al que hacer feliz, noche de casino en Montecarlo, visitas a un par de clubs muy liberales del sur de Francia,... En fin, lo propio de un matrimonio adinerado acompañado por una amiga a la que se follan ambos, ya sea juntos o por separado...

Los dos últimos días, la relación entre Brody y Maryanne volvió a enfriarse. Discutieron porque ella quería quedarse un par de semanas más en Europa. Brody le dijo que por él, no había ningún problema. Pero lo que en realidad quería ella, era que dejase de tirarse a Vicky y para eso, nada mejor que enviarla a casa y pasar ese tiempo ellos dos solos. El problema es que eso no cuadraba con Brody, ni con su nueva compañera de cama.

Cuando le dijo que a lo mejor hasta le amaba, a Brody se le encendieron todas las alarmas. Le explicó una vez más que su matrimonio era por puro interés y allí el amor, no tenía cabida. Maryanne no volvió a hablarle hasta aterrizar en NY y Brody tuvo claro que el contrato matrimonial, tocaba a su fin.

Unas semanas más tarde, Brody invitó a Vicky a pasar un fin de semana en Jamaica. Se lo expuso muy claro: quería ir a un resort clothing optional , vamos, que si querías, podías ir en pelotas. Lo habían abierto hacía poco en Negril y por lo que le habían contado, pretendía emular los sitios más libertinos de Cap d'Age o Eivissa. El sexo desinhibido era su razón de ser y su nombre, "Hedonism Resort", ya anunciaba sus pretensiones. Un conocido con gustos parecidos a los suyos, a pesar de no haber estado nunca ni probablemente podérselo permitir, se lo había puesto por las nubes.

Para alguien como Brody, acostumbrado a lo mejor, seguro que no colmaba sus expectativas, pero esos días estaba hasta los huevos de lidiar con su mujer, cada vez más irritable y Vicky hacía dos semanas que estaba de viaje. Aburrido, pensó que la novedad y la posibilidad de pasar desapercibido, le compensaría. A Vicky, eso de perder la ropa, le había gustado y provocar al personal de una u otra manera, aún más, así que le mandó un beso por cable y aceptó encantada. La siempre eficiente Sussy, le reservó la mejor suite a nombre de un hombre de paja, soñó que era ella quien le acompañaba y se contentó con un dedo a la salud del jefe.

No fue un fin de semana para tirar cohetes. El hotel, un tanto cutrillo. Mucha escort de pago acompañando a muermos con ganas de buscar intercambios, tan falsos, como imposibles. Ellos con ganas de lucir la tía buena que se habían ligado... con su cartera... Ellas, con el taxímetro puesto, facturando, que la vida es muy dura. Unas cuantas parejitas desubicadas y poco más. ¡Ah, sí!, un grupito de iniciados que iban a su bola y entre ellos, una pareja guapa, jovencita, pero que exudaba vicio por los cuatro costados. Con ellos, sí hubo algo. Pocas cosas más merecen ser contadas...

Lo más gratificante, sin duda, los polvos de altura. Con Vicky, habían pasado a ser norma de la casa y si le tocaba servicio a Cintya, la cosa se desmadraba. Cerraban las cámaras del circuito cerrado y... pues eso, al tajo. En el vuelo de ida, trío garboso y en el de vuelta, aún más morboso: La azafata les contó cómo se lo había montado, el martes pasado, con su novio y un amigo, paticorto, pero pollilargo. Vicky, pertrechada con un arnés entre las piernas, hizo el papel del amigo y repitieron la performance sobre la cama, entre nubes y con el Caribe por alfombra. Con las emociones del momento, por poco aterrizan con la polla de Brody dentro...

Lo relevante de ese fin de semana, fue que actuó de desencadenante de la ruptura de ese matrimonio, tan falso, como las cuentas del partido del Gobierno. Maryanne ya no digirió la escapada, pero cuando se enteró dónde habían ido, explotó y sin encomendarse a Dios ni al diablo, hizo las maletas y volvió a casa de sus padres.

La bronca que le pegaron, aún la sumió en una depresión mayor. Lo primero que le echó su padre en cara, fue que hubiese abandonado ella el hogar y las nefastas consecuencias que eso tendría sobre lo que le correspondía por el divorció. ¡Eso sí que es un buen padre!. La única de la familia que la apoyó, fue su hermana, pero como esa estaba desheredada, no contaba.

Al final, el más razonable, fue Brody. Sus abogados le explicaron que podía dejarla con una mano delante y otra detrás, pero él le ofreció una compensación que iba más allá de lo estipulado, incluso si la ruptura hubiese sido de mutuo acuerdo. Su padre no se lo creía y, por más que el abogado de la familia de toda le vida, le dijese una y otra vez que el pacto era trigo limpio, pensó que allí había gato encerrado. Eso sí, cuando se enteró que Brody había transferido el total del montante a la cuenta de su amada hija, lo primero que hizo fue pedirle que le "prestara" la mitad, para tapar los agujeros más perentorios... Maryanne, prevenida por su ex, le envió a tomar por el culo. A él y a la herencia que nunca recibiría, porque nada quedaría...

Ellos dos, tardaron poco en pactar los flecos del divorcio, pero preparar los papeles, llevó lo suyo: era un tema de mucho dinero y los picapleitos tenían que justificar sus desmesurados emolumentos... Al fin cerraron el acuerdo y firmaron. Fue una reunión curiosa: Entre los profesionales que les acompañaban, todo eran caras serias. Ellos dos, felices y cariñosos uno con el otro.

Pero aún hay más: las últimas palabras de la pareja, sembraron el desconcierto en la sala. Se miraban, parecía que se querían decir algo y al final, fue ella la que abrió fuego. Los dos que estaban a su lado, oyeron a la perfección lo que se susurraron:

  • Sabes, Brody, hoy he venido sin bragas. Para recordar los viejos tiempos...

  • A ver, déjame ver... Gracias, preciosa. Lo nuestro nunca pudo funcionar, pero eres una chica cojonuda. ¿Te vienes a cenar a casa y pasamos la noche juntos?.

  • Me encantará follar por última vez contigo, cabrón...

  • No digas nunca jamás...

Al mediodía, todo eran habladurías y comentarios envidiosos, aderezados con una buena dosis de admiración. Días después, esa palabras, formaban parte de la leyenda sobre el magnate...

Esa noche, sin las presiones de una relación enfermiza, se lo pasaron de puta madre. Jodieron, se rieron y acabaron como amigos. Entre tanta palabra, Brody se enteró de lo egoísta que llegaba a ser su padre. Tomó buena nota, se rió para sí, giró el cuerpo de su ex, le levantó la grupa, lubricó bien su ojete y la sodomizó con fervor. Ella, se lo agradeció con fuertes gemidos y un orgasmo avasallador. Rico, rico...

Unas semanas más tarde, Brody le pidió a su padre si podía pasar por su despacho. El pobre, vio una oportunidad para sacarle más dinero a su antiguo yerno. Brody, tenía una idea muy diferente en mente...

  • Te agradezco que hayas venido, Kenneth. Verás, aún tenemos un tema pendiente para cerrar nuestra relación...

  • Sé que mi hija no se ha portado contigo como debiera, pero has de entender que tú...

  • Kenneth, no tiene nada que ver con ella. Maryanne es una gran mujer y una buena amiga. Son negocios, entre tú y yo. Quiero que me devuelvas el préstamo que te hice para pagar vuestra parte de la boda. Necesito pasar página de todo eso, comprendes. A final de mes ha de estar cancelado.

  • ¡Pero Brody, eso es imposible!. No tengo...

  • Me lo tenías que haber devuelto antes de seis meses y ha pasado ya más de año y medio. Si no siguieses viviendo a todo tren con mi dinero, no me importaría esperar, pero cuando me he enterado que te acabas de comprar una cabaña de esquí en la mejor zona Aspen, se me han hinchado las pelotas, entiendes. El veintiocho, este año no es bisiesto.

  • ¡No puedes hablar en serio!.

  • Sabes que soy un hombre de palabra, Kenneth. Toma, aquí lo tienes todo escrito.

Le entregó un apercibimiento judicial, paso previo al embargo de bienes en caso de incumplimiento. El ex-suegro se marchó con un portazo y Brody se quedó tan a gusto que llamó a Sussy y le pidió un macciatto de los que preparaba el italiano de la esquina. Tenían fama merecida, pero sin duda lo que más disfrutaba, era que se los traía Ginna, una explosiva camarera de Reggio Calabria.

Cuando la vio aparecer, con la faldita subida hasta lo imposible y el escote bajado más allá de lo que aconsejaba la prudencia, su erección no se hizo esperar. Para servirle la taza, siempre se inclinaba sobre el escritorio. Así, podía mostrarle sus pechos en todo su esplendor. Tenía dos mamas magníficas, tersas, gordezuelas y coronadas por los pezones más tiesos que los de cualquier otra mujer con que hubiese estado. Ella se recreaba haciendo posturitas para enseñar lo más posible y él se regodeaba mirando. En eso consistía el juego.

  • Hoy has venido muy preparada, Ginna. Estoy encantado cuando me mimas tanto...

  • Es que me ha dicho Sussy que mañana es tu cumpleaños y como es fiesta, te avanzo mi regalito... Mírame por abajo, aún te gustará más...

  • ¡Ooohhh, ooohhh!, nunca había visto nada tan precioso. Esos aros que te cuelgan de los labios, te quedan muy bien. Son tan excitantes...

  • Por eso me los he puesto. ¿A que el coñito parece otro?.

  • Sublime... Tu novio debe disfrutar mucho contigo.

  • No sólo él... No te quejes, tú, a tu manera, también. Anda, págame que me he de ir. Son cinco dólares con sesenta.

Le dio un billete de cien y no quiso que le devolviese el cambio. Cobrarle era una burda escusa para poder aceptar la generosa propina. Los dos sabían que el propietario de la cafetería enviaba la factura a fin de mes... Para salir de su despacho, la tal Ginna tenía que pasar por delante de Sussy. Al ver que llevaba la ropa interior en la mano, la secretaría se rió:

  • Pero Ginna, ¿cómo vas así?. Pasa al baño, vuelve a ponerte las braguitas y el sujetador y  componte un poco. No puedes presentarte delante de tus compañeros con esta pinta... Te abandono. Voy a aprovechar que has dejado al jefe contento, para que me firme unos papeles.

No le encontró en su despacho: El jefe, estaba haciéndose una paja en su baño. No se cortaba un pelo y gemía su placer con cada sacudida. Oyendo esa música celestial, Sussy no pudo hacer otra cosa que gozar con él. Discretamente, se bajó las bragas y se hizo un dedo maravilloso. Eran ya muchas veces y conocía bien a Brody, así que no le costó demasiado venirse en el mismo instante que su platónico amado.

Pocos días después, el padre de Maryanne capituló. Brody le forzó a vender un emblemático edificio de la Quinta Avenida. Lo construyó su padre y muchos iban tras él, pero nadie había conseguido convencerle de que se lo vendiese. Casi todos pensaban que era porque él vivía allí, en el lujoso penthouse familiar. La realidad era otra: el banco, se lo había exigido como colateral de un crédito privado y él quería ocultarlo a toda costa.

Su ex-yerno, se enteró y lo atornilló hasta que no tuvo otro remedio que aceptar. Brody tiene sus cosas, pero es una persona justa. Lo hizo valorar por expertos y le pagó el precio de mercado. Devuelto lo que debía al banco, restado lo que él le había prestado y capitalizados diez años de alquiler de su vivienda, aún le quedaron dieciocho millones. ¡Lo que no sabía Kenneth es que Brody ya lo tenía vendido por un dieciséis por ciento más de lo que había pagado, gastos e impuestos incluidos!.

Cuando la mañana posterior a la firma, la prensa económica aireó la operación, al pobre hombre le dio un amago de infarto. Ya repuesto, perdió los estribos y por poco rompe la cara a su hija. "Por haber traído a ese impresentable a la familia", le dijo. ¡Como si ella tuviese la culpa de los desmanes financieros de su padre!. Su esposa no se lo perdonó y si a esa familia la unían pocas cosas, eso acabó de enfriar su relación por mucho tiempo.

X.-         Caterina pone la guinda, pero a él le pierde su hija Melinda.

El apaño entre Vicky y Brody avanzaba a todo trapo. Unos meses después del divorcio, ella se trasladó a vivir al apartamento del que todos ya consideraban su pareja formal. Eran dos tiburones en los negocios y poco o mucho, extrapolaban esa manera de entender la vida al ámbito personal. Cuidaban su imagen pública y casi nunca daban que hablar, pero en privado el libertinaje acabó siendo el alma de sus vidas.

Vicky dejó su trabajo de asesora legal en uno de los lobbies más importantes del sector sanitario y empezó una meteórica y bien retribuida carrera profesional en Wall Street, trabajando para una de las compañías de Brody. En poco tiempo tuvo autonomía para seleccionar las empresas en dónde invertir y cerrar los acuerdos sin la tutela del jefe. Era muy buena y Brody sabía apreciar el valor y el esfuerzo de su gente, tanto como el separar su vida privada de la profesional.

Pronto fueron la pareja "guapa" de moda en la Gran Manzana. Jóvenes, adinerados, bien parecidos y un poco viciosillos, ¡qué más podían pedir los tabloides y los amigos!. Muchos daban la boda por hecha. Pensaban que era sólo cosa de tiempo que le pusiesen día y hora.

Ellos se reían mucho, se dejaban querer y no desmentían los rumores. Les venía bien a ambos. Vicky vivía en el apartamento de Brody, pero no dormían en la misma cama. Ella tenía sus habitaciones y hacía su vida. Sabía que con el beneplácito de su tan especial casero y siempre con exquisita discreción, podía invitar a quien quisiese a compartir las sábanas y su cuerpo. De tanto en tanto lo hacía. A veces un hombre, a veces una mujer y en un par de ocasiones, una pareja bien avenida.

Brody hacía lo propio, aunque muchas noches acababan acostándose juntos. Sus cuerpos se compenetraban a la perfección y los polvos entre esos dos amantes experimentados, eran una auténtica obra de arte. Sabían extraer hasta la última gota de placer de sus cuerpos y lo hacían sin complejos. Algunas veces, ella le presentaba alguno de sus ligues y si había feeling , se encamaban juntos. Otras, era él quien se los presentaba a ella y la cosa acababa desbarrando, ya sea en trío o al completo, con un cuarteto.

El súmmum del desmadre llegó al año y medio del inicio de su curiosa relación. Nicole tenía que hacer reformas en su apartamento y Brody le propuso que ella y Vivienne, convertida ya hacía un tiempo en su pareja y para más inri, hermana de su "ex", se instalaran en su casa durante las dos o tres semanas que durarían las obras.

Por aquel entonces, Nicole ya no era la loca libertina de los tiempos de Cap d'Age. La relación con Vivienne había atemperado sus ansias de sexo promiscuo y bizarro, pero convivir bajo el mismo techo con Brody y "La Nueva", como ella llamaba a Vicky, le recordó los viejos tiempos y eso, trajo consecuencias.

La primera es que estando cerca el verano, tardaron poco en convencer a Vivienne de las bondades de tomar el sol en las terrazas tal como las parieron. De eso a ir buena parte del día en bolas, sólo hubo un paso y Brody, lo agradeció. La segunda, la conveniencia de aparcar la exclusividad entre ellas mientras estuviesen en casa de su amigo. Brody lo disfrutó. Vicky también. Y para finalizar, la tercera: le hicieron ver que en el sexo, si da placer y no perjudica a nadie, todo vale y ella... ¡lo aceptó encantada y... lo practicó con ganas!.

Para añadirle morbo y azar al follar, Nicole se inventó un juego de dados tan tonto, como efectivo y muchas noches, después de la cena, había timba. Como tenían otras urgencias, la cosa era breve: la primera tirada, decidía si esa noche tocaba dobles parejas, trío o póker. Si la cosa iba de póker, no hacía falta más. Si no, la segunda mano aclaraba quien quedaba fuera del trío y se dedicaba al onanismo, siempre frente al resto, o qué parejas se formaban. Los dos con mejores dados por un lado y los dos con la peor tirada, por el otro. Si había empates o dudas, Nicole decidía lo que le salía de los ovarios y más le apetecía.

A los pocos días, ya pasaban de todo y se enrollaban antes de cenar o si algunos llegaban antes, a media tarde o en la ducha matinal o... En fin, fueron unas semanas muy intensas, hasta el punto que Mary, la cocinera, acabó pidiendo si esos días les podía dejar la cena preparada e irse a casa. ¡Tanto fornicio sin mesura, era vicio y eso, fue demasiado para ella!. Brody la comprendió y no le puso ningún impedimento. Menos aún cuando Lucy, la otra asistenta, se ofreció a cubrir su turno. ¡A ella, la lujuria sin freno, le iba como anillo al dedo!.

Una noche Vicky llegó eufórica. Acababa de cerrar una importante operación y encima, ¡se la había levantado a los chicos de Goldman Sachs!. Ya venía un poco tocada: las copas festejando el exitazo con sus subordinados, le estaban pasando factura.

  • ¡Heeeyyy!, hoy toca fiesta chicas. Estoy que me salgo...

  • Lo sé, lo sé, preciosa. Un pajarito me lo ha contado todo. ¡Felicidades, eres un hacha!. ¿Dónde nos vas a llevar a celebrarlo?. Al menos te vas a llevar ochocientos mil pavos de de mi dinero y eso da para mucho...

  • ¡Cállate cabrón!. Te he hecho ganar veinte veces más, bien lo sabes. ¡Tú sí que eres el puto amo!... y esta noche tendrás que demostrármelo...

  • Tú dirás...

  • Necesito sentir algo diferente, traspasar mis límites... Sentirme sucia, doblegada, que me llevéis más allá del placer.... ¡Quiero que me destrocéis el culo!.

  • Vicky, ni me acuerdo la de veces que te he sodomizado y no sólo yo... Todos sabemos que eres una tía muy anal. Te encanta recibir duro por detrás... No veo que por partirte de nuevo el ojete a pollazos, sobrepases ningún límite...

  • No quiero tu pollón, Brody. Quiero tener dentro todas vuestras manos, una detrás de otra, al menos, hasta las muñecas... Un compañero me ha dicho que es lo más de lo más. El sábado iré a una sesión con un grupo de iniciados, a verlo y catarlo, pero antes quiero experimentar con vosotros...

  • ¡Estás loca!. No, perdona, ¡estás borracha!. ¿Cómo quieres que te meta el puño por el culo?. Te desgarraría. Tal vez las chicas... pero yo tengo una manaza demasiado grande. Ni lo sueñes.

  • Mirad, me he comprado un bote de J-Lube y otro de Boy Butter Extreme. Ese conocido, es un fanático de eso del fisting anal desde hace más de diez años y me ha dicho que juntos, forman una pócima imbatible. Dice que con una buena preparación, sus colegas consiguen endilgarle culo arriba el brazo hasta el codo. Voy a preparar el mejunje. Iros mentalizando... Empezarás tú, Nicole: Eres la más guarra y además, tienes la mano pequeña...

  • Por mí, no quedará. Eso sí, no respondo de como acabe tu agujero de cagar...

¿Cómo había llegado a ese desvarío la estilosa y brillante profesional?. Sencillo: Patrick, el compañero amante del fisting , copa va, copa viene, la picó, asegurándole que con cantidades ingentes de esos potingues bien mezclados, mucha paciencia y la destreza de un amigo connaisseur del tema, había conseguido meterse un extintor por el culo la noche anterior. Hasta la mitad.

No se lo creyó y el maromo, se ofendió. Cabreado, la retó a probar los límites de la elasticidad de sus esfínteres y así poder entender el increíble placer que se logra forzando un ano hasta el extremo. Patrick le fue desgranado los secretos para preparar el pastiche de meter: La cosa era tan sencilla como mezclar el polvo del bote de J-Lube, un lubricante muy usado por los veterinarios, con agua destilada o suero fisiológico, no fuese a colase alguna bacteria ociosa, añadirle una parte de Boy Butter Extreme que gracias a la benzocaína que contiene, aporta un efecto anestésico a la zona y usar el pringue potingue, sin escatimar ni un ápice, para preparar el recto con provecho.

Vicky no es mujer de medias tintas. Al ver que ese militante de las dilataciones anales no iba de farol, le soltó a la cara, allí, en medio del bareto:

  • Quiero ver cómo te ha quedado el agujero del culo, tío. Haciendo una animalada como esa, te lo han tenido que romper, por huevos.

Él se rió, se pasó la mano entre las nalgas y la desconcertó con su respuesta:

  • Si te demuestro que es cierto y no me ha quedado el ano en carne viva, ¿dejarás que te meta el puño hasta el fondo, jefa?.

  • ¡Hecho, cabrón!, pero si no me aportas pruebas concluyentes, va a ser tu directora la que te meta las dos manos por el culo. ¡Qué te quede claro!...

  • Estaré encantado, jefa. Acompáñame al rincón del fondo, allí no nos va a ver nadie.

  • Ni lo pienses, capullo. Vamos fuera, bajo una de las farolas del callejón. Necesito mucha luz para vértelo bien... Por cierto, de esta conversación y lo que hagamos, ni una palabra. ¿Me lo prometes?.

  • Claro, jefa. El trabajo es el trabajo y el placer, el placer...

Salieron por la puerta de servicio al callejón de atrás. No había ni un alma y además, allí sólo daban las paredes sin ventanas de algunos edificios. Patrick se bajó los pantalones del traje y apareció una polla de buen tamaño, gruesa y rugosa y unos huevos nada desdeñables. A Vicky le encantó lo que veía, pero ella, iba a lo que iba:

  • Date la vuelta e inclínate, mamón. Veo que eres de los míos: sin calzón...

  • ¿Tú también, jefa?. Nunca lo hubiese pensado...

  • A veces, pervertido, a veces... Venga, ¡enséñamelo!.

Dobló el cuerpo, separó las nalgas con sus manos y apareció un boquete como el túnel del Canal de la Mancha. Eso sí, sin rojeces, estrías ni hemorroides: sólo un fruncido, aún distendido, enmarcando el hueco más ancho que nunca había visto entre unas nalgas. Se lo tocó con los dedos. Los esfínteres del hombre, vibraron y los pliegues de su coño, se humedecieron. A la muy guarra, ver un culo tan abierto, la excitó...

  • Te gusta ¡eh!. Lo cuido mucho. Siempre lo tengo limpio, lustroso y bien untado con cremas hidratantes y revitalizantes. Te he dicho que te mostraría pruebas de lo que te he contado. Mira...

Sacó su móvil, abrió la galería y cuando encontró el vídeo que buscaba, tecleó un largo password , le dio al "play" y le mostró la pantalla. Lo que vio Vicky, iba más allá de cualquier cosa que pudiese esperar: Un tío peludo, fuertote y con un barrigón cervecero de aquí te espero, le endilgaba la manaza a su subordinado una y otra vez. La metía y sacaba del recto, empastada de blanco lubricante, como si la hundiese en un cubo de nata. En un momento dado, decidió que una no era suficiente y forzó la segunda. La cara que mostraba Patrick en el vídeo, era de goce infinito y allí, enseñándole esa barbaridad en el terminal, de auténtico orgullo.

Al avanzar el video, se veía como se les acercaba un tiritas, extintor en mano y con más pluma que un pavo real. Metía la palma en el bol del lubricante, lo esparcía por el lado romo del artefacto, repetía la operación unas cuantas veces, le pedía a su compañero osito que dejase el boquete expedito, apoyaba el rojo cilindro en la entrada de esa cavidad distendida al máximo, empujaba fuerte y poco a poco el extintor iba entrando. Con cada centímetro, a ellos, la polla se les levantaba dos. Al que recibía, al que empujaba y a los que miraban... Vicky no pudo más y se lo dijo:

  • Patrick... me estoy poniendo muy cachonda. Tienes un ojete muy guapo y trabajado. Anda, fóllame, cabrón. No quiero llegar a casa con este calentón...

El callejón fue testigo del improvisado revolcón. Patrick empaló a su jefa, empezando por delante y acabando por detrás. Si ella lo disfrutó, él, más. Las corridas fueron de órdago y ya más relajados, se prometieron discreción eterna y quedaron emplazados para que el experto fisteador, llenase el culo de Vicky hasta la banderilla.

En el apartamento, la fiesta estaba a punto de llegar al momento de su máximo apogeo: Vicky postrada en la cama sobre una sábana de látex, la grupa levantada, rebosante de mejunje lubricante y la cara enterrada entre los brazos, apoyada en el lecho. Nicole, con el brazo enfundado en un guante negro y embadurnado, el coño goteando y los ojos vidriosos por el morbo de lo que iba a hacer.

  • ¡Venga ya, cobarde, métemela de una puta vez!...

  • Tranqui, guarra. Estas cosas requieren su tiempo. En dos minutos estaré pellizcándote el intestino por dentro. ¡Ah!, espero que vengas limpia, porque te voy a sacar hasta la mierda de anteayer...

Esa noche el culo de Vicky acabó como un bebedero de patos. Primero fue Nicole, luego Vivienne y finalmente, Brody completó el primer round . La francesa vio que ese ojete tan distendido, aún podía dar más de sí e inicio la segunda vuelta, esta vez a dos manos. Ella forzó y lo consiguió, pero en cuanto Brody percibió una mueca de dolor en su amiga, paró esa barbarie. Vicky se cabreó: pasada de vueltas, ¡quería más!, pero su supuesta pareja, por una vez, fue taxativo y la fiesta, se acabó.

