El maestro
Cuando eres joven y atractiva, y hasta los profesores se fijan en tí...
Hola, soy la pelirroja de fuego, y les contaré otra de mis memorias…
Todo empezó en mi época universitaria, siendo una chica de 19 años, hermosa y sexy; al inicio del semestre, cuando en una fría mañana el nuevo, alto, rubio y joven maestro pasaba lista, alumno por alumno para identificarnos, yo usaba un suéter rosa, bastante llamativo, cuando el maestro mencionó mi nombre y nuestras miradas cruzaron, me perdí por un segundo en el verde de sus ojos, él sonrió discretamente, y continuó pasando la lista.
Transcurrieron las clases de lo más normal una que otra vez cruzábamos miradas y sonrisas coquetas, hasta que en las últimas semanas casi al final del semestre, consiguió mi número, y desde entonces todo cambió... hablábamos por las noches, muy tarde para que mis papás no se dieran cuenta, al principio de cualquier cosa, al paso de los días, las conversaciones se ponían interesantes, la atracción era evidente, hablábamos por horas, tanto que al siguiente día, en la universidad a ambos se nos notaba el sueño, pero nadie sabía la razón; aunque varios compañeros sospechaban que había “algo”.
El, con un tono pausado y una voz aterciopelada, describía detalladamente lo que sus manos deseaban hacer con mi cuerpo, recorriendo mi suave piel, deseando meter su miembro entre mis piernas, besando mis pechos, y me preguntaba si estaba “mojada” , y claro que lo estaba, ardía en deseos porque eso fuera realidad, yo misma me tocaba, acariciaba suavemente mi clítoris sobre mis panties de encaje, escuchando su voz entrecortada, él también se masturbaba, esas fueron mis primeras experiencias de sexo telefónico; aún me mojo recordando su voz y aquellas llamadas.
Con el paso del tiempo y la llegada de las video llamadas, las cosas se pusieron mejor, le sugerí que usáramos una aplicación para de alguna manera disfrutar un poco más de esas llamadas nocturnas, tenían que ser muy tarde, ya que, como mencioné, aún era estudiante y vivía en casa de mis padres, debíamos esperar a que todos durmieran para poder comunicarnos; durante varias noches hicimos video llamadas, yo me ponía ropa súper sexy transparente (tengo muy buenas tetas) para ponerlo a tono, y a él le gustaban. Hubo una noche en particular en la que ambos estábamos especialmente calientes, y entre pláticas triviales, comentarios nerviosos e insinuantes y las ganas, me convenció, me desnudé por completo y ajusté la computadora para que en la cámara pudiera verme, con las piernas bien abiertas, masturbándome sólo para él, apretujando con una mano mis pechos, y acariciando y frotando con la otra, todo mi sexo, húmedo y palpitante. Yo misma recorría mi cuerpo, acariciaba mis tetas, frotaba el clítoris y me retorcía en su honor, frente a él, en la pantalla, ambos lo estábamos disfrutando, me encantaba ver su cara rubicunda de exitación.
Después le pedí que se masturbara para mí frente a la cámara, dudó un poco pero accedió, me encantó ver su miembro bien duro en la pantalla, y ver cómo se lo sobaba sólo para mí, mientras me imaginaba cómo sería tenerlo en mi boca, él gemía discretamente, hasta que explotó, mientras yo me seguía tocando al ver el espectáculo, después de eso, no nos vimos más por un largo tiempo. A pesar de todo, por cuestiones académicas, ya que en realidad la diferencia de edad no es tan grande, si acaso de unos tres años, él se negaba a salir o tener algo más conmigo, mientras fuera mi maestro, ya que también fue mi asesor de tesis y no podíamos evitar el inocente coqueteo.
Pasó mucho tiempo antes de que volviéramos a tener contacto, y un día sin más, quedamos de vernos, fuimos a “ver una película” en su departamento, y la vimos, más o menos, porque claro que nos ganaron las ganas acumuladas y guardadas durante tanto tiempo, agradecimos que ya no hubiera escuela y que hacía rato que dejó de ser mi maestro, y así en el sofá, bajó uno a uno los tirantes de mi blusa, provocando que se me erizara la piel, era tan delgada la ropa que usaba brasier, así que mis pechos brotaron de la blusa espontáneamente; yo misma me desabotoné el pantalón y me lo quité de espaldas a él, para dejarle ver las sexy bragas de encaje negro que usaba especialmente para la ocasión que yo sabía y deseaba que sucediera, y mis nalgas, redondas y grandes, se asomaban por el borde, para ese momento ya estaba muy mojada, lo había deseado desde hacía mucho tiempo, desde aquella vez, en la pantalla de la computadora; así que me dí la vuelta y me apresuré a desabrocharle el cinturón, sentía como mis pezones estaban duros, y rozaban sutilmente su pecho, él continuó y se quitó el resto de la ropa, y nos besamos, como nunca, con todo el deseo contenido.
El me tocaba, recorría desesperadamente mi cuerpo con sus manos, me quitó las bragas y me puse en cuatro sobre el sofá de piel que tenía en su sala de estar, y me penetró, con cada embestida yo quería más, el sujetaba mis caderas con fuerza, yo frotaba mi clítoris, me dio duro hasta que se vino, y me escurría su semen entre las piernas, fue una fantasía hecha realidad; al terminar, nos recostamos brevemente en el sofá, recogí mi ropa y me vestí frente a el, y así nos despedimos.
La última vez que lo vi, desayunamos juntos, ambos teníamos pareja, pero eso fue lo de menos, las ansias y el deseo apremiaban, así que me llevó a un hotel, era más o menos medio día, la habitación se iluminaba con la luz natural, yo me sentía nerviosa, así que solo me tumbé boca abajo en la cama mientras hablaba sobre cualquier cosa, yo usaba una blusita negra con la orilla de encaje, y una tanga negra debajo de los jeans. El sólo se desabrochó el cinturón y desabotonó su sobrio pantalón de vestir, se sentó junto a mí en la cama, pero al poco tiempo, de pronto tiró de mi pantalón y me lo quito de un jalón, eso me exitó, así que me incorporé y me quite la blusa, nos besamos y le ayudé a quitarse la ropa hincados sobre la cama.
Nos besábamos mas y más, hasta que se acostó, y recorrí su cuerpo con mis labios, desde su boca, hasta la punta de los pies, aún recuerdo su lunar en la planta del pie derecho, sentía tanto calor y deseo en mi cuerpo que lo monté, y movía mi cuerpo con él adentro, lo besaba de vez en vez, cambiamos la posición, yo acostada, él entre mis piernas, ambos gemíamos, finalmente me puse en cuatro, es mi posición favorita, y ahí explotamos de placer, cansados nos recostamos un rato en la cama, para después salir del hotel a comer y no vernos, nunca más.