El Maestro del Escondite
Cuenta la vida de un joven con extrañas habilidades en 1985 y como estas y sus bajos instintos le guían en su rumbo. Tematica: dominacio, trios, fantasia erotica, jovencitos
El Maestro del Escondite
Esta es la historia de un niño “normal” con la vida normal de 1980, se encuentra jugando en la calle con sus amigos, al futbol, polis y cacos, baloncesto y su especialidad el escondite, el joven Ignacio no sabe porque pero a pesar de que usa los peores escondites de la zona jamás lo encuentran.
Años adelante en su último curso del colegio 8º E.G.B los “chicos” se reúnen para una última partida de despedida, tras encontrar a todos sus amigos Ignacio sigue como siempre, escondido sin que nadie lo encuentre, ese día los chavales artos de no encontrarle forman un equipo de búsqueda e inspeccionan el solar, Ignacio no cabe en su asombro, como es posible que aún no lo hayan encontrado, curioso se asoma para observar a su alrededor, descubre como uno de sus amigos se dirige directo al viejo coche que siempre ha usado como escondite, cada vez más convencido de que ese era su final, escucha el abrir de la puerta, reincorporándose sorprendido por la ceguera de su amigo, como es posible, me están tomando el pelo, llevan burlándose de mi desde críos, al bajar la mirada todas sus dudas quedan resuelven, su cuerpo no está, bueno si esta, pero no se puede ver, sus ropas se camufladas con los harapos del vehículo, no cabe en sí de asombro, puede volverse invisible, desde cuando posee esta habilidad, cuanto lleva sin darse cuenta de lo que es capaz de hacer, ya un poco mas calmado decide ocultarse en otro sitio sin que lo vean, sus amigos llevan tanto tiempo buscándolo que ya no prestan demasiada atención a los alrededores y el aprovecha para ocultarse detrás de un poste esperando a que lo encuentren. Con ansia por ser encontrado su invisibilidad desaparece y es asaltado por uno de sus compañeros.
—Donde narices te habías metido
—he estado aquí todo el tiempo
—si no quieres contarlo, pues vale, pero no mientas, al menos cuéntame como consigues que no te encontremos
—eso es fácil, tienes que concentrarte en que no te vean
—jaja muy gracioso
Los jóvenes se reunieron y despidieron, algunos se marchaban a la ciudad otros tomarían caminos distintos pero Ignacio seguiría con sus clases al igual que Alberto, ese curso ya había acabado y ya no volverían a reunirse “nunca”.
Pasa el verano y comienza un nuevo curso
El día se planteaba entretenido, sus ya mucho más dominados poderes y su recién adquirido apetito no congeniaban con la pulcritud y decencia del centro, ni con esas clases llenas de jovencitas en pleno despertar, libres y largos recreos junto a sus compañer@s, las clases de gimnasia forzando los tentadores y suculentos movimientos y sobre esas inevitables duchas donde todas sus presas quedarían reunidas y acorraladas en su estado de mayor fragilidad.
Las clases comienzan y el primer profesor inicia la presentación, los ojos de Ignacio se pierden entre el ganado, menudos ejemplares cada uno mejor que el anterior, se relamía solo de pensar en el futuro de aquello.
—¡Señor Ignacio! No se lo vuelvo a repetir levántese y preséntese a sus compañeros
—¡si señor! Discúlpeme, me llamo Ignacio Alcántara
Comenzaba el con su presentación mientras observaban como todas sus compañeras le rehuían la mirada con picaras sonrisas y sus compañeros trataban de evitar las carcajadas. Todo era normal aquellas libidinosos pensamientos despertaron algo mas que sus deseos y ahora toda la clase presenciaba las consecuencias de tal acto. La mayor de las vergüenzas se apodero de Ignacio viéndose forzado a sentarse.
—Señor Ignacio ¡levántese! Y prosiga la presentación
Este se levantó, la vergüenza y el miedo ya habían reducido a cenizas tamaño levantamiento. El resto de la clase lo paso preocupado por una mala reacción en sus compañeras, pensando que eso ya lo había condenado y viéndose forzado a tramar rebuscados planes.