¿Se acabó?, ¡nooo!. El sexo a cuatro bandas, continuó, pero sin inserciones desbocadas. Sólo las penetró la polla del anfitrión, dedos a espuertas y lengua, mucha lengua... Con la tensión provocada por la nueva experiencia, el folleteo duró un buen rato, hasta que acabaron tan cansados, como relajados y ya duchados, compartieron sábanas limpias en la cama principal. Fue una noche memorable, algo para recordar.

También para Lucy que al llegar, se encontró con el percal: una cama embarrada de sustancias poco conocidas y algún pedete con cola, muy larga, por cierto. No quiso ni imaginarse lo que habían hecho su jefe y esas tres degeneradas... Tampoco tuvo que hacerlo. Al mediodía, Nicole se lo contó con pelos y señales. Recordando lo vivido, tuvo que hacerse un dedo frente a la pobre asistenta. Ella no se atrevió a darle una réplica tan descarada, pero aún así, se corrió. Primero allí, sin estridencias y en el baño del servicio luego, con un orgasmo mucho más cañero.

A punto de cumplirse el segundo aniversario de su convivencia de conveniencia, Brody ya se había hecho a la idea de dejar transcurrir su vida sentimental al lado de Vicky hasta que finalizase el tiempo acordado o incluso más allá, si ella se prestaba. Con esa mujer se lo pasaba de puta madre, sin complicaciones ni presiones sentimentales. Pero un día de mayo, todo cambió. Vicky le llamó a primera hora para preguntarle si pasaría esa noche en casa. Al confirmárselo, le pidió que estuviese presentable, porque quería invitar a cenar a alguien muy especial.

Llegó contento al apartamento. Su cimbrel, aún más: añoraba pasar una noche loca acompañados por alguno de los ligues interesantes y pasavolantes de su amiga. Últimamente, Vicky le tenía abandonado, no estaba demasiado por la labor y a él, le apetecía compartir un poco de marcha y un buen polvo con su compañera y quien fuera.

Le extrañó encontrarse la mesa puesta para tres en el comedor principal, con una de las vajillas finas y preparada para una ocasión de gala. Vicky no había llegado y aprovechó para saludar a Maria, la cocinera. Se la encontró acompañada de otra mujer uniformada de maestra de los fogones, a la que no conocía.

  • Caray, ¿qué se celebra hoy?.

  • ¡Hola Brody!. Vicky me ha pedido una cena especial, no sé más. Te presento a Bonnie. Necesitaba ayuda y Vicky lo ha arreglado. Es la subchef del Pierre's, ya sabes...

  • Buenas noches, Señor.

  • Brody, Bonnie, sólo Brody. Es un placer que cocines para nosotros esta noche.

  • Era mi día libre y la señorita Vicky, sabe ser muy convincente. ¡Ja, ja, ja!.

  • Buenas noches, ya hemos llegado...

  • Os dejo, voy a saludar a la anfitriona.

  • Hola, querida. Veo que vienes muy bien acompañada... Hola Timothy, me alegra de tenerte en casa. Hacía tiempo que no coincidíamos...

Le estrechó afectuosamente la mano, extrañado de que alguien tan estricto y conservador como él, se prestase a compartir una noche de sexo desenfadado a tres. Cuando iba a darle un piquito de bienvenida a Vicky, ella se apartó sutilmente y con una sonrisa, le besó en las mejillas. ¡Estaba claro que allí pasaba algo raro!.

  • Brody, te presento a mi novio. Creo que hace tiempo que os conocéis.

La cara del astuto negociador, ese que jugaba al póker cada día con los peores lobos de Wall Street sin despeinarse, era todo un poema. ¡Nunca se lo habría imaginado!. Vicky, la astuta bróker y lúbrica amante, liada con Timothy... Encima, ¡parecía que iban en serio!.

Después de un aperitivo en la terraza, se sentaron en la mesa y Maria les sirvió la cena. Una cena de nivel, en un entorno cuidado hasta el mínimo detalle. Acabados los preliminares, en los que sólo hablaron de trivialidades, mutuos conocidos y las frivolidades del momento, Vicky entró en materia:

  • Brody, sabes que para mí eres una persona muy especial. Por eso he querido que fueses el primero en conocer la relación que estamos tejiendo día a día Timothy y yo. ¡Estoy enamorada, Brody!. ¡Por primera vez en mi vida!. Ayer decidimos que queríamos compartir nuestras vidas. Eres el primero a quien se lo contamos...

  • ¡Felicidades!. A los dos. Timothy, te llevas a una gran mujer. Me la tendrás que cuidar mucho...

  • Brody, sólo nos conocemos de los negocios, pero te tengo por una buena persona. Intuía tus, llamémosles..., rarezas. Ahora que Vicky me lo ha contado todo, he visto que eres un crápula de mucho cuidado. No puedo, ni quiero, juzgarte...

  • Oye, Timothy...

  • Déjame acabar, por favor. Vicky me ha contado vuestra especial relación y lo que habéis vivido juntos. No tengo nada que recriminarle. Mucho menos a ti. Yo tengo otra manera de ver las cosas, pero lo que hagas con tu pene y con tu vida, no es cosa mía y como te he dicho, no soy nadie para juzgar nada. Lo que ha vivido Vicky contigo, es el pasado y ya no me importa.

  • Pues te tendría que importar. Ahora sabe latín y el francés y el griego se le dan de perlas... Eso, seguro que te da grandes alegrías...

  • No sigas por ahí, no te vamos a contar nuestras intimidades. Sé que lo vuestro ha sido algo meramente físico. Eso, no sé si me reconforta o me entristece, pero lo que sin duda me produce, es sana envidia o tal vez, no tan sana... ¡je, je, je!. No creo que sepa nunca disfrutar de la vida como vosotros... Lo que sí te garantizo, es que nadie, jamás, pase lo que pase, conocerá nada de eso por mi boca.

  • Te lo agradezco. Sé que eres un hombre de palabra. Podéis contar con la misma discreción por mi parte. Ahora, con las cartas sobre la mesa, contadme cómo ha sido lo vuestro y qué pensais hacer...

  • Antes quiero decirte algo.

  • Tú dirás, cari... Vicky.

  • Ayer decidimos con Timothy formalizar nuestra relación y ser una pareja, llamémosle... convencional. Así que, no más sexo con terceros. Pero le he pedido a mi novio un último desmán para cerrar una etapa de mi vida y... para despedirme de ti como te mereces...

  • Divaga mucho esta mujer. No me ha pedido nada. He sido yo el que le he dicho que debe pasar un último fin de semana contigo, para despedirte como  corresponde. Sólo le he puesto dos condiciones: debe ser antes de la pedida de mano y no quiero que me cuente nunca lo que hizo esos días.

  • Eres un tío generoso, Timothy. A lo mejor, acaba gustándote seguir ese camino y os convertís en una parejita liberal...

  • Calla, calla, ya he sido demasiado laxo con mis convicciones. Una vez y no más.

Vicky, la promiscua desmelenada, le contó que por primera vez en su vida, estaba perdidamente enamorada de alguien. Pensaba serle fiel, casarse y crear una familia. Timothy era el menor de los cuatro hermanos de una de las sagas míticas de la Costa Este, podridos de pasta y relacionados con lo más granado. Eso cumplía sobradamente las expectativas de la mujer, pero Brody sabía que decía la verdad: iba a dar el paso por amor.

A pesar de que los celos corroían a Timothy un poco más cada día que pasaba y se acercaba el fatídico fin de semana, se lo tomaba con caballerosidad. Vicky y Brody, más bien contando las horas para que llegase. Viajaron a Malibú en ese avión que tan buenos recuerdos les traía. Brody arregló que el turno de la inefable Cintya, coincidiese con el viaje y todo fue un gran desmadre. El novio cornudo, no entendió como se les había ocurrido ir a California para un fin de semana. ¡Veinte horas encerrados en un avión!. A la vuelta, se lo comentó a Vicky de pasada. Ella, con el culo prieto y el clítoris escocido, le miró cariñosamente, se rió con ganas y le besó.

Faltaba poco para el verano y Brody se había quedado sin compañera. Decidió rememorar los viejos tiempos y organizó las vacaciones como en sus primeros años: descubriría nuevas cosas del viejo continente, se regodearía escudriñando las intimidades de esas chicas tan poco pudorosas y haría nuevas amistades entre sus gentes más liberales. Nada de lujos excesivos: iban a ser unas vacaciones catárticas.

¡Vaya si lo fueron!... Dejó su avión en el hangar y tomó un vuelo comercial a Roma. Había estado en Italia varias veces, pero nunca para "cazar" imágenes y sensaciones, de esas con las que él tanto disfrutaba y compartir libertinaje con los hijos de la " dolce vita ".

Los amigos de unos amigos, le invitaron una noche a una fiesta privada de altos vuelos. La hacían en un viejo palazzo , cerca del Partenón. Destartalado por fuera, pero dentro todo era glamour: mesas cubiertas por preciosos manteles antiguos, repletas de exquisitas viandas y bebidas exclusivas, pinturas clásicas de primer nivel que bien podían formar parte de las colecciones de cualquier museo de prestigio, colgadas por doquier,...

Pero el autentico lujo, eran los invitados. No todos los hombres tenían cuerpo de gimnasta, pero tenían ese algo que los hacía atractivos. Vestían a la última, con un estudiado estilismo. Se notaba a la legua que se cuidaban, que querían gustar y sobre todo, gustarse. Ya fuese con una impoluta chaqueta entallada de lino salvaje o una simple camiseta, destilaban elegancia por los cuatro costados. Él, con su polo del caballito, los chinos color arena y la clásica chaqueta azul de lana fría, obra de su sastre, tan caro, como convencional, cantaba un poco entre tanto italiano fashionetti .

Las mujeres... ¡Oh la la, las mujeres!. Allí no había ninguna que no fuese interesante. La mayoría tenían un cuerpo escultural. Había quien destacaba por su personalidad arrolladora o la simpatía arrebatadora. Todas cultas, hablaban su idioma y como ellos, formaban parte de la gente guapa y liberal de la noche romana.

Brody se recreaba viendo los looks de las chicas. Como bien sabía, las italianas era más de escote que de piernas, aunque a la hora de escoger falda o vestido, ninguna se olvidó comprobar antes de salir de casa que le hiciese un culo resultón. La mayoría eran jóvenes en la treintena. Unas cuantas, eran auténticas madonnas . Esas eran las que mostraban sus encantos con mayor generosidad.

Se quedó embobado escudriñando el escote insondable de una preciosa mujer, ataviada con un lujoso traje chaqueta de falda corta, muy corta y americana cruzada, abotonada por un solo punto, a la altura del ombligo. Debía tener unos cuarenta y cinco años, pero era un auténtico bellezón y el desparpajo con que mostraba su anatomía, le añadía un  toque de transgresión. Sus generosas tetas, junto a la ausencia de sujetador, atraían muchas miradas. Sin duda, encajaba con las cosas que hacían gozar a Brody.

No podía apartar la vista de esos magníficos pechos, era más fuerte que él. La verga se le estaba empezando a encabritar y aunque esa fiesta fuese un tanto libertina, no era una party liberal donde el sexo explícito estuviese bien visto... Iba a refugiarse en una de las barras, cuando le abordó una mujer despampanante, de una belleza inequívoca, pero singular:

  • Qué, ¿mirándole las tetas a Virna?. Las tiene operadas, aunque no le han quedado mal... Si te gustan las delanteras, mira la mía, tengo un par de pechos preciosos y todo natural...

  • Cierto, tienes un busto que es un primor. Además con este vestido, se puede apreciar en toda su valía... Me llamo Brody. Soy americano. ¿Tú...?.

  • Caterina, cariño, Caterina. Sabía de ti, pero no te hacía tan guapo y desenvuelto. Giacomo ya me habló de ti hace unos años. Me contó las locuras que hicisteis juntos ese verano en Budapest. Al parecer él, sus amigos y tú compartís gustos... singulares.

  • Giacomo... Un gran tipo. ¡Qué días pasamos con su cuadrilla italiana y una amiga mía francesa!.

  • ¡Menudos crápulas estáis hechos!. Eso sí, te he de agradecer el magnífico polvo que me pegué con él esa noche. Escuchar vuestras historias, me dejó el coño ancho y tuve que exigirle un desagravio, ¡ja, ja, ja!...

La tal Caterina, era una mujer especial. Tenía el cuerpo de una top model y vestía con la desinhibición de las que saben que se lo pueden permitir todo. Esa noche, llevaba un vestido cortísimo, de strass centelleante, sin espalda, con el escote a ras de la raja del culo o tal vez, un dedo más abajo. Por delante, le cubría hasta el cuello, pero por los laterales, le afloraban los senos sin restricciones. Esponjosos, tersos, morenos y levantados, de pezones macizos y areola breve: preciosos.

Poco importaba que tuviese un rostro difícil, vamos, una cara que sin ser fea, no tenía una simetría helénica. Lo suplía con ese cuerpo maravilloso, proporcionado y musculado en su punto justo. La inagotable seguridad en sí misma y su innata elegancia, era la guinda que coronaba ese pastel tan apetitoso.

  • ¿Te gustan?.

  • Lo que veo y es bastante, me parece precioso. Me gustan las mujeres que saben mostrar sus encantos...

  • ¡Ja, ja, ja!, ya me habían dicho que eres un voyeur consumado. Veo que hoy, aún sin pretenderlo, he acertado con el vestuario: Con tres prendas me han bastado...

  • Lástima, pensaba que una mujer como tú, con dos tenía suficiente...

  • No querrás que vaya con un pie descalzo, querido...

  • ¡Aaahhh!, es que había malinterpretado tus palabras. Veo que eres de las mías.

  • Compruébalo por ti mismo. No os lo he puesto muy difícil...

Brody, con la polla tiesa, se pegó a su cuerpo, la besó y sin cortarse un pelo, separó la tela del vestido a la altura dónde la espalda pierde su nombre y buscó las mejores vistas. Las encontró: dos duras nalgas, partidas por una raja insondable, sin nada que entorpeciese la vista del bronceado uniforme de su piel. ¡Qué maravilla!.

  • Déjame ver que tienes delante, guarrilla...

  • Para eso tendría que desnudarme y aquí delante, con toda esa gente, no me apetece. Luego todo son habladurías... ¿Por qué no te vienes a casa y pasamos la noche juntos?. Giacomo me contó que follas muy bien y me gustaría probar... No te decepcionaré. Soy una mujer muy ardiente y experimentada. ¡Y un poco guarra, ja, ja, ja!...

  • Ya estamos tardando en salir. Mira cómo me tienes...

  • ¡Hombres!...

Hacer el amor con Caterina, es un placer difícil de imaginar si no se experimenta en propia carne. El sexo la perdía y compartía su cuerpo sin restricción alguna. No era una ninfómana, pero necesitaba follar, tanto como comer. El que además fuese una exhibicionista compulsiva, hizo que Brody y ella se compenetrasen maravillosamente, cerrando cualquier resquicio en su relación.

Por si esto fuese poco, había sido educada en un entorno abiertamente liberal. Su padre, un afamado director de cine, protagonista de las noches romanas más libertinas y públicamente bisexual, pocas restricciones le había impuesto. De hecho, cuando creyó que ya era suficientemente mujer, incluso le recomendaba amantes o movía los hilos para que a pesar de ser aún menor de edad, la invitasen a alguna fiesta loca de la gente del mundo de la farándula.

Su madre, una de las sorelle herederas del patriarca de una firma automovilística piamontesa, la había malcriado desde pequeña, dándole todos los caprichos y sin imponerle más tarde los límites imprescindibles en toda adolescente. Sabía que su marido le permitía, si no incitaba, a gozar de su cuerpo sin cortapisas. Ella pensaba que aún era muy joven y no lo veía bien. El día que decidió hablar con su hija sobre su precocidad sexual y pedirle un poco de mesura, su respuesta la descolocó tanto, que no volvió a tocar nunca más el tema. Así creció Caterina...

Si además, a pesar de estar casados por la iglesia católica, apostólica y romana, sus padres coincidían menos de una semana al mes y cuando uno no estaba, desfilaban por su casa una surtida retahíla de amantes del otro, no es de extrañar que para ella, eso acabase siendo lo normal en una pareja. De adulta, seguía sin entender que una relación no fuese algo abierto, ambos con plena libertad para disfrutar del sexo con quien les apeteciese. Uno de sus novios de juventud, le enseñó que enrollarse juntos con un tercero, aún era más placentero...

En ese entorno, Caterina maduró sexualmente y como persona muy pronto. A los trece años tuvo su primera relación, ¡con una amigo de su padre!. Desde entonces, poco a poco, el sexo pasó a ser un capítulo trascendental en su vida. Al cumplir la mayoría de edad, ya era una excelente amante y tenía un amplio elenco de "amigos" y no pocas "amigas", con los que compartía su gusto por el sexo en toda su amplitud.

Una de sus amigas, bastante mayor que ella, le descubrió el placer de excitar a sus coetáneos, exhibiéndose para ellos, ya fuese explícitamente, o como un descuido imperdonable, dependiendo del momento, las circunstancias y de quién fuese el agraciado observador. A partir de ese día, fue algo que cultivó, la hizo gozar mucho en la vida y dio pie a que acabase enrollándose con Brody.

Porque eso fue lo que pasó. Vivieron una noche de desenfreno en el magnífico piso en que vivía. Antiguo y ubicado en la zona bohemia más exclusiva del barrio o rione Monti, a cuatro pasos del Coliseo. Se gustaron, no solo por la inolvidable experiencia física que compartieron, es que... hubo algo más. Al despertarse por la mañana, repitieron y acabaron prendados uno del otro. Todo un flechazo de película...

Se bañaron juntos en la vieja bañera de hierro forjado de la sala de baño colindante y cuando Brody iba a vestirse para ir a desayunar, la dulce italiana, le sorprendió un poco más:

  • ¿Por qué te vistes?. Me habían dicho que te gusta ir desnudo...

  • Ya, pero estoy en tu casa, no sé quien voy a encontrarme o si puede incomodarte a ti o al servicio...

  • Toma una toalla para sentarte y haz como yo, tontorrón.

Tan vestidos como durmieron, aunque más aseados, recorrieron el largo pasillo de ese inmenso piso que más que una vivienda, parecía un museo. Al llegar a una sala anexa a la cocina, el invitado se encontró con una nueva sorpresa: en una mesa de roble toscano, estaba sentada una adolescente, bella como una vestal y cubierta sólo por una bata de seda que llevaba abierta, con absoluta indolencia.

Una señora oronda, de cara amable y con uniforme de cocinera, la atendía con el cariño y la proximidad propias de quien comparte la vida familiar desde hace mucho tiempo. Verles llegar en pelota picada y sentarse a la mesa tal cual, ni la alteró, ni le causó extrañeza. A la chica que desayunaba con buen apetito, aún menos.

  • Buenos días, Cosima. Hola, cariño. ¿Qué nos has preparado hoy para desayunar?.

- Signora , he hecho zumo de naranja, fruta y unas galletas piamontesas, de esas que a usted tanto le gustan. Si desea otra cosa... La Signorina , me ha pedido quesos y fiambres, está en edad de crecer y de merecer... Tiene mortadella de casa, si lo desea. ¿Tal vez il Signore quiera algo más consistente?.

  • Os presento a Brody, un amigo y a partir de hoy, un amante muy querido. Brody, ella es Melinda, mi hija. Es más lista y mucho más guapa que yo. Lo primero te lo digo yo y no por ser su madre. Lo segundo, lo tienes bien a la vista...

Cosima rió por lo bajín. ¡Menuda familia!. Brody, se sentó rápidamente y ahora sí, las tres rieron por su azoramiento y es que su cipote, no entendía de sutilezas...

Caterina se quedó preñada en una de sus épocas de mayor actividad sexual y nunca supo a ciencia cierta quién era el padre de su hija Melinda, ni tuvo interés alguno en averiguarlo. Quiso educarla sola y como la hipocresía no iba con ella, nunca le escondió cómo vivía su sexualidad y lo mucho que lo disfrutaba.

Melinda es una joven tan ardiente como ella, si no más, pero mucho más reflexiva y perseverante. No quería tener relaciones sexuales completas hasta encontrar al amor de su vida, pero había heredado de su madre, desde muy joven, el placer por exhibir sus encantos. Cuando Brody las conoció, ya había pasado de ser una buena alumna, a una consumada maestra en ese arte.

Esta es la Caterina de la que se enamoró Brody perdidamente. Eran dos almas gemelas que se complementaban a la perfección. Con su hija Melinda, también, pero eso era harina de otro costal. Lo que empezó como una noche de alocada pasión, acabó en romance real. Desde ese día, pasaron todas las horas de las vacaciones juntos, casi siempre acompañados de Melinda.

Durante los días que quedaban de la semana, recorrieron el norte de Italia en el potente y exclusivo deportivo de Caterina, obra de la factoría familiar. No era un vehículo cómodo, pero conducir ese 2+2 por las reviradas carreteras de la Toscana o el Piemonte, era una experiencia inigualable. Se amaron cada noche, cada mañana y... bastantes veces más. Alquilaron las mejores habitaciones en las residencias rurales más íntimas y exclusivas o en lujosos Relais Chateaux y ella le enseñó lo mejor de su tierra y... de su cuerpo.

Caterina era una conductora experimentada, amante de la velocidad. Disfrutaba manejando el deportivo, ataviada con una de sus faldas mínimas, mostrando a su nueva pareja los prominentes labios de su sexo, riéndose de las brutales erecciones que le provocaba. Lo comentaba con su hija en italiano, señalándole el bulto del pantalón del copiloto y las dos compartían las risas con una envidiable complicidad materno-filial.

Melinda no le iba a la zaga y Brody conoció sus interioridades desde el primer día.  No era de extrañar, esa adolescente desvergonzada, sólo usaba bragas cuando le venía la regla. Ella misma se lo contó, la primera vez que le pilló mirándole el bollo. Brody alucinó, pero su polla, se enderezó. El segundo día de viaje, descubrió una nueva faceta en esa adolescente. A la primera que se quedaron solos un momento, le cogió por banda:

  • Oye Brody, me caes de puta madre. ¡Que lo sepas!. Veo que mamá y tú os entendéis. Ella es una tía cojonuda. Tengo mucha complicidad con ella y me lo cuenta todo. Desde siempre, tiene sus necesidades cubiertas, vamos que folla todo lo que quiere, pero contigo es otra cosa. ¡Se ha enamorado de ti, cabronazo!...

  • Yo...

  • Sí, ya lo sé, tu también. Veo como os miráis, como deseáis haceros el amor a todas horas... Lo que quiero decirte, es que no la defraudes. Y a mí tampoco, ¿vale?. Parece una tía dura, pero es muy sensible y sufriría mucho. Tú, ella y yo, podemos llegar a algo bueno para los tres.

  • Eres una chica muy especial, Melinda. Nunca he conocido a nadie de tu edad tan maduro como tú. No sé que nos deparará el futuro, pero lo que estamos viviendo, es maravilloso. Creo que ella piensa lo mismo... Por mí, no será, te lo prometo.

  • Me ha gustado mucho oír eso, Brody. Has de saber que yo voy en el lote, para todo, entiendes...

  • No, no te entiendo. Mejor dicho, no te quiero entender...

  • ¡No pienses mal, coño!. Mira que sois retorcidos los tíos, ¡siempre pensando con la polla, joder!. A ti te gusta mirar, vernos nuestras intimidades, que nos exhibamos hasta el límite aceptable, descubrir de lo que somos capaces... ¡Eres un cacho voyeur de la ostia!, ¿o no?.

  • ¡Sssííí, sssííí!. Soy así. A ti y a tu madre, no puedo mentiros Además, a ella no le disgusta...

  • ¡Claro que no!, a ella le encanta exhibirse. Y a mí... también.

  • Ya lo he visto, pero eres muy joven para flirtear así con el sexo. ¿Crees que estás preparada para entrar en ese mundo?. Mejor empiezas por algo más convencional...

  • A mí, me puedes mirar cuanto quieras y como quieras. Es más, te lo voy a poner a huevo siempre que pueda. No sabes la de buenos orgasmos que me vienen, cuando me casco un dedote pensando en cómo te lo enseño todo...

  • ¡Joder con la niña!...

  • Déjame acabar. Mirar, lo que quieras, ya te lo he dicho. Tocar, ni de coña. Para eso ya tienes a mamá. Por cierto, bajad un poco el volumen, ayer no me dejasteis dormir y me ha quedado el coño escocido de tanto dedo...

Pero la cosa con Melinda, no acaba aquí, ¡esa chica es única!. La última noche que pasaron en Italia, durmieron en una antigua abadía, reacondicionada como un pequeño y exclusivo hotelito, rodeado de olivos y vides. En un anexo de nueva construcción, tenían una piscina y otras instalaciones balnearias, aprovechando una fuente de agua termal de la propiedad. Llegaron a media tarde y Caterina y Brody se encerraron enseguida en su habitación. Era la hora de la merienda y tenían pendiente una sabrosa comidita...

En medio de un apoteósico sesenta y nueve, embarrados uno y otro con los jarabes de su amante, empezó a sonar el teléfono de la habitación. Pasaron de él, pero insistían una vez tras otra y a la cuarta, Caterina contestó cabreada. No era de extrañar, estaba a punto de correrse con la lengua de Brody lamiéndole el coño por dentro y dos dedos trabajándole el ojete con maestría...

  • ¡Diga!.

