El maduro empresario mi mujer y yo en las dunas.

Una tarde buscando algo de morbo, acaba en una follada de escándalo a mi mujer por aquel maduro y viejo empresario que hace del sexo un arte.

Mi Padre tenía eclipsada a mi mujer con su enorme y gordo rabo y sus magníficos polvos, pero ahora andaba ausente unos días y mi mujer me pidió ir a por un poco de morbo a las dunas, como muchos de ustedes saben es un paraíso para encuentros liberales y sin tapujos, por lo que nos adentramos en ellas buscando juego y erotismo.

Extendimos nuestras toallas en un rinconcito discreto pero no muy escondido y nos quedamos desnudos los dos, tomando el sol y viendo que sucedía, y no tardo mucho aparecieron varios maduritos que esperaban algún detalle de nuestra parte para quedarse y participar, pero no eran del agrado de mi mujer y no hicimos señales algunas, hasta que apareció caminando detrás de nosotros aquel hombre de  uno sesenta y algún año, de complexión delgada pero fuerte, y con un aspecto muy agradable , parecía un ejecutivo sin traje pues su caminar y su pelo totalmente blanco y bien arreglado  daban esa imagen, al igual que su fina y curiosa barba que le hacían un aspecto masculino muy sexy.

Pero lo que realmente nos gustó a  mí y a mi mujer fue cuando bajamos la mirada de su abundante y espeso pectoral blanco y nos fijamos en el balanceo de aquel preciosos miembro que tan bien proporcionado había crecido en aquel pulcro cuerpo, resaltando su rosado color entre el medio moreno cuerpo de aquel caminante.

Vio nuestra descarada mirada y más la de mi mujer que no quito ojo de aquel fenómeno de la naturaleza que se movía con una elegancia entre aquellas dos piernas, con su sublime balanceo acompasado de dos armoniosas pelotas adornadas con un fino pero espeso vello que las recubría en su justa medida.

Nos saludó y nos dio las buenas tardes  en ingles pensando éramos extranjeros pues nuestro aspecto así lo hace, pero dándonos cuenta que su ingles no era nativo, más bien académico , mi mujer le respondió en español , a lo que él dijo, ahh pensé eran de fuera, yo ando de vacaciones unos días por esta isla y la mayoría de la gente aquí en estos sitios son todos extranjeros, pero me agrada encontrar gente de aquí.

Mi mujer le dijo ¿de dónde es usted?, el rápidamente dijo háblame de tu que aún me haces más viejo, soltando una sonrisa que casi nos hipnotiza a ambos, pues mi vena bisexual estaba que explotaba con aquel hombre tan bien formado y elegante, contestando el que era de Pamplona, y que ahora andoba solo tomándose unas vacaciones para aclarar unos asuntos personales.

Nos dijo llamarse Pablo y nosotros nos presentamos igualmente, invitándole a sentarse junto a nosotros pues de pies como estaba al lado de nosotros, nos tenía encendidos viendo la inmensidad y grosor de aquel miembro.

Yo me estaba empalmando y no pude disimularlo, y más cuando se sentó junto a mi mujer depositando sobre la toalla aquella enorme cabeza en la que finalizaban esos más que veinte centímetros de carne morcillona, que reposaban en su base con aquellas dos preciosas pelotas que parecían hechas a medida a aquel enorme rabo.

No anduvo con rodeos pues nos preguntó al poco de charlar un rato, si éramos un matrimonio liberal y que nos gustaba, que él era respetuosos y muy liberal pero la relación con la clásica de su esposa lo tenía coartada por lo que necesitaba alguna buena amistad.

Mi mujer fue la primera que respondió, y dijo que sí,que estábamos en una nueva fase de descubrir otros placeres pero con gente adulta y de nuestro agrado, preferiblemente señores y matrimonios entrados en años, pues era más de nuestro agrado.