Al salir al patio todo parecía normal los chicos lo trataban como uno mas mientras aprovechaban para sacar a relucir chascarrillos y comentarios jocosos con los que seguirían tratándole el resto de su vida, por otra parte la chicas estaban todas en un corro de chismorreos que distraían su atención, ninguna salía del grupo, de vez en cuando alguna lo miraba soltando una risita, esto le molestaba distraía del partido y recompensándolo con mas burlas por parte de sus compañeros,
todo esto lo estaba poniendo cada vez mas estresado.
Salvado por la campana salió corriendo de vuelta al aula viéndose obligado a cruzar por delante del tumulto formado por las jóvenes que ahora soltaban una risita al verlo pasar. Al fin la última clase llego y con ella la posibilidad de redimirse, tocaba gimnasia y no podía permitir ni un ligero bulto bajo sus pantalones si quería que las cosas se calmasen un poco. Tomándoselo con calma fue el último en entrar al vestuario y el que se quedó solo, durante ese momento aprovecho para quitar los cordones a sus zapatos y atarlos a modo de varios cinturones para sujetar
la posible erección. Una vez listo salió dispuesto a dar la clase, esta transcurrió como era de esperar, con las miradas de todos pasando de vez en cuando por su ingle en busca de un nuevo motivo de burla, por otra parte él no paraba de perderse en el ambiente, en las líneas de cada curva, en el bote de cada pecho, en la forma de cada cintura y en la pomposidad de cada glúteo. Esos pensamientos lo nublaron y lo perdieron, la erección era contundente pero muy disimula, las cuerdas hacían su trabajo y la cabeza de su soldado se encontraba ya a la altura de su ombligo, estaba a tope, contento de ver que los cordones eran suficiente para contenerlo, siempre y cuando no hiciera movimientos muy bruscos, ya relajado por tamaño camuflaje se pudo perder entre las carnes jóvenes que recorrían el patio inocentes para el disfrute Ignacio, desconocedoras de su descomunal erección.
Cuando disfrutas algo el tiempo pasa volando y esta no iba a ser una excepción, el timbre sonó para tormento de ignición que observaba como todo el rebaño tomaba rumbo a las duchas, claro las duchas, esto no tenía porque acabar aquí, era hora del contemplar lo imaginado, lo ya tantas veces recorrido en lujuriosas ensoñaciones, era hora de ver a las culpables de su vergüenza. Ignacio como las siguió como se tratara del pastor que sigue a su rebaño, aprovechando para perderse en el contoneo de cada nalga.
Cuando llego fue al baño para quitarse las correas y colocar el paquete, volvió con su mochila saco los zapatos concentrándose en sus cordones, buscando distraerse, al acabar se desnudó, se erección había bajado y sus compañeros estaban ya en las duchas, aprovecho para hacer uso de sus poderes y dirigirse al otro vestuario, al llegar escucho las voces y la idea de verlo todo ya bañaba sus pensamientos y algunas otras partes, entro rápido y silencioso, desnudo e invisible. Estaban allí,
todas ellas estaban allí, cada chica, cada cuerpo, cada teta, cada nalga, cada almeja, concha o vagina se encontraban todas allí reunidas bajo el incesante recorrer del agua por la superficie de sus cuerpo, exhibiéndose en cada uno de los sensuales frotamientos, disfrutando de cada una de las amasadoras caricias que recorrían nalgas y pechos, la escena era mas propia de un cuento de hadas, Ignacio observaba atónito cada cm de piel absorto por la belleza, nublado por la fragancia, perdido en sus pensamientos, poco a poco los jóvenes cuerpos comenzaron a salir vestirse y abandonar el lugar, poco a poco pasaron de 20 a 4, Ignacio comenzaba a recobrar el sentido, el dolor de su erección se hacía presente, una de las chicas paso por delante de él, forzado a tocarla a sentir su piel y sus carnes casi se deja delatado por sus deseos pero no, como actuar ahora, como salir de ese estado, otra chica abandono las duchas y el vestuario, ya solo quedaban 2 que comenzaban a hablar distraídas.