- Signora ,  perdone que la molestemos, pero su hija se está bañando desnuda...

  • ¿Y?...

  • Hay otros huéspedes..., las normas..., comprenderá usted que... Además, creímos que debía saberlo. La hemos reprendido, pero nos ha dicho que suele nadar así... Seguro que usted querrá tomar cartas en el asunto...

  • Mire, mi amante me estaba comiendo la fica divinamente. Tengo la patatina ardiendo, así que deje de tocármela por ese stonzaggine y permítame que me corra a gusto. En cuanto acabemos y me lave un poco, bajo.

  • beep.../...beep.../...beep...

  • Vamos mamón, acaba de comerme la patatina , mientras yo te dejo seco...

Ellos dos se metieron bajo el agua de la ducha. Una con el buche lleno de leche de macho, el otro con la cara empapada de elixires femeninos. Los dos, satisfechos tras un buen orgasmo. Entre tanto, el gerente del establecimiento, seguía parado como un pasmarote, frente a la centralita. Es como se lo encontró Caterina al bajar a recepción, envuelta en un albornoz.

  • La piscina, por favor.

  • ¡Claro, Signora !, acompáñame, por favor y disculpe si...

  • Olvídelo.

Llegaron a la zona termal. A esa hora ya no quedaba casi nadie, sólo su hija y una pareja extranjera de mediana edad. Al verla, Melinda salió del agua corriendo a saludar a su madre. El pobre gerente, se dio la vuelta expeditado, para coger un albornoz con que cubrir el cuerpo de esa impúdica joven desvergonzada. Al volverse, se encontró un par más de tetas a la altura de los ojos y un pubis pelón más abajo. ¡Eran las de la madre!.

- Signora , por favor. ¡No teníamos suficiente con la hija, que ahora la madre también ha perdido el bañador!. Mire, este es un establecimiento serio y si los señores protestan, tendremos un problemón...

  • Eso, déjemelo a mí.

Eran una parejita rubia, pecosa, de un blanco lechoso. Seguramente nórdicos o centroeuropeos y a esos, el desnudo, en general, les importa un huevo. Caterina se dirigió a ellos en alemán. Casi acertó.

  • Oíd, este señor no ve bien que mi hija y yo nos bañemos como hacemos siempre, porque cree que podemos molestaros. ¿Qué opináis?.

Contestó la chica en un alemán aceptable, aunque claramente se veía que no era su lengua materna. Eran holandeses.

  • Por nosotros, no lo hagan. Si no fuese por el cartel de la puerta, hubiésemos hecho lo mismo. Es mucho más cómodo y agradable no llevar ropa mojada...

  • Pues que no se diga. Aquí tenemos al Señor gerente y ahora mismo nos va a autorizar. ¿A que sí?.

  • Me pone en un compromiso. Es usted una desconsiderada. ¡Hagan lo que quieran!. Voy a cerrar el spa. Ya me llamarán cuando quieran salir.

  • Gracias, es usted tan comprensivo, como elegante. Todo un cavaliere ...

Para Brody, las novedades del día, no habían acabado. Después de cenar, se quedaron remoloneando un poco en la cama, leyendo, hablando, tocándose, besándose,... Estirados sobre la bajera, Caterina masturbaba lentamente a Brody mientras él leía un clásico de la estrategia con dos mil quinientos años de historia. "El Arte de la Guerra", de  Sun Tzu. Pensaba que si había inspirado a gente como Napoleón, Mao Tse Tung o el propio Maquiavelo, seguro que le sería de utilidad en su despiadado mundo de los negocios...

  • Acaba pronto, querido. Quiero que me acaricies un poquito...

  • Cinco minutos, preciosa. Concluyo el libro quinto y soy todo tuyo. Versa sobre el uso de la fuerza y cuenta cosas muy interesantes. No sigas así, me vas a vaciar las pelotas y esta noche quiero rellenarte tu culito de leche espesa...

  • Hola, mamá. Hola Brody...

  • ¡Pero niña, que haces aquí!. ¿Cómo has entrado?. No ves que estamos... Quita la pierna para podernos cubrir con la sábana, Caterina.

  • Déjalo, cariño. No pasa nada...

  • Pero es tu hija... ¿Has visto como estoy?...

  • No pasa nada, ya te lo he dicho. A ella le gustará vernos hacer el amor y a mí..., que nos mire. Así aprende y de pasada, se hace un dedito que le sabrá a gloria... Esta noche le he prometido que la dejaría pasar. Por esto le he dado mi llave.

  • Estáis locas las dos... ¡Que es tu hija, coño!.

  • Por eso mismo, déjalo en mis manos. Tú, a lo nuestro. ¿No ves cómo se te está quedando la cosita, cariño?. Anda, magréame un poco las tetas, a ver si se te vuelve a poner hermosa...

Melinda se quitó la bata y tan desnuda como ellos, le pidió a Brody que le hiciese sitio en la cama y se estiró a su lado. Caterina sonreía a su hijita mientras volvía a tomar el bálano de su amante y continuaba con su cadencioso sube y baja. A Brody, tener a esa adolescente a su lado, con las tetitas mirando al cielo y las piernas separadas, fregoteándose la vulva con sus dedos, le estaba llevando al cielo.

La chica veía que a ese hombre le costaba decidirse a mirarla directamente. El pobre debía estar cortado, a muchos les pasaba cuando veían su desparpajo. Decidió que debía tomar cartas en el asunto:

  • Brody... Mírame el coño, hombre. ¿No ves que me excita mucho y me corro más fuerte?. Dame ese gusto, no te cortes joder, ¡a tu edad ya no!.

  • Melinda es que eres tan joven... Y más con tu madre delante, tocándomela delante tuyo...

  • Deja de decir chorradas. No me vas a follar, para eso ya la tienes a ella. A mí, sólo mírame gozar... Y tú mamá, deja de tocarle el pene. Chúpaselo un poco y móntalo de una vez. He venido para aprender y pajas ya sé hacer. Me cuesta reconocerte, tan modosita...

Caterina se rió con las ocurrencias de su hija, pero se amorró al pilón y sin apartar su mirada sonriente de los ojos de la adolescente, empezó una de sus mágicas mamadas. Brody acabó haciéndole caso a la joven Melinda y se centró en observar como los dedos de la joven acariciaban los labios de la apetitosa vulva de esa desvergonzada. Sabía muy bien lo que tenía que hacer para darse placer.

Los dos amantes enterraron los prejuicios y se dedicaron en cuerpo y alma al fornicio. Si ella tocaba el trombón, él le comió el bombón y hurgó en ese ano tan tragón. Al poco, dejaron los preámbulos a un lado y Caterina lo montó como sólo sabe hacerlo una amazona experta. Ella misma se la introdujo en la raja que le partía en dos el chocho y empezó a cabalgar a su montura con ansias mal contenidas.

Melinda no perdía de vista el punto en que el chochito maternal acogía con complacencia la verga de su pareja. Le encantaba ver cómo rezumaba esa mezcla de licores sexuales del coño de la mujer que la parió. Acompasaba los embates a sus genitales con la cadencia de los golpes de cadera de Brody, incrustando la tranca hasta lo más hondo de su madre. Siguió dándole duro, hasta que la más joven tomó cartas en el asunto. En el coito, vamos.

  • Brody, Brody, dale con todo a mamá. ¡Haz que se corra!. Yo ya no puedo aguantar mucho más y quiero que nos vengamos juntas.

Su madre la tomó de la mano que no usaba para darse placer, se la apretó con fuerza y se concentró en su orgasmo. El endiablado mete-saca de su copulador, hizo el resto. La fogosa madonna no pudo contenerse por más tiempo y se vació entre gozosos estertores y bufidos desenfrenados. Su hijita, la acompañó...

  • ¡Buuufff, buuufff!, qué bueno, cariño!. ¡A que folla bien mi hombre!. ¡Qué polvazo, madre mía!. ¿Tú también te has venido a gusto, hija?...

No hubo respuesta. La niña se había quedado traspuesta... Al cabo de unos minutos, todos volvieron a la realidad.

  • Mamá, ha sido algo bárbaro. Veros follar tan a gusto, me ha llevado al paraíso. No tengo dudas: acabo de tener el mejor orgasmo de mi vida... por el momento... Pero mira el pobre Brody, nos lo ha dado todo y él aún no se ha corrido. ¡Tienes que sacarle el succo !. Y... yo quiero verlo...

  • ¡Cómo eres hija!...

Brody ya había aprendido que entre esas dos locas libertinas, tenía poco que hacer y mucho por gozar, así que... carpe diem . Aún la tenía envainada, bien trempada, en ese coño tan gustoso. Caterina lo descabalgó y se amorró a comerle la pija con fruición. Todavía chorreaba los fluidos de sus propias entrañas y eso la estimuló. Más tranquila, Melinda se arrodilló a un palmo del badajo, para ver el arte felatorio de su madre y de paso, el pollón de su amante...

Tal vez se puso así por comodidad, pero lo cierto es que le mostraba a Brody el coñito abierto y rezumante y más arriba, los anillos del ojete, todo en primer plano. Ver esas maravillas, sin duda, le aumentó la dureza del capullo. Caterina lo apreció, arremetió con más ganas y a base de lengua, labios y el buen hacer del paladar, logró una erupción tan placentera, como abundante.

  • Melinda, mira, mira, ya le viene.

  • ¡Ooohhh, ooohhh, cómo sale!. ¡Qué fuerza!. ¿Tiene mucha lefa, mamá?.

  • ¡Mmmmmm, mmmmmm!. Es un buen semental, mi niña...

  • Te gusta, eh mamá. A mí también. ¡Quiero que os hagáis novios!.

Brody, el voyeur recalcitrante, el libertino contumaz, con esas dos, se sentía sobrepasado. Nunca había conocido a dos mujeres con menos tabús. La más joven era la más desvergonzada, ni tan sólo conocía lo que era el pudor. Sin embargo, a sus catorce años, era más madura que la mayoría de personas hechas y derechas. Era capaz de hacerse una paja a la vista del novio de su madre mientras ella se lo follaba, pero tenía muy claro que no perdería la virginidad hasta que encontrase a su príncipe azul. Podía enseñar el coño en medio de la calle o ir habitualmente sin ropa interior, pero si la tocaba algún chico sin su consentimiento un poco más allá de lo admisible, montaba la de Dios es Cristo. ¡Qué mujer!...

El pobre, estaba perdidamente enamorado de esa italiana maravillosa, pero su hija aún le tenía más loquito. Se dio cuenta que la amaba como a una hija y quería educarla como tal, pero a la vez, le excitaba como ninguna mujer lo había hecho nunca. Lo peor, es que se daba cuenta de que ella lo sabía y no sólo no le importaba, ¡es que lo agradecía!... Para más cachondeo, su madre estaba al caso y... lo bendecía...

XI.-        A la hija le gusta enseñar y su madre, sin tocar, le invita a mirar.

Esa noche, mientras Caterina soltaba elegantes ronquidos a su lado, él reflexionaba sobre lo vivido con esa mujer y su hija y algunas cosas más. Al final llegó a una conclusión que no por obvia, era menos trascendente: O se separaba de ellas cuanto antes, o las aceptaba como eran y la cosa iba más allá de una relación sexual entre amigos. Tenía muy claro que con esas dos, no tenía cabida un punto medio. Desde el primer día, sabía lo que quería y sus sesudas reflexiones eran sólo una escusa para convencerse que hacía lo adecuado. ¡Madre e hija, le habían sorbido el seso!. Cuando estuviesen relajados, tomando el sol en las playas de Eivissa, hablaría con ella.

La mañana siguiente, le despertó un agradable cosquilleo en el bajo vientre. Sin eufemismos: ¡Caterina se la estaba comiendo de vicio!...

  • ¿Otra vez?. ¿Pero es que tú no te cansas nunca?.

  • Es nuestra última mañana en mi tierra. ¿No querrás irte sin un buen polvo de despedida?. Con respecto a lo segundo... has podido ver que estoy en forma, tengo buen fondo y me encanta el sexo, de todo, variado y a menudo. Así que ya te puedes espabilar, porque soy muy exigente y si no me bastas, a lo mejor tendré que buscarme complementos dietéticos...

  • No soy celoso, querida. ¿Y tú?.

  • Para nada.

  • ¡Cada día me gustas más!. Venga, vayamos acabando que el avión a Eivissa sale a las doce y media de Malpensa y el aeropuerto de Milán, nos queda a dos buenas horas y media de coche.

  • Ponle una y media, estamos a menos de doscientos kilómetros...

  • Ya, ya, de reviradas carreteritas de montaña... Sólo hay autopista la última mitad. Además, volamos en una de esas compañías que llaman de Low Cost . Es la única que tenía vuelo directo. A ver que nos hacen, yo nunca he volado en una de esas. Normalmente... Déjalo, ya te lo contaré otro día...

  • No me hagas reír. Giacomo me lo ha contado todo de ti, capullo. Normalmente vuelas en tu propio avión, ¿no?. ¡Pues podías haber venido en él!...

  • Es que este verano...

  • Déjalo ya, tontorrón y métemela de una puta vez. No nos queda mucho tiempo...

Pasaron la última semana de vacaciones en Eivissa. Un buen amigo, nieto de los Kennedy, le había recomendado vivamente que hablase con Matthias de su parte y le alquilase la isla de Tagomago. Alojarse en la única villa de la isla era algo único. Él y su pareja, una conocida folclórica española, la gestionaban por cuenta de la interesadamente desconocida propiedad real y algo podrían hacer. Al final, como habían decidido ir a Eivissa sobre la marcha, no pudo ser. A pesar de los buenos contactos, para esos días, la tenían reservada desde hacía meses.

Descartaron alquilar un barco, ambas padecían mal de mar, o al menos es lo que le dijeron, así que tuvieron que conformarse con un pequeño loft de casi cuatrocientos metros cuadrados en la parte alta de la ciudad vieja, el Dalt Vila. Eso sí, terrazas con vistas increíbles sobre la ciudadela y el puerto, no le faltaban. Tendidas sobre sus tumbonas, esos días, madre e hija alegraron la vista a muchos. A pesar de que a algunos, comenzando por el servicio, les violentase ver tres cuerpos tostándose al sol en porretes o dándose el lote bajo su ventana, nada dijeron: ¡Era Eivissa y los turistas ricos, el maná prometido!.

Durante esa semana, Brody consolidó su relación con Caterina y descubrió que quería compartir lo que le quedase de vida con ella y con su hija Melinda. Se entendían a la perfección, en la cama y en la vida. Con Melinda... era más complicado, pero estaba convencido que sabría encontrar el equilibrio entre el deseo sexual y su rol de padre, aunque fuese postizo. Él tal vez no fuese capaz, pero Melinda lo conseguiría.

Pasaron unos días maravillosos: playa, fiestas, viejos conocidos, excusión a Formentera..., noches de sexo sublime y largas conversaciones, cargadas de arrumacos y besos de amor apasionado. Ver como sus mujeres llegaban a la arena de Es Cavallet o Cala Tarida y disfrutaban sacándose la única pieza que cubría su cuerpo, ante la atenta mirada de muchos ojos, para Brody era lo más. Tenía que estirarse boca abajo de inmediato, como en sus primeros veranos al natural, si no quería dar la nota.

Una noche decidieron visitar alguna de las macro discotecas pijas de la isla con otra pareja, conocida de Brody de hacía años. Melinda les dijo que por ella no se preocupasen, que se quedaría en el apartamento. A su madre le extrañó, pero cuando le guiñó el ojito, se encogió de hombros, se rió y con un "tú sabrás", se marchó cogida al brazo de Brody.

Primero tomaron unos combinados en el Mambo, el bar de copas de siempre del puerto. Les gustaba comer bien, así que cenaron en un pequeño restaurante "de toda la vida" que conocía de anteriores viajes. Tranquilo, sencillo, pero con un pescado excelente, servido por el propietario y cocinado por su señora. Después a Pachá. Les trataron como los VIP que eran y en un reservado, confraternizaron con artistas conocidos, deportistas y empresarios o políticos. Algunos sacaban pecho y buscaban cámara, otros no tenían ningún interés en salir fotografiados en el papel couché con sus circunstanciales acompañantes de esa noche.

Brody es mucho Brody y a la media hora ya estaba convenciendo al vicepresidente de uno de los grandes bancos españoles de que él tenía el edificio que necesitaban para su sede corporativa en la Gran Manzana. Insistió en que podía contar con la comisión por intermediación habitual, pagable en donde mejor le conviniese y a favor de quien él dijese. El hombre se levantó de la mesa con su acompañante muy cabreada, pero con una oferta escrita en el reverso de la carta de cócteles, firmada de puño y letra por el magnate y una cita formal en sus oficinas de NY para el tres de setiembre, a las once de la mañana, hora de la costa este. Si estaba donde estaba, es porque aparte de trabajar duro, nunca dejaba nada al azar.

Entre tanto, Caterina y su nueva amiga, lo daban todo bailando en la pista central. Se les echó encima la hora de la fiesta de la espuma, un clásico del lugar en aquellos tiempos. Cuando Caterina vio que algunas jovencitas se despojaban de las camisetas y se echaban de cabeza al bollo con las tetas al viento, ella y su amiga, no quisieron ser menos. Lo que no pensó o no le importó, es que ella llevaba un escueto trapito de Gucci por toda vestimenta y su compañera, poco más. Llamaron a una de las chicas de la sala y ante su pasmo, le pidieron que les guardase la ropa. Antes de que pudiese facilitarles unas braguitas desechables, estaban magreándose bajo la gruesa capa de espuma con cualquiera que estuviese en su radio de acción.

Sin duda dieron la nota, pero siendo el sitio que era, en verano, extrajeras alocadas y con pasta larga... Al bajar la espuma, les rieron la gracia, les acercaron unas batas y a por otra. Conocedores de sus gustos, la pareja amiga les propuso acabar la noche en el Liberty, un local swinger en Port des Torrent, cerca de Sant Antoni. Hacía poco que lo habían inaugurado y aún así, la gente del ambiente, sólo comentaba de él cosas buenas.

  • Si a ti te apetece, por mí no te cortes. ¡No será mi primera vez!.

  • Está al otro lado de la isla, no son muchos quilómetros,... no sé... ¿Te lo quieres montar con ellos?, o... buscar algún tío bueno con un rabo XXL o una chica jovencita, muy, muy  mala... A mí me encantará mirarte, ya lo sabes. También puedo participar. Aunque este mediodía me has dejado para el arrastre, algo podré hacer...

  • Pero tú, ¿quieres o no?. Yo, si voy es por ti, pero si pensase exclusivamente en mí, prefiero pasar la noche sólo contigo... Ya tendremos tiempo de hacer locuras, pero estos días, te quiero sólo para mí.

  • Yo deseo lo mismo, cariño. No me atrevía a decírtelo, por si te coartaba. Con lo salida y promiscua que eres...

  • Somos unos idiotas. A partir de ahora, tú y yo nos diremos las cosas sin embudos ni suposiciones. Sabes que soy una mujer muy liberal y comprensiva. A la cara y de frente, sea lo que sea. ¿Prometido?.

  • Prometido.

Se besaron, se despidieron de sus amigos, alegando un cansancio paralizante y volvieron andando al apartamento cogiditos de la cintura. Tuvieron que pararse a preguntar un par de veces y a besarse, unas cuantas más. Al fin llegaron. Les abrió el ama de llaves. Fregándose las manos nerviosa, se dirigió a Caterina:

  • Señora, su hija...

  • ¿Le ha pasado algo?. ¿Ha sufrido un accidente?...

  • No, no... es qué... está en la cama con la joven rusa del apartamento de abajo...

  • ¿Y?...

  • Es qué, Señora... están muy juntas, ¡vamos que se están dando el lote!.

  • Y cuál es el problema, Gertrudis.

  • Eso lo ha de decir usted. Si fuese su madre... Vamos que con catorce le iba a dejar yo a mi hija...

  • Mi primera vez fue a los trece, con un hombre y me gustó. Mucho...

  • ¡Virgen santísima!. Y sus padres...

  • A mi madre se lo conté yo misma en cuanto llegó a casa la semana siguiente. La dejé sin habla, pobrecilla. Cuando le dije que me llevase al ginecólogo, porque pensaba seguir follando y no era cosa de quedarse preñada, sólo pudo afirmar con la cabeza y pedirle días más tarde a una amiga de confianza que me acompañase al suyo, en otra ciudad. Ya ve.

  • Pues tuvo suerte de que no se enterase su padre. Tengo entendido que los italianos...

  • Fue mi padre el que me presentó al hombre que me desvirgó. Siempre se lo he agradecido. Supo escoger a la persona apropiada cuando yo estaba preparada. Era una chica precoz, eso es todo.

  • ¡Virgen santísima!. Si me lo permiten, me retiraré. Creo que ya les he puesto al corriente de lo que debía, aunque no sé para qué...

  • Si no tiene interés es conocer nada más de mi vida sexual, le deseo muy buenas noches, Gertrudis. ¿Vamos, Brody?.

  • Claro, querida. Menudo órdago le has lanzado a esa mujer, ¡ja, ja, ja!. Eres un demonio y encima, me has puesto caliente. Prepárate, porque voy a comerte las tetas ya mismo. ¡Ñam, ñam, ñam...!.

  • Espera, espera. Desnúdate y ven conmigo. Si no yerro, creo que puedo enseñarte algo que aún te hará subir más la temperatura...

Dejaron la ropa en su habitación y volteando la terraza, llegaron a la cristalera que daba a la habitación de Melinda. Los visillos estaban recogidos y la puerta corredera, ligeramente separada. Dentro, dos mujeres ardientes se comían el bollo sin descanso sobre la cama. Con todas las luces encendidas, se podía apreciar hasta el mínimo detalle.

  • Mi hija te quiere mucho, cariño. ¿Has visto?. Lo ha preparado todo para que si llegábamos a tiempo, pudieses verla bien. Disfrútalo, creo que te pondrá a tope. Te espero en la cama con los muslos abiertos. Cuando llegues, no me cuentes nada, ni preguntes, sólo métemela.

Caterina lo morreó y volvió a su habitación. Brody se quedó extasiado viendo follar a Melinda. Su bollera de circunstancias, era una chica rusa guapísima, mucho mayor que ella, debían faltarle pocos años para cumplir los treinta. Al ver como trabajaba el sexo de su hija, porque ya la veía como tal, se dio cuenta que esa lesbiana, llevaba mucho camino andado. Era una auténtica maestra. ¿Tal vez por eso la había buscado Melinda?.

Al girarse un poco para poder darle a la zambomba sin perderse nada de lo que pasaba sobre esa cama, tocó el cierre de la puerta con la punta del ciruelo. Hizo un poquito de ruido y Melinda se ladeó. Debía estar esperándole, porque a pesar de que con la oscuridad exterior, no debía poder verle, le sonrió y se puso en el ángulo bueno para ofrecerle la mejor visión de su coño y del ano, así como del provechoso trabajo de lengua que le estaba regalando la rusa.

Melinda parecía tener un sexto sentido y en cuanto percibió que Brody la estaba mirando, aceleró el ritmo del fornicio: quería que ambas se corriesen cuanto antes. Intuía que su madre le estaba esperando y no podría soportar mucho más tiempo sin tenerle dentro...

Primero le vino a la rusa. La tía se corrió como una cerda. Gritaba un exabrupto tras otro, pero como los soltaba en su lengua, poco entendía, aunque uno no tenía que ser muy listo para saber de qué iban... Al llegarle el orgasmo, se frotó la patata con tal intensidad que parecía quererse hacer saltar la piel a tiras. Vamos, tiene papel de lija a mano y si con ello pensase que conseguiría más placer, lo usa, sin importarle que el chumino le quedase en carne viva... Eso sí, era mujer de pocos jugos: la fuente no llegó a río, o sea, a la sábana.

Completamente desmadejada, tardó sus buenos segundos en percatarse que a su pupila aún no le había bajado el placer. La pobre, se abrumó al darse cuenta de lo desconsiderada que era y aplicó de inmediato todo su arte a las partes más sensibles de Melinda. Aún faltaba que las tetas le floreciesen en todo su esplendor, pero ya apuntaban maneras. A ellas se dedicó en cuerpo y alma. En cuanto sintió que tensaba el cuerpo, bajó al tajo y se lo comió como los ángeles. ¡Qué cunnilingus, por Dios!. ¡Cuánto sabía la tía!.

No contenta con eso, envió dos dedos a perforarla por atrás. Melinda, todavía no era consciente, pero tenía un anito hecho para pecar. De modo natural, distendía los esfínteres con una facilidad pasmosa y dentro, debía tener un segundo clítoris, porque dejar que jugasen con su culo, le traía unos orgasmos tan distintos, como intensos.

El orgasmo de la adolescente, fue apoteósico, de los que se recuerdan mucho tiempo. Al ver como se retorcía sobre el cuerpo de su experimentada lesbiana, Brody no pudo contenerse y eyaculó contra el cristal. Fue una corrida abundante y ver como se deslizaban los grumos seminales por el vidrio, hasta crear un charquito en el suelo, daba mucho morbo, al menos a Melinda.

Lo despidió con un beso volado. La rusa pensó que era para ella y se emocionó. Brody, eufórico, aunque con la picha encogida, volvió a la habitación donde le esperaba su amada.

  • ¡Huuuyyy!, veo que vienes poco dispuesto. Me parece que mi hija te pone demasiado. ¿No te habrá agotado?. A ver si tendré que llamar a su bollera...