Él nos preguntó si él lo era, y las respuesta  afirmativa al unísono mía y de mi mujer le hizo reír agradablemente, entonces Rebeca para romper más el hielo le dijo, mira como esta mi esposo si ya no aguanta más, indicando la enorme erección que yo tenía.

Yo comencé a acariciar a mi mujer y a pellizcarle cariñosamente los pezones mientras hablábamos fluidamente los tres, invitándole a que se sentara al lado de ella, quedando esta en medio de los dos, a la vez mi mano bajo a jugar con el vello púbico del sexo de Rebeca, arremolinándolo con mis dedos, sin que el quitara ojo del juego, mientras esta poso su mano sobre sus fuertes muslos para ir dejándola caer hasta rozar su enorme pene que ya iba agradeciendo aquel juego, pues no tardo nada en resaltar ya alguna vena que se iba inflando a su alrededor.

Le tomo ella su mano y la llevo junto a la mía para ambas acariciar su conejito dejándose caer totalmente en la toalla relajada mientras los dos paralelamente nos lanzamos a mordisquear cada uno un pezón de sus duros pechos.

Yo tenía mi rabo a explotar, mire el de Pablo y mi mujer y su mano ya había hecho efecto pues andaba ya en plena forma, descapullando ella la mitad de la cabeza que andaba recubierta por la piel que la protegía,… mojo su mano en saliva y le froto la cabeza, soltando él unos fuertes suspiros ante aquel bueno e inesperado masaje.

Su mano sin querer había desplazado a la mía y con sus dedos ya hurgaba en el interior del sexo de rebeca a la vez que subió su boca besando su cuello para al final darle un beso largo y pronunciado en el que mi mujer correspondió con unos gemidos calientes.

Mi esposa ante tanta excitación le alabo el enorme rabo que tenía, diciendo él que sí, que ciertamente había tenido suerte con la naturaleza que le había dotado de una buena pieza, pero que no era egoísta y la iba a compartir con nosotros... yo gire a mi mujer un poco hacia mí para restregarle ahora mi polla por su conejito aun ocupado por la mano de Pablo que apenas la retiro, incluso la guio agarrándola con delicadeza  para rozar con ella los labios del sexo de mi esposa, haciéndola gemir más fuerte ahora.

El pego ahora su duro miembro al trasero de mi mujer que estaba medio inclinada hacia mí, besando su cuello y rozando su pecho con su espalda, mientras su mano jugaba entre su sexo y el mío y a veces recorría sensualmente los muslos de mi esposa.

Era un experto en este arte pues manejaba bien los tiempos previos a un buen polvo, yo me deje llevar y de lado como estaba penetre a rebeca moviéndome lentamente mientras él le empujaba cariñosamente por atrás para ayudar en mi penetración.

Estaba muy excitado y no me quería correr rápido por lo que con disimulo afloje y la retire de dentro del mojado conejito , aprovechando el, con una delicadeza exquisita , levantarle una pierna   y meter entre medio de ambas aquella larga y gorda polla que con cuidado se posó sobre el abierto chochito de mi mujer, frotando su puerta con un leve vaivén de su cintura, haciendo que el grosor de ese enorme falo, tapara toda la abertura , subiendo hacia su pequeña barriga con una dureza y longitud insultante.

Yo no me corte ante tanta excitación  y mi mano  posándose sobre aquel portento de la naturaleza ayudaba y presionaba para que el roce con el sexo de ella fuese más fuerte, incluso me permití un lujo de acariciar sus huevos , cosa que no pareció importarle, incluso note palpitar más aun aquel pollon con mi leve masaje.,..

En ese momento y ante los calientes roces, mi mujer tuvo un inesperado orgasmo, pues nos sorprendió a ambos por su rápida llegada, por lo que me atreví a agarrar ya sin miramientos aquel rabo, para  guiarlo dentro del conejo de mi esposa, moviendo el la cintura sabiamente para poder introducirla entera, aunque lo hizo lentamente para no asustarla y producirle daño en aquella estrecha cavidad que recibía ahora a ese enorme inquilino.