—Clara, creo que somos las últimas
—¿a ver?, valla parece que si Rosario
R —menuda vergüenza lo de esta mañana eh
C —calla, calla, pobrecito ya veras las burlas que le van a caer
R —de pobrecito nada, a saber que estaba pensando
C —yo solo espero que las bromas no le causen un trauma
R —naa, se lo merece por degenerado
C —no seas así, seguro que fue algo extraño, durante esta clase no tubo incidentes
R —ya, pero la cara de baboso no se la quita nadie
C —esa la tenían todos hasta el profesor
R —que pasa te gusta el pichapiedra ese
C —se llama Ignacio y no lo se
R —ahhh, te gusta, es cierto, te van los babosos
A Ignacio esas palabras le cambiaron la cara, uno de las bellezas del curso se había fijado en el su rostro esbozaba ahora una placida sonrisa sin perder de vista clara y a esos tremendos ojazos color castaño grandes y brillantes
C —no es cierto
R —si tanto te gustan por que no eliges al profesor, seguro que sabe lo que hace y además te garantizas el aprobado
C —ese para ti, so guarra
R —anda cálmate Vilma, si de verdad te gusta deberías darle señales y pasar tiempo con él, sobre todo a solas, seguro que vuelve a tener algún accidente y nos podemos echar unas risas
Para el las burlas e insinuaciones de rosario no estaban pasando desapercibidas se notaba como la estaba cogiendo manía a pasos agigantados, pero con ese cuerpo como para cogerla manía
C —no me llames asi y no te burles
R —relájate mujer solo era una broma,
como él es un pichapidra tu tenías que ser Vilma pichapiedra jijiji
La paciencia y deseo de Ignacio terminaron por quebrase y decidió entrar en escena, debía ponerla en su sitio, esa muchacha no seguiría burlándose de ninguno de los dos
R —¡ey! ¿Quién me ha tocado la teta?
C —el profesor de gimnasia
R —va en serio alguien me acaba de estrujar una teta, ¡ay!, quien me ha dado un azote, ¿no habrás sido tu no?
C —¿yo?, pero si no me he movido
R —esto no tiene gracia, ¿Quién anda hay?
Ignacio se estaba calentando a base de bien a la vez que disfrutaba del tormento de la muchacha pero ahora tocaba subir el nivel para que no lo olvidara y… con un movimiento ligero y coordinado poso la mano en el interior de su rodilla, la subió raudo por el interior de sus muslos hasta chocar con el canto sobre su raja e inmediatamente sacarla frotando toda la zona por el camino. Rosario se estremeció de arriba abajo
C —¿estas bien? ¿te ocurre algo?
R —quien anda hay, esto no tiene ni pizca de gracia, o sales ya o voy chivarme de todo
Ignacio no sabía que hacer, pero no iba a permitir que ella lo estropear todo por lo que con toda la decisión que pudo sacar y cambiando su tono de voz para que ninguna lo reconociera
I —si, yo
Ambas se cubrieron pudorosas al instante
C —esto es el vestuario de señoras
R —quien es yo y que haces aquí
I —yo soy el que te acaba de tocar
R —que eres y que es lo que quieres —con voz temblorosa por la idea de violación.
I — soy lo mismo que tú y no es lo que estás pensando
R —¿Dónde estás? ¿Qué haces aquí? ¿por qué me tocaste?
I —Estoy delante vuestro desde hace rato y…
C —nos has visto —intervino preocupada
I —a vosotras y al resto
R —no me has respondido, ¿a qué viniste?
Ignacio seguía buscando una respuesta que no sonara mal
R —¿Qué es lo que quieres?
Ignacio seguía sin encontrar una respuesta que sonara bien, pero tenía claro lo que quería. Clara estaba demasiado asustada y confundida como para intervenir, pero rosario se encontraba hablando con el sin poder verlo y eso que sus manos ya habían tocado tierra santa, por lo que una segunda incursión pretendía dejarlo claro.
Con un decidido paso hacia adelante poso sus manos sobre la cintura, el agua de la alcachofa dibujaba ahora el contorno de su figura, rosario y clara se quedaron perplejas por lo que se presentaba ante ellas mientras Ignacio recorría con trayectoria ascendente los costados de rosario en busca de sus pechos, estaba como paralizada, sin poder mover un solo musculo entregándose a las caricias ante la atenta mirada de clara que no perdía detalle de la situación.