  • Con tu boquita, eres capaz de resucitar a un muerto. Quita la mano, deja que me esmere con la lengua, te aplicas y ya verás cómo consigo endiñártela con provecho. Mañana es nuestro último día y quiero que te lleves un buen recuerdo de mí... y de mi tranca.

  • Anda, ven aquí, mirón de pacotilla, cómeme la pepitilla...

Con estos antecedentes, no es extraño que a la mañana siguiente, al acabar de hacer el amor, Brody y Caterina se mirasen a los ojos y decidiesen que al menos, valía la pena intentar compartir sus vidas. Melinda, obviamente, era para ambos una parte sustancial de su proyecto vital. Cómo padres y para él... también cómo algo más.

Por la tarde se despidieron. Los tres estaban tristes, habían sido unas semanas muy intensas y todos ellos sabían que habían cambiado sus vidas. Acordaron que Caterina viajaría a New York en cuanto arreglase las cosas en Roma. Como mínimo, se quedaría dos o tres semanas: Quería conocer un poco mejor a su pareja en su propio ambiente. Mientras, Melinda se quedaría en casa de su tía y seguiría el segundo curso de liceo . En Navidad vendrían las dos a Manhattan y entonces, los tres juntos, decidirían.

Brody les acompañó al aeropuerto. La despedida fue emotiva y una tanto guarrilla. Antes del control de seguridad, Caterina besó a su amado como si no fuesen a volver a verse nunca jamás. Un morreo de órdago, otro, otro... Al final, le dijo a su hija:

  • Cariño, cuida las maletas un momento. Ahora volvemos.

Ella se rió. La conocía demasiado y por eso pudo darle un buen consejo:

  • ¡Córrete a gusto, mamá!.

Sabía muy bien lo que había... Caterina tomó a Brody de la mano y tiró de él hasta la puerta de los lavabos. Miró uno y otro y al final, lo empujó al de discapacitados. No hubo palabras. Le desabrochó el cinturón y el pantalón, le bajó la cremallera, lo tiró todo para abajo, lo hizo sentar sobre el inodoro, se levantó la falda por encima de las nalgas y lo cabalgó cara a cara. Con lo mojada que estaba, el miembro le entró sin esfuerzos, bien adentro.

Se pegó a sus labios y sin dejar de besarlo, empezó a botar. A Brody no le dejaba hacer nada, pero aún así, él quería participar. Le bajó los tirantes del top y con las tetas al aire, empleó las manos para acariciarle las cerecitas que coronaban esas maravillas. No duraron más de tres o cuatro minutos: los aviones no esperan y las ansias eran muchas...

No fue un polvo de filigrana, allí copularon dos enamorados. Se corrieron prácticamente a la par. Fueron unos orgasmos liberadores. La tensión que había entre ellos, se disipó como por ensalmo y el beso postcoital, selló su compromiso.

  • Anda, guarra, límpiate un poco que escurres.

  • Sólo lo de fuera. Lo que me has dejado dentro, me lo guardo. Quiero oler a ti cuando esta noche me meta a Carolo y lo ponga a toda leche a tu salud. No lo conoces, pero ya te lo presentaré, ¡je, je, je!. Es un vibrador fucsia precioso, lo escogimos por internet con Melinda...

Volvieron donde habían dejado a la hija y se la encontraron sentada en una de las cafeterías, custodiando dos maletas y los bolsos de mano.

  • Venga, vamos hija. Faltan menos de diez minutos para que nos cierren el embarque.

  • Será por lo que yo me he entretenido... ¿Al menos lo habéis disfrutado?.

  • Si cariño, mucho. Ya sabes que Brody siempre cuida a las mujeres. Dale un beso y entremos de una vez.

  • Ponte ahí, tapando a los seguratas, mamá.

Melinda se levantó, se acercó a Brody y a tocar de oreja le susurró:

  • ¿Has hecho que se corriese mucho, cabrón?.

  • Claro, pequeña. Ella se lo merece todo.

  • Pues entonces, te mereces un premio...

Se apartó un poco, se levantó la falda y le enseñó el chumino en todo su esplendor. ¡Qué hoyo tan bonito!. Los labios, gorditos, llenos, esperando la verga que los deshollinase. La raja, larga, coronada por un grueso capuchón que escondía el botoncito más preciado de toda mujer. Más arriba, el matojo que tantas veces había mostrado esos días: un triángulo bien delineado, rasurado por los lados, con el vello cortito y tan ensortijado como su cabellera. ¡Precioso!.

  • ¿Sabes que aún tengo el himen intacto?. El mes que viene cumplo quince y mamá ha prometido regalarme una polla de plástico pequeñita, de esas que se mueven y dan un gusto que te cagas...

  • Y con eso vas a...

  • ¡Nooo!. Ella piensa que ya es hora de romperme el velo, pero yo no me lo voy a meter. Lo usaré sólo por fuera, bueno... y tal vez por el culito, dicen que bien usado, aún da más gustito... Quiero desvirgarme con la polla de un chico, la del primero que me haga tilín y sepa cómo tratar a una virgen...

  • Adiós, Melinda. Eres un demonio. Iros, me la estás levantando de nuevo y...

  • ¿Es que mamá no te ha dejado satisfecho?. Tendré que regañarla... Eso no se le hace a Papi...

  • ¡Subid al avión de una puñetera vez!.

Brody pasaba una noche más en Eivissa. El en taxi de vuelta, le llamó una amiga que se acababa de enterar que estaba en la isla. No tuvo que ponerle mucha imaginación para saber qué quería, pero a pesar de ser una mulatita preciosa, de lo más sensual, dispuesta a todo y más, declinó quedar con ella esa noche. Sentía que hacía pocos minutos, se había separado de su pareja y no procedía. ¡Cómo habían cambiado esas dos mujeres a nuestro protagonista!.

En NY siguió su vida profesional habitual, pero la personal y más concretamente, la sexual, experimentó un cambio radical. De nuevo vivía solo en su apartamento y cosa rara, ni pasaba noches fuera, ni acompañaba sus sueños una mujer tras otra en la cama del apartamento. Las dos asistentas, estaban muy extrañadas y como Lucy era quien más confianza le tenía, una mañana decidió preguntar.

  • Brody, hace días que te vemos muy solo y estamos preocupadas por ti. ¿No te pasa nada, verdad?.

  • ¡Ja, ja, ja!. ¿Tanto se me nota?.

  • Es que... desde que has vuelto de vacaciones... no has pasado mi una sola noche fuera y tampoco has traído compañía...

  • !Ah, es eso!. Estáis preocupadas porque follo poco. Sussy también me lo dijo ayer. Y añadió que estaba todo el día salido y miraba donde no debía más que nunca...

  • A ver, jefe, eso es cierto. ¡Y si no, fíjate en casa!, no paras de echarnos el ojo cuando nos ves y si no nos ves, nos buscas... Sabes que a mí, no me importa, de hecho... me gusta que me mires ahí, por eso te lo enseño... pero con Maria es diferente. Aunque no lo pretendas, acabarás incomodándola.

  • ¡Me he enamorado Lucy! y no quiero engañarla con otras. Os lo iba a decir cuando supiese el día, pero te lo avanzo: va a venir pronto a pasar unos días. Se llama Caterina, es italiana y  tiene una hija preciosa de quince años.

  • ¡Aaahhh, ahora lo entiendo! y mientras... dándole al manubrio... ¡Pobrecito!.

  • Lo cierto es que he buscar una solución. Voy caliente todo el día y si no descargo como corresponde, se me irá la pinza un momento u otro... Aún voy a montar un desaguisado... ¿No querrás ayudarme?...

  • ¡Brody!, sabes que no me importaría, pero no sé... A ver si por un polvo, o unos cuantos, je, je... luego tenemos un problema y me pones de patitas a la calle...

  • Jamás haría algo así y lo sabes, pero yo no me refería a eso. Quería decir... mostrar más, mostrarlo todo, vamos, al natural, sensualmente... Si acaba en dedo, mejor... Estoy que me subo por las paredes, Lucy...

  • ¡Haberlo dicho de buen principio!. Si sólo es eso, cuando quieras.

  • ¿Ahora?...

  • Te veo apurado, jefe. Venga, vamos allá...

Ese día Lucy vestía una falda gruesa que no translucía nada. Era de una tela parecida al piqué. Plisada y planchada con almidón o algo aún más enérgico, quedaba tan dura que en vez de caer hacia abajo, parecía un platillo volante y según su postura, no conseguía taparle las vergüenzas, o los orgullos, según se mire... El torso se lo cubría con un top de gasa que lo ensañaba todo. ¡Se sentía muy orgullosa de sus pechos!.

Brody se sentó en un sillón de la sala y ella empezó un bailecillo al estilo de las strippers que bailan en las salas de fiesta. Primero, zapatos y calcetines fuera, poco a poco, mostrándole el coñito cada vez que levantaba una pierna. Después vino el top. Ya en tetas, dio un par de vueltas, exhibiendo sus encantos sin recato. Brody entre tanto, se la pelaba a la salud de su asistenta, subiendo y bajando el pellejo al compás de los pases de baile que Lucy le dedicaba.

Sólo quedaba la faldita y antes de quitársela, quiso caldear aún más al jefe. Se la subía de delante y enseñaba chochete, volteaba el cuerpo, se inclinaba y mostraba el culete. Se abría las nalgas con las manos, se reía y volvía a empezar. A la tercera, se plantó a medio metro de Brody y se lo quitó todo. Le quedó una almeja pelona, expuesta, apetecible y muy, muy húmeda.

  • Jefe, no puedo más... Si quieres...

  • No Lucy, no puede ser. Me apetece tanto como a ti, pero luego nos arrepentiríamos. Hazte un dedo enfrente mío y yo te acompañaré. Al acabar, como hay poco trabajo, vete a casa y que tu marido te apañe el chumino.

  • Eres un gran hombre, jefe. ¡Vamos allá!...

Uno frente a la otra, se pajeaban con delirio. Ella se metía tres dedos de la derecha y los movía con fuerza, dentro, fuera, fuera, dentro... Con el índice y el medio de la otra, se acariciaba el clítoris, en vertical y en círculos, cada vez más rápido. Bien abierta, para enseñarlo todo de la mejor manera. Él no era tan sutil. Estaba abducido por lo que veía y la necesidad que tenía de eyacular con premura, así que... abajo, arriba, una y otra vez, con la mano prieta y el capullo rojo...

Tardaron poco, uno iba muy cargado y la otra estaba que se salía... Brody soltó un reguero de semen tras otro. Le quedó la panza blanca y las pelotas vacías. Ella siguió dándole y no tardó mucho más en correrse a mansalva. Entre exclamaciones de placer y estertores gozosos, dejó el piso empantanado de sus flujos más preciados.

  • Jefe, ha sido lo más. Hacérmelo contigo... ¡Uuufff!, ¡qué bueno!.

  • Yo también he gozado mucho, Lucy. Eres una gran mujer.

  • Jefe... esto no ha pasado nunca. Te prometo que nunca lo sabrá nadie, vale. Sólo se lo contaré a mi marido, con él no puedo tener secretos...

  • Por mí, tampoco, no te preocupes. Muchas gracias por estos momentos, Lucy. Lo necesitaba. Ha sido fantástico.

  • De nada. ¡A ti te las tendría que dar!. Si no fueses mi jefe, te daría un besito... Anda ve a ducharte, porque ¡mira que te has quedado pringado!. Yo voy a limpiar todo esto, me cambio y llamo para que me recoja mi hombre. Así llegaremos antes a casa. Ya sabes...

Como casi cada mediodía, el día siguiente habló con Caterina y por fin pudieron cerrar la fecha de su viaje. Vendría en veinte días. Al saberlo, se contaron las penurias propias de su abstinencia y Brody le explicó son pelos y señales los gustos de sus asistenta y la sesión masturbadora que vivieron el día anterior. Ella se rió un montón y se excitó aún más. Como en Italia era cinco horas más tarde, ya estaba en casa. Le pidió que esperase un momento, fue a buscar su vibrador de cabecera y siguió la conversación, ahora más relajada, o al menos, en camino de estarlo.

Él hablaba desde el despacho, no tenía las cortinas de la mampara de cristal que daba a la sala de juntas bajadas, su gente estaba reunida allí con unos clientes y... se tuvo que aguantar. A media conversación, Caterina fue quien abrió la veda y propuso abandonar esa insana abstinencia.

  • ¿No te has acostado con nadie desde que nos separamos en Eivissa, cariño?.

  • No. Por una vez, he decidido esperar que vengas. Te quiero a ti...

  • Ya lo sé, tontín. Quiéreme sólo a mí, pero no te machaques así. Acuéstate con alguna de esas amigas tan guarrillas que yo sé que tienes. A ver si cuando llego, vas tan caliente que te corres sólo con una chupadita...

  • Eso no pasará. ¿Tú te has enrollado con alguien estos días?.

  • Pues claro Brody. Ya sabes cómo soy... Aunque te he de confesar que con tíos, de momento, no. Tengo un par de amigas de la infancia. Nos lo hemos montado juntas desde que nos salieron pelos. Un día con una, otro con otra... y anteayer, con las dos. ¡Ya ves!.

  • Es que yo con tíos... no me va mucho..., así que tendré que buscarme alguna amiga caritativa...

  • Pues claro, cariño, veinte días son muchos días.

  • Prueba tú también algún pollón, no te cortes... Sé que te gusta.

  • Me gusta, me gusta, tanto como a ti imaginarte cómo me lo parten. ¡Mira que eres vicioso!. No te preocupes, cuando llegue, te lo contaré todo, con los detallitos... y follaremos como macacos en celo. También me puedes presentar a alguna de esas cerditas, para que nos lo montemos los tres. Si es una negrita escultural, mejor que mejor. Nunca lo he hecho con una y me apetece probar.

  • No sigas que no me la puedo menear y me estás poniendo... ¿Y Melinda?.

  • Los estudios, muy bien. De chicos, no tanto, pero de chicas... Ahora tiene a las monjas revolucionadas. Desde que una compañera envidiosa les chivó qué se ponía después de gimnasia, o mejor, qué no se ponía, la quieren echar si no cambia sus hábitos. Ya te debes imaginar que ella no piensa ceder, así que ya veremos qué pasa, aunque como es de nuestra familia, no se atreverán.

  • Veo que estáis entretenidas. Bueno, te dejo. Mañana estaré muy liado, así que hasta pasado mañana. Besote en el coñete...

  • Espera, espera. Mañana voy a montármelo con alguien y cuando me llames, te lo cuento, así que hablemos cuando tengas un poco de intimidad. Quiero que nos lo hagamos por teléfono, ¿vale?.

  • ¡Eres una guarra del copón!.

  • ¡Como tú!. Anda, tírate a una de tus amigas esta noche o mañana, así intercambiaremos experiencias... Adiós, mamón.

Los días fueron pasando de esa guisa. Brody se enrollaba con alguna amiga o se montaba un menage a trois , ella lo mismo en Italia y cuando hablaban, se lo contaban, se reían, se imaginaban que ellos serían mucho más viciosos y se masturbaban en el mundo virtual o mejor, en el digital. Bueno, Caterina...

Durante las tres semanas que Caterina estuvo en Manhattan, el rendimiento profesional de Brody, bajó un montón. Por suerte, tenía un equipo de excepción y siguió ganando dinero a espuertas. El sexual, es harina de otro costal...

Su novia vino verraca y lo exprimió como a un limón. Cada noche, cada mañana,... sexo, del bueno, pero a base de tanto meter, Brody estaba extenuado, perdía peso, le salían ojeras... Caterina insistía en no cerrarse y le pedía que le presentase a sus amigos más dispuestos a montárselo juntos, a tres, a cuatro o... Al fin, cedió, si no por convicción, por mera supervivencia. ¡Esa mujer era insaciable!.

Pasaron el segundo fin de semana largo, hasta el martes, en una cabaña solitaria que tenía en la zona de los grandes lagos, próxima a Canadá. Compró la finca años atrás e iba cuando necesitaba desconectar del mundo. En esos momentos, realmente, lo precisaba.

Follar, follaron y no poco, pero sin el estrés de la gran ciudad. Con la complicidad que da la naturaleza y la quietud del entorno, Brody se reconcilió con la serenidad que da un buen polvo, tranquilo, de amantes bien compenetrados. También tuvieron tiempo para hablar de ellos, de su futuro y del de Melinda.

Convinieron en que se entendían a la perfección y querían seguir juntos. Eso sí, Brody le pidió un poco de moderación: a poder ser, pretendía llegar a viejo... A Caterina, casarse le importaba un carajo, pero Brody le hizo ver que para poder venir a Estados Unidos y tener unos derechos, era conveniente. Además, como ya la iba conociendo, si de tanto en tanto desbarraban, para la reputación de ambos, no es lo mismo estar casados que ser una pareja de conveniencia y menos con hija por medio. Para esas cosas, USA no es Europa...

Convinieron que se casarían el próximo verano. Ella no tenía mucho de practicante, pero le exigió que si había boda, tenía que ser por la Iglesia: era italiana y de una familia de las de toda la vida, ¡qué coño!. Primero se casarían en la bella iglesia de la propiedad familiar, cerca de su Torino natal y al mes siguiente, en la catedral de Sant Patrick, en New York. Acordaron las cosas prácticas: invitados, ceremonia,... y decidieron que ella se encargaba de lo de Italia y él de lo de allí.

Al volver a Roma, se lo contó a su hija. Melinda se alegró un montón, aunque ya daba por descontado que habría boda. Esa misma noche, se hizo las fotos más guarras que supo y se las envió por e-mail a su futuro padrastro, con una nota tan libertina, como emotiva: "Papi, porque a partir de ahora te llamaré así, aquí te envío un anticipo de lo que pronto te podré enseñar en vivo. Disfrútalas mucho y hazte una pajita pensando en mamá, pero mirando mi vulva. Con amor, tu hija Melinda".

Para él, sería su segundo matrimonio, para su nueva esposa, el primero. Hasta ese momento, ella tenía muy claro que quería vivir su vida sin ataduras ni compromisos y nunca había le había pasado por la cabeza casarse, pero el amor y poder formar un verdadero hogar para su hija, fueron argumentos convincentes. Las presiones de Melinda, ayudaron: sabía que Brody sería un buen padre y además, así podría exhibirse para él sin cortapisas, en la intimidad del hogar. Amor de padre y... pasión compartida: una por enseñar y el otro, por mirar.

La boda del Piemonte, fue un acto social de altos vuelos: La sorellina de una de las familias más importantes de la región, casaba a su hija, bohemia impenitente, con un rico tiburón de las financias americano. Unos decían que era un crápula de mucho cuidado y por eso se entendían tan bien. Otros que la famiglia necesitaba una inyección de capital y al ser la pequeña, le había tocado sacrificarse a ella. Cosas de los pueblos de la vieja Europa y las familias "de siempre" de Torino, conformaban un pueblo y no muy grande...

Caterina se casó de blanco, con un vestido precioso, de media cola. Tal vez más sensual de lo que el ordenante hubiese deseado, pero todos sabían del gusto de la novia por lucir escote y figurín... Cuando las dos damitas de honor le arremangaron la cola para subir las escaleras de la capilla, curiosas como eran, miraron qué había debajo y pudieron verle el culo en vivo y en directo, prieto y moreno. Miraron cuanto quisieron, se rieron un montón y se lo contaron a sus amigas, a las tías, la abuela y otra parentela.

A la madre de Maryanne le dio un ataque al enterase de que su hija se casaba sin bragas. Cuando las damas se lo contaron riendo a la de Caterina, ella se unió al jolgorio y en cuanto pudo, le preguntó a su hija porqué iba tan cochina:

  • Hija, ¡mira que casarte sin bragas!...

- Mamma , a Brody le gusta. Una amiga suya de NY me contó que su primera mujer fue al altar así y yo no quería ser menos. Además, no sé de qué te extrañas, ya sabes que siempre me ha puesto caliente notar el vientecillo en el chochete...

  • ¡Ja, ja, ja!. Menuda salida tenemos por hija. Pero qué carajo, un día, es un día y hoy se casa mi hija Caterina, la que nunca pensaba que lo haría. Espera y verás...

Brody vio como su suegra hablaba con una mujer tras otra, se reían, le miraban, miraban a la novia, le picaban el ojito y se iban al baño o a algún otro sitio discreto y apartado. Una de las tías, decidió que había que ampliar el juego y el secretito dejó de serlo también para buena parte de las invitadas adolescentes.

Al acabar los postres, la signora Rosabella, su suegra, le entregó un paquete primorosamente envuelto.

  • Bienvenido a la famiglia , Brody. Mi hija nos ha contado que tienes ciertos gustos... singulares... También nos ha dicho que la haces muy feliz y eso merece una regalo. Aquí tienes un presente de todas las mujeres del clan en edad de serlo.

Y en un susurro, continuó:

  • Sólo faltan las de tu hija Melinda y nuestras, un par más. Mi nieta es como su madre... o peor y no ha podido darte lo que no tiene. Las de tu hermana y algunas de tus amigas, no hace falta que te lo diga. Por cierto, ábrelo con cuidado. No es necesario que lo muestres a todo el mundo, alguna de nosotras, tiene un marido bastante celoso...

Lo abrió con precaución, miró y se encontró con treinta y seis bragas: desde algunas clásicas de raso blanco o negro de las que van sobre cintura, hasta los tangas más breves que podían encontrarse en el mercado, pasando por un sinfín de caros modelos con encajes sofisticados y cortes diversos y algunas piezas de algodón básico, sin florituras.

Todas le miraban expectantes y recibieron su recompensa: el pobre, lloró de emoción y la verga se le encabritó hasta formar una montaña a media trincha, pero la grata sorpresa, hizo que él, ni se percatase, si bien a ninguna de las féminas presentes, le pasó por alto. Unas le sonrieron, otras enrojecieron, pero todas se humedecieron...

  • Chicas, con este regalo me siento muy próximo a vuestra familia. Gracias, de corazón. Nunca me habían hecho un regalo tan... especial, tan, tan... íntimo...

  • Es que las mujeres italianas, somos de sangre caliente y las de tu nueva familia, mucho más. Un poco frescas, vamos...

  • Ahora más, suegra...

  • ¡Ja, ja, ja!. Eres un gran tipo Brody. Bueno y ahora, basta de cháchara y a bailar...

  • Esperad, los hombres del clan, también tenemos un regalo para el novio americano. Toma, Brody. Como éste, en tu país, no encontrarás ninguno.

Le dieron una cajita pequeña, envuelta en papel rojo y con el emblema de la marca de la familia lacrado. Dentro había las llaves de un deportivo de la casa. El coche, estaba aparcado fuera del recinto. Rojo, con su afinado motor de doce cilindros y acabado a mano, incluía detalles diferentes a cualquier otro. Brody se quedó impresionado.

  • No puedes formar parte de la famiglia y no conducir uno de nuestros deportivos.

  • Me habéis dejado sin palabras y mira que eso es difícil... Gracias, suegro. De corazón.

  • Caterina nos dijo que tenías uno de esos ingleses. Son bonitos y no van mal, pero cuando los conduces, no te hierve la sangre como con uno de los nuestros... Venga, ahora, como dice mamá, ¡a bailar!...

  • Chicas, vigilad con las manos de los hombres. Siempre han sido unos pulpos, pero hoy pueden tocar más allá de lo que deben, ¡ji, ji, ji!...

Esa noche muchos follaron a gusto y la prueba fue que nueve meses más tarde, vinieron al mundo algunos nuevos miembros de la saga. Por lo que le contó Caterina, incluso la abuela Carmela y su Genaro, se marcaron un arrebato. El pobre no se la llegó a meter, porque ya no se le levantaba, pero le dio con la lengua allí abajo y se lo trabajó con los dedos, tal como habían visto hacer a las guarras de las películas que le cogían "prestadas" a su nieto. Hacía años que no le hacía nada parecido y la abuela le contó que incluso le llegó el gustito, no como antes, pero...

Fue una boda muy vivida y los invitados la recordaron mucho tiempo. Algunos, viendo a sus hijos, día tras día, toda la vida. El único que se quedó con la mosca detrás de la oreja, fue el tío Lazzo: él y su mujer eran morenos a parir, pero a las treinta y nueve semanas de la boda, su esposa dio a luz una hija más rubita que la Heidi...

En New York, la cosa fue mucho más sobria y el glamur no brilló por igual. Todo fue más formal. Brody invitó a Maryanne, a Nicole y su chica, la hermana de su ex-pareja, a Vicky y su marido y unos cuantos más, entre sus amigos más libertinos. Fue una boda de mañana, pero para algunos, ya fuese en clubs, hoteles o en el apartamento del propio Brody, duró hasta la madrugada.

Caterina, sin decírselo a su marido, le pidió a Vivienne si esa noche le prestaba a Nicole y a Vicky si su marido la dejaría cardar una última vez con su ex-amante. La primera no puso impedimento alguno. Incluso le gustó la idea y le explicó el motivo: Su chica, de tanto en tanto, necesitaba polla y ¡cual mejor que la de Brody, su mejor amigo!.

Vicky ahora era toda una señora, y encima, embarazada de cuatro meses. No lo tenía claro, pero una noche loca, con el ex de todas ellas... Le pidió permiso a su marido para recordar los viejos tiempos con las amigas y la nueva esposa de Brody. A regañadientes, la dejó ir. Aunque sabía la respuesta, le preguntó si habría sexo y ante la respuesta positiva de su esposa, le puso como condición que al menos ella, sólo con chicas.