Los gemidos de Rebeca manifestaba el buen momento que estaba pasando y más cuando fue abrazada fuertemente por atrás por Pablo, que con sus sensuales movimientos la estaba penetrando gozosamente.

Me parecía mentira que aquel hombre follara tan bien y con tanta coordinación, pues parecía lo había hecho con nosotros ya muchas veces,.. Anduvo así unos buenos minutos y mi mujer volvió a correrse, retirando el su arma de dentro, para dejarme ahora a mí, el protagonismo, aun el, sin haberse corrido, .. Yo me puse sobre ella y casi pidiéndole permiso a Pablo la penetre y comencé a culear con intensidad, a sabiendas que mi polla no la llenaba tanto como la que acaba de salir pero también le daba placer,

Pablo se puso de rodillas y agarrando su miembro, este lo dirigió a la boca de mi esposa que andaba con unas ganas locas de poder chupar aquel portento de la naturaleza, metiéndose no sin algo de esfuerzo el cabezón en su totalidad en la boca para chuparlo con hambre y deseo.

Yo que lo tenía a la altura de mi cara, sentí ganas de morderlo y besarlo igualmente pero le deje el protagonismo a mi mujer y me dedique a mordisquearle el cuello hasta que no  pude más y tras unos espasmos intensos me corrí dentro de ella con una intensidad que últimamente no tenía.

Solté mis últimas gotas dentro y me deje caer de lado dejando a Rebeca a merced de Pablo ahora, que sabiamente la incorporo y puso de rodillas hacia mí, para posicionarse el detrás y penetrarla delicadamente por su sexo, este ya empapado de sus jugos y los míos.

Ahora miraba atónito y embobado como aquel macho ibérico se estaba follando a mi mujer con unas embestidas largas y profundas que sabiamente guiaba con sus manos en la cinturas de Rebeca, pues desde mi vista tumbado frente a ellos podía ver como aquella enorme polla entraba y salida junto al balanceo armónico de sus enormes pelotas.

Sorprendentemente le saco otros dos órganos mas a mi esposa, depositando su leche dentro de ella casi al unísono del segundo, lo que hizo que ambos gimieran a la vez mientras él, ahora se dejaba caer apoyando su abundante pelambrera de su pectoral en la espalda de mi mujer, a la vez que daba sus últimas embestidas.

La sorpresa fue mayúscula cuando oímos unas palmas tras de mí, nada más finalizar aquel colosal polvo, y es que habían llegado un par  de viejos inquilinos, que desnudos ambos , pajeaban sus rabos viendo la fiesta de sexo que teníamos montada, uno tras dejar de hacer palmas volvió a agarrar su pollon para seguir meneándolo fuertemente, a la vez me dijo, joder amigo que bien se follo a tu mujer si  ella es tu esposa....ya me gustaría a mi hacerlo lo bien que él..corriendose en ese momento y soltando sus ráfagas a la altura de mis pies, mientras el otro intentaba lo mismo pero su viejo rabo le costaba más.

Mi mujer siguiéndole el morboso juego, alentó a aquel abuelo, tocándose ella su conejo todo empapado en leche, motivando al viejo que ahora acelero mostrando más dureza y ritmo, provocándole tras un par de minutos, unas pequeñas ráfagas también de espesa leche que casi caen en mis muslos.

Se retiraron ambos y tras un leve descanso nos pusimos de pies para quitarnos algo de arena de nuestros cuerpos y aprovechar mi mujer para lavarse un poco los muslos, pues por ellos discurrían un reguero de leche rodilla abajo.

Fue a despedirse Pablo pero mi esposa fue tajante y le dijo, no espera, acompáñanos a casa que la tenemos cerca y allí te duchas y tomamos un refrigerio, que esto no puede quedar así.

Y lo cierto es que no acabo así.