Ignacio se llevó uno de los abultados pezones a la boca mientras seguía amasando el otro pecho, clara comenzaba a excitarse por la libidinosa escena y rosario seguía entregada sin entender nada de lo que estaba ocurriendo mientras disfrutaba de las sensaciones. De repente ambos sintieron como sus sexos rozaban el uno contra el otro dando señales de presencia e interés, Rosario se estremeció e Ignacio no lo soporto aquel delicado roce dejaba claro lo que su cuerpo le pedía, los amasadores movimientos cesaron para surcar ahora la espalda, recorrer
los glúteos hasta su base y elevar a la joven, esta parecía despertar de un sueño, el instinto la llevo a rodearlo por el cuello tratando de encontrar algo a lo que sostenerse mientras sentía como un mástil la comenzaba a abrir en canal, era extraño, la sensación producía tanto placer como dolor, pero ella le gustaba, disfrutaba siendo empalada por aquel pedazo de tronco duro y carnoso que se abría paso en la estrechez de sus grutas, estaba cada vez mas en el fondo y algo la sobresalto, un dolor algo mas intenso la recorrió, algo en su interior se había roto, esas sensaciones de dolor y miedo fueron rápidamente acalladas por algo, algo en el interior de esa nueva cavidad, algo grande, algo largo , algo con un grosor considerable estaba profanando esa nueva abertura para su gloria y disfrute, no cabía en sí de gozo al sentir cada uno de los empujones recorriéndola por completo.
Ignacio se encontraba pletórico, en pleno apogeo de sus fuerzas, cada embestida se sincronizaba con la siguiente zarandeándola como si de un balancín se tratara. Clara la ausente, la evadida, la sumida en sus sueños, se encontraba tendida sobre una esquina acariciándose los pezones, sobándose los pechos y con su otra manita jugueteando por los bajos mundos en busca de satisfacción y complicidad con las sensaciones de la pareja.
El tiempo pasaba y el trajín continuaba, sus sensaciones se apoderaban de ellos y las fuerzas comenzaron a abandonar a Ignacio que bajo a la muchacha, está aún conservaba sus fuerzas y el ansia por liberarse del fuego que ardía en su interior, no iba a permitir que eso acabara allí, indignada, tiro de sus hombros, Ignacio tras una sutil resistencia descendió hasta tumbarse sobre el suelo, rosario confusa palpo desesperada, su compañero estaba ahí, bien duro y preparado para terminar el trabajo. Rauda se sentó sobre el dejando caer su cuerpo hasta que algo la dolió, sin duda esa posición dejaba mas libertad a la penetración y la chica sin medir bien su ímpetu se la sumergió entera hasta empujar sobre el cérvix.
Poco fue lo que tardo rosario en darse cuenta hasta donde debía sumergir, tiempo parecido al que le llevo a clara identificar la cabeza del muchacho y sentarse sobre ella, Nuevas sensaciones recorrían sexo, la textura de una lengua sobre sus partes íntimas no era comparable a ninguna otra, esa mezcla de suavidad y aspereza era algo indescriptible para ella, tanto o mas que las sensaciones que le estaba produciendo el hombre de la invisible figura, hombre que también estaba disfrutando de algo nuevo para él, el incesante choque de las gotas sobre su torso, ese olor a jovencita en su plenitud sexual,
el maravilloso sabor que aquello albergaba, los jadeos, gritos y gemidos que llegaban a sus oídos y sobre todo las maravillosas sensaciones que lo recorrían su poya, todo eso junto le estaba llevando a compartir el éxtasis de sus nuevas amigas llevándolo a ese estado donde la mente se separa del cuerpo y sientes la total plenitud de tu ser siendo abrigado por la calma de todo tu cuerpo mientras la sangre regresa a cada uno de los lugares que había abandonado y aprovechas para recuperar el aliento perdido en tamaño acto de fogosidad. Hay tendidas sobre el quedaron las jóvenes, sin percatarse que durante los breves instantes que permaneció en estado de clímax total su cuerpo fue completamente visible al mundo, algo que sin duda le traería problemas a nuestro descarado y vergonzoso protagonista.