Le faltaba Maryanne. Había venido con un amigo, un rico banquero al que se rumoreaba que se estaba camelando. A ella no hizo falta más que insinuárselo, para que le diese las gracias por pensar en ella. "Aparco a mi amigo en su casa, me invento algo y vengo corriendo al apartamento de Brody", le dijo de buenas a primeras.

Después del baile y las despedidas de rigor, Caterina envió a las tres ex-lo-que-fuese más íntimas de su marido a su apartamento y les pidió que les esperasen en la cama, "preparadas". Poco más tarde le pidió a Brody marcharse a casa, porque estaba muy cansada. Un poco extrañado, tomaron el deportivo rojo aún con matrícula provisional y pusieron rumbo a casa.

Al llegar, les recibió Lucy, vestida con una túnica blanca. Como era su costumbre, le transparentaba todos sus encantos y no eran pocos...

  • Felicidades Caterina. Felicidades, Brody. Os deseo una noche de mucho placer. Yo me cambio, me voy y os dejo que tenéis mucho trabajo. Melinda ha llamado que vendrá más tarde.

Caterina se lo comió a besos en el salón y no cejó hasta que los dos se quedaron desnudos.

  • Ven, cariño, vamos a la habitación.

  • Hoy me apetece algo especial, preciosa. ¿Nos lo montamos frente a los ventanales?. Dejemos las luces encendidas, así los del nuevo edificio de la esquina, nos verán y...

  • Hoy no, querido. Hoy toca en nuestra cama. Ya verás, te va a gustar...

  • Contigo, siempre me gusta, cariño. Ven aquí, gatita...

  • Deja, deja,...

Le tomó del cipote y tiró de él hacia su cámara. Al abrir la puerta, se encontró con tres deliciosas damas sobre la cama, espatarradas y magreándose las tetas mientras le gritaban:

  • ¡Sorpresa, sorpresa!.

-Has visto que te he preparado, cariño. Las tres han venido para regalarnos placer. Kilos y kilos de placer... Venga, al bollo que tienes donde escoger...

En esa melé de cuerpos, nada estaba prohibido. Vicky olvidó muy pronto sus promesas y no hubo agujero que no catase la verga del nuevo marido, ni chumino que no lamiese la lengua de la recién desposada. Fueron tres horas de sexo desmadrado y la cosa acabó en un revoltijo muy bizarro y bien aprovechado.

XII.-       Por mucho que uno goce viendo, no siempre se acaba corriendo.

Pasaron los días y la vida marital alcanzó la velocidad de crucero. Ellos dos se entendían divinamente y poco a poco construyeron una red de complicidades y relaciones amicales. El sexo tenía un papel primordial en la vida conyugal. Para empezar, Caterina era mucha mujer y no renunció a hacer el amor casi cada noche. Además siendo de poco dormir, se despertaba pronto y si su marido no roncaba, se la chupaba hasta que eyaculaba o se levantaba, si el tiempo apremiaba.

A las pocas semanas, la recién casada, decidió introducir nuevos divertimentos: los martes, los dedicó al sexo anal y los viernes, si no menstruaba, al grupal. Le pidió a Brody que recuperase sus viejas amistades e hicieron de nuevas en la jet set o en círculos marginales, pero siempre muy liberales. Semana a semana desfilaron por esa acogedora cama, hombres y mujeres. A veces solos, en ocasiones, parejas. Poco a poco consiguió hacer de Brody un perfecto bisexual y a partir de entonces, ampliaron horizontes.

Lo que no cambió, fue el gusto de Brody por ver, por mirar lo que no debía, por escudriñar en los interiores de guapas mujeres o de probas jovencitas. Madre e hija lo complacían tanto como podían y alentaban a sus amistades más libertinas a exhibirse para él sin recato cuando coincidían, ya fuese en casa de unos u otros o en algún acto público o restringido.

Con tanto dónde mirar, el magnate iba muy contento y siempre estaba dispuesto. Caterina en cuanto llegaba a casa, se lo agradecía, ya sea iniciando una mamada o un mete-saca, sin llegar a nada. Melinda cada día era más mujer y a la que podía se lo mostraba con mayor pasión. Algunas noches, venía a su habitación y les miraba hacer el amor. En ocasiones, les acompañaba en el momento del éxtasis, pero otras, sólo miraba, tomaba buena nota y aprehendía lo mejor de la cópula, interiorizando las sensaciones que emanaban de cada acometida. Sin duda, estaba preparándose a conciencia para estrenarse con su primer coito.

Una mañana le llamó a la oficina:

  • Papi, hoy venme a buscar a la salida de la high school . Tengo que hablar contigo de las obras que vais a hacer en casa.

  • Estoy encantado de ir a ver a mi niña, pero... ¿no lo podemos hablar esta noche en casa?.

  • No, Papi. Es que lo que he de proponerte, quiero sea una sorpresa para mamá. Anda ven...

  • Vale, vale, pero no podré venir hasta cinco y media.

  • ¡Jo!, hoy sólo tengo clase hasta las cuatro. ¿No lo puedes arreglar?.

  • Hoy no, cariño. Lo siento.

  • Pues entonces vendré yo a tu oficina. Así nos reuniremos en tu despacho y me podrás presentar a Sussy. No le digas que voy a venir, sólo que esperas la visita de una chica. Quiero ver si enseña tanta pechuga cómo nos cuentas...

  • Cada día eres más golfa, niña. Te espero, pero no podré estar por ti antes de las cinco.

  • Hecho, Papi.

Pasaban unos minutos de las cuatro y media cuando llegó a la recepción de las oficinas de Brody una chica despampanante. Alta, morena, el cabello a media melena, ligeramente ondulado, guapa de cara y con un tipazo que quitaba el hipo. Iba vestida con un mono de Lycra texturizado color piedra que le quedaba como una segunda piel. No enseñaba nada, pero se le veía todo: Las tetas, marcando pitones. El cuerpo, señalando las costillas y delineando la sima entre nalgas. La entrepierna, mostrando que tenía la raja larga y genitales prominentes, más aún gracias a la sutil almohadilla de ensortijado vello púbico que se insinuaba. Cubría sus ojos con el último modelo de gafas de sol de Sting, oscurecidas, a pesar de que dentro del edificio, si por algo brillaba el astro rey, era por su ausencia.

  • El despacho de Brody, por favor. Me está esperando.

  • Me facilita su documentación, si es tan amable.

  • Lo siento, encima sólo llevo lo que me ves puesto. Avisa a Sussy, ella te dirá cómo debes proceder.

El de seguridad, conocía perfectamente que el gran jefe tenía sus rarezas y a veces recibía visitas con looks tan explícitos e inapropiados como el de esa joven, así que optó preguntar a su asistente personal. Se decía que lo sabía todo de él...

En cuanto pudo hablar con ella, comprendió que había hecho bien. Le indicó el camino a la zona noble, se ajustó el miembro procurando que no se le notase, siguió mirando como avanzaba por el pasillo ese culo de calendario y se sentó, pensando hasta dónde le entraría su mandoble a esa putilla.

  • Buenas tardes. Soy Sussy. Brody me ha avanzado que nos ibas a visitar, pero no me ha dicho nada de ti. ¿Cómo te llamas?.

  • Zoe, soy una amiga muy amiga de Brody.

  • Ya, ya veo. Eres muy joven, ¿no?.

  • Pronto cumpliré los diecisiete, Sussy.

La curtida asistente quedó pasmada. La repasó una y otra vez, de arriba a abajo, sumida en sus pensamientos. Esa chica era diferente a todas las que habían tenido algo con el jefe. Nunca había dado rienda suelta a sus perversiones con una menor. Buena lo estaba un rato. Encima no traía bolso, por lo que debía haber andado por la ciudad de esa guisa y la muy guarra, iba enseñando hasta la licencia de conducir. ¡Ay, el jefe!. A pesar de haberse casado con esa mujer tan elegante y sensual, el pobre cada día estaba más salido y un día de estos tendría un disgusto. Si quisiese, ella sí que se lo daría todo... y sin pedir nada...

Melinda hacía lo propio con Sussy. A los cinco segundos y dos miradas, tuvo claro que esa mujer estaba colada por Papi, si bien ella nunca daría el primer paso. Era una tía guapa, diez o doce años mayor que mamá, pero se mantenía bien la cabrona. Buena pechuga, caderas marcadas y cara bonita, no estaba mal. Vestía claramente algo más atrevida que la mayoría de las del país, aunque sin pasarse: Un par de botones de más desabrochados, la falda bajo la rodilla, pero con un corte delantero pronunciado,... En fin, esos pequeños detalles que tanto le gustaban a Brody.

  • Me ha dicho que le espere en su despacho, Sussy. ¿Me acompañas?.

  • Claro, es la puerta de la derecha.

Pasaron y Melinda se sentó en una de las silloncitos de confidente, frente a la amplia mesa de su padre. Repasó la estancia con ojos apreciativos. Todo estaba primorosamente ordenado y no tenía los típicos montones de carpetas o papeles encima de la mesa. Sólo dos teléfonos, la pantalla del ordenador de sobremesa, el laptop que le acompañaba a todas partes y un clon idéntico sobre la repisa. Los pocos folios y un par de folders que había, debían ser de los asuntos del día. Concluyó rápidamente que el desmadre doméstico y personal, poco tenía que ver con su eficiencia profesional y también que Sussy era una excelente profesional.

  • Debe ser duro trabajar con Brody. Es muy mono y buen tío, pero tan especial...

  • Hace muchos años que estoy con él y no tengo queja. Nunca había trabajado con alguien tan listo como él, ni tan buena persona... Te respeta y esto se agradece. ¿Y tú de que le conoces?.

  • Nos conocimos en Europa hace un tiempo y ahora, ya ves, estoy aquí.

  • Ya me parecía que con ese acento, no eras del país. No me cuenta mucho sobre sus viajes a Europa de cada año, pero por lo que sé, allí lleva una vida... diferente.

  • Disoluta, Sussy, muy disoluta. Como aquí, no te pienses...

  • Zoe, no necesito conocer los detalles de su vida privada, ¿vale? y aunque sea entre nosotras, mantén el respeto para con él, por favor.

  • Claro, Sussy, como digas.

  • Oye, hablando de otra cosa, ¿has venido así por la calle?.

  • Sí, ¿por qué lo dices?.

  • Es que... yo no sé en tu país, pero aquí, ir enseñando el chochín por la calle, no está muy bien visto y tú vas como la cabaretera de un antro de mala nota, perdona que te diga...

  • ¡Pero qué dices!. Llevo un mono precioso de la última colección de John Galliano. Me lo compró Brody.

  • Pues deberías ponerte algo encima, o debajo...

  • Mujer, es que con estas prendas, se te marca todo y la ropa interior no queda nada bien. Además... a Brody le encanta que enseñemos nuestras cositas. Cuanto más mejor... Pero eso tú ya lo sabes... y te apuntas. Tienes unas tetas muy bonitas, de tanto en tanto deberías venir sin suje, todavía le alegrarías más el día... Con ese canalillo...

  • ¡Niña, vale ya!. Yo no soy como tú y lo que haga o deje de hacer, es cosa mía. A tu edad debieras...

  • Hola Sussy. Veo que ha llegado Melinda. Dame un beso hija.

  • Claro Papi. Estaba hablando con tu secretaria. Sussy es una mujer muy interesante y muy guapa...

  • ¡No me habías dicho que eras...!. Ya decía yo que tu cara me sonaba de algo... ¡Claro: la boda!, pero vestida así... quién lo diría... Además mira que... ¡Zoe!...

  • Melinda Maria Carmela Zoe Donatella. Ese es mi nombre completo. En Italia somos un poco barrocos con los nombres de bautizo... ¡Je, je!.

  • ¿Has visto que hija tan guapa tengo, Sussy?.

  • Sí, es preciosa y no lo oculta...

  • Ha salido a su madre, ¡qué le vamos a hacer!. Pero... ¿no habrás ido así al colegio?. Mira que tu frescura ya nos ha dado más de un quebradero de cabeza. Aquí no es cómo en Europa...

  • Calla, calla, Papi. Sabes que soy una chica responsable. Me he cambiado antes de entrar en tus oficinas, tontorrón. La ropa de la escuela y la cartera están en el paquete que te han dado los de recepción. Tal vez me guste enseñar un poquito más que otras... debe ser cosa de los genes. Además por ti, haría cualquier cosa, como Sussy...

A la pobre mujer se le quedó la cara más roja que un pimiento y los pezones más tiesos que un dedal... Brody lo vio y... trempó. Melinda los miraba y se regodeaba de lo fácil que es manipular a los adultos, jugando con sus apetencias más íntimas...

  • Bueno, os dejo. Debéis tener que hablar de vuestras cosas...

  • Gracias, Sussy. No me esperes, si ya lo tienes todo en orden, puedes irte.

  • Sí Brody, hoy lo necesito. Me he alegrado mucho de conocerte, Melinda. Buenas tardes.

Se sentaron en el sofá que había en un extremo. Disimuladamente, ella se pasó los dedos por la raja, forzando que la elástica tela le entrase lo más posible en el hueco de la vagina. Él se sentó enfrente y con esas vistas, la erección, no sólo no le bajó, sino que se incrementó.

  • Tú dirás, preciosa.

  • Mira Papi, mamá me ha contado que vais a rehacer el baño de vuestra habitación. Tendréis que pintarla y todo eso, así que he pensado que podrías hacer un agujero grande en la pared que da a mi dormitorio y...

  • Pero hija, si ya vienes con nosotros cuando te da la gana. No sé si es lo correcto, pero tu madre lo ve bien y a mí, ya sabes...

  • Sí ya sé. Por eso quiero que hagas el agujero. Mira, por el lado de mi habitación, ha de ser un espejo, de esos que salen en las películas de policías, de los que se ve lo que pasa desde el otro lado, ¿comprendes?. En vuestro lado de la pared, pones un lienzo guapo, un dibujo o un cuadro erótico, de un pintor importante. Eso le gustará a mamá. Le pides al decorador que le instale un mecanismo que te permita retirarlo para mirarme y ¡chachán!, toda para ti, cuando quieras y sin que yo sepa si me miráis o no. Eso me pondrá muy caliente...

  • Aún no tienes diecisiete años y eres más depravada que la Marquise d'O. ¡No sé que tendremos que hacer contigo, pequeña!.

  • Mimarme mucho, de lo otro ya me cuidaré yo... Pero a lo que vamos: Hasta que yo te lo diga, no quiero que se entere mamá. ¿De acuerdo?. Y no te quejes, sólo de pensarlo, se te ha puesto dura...

  • Eres de lo peor, Melinda. Si la tengo así, no es sólo por lo que me propones, es que lo que me enseñas, no tiene desperdicio...

  • Lo sé. Es que me gusta complacerte, ya lo sabes...

  • Bueno, dejemos eso ahora. Haré lo que pueda, vale.

  • Mañana mismo iremos a ver galerías de arte. Te ayudaré a escoger y tú se lo regalas a mamá por su cumpleaños. Nos hemos de dar prisa, sólo faltan doce días. Con el decorador, ya te apañarás tú solito. Puede aprovechar mi semana de vacaciones escolares para instalarlo todo sin que ella se entere. Como mamá y yo nos vamos a esquiar a Canadá, lo tendrá fácil...

  • ¿Algo más, diablilla?.

  • Sí. ¿Qué te parecería si me pongo un piercing aquí?. Podrías regalármelo por mi cumpleaños.

Melinda se desabrochó la cremallera de la prenda que le cubría el cuerpo y se la bajó. Con el torso desnudo le mostró a Papi dónde irían las barritas con que quería traspasarse los pezones. Brody se quedó atónito y ella lo aprovechó para levantarse, encender el ordenador de su padre, abrir la web de BME.COM y buscar allí fotos de piercing en pezones femeninos.

  • Ven Papi, mira qué bonitos. Has visto esta tetuda qué aros se ha puesto, son gigantescos. Y mira esa otra, casi no tiene teta, pero con esas barras de titanio, le quedan mucho más sexy. Yo pienso en un trabajo como el de esta... ¿Guapo, eh?.

  • Lo has de hablar con tu madre, ya lo sabes.

  • Sí, sí, pero quiero tenerte de mi parte desde el principio, para que cuando ella lo hable contigo...

  • ¡Bruja!. Anda vamos a casa. ¿Te cambias antes de salir?.

  • Para qué, si ya me han visto todos así. Ahora unos se la están pelando, pensando en cómo me follarás esta noche y otras soñando en estar en mi lugar. Déjales gozar un poco, Papi. ¡Me gusta dejarles que descubran que tu hija es tan retorcida como su jefe!. Y además, me pone muy burra. Mírame entre la piernas...

  • ¡Joder, lo tienes empapado!. Al menos, no separes los muslos al andar. No hace falta que todos mis empleados sepan que tengo una hija tan ardiente... ¡No sé qué voy a hacer contigo!.

  • Disfrutarme, tontorrón... y colócate bien la polla, no sea que el cante lo des tu solito...

Como no podía ser de otra manera, el día siguiente padre e hija recorrieron las mejores galerías de Chelsea y al final, tuvo que ser en una de las grandes, la Gagosian de la calle 24 oeste, donde Melinda encontrase lo que buscaba. Le sugirió adquirir una obra del francés Jean-Pierre Ceytaire. Era un óleo sobre tabla de 100x80. Recreaba con elegancia y buen trazo una escena de sexo oral colectivo. Pagó casi quince mil dólares, incluyendo comisiones y transporte urgente, ya que el original lo tenían en una galería asociada de París y se fueron contentos.

Convencer al reputado diseñador con que trabajaba Brody habitualmente para que hiciese lo que le pedía, sin que constase en los planos, ni se enterase nadie y sus obreros no abriesen boca, les costó un poco más. Primero probó con dinero. No resultó. Ese reputado profesional, se ganaba la vida más que bien y extrañamente, era un hombre íntegro.

Tuvo que ser de nuevo Melinda quien viniese a socorrerle. Conocer que era gay y su pareja acababa de abandonarle, le costó poco. Saber que estaba loquito por un afamado abogado, cliente suyo, casado y hétero a parir, un poco más. Descubrir que la esposa de ese hombre de leyes, estaba a punto de divorciarse al darse cuenta que compartía la cama con un homosexual que se resistía a salir del armario, fue algo más retorcido: tuvo que acostarse con una compañera muy amiga del novio de la secretaria del abogado. Era un poco sosita en la cama, pero a pesar de todo, lo disfrutó.

Con toda esa información en la mano, corroborada por las pruebas concluyentes que consiguió Melinda, gracias al trío que se montó con su compañera y la amiga, convencer al diseñador, fue cosa de coser y cantar. Tardó menos de una semana en pasarse al abogado por la inguinal y dos meses más tarde, compartían apartamento y lubricante. Por cierto, el novio de esa amiga, debía estar encantado. Esa, sí que era una loba desenfrenada follando.

Brody les envió su avión para que volviesen de esquiar de Revelstoke, en las Rockies canadienses. Así se ahorrarían las incomodidades de los transbordos y esperas. Durante el trayecto, Melinda aprovechó para tener una conversación con su madre. De mujer a mujer. Acostadas en la cama grande, con la intimidad que da sentir la piel del otro contra la propia, todo era más fácil.

  • Oye mamá, hay un chico en la escuela que me gusta.

  • ¡Mírala!, así que quieres echarte novio.

  • ¡Mamá, no seas carca!. Parece que esté escuchando a la abuela. Me gusta y basta. Bueno, no... es que... quiero que sea él el que me desvirgue. Ya me siento mujer y creo que ha llegado el momento y... él me trae loquita y... está ya en el Senior y tiene experiencia. Algunas compañeras con hermanas mayores, cuentan que con las que van a su curso, ha sido muy cuidadoso, vamos, que sabe cómo tratar a una mujer sin experiencia... Además, !Gregory, está cañón!.

  • ¡Ya era hora, hija!. Vas a cumplir los diecisiete de aquí poco. Yo a tu edad, follaba varias veces a la semana y no sólo con uno, no...

  • Sabes que soy tan libertina o más que tú, pero quiero hacer las cosas a mi manera. No sé por qué, siempre me ha dado mucho respeto dejarme penetrar por un tío. Debe ser algo psicológico, ¡o yo qué sé!. Ahora me encuentro preparada. Después, lo que haya de venir, vendrá...

  • ¡Pero qué hija tan guapa y tan madura tengo!. Ven aquí, mi niña. Dame un beso.

  • Mamá, coño, eso no es un beso de madre. No me des más piquitos y no te arrimes tanto. Me estás metiendo un pezón en la boca y no soy  de piedra. A ver si al final, me vas a poner cachonda, joder...

  • Tu a mí, sí que me pones cachonda. Cachonda de amor de madre, ¡ja, ja, ja!. ¡Tengo la mejor hija del mundo, cariño!.

  • Quien avisa, no es traidor...

Melinda le dio un señor mordisco al pezón de Caterina y ella se quejó, le pellizcó la teta que tenía más a mano y las dos se enzarzaron en una batalla tan poco cruenta, cómo amical. Al fin, se abrazaron y piel con piel, acabaron con un piquito fraternal.

  • Te quiero mucho, mami.

  • Y yo a ti, hijita.

Al cabo de unos minutos de paz, Melinda volvió a la carga:

  • Mamá, quería pediros un favor. Me gustaría hacerlo sin prisas, en un lugar tranquilo. ¿Me dejaríais la casa una tarde que a los dos nos vaya bien?. Os avisaría unos días antes...

  • Pues claro, ya me las apañaré para alejar a Brody del escenario del crimen...

  • ¡Que no me va a violar, mamá!.

  • ¡Qué susceptible está mi niña!. ¿Cuando crees que lo haréis?, lo digo para planificarme.

  • No sé, dentro de tres o cuatro semanas... Hace dos que he empezado a tomar pastillas, así que como  mínimo ha de pasar un mes. Una semana más para que me acabe de bajar la regla...

  • Así me gusta, que lo tengas todo bien controlado, aunque te he de decir que yo, cuando estoy menstruando, es cuando voy más salida. Con Brody, esos días...

  • ¡Mamá, cállate de un puta vez!. ¡Mira que llegas a ser guarra!. Será mi primera vez, ya tendré tiempo de experimentar... Y si quieres saberlo, sí, esos días yo también voy muy cachonda por la vida...

  • ¡Ja, ja, ja!. Si es que todas las mujeres de la familia, somos iguales...

  • Venga, déjalo ya, mamá. También quería hablarte de otro tema. Sabes que unos días antes de irnos a Revelstoke estuve en la oficina de Papi...

  • Si ya lo sé y también sé que la mitad de sus empleados, pensaron que el jefe se había traído a una puta al despacho. !Cómo se te ocurrió ir vestida con ese mono a las oficinas de Brody!.

  • Sabes que me gusta tenerlo contento y estaba segura que se la pondría dura viéndome así...

  • Eso seguro. No sabes tú bien el polvazo que me metió esa noche... En fin, no sé si tengo que regañarte o agradecértelo... Lo que sí sé, es la imagen que le diste a Sussy. Brody me contó que se quedó traspuesta. ¿Qué idea se llevará de ti?, aunque como se va en un par de semanas, ahora poco importa.

  • De eso quería hablarte... Papi me contó que tiene a su madre en Wisconsin con una larga enfermedad y le ha pedido dejar el trabajo para cuidarla. Él se lo ha arreglado todo generosamente, incluso me ha pedido mi opinión sobre qué podría regalarle, algo personal...

  • Sí, a mí también me lo ha preguntado. La aprecia mucho...

  • Ya, ya y ella está coladita por él. Bebe de su boca. Si no fuese su jefe y Papi no fuese tan estricto con sus subordinados para esas cosas, ya se habrían enrollado.

  • A dónde quieres ir, lianta, que te veo venir cómo si te hubiese parido...

  • Quiero que le convenzas que su regalo sea un fin de semana juntos. Ya no será su secretaria, eso la hará más feliz que cualquier otra cosa, se lo merece y todos sabemos que a ti, te importa muy poco que se acueste con otra si lo pactáis. Además, Papi lo disfrutará. Ya me ocuparé yo de aleccionarla...

  • ¡Pero que retorcida llegas a ser!. El hombre con el que compartas tu vida, va a sufrir mucho  contigo...

  • A lo mejor es una mujer... o uno de cada... ¡Yo qué sé!. Y sufrir, no lo sé, pero lo que sí sé, es que lo va a pasar de puta madre y no se va a aburrir... ¿Se lo vas a proponer o no?.

  • A ti no te puedo engañar. Tu idea me pone muy cachonda. ¡Claro que se lo voy a proponer!. Lo haremos juntas, vale. A su hijita del alma, no sabe negarle nada...

  • Ya que estamos, mamá...

  • ¿Aún hay más?...

  • Es sobre mi regalito de cumpleaños. ¡Quiero hacerme un piercing !. Bueno, dos...

  • Mira, de eso ya hablaremos en casa. Aquí, desnuditas y abrazadas, en plan confidentes, me siento demasiado blanda y aún aceptaría alguna cosa de la que luego tendría que arrepentirme.

  • ¡Jo, mami...!.

Dos días más tarde, esas dos salidas montaron una encerrona a Brody. Les costó un poco convencerle, pero al final claudicó: Si ella aceptaba, pasaría un fin de semana de lujo con Sussy y no sólo para hacer turismo... El que su esposa le cantase las bondades de su secretaría y le pidiese descaradamente que se acostase con ella, le ponía un montón. Sussy le había excitado desde el primer día: Siempre mostrando un pelín más de lo conveniente y sólo porqué él lo disfrutaba, la sumisión no confesada, ese cuerpazo generoso...

La mañana siguiente, Brody salía de viaje. Tenía que cerrar una importante negociación con una de las principales tecnológicas en Silicon Valley. Vicky había coordinado los preliminares y también le acompañaba. Como Caterina se había hecho buena amiga suya, decidió ir con ellos. Así aprovechaba para quedar con unos amigos de Italia que ahora vivían cerca de allí, en San José. También pensaba compartir algunos momentos "de chicas" con Vicky, en las tiendas más cool de la zona, siempre que el trabajo se lo permitiese. Si tenía en mente alguna actividad más sucia y placentera con ella y su marido, era cosa suya.

Sin moros en la costa, Melinda llamó a Sussy a primera hora.

  • Hola Melinda, tu padre no va a venir hoy al despacho, ¿no lo sabías?.

  • Claro, Sussy. Es contigo con quién quería hablar. ¿Quedamos para cenar?. ¿A las siete y media en casa?. Ya sabes donde es.

Al final, aunque no muy convencida, acabó aceptando. Maria les preparó una cena a base de platos típicos italianos. Cenaron en la terraza que daba a Central Park. Sussy vino arrebatadora, clásica, pero con ese punto transgresor que tan bien le quedaba y Brody tanto agradecía. Lo que la sorprendió, fue encontrarse a Melinda de traje chaqueta formal. ¡Esa chica sabía tejer sus redes como nadie!.

A cada plato, Sussy alucinaba un poco más. ¿Para qué la había invitado la hijastra del jefe?. Encima en su casa... Llevaban más de una hora hablando de nimiedades: divertidas anécdotas de su padre, situaciones picantes vividas con su madre, cosas del trabajo y los compañeros, incluso de su escuela y sobre qué estaba pensando estudiar en la universidad...

Cuando llegó el espléndido tiramisú de Maria, la conversación derivó hacia temas más personales. Sin pedirlo, Sussy se encontró escuchando de labios de su anfitriona adolescente que todavía era virgen, pero que en una semanas dejaría de serlo, porque había encontrado a un chico maravilloso y experimentado, preguntándole cómo había sido su primera vez y pidiéndole consejo. La pobre estaba tan sobrepasada que acabó contándole interioridades que nunca había explicado a nadie.

Después de unos vasitos de grappa, ya estaban conversando abiertamente sobre la vida sexual de Sussy y al poco, Melinda le sugirió continuar la velada en el jacuzzi de la zona cubierta de la terraza posterior. La asistenta les había dejado toallas y albornoces, para cuando decidiesen salir de la tina.

Sussy avanzaba pensando en cosas tan prácticas cómo pedirle un bañador, imaginar si tendrían de su talla o dónde se cambiarían. Melinda, en escoger el mejor momento para decirle que su padre quería hacerle un regalo que nunca olvidaría: se la iba a follar. Llegaron frente a la pequeña piscina y Melinda, sin dejar de hablar, empezó a sacarse la ropa, dejándola colgada en una de las sillas. Sussy dudó, pero la seguridad que emanaba de esa chica pudo más que su pudor. Con un gesto de resignación y un leve cosquilleo entre sus labios mayores, hizo lo propio.

  • Qué conjunto tan bonito llevas Sussy.

  • Y tú, ¿vas siempre así, al pairo?.

  • ¡Nooo!, los días del periodo, me pongo bragas. Los tampones no me gustan mucho, prefiero llevar compresas y con algo hay que sujetarlas...

  • ¡Ah!, es sólo por eso.

  • Bueno, también por los aromas... Esos días, ya sabes... si los tíos te huelen, se ponen cachondos y como una está más sensible, no apetece verles babeando alrededor o intentando tocar cuando una no está por la labor... ¿A ti también te pasa?.

  • Dejémoslo y vemos a meternos en el agua. Hablar contigo, es un peligro...

Ya instaladas, rodeadas de burbujitas relajantes, Melinda decidió que era el momento de entrar en materia.

  • Sabes, Sussy, Papi te aprecia mucho. Entiende que hayas de dejarlo, pero le sabe muy mal. ¡Se siente tan a gusto contigo!.

  • Yo también lo quiero mucho, bueno, lo aprecio, eso sería más apropiado. Llevamos muchos años trabajando juntos y nos entendemos bien...

  • ¿Sabes que también le excitas?.

  • ¡Melinda!, no deberías hablarme así.

  • No sé por qué. Si no fueses empleada suya, tanto tú como él, sabéis que habríais acabado follando.

  • ¡Melinda, por favor!. Me estás incomodando.

  • ¿Pero por qué?. Que tú estás coladita por Papi, lo sabemos todos. El que menos cuenta se da es él. ¡Hasta mamá se lo tuvo que decir!. Se dio cuenta la primera vez que te vio, como yo...

  • ¡Qué vergüenza, por Dios!. No podré mirarla nunca más a la cara...

  • Tú eres tonta o qué. Con la edad que tienes, podrías ser un poco más lista para estas cosas, coño. A mamá le importa una mierda que estés loca por Brody, de hecho, le pone cachonda y si te lo tirases de tanto en tanto, aún más. En realidad, de esto quería hablarte. Mi padre quiere hacerte un regalo...

  • Pero si ha sido más que generoso. ¿Sabes que prácticamente me ha regalado una casa adaptada para mi madre en Wisconsin?.

  • No, no lo sabía, pero eso son cosas de vuestra relación profesional. Yo me refería a algo personal, entre tú y él, porque aprecia de verdad a la Sussy mujer, no sólo a su mejor asistente. Entiendes...

  • Tu padrastro es muy bueno...

  • A lo que iba. Mamá y yo pensamos que lo que más deseas de lo que él pueda ofrecerte, es a él mismo. Te mueres de ganas de acostarte con Brody, ¿verdad?.

  • Melinda, por favor, estás jugando con fuego...

  • ¡Déjate de gilipolleces!. Lo hemos hablado y los tres estamos de acuerdo en que paséis un fin de semana juntos donde más te apetezca. Podéis hacer un poco de turismo, pero ya sabes para qué vais a ir: ¡a follar hasta el cuerpo aguante!. Mamá me dice que Brody es muy bueno en la cama y por lo que sé, hay muchas que lo corroboran. Así que no te escaquees y a disfrutar sin cortarte un pelo...

  • ¡Estáis todos locos en esta casa!. Como quieres que tu madre...

  • Si quieres la llamo ahora mismo para que te lo confirme, pero sabes tan bien como yo que ella es así y mi padre, mas golfo aún... Bueno dejémoslo. Ahora que ya te ves chupándosela, quería hacerte unas sugerencias y contarte unos secretillos para tenerlo siempre a punto y que te de lo mejor de sí mismo. Mira...

Le contó lo que pensaba que más pondría a Papi, hasta dónde podía enseñar,... Le sugirió sitios a los que ir y ciertas personas de su entorno que podrían ayudarla a conseguir que ese fin de semana fuese único. A cada sugerencia, la cara de Sussy adquiría un tono rojo más intenso. El súmmum vino cuando le explicó lo mucho que gozaba con el sexo anal, la pobre le confesó que ella nunca... y Melinda, riendo, le explicó que no se preocupase, que era para él...

El fin de semana fue un éxito. Una desinhibida Sussy se entregó completamente al maestro y siguiendo los consejos de Melinda, logró unas cimas de placer que con ninguno de sus amantes, ni tan sólo llegó a soñar que existiesen. Brody acabó encantado: si su secretaria hasta entonces se mostraba picarona, esos días resultó ser la más descarada exhibicionista y una amante muy ardiente. Nunca se imaginó que le llegase a encular con un arnés vibrador mientras se la pelaba; eso fue lo más...

Volvieron muy satisfechos. Sussy se marchó con su madre con nuevos ánimos y llegó a su Wisconsin natal abierta a todo y... a todos. Brody le explicó a su mujer que aún no entendía como podía haber pasado tantos años al lado de esa mujer, sin darse cuenta del tremendo potencial sexual que escondía en su interior. Caterina le echo en cara lo insensible y poco observador que llegaba a ser y se lo llevó a la cama. Fue una noche memorable...

Unos días más tarde Melinda y Caterina recibieron una carta de Sussy. A cada una les contaba un retazo de la increíble experiencia que había vivido, pero sobre todo, les daba las gracias una y otra vez: lo que le habían regalado no tenía precio y les confesaba que habían hecho de ella la mujer más feliz de mundo. A Melinda le añadió un anexo: le detallaba las cosas que le faltaban por experimentar, le prometía que no dejaría pasar mucho tiempo sin ponerlas en práctica y finalmente, le deseaba que su desfloración fuese al menos, algo tan maravilloso como lo había sido para ella ese fin de semana.

Las obras en casa hacía días que habían acabado. El Ceytaire presidía una de las paredes laterales de la habitación de sus padres, enmarcado en una sólida estructura de madera, estucada a la veneciana. Caterina estaba encantada con el regalo. Delante de todos los que habían venido a su fiesta de aniversario, lo dejó bien patente: "Ver esta pintura delante nuestro, nos hará follar más y mejor, cariño. Muchas gracias, querido".

Caterina no solía pasarse demasiado por la habitación de su hija, pero el día que vio el espejo, se sorprendió. Ya tenía un paño del armario recubierto de espejo, para qué otro... Por suerte, Melinda se lo aclaró antes de que pudiera atar cabos: "Es que mamá... éste queda frente a la cama y cuando me hago un dedito, me lo veo todo y me corro con más ganas...". Su madre se rió. La comprendía muy bien...

Alguna noche que Caterina tenía una cena o por cualquier otra razón llegaba tarde o no estaba en casa, Brody separaba el cuadro y miraba a su hija. Varias noches lo intentó, pero no tuvo suerte. Se la encontró dormida o leyendo. Podía verle retazos de cuerpo desnudo, pero eso aunque excitante, no era nada nuevo. Finalmente, llegó su noche y pudo ver como se masturbaba.

Dejó una luz abierta y miraba a menudo al espejo. ¡Qué guapa era y siempre dispuesta a exhibirse para él de la mejor manera!. Aplicaba su vibrador sobre el clítoris, sus manos recorrían frenéticamente los gruesos labios de la vulva, de tanto en tanto, paraba y se restregaba la entrada del culete y siempre, siempre, se acariciaba las tetas con fervor, mimando los pezones, uno de sus puntos más sensibles.

Verla disfrutar con su orgasmo, le llevó a pajearse de forma inmisericorde. No paró hasta correrse como un adolescente con las hormonas desbocadas. La mano le quedó embarrada y sin pensárselo dos veces, se la llevó a los labios y limpió con la lengua su propio semen. ¡Todo sea por su Melinda!. A la mañana siguiente, cuando se encontraron solos un instante, se lo contó y ella, por primera vez, lo besó en los labios. No fue nada, sólo un leve contacto, pero sirvió para unirles aún más.

Cuando Brody llegó esa mañana a su oficina, entre lo salido que venía de casa y lo que vio al llegar, se le levantó el ánimo y el miembro de fornicar. No era para menos, Claris, una joven que acababa de estrenar la treintena, estaba para mojar pan y lo que no es pan y lo mostraba con prodigalidad. Era su nueva secretaria y lo vio, lo miró y picándole el ojito, le largó un "Así me gusta, que el jefe venga contento" y siguió con su trabajo.

La propia Sussy le había seleccionado a su sustituta. Era alguien a quien conocía. Trabajaba en la empresa desde hacía unos años, en el departamento financiero, pero Andrew, el director del área, no la soportaba, a pesar de que Claris era una de las empleadas que más alta calificación obtenía cada año en la valoración por objetivos. Brody no estaba al caso de esas menudencias, pero Sussy, sí. El motivo era claro y transparente: el jefe era un profesional de primera, pero un amargado en su vida personal y muy en concreto, en su faceta sexual. Claris era un bombón que ligaba lo que quería y si a esto añadimos que era una firme defensora de las relaciones liberales y se vanagloriaba de ello públicamente...

Sussy la llevó con ella, le explicó que lo que iba a contarle era totalmente privado y confidencial y que si salía una sola palabra de su boca, se encontraría de patitas a la calle con una carta hecha a medida para desacreditarla de por vida. Después de escucharla, si creía que ella era la mejor candidata, recibiría una oferta de trabajo muy conveniente. Podía rechazarla y todo continuaría igual o aceptarla, siempre que le resultase atrayente convivir con las peculiaridades del jefe. Si ese era el caso, su vida profesional, daría un salto de gigante.

Le avanzó que ella pensaba que era la persona idónea. Claris se rió y por lo que le contestó, Sussy supo que el puesto iba a ser suyo. Dicen los rumores que pudo oír algo así como: "Creo que soy tan putona y libertina como el jefe. Ya verás cómo nos entenderemos, Sussy".

A mediodía, Claris atendió una llamada. Era de la hija del jefe.

  • Hola, soy Melinda, la hija de Brody. Tú debes ser Claris, la nueva. ¿Me lo puedes pasar?.

  • Claro, espera que compruebe que esté solo y te lo paso. Sí. Todo tuyo.

Hacía pocos días que manejaba los sofisticados artilugios del despacho y sin darse cuenta, dejó el teléfono en abierto. Lo que oyó, la dejó traspuesta y más caliente que una barra de pan recién salida del horno...

  • Hola Papi. ¿Cómo tienes la tarde de mañana?.

  • Tengo un par de reuniones internas y una conference call con unos amigos de un congresista. Quieren que les ponga pasta en un negocio, pero no lo veo nada claro. ¿Por qué quieres saberlo, cariño?.

  • Pues anúlalo todo. Te quiero en casa a las cuatro.

  • Pero niña, no es tan fácil. ¿Para qué me necesitas?. ¿Qué es eso tan importante que no se puede retrasar unas horas?.

  • Papi, mañana voy a ser mujer y quiero que lo veas todo, desde detrás del espejo.

  • ¡Coño, Melinda!. Menudo regalo. Me la has puesto dura sólo de oírte decir eso...

  • Hace días que mamá lo sabe, incluso conoce a Gregory de la escuela, pero no le he dicho aún que será mañana, ni que quiero que me miréis desde vuestra habitación.

  • No me ha dicho nada...

  • Se lo pedí yo. Igual que te pedí a ti que no le contases lo del espejo. Hace tiempo que lo tengo todo planificado. Te las has de apañar para que mamá esté contigo en vuestra habitación a las cuatro. Nosotros llegaremos un poco antes de las cuatro y media. Cuando lleguemos, ya tienes que haber apartado el cuadro, no sea que haga ruido y se me acojone. ¡No sabes lo que me ha costado convencerle de que nos lo montásemos en casa!.

  • ¿Sabe que eres virgen?.

  • No, ya lo sabrá en su momento. No te preocupes. Es un chico dos años mayor que yo, muy experimentado y sanote. Está de un buenorro que te cagas, Papi. ¡Y me lo he ligado yo!.

  • Lo que no consiga mi niña...

  • A lo que íbamos, Papi. En cuanto entremos, os quiero mirando. Mejor que ya estéis en bolas, para no perderos nada. Id calentándoos siguiendo nuestro ritmo. Cuando me la meta, quiero que tú hagas lo mismo con mamá y le des duro, como a ella le gusta. Oye, sabes qué, deja un bote de lubricante a mano y a medio polvo, la untas bien por detrás y le partes el culo. Ya sabes cómo disfruta con un buen anal...

  • Creo que sabré hacerlo... ¡Somos nosotros los que te hemos de dar los consejos, golfa!.

  • Tienes razón, pero sabes que soy una chica meticulosa, me gusta planificar todos los detalles y para mi va a ser un día importante...

  • No te preocupes, haré que mamá goce mucho. Viendo en vivo y en directo tu primera vez, ¡cómo quieres que no lo consiga!.

  • Gracias, Papi. Saber que nos estaréis viendo, me va a dar un placer que no se puede contar...

  • Y a nosotros también, preciosa. Va a ser el polvazo de nuestra vida, cariño. Un besito y... gracias por consentirme así. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida...

Cuando colgaron, Claris se dio cuenta que estaba muy sofocada y que tenía su mano derecha dentro de las bragas, cogiéndose el paquetito. Todavía no había tenido tiempo de reponerse, cuando Brody entró en la antesala donde ella tenía la mesa de trabajo. Se la encontró con la cara más roja que un pimiento y la mano perdida entre la falda. La pobre, se sacó la mano de las ingles deprisa y corriendo, pero fue peor el remedio que la enfermedad: su jefe pudo verle los dedos bien lustrosos y viniendo de donde venían, la naturaleza del jarabe que los empapaba, estaba muy clara...

  • Veo que te ha rebosado algún líquido, Claris...

Sólo se lo pensó un momento. Hacía pocos días que trabajaba con Brody, pero Sussy la había advertido con meridiana claridad: con él, siempre la verdad por delante. Fuese lo que fuese, si no truncaba la confianza, se podía solucionar. Recordaba perfectamente la frase de Sussy: "Es un hombre muy comprensivo y está de vuelta de todo".

  • Jefe... Te he de contar lo que me ha pasado. Ha sido un accidente, lo juro.

  • Tú dirás... Aunque no sé cómo puede ser accidental hacerse un dedito a media mañana...

  • No, no. No es eso, es algo mucho peor. Aún no he aprendido a utilizar todas las funciones de ese teléfono tan complicado que tenemos y no sé qué diablos he hecho, pero he oído vuestra conversación en el altavoz. He intentado desconectarlo, pero no sabía cómo y tenía miedo de cortar la llamada...

La pobre, empezó a llorar a lágrima viva. Brody enseguida se dio cuenta que su asistente no hacía teatro. Se rió para sí. Si había escuchado la conversación, no le extrañaba que una chica voluptuosa como ella, se hubiese excitado y acabase masturbándose como una colegiala. ¡Que se lo dijesen a él!.

  • Mira, Claris, estoy seguro que si nos has oído, ha sido por accidente...

  • Te lo juro, jefe, te lo juro por lo más...

  • ¡Ssshhhttt!. Déjalo. Ya me lo creo, mujer. Una relación tan próxima como la nuestra, se ha de basar en la confianza y la discreción. Si tú me puedes garantizar eso, por mí, no ha pasado nada.

  • Por supuesto, Brody. Jamás saldrá una palabra de mi boca. Ni de eso, ni de cualquier otra cosa, personal o del trabajo. Soy un poco alocada para ciertas cosas, pero en el trabajo...

  • Lo sé, lo sé. Ya está olvidado. Con respecto a lo otro, ya irás conociéndome, pero en esos aspectos, nunca podré reprocharte nada. ¡Yo soy mucho peor!...

  • No sé, no sé, porque mira que yo... soy una guarrilla de cojones...

  • Venga, pasa a mi baño y arréglate un poco. Si te apetece... puedes acabar antes lo que estabas haciendo. Me parece que te has quedado a medias y eso no es bueno.

  • ¿Y tú?, todavía tienes un bulto sospechoso ahí en medio... Anda, ven conmigo y nos desahogamos juntos... ¡Guardando las distancias, eh, que eres mi jefe!.

Claris hacía las cosas bien. Entró en el baño, hizo sentar a Brody en el inodoro y se quitó la ropa. Toda. Subió una pierna en el bidet y empezó a tocarse despacito. Esa chica tenía un coñito precioso, abierto de natural, pulposo, con los labios menores remetidos en la raja y más arriba, un clítoris tan prominente que el capuchón, prácticamente no lo cubría. Seguía la moda y sin un sólo pelo, aún parecía ir más desnuda, enseñándolo todo un poco más...

Brody no pudo contenerse por más tiempo y sacó la minga a pasear. La tenía algo más que morcillona y con ese espectáculo a medio metro de sus ojos, en cuanto se empezó a subir y bajar el pellejo, el bálano se le hinchó hasta quedar tan duro y lustroso como daba de sí.

  • Tienes un coñito precioso, Claris.

  • Lo sé, todos los que me follan, me lo dicen... Tú también vas bien armado. Tu polla me gusta un montón. ¡Lástima que seas el jefe!.

  • Sólo mirar. Lo siento, no sólo por ti, también por mí... pero es lo que hay...

  • Está claro. Mira cómo me corro y vente tu también. Me tienes muy, muy caliente, jefe.

  • Pues mira que yo... con esas tetitas a dos palmos...

Sus orgasmos no tardaron mucho en llegar. Ella se corrió ampulosamente, retorciéndose de gusto y gimiendo como si la llevasen al matadero. Él fue más discreto, soltó su carga con tres trallazos breves y no muy copiosos sobre el suelo de mármol. Antes de salir de casa, Caterina le había ordeñado a conciencia y ya no era un chaval de veinte años...

  • Gracias, Claris, me he quedado muy a gusto.

  • A ti, jefe. Me ha sabido a gloria. Cuando quieras, ya sabes... Eso sí, sin pasarse. Entre jefe y secretaria, tenemos que mantener las distancias...

  • Por supuesto... Oye, con esos pechos tan magníficos que tienes, turgentes como pocos y no demasiado grandotes, no sé yo sí... tal vez... pudieses prescindir...

  • Oído cocina. No te preocupes, sólo uso para venir a trabajar y poco más. Si ahora el jefe cree que no lo necesito...

Se vistieron, cada uno mirando cómo el otro se iba poniendo una prenda tras otra. Claris guardó teatralmente el tetero en su bolso y Brody, al ver cómo se le trasparentaban los senos a su secretaria bajo la blusa, se empalmó de nuevo. Los dos rieron y abandonaron el baño.

Esa noche, él y Caterina tuvieron doble sesión de sexo. Brody estaba salido y su mujer, muy receptiva. Era martes y tocaba trabajo anal, pero él se resistió y al final, le dio y recibió tanta lengua y tan bien usada, que la asidua visitante de Sodoma, claudicó. Eso sí, exigió epílogo: se pegaron un revolcón de órdago, empezando a lo misionero y acabando con la grupa en alto, como cuando las perras se disponen a ser cubiertas.

Calmadas las ansias de placer más perentorias, Brody se la cameló para que el día siguiente por la tarde se encontrasen en casa. Le dijo que le reservaba una sesión especial del mejor sexo anal y aunque se perdiese la sesión de spinning con Lilia, su nueva amiga neoyorquina, el sacrificio valdría la pena. Con eso y sus últimas y enigmáticas palabras antes de dormirse, finalmente la convenció:

  • Mañana será un gran día, cariño.

A las cuatro en punto la pareja ya estaba comiéndose a besos en su habitación. Poco más tarde, se habían desnudado. La intensidad de los arrumacos iba en aumento por momentos. Caterina se arrodilló y empezó a mamársela. Jugaba con la lengua sobre la verga de su marido y le acariciaba los cojones, hurgándole el ojete con el índice de la otra mano. Brody tocaba el cielo, pero sabía que debía pararla y explicarle porqué estaban allí esa tarde.

  • Ven cielo, te he de enseñar algo.

  • Espera, espera. Déjame comértela un poco más, luego me lames el chochete como tú sabes...

  • Eso ya vendrá... Lo que quiero enseñarte, tiene que ver con tu niña. Ven, anda. Luego seguimos y será aún mejor...

  • Ya me temía yo que me habíais montado una encerrona...

Brody le enseñó el sutil mecanismo bajo la estructura de la pintura erótica y basculó sobre unas bisagras ocultas. La cara de Caterina era un poema.

  • ¡Serás hijo de puta!. ¿No tenías suficiente con lo que ella te muestra por propia voluntad?. Todos sabemos que Melinda es una exhibicionista compulsiva, pero esto...

  • Esto lo he hecho instalar porque ella me lo pidió sin darme tregua, hasta que cedí. No sabes los arreglos que he tenido hacer para que nadie se enterase. Pregúntaselo un día de estos a tu hija. Te sorprenderá su inteligencia y perseverancia para lograr los objetivos que se propone.

  • No si ya... Te creo, aunque no me dirás que tú no estás encantado con la ventanita de los cojones...

  • Es muy morboso, cariño. Y mucho más lo que tu hija quiere compartir con nosotros esta tarde.

  • ¡No me jodas!. ¿Gregory se la va a follar?.

  • Sí, aunque yo pienso que es ella la que se lo va a trincar a él... Quiere que tú y yo, veamos su primera vez en vivo y en directo. Ya sabes que le excita un montón mostrar su cuerpo y más aún, si es en sus momentos íntimos. El morbo de la situación será brutal, para todos... Para ella, la que más y quiere que lo vivamos juntos...

  • ¡Ay mi niña!. Ha salido a mí. Así que te ha dicho que me hagas el amor mientras miramos cómo a ella la estrena ese cachas...

  • Bueno... exactamente, me ha pedido que te parta el culo...

  • Vaya, vaya... Así que es por eso que has dejado el bote de lubricante sobre la estantería...

  • ¡Mira, mira!, ya están entrando en su habitación...

Melinda tiraba de la mano de su compañero. En cuanto lo tuvo a la altura de la cama, le dio un empujón y lo dejó a medio estirar. Desde su observatorio, Brody y su madre veían con total claridad el bulto que presidía la bragueta del chaval. ¡Ese Gregory, iba bien armado!. Le decía algo, pero detrás del espejo, no oían nada, sólo podían ver.

Vieron como su niña no permitía que se levantase de la cama y le señalaba el paquete, riendo. Él se bajó la cremallera y se sacó la sardina. Más bien todo un congrio, grueso, lampiño y coronado por un ciruelo circuncidado, lustroso y muy apetitoso. Melinda debía pensar lo mismo, porque se relamía con la lengua, como si tuviese delante el mejor plato de la abuela Enrietta.

Entonces, ella empezó a quitarse la ropa. Miraba a los ojos de su desvirgador, luego, al espejo y otra vez a Gregory. Empezó por abajo: zapatos, medias y falda. Se levantó el jersey y los tres pudieron ver el parrús más bonito de Manhattan. El pobre Gregory no podía con su alma o, mejor dicho, con su polla y como Melinda no dejaba que se le acercase, se puso a pelársela suavemente. Ella, sonriendo, estiró el pullover hacia arriba y aparecieron dos tetas prodigiosas. El zagal, lo que estiraba y encogía, era lo que le quedaba del prepucio...

La adolescente más putilla, se arrodilló delante del sexo de su compañero y tomándole el badajo con la mano, se lo llevó a la boca. Le dio lengua y jugó un poco con los labios, pero cuando lo tuvo en su máximo esplendor, lo soltó y con una sonrisa traviesa, apartó su cuerpo y empezó a desnudarlo. Él decidió colaborar o más bien, quitárselo todo tan rápido como supo...

Detrás del espejo, Caterina, estaba que no podía más: ver a su hijita manejar la situación cómo toda una mujer, la ponía a mil y si encima, su hombre la tenía ensartada desde atrás, dándole estopa..., tocaba el cielo...

  • Cariño, como sigas así, me voy a correr en un santiamén. Entre tú y esos dos, me tenéis que me sale la bilis por el coño...

  • Pues espera. Mira a Melinda, ¡se la está mamando de vicio!. ¿Dónde habrá aprendido?. El que está sorprendido es ese gañán. Llegó de experimentado Don Juan y nuestra niña le está dando todo un repaso...

  • Y bien que le gusta...

  • A ver, Caterina, a nadie le amarga un dulce... Anda, inclínate un poco, querida, que voy a darte duro. Esos van a ponerse a follar de un momento a otro y no les podemos defraudar...

  • Qué coño defraudar, ellos van a ir a lo suyo. Cariño, ¡lo que nosotros no podemos, es perdernos el mejor orgasmo de nuestra vida!. ¡Dame con todo y párteme el chocho de una puta vez, joder!...

Era para sacarles una foto: Caterina apoyada en la pared, inclinada, con el culo en pompa, sin perderse nada de lo que pasaba en la cama de su hija y mirándola con ojos vidriosos, de puro vicio. Brody, tomándola de la cadera, le penetraba la vagina con su pollón, una y otra vez, duro como una barra de corrugado. De tanto en tanto la soltaba, le tomaba las tetas y jugaba con sus pezones, apoyándose sobre su espalda, para poder ver mejor lo que se cocía detrás del falso espejo.

En la cama de Melinda el coito iba tomando forma. Ella se la había sacado de la boca y estaban morreándose como posesos, cuerpo contra cuerpo, engarzados en un abrazo tan impúdico, como placentero. Las manos de uno y otra, iban del culo a los muslos, recorrían la espalda e intentaban amasar las tetas de la compañera o los huevos del maromo, en cuanto quedaba un resquicio entre sus pieles.

En un momento dado, pararon, se miraron y decidieron que era hora de pasar a mayores. Gregory rebuscó en su alforja una caja de condones. Melinda se rió, abrió el cajón de su mesita y le enseñó una de anticonceptivos, con un blíster vacio y otros dos por empezar. Estuvieron hablando unos minutos. Ella sonreía y ponía una cara vergonzosa, como de no haber roto nunca un plato ¿o sería un himen...?. A él se le podía leer la sorpresa en los ojos...

Al fin, Gregory, el experto, le aconsejó la mejor posición para estrenarse. Melinda lo vio bien, pero le dijo que orientarían sus cuerpos de forma que ella y su coñito, quedasen mirando al espejo. Por nada del mundo quería perderse ese momento tan trascendental de su vida sexual, le explicó.

Con las cosas en su justo sitio, el avezado fornicador, la informó que lo mejor era que le preparase bien el hoyo que tenía que profanar. Melinda, solicita, le ofreció su chochito, para que la lengua de su amante, le aplicase los preliminares que considerase conveniente. Por si acaso, también le dejó un bote de lubricante vaginal a mano. Su vagina, no necesitaba ni lo uno, ni lo otro. Era evidente que rezumaba flujos melosos y abundantes a porrillo, pero ella, siempre tan empática, prefirió no herir el amor propio de quien la iba a convertir en mujer...

Embadurnada de saliva y lubricante propio y ajeno, todo estaba a punto. Gregory la besó, ella se colocó, apuntó, entró la puntita y sin poder resistir la tensión ni un segundo más, el chaval se la metió hasta tocar la membrana cabrona con la punta del ciruelo. Reculó, cogió empuje y arremetió con más brío. El virgo cedió, la polla del contumaz copulador, la invadió hasta hacer tope y allí se quedó unos segundos. Melinda los aprovechó para besar a su chico y agradecerle el favor.

Detrás del espejo, se oyó un leve gemido, tamizado por el cristal insonorizado. Gregory se asustó, pero Melinda, sabía muy bien de dónde provenía: los labios de su madre estaban cantando el inicio del orgasmo de su vida: Enculada por su amado, veía como su niña ya era mujer.

La excitación de Brody al ver gotear esa mezcla de sangre, semen y flujos vaginales entre los labios de su niña, iba más allá de lo razonable, pero cuando se dio cuenta que le miraba de frente y en medio de su orgasmo, le enviaba un beso volado, llegó a tal extremo que el mejor polvo de su vida, no pudo acabar con corrida...

Epílogo: Algunos encuentran la piedra filosofal y otros terminan como el Parsifal.

Brody encontró la felicidad y el equilibrio emocional con Caterina. Una mujer extraordinaria, divertida, culta y con la seguridad en sí misma y el saber estar que da pertenecer a una de esas familias que han conformado las élites sociales durante muchas generaciones. A esas virtudes, añadía una capacidad asombrosa para gozar del sexo, sin atenerse a convencionalismos y el gusto, más bien necesidad, por exhibirse hasta el límite de lo socialmente aceptable o en ocasiones, un pelín más.

Durante muchos años pasaron por una de las parejas más sólidas y glamurosas del New York que cuenta. Los rumores sobre la voracidad sexual de Caterina y las inusuales apetencias de su pareja, eran constantes en ciertos corrillos exclusivos, pero la discreción con que actuaban y el poder que da el dinero, acabó haciendo que les mirasen con más envidia que rechazo. Al fin y al cabo, eran unos de ellos.

Cuando Melinda empezó a vivir su vida lejos del domicilio conyugal, afloró todo el libertinaje acumulado en sus cuerpos. Fueron unos años de fiestas desmadradas, sexo liberal y mucho experimentar. Esos excesos les pasaron una leve factura social, pero como pareja, les unieron aún más.

En esa época, se trasladaron a una preciosa mansión victoriana de Long Island. La compraron al antiguo presidente de una república centroamericana. Brody se enteró a través del banco panameño con que trabajaba que al estar el hombre enfermo, ya no controlaba los réditos de las corruptelas y la familia la quería vender discretamente, porque el dinero ya no fluía como antes. Tenía vastos jardines, una amplia piscina exterior y otra interior, climatizada. La rodeaba una valla impresionante. El que decidió instalarla, lo hizo por seguridad, pero a ellos les daría la intimidad que deseaban.

Durante unos años, por esa casa pasó lo más granado del mundo de las financias, la política, el espectáculo y... tantos otros, entre ellos, la vecina del 44 G que le ayudó a encauzar sus filias... Algunas parejas descubrieron a un marido o una esposa que no conocían: Unas se apuntaron a disfrutar del cuerpo sin cortapisas y otras, huyeron despavoridas. Habían quienes sabían muy bien a que venían y gozaron del sexo como nunca, en ese libérrimo entorno.

En esos actos "sociales", era norma de la casa dejar la ropa en el vestidor. Si eso incomodaba a alguien, o no lo decía o sencillamente, no venía. Lo que le aportaba al magnate, era ir siempre empalmado y predispuesto para la acción. A Caterina, también le gustaba, pero ella no necesitaba estímulos suplementarios... Hay que ver lo que somos capaces de hacer si enterramos nuestras inhibiciones. En esa casa lo demostraron, desde la más liberal de las actrices, hasta uno de los políticos más conservadores: ¡Se presentó a la party con su esposa y su amante!.

Pasados esos años locos, Caterina y  su hombre, empezaron a bajar el ritmo y centrarse en ellos mismos. Las orgías desmadradas se fueron acabando y encontraron el deseo y los estímulos en la propia pareja. Bueno... las amigas sabían que visitarles con poca ropa y dispuestas a mostrar, era un "regalito" que Brody agradecía. Para más inri, cuando llamaban para quedar, Caterina siempre se lo recordaba.

Brody ya no pedía copular con más mujer que Caterina, pero ella aún necesitaba degustar un coñito apetitoso de vez en cuando y dejarse penetrar por otra verga, para no caer en la monotonía. Así que, hasta que sus cuerpos se lo permitieron, de tanto en tanto invitaban a algún amigo o amiga, en ocasiones especiales, incluso una pareja cercana y pasaban una noche de sexo placentero y reconfortante o se iban unos días de vacaciones juntos o... ¡cualquier otra cosa que les aportase placer y ganas de vivir!.

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¿Y Maryanne?. Pues después de su desastroso matrimonio con Brody y abochornada por Vicky, esa que pasaba por ser su mejor amiga antes de robarle el marido, decidió seguir los pasos de su madre. Pero pensó que antes, se merecía darle una alegría al cuerpo. O varias, más bien muchas... Bien provista con la pasta que se llevó del divorcio, se tomó un año sabático. Quería desconectar de su vida en NY. ¡Y vaya si lo hizo!.

Su familia contaba a quien quisiese escucharles que una mujer tan emprendedora como ella, no podía estarse quieta mucho tiempo y había decidido fundar una empresa de bikinis y ropa interior brasileña, tan de moda en esos tiempos. Para ello, nada mejor que hacer las cosas in situ y por eso, se había establecido en Rio de Janeiro. Decían a todo el mundo que le iba muy bien, que exportaba mucho a Europa y sus prendas pronto se venderían en Estados Unidos...

La realidad es que su relación con los bikinis brasileños, se ceñía al fio dental que usaba para bajar a ligar a la playa. Con la ropa interior, era aún más escueta. Se trajo poca, pero es que desde que puso un pie en Brasil, decidió seguir los consejos de esa guarrilla francesa con la que se montó su primer trío con el que entonces aún era su marido y la embutió toda en lo más hondo del cajón de abajo del armario.

Alquiló un apartamento con vistas a la playa, en lo más cool de la avenida Vieira Souto. Cuando lo escogió ya apabulló al agente inmobiliario. El tío no estaba mal. Le estaba enseñando la cocina, los baños,... pero ella lo paró y le explicó claramente sus necesidades: "¿Tiene una cama bien grande, con un buen colchón?. ¿Y una terraza amplia para tostarme al sol?. Yo he venido aquí para desconectar. Mis objetivos se ciñen a vaguear, ponerme morena y follar tanto como pueda. ¿Puedes ayudarme?". Y sin perder más el tiempo, la ayudó, ¡vaya si la ayudó!.

A partir de ese día y durante diez meses, cumplió sus objetivos a rajatabla. A las pocas semanas, medio Ipanema, la mitad más sabrosona, por supuesto, tenía su móvil y lo usaba con prodigalidad. Pocas veces obtenían un "no" por respuesta. Su cama acabó siendo una de las más concurridas, dejando aparte las que tenían un uso profesional. Su otra actividad, estuvo a punto de causarle problemas, pero la intervención de un superintendente de la policía que vivía un piso por encima suyo, forzó que todo siguiese como estaba.

Desde que viajó a Europa con Brody, le había cogido el gusto a disfrutar del astro rey despelotada, pero eso en Brasil, no está bien visto. Es una cosa curiosa, el topless está penado, pero puedes ir enseñando nalga con alegría. La avisaron de que no debía estirarse en el balcón como la parieron y como no les hizo ni puñetero caso, insistieron. Ella siguió en sus trece. El del 12 J era abogado y redactó una denuncia bajo coacción: Su mujer y tres vecinas más, se negaron a abrirse de piernas mientras esa fulana no se tapase las vergüenzas o se largase y frente a eso, no hay varón que pueda sobreponerse.

Por suerte, la pasó a los vecinos con mejor perspectiva sobre la anatomía de la gringa, para que también la firmasen. Entre ellos, el superintendente y aquí acabó el incidente. Él estaba encantado con la generosa delantera que lucía esa americana tan simpática y cuando llegaba cansado a casa, no quería perderse las vistas y mucho menos, lo que algunos días venía después. Les amenazó con montarles un expediente y la cosa acabó con los vecinos contentos y las vecinas... resignadas, pero mejor folladas.

Pasados diez meses, con hongos en la vagina, el ano relajado y un sátiro muy mono, tatuado en un pubis tan dorado por el sol como el resto de su piel, decidió que era el momento de seguir el ejemplo de las madres de sus amigas y la suya propia. Regresó a New York. Volvió a vestirse de Carolina Herrera, Donna Karan y otros de sus diseñadores habituales antes de la interesada boda, no se perdió ninguna fiesta benéfica y unos meses más tarde, empezó a verse con un acaudalado banquero, divorciado y quince años mayor que ella.

A las pocas semanas, se extendió el rumor de que salían juntos. No era de extrañar: ella misma se había cuidado de que la cosa llegase a oídos de las más cotillas... Empezaron a quedar en un hotelito de Chelsea, compartieron algún fin de semana en el Caribe,... Ella le hacía "cositas" y él, estaba encantado.

No tardaron mucho en formalizar la relación. Así, un feliz y orgulloso macho alfa, podía lucir una chica joven y bien dotada como Maryanne sin fomentar habladurías, más aún, siendo una de los suyos... Y ella, contarle de una vez que acababa de quedarse preñada. "¡Cómo iba a suponer que mi tigre fuese tan potente!", le soltó.

Dada la situación, tuvieron que darse prisa, no era cosa casarse de ocho meses. Fue un buen bodorrio, no como el primero, pero ya se sabe: segundas nupcias...

Se instaló en la lujosa y clasicona mansión familiar de su nuevo marido y pasó a ser una de las damas del NY que cuenta. La hicieron miembro de los comités de las charities más emblemáticas, montó fiestas tan glamurosas como convencionales, gastó dinero a espuertas y... llamó a uno de sus mejores amantes brasileños. Le había dicho que tenía un hermano viviendo en la ciudad y si la enculaba tan bien como él, no podía continuar ni un día más sin conocerlo...

Obviamente, cuando fue el momento, llevó a su hijo a The Dalton School. Poco después, entró a formar parte de la junta de padres. Así cerró el círculo, incluso mejor que su propia madre: Marido rico y de erección difícil, la misma escuela y círculo social, pero... fogosos amantes sin papeles y con buena polla. ¡Algo se le tenía que haber pegado de su primer matrimonio!.

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No podemos olvidar a Penny. ¡Ay Penny, Penny!.

Esa mujer siguió toda su vida colada por su hermano. Brody tal vez sentía algo parecido por ella, pero para él, como para muchos, el incesto era un tabú inexpugnable, así que lo tenía asumido, a pesar de que lo llevaba con cierto desasosiego. Penny nunca quiso aceptar no ser correspondida y al final, la cosa se le enquistó y acabó generándole un desarreglo allí arriba.

En su juventud, pasó unos años un tanto oscuros. Tonteó con la droga, se rodeó de compañías poco recomendables y vivió el sexo con una pasión insana, casi enfermiza. A su terapeuta, no le costó demasiado hacerle ver que el principal, si no el único, motivo de todo eso era el deseo que la corroía por mantener relaciones sexuales con Brody, su hermano. No la incomodaba que tuviese pareja, pero renunciar a tenerlo como amante, era algo que no podía asumir.

Tras largos meses de soporte profesional, consiguió enderezar su vida. El terapeuta pensó que había logrado reconducir su enfermiza pasión fraternal. Ella sabía que eso era imposible, pero al menos, ese profesional consiguió que la mayor parte del tiempo, mantuviese oculta su obsesión en un recóndito rincón de su cerebro y Penny empezó a vivir una vida más positiva.

Era una chica lista y le encantaba el arte. Estudió en varias escuelas de prestigio y en otras más underground . Viajó por el viejo continente, visitó museos, galerías y exposiciones alternativas. Conoció a la gente más rompedora del momento y a otros menos avanzados en lo conceptual, pero muy reconocidos en su estilo. Folló mucho, en París, en Milán, en Londres y Barcelona. Con algunos fue sólo eso, un polvo para pasar el tiempo. Con otros forjó una amistad duradera, afianzada por el buen rollo sexual entre ellos.

Conoció una pintora post-cubista checa y descubrió que con las mujeres, el sexo es algo diferente, más plácido, más sutil, menos estridente, pero tanto o más intenso y gratificante. Pasaron cuatro meses juntas en Praga. Se amaron hasta desfallecer, mañana, tarde y noche. A Penny también le gustaba copular de vez en cuando con algún colega, bien dotado y buen amante, pero la primera tarde que volvió con olor a macho, tuvo que aguantar un broncazo, peor que el de una esposa despechada de las de antes.

Fue el principio del fin de su convivencia. La realidad, como siempre, era más compleja. En el fondo, el problema era que la checa sentía una profunda envidia hacia su bollera. No sólo por la liberalidad con qué vivía, sino porque su obra eran infinitamente mejor que la suya y aún lejos de su país, empezaba a destacar. El día que una de las galerías más significadas de Berlín comunicó a Penny que quería hacer una exposición individual de su obra, cogió un berrinche tal que Penny no dudó en renunciar al buen sexo que le daba esa mujer. Si seguía con ella, peligraba su entereza mental.

Brody y Caterina asistieron a la inauguración, le compraron dos lienzos y  al volver, aprovecharon para contarles a sus amigos, conocidos y gente influyente del mundo del arte, la valía de esa novel. A algunos, Brody les añadía una coletilla del estilo de: "Su obra va a subir como la espuma. Te vas a forrar, cabronazo". La avaricia, para cierta gente, actúa como un estímulo más fuerte que el sexo y Brody bien lo sabía...

Al cabo de un tiempo, volvió a su ciudad natal, convertida en una cotizada promesa. A su hermano le sobraba el dinero y quiso regalarle un loft donde vivir que también le sirviese de estudio. Caterina la sondeó para conocer sus preferencias. Pasaron juntas bastantes ratos y nadie sabe cómo, pero un día acabaron enrollándose. Si Brody respetaba ciertos tabús, esas dos no tenían ninguno, al menos en lo que atañe al sexo.

Le compró un ático destartalado en un edificio otrora industrial del Greenwich Village y corrió con los gastos de la rehabilitación. Tenía un área inmensa recubierta de cristaleras por ambos lados, lo que le daba una luz fantástica todo el día. En un extremo, Penny montó la zona habitable. Sin lujos, pero con todas las comodidades y un toque perro-flauta, como ha de ser la guarida de una artista plástica joven y rompedora. La parte central estaba dividida en dos ambientes sin separaciones: a la derecha, una inmensa cama dos por dos, a la izquierda, una mesa antigua, cuadrada y con sillas para doce personas. Quería dejar muy claro a lo que allí se venía: a comer y a follar...

Pronto fue punto de encuentro de artistas, bohemios y otras gentes interesantes. También de Caterina y la propietaria. Sus revolcones eran cósmicos y podían durar horas, porque entre polvo y polvo, se pasaban largos ratos hablando de ellas, de hombres, de sexo, de hombres y sexo... y de Brody. Penny no tardó en confesarle el ¿amor, deseo...? que sentía por su hermano. Caterina no la juzgó, sencillamente, lo aceptó cual era y le prometió que miraría si podía hacer algo.

Eran los tiempos de las fiestas locas en su nueva mansión de Long Island y a Caterina le dio por invitar a Penny. La primera vez, vino con una amiga tan libertina y bisexual como ella. Si a Brody le sorprendió encontrarse a su hermana desnuda, penetrada por el analista jefe de un conocido banco de inversiones, mientras le daba lengua al coño de su acompañante, no lo dijo. Pero eso sí, lo observó con detenimiento y se regodeó al volver a ver el chochito fraternal, en primer plano, abierto de par en par, gracias al grosor del cipote de su conocido.

Por la mañana, le pidió explicaciones a su esposa. Caterina es como es y le contó con pelos y señales todos los detalles de su relación. Se lo dejó bien claro: su hermana le comía el bollo como los ángeles y además, seguía pirrada por tener algo con él. A Brody eso le sobrepasó, pero Caterina es una mujer muy convincente y poco a poco, fue socavando sus reticencias, hasta que aparcó la razón y aceptó follar con ella. Entonces, fue Caterina quien se cabreó: "Eso ni lo pienses. No voy a dejar que te la tires tú sólo. Nos lo vamos a montar los tres juntos. ¡No se hable más!".

Para cerrar el círculo, los tres se fueron una semana de vacaciones a Europa. Penny le pidió a su cuñada si al menos, podían pasar un par de días en Cap d'Age e incluso le sugirió el hotel. Caterina se rió como una niña. Conocía perfectamente ese viaje iniciático que tanto marcó la juventud de su marido y al parecer, aún más la de su hermana.

Lo encontraron todo diferente. El ambiente ya no rezumaba ese libertinaje desenfadado, los ocupantes de las playa más liberales, eran los mismos jóvenes de aquella época, hoy ya maduros, algunos panzones o con tetas colganeras y otros aún resultones, como ellos... Aún así, Penny y Brody tuvieron una segunda oportunidad y la aprovecharon muy a fondo. La primera noche, se lo montaron los tres. Fue un trío sublime en lo sexual, pero Caterina vio que esos dos, necesitaban su propia intimidad, al menos una vez. La mañana siguiente los dejó solos y ella se fue a la playa. Ellos vivieron una sesión catártica, de sexo casi tántrico y ella se jodió a un bollycao buenorro sobre la arena que acabó pidiéndole doscientos euros por el favor...

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Nicole, la amiga más libertina, acabó convertida en un o una esposa ejemplar. Desde que Vivienne y ella se fueron a vivir juntas, su vida fue de lo más convencional, o casi. Se olvidó de los penes, o casi y se dedicó en exclusiva al maravilloso chochito de su pareja, o casi.

Vivienne sabía que Nicole era una mujer mucho más voluptuosa que ella y bisexual hasta los ovarios. La amaba con locura y no quería mentiras en su relación, ni que ella padeciese abstinencia de rabo forzada. Así que como hablando se entiende la gente, una tarde lluviosa decidió aclarar las cosas. Al final, acordaron darse libertad absoluta para mantener hasta dos veces al mes relaciones sexuales con terceros. Sin preguntas. Sin recriminaciones. Eso sí, con garantías sanitarias y toda la higiene del mundo por delante. Una sabía que la otra utilizaría poco esa laxitud quincenal y la otra que cada quince días, su pareja llegaría a casa con el conejo escocido y la sonrisa propia de una mujer sexualmente satisfecha.

Un buen día, Brody las invitó a una recepción exclusiva y con la carta de libertad en el zurrón, una cosa llevó a la otra. Al bajar de la limusina, ya se adivinaba que sería una noche tórrida. Salir de un vehículo con elegancia es siempre lo más difícil para una mujer con falda. Más si es corta y mucho más, si ha optado por prescindir de la ropa interior. Vivienne actuó como mandan los cánones: las piernas salen juntas y a la vez. Esa noche, nadie supo con qué cubría su sexo. En cambio, Nicole, no es que tuviese un descuido, no. Saliendo de un vehículo con una pata por delante, poco se puede ocultar y lo peor es que Brody no dejó que el chofer la ayudase. Le abrió la puerta él y se quedó allí delante, para poder ver el espectáculo de cerca. Debía gustarle, porque Vivienne pudo comprobar cómo le crecía un aparatoso bulto en la zona inguinal.

Cuando llegó el momento del socialising , esos dos se apalancaron en un rincón discreto, se miraron, se olfatearon como dos perros en celo y se besaron como viejos amantes. Vivienne lo vio y habló con Caterina. Las dos cuchichearon un buen rato, sin dejar de mirar a sus respectivas parejas, se acercaron a ellos y la italiana dejó las cosas muy claras a los cuatro: "Vivienne hace mucho tiempo que no se acuesta más que contigo, Nicole. Tú te estás comiendo a mi chico y a mí me apetece un montón enchocharme con la ex-cuñada de Brody. ¿Pasamos este domingo con las parejitas cambiadas?".

Estos encuentros, al menos duraron un par de años, hasta que un buen día, Nicole le dijo a su pareja que ya no quería más sexo con terceros. Le pidió casarse con ella, tener hijos y comprometerse socialmente. Mujer brillante, peleona y perseverante donde las haya, acabó dejando su bien remunerado puesto de trabajo y dedicándose de lleno a coordinar el área de comunicación de la principal organización para la defensa de los derechos del colectivo LGBT en el país. Ganaba menos, pero vivía mucho más satisfecha con ella misma.

Convenció a Vivienne que ella tenía que ser quien gestase y pariese a su hijo. La pobre se emocionó mucho y se puso a llorar como una Magdalena. No pudo contener su pasión y tuvo que pedirle a su pareja que le hiciese el amor allí mismo, en medio de la cocina. Que tuviesen los ventanales abiertos, el vecino de enfrente siguiese muy atento a sus evoluciones y Nicole lo viese y gozase el doble, es harina de otro costal.

Valoraron las diferentes alternativas para embarazarse y al final, Nicole se plantó y le dijo que ya estaba bien de tanta chorrada: Un buen polvo de un semental competente y a otra cosa. ¡Para algo tenían que servir los tíos!. Le pidió un par de días para pensar con quién y cómo y solucionar las cosas legales. Después de unas cuantas llamadas, lo tuvo claro. Se lo contó a su amada, Vivienne se rió un montón y los pezones se le empitonaron de la excitación.

Unos meses más tarde, justo cuando a Vivienne le faltaba un día para empezar a ovular, tomaron el avión a París. Se alojaron invitadas en el apartamento del antiguo novio de Nicole, ese que Penny y Brody conocieron tan a fondo, en el antro liberal de Cap d'Age. Ahora era un reputado médico, atlético y amante de la vida sana, padre de dos criaturas y tan crápula con las mujeres como entonces.

Las invitadas se pusieron cómodas nada más llegar. Con dos tías acojonantes delante que además detestaban llevar ropa encima, la primera noche ya fue aprovechable. Se montaron un trío de narices. A Nicole le costó un poco convencerle de hacerlo a pelo, pero una buena mamada, hace milagros. La traca final, llegó con Vivianne de espaldas, sobre la cama, las piernas levantadas, el maromo manchando raja adentro y Nicole comiéndole el ano, no fuese a despistarse y se la sacase antes de vaciarse.

Repitieron cada una de las cinco noches que pasaron en su casa, dos mañanas, ¡ah! y una última vez por la tarde, el día que volvían a NY. Cambiaron de posturas, de juegos malabares,... pero Nicole consiguió que siempre se corriese en las profundidades del coñito de su amada. Si al doctor le extrañó que prácticamente no quisiesen hacer turismo, o que no le dejasen invitar a algún otro compañero sexual, para darle más morbo y variación a la orgía, no lo dijo: ¡con esas pibas, acojonantes y siempre dispuestas, cualquiera se queja!.

Al mes siguiente, a Vivienne no le bajó la regla. Comprobó que estaba embarazada y se lo dijo entre lágrimas de alegría a su amada. Esa noche cenaron en el Ikaria Taverna, un cuidado griego LGBT frienly en Lexington Ave. y al llegar al apartamento, follaron apasionadamente hasta bien entrada la madrugada.

Con los matrimonios homosexuales legalizados y un bombo de aquí te espero, se casaron en el Ayuntamiento. La boda, arropadas por esos amigos que tanto entienden, fue todo un acontecimiento. Brody hizo de padrino de Nicole y facilitó el reencuentro con Maryanne y sus padres. Un par de años más tarde, Vivienne tuvo otro hijo con... ¡qué más da!. Nicole siguió tirándose de tanto en tanto un tío resultón, por prescripción de su amada y con todo a su entera satisfacción, esa familia vivió feliz muchos años de plácida pasión.

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La inefable Vicky, con el tiempo, se convirtió en una autentica supermami. Tres hijos, una vida profesional de primer nivel y la mundana, repleta de actos significados, dada la relevancia social de su marido, no son moco de pavo. Su matrimonio con Timothy no era una balsa de paz, ya que los dos tenían un carácter fuerte y eran poco dados a ceder, pero se entendían bien y entre ellos el sexo fluía con frecuencia y cierto ardor. De vez en cuando, incluso se permitían algún exceso y eso daba vidilla a su amor.

En pocos años, llegó a codearse con los tiburones de las finanzas más exitosos de Wall Street. Odiada por algunos y respetada por todos, bajo el paraguas de Brody, se hizo un sitio entre los grandes. Pero ella tenía otras inquietudes y un buen día le pidió que le dedicase una jornada entera. Necesitaba verle tranquilamente, para hablar de su futuro, fuera de la oficina.

Al final, el día se convirtió en fin de semana. Se la llevó a su cabaña en los lagos. Allí podrían hablar de lo divino y lo humano, sin prisas y sin testigos. Caterina, al saber que iba a llevarla a la cabaña, le avanzó lo evidente: "Follad mucho y bien. Ella lo agradecerá. Por los viejos tiempos". Cuando Vicky le contó a Timothy dónde irían y que al final serían dos días, el pobre se pasó la noche en vela. Finalmente, hizo balance de la situación, recordó aquel polvo robado con la secretaria de su socio y que nunca le había contado... En fin, el viernes, antes de que el chófer la llevase al avión de Brody, le dio carta blanca: "Cariño, te quiero mucho y sé que me eres fiel. Por eso y muchas cosas más, te mereces un kit-kat. Este fin de semana haz lo que quieras con él, pero eso sí, nunca me lo cuentes. Disfrútalo, tienes mi bendición".

Con esos precedentes, ya subieron al avión calientes. Brody envió a la azafata a cabina y desconectó el sistema de vídeo interno. Se tiraron uno contra el otro y más que desnudarse, se arrancaron la ropa. A él le sorprendió que viniese desbragada. Hacía muchos años que Vicky no hacía esas cosas, pero como le explicó, ese fin de semana, venía a por consejo, aunque también predispuesta a recordar viejos tiempos y para eso, mejor ir preparada. Y sin duda, durante el vuelo, se los recordó... intensamente.

Bajaron del avión contentos y un helicóptero les dejó en la cabaña. Decidieron instalarse los dos en la habitación principal. Allí no tenían servicio, así que se prepararon la cena, vieron una comedia facilona, tomaron una sauna y con los cuerpos exudando a mares, se tiraron de cabeza al lago. Retozaron en las frías aguas y al salir se besaron con ardor. Arrebujados entre las sábanas, Vicky levantó la grupa, le dio un enema lubricante y fue al grano: "Encúlame cabrón. Timothy es un tío genial, pero para esas cosas, demasiado convencional".

A la mañana siguiente, saciadas las ansias genitales, al menos por el momento, Vicky le expuso sus intenciones: quería iniciar una carrera política. Se quería presentar al Congreso por el estado de New York, con el Partido Demócrata. Lo había hablado con los pesos pesados estatales del partido y con algunos de los congresistas afines. La mayoría pensaba que tenía ciertas posibilidades de ganar las próximas elecciones parciales.

Le pidió consejo a Brody y ante su entusiasta respuesta, soporte para su campaña. Se pasaron la mañana concretando los términos de su salida de la empresa, repasando los asuntos pendientes, comentando quién podía ser su sustituto,... Comieron, no perdonaron el polvo de media tarde y continuaron trabajando, ahora analizando las líneas básicas de su campaña y los soportes que podría obtener, haciendo listas de las personas que podían ayudarla y de quienes debía recelar. Por la noche, sacaron el SUV del garaje y fueron a cenar al bar del pueblo más próximo, a unos veinte minutos por una pista embarrada. A la vuelta tuvieron que parar, Vicky se la estaba mamando con demasiada pasión para conducir por ese camino complicado...

Un año después, Vicky salía elegida congresista y muchos opinaban que su futuro político podía ir mucho más allá, hasta lo más alto, decían algunos.

En lo personal, decidió que ese fin de semana con Brody había sido su última infidelidad, por consentida que fuese. Le había gustado tanto, que temía abrir la caja de pandora. Así que se sinceró con Timothy, le contó que ella necesitaba algo más que un clásico polvo con sus variaciones. Le explicó sin ambigüedades lo que la satisfacía en la cama y fuera de ella. Deseaba que olvidase sus prejuicios y gozarse con ella del sexo sin tapujos. Poner ese extra de salsa picante en la vida, la mantenía viva. Y se lo demostró. ¡Vaya si se lo demostró!.

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Melinda, la más joven y a su manera, la más libertina de la familia... ¡Qué contar de Melinda!.

Lo primero, que es una chica brillante y juiciosa donde las haya. Acabó la high school con matrícula y mención especial. Por ser la número uno de la promoción. Le tocó hacer el discurso en ese cuplé de graduación que tanto les gusta montar a las escuelas americanas, más tratándose de una de relumbrón. Su parlamento removió muchas conciencias a sus propios compañeros y los potentados padres que la escucharon.

Con datos contrastados y palabras sencillas, expuso las brutales desigualdades entre las oportunidades de futuro de sus compañeros, esos que tenía delante suyo y los de la escuela municipal que estaba a sólo seis calles. Luego hilvanó el núcleo de su disertación: "Si nosotros, los ricos, no aportamos más y acortamos la brecha, los más pobres no podrán vivir, ni la clase media consumir. Acabarán subiendo los impuestos para hacer frente a la emergencia social, se generarán tensiones insostenibles, no habrá quien compre lo que producimos y todos perderemos".

Muchos la tomaron por comunista, otros no entendieron nada, algunos la felicitaron por un discurso tan brillante, aunque fuese poco realista y unos pocos, le pidieron si era posible que les enviase sus notas o un resumen y le dijeron que en su empresa, la gente de talento, siempre era bienvenida y que cuando buscase empleo, pensase en ellos. Años más tarde, algunos de esos próceres, pagaron un pastón por oír algo muy semejante en el foro de Davos, ese largo piscolabis tan exclusivo que hacen en una estación de esquí suiza...

La madre de Gregory, el gañán que la había desvirgado y con el que salía desde entonces, se acercó a hablar con Caterina. Quería agradecerle lo mucho que le había ayudado su hija con los estudios y como no, decirle que estaba muy contenta de que fuesen novietes. La pobre mujer, cuando Caterina le dio su versión, se arrepintió al acto de haberla abordado: "Mira querida, novios, novios, no son. Más bien eso que ahora llaman follamigos. Lo de la mejora de tu hijo, tiene una explicación. Si Gregory no saca buenas notas, mi hija no se abre de piernas y eso que le cuesta cumplirlo, porque Melinda es una chica muy ardiente y según me dice, tu hijo se la folla de puta madre...".

Con su expediente, tenía las puertas abiertas en cualquier universidad, incluso sin la pasta de Papi, pero ella quería tomarse un año medio sabático, para reflexionar sobre su futuro y para trabajar algunas horas en algo que la motivase. Después de las vacaciones familiares más despendoladas que alguien pueda imaginarse, se sentó con Brody y su madre y les comunicó su decisión: Quería ser modelo de ropa interior por un tiempo. Y se lo argumentó: exhibirse en público, le encantaba y como no quería buscarse complicaciones, eso era más que nada.

Con su físico y sus relaciones, no le costó mucho empezar. Si era una colección arriesgada, por descocada, mejor. Si incluían transparencias descaradas, ella encantada. Si las prendas eran tan escuetas que no acababan de cubrir sus gruesos genitales, le importaba un huevo y si el manager no se daba cuenta y la dejaba desfilar, aún le ponía mas.

Pronto empezaron a conocerla por su elegancia y presencia, pero también por aceptar cualquier desfile de calidad y bien pagado, por mucho que tuviese que enseñar. También era conocida por su negativa a cubrirse el pubis con esos mínimos tangas que se ponen las modelos debajo, cuando la prenda a lucir, muestra más de la cuenta. Ella siempre al natural. Eso afectaba también a su vello púbico: Estaba muy orgullosa de los ricitos que adornaban su triángulo mágico y nunca aceptó depilarse allí abajo. Arregladito y basta. A quien no le gustase, que se buscase a otra...

El pobre Gregory lo pasaba fatal con la nueva actividad de Melinda. Todos sus amigos tenían fotos o videos suyos enseñándolo todo y sus padres le pedían que dejase de una vez a esa frívola, por no usar su expresión preferida... Él la quería, pero entre las presiones y que ya casi no se veían, porque él había empezado la universidad en Boston y ella viajaba a menudo, decidió cortar una relación que Melinda siempre entendió más propia del cuerpo que del alma. Ella lo aceptó, eso sí, le exigió pasar un día entero juntos, ya sabía para qué...

Le conminó a encerrarse con ella en su habitación del apartamento de Park Avenue. Melinda avisó a sus padres y le pidió a Lucy que les entrase la comida y un tentempié a media mañana y otro por la tarde. A las diez de la mañana se pusieron a follar y salieron de la habitación a las ocho de la tarde. Sobran las palabras. Sus padres, viéndoles a través del espejo, se corrieron más veces de las que pensaban que eran capaces. Especialmente Brody. Las mujeres voraginosas, ya se sabe...

Lucy, sin saberlo, ayudó. Al entrar el desayuno, se encontró a Melinda estirada de espaldas, cogiéndose los muslos con los brazos para forzar una mejor exposición del sexo al miembro de su novio y... a las miradas de Papi... Él se la metía con ahínco, mientras ella se acariciaba las tatas como podía y chillaba su placer. Al ver el panorama, la asistenta dejó la bandeja sobre la mesa. Iba a darse la vuelta, pero no se resistió a mirar un poco. Eso fue su perdición. Melinda la llamó y le pidió que se dejase de monsergas, se quitase la poca ropa que la cubría y se uniese a ellos. Tardó un poco, pero su voluptuosidad la perdió y los tres cuerpos formaron uno.

Después de ese día, Gregory se repensó su decisión, pero ella ya había pasado página. Además, el pobre se pasó tres días en cama, por prescripción facultativa. Agotamiento extremo, le diagnosticaron... Melinda tampoco acabó como una rosa, pero Caterina le aplicó sus cremas mágicas en vulva y ojete, siempre bajo la atenta mirada de Papi y la cosa no fue tan grave, aunque tuvo que posponer una sesión fotográfica para la marca de bikinis australiana de las dos WW. Con unas prendas tan micro como las de los de Wickedweasel, no había forma de ocultar las rojeces...

Antes de acabar el año, ya era una modelo cotizada y reconocida. Iba por libre, no tenía representante, ni lo necesitaba. No era como la mayoría. Sabía perfectamente lo que quería y para ella, discutir un contrato era algo divertido, a lo que sabía sacar tanto o más jugo que el mejor de los abogados de las agencias. Y si no, siempre tenía a Papi... A pesar de ello, ya había decidido qué quería estudiar.

La mecánica y la ingeniería le encantaban, sería cosa de familia. Decidió hacer algo tan inusual como complejo: cursaría los dos primeros años en el MIT y los últimos en Stanford. Eso sí, no pensaba renunciar a los desfiles más importantes o... más libertinos... La admitieron en ambas y elogiaron su valentía. No fue una tarea fácil, pero trabajando duro y siendo como era, destacó en muchas cosas. En lo académico, por supuesto, pero también fue una de las chicas más guapas y conocidas. Pronto se corrió la voz de su bisexualidad e increíble voracidad y para acabar entre las mejores, tuvo que poner orden en su agenda y en su entrepierna...

Fueron unos años muy, muy locos. Intensos en todos los aspectos y sobre todo, gratificantes. Acabó con un inmejorable currículum académico y antes de finalizar el último curso, las mejores universidades ya se la disputaban para que hiciese el posgrado o el doctorado con ellos.

Ese curso, salía con una pareja californiana vinculada al mundo del cine y de la moda. Se entendían bien los tres en la cama, lástima que a esos les gustaba meterse más cosas por la nariz de las recomendables. Pero cuando aceptaron que esas historias no iban con ella, la relación fue fantástica y el sexo, mucho más. Le presentaron a gente de Hollywood, iba a fiestas, hablaba, alguno adivinó quién era ella y su familia, otro supo de su paso por las pasarelas, al gran mandamás de unos estudios, su hijo le dijo que era una de las mejores alumnas de Stanford... Un día todos los astros se alinearon y le propusieron hacer una prueba para una gran producción, un poco fuerte, le dijeron. Sin duda, eso fue lo que la motivó...

Acabaron dándole el papel. Le tocaba salir en tetas unas cuantas veces, tenía dos integrales y alguna escena de cama, una de ellas bastante subida de tono. Al director le preocupaba que empezase con algo tan duro. Ella estaba encantada y quería hacerlo muy bien, hasta el punto que le pidió si podía practicar un poco la escena de cama más fuerte, fuera de cámara. La cosa era con el protagonista, pero presionado por el jefe, aceptó.

Normalmente esos ensayos se hacen con ropa o al menos, en ropa interior. Que la novel se quedase en pelotas al sacarse el vestido y no entendiese, o no quisiese entender que en el cine normal, en las escenas de sexo no se folla de verdad, le dejó patidifuso. Suerte que con una de sus mamadas y la posterior enculada, consiguió congraciarse con ese pedazo de actor. Eso sí, se quedó un tanto frustrada cuando al pedirle lubricante para que pudiese sodomizarla a placer sin disgustos, sacó un bote negro que ponía "Back Door" sobre una foto de un tío muy cachas...

Pese a la incomprensión de sus profesores, decidió continuar una temporada en el mundo del cine y las pasarelas, aunque encontró el tiempo para colaborar con el departamento de I+D de la empresa familiar italiana de automoción. Iba a fábrica unas semanas, cuando sus otras obligaciones se lo permitían, pero aún a distancia, sus aportaciones eran cada vez más valoradas.

Se estrenó la película y todo el mundo alabó su interpretación y su cuerpazo... Brody no pudo contenerse y se la cascó varias veces, viendo cómo su niña mostraba su cuerpo de mujer con ese desparpajo. Con la película ya estrenada, decidió que iba a dedicarse definitivamente a la ingeniería, aunque de tanto en tanto hiciese algo de pasarela o pequeños papeles, siempre cosas breves, bien pagadas y dónde pudiese gozar exhibiendo sus tesoros más preciados. Pero el destino tienes sus cosas y sin pretenderlo, Melinda se vio nominada al Oscar a la mejor secundaria.

Al final, no se lo dieron, pero junto a su madre, fue la protagonista ¿involuntaria? de la ceremonia de ese año. Parecía que se hubiesen puesto de acuerdo en ver quien ponía más caliente a Brody y... a media América. La otra mitad no vio la gala. No se le ocurrió otra cosa que encargar el vestido para la ceremonia al atelier de una diseñadora vanguardista de Milán, amiga suya de la infancia. Quería algo liso, muy minimalista y que mostrase su cuerpo hasta el límite.

Las modistas cosieron un modelo sencillo, en doble tejido de seda, rojo pasión. Así evitaba transparencias indeseadas y conseguía una textura que favorecía la dispersión de la luz de los focos. Una tira de ropa, volteaba la nuca y bajaba por ambos lados, hasta la cintura, el nudo gordiano del vestido, recogiendo los pechos a su paso. La espalda, completamente al aire. De la cintura salían dos paños de tela hasta los pies que hacían las veces de falda: el delantero, de poco más de un palmo y medio de ancho, comenzaba y acababa en los salientes de la cadera, el de atrás, volteaba el cuerpo y se superponía unos diez centímetros por cada lado con el que tapaba el pubis, o lo intentaba. Un diseño así, sólo podía lucirlo quien estuviese dispuesta a olvidar cualquier pieza de lingerie en el baúl. Para Melinda, ese detalle, más que un inconveniente, era un aliciente.

Caterina no se quedó atrás y pisó la alfombra roja con un modelo exclusivo de Versace, sugerido por su amiga Donatella. Sin ser tan extremado como el de su hija, dejaba claro que a sus cuarenta y siete años, seguía teniendo unas tetas excepcionales, sin ayuda del bisturí.

Posaron las dos juntas en el photocall . Los fotógrafos vieron un filón en esas apabullantes madre e hija de la vieja Italia y les pidieron diversas poses, hasta que una profesional, le sugirió a Melinda que avanzase una pierna. Si la fotógrafa buscó algo más allá de una buena foto, nunca lo sabremos, pero lo que se encontró, fue el coñito de una joven promesa, expuesto sin tapujos, con un parrús rizadito cubriéndole su prominente pubis. Como además venía acompañada de la sonrisa más arrebatadora de la red carpet , el morbo tocó el cielo...

A pocos metros, un cámara se compadeció de Brody y dejó de filmarle. La brutal erección era muy plástica, pero ese señor era quien era y él, no quería problemas. Obviamente la imagen de Melinda con el chichi al pairo, fue reclamo y portada de muchas publicaciones del país y de medio mundo. Unas publicaron las imágenes con un circulito sobre lo más bonito y muchas otras, sin retoques. Brody, las recortó todas y las guardó celosamente en una gruesa carpeta, para sus momentos de intimidad...

Si ya estaba solicitada, a partir de ese día le llovieron las propuestas. Las amontonó en un cajón y se marchó tres meses a Italia. A trabajar y a aclararse definitivamente. Casualidades de la vida, en ese tiempo conoció a Emilien, un chico suizo, adusto y poco hablador. Estaba haciendo las prácticas del MBA que cursaba en el INSEAD, la prestigiosa escuela de negocios francesa y una de las mejores de todo el mundo, con la que la empresa familiar tenía convenio. Todo el mundo decía que era un coquito impresionante, con una visión analítica sin parangón y el director financiero, estaba encantado con él.

A Melinda, una de las sex simbol del momento, la impúdica amante de tantos y tantas escogidos entre la gente guapa, esa que mostraba su cuerpo sin pudor y lo disfrutaba..., le gustaba ese chico. Estaba colada por sus huesos, era algo superior a ella. Su intuición le decía que no era un capricho. Su razón, que si no se lo ligaba ella, él, por más que la mirase con esos ojitos tan tiernos de cordero degollado, nunca daría el paso.

No le gustaba perder el tiempo y decidió poner toda la carne en el asador. Le pidió a la secretaria del área donde él trabajaba que la avisase cuando saliese esa tarde. Cuando la secre llamó para decirle que estaba recogiendo, ella aparcó rápidamente su espectacular deportivo rosso , marca de la casa, delante de la puerta del edificio y esperó. Al salir, le llamó por su nombre y lo invitó a subir con ella.

En cuanto cerró la puerta del vehículo, no le dejó decir palabra. Lo morreó y le soltó lo que pensaba, con palabras tan típicas y tópicas que no parecían propias de ella: "Emilien, creerás que soy una loca, pero estoy convencida que estamos hechos el uno para el otro. Vente a pasar unos días en mi casa para conocernos mejor. ¡Por favor!". Con otro besazo, dado su silencio, Melinda dio el pacto por cerrado.

Los días de convivencia, se convirtieron en semanas y las semanas, en lo que quedaba de los tres meses que ella pasó en Italia. No sólo se entendieron, es que cuando ese gremlin perdió sus inhibiciones, afloró un follador excelso, imaginativo y muy, muy capaz. En quince días, ya había interiorizado el innato gusto exhibicionista de su amada y cuando descubrió que estaba saliendo con una guarrilla, se apuntó, se instruyó y poco a poco, superó sus expectativas.

Cuando Melinda volvió a NY, lo primero que hizo, fue responder a todas las proposiciones que tenía archivadas con una nota de agradecimiento y una negativa. Sólo dejó abierta a puerta a dos, dejémoslo aquí. Lo segundo, ir a ver a su madre y a Papi. Les explicó lo que estaba viviendo con Emilien y les dijo que quería presentárselo cuanto antes. La conversación acabó con palabras importantes: "Es el hombre de mi vida, mamá".

Con todo en orden y el día de su llegada fijado, Melinda le dijo a Brody que la primera noche, querían quedarse en el apartamento de Park Avenue y añadió :"Os espero detrás del espejo a partir de las siete de la tarde. No faltéis". No hizo falta más para provocar el empalme del siglo a Papi...

Melinda le recogió en el aeropuerto con el Aston Martin que Brody aún conservaba. Un chofer estorbaba y lo que le esperaba a Emilien, era de mal hacer en los incómodos deportivos de la casa... Al verle, se le colgó del cuello. Más de un viajero reconoció a la actriz, no sabemos si por su bello rostro o por el culo rotundo que mostraba al subírsele la falda con el fervor del beso... Le tiró las llaves y con un "Conduce tú, cariño. Yo tengo otras cosas que hacer. El destino ya está fijado en el navegador", partieron hacia el apartamento.

Las cosas que marcan el carácter de una saga, se repiten de generación en generación. Melinda, sin saberlo, quiso aportar su granito de arena y en cuanto salieron del recinto aeroportuario, le bajó la cremallera a Emilien y empezó a tocar la zambomba. ¡Qué cachondos les pondría a Nicole y Brody poder verlo!. Poco después, se la estaba mamando y pasado el peaje del puente Triborough, esta vez sin pararse para pagar, el feliz semental ya se había corrido en la boquita de su pareja. Como ella también quería quedarse contenta, lo arregló como mejor supo: "Querido, me voy a hacer un dedito. Si me tocases tú, aún nos pegaríamos un ostión".

Llegaron a casa calentitos, calentitos. Maria aún seguía con ellos por las tardes. La saludaron y se encerraron en su habitación. En dos minutos, estaban despelotados sobre la cama, follando como si no existiese un mañana. Primero por delante, dándole duro mientras se comían a besos. Más tarde, Melinda se puso a lo perro, de culo al espejo y le pidió que le petase el ojete como él sabía.

Cuando le vino el orgasmo, más potente que el anterior, pero menos que el siguiente, se giró y levantó el pulgar. Emilien, descolocado, le preguntó qué coño hacía. Melinda creyó que era suficientemente maduro y libertino para integrarlo al clan y se lo hizo saber, sin adornos: "Creo que ya estás preparado para ser uno más de la familia".

Le estampó un beso cargado de vicio y le desveló su mayor placer: "Mamá y Brody nos están viendo desde detrás del espejo. A Papi le pone mucho mirarme el coño, y más si me están follando y a mí... enseñárselo. Seguro que ahora debe estar enculando a mamá. Para esos dos, no pasa el tiempo y aún van más salidos que nosotros. Venga, cari, dame duro. ¡Haz que se corran a gusto, que les quiero mucho...!".